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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Eso es nuevo [Aiden R. O'Connor]
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— ¡Ay la madre que te parió! — Y sin más miramientos le propiné una buena colleja al chaval en la cabeza. — ¡Ten más cuidao' niño! — El mocoso se frotaba la frente, donde le había dado y yo me cruzaba de brazos. — ¡Pero si apenas te he dao'! — Le volví a dar por blandengue. — ¡Y esa por mocoso! — Empecé a caminar hacia las puertas del muro, recorriendo el camino y dejando atrás los árboles.
— Panda de blandengues... que me hubieran dado a mi un capón tan flojo como ese en mis tiempos y ahora les das con el dedo y lloran — Refunfuñaba para mis adentros hasta que alcancé las puertas principales de St. Friedrich que separaban el poblado del resto del mundo.
— ¡Eh lumbreras, abrirme las puertas! — Grité para que los encargaos me escucharan. Los dos tipos se asomaron desde su punto de vigilancia, me miraron y se echaron a reír. — ¿Es que están sordos los señores? — Pregunté mientras que me colocaba bien el fajín. — Porque entonces hijos míos, lo tenéis todo, sois feos, tontos y sordos... — Me hice el despistado mientras que colocaba la prenda. Las carcajadas cesaron y a punto estuvieron de bajar a molerme a palos, de no ser porque uno pareció sensato y le recordó que tenía la inmunidad de la líder del refugio.
— Ah... no sois tan cortos de entendederas, ¿no? — Alcé el bastón en su dirección. — Ahora abrirme las puertas que me tenéis ya contento — Y a regañadientes lo hicieron.
No sabía cuando había sido la última vez que pisaba fuera de St. Friedrich, pero mínimo había sido tres años atrás. Comencé a caminar pegado al muro, con ayuda del bastón. Uno de los críos había colado una pelota fuera e iría a por ella. ¿Por qué? Porque estaba aburrido y si moría, pues de algo debía morir... por otro lado podría ver con mis propios ojos a los demonios y habiendo vivido tanto, ya no me importaba nada. Y si no pasaba nada, podría darle su buen envidia a Enno, echándole en cara que yo había salido fuera y que era un valiente. ¡Que cara iba a poner, sí señor!
Caminaba con cautela de no caer y con alguna que otra risa al pensar en la charla que iba a tener con mi hermano. No tardaría en llegar a dónde esos criajos habían colado la pelota, por lo que iba totalmente atento a ellos y a si aparecían los demonios. Cuando me percaté de que no estaba solo.
— Pues para ser el infierno en la tierra hay más gente aquí fuera que dentro... — Me dije en voz baja. — ¡Oiga caballero! — Exclamé mientras que aceleraba el paso en su dirección. Lo único que se escuchaban eran las hojas secas al ser pisadas. — ¡Oiga! — Llegaba por fin hasta aquel tipo y le daba en el hombro. — Hay que ir con más cuidado, que mire que hay demonios de esos por ahí... — Y entonces se empezó a girar. — ¿Oiga..... ¡Ahhhhhhhh!? — Empecé a gritar al ver su rostro totalmente desfigurado. Es que le faltaba hasta media mandíbula.
— ¿Y con ese careto sigue usted con ganas de vivir? — El tipo comenzó a acercarse. — ¡Quieto usted que es muy feo! — Cuando estiró las manos en mi dirección le golpeé con el bastón en ellas. — ¡Pssssss... Quiiieeeetoooo! — Le gritaba. — Ay va... ¿y no será usted uno de esos demonios? porque cuernos no le veo, pero de feo eres un rato... ¿eh? — Seguía retrocediendo lo más rápido que podía, golpeando con el bastón al tipejo para que se alejara. — En mis tiempos no pasaban estas cosas... ¿eh? — Seguía diciendo.
— Panda de blandengues... que me hubieran dado a mi un capón tan flojo como ese en mis tiempos y ahora les das con el dedo y lloran — Refunfuñaba para mis adentros hasta que alcancé las puertas principales de St. Friedrich que separaban el poblado del resto del mundo.
— ¡Eh lumbreras, abrirme las puertas! — Grité para que los encargaos me escucharan. Los dos tipos se asomaron desde su punto de vigilancia, me miraron y se echaron a reír. — ¿Es que están sordos los señores? — Pregunté mientras que me colocaba bien el fajín. — Porque entonces hijos míos, lo tenéis todo, sois feos, tontos y sordos... — Me hice el despistado mientras que colocaba la prenda. Las carcajadas cesaron y a punto estuvieron de bajar a molerme a palos, de no ser porque uno pareció sensato y le recordó que tenía la inmunidad de la líder del refugio.
— Ah... no sois tan cortos de entendederas, ¿no? — Alcé el bastón en su dirección. — Ahora abrirme las puertas que me tenéis ya contento — Y a regañadientes lo hicieron.
No sabía cuando había sido la última vez que pisaba fuera de St. Friedrich, pero mínimo había sido tres años atrás. Comencé a caminar pegado al muro, con ayuda del bastón. Uno de los críos había colado una pelota fuera e iría a por ella. ¿Por qué? Porque estaba aburrido y si moría, pues de algo debía morir... por otro lado podría ver con mis propios ojos a los demonios y habiendo vivido tanto, ya no me importaba nada. Y si no pasaba nada, podría darle su buen envidia a Enno, echándole en cara que yo había salido fuera y que era un valiente. ¡Que cara iba a poner, sí señor!
Caminaba con cautela de no caer y con alguna que otra risa al pensar en la charla que iba a tener con mi hermano. No tardaría en llegar a dónde esos criajos habían colado la pelota, por lo que iba totalmente atento a ellos y a si aparecían los demonios. Cuando me percaté de que no estaba solo.
— Pues para ser el infierno en la tierra hay más gente aquí fuera que dentro... — Me dije en voz baja. — ¡Oiga caballero! — Exclamé mientras que aceleraba el paso en su dirección. Lo único que se escuchaban eran las hojas secas al ser pisadas. — ¡Oiga! — Llegaba por fin hasta aquel tipo y le daba en el hombro. — Hay que ir con más cuidado, que mire que hay demonios de esos por ahí... — Y entonces se empezó a girar. — ¿Oiga..... ¡Ahhhhhhhh!? — Empecé a gritar al ver su rostro totalmente desfigurado. Es que le faltaba hasta media mandíbula.
— ¿Y con ese careto sigue usted con ganas de vivir? — El tipo comenzó a acercarse. — ¡Quieto usted que es muy feo! — Cuando estiró las manos en mi dirección le golpeé con el bastón en ellas. — ¡Pssssss... Quiiieeeetoooo! — Le gritaba. — Ay va... ¿y no será usted uno de esos demonios? porque cuernos no le veo, pero de feo eres un rato... ¿eh? — Seguía retrocediendo lo más rápido que podía, golpeando con el bastón al tipejo para que se alejara. — En mis tiempos no pasaban estas cosas... ¿eh? — Seguía diciendo.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
1 de enero 2016
St. Friederich, Pensilvania
St. Friederich, Pensilvania
Su coche, el último que había encontrado, le había dejado tirado justo donde no quería; necesitaba ir a Kansas pero sabía que no había ido por el camino correcto y no entendía porque estaba yendo por allí pero se podria dar el lujo. Sabía que el cartel que anunciaba Pensilvania estaba en el mapa que había tomado prestado de su padre, había dejado atrás a Balion y a Matthew; les había dicho que necesitaba comenzar a moverse y que, posiblemente, en vez de ir a Tricell, fuera a Pandemonium pero primero tenía que asegurarse de que sus padres seguían con vida.
