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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Respira de nuevo ▬ Privado
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26 de mayo de 2016.
—Si os soy sincera... —fui la primera en romper el silencio tras un rato—. No creí que lo fuéramos a lograr —respiré hondo y miré hacia ambos lados. Leo y Aidan caminaban junto a mi.
—Pero nos prometimos hacerlo juntos y aquí estamos —pude sentir como mi voz se quebraba, porque ya casi pisábamos con nuestros propios pies las tierras de Silver Lake—. Y no os voy a engañar, estoy muy asustada, tengo miedo de lo que podamos encontrar ahora —agache la mirada y observé mis viejas y desgastadas botas mientras avanzábamos.
El dolor de pies había pasado a un entumecimiento general que prácticamente se apoderaba de todo mi cuerpo. Estaba agotada, pero ya llegábamos a casa y solo podía pensar en mi madre y en lo jodidamente mal que lo habría pasado por mi culpa. ¿Estaría bien? Me llevé una mano al pecho y presioné mi cuerpo por encima del corazón. Me agobiaba de sobremanera pensar en todo aquello. Solo teníamos que dar ese último empujón y todo estaría bien. Me pedía ser optimista.
Hacía muchos meses que dejamos atrás Silver Lake, con la esperanza de encontrar útiles. Con un largo viaje que no creíamos jamás que se alargaría tanto y menos que sería tan tormentoso. Observé a mis compañeros: Leo y Aidan parecían dos vagabundos, no quería ni ver mi propio aspecto. Suciedad, ropas rasgadas...
Salimos de Silver Lake con la esperanza de regresar con oro, incienso y mirra. Regresábamos con las manos vacías, incluso con menos de lo que nos fuimos, por no tener no teníamos ni nuestras armas. Escapar de El Agujero había sido un infierno, pero el trayecto desde allí hasta nuestro refugio... casi terminaba por rematarnos del todo. No habíamos tenido nada de suerte, ni vehículos, ni comida, medicinas... nada, lo justo para ir maltirando día a día.
—Wow... esto... está muy cambiado... — un camino de tierra nos dirigía hacia lo que parecía ser la nueva entrada. Unos muros se alzaban al final y de ellos un par de hombres asomaron apuntándonos con diferentes armas.
—¡Quietos! — exclamaron.
—¡Alto! — exclamé a la vez que alzaba las manos—. ¡Somos Octavia, Leo y Aidan! — exclamé con cierto tono de temor y desesperación.
—¿Y qué coño me dice a mi eso? —exclamó el hombre de vuelta.
—Vivíamos aquí, salimos hace meses en una ruta de búsqueda y... ¿No está Nicholas Robles, él nos conoce? —pude distinguir como la actitud desconfiada del tipo pareció sesgarse al mencionar a Robles y eso me hizo sentir cierto alivio. Le conocían, por tanto Silver Lake seguía adelante—. ¡Soy la hija de Helena Alter! Ashley Jones nos conoce, Dallas, Sutton... Todos ellos nos conocen. Leo fue quien mejoró la técnica de riego automático en los cultivos y... él es Aidan, sirvió durante meses en el consultorio... ¿Tanto tiempo ha pasado para que ya nadie se acu...? —hablaba cansada, aterrada, con los ojos llenos de lágrimas. Si Silver Lake ya no estaba, si toda esa gente ya no estaba... ¿Qué nos quedaba ahora, por qué habíamos luchado? No pude seguir, las puertas se abrieron y un hombrecillo salía a recibirnos.
—¿Michael, eres tú? —las lágrimas ya cedieron. Se trataba de uno de los miembros de la seguridad de Silver Lake, no habíamos tenido mucha amistad, pero ver una cara conocida pudo conmigo.
—Te estaba escuchando, no daba crédito... creíamos que estabais muertos — y al abrazarme rompí. Yo también lo abracé, con todas mis fuerzas. Daba igual que no hubiéramos tenido tanto trato, sentía que estaba en casa por fin.
Había perdido la cuenta de los días que llevábamos caminando y aunque quería parar me obligaba a seguir. Estábamos muy cerca de Silver Lake y aunque me sentía muy feliz y agradecido de regresar una parte de mi seguía triste. Rosalie, mi Rosi ya no estaba. ¿Así que qué iba a considerar hogar, una de esas cabañas de madera sosas? Había perdido todas mis cosas, mis proyectos, materiales... e incluso mi cuaderno de bocetos. Ahora debía empezar uno nuevo... o lo mismo podía dedicarme a plantar anacardos. Sentía que empezaba de cero. ¿Por cierto de dónde leches nacen los anacardos? ¿Existirá el anacardero?
No estaba de humor, bueno, llevaba sin estar de humor desde que acabamos en el agujero. Esos malditos... no tenía palabras para describir los meses que pasamos allí. Aunque en cierta manera yo tuve algo más de suerte que Octavia y Aidan. Gracias a mis conocimientos estaba en mejor posición, pero fue muy duro. Cada día amanecía pensando en si sería el último de alguno de nosotros.
Tampoco ayudó ver destrozada a Rosi, como la despiezaron, quemaron... me revolvía el estómago de pensarlo. Los golpes, el hambre... Cuando creía que el mundo no podía ser más cruel iba y me sorprendía. Bueno, quien decía el mundo decía la gente. ¿Eran los zombies una plaga o la auténtica plaga habíamos sido los humanos?
En el agujero apenas podía dormir y a la salida de este si dormía despertaba entre pesadillas en las que me obligaban a regresar o en las que sus habitantes me encontraban y torturaban. Habíamos pasado por tanto en esos meses... que lo más duro era comenzar a perder la fe en las personas.
— Rosi no lo consiguió — contesté a Octavia cuando habló. Mi voz sonó más pesadumbrosa de lo normal. — A ver yo... me alegro de que volvamos juntos a casa — fue lo más lógico que pude decir, que no era mentira, pero aunque Aidan y Octavia no valorasen de la misma forma mi caravana Rosi, para mi era como otra persona más. Y no quería que creyesen que la valoraba más a ella que a ellos, no era así, pero sí diferente.
— El día que vi... creo que fue pasadas un par de semanas de llegar al agujero, yo... — notaba como mis ojos empezaban a escocer. — Al principio no perdía la esperanza de escapar, pero a las dos semanas o así... cuando vi a... deseé morir — agaché la mirada. — Desde entonces... quise morirme, creí que así acabaría todo — las lágrimas cayeron por mi rostro. Estaba sensible, volvía a Silver Lake.
— Lo siento, porque no pensé en vosotros, no pensé en nadie, yo solo quería que aquello acabase... ahora agradezco haber sido un cobarde y no haber cometido ninguna locura... aquí estamos — sonreí entre lágrimas y me acerqué a Octavia para atraerla hacia mi costado en una muestra de cariño. Alcé la mirada y abrí la boca de sorpresa al ver los cambios de Silver Lake. ¿Cuánto habíamos estado fuera?
— Se ve bien prote... — cuando nos apuntaron me quedé petrificado por un segundo. — ¡Eh gorila, quítanos eso de encima o subo ahí y te...! — lo peor fue escuchar a mi amiga. Sus palabras... los recuerdos se agolparon en mi cabeza y sentía que volvería a llorar, pero me obligué a no hacerlo. Me había limpiado con el dorso de la sucia chaqueta. Eso me recordó las pintas que gastaba y suspiré. La barba, el pelo...
— ¡Michael! — exclamé con felicidad al ver al hombre salir. Fui junto a Octavia para abrazarlo también, o más bien abrazarlos a ellos dos por fuera. ¿Quién era Michael? Porque no me acordaba de él para nada, pero bueno un abrazo no se negaba.
— ¡Eh tú si me suenas! — señalé a otro chico que salía.
— Eh... yo llevo aquí un par de meses solo — comentó el muchacho.
— Eres Carlos — le señalé mientras me adentraba hacia el refugio para cruzar las puertas. — ¡Aidan vamos! — me giré un momento para llamar a mi amigo.
— Me llamo Izan... — explicó el muchacho con voz amable y dubitativo.
— Oye Carlos, ¿sabes si hay alguna caravana por ahí que no usen? — pregunté mientras pasábamos tras los muros. Una vez que estuvimos todos dentro empezaron a cerrar las puertas, yo ya avanzaba por el camino con calma. Quedaba un ratito aún para llegar a la parte habitable. Aquel antes había sido el perímetro de seguridad y no había estado ni de lejos tan bien protegido y asegurado como ahora.
— ¿Cómo están todos, cómo habéis pasado estos... cuánto hemos estado fuera? — mi rostro se ensombreció y me giré hacia Octavia y Aidan. — Semanas, meses... ¿no? — había sido una auténtica y eterna pesadilla. ¿Pero cómo de eterna?
No estaba de humor, bueno, llevaba sin estar de humor desde que acabamos en el agujero. Esos malditos... no tenía palabras para describir los meses que pasamos allí. Aunque en cierta manera yo tuve algo más de suerte que Octavia y Aidan. Gracias a mis conocimientos estaba en mejor posición, pero fue muy duro. Cada día amanecía pensando en si sería el último de alguno de nosotros.
Tampoco ayudó ver destrozada a Rosi, como la despiezaron, quemaron... me revolvía el estómago de pensarlo. Los golpes, el hambre... Cuando creía que el mundo no podía ser más cruel iba y me sorprendía. Bueno, quien decía el mundo decía la gente. ¿Eran los zombies una plaga o la auténtica plaga habíamos sido los humanos?
En el agujero apenas podía dormir y a la salida de este si dormía despertaba entre pesadillas en las que me obligaban a regresar o en las que sus habitantes me encontraban y torturaban. Habíamos pasado por tanto en esos meses... que lo más duro era comenzar a perder la fe en las personas.
— Rosi no lo consiguió — contesté a Octavia cuando habló. Mi voz sonó más pesadumbrosa de lo normal. — A ver yo... me alegro de que volvamos juntos a casa — fue lo más lógico que pude decir, que no era mentira, pero aunque Aidan y Octavia no valorasen de la misma forma mi caravana Rosi, para mi era como otra persona más. Y no quería que creyesen que la valoraba más a ella que a ellos, no era así, pero sí diferente.
