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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Kennedy Ulliel
Cuatro de julio de 2006
Ulliel respiró hondo cuando el bus se detuvo. Sacó el petate militar de las bandejas de arriba y pasó por el pasillo hacia las escaleras. Había sido un viaje muy largo. Vestía con su uniforme militar, los colores verdes, el pelo recogido en la parte de atrás de la nuca. Se colocó la gorra y avanzó hacia la salida.Jenna gritó con fuerza y a Kennedy no le hizo falta oír más, reconoció su voz al instante, dejó caer a bolsa militar a un lado y ambas se unieron en un abrazo bastante brusco al principio, ya que chocaron torpemente y a punto estuvo la rubia de perder el equilibrio. Jenna la sujetó con fuerza y ambas empezaron a reírse a carcajadas.
Era su mejor amiga, desde la infancia. Habían ido juntas a la guardería, al colegio, al instituto... inseparables. Hasta tal punto que hablaban todo el tiempo que podía, le mandaba cartas cada dos por tres y en los permisos como aquel ella siempre iba a buscarla a la ciudad de Austin para volver juntas a Georgetown.
— ¿Cómo está mi abogada favorita? — Jenna empezó a reírse a carcajadas. — Lo he dejado — Kennedy abrió mucho los ojos, muy sorprendida. — No aguantaba más tanto caso, ejemplo, leyes... estoy ayudando a mi padre en la cafetería y oye, resulta que no es tan malo — a Kennedy le pilló por sorpresa aquello. Ya que Jenna había odiado aquella cafetería siempre y su sueño había sido ser abogada siempre.
— Vamos, tu padre ha organizado una, que... madre mía — Jenna recogió el petate del suelo y lo llevó a su viejo mercury. A Kennedy le encantaba ese coche. — ¿Demasiado? — enarcó una ceja mientras subía al coche. — Me da pena por Ash... — dujo ella. — Bueno, conociéndole, a estas alturas estará durmiendo la mona ya, así que tampoco te preocupes mucho por él...
Jenna llevó el coche por la carretera hacia Georgetown. Al entrar en la ciudad le sorprendió lo mucho que habían cambiado las cosas en tan poco tiempo, apenas reconocía su ciudad.
— ¿De verdad ha hecho una fiesta mi padre? — se giró hacia ella.
— ¿Fiesta? Ha invitado a media ciudad, han cambiado la barbacoa, han decorado el jardín hasta los topes, hasta a una banda han llamado... — se colocó las gafas de sol y yo la miraba sin entender nada. — Parece increible que fuera él quien se negase a dejarte a entrar al ejército... porque a todo el mundo le presume de su pequeña soldadito — Jenna pestañeó muy rápidamente, poniendo ojitos. Kennedy por otra parte no se sentía bien, no le apetecía ninguna fiesta, ni mucho menos ver a su padre. Llevaban sin hablar desde que se fue la última vez. Siempre acaban discutiendo cuando regresaba... y la sensación era desagradable.
— No me lo creo — se rió mientras se acercaba al cenicero, buscando cigarrillos. — He dejado de fumar — Kennedy echó la cabeza contra el salpicadero. — ¿Y qué será lo próximo, te has casado? — se estiró y Jenna la miró demasiado quieta.
— ¡No! — exclamé al ver el anillo en su mano.
— No, no, no... — Jenna empezó a reírse. — Eric me lo ha pedido, pero hasta dentro un año nada... No quería decírtelo ya, pero... Me gustaría que fueras mi dama de honor — su mirada se llenó de cariño. Kennedy puso cara de póquer, por un lado se sentía halagada, por el otro creyó que sería la peor dama de honor de la historia.