Como su coche había dejado de funcionar, lo dejó escondido justo delante de unas arboledas para poder tomar sus cosas y caminar; había encontrado una especie de camino hacia algún lugar, suspirando y rezando para evitar algún ser que se cruzara por su camino siguió adelante cuando escuchó unas voces. Frunció el ceño viendo como un hombre de edad avanzada estaba siendo medio perseguido por un caminante, guardó el mapa en su bolsillo y sacó el bate acercándose al ser por detrás. Alzó este para poder asestarle un golpe fuerte en la cabeza haciendo que dicho ser cayera muerto al suelo, su mirada se quedó en el zombie notando como su vista comenzó a ser borrosa.
—¿Se encuentra bien? —preguntó alzando la mirada, estaba impregnado en sesos de zombie pero poco le importaba.— Debería de tener cuidado, no era una pers... —la voz del joven O'Connor había comenzado a disminuir, pues casi no tenía fuerzas mientras que su mente se quedó en blanco, sus ojos se cerraron de golpe y cayó al suelo desmayado.
Sabía que era por el cansancio que llevaba encima y que no había comido nada pero esperaba que ese día no fuera su fin, le quedaban bastantes cosas por resolver.
— ¡Eh chaval será mejor que no te acerques! — cuando vi venir a aquel muchacho alcé una mano para avisarle, mientras que con la otra sujetaba el bastón y mi viejo pañuelo para limpiar el sudor de mi frente.
— O igual te hace más falta a ti... — estiré el pañuelo en su dirección al ver cómo se había llenado de toda la sangre y sesos de la criatura. A mi también me salpicaron algunos fragmentos, pero no tantos en comparación. — Válgame el señor... — me santigué al ver el cuerpo en el suelo. — Entonces este es uno de esos demonios, ¿no? — pregunté, pero el joven no respondió, se desplomó por completo en el suelo.
— ¡Ay caramba! — exclamé. — Panda de blandengues... — añadí en un susurro.
No había sido cosa fácil. Porque yo apenas podía con el joven, así que tuve que llamar a uno de esos gorilas para que lo llevase en brazos al interior del refugio. El hombre no estaba nada contento con la idea, pero yo le insistí en que se trataba de mi sobrino Jeremaiah, quien venía de su rumspringa.
— Jeremaiah nunca ha sido muy espabilado, le pilló todo esto de los demonios fuera y habrá venido andando, ¿Qué carajos quieres que sepa yo? — expliqué de mala gana para que le llevaran dentro.
— ¡Tomad niños pesados y más os vale tener cuidado la próxima vez o va a salir vuestra tía! — le lancé la pelota a uno de los niños en la cabeza. Avanzaba tras la mole aquella, que cargaba con el joven rubio hacia el interior del poblado, renegando en que si le estaba tomando el pelo y que si Harvey se enteraba él se iba a lavar las manos.
— Ea chavalito, pues ya tienes algo más que hacer — le dije mientras señalaba el sofá del salón para que lo dejase ahí tumbado. Tanto Erica como mi hermano parecían no estar en casa y eso mientras tanto era buena señal. Fui directo a la cocina a por agua y un trozo de bizcocho cuando me fijé en que el gorila seguía en la sala mirando al joven.
— ¿Quieres una chapita, una palmadita en la espalda?... Será mejor que dejes de mirar a mi sobrino así o te daré un garrotazo, ¡pervertido, sodomita! — empecé a gritar lo primero que se me vino a la cabeza para aveegonzarlo y que se marchara. Acto seguido y no sin un gran esfuerzo me acerqué al joven y le acerqué el agua a sus labios.
— Vamos Jeremaiah, bebe.
— O igual te hace más falta a ti... — estiré el pañuelo en su dirección al ver cómo se había llenado de toda la sangre y sesos de la criatura. A mi también me salpicaron algunos fragmentos, pero no tantos en comparación. — Válgame el señor... — me santigué al ver el cuerpo en el suelo. — Entonces este es uno de esos demonios, ¿no? — pregunté, pero el joven no respondió, se desplomó por completo en el suelo.
— ¡Ay caramba! — exclamé. — Panda de blandengues... — añadí en un susurro.
No había sido cosa fácil. Porque yo apenas podía con el joven, así que tuve que llamar a uno de esos gorilas para que lo llevase en brazos al interior del refugio. El hombre no estaba nada contento con la idea, pero yo le insistí en que se trataba de mi sobrino Jeremaiah, quien venía de su rumspringa.
— Jeremaiah nunca ha sido muy espabilado, le pilló todo esto de los demonios fuera y habrá venido andando, ¿Qué carajos quieres que sepa yo? — expliqué de mala gana para que le llevaran dentro.
— ¡Tomad niños pesados y más os vale tener cuidado la próxima vez o va a salir vuestra tía! — le lancé la pelota a uno de los niños en la cabeza. Avanzaba tras la mole aquella, que cargaba con el joven rubio hacia el interior del poblado, renegando en que si le estaba tomando el pelo y que si Harvey se enteraba él se iba a lavar las manos.
— Ea chavalito, pues ya tienes algo más que hacer — le dije mientras señalaba el sofá del salón para que lo dejase ahí tumbado. Tanto Erica como mi hermano parecían no estar en casa y eso mientras tanto era buena señal. Fui directo a la cocina a por agua y un trozo de bizcocho cuando me fijé en que el gorila seguía en la sala mirando al joven.
— ¿Quieres una chapita, una palmadita en la espalda?... Será mejor que dejes de mirar a mi sobrino así o te daré un garrotazo, ¡pervertido, sodomita! — empecé a gritar lo primero que se me vino a la cabeza para aveegonzarlo y que se marchara. Acto seguido y no sin un gran esfuerzo me acerqué al joven y le acerqué el agua a sus labios.
— Vamos Jeremaiah, bebe.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Notó como era llevado por alguien lejos de allí, escuchaba a un hombre hablarle al que le estaba llevando; si estuviera consciente se reiría pues parecía que el hombre al que había salvado ahora le tomaba por uno de sus sobrinos, supuso que era para que el otro no cuestionara. Minutos más tarde notó que le tumbaban en un ¿sofá?, siguió escuchando como el hombre hablaba pero el otro no; le extrañó más el cansancio acumulado y el hambre que tenía no le dejaron abrir los ojos.
Notó como alguien se acercaba con algo en la mano y como ponían un vaso delante de él, frunció el ceño quejándose mientras abría los ojos; delante de él pudo ver un vaso de agua y un trozo de bizcocho, su mirada se alzó hacia la persona que estaba a su lado pudiendo reconocer al hombre que casi fue atacado por un caminante.
—Gracias —murmuró tomando el vaso para dar un sorbo y coger el trozo de bizcocho, miró a su alrededor frunciendo el ceño.— ¿Dónde estoy?