— El día que vi... creo que fue pasadas un par de semanas de llegar al agujero, yo... — notaba como mis ojos empezaban a escocer. — Al principio no perdía la esperanza de escapar, pero a las dos semanas o así... cuando vi a... deseé morir — agaché la mirada. — Desde entonces... quise morirme, creí que así acabaría todo — las lágrimas cayeron por mi rostro. Estaba sensible, volvía a Silver Lake.
— Lo siento, porque no pensé en vosotros, no pensé en nadie, yo solo quería que aquello acabase... ahora agradezco haber sido un cobarde y no haber cometido ninguna locura... aquí estamos — sonreí entre lágrimas y me acerqué a Octavia para atraerla hacia mi costado en una muestra de cariño. Alcé la mirada y abrí la boca de sorpresa al ver los cambios de Silver Lake. ¿Cuánto habíamos estado fuera?
— Se ve bien prote... — cuando nos apuntaron me quedé petrificado por un segundo. — ¡Eh gorila, quítanos eso de encima o subo ahí y te...! — lo peor fue escuchar a mi amiga. Sus palabras... los recuerdos se agolparon en mi cabeza y sentía que volvería a llorar, pero me obligué a no hacerlo. Me había limpiado con el dorso de la sucia chaqueta. Eso me recordó las pintas que gastaba y suspiré. La barba, el pelo...
— ¡Michael! — exclamé con felicidad al ver al hombre salir. Fui junto a Octavia para abrazarlo también, o más bien abrazarlos a ellos dos por fuera. ¿Quién era Michael? Porque no me acordaba de él para nada, pero bueno un abrazo no se negaba.
— ¡Eh tú si me suenas! — señalé a otro chico que salía.
— Eh... yo llevo aquí un par de meses solo — comentó el muchacho.
— Eres Carlos — le señalé mientras me adentraba hacia el refugio para cruzar las puertas. — ¡Aidan vamos! — me giré un momento para llamar a mi amigo.
— Me llamo Izan... — explicó el muchacho con voz amable y dubitativo.
— Oye Carlos, ¿sabes si hay alguna caravana por ahí que no usen? — pregunté mientras pasábamos tras los muros. Una vez que estuvimos todos dentro empezaron a cerrar las puertas, yo ya avanzaba por el camino con calma. Quedaba un ratito aún para llegar a la parte habitable. Aquel antes había sido el perímetro de seguridad y no había estado ni de lejos tan bien protegido y asegurado como ahora.
— ¿Cómo están todos, cómo habéis pasado estos... cuánto hemos estado fuera? — mi rostro se ensombreció y me giré hacia Octavia y Aidan. — Semanas, meses... ¿no? — había sido una auténtica y eterna pesadilla. ¿Pero cómo de eterna?
— Yo... — al final no dije nada y seguí tras ellos escuchando sus palabras. Mis manos sucias se aferraban a la tira de una desgastada y vieja mochila que encontramos en nuestro camino de regreso. Allí apenas llevábamos una botella con algo de agua y poco más. Nuestras cosas se reducían a nada y menos. Yo me ofrecí a llevarlas durante los últimos días. Habíamos viajado ligeros de equipaje, a pie la mayor parte del tiempo... salvo por algún que otro coche que encontrábamos y nos dejaba tirados a pocos kilómetros. La gasolina, la comida... ya apenas se encontraba ni una ni otra.
— D-de n-no ser por-por Ro-rosi... — empecé a decir. — No, no... esta-ta-tarí-a-mo-mos vivos — ahora sí que me permití observar a Leo. Observé al chaval con una mirada tranquilizadora, sabía lo mucho que le importaba, mejor dicho, lo mucho que le había importado su autocaravana y perderla le dolió tanto, que al menos había algo que podía reconfortarle.
Y ya no dije nada más. Últimamente evitaba hablar si podía hacerlo. No había mucho que decir y a veces hasta me resultaba una auténtica tortura. Los días habían pasado lentos, a veces demasiado rápidos, pero por fin regresábamos a Silver Lake y por primera vez en mucho tiempo sentí esperanza.
Tal y como explicaban mis compañeros los últimos días habían sido terribles, el viaje había sido incierto y agotador, pero no tan horrible como vivir en El Agujero. Al menos había pasado.
Me adelanté hasta Leo para apretar su hombro, en gesto de apoyo y lo mismo hice con Octavia cuando la vi más aterrada. Llegábamos y aunque al principio parecíamos extraños... un brillo de luz apareció junto a Michael, alguna vez le había tratado, así que fue todo un alivio ver una cara conocida. Me quedé tras ellos tres cuando Octavia y él se fundieron en un abrazo que Leo coronó de forma extraña. Los seguí al interior del refugio y sentí como si gran parte de ese peso que llevaba encima desapareciera.
Lo habíamos conseguido.
— O-ocho me-ses aprox-prox... — no dijo nada más.
Tres mendigos siguieron a Michael por el camino de tierra. Unos kilómetros más hasta alcanzar la gloria. Después de todo parecía una chorrada, pero tenerlo tan cerca comenzaba a darme una extraña sensación de ansiedad. Tan cerca y a la vez tan lejos.
Todo estaba muy diferente desde aquel día que salíamos con Rosi. Al aproximarnos a la zona de viviendas pudimos observar otro perímetro de seguridad que cruzamos. Ya aparecía gente haciendo sus tareas, un día cualquiera en Silver Lake, pero no para nosotros. Al vernos algunos se nos quedaban mirando. Claro, para la gran mayoría seríamos extraños. Casi había pasado un año, podía distinguir rostros nuevos, pero algunos conocidos que tardaban en darse cuenta de quiénes éramos y al percatarse de nosotros se acercaban con cierta duda a saludarnos, alguien me abrazó y me pilló con tal sorpresa que tardé un rato en reaccionar y corresponderle.
— Lin-da Ho-howard — era la hija del señor Howard, se pasaba todos los días en mi consulta. Cuando me explicó que su padre había muerto hacía cinco meses sentí una punzada en el pecho.
— Murió tranquilo, en su cama... Los últimos días estaba un poco desorientado, por las mañanas iba a buscarte, se había olvidado de que ya no estabas — sujeté sus manos y las apreté con fuerza. No podía explicar lo mucho que me dolía aquello.
— D-de n-no ser por-por Ro-rosi... — empecé a decir. — No, no... esta-ta-tarí-a-mo-mos vivos — ahora sí que me permití observar a Leo. Observé al chaval con una mirada tranquilizadora, sabía lo mucho que le importaba, mejor dicho, lo mucho que le había importado su autocaravana y perderla le dolió tanto, que al menos había algo que podía reconfortarle.
Y ya no dije nada más. Últimamente evitaba hablar si podía hacerlo. No había mucho que decir y a veces hasta me resultaba una auténtica tortura. Los días habían pasado lentos, a veces demasiado rápidos, pero por fin regresábamos a Silver Lake y por primera vez en mucho tiempo sentí esperanza.
Tal y como explicaban mis compañeros los últimos días habían sido terribles, el viaje había sido incierto y agotador, pero no tan horrible como vivir en El Agujero. Al menos había pasado.
Me adelanté hasta Leo para apretar su hombro, en gesto de apoyo y lo mismo hice con Octavia cuando la vi más aterrada. Llegábamos y aunque al principio parecíamos extraños... un brillo de luz apareció junto a Michael, alguna vez le había tratado, así que fue todo un alivio ver una cara conocida. Me quedé tras ellos tres cuando Octavia y él se fundieron en un abrazo que Leo coronó de forma extraña. Los seguí al interior del refugio y sentí como si gran parte de ese peso que llevaba encima desapareciera.
Lo habíamos conseguido.
— O-ocho me-ses aprox-prox... — no dijo nada más.
Tres mendigos siguieron a Michael por el camino de tierra. Unos kilómetros más hasta alcanzar la gloria. Después de todo parecía una chorrada, pero tenerlo tan cerca comenzaba a darme una extraña sensación de ansiedad. Tan cerca y a la vez tan lejos.
Todo estaba muy diferente desde aquel día que salíamos con Rosi. Al aproximarnos a la zona de viviendas pudimos observar otro perímetro de seguridad que cruzamos. Ya aparecía gente haciendo sus tareas, un día cualquiera en Silver Lake, pero no para nosotros. Al vernos algunos se nos quedaban mirando. Claro, para la gran mayoría seríamos extraños. Casi había pasado un año, podía distinguir rostros nuevos, pero algunos conocidos que tardaban en darse cuenta de quiénes éramos y al percatarse de nosotros se acercaban con cierta duda a saludarnos, alguien me abrazó y me pilló con tal sorpresa que tardé un rato en reaccionar y corresponderle.
— Lin-da Ho-howard — era la hija del señor Howard, se pasaba todos los días en mi consulta. Cuando me explicó que su padre había muerto hacía cinco meses sentí una punzada en el pecho.
— Murió tranquilo, en su cama... Los últimos días estaba un poco desorientado, por las mañanas iba a buscarte, se había olvidado de que ya no estabas — sujeté sus manos y las apreté con fuerza. No podía explicar lo mucho que me dolía aquello.
Mayo de 2016
Silver Lake
Silver Lake
Tenía un dolor de cabeza terrible, Pero lo más seguro es que no solo se debía a los medicamentos que había estado tomando en sus días sino también a sobrepensar lo último que había sucedido en su vida. Se miro en el espejo del baño y la mordida apenas era una cicatriz para ese punto y lo bueno era es que no era en un lugar visible como para tener que estar explicando lo que había sucedido. Ni siquiera él podía creer que fuera inmune a ese tipo de cosas pero la realidad y los estudios que le había hecho Ashley decían que las cosas eran así. Aún así vivían en un mundo donde las personas no solían confiar demasiado y eso podía generar una gran discordia por lo que era mejor que nadie supiera que en algún momento alguien lo había mordido.
Tomó sus cosas y fue directamente a la armería, ese día estaría de guardia recorriendo el perímetro, había hablado algunas cosas con Balion pero la verdad es que tenía que asegurarse por su mismo, no es que no confiara en su amigo pero la verdad es que más bien tenía que organizar todo en su mente. Incluso había empezado a pensar en ese bar del que su amigo le había hablado, definitivamente más de uno allí estaría feliz con la idea de tener un lugar así.