— Tesoro... — estiró la mano hasta la de la rubia. — Sé lo que se te está pasando por esa cabecita tuya ahora... me caso yo, no tú y serás la mejor dama de honor del mundo, porque eres increíble, sé que me vas a elegir las mejores canciones para el baile y... puedes llevar converse con tu vestido — Jenna ya había detenido el coche. Tanto ella como Kennedy empezaron a reírse, la rubia la abrazó con todas sus fuerzas. La veía feliz y eso la alegraba, aunque se sintiera cada vez más fuera de lugar, hasta su casa parecía diferente.
Al bajarse del coche, vio la fachada y los adornos. Sí, se encontraba en otro mundo. Cuando estaba fuera quería regresar con todas sus fuerzas, volver a ver a su familia, amigos... y sin embargo, ahora que estaba allí tenía una extraña sensación en su interior. Algo desagradable, y no lo comprendía. ¿De verdad no se sentía a gusto, por qué? Avanzó hacia la casa, cargando con el petate. Sí, quería marcharse de nuevo.
Kennedy Ulliel
Treinta de noviembre de 2012
Aún le costaba asimilar lo que acababa de ver. Su padre tirado en mitad del salón con un tiro en la cabeza. Le habían tapado con una sábana al menos y eso solo podía significar que Damian seguía con vida. Regresar a Georgetown había sido toda una odisea y más, teniendo que salir de Nueva York, pero al parecer aún le quedaban amigos. La rubia corría con todas sus fuerzas por la ciudad, algunas personas también, aquellos no muertos, los coches, accidentes, fuego... las cosas se complicaban cada vez más. Había vuelto a casa para buscar a su familia. Ashton ni siquiera sabía dónde estaba destinado, podía estar en cualquier lugar, pero su hermano mayor no le preocupaba, era un maldito Navy Seal, se las sabría apañar bien. Ahora eran otras personas las que les preocupaba a la rubia. Damian y Jenna. Aunque su hermano podía estar también en cualquier parte, si había huido de casa... no sabría dónde localizarle.
La nueva casa de Jenna no quedaba muy lejos. La ayudó en una ocasión con la mudanza, su marido Eric no le caía muy bien, pero lo soportaba. No entendía como podían haberse casado. Lo último que supo de ella era que estaba embarazada. "¡Vas a ser tía!" gritó ella a través de la cam. Escuchaba su voz, una y otra vez en su cabeza mientras veía la fachada de la casa de Jenna a lo lejos. "¡La tía Kenny!". Sus contagiosas carcajadas de felicidad, como se le cerraban los ojos al reírse y como se tapaba la boca con su mano. Siempre se había avergonzado de su dentadura y se tapaba los dientes al reírse por más que Kennedy le insistiera en que era bonita.
La rubia logró llegar hasta la valla y empujó la puerta, al hacerlo el corazón prácticamente se le salía del pecho.
— ¡Jenna! — estaba tirada en mitad del jardín. Kennedy corrió hacia ella, lanzándose al suelo y sujetando su cuerpo. Su piel estaba pálida, sus ojos marcados por unas grandes ojeras, estaban abiertos aún y la temperatura de su cuerpo era tan fría que no hizo falta tomarle el pulso. Rompió a llorar tan fuerte que la garganta le dolió.
Tenía una mordedura en su antebrazo y eso la hizo llorar más aún. Pero entonces se fijó en su estómago, Jenna siempre había sido muy delgada, una tabla de planchar, como solía bromear, su barriga ahora era más abultada. "¡Me voy a poner como una foca!" Recordaba Kennedy la conversación a la vez que se derrumbaba sobre la que había sido su mejor amiga, en un llanto descontrolado y nervioso.
— Lo siento tesoro — si hubiera llegado un poco antes... Igual ni ella, ni su padre ahora estuvieran muertos. Damian también estaría allí. Podrían ayudarse juntos. Cuando la puerta de la casa se abrió, la mujer alzó la mirada para ver a Eric en el porche. La miraba muy serio.
— ¡Eric! Ayú-ayúdame... — sollozó, él negó.