Notó como alguien se acercaba con algo en la mano y como ponían un vaso delante de él, frunció el ceño quejándose mientras abría los ojos; delante de él pudo ver un vaso de agua y un trozo de bizcocho, su mirada se alzó hacia la persona que estaba a su lado pudiendo reconocer al hombre que casi fue atacado por un caminante.
—Gracias —murmuró tomando el vaso para dar un sorbo y coger el trozo de bizcocho, miró a su alrededor frunciendo el ceño.— ¿Dónde estoy?
— Da gracias a que Erica haya dejado bizcocho, esa chica come como si tuviera una solitaria en el estómago, con lo chiquita que es... y ya no hablar de Enno, otro que engulle como si no hubiera un mañana, pero a ese sí que se le nota, cada vez está más ceporro — explicaba mientras le ayudaba con el vaso de agua. Abrí mucho los ojos y sonreí al ver que el chaval tomaba por sí solo tanto el agua como el bizcocho. — ¡Ah muy bien, pero con calma! — expliqué.
— ¿Quieres limonada? Creo que te vendrá mejor el azúcar — con un gran esfuerzo y la ayuda de mi bastón me puse en pie para volver a la cocina y regresar con la jarra de limonada. — Esos dos me tienen de sirviente... — me quejaba, así que últimamente tenía siempre limonada y bizcocho para ellos dos.
— Chiquillo estás en el Amish Country, aunque ahora lo llaman St. Frierroh, St. Frieco... ¡St. Friedrichd o como sea! — me enfurruñé cruzándome de brazos, tras haber dejado la jarra en una mesita que había junto al sofá. — Este poblado está seguro de los demonios, hay un muro, pero no está seguro de la gentuza... las cosas se han complicado mucho, ¿te sientes mejor? no hay nada que la comida no arregle — empecé a reírme mientras tomaba asiento en mi sillón. — Gracias por ayudarme antes... tenía un poco de curiosidad por ver esos demonios, la verdad, me han decepcionado, no tenían cuernos — me encogí de hombros.
— ¿Quieres limonada? Creo que te vendrá mejor el azúcar — con un gran esfuerzo y la ayuda de mi bastón me puse en pie para volver a la cocina y regresar con la jarra de limonada. — Esos dos me tienen de sirviente... — me quejaba, así que últimamente tenía siempre limonada y bizcocho para ellos dos.
— Chiquillo estás en el Amish Country, aunque ahora lo llaman St. Frierroh, St. Frieco... ¡St. Friedrichd o como sea! — me enfurruñé cruzándome de brazos, tras haber dejado la jarra en una mesita que había junto al sofá. — Este poblado está seguro de los demonios, hay un muro, pero no está seguro de la gentuza... las cosas se han complicado mucho, ¿te sientes mejor? no hay nada que la comida no arregle — empecé a reírme mientras tomaba asiento en mi sillón. — Gracias por ayudarme antes... tenía un poco de curiosidad por ver esos demonios, la verdad, me han decepcionado, no tenían cuernos — me encogí de hombros.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Mientras escuchaba al hombre, el joven O'Connor se reincorporó lentamente para poder apoyarse en el respaldo del sofá tomando otro sorbo de agua y dando un mordisco al bizcocho; observó la estancia, era acogedora o eso parecía. Le recordaba a su casa, más o menos. Frunció el ceño al escuchar el nombre del lugar, definitivamente se había desviado bastante de donde debía ir pero sabía que unos días de reposo no le iban a matar.
—No es nada, sigo la regla de que debo ayudar a quien pueda o a quien no se pueda defender —respondió con una leve sonrisa.— ¿Demonios? —preguntó con gracia mirando al hombre.— Creo que si tuvieran cuernos, estarían más graciosos.
Frunció ligeramente el ceño mientras observaba al hombre, ¿conocería todo lo que ha sucedido? ¿Habría visto todos esos seres que Umbrella había creado?
—Por curiosidad... ¿Me ha cargado usted hasta aquí? —preguntó.
—No es nada, sigo la regla de que debo ayudar a quien pueda o a quien no se pueda defender —respondió con una leve sonrisa.— ¿Demonios? —preguntó con gracia mirando al hombre.— Creo que si tuvieran cuernos, estarían más graciosos.
Frunció ligeramente el ceño mientras observaba al hombre, ¿conocería todo lo que ha sucedido? ¿Habría visto todos esos seres que Umbrella había creado?
—Por curiosidad... ¿Me ha cargado usted hasta aquí? —preguntó.
— Pues no, no tenían cuernos... — me froté la barbilla pensativo, ¿y entonces qué clase de demonios eran aquellos? Pero entonces el joven preguntó por quién le había llevado hasta la casa y yo empecé a reírme. — Ay muchacho, casi ni puedo andar yo solo, como para cargar contigo — me quité la boina, la cual arrugué bastante entre mis manos, sin dejar de reír. — Le dije a uno de esos mastodontes que te llevara... — asentí varias veces. — Tienen mucho de aquí, pero muy poco o nada de aquí — primero me señalé los brazos y después la cabeza.
— ¿Quieres un chocolate caliente mejor que la limonada? — me puse en pie. — Hay leche fresca, puedo poner la hornilla y caliento un cazo — me puse en pie con ayuda del bastón. — Tienes que saber que puedes quedarte aquí cuanto quieras, pero será mejor que no llames la atención de nadie, esta gente no es buena — mi semblante se ensombreció mucho. — A mi hermano y a mi nos dejaron en paz por ser viejos... creo que a veces es porque se ríen de nosotros y les causan gracia nuestras cosas, pero ay... mi padre siempre solía decir que quien ríe último ríe mejor y el señor les acabará poniendo en su lugar, yo lo sé, yo lo sé... Dios aprieta pero no ahoga, aunque últimamente, últimamente no sé a dónde se ha ido a mirar, tal vez sea cierto eso de que ha dejado el infierno en la tierra y nos ha olvidado — iba hablando mientras me acercaba a la cocina y registraba entre el menaje buscando un cazo. — Yo siempre traté de seguir sus pasos, pero... los domingos solía ir al campo, los tomates no se regaban solos y el sermón del Padre Juan tampoco me iba a ayudar en mucho — coloqué al fuego un cazo, tras un rato tratando de encenderlo.
— ¿Qué ha sido eso? — pregunté. La cabra de Enno apareció en el salón paseándose con su cascabel como si nada. Se acercó al recién llegado para olerle a distancias prudentes y se fue a tumbarse a su rincón junto a la chimenea. — La madre que parió al ceporro de mi hermano, se va a pasear y no se lleva a la pesada esta... — regresé al salón con un cuenco con agua para el animalillo y luego con una taza con el chocolate humeante que entregué al muchacho. — ¡Esto te va a curar de todo chico! — exclamé mientras me dejaba caer en mi butacón. El salón era muy tradicional, sin fotos, con cuadros pintados de campos, pocos adornos... y las comodidades justas. — Por cierto Jeremaiah, ¿qué estabas haciendo a los alrededores del poblado? — pregunté mientras me servía yo agua en un vaso.