Una vez todo listo salió a caminar por el campamento. Era uno de esos días que parecía bastante tranquilo hasta que se le avisó que había gente en la entrada, Aún se sentía raro la idea de que alguien le avisara a él y no fueron a buscar a Balion directamente. Pero no importaba lo extraño que se sintiera él no iba a mostrar ninguna incomodidad con las cosas. Alguna manera casi hasta podía compararlo con el hecho de haber subido de Rango en el ejército.
Al llegar a las puertas puedo ver a un grupo de personas reunidas, algunos incluso se abrazaban Así que supuso que estas personas que habían llegado al campamento ya eran conocidos allí. Quizás se habían ido el campamento cuando él había llegado y eso significaba que hacía muchos meses estaban fuera. Aún así podía ver a los chicos que estaban de guardia y es algo nervioso y no iba a culparlos por eso pues apenas habían empezado a hacer guardias en la puerta y ahora se habían cruzado con personas nuevas intentando entrar al campamento.
—Buen día— dijo en tono bastante serio pero intentando no sonar hostil. Puso la mano en el hombro del joven que estaba haciendo guardia —yo me encargo de esto. Vuelve a tu puesto— el chico asintió y volvió a su lugar —han tenido suerte, el chico es un poco nervioso pero es muy buen tirador— les advirtió. Y dio un paso hacia ellos —¿Hace cuanto se fueron del campamento?— porque había que ser honesto y decir que en los últimos meses del campamento había cambiado muchísimo y no sabía exactamente quiénes eran estas personas pero no significaba que él pensara en cerrar las puertas del campamento simplemente había que adaptarse.
- Ashley:
- Wow:
- Uniforme:
—Está bien Leo —le dije cuando lo había visto afligido por Rosi. La autocaravana había sido de gran utilidad para todos en su tiempo y había sido una pena lo que le sucedió. De hecho había servido de hogar, en su momento, para todos. Después, entendí perfectamente sobre lo que hablaba, seguramente que todos habíamos pensado en aquello, seguro que había sido un pensamiento recurrente, que en cada día de oscuridad aparecía. No pude decir nada, porque le entendía. —No te disculpes — le susurré en un momento dado, necesitaba que entendiera que estaba ahí, que nos podíamos apoyar el uno en el otro. —Pero me alegro que ninguno realizáramos una locura, ahora estamos aquí—. Estábamos juntos en aquello.
—¿Ocho meses? —repetí con incredulidad—. …a mi me ha parecido una eternidad —susurré con cierta tristeza. Cuando llegamos a una zona más concurrida, a la entrada del refugio sentí en mi interior una calidez que me llenó por completo.
Abracé a Linda con fuerza cuando la vi, tras ello, le di el pésame por la muerte de el señor Howard. Podía distinguir esa tristeza en la mirada de Aidan y eso me partió el corazón. Quería decirle que no tenía culpa alguna, pero entonces se acercaron más personas.
—Hola — saludé.— ¿Me podéis decir por dónde está Helena Alter? —pregunté por mi madre porque no podía dejar de pensar en ella y en la tristeza que habría pasado al ver que no regresaba. Era un pensamiento recurrente en El Agujero, día tras día pensaba en ella y me odiaba por no esforzarme más por escapar.
—¿Helena, salió de ruta, no? —preguntó alguien, lo cual me dejó perpleja.
—¿Qué...? no, mi ma... —no pude terminar de hablar, llegó alguien más. Mi rostro debía ser un poema, ya que estaba desconcertada. Mi madre nunca salía de Silver Lake, tenía pánico al exterior. Odiaba los zombies, sentía terror por ellos y no, no podía ser.
—Eh... hola —saludé al hombre que acababa de llegar, trataba de volver a localizar al joven, pero se marchaba tras que le diera la orden el recién llegado—. Oye, no, espe... —tarde. Frustrada volví la mirada de nuevo al recién llegado. Lo observé de arriba abajo, no le conocía, por lo que tenía que haber llegado después de irnos nosotros. Resoplé, estaba cansada y al parecer lo de mi madre no me había sentado muy bien.
—Octavia Orue, bueno, habremos tenido suerte —estiré mi mano en su dirección y busqué con la mirada a Leo y Aidan—. Eh chicos, por favor, acercaros... Él es Aidan Lehnsherr y Leo Hart... hará unos... ¿Ocho meses dijiste? Nos marchamos de aquí en un viaje de búsqueda de provisiones y principalmente materiales para Leo, él era ingeniero, hacía muchas cosas por aquí, y creía que podríamos encontrar unos materiales en... ¿Era la fábrica de un antiguo colega tuyo, no? —me dirigí hacia él porque no recordaba muy bien la historia—. Algo así... en Nueva York, pero no logramos llegar —volví la mirada hacia el recién llegado. Era evidente que se trataba de algún responsable de la seguridad de Silver Lake ahora. Eso me hizo sonreír. Le entendía a la perfección, al fin y al cabo éramos unos extraños para él, en su hogar. Y aunque estaba de mal humor, traté de cambiar mi actitud a una más agradable.
—No queremos ser un problema, responderemos a todas tus preguntas —aclaré, aunque me pesaba en cierta manera tener que hacerlo, había sido un viaje muy largo, sumándole todos los problemas y el previo escape del Agujero—. ...pero... nos gustaría contar con Nicholas, Ashley y Sienna.— aclaré. Era obvio que debíamos dar explicaciones, si lo hacíamos con todos ya, terminaríamos lo antes posible y podría buscar a mi madre, que ahora se había convertido en mi principal preocupación, por encima de bañarme o dormir durante un año.
—¿Ocho meses? —repetí con incredulidad—. …a mi me ha parecido una eternidad —susurré con cierta tristeza. Cuando llegamos a una zona más concurrida, a la entrada del refugio sentí en mi interior una calidez que me llenó por completo.
Abracé a Linda con fuerza cuando la vi, tras ello, le di el pésame por la muerte de el señor Howard. Podía distinguir esa tristeza en la mirada de Aidan y eso me partió el corazón. Quería decirle que no tenía culpa alguna, pero entonces se acercaron más personas.
—Hola — saludé.— ¿Me podéis decir por dónde está Helena Alter? —pregunté por mi madre porque no podía dejar de pensar en ella y en la tristeza que habría pasado al ver que no regresaba. Era un pensamiento recurrente en El Agujero, día tras día pensaba en ella y me odiaba por no esforzarme más por escapar.
—¿Helena, salió de ruta, no? —preguntó alguien, lo cual me dejó perpleja.
—¿Qué...? no, mi ma... —no pude terminar de hablar, llegó alguien más. Mi rostro debía ser un poema, ya que estaba desconcertada. Mi madre nunca salía de Silver Lake, tenía pánico al exterior. Odiaba los zombies, sentía terror por ellos y no, no podía ser.
—Eh... hola —saludé al hombre que acababa de llegar, trataba de volver a localizar al joven, pero se marchaba tras que le diera la orden el recién llegado—. Oye, no, espe... —tarde. Frustrada volví la mirada de nuevo al recién llegado. Lo observé de arriba abajo, no le conocía, por lo que tenía que haber llegado después de irnos nosotros. Resoplé, estaba cansada y al parecer lo de mi madre no me había sentado muy bien.
—Octavia Orue, bueno, habremos tenido suerte —estiré mi mano en su dirección y busqué con la mirada a Leo y Aidan—. Eh chicos, por favor, acercaros... Él es Aidan Lehnsherr y Leo Hart... hará unos... ¿Ocho meses dijiste? Nos marchamos de aquí en un viaje de búsqueda de provisiones y principalmente materiales para Leo, él era ingeniero, hacía muchas cosas por aquí, y creía que podríamos encontrar unos materiales en... ¿Era la fábrica de un antiguo colega tuyo, no? —me dirigí hacia él porque no recordaba muy bien la historia—. Algo así... en Nueva York, pero no logramos llegar —volví la mirada hacia el recién llegado. Era evidente que se trataba de algún responsable de la seguridad de Silver Lake ahora. Eso me hizo sonreír. Le entendía a la perfección, al fin y al cabo éramos unos extraños para él, en su hogar. Y aunque estaba de mal humor, traté de cambiar mi actitud a una más agradable.
—No queremos ser un problema, responderemos a todas tus preguntas —aclaré, aunque me pesaba en cierta manera tener que hacerlo, había sido un viaje muy largo, sumándole todos los problemas y el previo escape del Agujero—. ...pero... nos gustaría contar con Nicholas, Ashley y Sienna.— aclaré. Era obvio que debíamos dar explicaciones, si lo hacíamos con todos ya, terminaríamos lo antes posible y podría buscar a mi madre, que ahora se había convertido en mi principal preocupación, por encima de bañarme o dormir durante un año.
— Octavia, te quiero muchísimo — y la hubiera abrazado, pero no me dio tiempo. — Os quiero muchísimo a los dos, sois mis hermanos, no lo olvidéis nunca — alterné la mirada entre ella y él.
— ¿Eternidad? — chasqueé la lengua. — Me siento como si hubiera vivido mi vida, muerto, ido al infierno y resucitado — negué mientras que caminaba. Saludé a Linda, a un muchacho que creía conocer, escuché la historia sobre Howard con aflicción, me volví hacia Izan para volver a preguntarle por autocaravanas, pero cuando vi que era un poco soso a la hora de hablar me giré hacia otra mujer que solía trabajar en la cafetería. Muchas mañanas solía ir a buscarme a la caravana para obligarme a comer.
— Señora Stein, me da mucha alegría volverla a ver — nos abrazamos. — Siento mi aspecto, ha sido un viaje muy largo — expliqué. — Quiero preguntarle... ¿Sabe si Sutton está por...? — antes de poder acabar la pregunta ella negó lentamente.
— La joven Sutton desapareció poco después de vuestra marcha, después de lo que pasó estuvo mucho tiempo alejada de todo el mundo y al final se fue, también se fue esa muchacha pelirroja que solía ir a veces con vosotros... y Nicholas — conforme hablaba iba sintiéndome más y más apenado, pero cuando mencionó lo de Nicholas no pude evitar abrir los ojos de par en par.
— ¡¿Qué?! — exclamé. — ¿Pero entonces...?
