Recuerdos de una vida anterior

Chase Callen

Nuevamente miró el cielo, estaba preocupado, llovería en cualquier momento y no deseaba enfermar otra vez más. Aquel invierno estaba siendo muy duro, pero aún lo era más, aquel viaje sin fin alguno. Sus pies se movían sin rumbo fijo, ya que su último vehículo le había dejado tirado, tras que lo hiciera el volvo, luego le abandonó el ford, el volvo y ahora lo había hecho el viejo opel. Chase no solía ser una persona que le tuviera demasiado apego a los bienes materiales, sin embargo no había podido evitar sentirse apenado. Eran solo un par de coches que se habían estropeado, pero a su vez, le recordaban que era como si todo a su alrededor muriese. Sí, hasta los coches se rompían a su alrededor, ¿estaría maldito?, ¿era eso lo que provocaba que todo lo que había tenido contacto con él quedase atrás? Parecía una especie de burla, un castigo irónico que tenía que soportar, si bien no iba a morir, debería ver como todo cuanto rodeaba su persona quedaba atrás. Era su castigo.

En la botella de agua apenas le quedaba nada, no daría ni para dos tragos. Tampoco tenía mucha comida, una barrita energética y un par de chicles, si es que se podían contar como tal.

Alzó la mirada hacia el horizonte y en la carretera distinguió una figura humana, se tambaleaba y le costaba caminar. Chase aprovechó para probar su nuevo machete. Lo empuñó entre ambas manos y sin prisa alguna se dirigió hacia aquel zombie. Alzó el arma y golpeó con todas sus fuerzas a aquel ser apestoso, sirviéndose de un segundo golpe para acabar con su vida. O lo que quedase de ella...

Tomó aire, desviando la mirada del cuerpo y al hacerlo se dio cuenta de que éste, no venía solo. Decenas de figuras que se tambaleaban y andaban arrastrando los pies aparecieron en el norte, cruzando el horizonte. Chase se maldijo para si miso y salió de la carretera lo más rápido que sus pies se lo permitieron. Corría veloz entre los árboles del bosque, sin saber hacia donde se dirigía, pero con la única meta de despistar a aquellos seres.

La suela de una de sus zapatillas, se había desprendido hacía un par de kilómetros atrás y aunque Chase trató de arreglarla no le sirvió de mucho. Ahora a cada paso que daba, la suela de su pie dolía bastante, pero eso no debía pararlo. Aquel dolor sería lo de menos si esos zombies le daban caza. Aún así su esfuerzo comenzó a decaer conforme el cansancio se apoderaba de sus piernas, Chase, que descendía veloz, pero cuidadoso por una ladera, se vino abajo y cayó rodando por esta.

Al ponerse en pie de nuevo, sintió un agudo dolor en su pie derecho y aún cojeando no dejó de caminar. En la lejanía, entre los árboles, era capaz de distinguir algo y se apresuró hacia lo que resultó ser un aeropuerto. Colapsado por los nervios de poder ser cazado, el hombre se acercó a alambrada y trepó por esta dejándose caer en la pista. Evitó gritar cuando el alambre de espino rasgó sus ropas y se clavó en su piel. Lo había conseguido.

Se arrastró dolorido por el suelo, siendo consciente de que aún no debía cantar victoria. Respiró hondo con una mano en el costado, mientras observaba como los caminantes, aparecían al otro lado de la alambrada y la golpeaban tratando de pasar. Aguantaría, no indefinidamente, pero si como para darle una gran ventaja.

Pero ya no podía más y en su mente solo aparecían las imágenes de ellas. Tal vez, morir con esos recuerdos no fuera tan malo.

— ¡Este está vivo señor! — exclamó una voz ronca no muy lejos de él. Cuando Callen abrió los ojos se sobresaltó al ver la máscara y trató de retroceder, pero el sujeto le apuntó con fuerza. — No creo que dure mucho más — comentó él. — Acaba con él — un segundo hombre se acercó. Ambos bien uniformados, cuando el primero alzaba su arma y Callen asimilaba el fin, el segundo colocó su mano en el caño. — Espera, ¿has visto eso? Nuestro amigo lleva chapas... — Chase no podía ver su rostro a través de la máscara, pero sintió que sonreía. El hombre se agachó y sujetó las chapas militares que colgaban del cuello junto a una alianza. — Vaya... General de brigada Callen, ¿eh? Bienvenido a Umbrella — antes de poder reaccionar o llegar a pensar algo, el hombre le golpeó en plena cara con la culata de su arma y todo quedó de color negro.

Chase Callen

Apenas podía ver el color de sus ojos, debían ser claros eso sí. Tampoco tenía claro su nombre o cómo sería ella. Pero ya la amaba con todo su ser, eso sí que lo tenía claro. Podría dar su vida por ella sin pensarlo dos veces. No le importaría morir por ella. Lo daría absolutamente todo por ese ser diminuto al que acababa de conocer, absolutamente todo, su primera hija.

Al alzar la mirada se encontró con los azules ojos de su mujer, le observaban con tanta ternura, que hasta a él se le saltaron las lágrimas. De hecho, los dos estaban llorando y al darse cuenta se echaron a reír. Se acercó a su mujer y besó su frente.

— Es preciosa — susurró para no despertar a la niña. Se sentó en una silla sujetando al bebé, dormía plácidamente entre los brazos de su padre. La mujer de Callen observaba con cariño y rostro cansado. — ¿Tienes hambre? — preguntó él. Ella asintió. — He encargado una bandeja de sushi en ese sitio que te gusta tanto y no tardarán en traerlo, te lo has ganado mami — Callen sonrió y ella se empezó a reír más.

— Eres el mejor — estiró su mano para acariciar el rostro de él, Callen aprovechó para besar el dorso de la mano. — Para nada, intento hacer algo de provecho, todo lo has hecho tú, mira que niña más perfecta has traído al mundo — no podía dejar de observarla, es que aún le costaba asimilar aquello. Su hija, de los dos. Era maravillo e increible a partes iguales.