— ¿Quieres un chocolate caliente mejor que la limonada? — me puse en pie. — Hay leche fresca, puedo poner la hornilla y caliento un cazo — me puse en pie con ayuda del bastón. — Tienes que saber que puedes quedarte aquí cuanto quieras, pero será mejor que no llames la atención de nadie, esta gente no es buena — mi semblante se ensombreció mucho. — A mi hermano y a mi nos dejaron en paz por ser viejos... creo que a veces es porque se ríen de nosotros y les causan gracia nuestras cosas, pero ay... mi padre siempre solía decir que quien ríe último ríe mejor y el señor les acabará poniendo en su lugar, yo lo sé, yo lo sé... Dios aprieta pero no ahoga, aunque últimamente, últimamente no sé a dónde se ha ido a mirar, tal vez sea cierto eso de que ha dejado el infierno en la tierra y nos ha olvidado — iba hablando mientras me acercaba a la cocina y registraba entre el menaje buscando un cazo. — Yo siempre traté de seguir sus pasos, pero... los domingos solía ir al campo, los tomates no se regaban solos y el sermón del Padre Juan tampoco me iba a ayudar en mucho — coloqué al fuego un cazo, tras un rato tratando de encenderlo.
— ¿Qué ha sido eso? — pregunté. La cabra de Enno apareció en el salón paseándose con su cascabel como si nada. Se acercó al recién llegado para olerle a distancias prudentes y se fue a tumbarse a su rincón junto a la chimenea. — La madre que parió al ceporro de mi hermano, se va a pasear y no se lleva a la pesada esta... — regresé al salón con un cuenco con agua para el animalillo y luego con una taza con el chocolate humeante que entregué al muchacho. — ¡Esto te va a curar de todo chico! — exclamé mientras me dejaba caer en mi butacón. El salón era muy tradicional, sin fotos, con cuadros pintados de campos, pocos adornos... y las comodidades justas. — Por cierto Jeremaiah, ¿qué estabas haciendo a los alrededores del poblado? — pregunté mientras me servía yo agua en un vaso.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Seguía comiendo lo que el hombre le había dado mientras le escuchaba, al ver que este se reía por lo que había dicho sonrió riendo también; frunció el ceño al escuchar como les describía, supuso que no eran de su agrado. Asintió ante la pregunta pero frunció el ceño más, miró hacia la puerta pensativo. “¿A qué se refiere con eso...?” se preguntó pensativo.
Escuchaba al hombre asintiendo a cada tanto mientras observaba el lugar, se re-acomodó en el sofá sorprendido al ver una ¿cabra?; entrar al salón. Eso le hizo gracia, bastante y más cuando está le comenzó a olisquear a distancias prudentes; había visto esos animales por la televisión, antes de toda la hecatombe,
—Gracias, señor —sonrió terminando el bizcocho para poder tomar el tazón con el chocolate caliente.— ¿Jeremaiah? —preguntó un tanto aturdido pero aún así sacudió ligeramente su cabeza sin dejar de sonreír.— Hace unos días atrás salí de Tallahassee, iba rumbo hacia Kansas pero parece que me he desviado bastante y... Mi coche se ha estropeado, tampoco tiene gasolina.
Escuchaba al hombre asintiendo a cada tanto mientras observaba el lugar, se re-acomodó en el sofá sorprendido al ver una ¿cabra?; entrar al salón. Eso le hizo gracia, bastante y más cuando está le comenzó a olisquear a distancias prudentes; había visto esos animales por la televisión, antes de toda la hecatombe,
—Gracias, señor —sonrió terminando el bizcocho para poder tomar el tazón con el chocolate caliente.— ¿Jeremaiah? —preguntó un tanto aturdido pero aún así sacudió ligeramente su cabeza sin dejar de sonreír.— Hace unos días atrás salí de Tallahassee, iba rumbo hacia Kansas pero parece que me he desviado bastante y... Mi coche se ha estropeado, tampoco tiene gasolina.
— Pensaba que... — había algo que me había dejado bastante inquietud y no dejaba de darle vueltas. — Pensaba que no se podía matar a un demonio, ¿cómo lo has hecho, qué pasa ahora con ellos? — la cabra se levantó de nuevo de su sitio y como si fuera un perro se tumbó en otro lado buscando un lugar más cómodo. — Claro, Jeremaiah — asentí cuando pronunció el nombre, riendo porque como no me había dicho el suyo, yo ya lo había bautizado.
— Pues creo que Kansas queda bastante lejos de aquí, si mal no recuerdo había un mapa por aquí — me puse en pie para acercarme a la vieja y pequeña estantería del final de la sala. Había muy pocos libros, la biblia entre ellos. Uno era una recopilación de mapas de todo el mundo, muy antiguo. Almudena, o una de las niñas, ya no recordaba, marcó la posición del poblado.
— A ver si lo encuentras — sonreí animado, como quien retaba a alguien, antes de entregarle el libro, soplé por encima de este para quitarle todo el polvo acumulado que tenía de los últimos años. — Niño come más bizcocho, que estás en los huesos — me senté a su lado mientras le daba en el hombro una palmada. — Igual quieres algo salado, hay caldo para comer hoy, ¿quieres un cuenco? Tiene verduras y pollo — luego señalé el libro de nuevo, era de 1905.
— Pues creo que Kansas queda bastante lejos de aquí, si mal no recuerdo había un mapa por aquí — me puse en pie para acercarme a la vieja y pequeña estantería del final de la sala. Había muy pocos libros, la biblia entre ellos. Uno era una recopilación de mapas de todo el mundo, muy antiguo. Almudena, o una de las niñas, ya no recordaba, marcó la posición del poblado.
— A ver si lo encuentras — sonreí animado, como quien retaba a alguien, antes de entregarle el libro, soplé por encima de este para quitarle todo el polvo acumulado que tenía de los últimos años. — Niño come más bizcocho, que estás en los huesos — me senté a su lado mientras le daba en el hombro una palmada. — Igual quieres algo salado, hay caldo para comer hoy, ¿quieres un cuenco? Tiene verduras y pollo — luego señalé el libro de nuevo, era de 1905.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
—Es complicado... No son demonios, bueno; lo son pero esos 'demonios' antes han sido personas —explicó pensativo.— Están muertos pero tienen una especie de virus que les controla, según he podido descubrir les matas cortando su cabeza o disparando hacia su cerebro —se señaló la sien, no sabía más métodos de acabar con esos seres.
Al volver a escuchar ese nombre sonrió leve, si bien era cierto que no se había presentado y ya parecía que le habían bautizado con otro nombre pero no le importaba.
—Me llamo Aiden —se presentó sonriendo un poco más, observó las acciones del hombre con total atención; hacía tiempo, dejando de lado a Balion y a Matt e incluso a la novia de Balion, que no encontraba a nadie tan amable y lo agradecía.— Algo me dice que voy a tardar mucho en llegar...
Tomó el libro para poder abrirlo y ponerlo justo en la mesa, su mirada se posó en dos ciudades en específico Racoon City y Nueva York, también se posó en Virginia; había visto la decadencia en la que había quedado Nueva York antes de poder ver lo de Racoon City. Buscó el sitio en el que estaban y luego fijó su mirada en la ruta que haría para poder llegar a Kansas, sitio que estaba muy lejos desde donde estaba. Tardaría, ¿cuánto? ¿Un día conduciendo? ¿Dos? ¿Tres como mucho?