— ¡Octavia, Octavia! — fui a buscarla casi corriendo, justo ella me estaba llamando. Iba tan rápido que hasta me la salté y me quedé tontamente parado entre ella y un señor que parecía un armario empotrado. De hecho hasta tuve que mirar arriba para verle la cara bien.
— Hoooliii — saludé moviendo la mano al escuchar como Octavia decía mi nombre. Carraspeé y retrocedí colocándome al lado de mi amiga. — Oct... — susurré, pero ella estaba hablando de nuestra salida.
— Ah sí, Lucas... era compañero mío en mi escuadrón del Call of Duty, solíamos quedar los martes por la tarde a través de un chat para charlar y jugar juntos. Resulta que Lucas también era vigilante de seguridad y además le encantaban los juegos de cartas, le debía una fortuna a un tío del Bronx que resulta que le iba a partir las piernas como no le pagase, así que el fin del mundo le vino bastante bien... o no, porque lo mismo está muerto, pobre Lucas, siempre se van los mejores... es que como tuviera la misma puntería en la vida real que en el COD, os digo yo, muerto muerto... — me callé de golpe y los miré. — Perdón, como he dicho, Lucas era vigilante de seguridad y me decía muchas veces que echase currículo en su fábrica. También me contaba sobre los camiones que solían ir a descargar materiales por las noches, marcas buenas, por los rótulos yo más o menos me imaginaba en qué estaban trabajando en su empresa, además de que obviamente en el mundillo se escuchaban rumores... dos días antes de la hora cero en Nueva York, me contó de un camión. Lo típico, estamos aburridos, charlando... "Ah mira que guapo, ha llegado un camión de tal, ahora te atiendo, espera..." quiero decir, ese camión sigue en el muelle y tiene que estar intacto — iba explicando. — Cosa fina, nada de chorradas... además de todo lo que podrían tener por allí, motores de corriente, placas... cosas chulas para Silver Lake y claro, nos fuimos — sonreí.
Octavia mencionó a Nicholas.
— Ah eso Octavia, me acaban de decir que Nicholas no está ya por aquí... — le di un codazo a la vez que traté de susurrarle, pero evidentemente me escucharían todos porque no susurré tanto como me habría gustado.
— ¿Por cierto tu nombre? — me volví hacia el hombre. — ¿No tendréis alguna autocaravana por aquí, verdad?
— ¿Eternidad? — chasqueé la lengua. — Me siento como si hubiera vivido mi vida, muerto, ido al infierno y resucitado — negué mientras que caminaba. Saludé a Linda, a un muchacho que creía conocer, escuché la historia sobre Howard con aflicción, me volví hacia Izan para volver a preguntarle por autocaravanas, pero cuando vi que era un poco soso a la hora de hablar me giré hacia otra mujer que solía trabajar en la cafetería. Muchas mañanas solía ir a buscarme a la caravana para obligarme a comer.
— Señora Stein, me da mucha alegría volverla a ver — nos abrazamos. — Siento mi aspecto, ha sido un viaje muy largo — expliqué. — Quiero preguntarle... ¿Sabe si Sutton está por...? — antes de poder acabar la pregunta ella negó lentamente.
— La joven Sutton desapareció poco después de vuestra marcha, después de lo que pasó estuvo mucho tiempo alejada de todo el mundo y al final se fue, también se fue esa muchacha pelirroja que solía ir a veces con vosotros... y Nicholas — conforme hablaba iba sintiéndome más y más apenado, pero cuando mencionó lo de Nicholas no pude evitar abrir los ojos de par en par.
— ¡¿Qué?! — exclamé. — ¿Pero entonces...?
— ¡Octavia, Octavia! — fui a buscarla casi corriendo, justo ella me estaba llamando. Iba tan rápido que hasta me la salté y me quedé tontamente parado entre ella y un señor que parecía un armario empotrado. De hecho hasta tuve que mirar arriba para verle la cara bien.
— Hoooliii — saludé moviendo la mano al escuchar como Octavia decía mi nombre. Carraspeé y retrocedí colocándome al lado de mi amiga. — Oct... — susurré, pero ella estaba hablando de nuestra salida.
— Ah sí, Lucas... era compañero mío en mi escuadrón del Call of Duty, solíamos quedar los martes por la tarde a través de un chat para charlar y jugar juntos. Resulta que Lucas también era vigilante de seguridad y además le encantaban los juegos de cartas, le debía una fortuna a un tío del Bronx que resulta que le iba a partir las piernas como no le pagase, así que el fin del mundo le vino bastante bien... o no, porque lo mismo está muerto, pobre Lucas, siempre se van los mejores... es que como tuviera la misma puntería en la vida real que en el COD, os digo yo, muerto muerto... — me callé de golpe y los miré. — Perdón, como he dicho, Lucas era vigilante de seguridad y me decía muchas veces que echase currículo en su fábrica. También me contaba sobre los camiones que solían ir a descargar materiales por las noches, marcas buenas, por los rótulos yo más o menos me imaginaba en qué estaban trabajando en su empresa, además de que obviamente en el mundillo se escuchaban rumores... dos días antes de la hora cero en Nueva York, me contó de un camión. Lo típico, estamos aburridos, charlando... "Ah mira que guapo, ha llegado un camión de tal, ahora te atiendo, espera..." quiero decir, ese camión sigue en el muelle y tiene que estar intacto — iba explicando. — Cosa fina, nada de chorradas... además de todo lo que podrían tener por allí, motores de corriente, placas... cosas chulas para Silver Lake y claro, nos fuimos — sonreí.
Octavia mencionó a Nicholas.
— Ah eso Octavia, me acaban de decir que Nicholas no está ya por aquí... — le di un codazo a la vez que traté de susurrarle, pero evidentemente me escucharían todos porque no susurré tanto como me habría gustado.
— ¿Por cierto tu nombre? — me volví hacia el hombre. — ¿No tendréis alguna autocaravana por aquí, verdad?
Me había quedado charlando con algunos conocidos, o al menos intentándolo. La mayor parte hablaron ellos. Personas que había conocido en Silver Lake y que había ayudado, como por ejemplo Linda. Todos estaban muy contentos de verme, bueno, de vernos. Me habían preguntado por lo que había ocurrido y simplemente expliqué que en nuestra salida tuvimos una serie de problemas. Nos quedamos sin la autocaravana de Leo y eso nos dificultó el trayecto, también una serie de altercados con bandidos... no entré en detalles, ni tampoco mencioné El Agujero. No había mentido, simplemente resumido. Se mostraron afligidos, pero no tardaron mucho en comentar que era bueno tenerme de vuelta. E incluso me empezaron a explicar de algunas de sus dolencias. Por educación los escuché, también por cariño, aunque estaba muy cansado y lo último que deseaba era ponerme a trabajar ahora. Que lo haría si se tratase de una urgencia, pero no era así. Asentía y explicaba algunos trucos con plantas, hasta que escuché mi nombre y pude escaquearme. Me despedí con cortesía y me acerqué a Octavia, dejándola a ella entre Leo y yo. Ambos mirábamos a un hombre que acababa de llegar.
Pude ver como las personas a nuestro alrededor se fueron disipando y luego me concentré con mucha paciencia en la conversación de Leo. Entrelacé mis dedos a la espalda, observé al joven, luego al hombre, Octavia, el suelo, a nuestro alrededor... hasta perdí el hilo en algún momento, pero yo seguí en silencio. Incluso mis labios se curvaron ligeramente en una sonrisa, en un intento de empatizar algo o más bien de relajar la situación. De primeras, sobre todo para quienes no conocían a Leo, este podía resultar... digamos peculiar. El cariño que sentía por Leo era enorme, pero a veces, como en aquel momento, me abrumaba.
Mi rostro se ensombreció al escuchar lo último. El nombre de Nicholas me trajo de una sacudida a la realidad, porque el interés regresó. Me giré hacia Octavia con semblante serio. ¿Qué había podido pasar? ¿Eso suponía un problema para nosotros? Recordé las palabras de ella cuando llegábamos y su miedo sobre lo que pudiéramos encontrar... ¿Cuánto habían cambiado las cosas en Silver Lake y cuánto nos afectarían ahora? Me sentía como a mi llegada la primera vez, los primeros días nadie se fiaba de mi, de hecho me costó tener visitas en el consultorio hasta bien entradas las dos semanas de mi aparición. De hecho, fue gracias al padre de Linda, el señor Howard. Él había hablado tan bien de mi... que la gente empezó a visitarme. Llevaba meses queriendo regresar a mi normalidad y parecía que eso iba a costar un poco más o a lo mejor era ya un deseo perdido.
Pude ver como las personas a nuestro alrededor se fueron disipando y luego me concentré con mucha paciencia en la conversación de Leo. Entrelacé mis dedos a la espalda, observé al joven, luego al hombre, Octavia, el suelo, a nuestro alrededor... hasta perdí el hilo en algún momento, pero yo seguí en silencio. Incluso mis labios se curvaron ligeramente en una sonrisa, en un intento de empatizar algo o más bien de relajar la situación. De primeras, sobre todo para quienes no conocían a Leo, este podía resultar... digamos peculiar. El cariño que sentía por Leo era enorme, pero a veces, como en aquel momento, me abrumaba.
Mi rostro se ensombreció al escuchar lo último. El nombre de Nicholas me trajo de una sacudida a la realidad, porque el interés regresó. Me giré hacia Octavia con semblante serio. ¿Qué había podido pasar? ¿Eso suponía un problema para nosotros? Recordé las palabras de ella cuando llegábamos y su miedo sobre lo que pudiéramos encontrar... ¿Cuánto habían cambiado las cosas en Silver Lake y cuánto nos afectarían ahora? Me sentía como a mi llegada la primera vez, los primeros días nadie se fiaba de mi, de hecho me costó tener visitas en el consultorio hasta bien entradas las dos semanas de mi aparición. De hecho, fue gracias al padre de Linda, el señor Howard. Él había hablado tan bien de mi... que la gente empezó a visitarme. Llevaba meses queriendo regresar a mi normalidad y parecía que eso iba a costar un poco más o a lo mejor era ya un deseo perdido.