— Se va a convertir en una de esas cosas, aléjate de ella — se limitó a decir bastante frío. — ¿La... la has dejado tú aquí? — Kennedy no se lo podía creer, comenzaba a sentirse furiosa. Él asintió lentamente. — ¿Cómo la has podido dejar aquí? — ella lloraba sin comprender nada.
— ¡Aléjate de ella, se va a convertir en un puto zombie! — gritó.
— ¡Maldito hijo de puta! — Kennedy se levantó y corrió hacia él furiosa. — ¡Tenías que haber cuidado de ella! — estaba furiosa, no lograba pensar con claridad. Su mejor amiga estaba muerta y él estaba allí como si nada. Se lanzó a por él y le golpeó en plena nariz. La sangre no tardó en saltar, él la miró con furia también, pero ella no se asustó, se preparó para golpearle y entonces su rostro cambió drásticamente, pareció asustado. Se encerró rápidamente en la casa, cerrando la contrapuerta y la pesada puerta de hierro, con varias llaves. Kennedy le miraba golpeando con las manos las rejas, quería matarlo. Y entonces se fijó en el reflejo del cristal de la puerta. Kennedy se giró lentamente. Jenna estaba en mitad del jardín, de pie, observándola con la mirada completamente vacía, no ya no era su amiga.
Kennedy tomó una larga bocanada de aire, conteniendo las lágrimas.
Kennedy Ulliel
Diez de agosto de 2014
¿Te duelen los pies? Da igual, corre, corre como nunca antes, aunque te sangren los pies, aunque la puta cabeza te vaya a reventar, que el aire abrase tus pulmones... corre o estarás muerta. Se decía una y otra vez, en lo más hondo de su cabeza, tratando de poder controlar su cuerpo, su dolor... No hay dolor. Quiso reírse, y sus labios se curvaron ligeramente, en una broma que hasta era cruel para ella misma, quien no había dejado de llorar desde que se escapó.Era libre. Y no lo podía creer, tras más de seis meses junto a esos monstruos, por fin había logrado huir.
— No... — susurró sin darse cuenta, cuando escuchó el coche. Al girarse, pudo distinguir el viejo land rover rojo, en la lejanía. El corazón le dio un vuelco en el interior de su pecho. Kennedy no volvería con ellos y sabía que de hacerlo sería peor, mucho peor y antes preferiría morir. Lo tenía muy claro, no volvería con ellos.
Había logrado robarles algunas cosas, como un machete que empuñaba con furia en su derecha y que a decir verdad creía que era el suyo, el que le habían quitado cuando la encontraron. Ella se había limitado a tratar de llevarse sus cosas, aunque no había podido recuperarlas todas, pero al menos, sí las más importantes.
El vehículo se acercaba peligrosamente a ella.
Kennedy no dejaba de correr, pese a que el suelo ardiese, que las piedras cortasen sus pies, que el trigo la arañase. Había un bosque al final del campo, si lograba alcanzarlo tendría una oportunidad.
Cada vez estaba más cerca y podría sentirlo, pero ya ni se molestaba en mirar hacia atrás, no quería perder más tiempo, pero esa sensación de que le iban a dar caza... Escuchó el disparo y el corazón se le paró por unos segundos. Kennedy comenzó a moverse en zig zag, porque sabía que la querían herir. Faltaban unos metros para alcanzar el bosque y el rugido del coche prácticamente rugía sobre su oído. La rubia saltó el límite con el bosque y no dejó de correr aún así, se perdió entre los árboles escuchando como el coche se detenía y los gritos se sucedían. La llamaban y al no dar respuesta comenzaron a insultarla, a amenazarla. Si al principio habían sido "amables" ahora eran todo lo contrario, gritando amenazas terribles en las que ella prefirió ni pensar.
No sabía si se habían bajado también del coche para perseguirla a pie, ella seguía corriendo. Necesitaba esa oportunidad, necesitaba dejar a esos bastardos atrás... volver a ser ella misma, aunque sabía que esa iba a ser la parte más difícil, incluso que la de huir. Habían sido seis meses muy largos.
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