—Parece que voy a tener un viaje bastante largo... —suspiró para mirar hacia el hombre.— Bueno, todo este tiempo que he estado lejos de donde soy, no he podido comer en condiciones; creo que ya me he acostumbrado a comer poco.[/b]
Al volver a escuchar ese nombre sonrió leve, si bien era cierto que no se había presentado y ya parecía que le habían bautizado con otro nombre pero no le importaba.
—Me llamo Aiden —se presentó sonriendo un poco más, observó las acciones del hombre con total atención; hacía tiempo, dejando de lado a Balion y a Matt e incluso a la novia de Balion, que no encontraba a nadie tan amable y lo agradecía.— Algo me dice que voy a tardar mucho en llegar...
Tomó el libro para poder abrirlo y ponerlo justo en la mesa, su mirada se posó en dos ciudades en específico Racoon City y Nueva York, también se posó en Virginia; había visto la decadencia en la que había quedado Nueva York antes de poder ver lo de Racoon City. Buscó el sitio en el que estaban y luego fijó su mirada en la ruta que haría para poder llegar a Kansas, sitio que estaba muy lejos desde donde estaba. Tardaría, ¿cuánto? ¿Un día conduciendo? ¿Dos? ¿Tres como mucho?
—Parece que voy a tener un viaje bastante largo... —suspiró para mirar hacia el hombre.— Bueno, todo este tiempo que he estado lejos de donde soy, no he podido comer en condiciones; creo que ya me he acostumbrado a comer poco.[/b]
— ¿Y los demonios no han sido antes personas? — me rasqué una ceja pensativo. Cada vez me resultaba más evidente que todo aquello era un castigo divino. Se cumplían los pasajes de la biblia y a la mente me venía uno de ellos. — "Esta será la plaga con que el Señor herirá a todos los pueblos que han hecho guerra contra Jerusalén: se pudrirá su carne estando ellos aún de pie, y se pudrirán sus ojos en sus cuencas y su lengua se pudrirá en su boca". Zacarías 14:12. — recité de memoria. — Si llego a saber que por más que hubiera ido a misa se me iba a castigar a mi también aquí abajo... me habría largado antes a ver mundo, me habría gustado volver a comer la pizza de Nueva York — mi rumspringa no había sido tan malo, me había gustado todo lo que vi en el mundo exterior, pero siempre fui un hombre de fe. — Una vida entera dedicada a seguir las palabras del señor, ¿para qué? Para seguir levantándome cada mañana con los ronquidos del pesado de mi hermano, si esto no es el infierno... — me puse en pie de nuevo, terminando de maldecir. En el pasado había sido más devoto y cauto con las palabras que escogía, ya me daba igual todo y a juzgar por lo ocurrido, nada iba a cambiar tampoco.
— Con que Aiden — asentí recordando que yo tampoco me había presentado. — Zasha — con la izquierda apoyado sobre mi bastón, le di la mano derecha a modo de presentación. De reojo observaba como el muchacho miraba el mapa. — Ah no, pues aquí hay comida de sobra, mi hija y mis sobrinos siguen teniendo la granja Stolzfus, menos mal — mi familia tuvo la suerte de ser una de las pocas que no sufrió los daños de Harvey y sus gorilas. Hay que reconocer que los chicos supieron jugar sus cartas y convencer a los asaltantes de que al menos algunas granjas debían seguir al cargo de los amish para asegurar la comida. Solo se lo permitieron a ellos y con duras restricciones. — ¿Quieres algo más? — pregunté. — Podemos dar un paseo, seguro que a la cabra le viene bien — el bicho no pareció inmutarse.
— Con que Aiden — asentí recordando que yo tampoco me había presentado. — Zasha — con la izquierda apoyado sobre mi bastón, le di la mano derecha a modo de presentación. De reojo observaba como el muchacho miraba el mapa. — Ah no, pues aquí hay comida de sobra, mi hija y mis sobrinos siguen teniendo la granja Stolzfus, menos mal — mi familia tuvo la suerte de ser una de las pocas que no sufrió los daños de Harvey y sus gorilas. Hay que reconocer que los chicos supieron jugar sus cartas y convencer a los asaltantes de que al menos algunas granjas debían seguir al cargo de los amish para asegurar la comida. Solo se lo permitieron a ellos y con duras restricciones. — ¿Quieres algo más? — pregunté. — Podemos dar un paseo, seguro que a la cabra le viene bien — el bicho no pareció inmutarse.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Asintió suspirando, eso era lo más jodido de todo; que todos esos demonios fueron personas antes, escuchó lo que el hombre recitó. Sonrió con nostalgia al escucharle, él hubiera viajado también pero tenía un deber; quería haber conseguido formar parte del ejército pero no había sido posible. “Y eso que no ha visto lo que yo he visto...” se dijo.
—Un placer conocerle, Zasha —comentó el joven alzando la mirada hacia el hombre.— Pero tampoco quiero abusar... —comenzó a decir justo cuando su estómago resonó, si bien había medio quitado el hambre con lo que había comido; seguía muriendo de hambre.
Escuchó lo otro que dijo el hombre para poder levantarse y mirar su ropa, incluso la herida; debía desinfectarla y lavarse.
—Necesitaría desinfectar algunas heridas —murmuró más para sí que para el hombre.— Pero sí, ese paseo seguro que me viene bien.
—Un placer conocerle, Zasha —comentó el joven alzando la mirada hacia el hombre.— Pero tampoco quiero abusar... —comenzó a decir justo cuando su estómago resonó, si bien había medio quitado el hambre con lo que había comido; seguía muriendo de hambre.
Escuchó lo otro que dijo el hombre para poder levantarse y mirar su ropa, incluso la herida; debía desinfectarla y lavarse.
—Necesitaría desinfectar algunas heridas —murmuró más para sí que para el hombre.— Pero sí, ese paseo seguro que me viene bien.
— En realidad con esas pintas no pasarías muy desapercibido entre toda esa gentuza de ahí afuera, pero... nosotros no somos así, ¿verdad? — me rasqué una ceja, pensativo. Mi ropa y la de Enno no le iban a quedar muy bien. — ¿Quieres mejor darte un baño? Ya habrá tiempo de pasear — avancé hasta el pasillo. — La bañera está arriba — me giré bruscamente. — Tonterías, no son molestias — hice un gesto con la mano, para quitarle importancia.
— Encenderé el fuego para calentar el agua — avanzaba poco a poco hacia la cocina, allí había una puerta trasera que daba a un patio y allí teníamos la caldera. Con ayuda del bastón iba paso a paso. Fuera, junto a la caldera estaban los troncos que traía Ramón, el pobre seguía dedicándose al mismo trabajo aún después del ataque al poblado. Añadí los troncos a la caldera y poco a poco con las cerillas y unos cartones encendí el fuego.