Mayo de 2016
Silver Lake
Silver Lake
No era difícil para el darse cuenta de la desconfianza que solía mantenerse con personas recién llegadas, aunque al parecer ellos habían estado antes que el en el lugar. En los últimos meses muchos se habían ido y quizás ellos no se encontrarían con muchas caras cocinas. Aún así Matt intento mantenerse lo más amable posible, quizás las cosas deberían ser diferentes pero él siempre había sido igual y debía haber una razón para Balion lo hubiera dejado a él a cargo. Dio un paso hacia la mujer a quien parecía ser la más dispuesta a hablar con él —Matthew Kowalski— estiró la mano hacia ella y le dio un suave apretón notando que ella también hacía lo mismo.
Cuando le presentó a las otras dos hombres pudo notar como uno de los dos parecía bastante más alterado pero de cualquier manera estiró las manos para saludarlos con la misma tranquilidad con la que se había mostrado antes. —¿Call of duty? — levantó una ceja. Él Jamás había sido un hombre de videojuegos Y la verdad es que en su tiempo libre cuando estaba fuera de la base normalmente lo ocupaba para estar con Ashley.
Que habías llegado bastante alterado comenzó a hablar de cosas que no tenían mucho sentido para él así que trató de que no se le notarán el rostro pero terminó levantando una ceja sin entender nada de lo que había dicho. Aún así la sonrisa se le dibujó en el rostro. Con su última explicación las cosas estuvieron más sentido, Así que se alimentó a sentir entendiendo porque se habían ido de allí.
—Tienes razón, Nicholas no se encuentra el campamento y hasta hace poco Balion estaba a cargo de la seguridad y era el segundo al mando. Pero él también salió por algunos motivos personales. Por ahora yo estoy encargado de la seguridad aquí— no iba a ponerse a explicar que se había ido para hacer un mercenario y luchar contra umbrella. —Ashely debe estar ayudando en el centro medico— no es que tuvieran un hospital en sí Pero tenían que admitir que tenían aquella cabaña que servía como centro médico y que Ashley había mejorado bastante el lugar en el último tiempo. La sola mención de su esposa hizo que su sonrisa se empleara aún más.
—Por que no vamos a un lugar más cómodo para hablar? Así podemos ver dónde acomodarlos y me cuentan que hacían antes de marcharse— quizás con algunas otras personas hubiera tomado más recaudo Pero él ya había notado como las personas los habían reconocido Así que sí habían sido parte del campamento y estaba seguro de que podía mantener la situación a raya.
- Ashley:
- Wow:
- Uniforme:
—Leeeeo... —susurraba de vez en cuando en un intento de que mi amigo abreviara un poquito con su discurso. Desviaba la mirada de él hacia el tal Matthew y luego a Aidan, quien por cierto, era el que menos se cortaba en disimular sus pensamientos. O puede que lo conociera ya tan bien como para saber que apenas le estaba prestando atención—. Lo que Leo quiere de... —me callé al escuchar que Nicholas no estaba. ¿Cómo podía ser eso posible?
—Pero Matthew, ¿entonces...? —me callé y asentí. Así que él, era el responsable de seguridad allí, era lógico. —Claro, te seguimos —la idea de ir a un sitio más tranquilo me ganó por completo. No podía evitar sentirme preocupada por Nicholas. ¿Qué le habría pasado? Por otro lado me sentí aliviada al escuchar hablar sobre Ashley. Por fin alguien a quien sí conocíamos por allí, a parte de Linda y algunos rostros conocidos, claro. Pero me refería a personas con algún papel clave como ella. Mi rostro se relajó, e incluso sonreí también.
—Leo, vamos, tranquilo —le sujeté por el hombre para ir tras Matthew, también observé a Aidan y le hice un gesto con la cabeza, ahora no sabía en qué estaría pensando.
—Cuando llegábamos estuvimos viendo que han cambiado muchas cosas, el doble perímetro, la seguridad... eso está muy bien —empecé a decir—. Leo hizo varias trampas de caminantes en la lejanía para que no llegasen hasta aquí, ¿las seguís usando? También fue quien diseñó el sistema de riego por goteo con agua del lago, para los cultivos —ya que al parecer Matthew no sabía de nosotros, tal vez si le contábamos algunas cosas... creía que podríamos hacernos conocer.
—Yo... fui agente del FBI en su momento y durante mi estancia aquí, junto a Sienna nos encargábamos de la seguridad... Sienna Adler, ¿Dallas? —fruncí el ceño al recordar su mote—. ¿Qué ha pasado con ella? —mi semblante se ensombreció.
—Y mi madre es Helena, cuando estaba yo se encargaba principalmente de los desayunos en la cafetería, sus tortitas hacían estragos, pero ahora resulta que sale por ahí de caza... —mi voz se fue apagando, seguía sin entenderlo y hasta me cabreaba—. ¿Y tú Matthew, cómo llegaste a Silver Lake?
—Pero Matthew, ¿entonces...? —me callé y asentí. Así que él, era el responsable de seguridad allí, era lógico. —Claro, te seguimos —la idea de ir a un sitio más tranquilo me ganó por completo. No podía evitar sentirme preocupada por Nicholas. ¿Qué le habría pasado? Por otro lado me sentí aliviada al escuchar hablar sobre Ashley. Por fin alguien a quien sí conocíamos por allí, a parte de Linda y algunos rostros conocidos, claro. Pero me refería a personas con algún papel clave como ella. Mi rostro se relajó, e incluso sonreí también.
—Leo, vamos, tranquilo —le sujeté por el hombre para ir tras Matthew, también observé a Aidan y le hice un gesto con la cabeza, ahora no sabía en qué estaría pensando.
—Cuando llegábamos estuvimos viendo que han cambiado muchas cosas, el doble perímetro, la seguridad... eso está muy bien —empecé a decir—. Leo hizo varias trampas de caminantes en la lejanía para que no llegasen hasta aquí, ¿las seguís usando? También fue quien diseñó el sistema de riego por goteo con agua del lago, para los cultivos —ya que al parecer Matthew no sabía de nosotros, tal vez si le contábamos algunas cosas... creía que podríamos hacernos conocer.
—Yo... fui agente del FBI en su momento y durante mi estancia aquí, junto a Sienna nos encargábamos de la seguridad... Sienna Adler, ¿Dallas? —fruncí el ceño al recordar su mote—. ¿Qué ha pasado con ella? —mi semblante se ensombreció.
—Y mi madre es Helena, cuando estaba yo se encargaba principalmente de los desayunos en la cafetería, sus tortitas hacían estragos, pero ahora resulta que sale por ahí de caza... —mi voz se fue apagando, seguía sin entenderlo y hasta me cabreaba—. ¿Y tú Matthew, cómo llegaste a Silver Lake?
— ¡Oh Matthew Kowalski! — asentí varias veces, parecía que lo conocía de toda la vida. Le miraba con una sonrisa enorme, ya que primero no tenía nada en contra de él y segundo parecía majo. — Soy Leo — aunque ya me hubieran presentado repetí mi nombre igualmente, por cortesía y sobre todo educación a modo de saludo.
— Sí, el Call of Duty: Black Ops II, acababa de salir y la verdad es que estaba guapísimo... irónico que tuviera un modo de zombies al cual estaba enganchado... — puse los ojos en blanco al recordar aquella época. Me distraje tanto en mis pensamientos que Octavia y Matthew ya seguían con la conversación.
— Espero que estén bien — añadí veloz a la conversación. Ya que Aidan no hablaba por lo menos aportaba mi granito de arena. Lo miré de reojo y alcé ambas cejas a la vez que las manos. ¿Por qué no se presentaba o algo? Matthew podría pensar que era un soso, o peor... un infiltrado. ¿Infiltrado de qué? No sabría decirlo, pero me estaba entrando la paranoia. ¿Y si ahora no se fiaban de nosotros? Me latía con fuerza el corazón. ¿Y si ese lugar tranquilo era una trampa?
— ¿No puede venir Ashley? — me adelanté a Octavia, obviando sus consejos casi y me coloqué prácticamente entre ellos dos a la fuerza mirando a Matthew algo preocupado. — Me gustaría verla, ella era muy buena conmigo — podía verse que algo me preocupaba. — Oh sí, las trampas, el sistema de goteo... ¿Y Dallas, tal vez Helena? — insistía mientras iba tras él. Obviando un poco todo lo demás.
— Perdonad... estoy un poco nervioso — dije al final tras recapacitar un poco, ser ansioso tal vez no sería la mejor manera de presentarse. Agaché la mirada y enlacé mis dedos entre sí, caminando con calma y tratando de alejar esos pensamientos intrusivos. — Creo que este es el único lugar al que he podido llamar hogar... no quiero que penséis que soy un loco — comenté en voz baja algo avergonzado. Luego miré a Octavia apenado, tampoco la quería decepcionar.
— Me gustaba trabajar en mejoras para el refugio y a veces se me ocurrían buenas ideas como el sistema de riego por goteo — y decidí tratar de no hablar mucho más, lo normal. O lo justo, algo así.
— Sí, el Call of Duty: Black Ops II, acababa de salir y la verdad es que estaba guapísimo... irónico que tuviera un modo de zombies al cual estaba enganchado... — puse los ojos en blanco al recordar aquella época. Me distraje tanto en mis pensamientos que Octavia y Matthew ya seguían con la conversación.
— Espero que estén bien — añadí veloz a la conversación. Ya que Aidan no hablaba por lo menos aportaba mi granito de arena. Lo miré de reojo y alcé ambas cejas a la vez que las manos. ¿Por qué no se presentaba o algo? Matthew podría pensar que era un soso, o peor... un infiltrado. ¿Infiltrado de qué? No sabría decirlo, pero me estaba entrando la paranoia. ¿Y si ahora no se fiaban de nosotros? Me latía con fuerza el corazón. ¿Y si ese lugar tranquilo era una trampa?
— ¿No puede venir Ashley? — me adelanté a Octavia, obviando sus consejos casi y me coloqué prácticamente entre ellos dos a la fuerza mirando a Matthew algo preocupado. — Me gustaría verla, ella era muy buena conmigo — podía verse que algo me preocupaba. — Oh sí, las trampas, el sistema de goteo... ¿Y Dallas, tal vez Helena? — insistía mientras iba tras él. Obviando un poco todo lo demás.
— Perdonad... estoy un poco nervioso — dije al final tras recapacitar un poco, ser ansioso tal vez no sería la mejor manera de presentarse. Agaché la mirada y enlacé mis dedos entre sí, caminando con calma y tratando de alejar esos pensamientos intrusivos. — Creo que este es el único lugar al que he podido llamar hogar... no quiero que penséis que soy un loco — comenté en voz baja algo avergonzado. Luego miré a Octavia apenado, tampoco la quería decepcionar.
— Me gustaba trabajar en mejoras para el refugio y a veces se me ocurrían buenas ideas como el sistema de riego por goteo — y decidí tratar de no hablar mucho más, lo normal. O lo justo, algo así.
— Yo... so-soy Aidan — por lo menos me presenté, ya que no había dicho nada más. Agradecí que Leo hablase prácticamente por todos, Octavia dijo lo primordial y yo me limité a seguirlos. Con las manos en los bolsillos y en silencio observaba al grupo, de reojo el lugar por el que íbamos. Silver Lake había cambiado en los últimos meses.
Los labios se torcieron en una sonrisa que traté de disimular, tosí llevándome la mano a la boca. Leo estaba más nervioso de lo habitual, hablaba más de la cuenta y sentía que tenía miedo a que nos rechazasen. Era más que evidente. ¿Pero eso podía pasar? Yo no lo creía así... y esperaba que no fuera así. Octavia por el contrario parecía preocupada por otra cosa, bueno más bien por una persona, quien yo intuía que era helena, su madre. También por los demás, evidentemente, pero una madre era una madre. Hasta a mi me había asombrado escuchar que ahora la mujer salía por ahí.
Coloqué una mano sobre el hombro derecho del joven Leopold en un intento de ofrecerle mi apoyo. ¿Me preocupaba la situación? Pudiera ser, pero de hecho no lo era tanto como a mis amigos. Me limité a seguir a Matthew junto a Octavia y Leo, pensando en qué habría pasado con las pocas cosas que tenía aquí. Tampoco me preocupaban en verdad, lo más importante lo tenía conmigo. Palpé en el centro de mi pecho, bajo la camiseta descansaba la alianza y el colgante de Amanda, ambos juntos en una cadena.
Los labios se torcieron en una sonrisa que traté de disimular, tosí llevándome la mano a la boca. Leo estaba más nervioso de lo habitual, hablaba más de la cuenta y sentía que tenía miedo a que nos rechazasen. Era más que evidente. ¿Pero eso podía pasar? Yo no lo creía así... y esperaba que no fuera así. Octavia por el contrario parecía preocupada por otra cosa, bueno más bien por una persona, quien yo intuía que era helena, su madre. También por los demás, evidentemente, pero una madre era una madre. Hasta a mi me había asombrado escuchar que ahora la mujer salía por ahí.
Coloqué una mano sobre el hombro derecho del joven Leopold en un intento de ofrecerle mi apoyo. ¿Me preocupaba la situación? Pudiera ser, pero de hecho no lo era tanto como a mis amigos. Me limité a seguir a Matthew junto a Octavia y Leo, pensando en qué habría pasado con las pocas cosas que tenía aquí. Tampoco me preocupaban en verdad, lo más importante lo tenía conmigo. Palpé en el centro de mi pecho, bajo la camiseta descansaba la alianza y el colgante de Amanda, ambos juntos en una cadena.
Mayo de 2016
Silver Lake
Silver Lake
La mujer parecía muy sorprendida del hecho de que Nicholas no estuviera en el campamento pero la verdad es que hacía muchos meses que se había alejado de allí. Una parte de él le dio la impresión de que había terminado de alejarse cuando él mismo había llegado allí. Nunca nadie le había dicho nada pero la forma en la que Nick había mirado a Ashley alguna que otra vez le daba la impresión de que había sentido algo por ella y que la situación se había complicado Cuando él había llegado al campamento. Por supuesto que esa eran simples conjeturas suyas y que nada tenían que ver con lo que estaban hablando en ese momento.
El hombre que había hablado sobre el videojuego parecía mucho más animado Y eso en realidad a Matt no le molestaba en absoluto, por eso cuando este se presentó estiró la mano hacia él para saludarlo con amabilidad. La mujer lo puso al tanto de algunas cosas que habían hecho y la verdad es que el sistema de riego aún era usado perfectamente, Eso era lo que les había permitido tener su propia plantación de algunas verduras y algunas otras cosas —entonces hay bastante por lo cual agradecerles— pero el hombre llamado Leo pregunto por Ashley y él volvió a sonreír —podría mandarla a llamar si quieres— porque para él cualquier excusa era buena para ver a su esposa aunque sea solo dos minutos en el día.
Tampoco tenía idea lo que había pasado con aquella mujer probablemente Balion, hubiera podido darle una respuesta más lógica a la situación —lo siento, cuando llegue al campamento ella ya no estaba — muchos solían salir del campamento no solo a buscar provisiones sino a buscar a otras personas y al final jamás volvían. La mujer había sido la encargada de seguridad en algún momento en aquel campamento y simplemente se notaba a simple vista sus capacidades —entonces has llegado en buen momento. Creo que es un buen momento para reorganizarnos— como ellos ya habían notado la mayoría de las personas que se habían encargado de la seguridad y de los puestos importantes en el campamento habían desaparecido por lo que no podían seguir esperando a que aparecieran de la nada.
Llegaron hasta la cabaña del ayuntamiento pues aún a pesar de la información que le habían dado, era bueno manera la cabaña de seguridad fuera de la charla. Escucho decir al hombre que hablaba rápido que quería volver a ayudar y el asintió. Aquello siempre era bienvenido. Miró al otro hombre quien parecía querer darle apoyo y luego antes que pudiera decir algo, la pregunta de la mujer le robo una nueva sonrisa [color=Lightseagreen]—soy el esposo de Ashley—[/colo] aquellas palabras salieron con cierto orgullo. El pasado había quedado atrás en todo sentido y después de lo último que había pasado hacía solo un par de semana, pues jamás se había sentido más orgulloso de ser uno de los pocos hombres que realmente era feliz en el fin del mundo. —le pedí matrimonio antes del día cero. Pero hace poco pusimos concretarlo— dijo solo comí un dato pasajero.
Les mostró un par de sillas donde podían sentarse y les ofreció un poco de agua —en el pasado fui miembro del ejército— ¿Importaban los rangos? Para él eso ya no tenía importancia —y desde que llegué ayude a Adam con la seguridad asi que supongo que fue la opción más lógica para el, pero ya que han vuelto, sería bueno que nos ayudarán a reorganizarnos— por supuesto que luego de Ashley le confirmara que de verdad podía confiar en ellos.
- Ashley:
- Wow:
- Uniforme:
Matthew nos llevó hasta una de las cabañas principales. Estaba muy diferente de las últimas veces. Alguna vez habíamos ido, ya que se trataba del lugar de reunión de todos, ya fuera para organizar tareas, para tratar temas importantes... Tomé asiento y me crucé de brazos sobre la mesa. No podía evitar sentirme algo nerviosa con la situación. En el viaje de regreso habíamos hablado sobre la posibilidad de que alguien nos hubiera seguido, y aunque sabíamos que era imposible yo seguía inquieta.
—Vamos a tener que acostúmbranos a muchas cosas nuevas —comenté, no me preocupaba, pero después de todo lo que habíamos pasado, yo por lo menos agradecería algo de normalidad.
—¿Que qué? — exclamé con sorpresa al escuchar que Matthew era el marido de Ashley—. Pero si... — no terminé la frase, puesto que él acabó de explicarlo y entonces sonreí ampliamente.
—¡Os encontrasteis de nuevo! — me llevé ambas manos a la boca, con una mezcla de sorpresa y alegría—. Nosotros te conocemos —no pude evitar decir aquell y negué rápidamente—. Aidan, Leo, él es a quien estaba buscando Ashley cuando la conocimos —le observé maravillada.
—Es evidente que no te conocemos, pero ella nos habló de ti y ahora estáis aquí juntos, eso es... simplemente increíble. Que noticia más maravillosa. Sí, sabíamos que eras militar —estaba contenta de verdad y ahora, hasta algo más relajada. Era como si al conectar un poco con el pasado, saber que él era la pareja de Ashley, poco a poco todo volviera a su cauce. Asentí varias veces cuando él habló sobre ayudar en el refugio y no tuvo que decir más, era mi hogar y claro que ayudaría en todo.
—A ver... —ahora me puse más seria—. No sé por dónde empezar, no hemos desaparecido todo este tiempo por gusto —agaché la mirada, los recuerdos sobre El Agujero aún me atormentaban y era normal, apenas habían pasado unos días desde que escapamos.
—En nuestro viaje a Nueva York nos tendieron una emboscada otros supervivientes, nos han tenido retenidos durante todo este tiempo hasta que conseguimos escapar —tragué saliva y observé a mis compañeros—. No ha sido fácil... —de hecho hasta nos habíamos planteado no contar nada, pero él parecía de confianza.
—No queremos... airearlo mucho, la verdad, pero obviamente vosotros necesitáis una respuesta a la pregunta de por qué regresamos ahora, ¿no?
—Vamos a tener que acostúmbranos a muchas cosas nuevas —comenté, no me preocupaba, pero después de todo lo que habíamos pasado, yo por lo menos agradecería algo de normalidad.
—¿Que qué? — exclamé con sorpresa al escuchar que Matthew era el marido de Ashley—. Pero si... — no terminé la frase, puesto que él acabó de explicarlo y entonces sonreí ampliamente.
—¡Os encontrasteis de nuevo! — me llevé ambas manos a la boca, con una mezcla de sorpresa y alegría—. Nosotros te conocemos —no pude evitar decir aquell y negué rápidamente—. Aidan, Leo, él es a quien estaba buscando Ashley cuando la conocimos —le observé maravillada.
—Es evidente que no te conocemos, pero ella nos habló de ti y ahora estáis aquí juntos, eso es... simplemente increíble. Que noticia más maravillosa. Sí, sabíamos que eras militar —estaba contenta de verdad y ahora, hasta algo más relajada. Era como si al conectar un poco con el pasado, saber que él era la pareja de Ashley, poco a poco todo volviera a su cauce. Asentí varias veces cuando él habló sobre ayudar en el refugio y no tuvo que decir más, era mi hogar y claro que ayudaría en todo.