— Listo, el agua se está calentando ya, arriba tienes toallas y en el mueble hay para curar heridas, buscaré ropa, igual de hace unos años te sirve algo — el pasillo tenía unas escaleras hacia la segunda planta. — Voy poco a poco a subir las escaleras, ¿si? a mi edad un mal paso y puede que no lo cuente... — me reí divertido, aunque no era algo gracioso.
— Encenderé el fuego para calentar el agua — avanzaba poco a poco hacia la cocina, allí había una puerta trasera que daba a un patio y allí teníamos la caldera. Con ayuda del bastón iba paso a paso. Fuera, junto a la caldera estaban los troncos que traía Ramón, el pobre seguía dedicándose al mismo trabajo aún después del ataque al poblado. Añadí los troncos a la caldera y poco a poco con las cerillas y unos cartones encendí el fuego.
— Listo, el agua se está calentando ya, arriba tienes toallas y en el mueble hay para curar heridas, buscaré ropa, igual de hace unos años te sirve algo — el pasillo tenía unas escaleras hacia la segunda planta. — Voy poco a poco a subir las escaleras, ¿si? a mi edad un mal paso y puede que no lo cuente... — me reí divertido, aunque no era algo gracioso.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Miró su ropa cuando habló de sus pintas y alzó una ceja levantando la mirada hacia Zasha, si era cierto que con la ropa que llevaba e incluso estaba llena de barro y ¿sangre?; no iba a poder pasar por uno más. La hospitalidad de Zasha le hizo sonreír, si bien era un desconocido para el hombre; no entendía como es que le ayudaba. Aunque este no sabía que planes tenía Aiden, sus planes eran poder ayudar en una búsqueda para una cura pero sabía que no se iba a llevar a cabo.
Observó las acciones del hombre asintiendo, apuntó mentalmente todo para poder seguirle a la segunda planta. Estaba bastante agradecido por la ayuda de Zasha y por haberle acogido, aunque fuera por unos días.
—¿Podría quedarme aquí hasta que esté recuperado por completo? —preguntó mientras seguía al hombre.— También necesitaría ayuda con el coche o conseguir otro.
Observó las acciones del hombre asintiendo, apuntó mentalmente todo para poder seguirle a la segunda planta. Estaba bastante agradecido por la ayuda de Zasha y por haberle acogido, aunque fuera por unos días.
—¿Podría quedarme aquí hasta que esté recuperado por completo? —preguntó mientras seguía al hombre.— También necesitaría ayuda con el coche o conseguir otro.
— ¡Puedes quedarte todo lo que quieras! — exclamé aún desde el pie de la escalera. Poco a poco, con ayuda del bastón y la barandilla iba subiendo las escaleras. La segunda planta de la casa era amplia, contaba con un baño y tres dormitorios, Enno y yo dormíamos cada uno en el suyo, ya que nadie podía aguantar los ronquidos de ese ceporro, Erica dormía en el tercero, luego había un baño y una sala libre que en la que habíamos organizado una pequeña biblioteca.
— Ya está, si gustas puedes dormir en la biblioteca, hay un sofá bastante cómodo — dudaba de que Erica fuera a dejarle dormir en su habitación, aunque habían dos camas, no era lo más apropiado. No me molestaba ayudar a los demás, me habían enseñado a ser así desde pequeño, por lo que era algo que Enno y yo llevábamos bien hondo. Y si encima lográbamos sacar de quicio a Harvey en el proceso, pues mejor.
— Por aquí... creo que hay algo... — iba canturreando mientras revisaba el armario. — ¿Un coche, de esos de motor? — empecé a reír. — Muchacho, esto antes era un poblado amish — alzaba la voz lo suficiente para que me escuchara. — Lo más cerca que hemos estado de un coche a motor son los caballos — reía. — Nuestros nuevos "inquilinos" tienen vehículos, pero no creo que te los vayan a dejar y mucho menos a ayudarte con el tuyo, antes se dedicarán a robarte piezas a ti — salí de la habitación para ver si veía al chico, puesto que aquello se lo quise decir en voz baja, como si pudieran escucharnos. — ¿Dónde dejaste el vehículo? Sería conveniente que lo ocultases bien y que en ratos libres vayas a arreglarlo, porque como le cuentes algo a estos ingratos... — tal vez Erica quisiera ayudarlo, o tal vez no... — He encontrado una camisa y unos pantalones, no te van a quedar perfectos, pero te he puesto un cinturón también — le entregué las prendas de ropa.
Sonreí y me volví a abajo. Aún podía recordar, como en una ocasión, en el pasado, mi padre ayudó a un forastero que se había quedado sin gasolina. Él le dio de comer, cobijo... y cuando se marchó nos dijo: ¿Habéis visto hijos? Esto es lo que hay que hacer con las personas, tratarlas como nos gustaría a nosotros que nos tratasen. Y jamás olvidaría sus palabras.
— Ya está, si gustas puedes dormir en la biblioteca, hay un sofá bastante cómodo — dudaba de que Erica fuera a dejarle dormir en su habitación, aunque habían dos camas, no era lo más apropiado. No me molestaba ayudar a los demás, me habían enseñado a ser así desde pequeño, por lo que era algo que Enno y yo llevábamos bien hondo. Y si encima lográbamos sacar de quicio a Harvey en el proceso, pues mejor.
— Por aquí... creo que hay algo... — iba canturreando mientras revisaba el armario. — ¿Un coche, de esos de motor? — empecé a reír. — Muchacho, esto antes era un poblado amish — alzaba la voz lo suficiente para que me escuchara. — Lo más cerca que hemos estado de un coche a motor son los caballos — reía. — Nuestros nuevos "inquilinos" tienen vehículos, pero no creo que te los vayan a dejar y mucho menos a ayudarte con el tuyo, antes se dedicarán a robarte piezas a ti — salí de la habitación para ver si veía al chico, puesto que aquello se lo quise decir en voz baja, como si pudieran escucharnos. — ¿Dónde dejaste el vehículo? Sería conveniente que lo ocultases bien y que en ratos libres vayas a arreglarlo, porque como le cuentes algo a estos ingratos... — tal vez Erica quisiera ayudarlo, o tal vez no... — He encontrado una camisa y unos pantalones, no te van a quedar perfectos, pero te he puesto un cinturón también — le entregué las prendas de ropa.
Sonreí y me volví a abajo. Aún podía recordar, como en una ocasión, en el pasado, mi padre ayudó a un forastero que se había quedado sin gasolina. Él le dio de comer, cobijo... y cuando se marchó nos dijo: ¿Habéis visto hijos? Esto es lo que hay que hacer con las personas, tratarlas como nos gustaría a nosotros que nos tratasen. Y jamás olvidaría sus palabras.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Ante la exclamación del hombre y que le dejara quedarse allí durante un tiempo, el joven O'Connor sonrió; merecía la pena encontrarse a personas como Zasha en esos tiempos, pese a todo lo que tenía pensado hacer. Se estaba sintiendo como en casa, esperó a que subiera del todo para poder seguirle mientras observaba todo con atención; cuando le preguntó lo del coche, Aiden asintió soltando una leve risa al saber que ese lugar no iba a disponer de los medios suficientes para arreglarlo.