—A ver... —ahora me puse más seria—. No sé por dónde empezar, no hemos desaparecido todo este tiempo por gusto —agaché la mirada, los recuerdos sobre El Agujero aún me atormentaban y era normal, apenas habían pasado unos días desde que escapamos.
—En nuestro viaje a Nueva York nos tendieron una emboscada otros supervivientes, nos han tenido retenidos durante todo este tiempo hasta que conseguimos escapar —tragué saliva y observé a mis compañeros—. No ha sido fácil... —de hecho hasta nos habíamos planteado no contar nada, pero él parecía de confianza.
—No queremos... airearlo mucho, la verdad, pero obviamente vosotros necesitáis una respuesta a la pregunta de por qué regresamos ahora, ¿no?
— ¿Ashley no estaba buscando a su...? — no terminé de pronunciar la frase, puesto que al parecer Octavia lo entendió antes que yo. — ¿Pero qué es? — pregunté extrañado ante la alegría de ella. — ¿Me lo...? Ohh... — asentí varias veces como si lo hubiera entendido, pero me sentía avergonzado por ser el único que no. Así que les seguí la corriente hasta que... — ¡EL NOVIO MILITTAR DE ASHLEY! — exclamé cuando Octavia estaba explicándolo, casi sin hacerle caso a ella. Di una palmada y alcé las manos muy contento.
— Siempre que salíamos trataba de buscar pistas sobre ti, o cada vez que alguien nuevo llegaba o aparecía, preguntaba por ti — no dejaba de asentir al recordar todo aquello. — ¿Te acuerdas en aquella gasolinera? — me giré hacia Octavia. — Tú no estabas — dije al volverme hacia Aidan.
— Pensé que no volvería con nosotros — yo seguía a mi rollo. — ¡Que guay! — seguía explicando anécdotas. — Ashley nos habló muy bien de ti — pero el cambio de conversación me hizo callar.
Apoyé el codo sobre la mesa y mi rostro sobre la mano para mirar de reojo a todos. No dije nada más mientras que Octavia hablaba, puesto que no eran recuerdos buenos y prefería olvidarlos.
— Nos lo quitaron todo — indiqué con la mirada en blanco. No quería regresar allí, no quería pensar en ello, hacerlo solo me devolvía a El Agujero y lo odiaba con todo mi ser. — Así fue como perdí a Rosi — cuando las lágrimas brotaron de mis ojos me aparté de la mesa, simulando que me acercaba a mirar por la ventana. Me limpié con el dorso de la mano de forma disimulada.
— Yo solo quería volver a casa, con todos, aquí. Este lugar es lo más parecido a un hogar que he tenido nunca. Quiero estar bien y ayudar en todo lo que pueda, como antes — observaba por la ventana mientras que hablaba.
— Siempre que salíamos trataba de buscar pistas sobre ti, o cada vez que alguien nuevo llegaba o aparecía, preguntaba por ti — no dejaba de asentir al recordar todo aquello. — ¿Te acuerdas en aquella gasolinera? — me giré hacia Octavia. — Tú no estabas — dije al volverme hacia Aidan.
— Pensé que no volvería con nosotros — yo seguía a mi rollo. — ¡Que guay! — seguía explicando anécdotas. — Ashley nos habló muy bien de ti — pero el cambio de conversación me hizo callar.
Apoyé el codo sobre la mesa y mi rostro sobre la mano para mirar de reojo a todos. No dije nada más mientras que Octavia hablaba, puesto que no eran recuerdos buenos y prefería olvidarlos.
— Nos lo quitaron todo — indiqué con la mirada en blanco. No quería regresar allí, no quería pensar en ello, hacerlo solo me devolvía a El Agujero y lo odiaba con todo mi ser. — Así fue como perdí a Rosi — cuando las lágrimas brotaron de mis ojos me aparté de la mesa, simulando que me acercaba a mirar por la ventana. Me limpié con el dorso de la mano de forma disimulada.
— Yo solo quería volver a casa, con todos, aquí. Este lugar es lo más parecido a un hogar que he tenido nunca. Quiero estar bien y ayudar en todo lo que pueda, como antes — observaba por la ventana mientras que hablaba.
Sentado en la silla me crucé de brazos. Volví a sonreír, inevitablemente, cuando Leo estalló de felicidad. Fue una grata sorpresa descubrir quién era él. Aunque me sentía más tranquilo de ver que Leo se había relajado notablemente. Cuando lo conocí descubrí a una persona tan inocente y buena, que sinceramente me extrañó que siguiera con vida. Después, durante nuestra estancia en El Agujero, la pena de ver que se convertía en aquello que no me gustaba del fin del mundo me aterraba, pero ahí volvía a asomar esa personalidad feliz de Leo.
Él sentía que conocía al tal Matthew de toda la vida y eso le relajó. Octavia por otro lado también pareció más tranquila y ahí estaba yo, entre medias, aún receloso de lo que pudiera pasar. Al fin y al cabo no le conocíamos realmente y no sabíamos sin el fin del mundo le hubiera cambiado. Parecía un buen tipo, por lo menos me quedaba con eso.
Adiós a la alegría cuando salió a relucir nuestra estancia en El Agujero, hasta yo me tensé.
Volví a sujetar el hombro de Leo y lo apreté con fuerza.
— Le-leo — susurré. — Ya-a e-es-ta-tamos a-a-aquí — quise tranquilizarlo. Pero no sabía qué más podía decirle, yo mismo estaba aterrado y recordar aquellos días solo conseguía ponerme enfermo. Habíamos tratado de hablar de ello, la noche siguiente a nuestra huida, pero fue imposible, igual era muy pronto. Decidí que debíamos esperar unos días. De hecho pensé que a la semana de estar por aquí deberíamos sentarnos los tres simplemente para hablar. Aunque Leo parecía feliz en aquellos instantes, sabía que aquel lugar le había provocado una marca enorme, igual que con Octavia y conmigo mismo. Por lo que decidí cambiar de tema. Intervenir.
— No son gra-gratos re-recu-cu-cuerdos — me trabé bastante al hablar, hasta el punto de preguntarme si me habrían entendido. — No-no-nos gu-gusta-taria in-insta-ta-talar-larnos — expliqué lo mejor que pude.
Él sentía que conocía al tal Matthew de toda la vida y eso le relajó. Octavia por otro lado también pareció más tranquila y ahí estaba yo, entre medias, aún receloso de lo que pudiera pasar. Al fin y al cabo no le conocíamos realmente y no sabíamos sin el fin del mundo le hubiera cambiado. Parecía un buen tipo, por lo menos me quedaba con eso.
Adiós a la alegría cuando salió a relucir nuestra estancia en El Agujero, hasta yo me tensé.
Volví a sujetar el hombro de Leo y lo apreté con fuerza.
— Le-leo — susurré. — Ya-a e-es-ta-tamos a-a-aquí — quise tranquilizarlo. Pero no sabía qué más podía decirle, yo mismo estaba aterrado y recordar aquellos días solo conseguía ponerme enfermo. Habíamos tratado de hablar de ello, la noche siguiente a nuestra huida, pero fue imposible, igual era muy pronto. Decidí que debíamos esperar unos días. De hecho pensé que a la semana de estar por aquí deberíamos sentarnos los tres simplemente para hablar. Aunque Leo parecía feliz en aquellos instantes, sabía que aquel lugar le había provocado una marca enorme, igual que con Octavia y conmigo mismo. Por lo que decidí cambiar de tema. Intervenir.
— No son gra-gratos re-recu-cu-cuerdos — me trabé bastante al hablar, hasta el punto de preguntarme si me habrían entendido. — No-no-nos gu-gusta-taria in-insta-ta-talar-larnos — expliqué lo mejor que pude.
Mayo de 2016
Silver Lake
Silver Lake
El mundo siempre había sido un cambio constante pero el fin del mundo era aún peor. No solo el clima sino todo parecía estar diseñado para asesinarte así que las cosas cambiaban constantemente porque uno debía adecuarse a las cosas que habían dejado de existir y a las nuevas amenazas. Podía entender que la mujer no se sintiera completamente cómoda allí porque muchas cosas habían cambiado e incluso parecía que la mayoría de las personas que habían conocido en ese lugar ya no estaban.
La mujer pareció realmente sorprendida cuando él dijo que era el esposo de Ashley pero se sintió algo avergonzado al darse cuenta de que ella dijo que se habían encontrado de vuelta. Lo que significaba que Ash les había hablado de el. Se pasó la mano por el rostro y dijo —bueno, puede que haya actuado como un idiota cuando me enteré de su trabajo pero me alegra saber que no me odian— quizás odiar a alguien por haber lastimado a tu amiga era algo infantil pero el mundo era un caos completamente Así que los sentimientos no solían respetar órdenes o lógicas. De hecho la mayoría de las personas ni siquiera intentaban esconder sus emociones.
Volvieron a hablar sobre el refugio y pudo ver las miradas tristes que ellos tenían cuando dijeron que no sabían asentado simplemente por gusto. Un soldado siempre reconocía a otro, sobre todos esos que habían pasado por horrores que te marcaban para toda la vida.
Matt se cruzó de brazos, él confiaba en el criterio de su esposa y estaba segura de que si ella le decía que eran de confianza. Él lo tomaría de la misma manera. Pudo ver cómo sus rostros se ensombrecieron con los recuerdos y el tosió suavemente —no tienen que contarme su no quieren— para el hablar claro era algo importante —antes de esto fui prisionero de guerra, se que hay cosas que pueden atormentarme para siempre. Si necesitan hablar, pueden buscarme pero entiendan que no tienen que contar nada si no quieren—
Matt asintió —si, creo que les vendría bien una ducha y algo de comida, no sé dónde se quedaban antes pero pedí que les acomoden una cabaña y que se fijen si sus cosas están guardadas ¿Está bien para ustedes? —
- Ashley:
- Wow:
- Uniforme:
—Gracias Matthew —Octavia le dio las gracias de forma sincera, se sentía aliviada, o al menos comenzaba a hacerlo, en el sentido de que por fin parecía que algo empezaba a cobrar sentido—. Mis cosas las tendrá mi madre en su cabaña seguramente, yo estaba con ella, por mi no debe de haber problema, pero...