—Podría intentar hablar con ellos, supongo que si saben que fui cadete... —comentó pensativo.— No creo que denieguen ayuda al hijo de un teniente, espero —sabía que era mucho pedir y más porque algo le decía que ese lugar no estaba siendo controlado por militares, era raro que los militares a estas alturas estuvieran controlando poblados.
Cuando el hombre salió de la habitación se separó de la pared mirando hacia Zasha.
—Justo en la entrada del camino, lo escondí detrás de unos matorrales que hay —explicó tomando la ropa para seguir escuchándole.— Sé que lo voy a decir mucho pero... Gracias, Zasha; en estos tiempos no hay tantas personas como usted —sonrió para ir hacia el baño y comenzar a ducharse, antes de comenzar a crear un plan de como ir a Nueva York y luego a Kansas.
—Podría intentar hablar con ellos, supongo que si saben que fui cadete... —comentó pensativo.— No creo que denieguen ayuda al hijo de un teniente, espero —sabía que era mucho pedir y más porque algo le decía que ese lugar no estaba siendo controlado por militares, era raro que los militares a estas alturas estuvieran controlando poblados.
Cuando el hombre salió de la habitación se separó de la pared mirando hacia Zasha.
—Justo en la entrada del camino, lo escondí detrás de unos matorrales que hay —explicó tomando la ropa para seguir escuchándole.— Sé que lo voy a decir mucho pero... Gracias, Zasha; en estos tiempos no hay tantas personas como usted —sonrió para ir hacia el baño y comenzar a ducharse, antes de comenzar a crear un plan de como ir a Nueva York y luego a Kansas.
— ¡No! — exclamé esta vez mucho más serio ante la insistencia del muchacho a hablar con los hombres de Harvey. No tardé en darme cuenta de que había sido en esta ocasión más brusco de la cuenta y carraspeé. — Lo siento Jeremaiah, pero... es mejor que sepan lo menos posible de ti — miraba en varias direcciones, pensando en qué hacer a continuación, no sabía qué hacer o decir más. Él se marchó al baño y yo fui hacia la biblioteca. No era la habitación más grande de la casa, pero era espaciosa. Contaba con varias estanterías, un escritorio, un armario que servía para guardar trastos y un sofá. El muchacho podría dormir en él, era cómodo. Me senté en este con ayuda del bastón y esperé a que el joven saliera de la ducha.
— Si te pido que por favor trates lo menos posible con esos patanes, es porque son peligrosos, no eran militares, en su mayoría eran soldados del paraguas — abrí mucho los ojos. — Todos guiados por esa mujer loca... — era consciente de que el tono de mi voz decrecía mientras contaba aquella historia, apenado por lo que llegó a ocurrir. — Nosotros vivíamos en paz con el mundo, esto era el Amish Country, ya sabes... somos gente rara y antigua, como los de las películas, no sé qué quiere decir eso, pero los turistas siempre nos lo decían en antaño chico... Edward Friedrich, un forastero, se enamoró perdidamente de una joven de aquí y decidió dejarlo todo por este lugar, él era médico y todo el mundo lo recibió con los brazos abiertos... incluso lo nombramos alcalde, pero con el paso del tiempo su mujer murió y no pudo hacer nada por ella. Su hija encima se marchó en su rusprimga, dejándolo solo. Apenado y dolido con el mundo exterior, porque siempre nos daban de lado o se burlaban, decidió construir ese muro que viste. Y gracias a él este poblado sobrevivió al fin del mundo. Vivimos durante meses a gusto, cultivando y viviendo de la tierra, siempre nos habíamos criado así, por lo que no necesitábamos más... Pero entonces llegaron ellos... — mi mirada se ensombreció. — Edward jamás quiso aquí forasteros, teníamos la norma de ayudarlos durante unos días y que se marcharan, pero esta gente quería más. Nos habían estado vigilando y querían este lugar. Vestían uniformes con el escudo del paraguas, decían huir de ellos, de los zambies... Edward quería que se marcharan, no se fiaba de ellos y entonces, esa mujer, la que los guiaba... Lo llamó mentiroso y le cortó la cabeza — suspiré, tratando de contener las lágrimas. — La dejó clavada en una estaca durante semanas, mientras sus hombres masacraban nuestro pueblo, mataban violaban... — respiré hondo, pero no pude evitar que las lágrimas se derramaran. — Afortunadamente ella tuvo piedad de mi familia... mi hermano y yo debimos darle lástima, conservó nuestra granja y nos permitió a Enno y a mi quedarnos en una casa... ya apenas quedan amish aquí, todos murieron, escaparon o ahora son esclavos — alzó la mirada hacia el muchacho. — Por eso no quiero que hables con ellos, no son buena gente, no aceptan a los desconocidos, yo soy un viejo loco para ellos, así que... nos consienten algo — me encogí de hombros. — Dije que Erica era mi nieta, pero creo que Harvey la conoce, esa chiquita tiene tan mal genio, que creo que habló con ella. Pero tú no — le señalé con un dedo, esta vez si le estaba dando una orden. — Y menos si vienes de familia de soldados, esa gente no respeta nada, es mejor pasar desapercibidos.
Sabía que me estaba arriesgando de más al traer al muchacho hasta allí, pero no podía dejarlo solo. Harvey seguramente pediría explicaciones y yo le daría las que considerase. Pero Jeramaiah no podía pedirles ayuda o hablar con ellos, lo más probable era que le matasen, y eso con la mejor de las suertes.
— Si te pido que por favor trates lo menos posible con esos patanes, es porque son peligrosos, no eran militares, en su mayoría eran soldados del paraguas — abrí mucho los ojos. — Todos guiados por esa mujer loca... — era consciente de que el tono de mi voz decrecía mientras contaba aquella historia, apenado por lo que llegó a ocurrir. — Nosotros vivíamos en paz con el mundo, esto era el Amish Country, ya sabes... somos gente rara y antigua, como los de las películas, no sé qué quiere decir eso, pero los turistas siempre nos lo decían en antaño chico... Edward Friedrich, un forastero, se enamoró perdidamente de una joven de aquí y decidió dejarlo todo por este lugar, él era médico y todo el mundo lo recibió con los brazos abiertos... incluso lo nombramos alcalde, pero con el paso del tiempo su mujer murió y no pudo hacer nada por ella. Su hija encima se marchó en su rusprimga, dejándolo solo. Apenado y dolido con el mundo exterior, porque siempre nos daban de lado o se burlaban, decidió construir ese muro que viste. Y gracias a él este poblado sobrevivió al fin del mundo. Vivimos durante meses a gusto, cultivando y viviendo de la tierra, siempre nos habíamos criado así, por lo que no necesitábamos más... Pero entonces llegaron ellos... — mi mirada se ensombreció. — Edward jamás quiso aquí forasteros, teníamos la norma de ayudarlos durante unos días y que se marcharan, pero esta gente quería más. Nos habían estado vigilando y querían este lugar. Vestían uniformes con el escudo del paraguas, decían huir de ellos, de los zambies... Edward quería que se marcharan, no se fiaba de ellos y entonces, esa mujer, la que los guiaba... Lo llamó mentiroso y le cortó la cabeza — suspiré, tratando de contener las lágrimas. — La dejó clavada en una estaca durante semanas, mientras sus hombres masacraban nuestro pueblo, mataban violaban... — respiré hondo, pero no pude evitar que las lágrimas se derramaran. — Afortunadamente ella tuvo piedad de mi familia... mi hermano y yo debimos darle lástima, conservó nuestra granja y nos permitió a Enno y a mi quedarnos en una casa... ya apenas quedan amish aquí, todos murieron, escaparon o ahora son esclavos — alzó la mirada hacia el muchacho. — Por eso no quiero que hables con ellos, no son buena gente, no aceptan a los desconocidos, yo soy un viejo loco para ellos, así que... nos consienten algo — me encogí de hombros. — Dije que Erica era mi nieta, pero creo que Harvey la conoce, esa chiquita tiene tan mal genio, que creo que habló con ella. Pero tú no — le señalé con un dedo, esta vez si le estaba dando una orden. — Y menos si vienes de familia de soldados, esa gente no respeta nada, es mejor pasar desapercibidos.
Sabía que me estaba arriesgando de más al traer al muchacho hasta allí, pero no podía dejarlo solo. Harvey seguramente pediría explicaciones y yo le daría las que considerase. Pero Jeramaiah no podía pedirles ayuda o hablar con ellos, lo más probable era que le matasen, y eso con la mejor de las suertes.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Al escuchar la negación, el joven O'Connor asintió; no iba a insistir y tenía claro que tampoco iba a traicionar la confianza de Zasha, era un buen hombre por lo que luego de terminar de ducharse y lavarse e incluso curarse salió del baño tras haberlo recogido bien. Tenía la mochila en sus manos ordenando todo en esta, la ropa que le había dejado Zasha le quedaba algo grande pero al fin y al cabo pudo hacer un apaño; caminó hacia la biblioteca, la cual parecía que iba a ser su próxima habitación por unos días.
Vio al hombre sentado y dejó la mochila en el sofá mientras le escuchaba con atención, “¿soldados del paraguas?” se preguntó; su atención fue a más escuchando la historia que comenzaba a explicar, “son hombres de Umbrella...” aseguró en su mente. Estaba claro que parecía que todo estaba a su favor, parecía que todo le llamaba a unirse a ellos.
—Siento escuchar todo eso —murmuró, era jodido escuchar eso; él no tenía miedo a esos hombres pues había crecido rodeado de hombres de Umbrella, solían estar en las instalaciones donde vivía.— No se preocupe, no hablaré con ellos; lo prometo.
Cuando Aiden prometía algo, lo cumplía y estaba claro que no iba a dejar que sus planes se frustraran; cuando su coche estuviera como nuevo se largaría de allí para ir a Kansas luego de pasar por Nueva York.
—Cambiando de tema... —dijo pensativo el joven.— ¿Necesita ayuda con algo de la casa? Podría ayudar durante los días que este aquí.
Vio al hombre sentado y dejó la mochila en el sofá mientras le escuchaba con atención, “¿soldados del paraguas?” se preguntó; su atención fue a más escuchando la historia que comenzaba a explicar, “son hombres de Umbrella...” aseguró en su mente. Estaba claro que parecía que todo estaba a su favor, parecía que todo le llamaba a unirse a ellos.
—Siento escuchar todo eso —murmuró, era jodido escuchar eso; él no tenía miedo a esos hombres pues había crecido rodeado de hombres de Umbrella, solían estar en las instalaciones donde vivía.— No se preocupe, no hablaré con ellos; lo prometo.
Cuando Aiden prometía algo, lo cumplía y estaba claro que no iba a dejar que sus planes se frustraran; cuando su coche estuviera como nuevo se largaría de allí para ir a Kansas luego de pasar por Nueva York.
—Cambiando de tema... —dijo pensativo el joven.— ¿Necesita ayuda con algo de la casa? Podría ayudar durante los días que este aquí.
— ¡Pero mira que guapete, si hasta pareces más mayor! — me reí al ver al joven aparecer con aquellos pantalones de traje y la camisa que le había dado. — No te quedan perfectos, pero está bastante bien, sí señor, muy elegante — fue de buen agrado para mi no volver a mencionar el tema sobre los hombres del paraguas. — Eres muy amable, aunque no hay gran cosa para hacer hoy... — iba diciendo mientras me ponía en pie. — Si deseas podemos dar ese paseo ya, o si prefieres puedes descansar un rato, te vendrá bien también — me acerqué a la puerta. — Yo saldré un rato a ver si encuentro a esos dos y les pongo de sobreaviso de que tenemos visita — sonreí.
— Cualquier cosa que necesites estás en tu casa, tú no te cortes en investigar todo lo que quieras — señalaba por el pasillo con mi mano libre. — Excepto la habitación de Erica, ve a tu antojo por donde sea Jeremaiah — hice un gesto con la mano a modo de despedida y me dispuse a bajar las escaleras. — ¡En al cocina tienes más bizcocho! — grité por si tenía más hambre.
— Cualquier cosa que necesites estás en tu casa, tú no te cortes en investigar todo lo que quieras — señalaba por el pasillo con mi mano libre. — Excepto la habitación de Erica, ve a tu antojo por donde sea Jeremaiah — hice un gesto con la mano a modo de despedida y me dispuse a bajar las escaleras. — ¡En al cocina tienes más bizcocho! — grité por si tenía más hambre.
- Stolzfus:
Enno y yo
Sois más majos... Muchas gracias mozos
Sonrió al escuchar lo que el hombre le dijo, en verdad se sentía raro con esa ropa pero poco le importaba; era algo cómodo e hizo algún apaño para que le quedara medianamente bien. Fue hacia el sofá para dejar la mochila allí mientras observaba la biblioteca, era un buen lugar para quedarse a dormir; pese a que extrañaba dormir en una cama, no pondría pegas.
—Claro, me gustaría conocer el lugar —afirmó asintiendo.— Entendido, Zasha.
Antes de ir a dar una vuelta con el hombre investigaría un poco la casa, la verdad que extrañaba el estar en una casa y tener a su alrededor a sus padres; les extrañaba mucho. Cuando el hombre se fue comenzó a caminar por el pasillo observando todo, teniendo en cuenta lo que le dijo de la habitación de la chica; era una casa bastante acogedora.
Horas más tarde de terminar el recorrido por la casa, el joven O'Connor se dirigió hacia la cocina para poder cortar un trozo de bizcocho; se apoyó contra la encimera y tomó un plato para poder comer de ahí mientras seguía observando todo con detenimiento.
—Claro, me gustaría conocer el lugar —afirmó asintiendo.— Entendido, Zasha.
Antes de ir a dar una vuelta con el hombre investigaría un poco la casa, la verdad que extrañaba el estar en una casa y tener a su alrededor a sus padres; les extrañaba mucho. Cuando el hombre se fue comenzó a caminar por el pasillo observando todo, teniendo en cuenta lo que le dijo de la habitación de la chica; era una casa bastante acogedora.
Horas más tarde de terminar el recorrido por la casa, el joven O'Connor se dirigió hacia la cocina para poder cortar un trozo de bizcocho; se apoyó contra la encimera y tomó un plato para poder comer de ahí mientras seguía observando todo con detenimiento.
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