Observó a Leo primero y después a Aidan, el primero lo había perdido todo con Rosi, y el segundo, había tenido antes el consultorio. Tal vez conservaran alguno de sus enseres. Pero Octavia sabía cómo funcionaban las cosas allí con los desaparecidos, tras un tiempo, y ellos habían estado mucho tiempo desaparecidos... Ropa y enseres de utilidad eran donados, mientras que los objetos personales solían guardarse si no eran necesarios. Tal vez quedase algo de Aidan.
—Yo iré a la cabaña de mi madre, me vendría bien descansar y esa ducha —sonrió levemente. Ahora no le apetecía nada hablar sobre aquello, pero igual más adelante.
—Mañana podríamos reunirnos para desayunar, si os parece... —miró a Leo y Aidan, pero también se giró hacia Matthew. No había hecho mucho caso a sus últimas palabras sobre él y actuar como un idiota—. Tal vez podremos hablar mejor.
Octavia se despidió de los tres hombres, mientras que a Matthew le saludó con un gesto de cabeza, porque le pillaba más lejos, a Leo y Aidan los agarró con fuerza de los hombros. Salió por la puerta y se marchó en dirección a la cabaña de su madre. No podía evitar pensar en que lo que le habían contado era un disparate y que estaría seguramente allí, sentada en el porche, leyendo un libro o trabajando en el huerto. ¿Pero en el exterior buscando víveres? Le pareció impensable.
Observó a Leo primero y después a Aidan, el primero lo había perdido todo con Rosi, y el segundo, había tenido antes el consultorio. Tal vez conservaran alguno de sus enseres. Pero Octavia sabía cómo funcionaban las cosas allí con los desaparecidos, tras un tiempo, y ellos habían estado mucho tiempo desaparecidos... Ropa y enseres de utilidad eran donados, mientras que los objetos personales solían guardarse si no eran necesarios. Tal vez quedase algo de Aidan.
—Yo iré a la cabaña de mi madre, me vendría bien descansar y esa ducha —sonrió levemente. Ahora no le apetecía nada hablar sobre aquello, pero igual más adelante.
—Mañana podríamos reunirnos para desayunar, si os parece... —miró a Leo y Aidan, pero también se giró hacia Matthew. No había hecho mucho caso a sus últimas palabras sobre él y actuar como un idiota—. Tal vez podremos hablar mejor.
Octavia se despidió de los tres hombres, mientras que a Matthew le saludó con un gesto de cabeza, porque le pillaba más lejos, a Leo y Aidan los agarró con fuerza de los hombros. Salió por la puerta y se marchó en dirección a la cabaña de su madre. No podía evitar pensar en que lo que le habían contado era un disparate y que estaría seguramente allí, sentada en el porche, leyendo un libro o trabajando en el huerto. ¿Pero en el exterior buscando víveres? Le pareció impensable.
- Off:
- He pensado en que este tema se podría finalizar ya. @Matthew Kowalski si te parece únete al tema del desayuno al día siguiente: justo aquí. Podríamos hablar mejor del funcionamiento de Silver Lake y cómo va todo tras el regreso de ellos.
Mi mano se aferró a la de Aidan, aceptando su apoyo. Lo agradecí muchísimo, me giré para mirarlo levemente y aunque no dije nada, yo simplemente sonreí.
— No, no digas eso hombre, a mi no me pareces un idiota — fue lo primero que se me ocurrió decir aunque no entendía ni la mitad de lo que acababa de decir. Sonreí nervioso de nuevo. — ¡Es genial! — sabía que no habría nada para mi por ahí, pero dormir en una cama calentita aquella noche pintaba demasiado bien.
— Saluda a Helena de mi parte, mañana iré a verla — dije a modo de despedida para Octavia. — Muchísimas gracias por todo Matthew — la verdad es que me empezaba a sentir mucho mejor. Habíamos regresado, los tres y ahora las cosas podrían empezar a ser un poco más como antes, más normales, más tranquilas.
— Mañana después de desayunar podría ir a echar un vistazo a mis viejos artefactos, igual necesitan una puesta al día... o incluso podría hacer mejoras — sí, mis palabras denotaban autentica emoción. Poco a poco iba dejando El Agujero atrás.
— También estuve trabajando en algunas trampas fuera del perímetro, no sé cómo estarán ahora... — pensativo me puse en pie para ir hacia la puerta mientras seguía hablando. — A Nicholas no le hicieron mucha gracias, pero a mi me parecía un planazo, se trataba de una fosa que atraparía a los caminantes y los mantendría alejados de aquí. Tenía un mecanismo de sonido para atraerlos, sí, pero gracias a él no se desviarían hacia el campamento, esa era la idea y a él no le gustó, pensaba que vendrían hacia aquí. Yo sigo pensando que es buena... — alcé un dedo y los señalé. Me encontraba junto al umbral de la puerta. — ¿Nos acompañas o...? — miré a Matthew. — El mecanísmo de sonido era una campanita... es genial, porque no necesita pilas ni carga. ¡Solo viento!
— No, no digas eso hombre, a mi no me pareces un idiota — fue lo primero que se me ocurrió decir aunque no entendía ni la mitad de lo que acababa de decir. Sonreí nervioso de nuevo. — ¡Es genial! — sabía que no habría nada para mi por ahí, pero dormir en una cama calentita aquella noche pintaba demasiado bien.
— Saluda a Helena de mi parte, mañana iré a verla — dije a modo de despedida para Octavia. — Muchísimas gracias por todo Matthew — la verdad es que me empezaba a sentir mucho mejor. Habíamos regresado, los tres y ahora las cosas podrían empezar a ser un poco más como antes, más normales, más tranquilas.
— Mañana después de desayunar podría ir a echar un vistazo a mis viejos artefactos, igual necesitan una puesta al día... o incluso podría hacer mejoras — sí, mis palabras denotaban autentica emoción. Poco a poco iba dejando El Agujero atrás.
— También estuve trabajando en algunas trampas fuera del perímetro, no sé cómo estarán ahora... — pensativo me puse en pie para ir hacia la puerta mientras seguía hablando. — A Nicholas no le hicieron mucha gracias, pero a mi me parecía un planazo, se trataba de una fosa que atraparía a los caminantes y los mantendría alejados de aquí. Tenía un mecanismo de sonido para atraerlos, sí, pero gracias a él no se desviarían hacia el campamento, esa era la idea y a él no le gustó, pensaba que vendrían hacia aquí. Yo sigo pensando que es buena... — alcé un dedo y los señalé. Me encontraba junto al umbral de la puerta. — ¿Nos acompañas o...? — miré a Matthew. — El mecanísmo de sonido era una campanita... es genial, porque no necesita pilas ni carga. ¡Solo viento!
— Bu-bu-e-e-e-enas no-no-no-noches Octavia, des-des-des-cansa — la saludé con un gesto de cabeza mientras se marchaba. Quería terminar tan rápido las frases, que más nervioso me ponía y más me trababa. Mis labios se presionaron, uno junto al otro, formando una línea fina y recta, no sabía qué más decir.
— ¿Ha-hay aaa-al-gún mé-mé-di-co? — logré preguntar tras unos segundos de tortura en los que no lograba terminar la maldita pregunta. Me gustaría que la respuesta fuera afirmativa, pero algo me decía que no iba a ser así. Hoy en día era muy difícil encontrar a un médico. A veces hasta yo mismo me preguntaba si yo lo era, ya que al fin y al cabo todo lo que yo sabía era más teoría que práctica. Apenas había ejercido como tal, aunque el apocalipsis me había puesto en práctica. ¿Mis cosas? ¿Estarían mis cosas por allí? El día que nos fuimos en la auto caravana de Leo... sonreí para mis adentros al recordar una conversación entre ambos. Leo iba a buscar vete tú a saber, cuando Octavia y yo salimos a la carrera por no dejarlo solo. Mis cosas, todas mis cosas se habían quedado allí. Si mi viejo diario de apuntes estuviera allí... ¡Sería la persona más feliz del mundo!
— Gra-gracias — me puse de pie y acompañé a Leo, iba tras él escuchando su monólogo, mis labios ahora estaban ligeramente curvados. Sonreía, hacía mucho tiempo que no veía aquello, era Leo, simplemente siendo Leo. El Agujero se había podido quedar con muchas cosas, Rosi entre ellas, pero Leo estaba de vuelta y... pese a que veces él me sacara de mis casillas, ahora estaba feliz de verdad.
Me detuve y observé a Matthew cuando él le preguntó, esperando a que nos acompañase o nos indicase, de pronto me apetecía mucho la idea de una cama blandita y sábanas limpias.
— ¿Ha-hay aaa-al-gún mé-mé-di-co? — logré preguntar tras unos segundos de tortura en los que no lograba terminar la maldita pregunta. Me gustaría que la respuesta fuera afirmativa, pero algo me decía que no iba a ser así. Hoy en día era muy difícil encontrar a un médico. A veces hasta yo mismo me preguntaba si yo lo era, ya que al fin y al cabo todo lo que yo sabía era más teoría que práctica. Apenas había ejercido como tal, aunque el apocalipsis me había puesto en práctica. ¿Mis cosas? ¿Estarían mis cosas por allí? El día que nos fuimos en la auto caravana de Leo... sonreí para mis adentros al recordar una conversación entre ambos. Leo iba a buscar vete tú a saber, cuando Octavia y yo salimos a la carrera por no dejarlo solo. Mis cosas, todas mis cosas se habían quedado allí. Si mi viejo diario de apuntes estuviera allí... ¡Sería la persona más feliz del mundo!
— Gra-gracias — me puse de pie y acompañé a Leo, iba tras él escuchando su monólogo, mis labios ahora estaban ligeramente curvados. Sonreía, hacía mucho tiempo que no veía aquello, era Leo, simplemente siendo Leo. El Agujero se había podido quedar con muchas cosas, Rosi entre ellas, pero Leo estaba de vuelta y... pese a que veces él me sacara de mis casillas, ahora estaba feliz de verdad.
Me detuve y observé a Matthew cuando él le preguntó, esperando a que nos acompañase o nos indicase, de pronto me apetecía mucho la idea de una cama blandita y sábanas limpias.
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