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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Caminos, latas y recuerdos [Ryder]
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Uno de junio de 2016.
Habían pasado ya varias semanas desde que había dejado el hotel de montaña, y aunque viajar de nuevo se había vuelto una rutina en los últimos años, esta vez se sentía un poco raro. Ahora que el calor estaba apretando, ni siquiera tenía que cargar tanto equipo para el frío, aunque eso de dormir en el suelo seguía siendo igual de incómodo. Caminaba por una carretera desierta, con las zapatillas medio desgastadas y el ánimo más o menos en el mismo estado.
La noche anterior había conseguido un par de latas de conserva en una casa abandonada, lo cual, en los términos de hoy, era casi como ganar la lotería. Claro que solo se me ocurrió darme el festín sin pensar en las consecuencias: ahora llevaba rato buscando algún rincón para… digamos, liberar presión. Ahí estaba yo, revisando las esquinas como si fuera un chaval en su primer día de colegio buscando dónde escapar de la clase.
- Ay, madre mía, con lo fácil que sería encontrar un maldito baño en otro tiempo - murmuré para mí mismo mientras me arrimaba a un árbol a un lado de la carretera y dejaba que la naturaleza hiciera su trabajo. Una situación nada glamorosa, pero cuando la necesidad apremia, uno no se anda con tonterías.
Tras aliviarme, me subí la cremallera y me quedé un momento observando el horizonte, perdiéndome en mis pensamientos. Me daba cuenta de que, pese a que había aprendido a vivir solo y apañármelas por mi cuenta, echaba de menos algunas cosas… y a algunas personas. No podía evitar pensar en el tonto de Josh, en cómo habría hecho las cosas más entretenidas si hubiera estado aquí. Siempre tenía alguna ocurrencia o algún chiste malo que me sacaba una sonrisa, y aunque no lo reconocería en voz alta, extrañaba su compañía más de lo que me gustaba admitir. Pero las cosas eran como eran, y hasta donde sabía, estaba solo.
- Bueno, Belo, tira pa’lante - me dije a mí mismo, volviendo a ponerme la mochila al hombro y reanudando el camino, como si las palabras de aliento fueran a hacer alguna diferencia.
Con cada paso, el sol pegaba más fuerte, y aunque el calor era incómodo, me recordaba lo mucho que había cambiado todo. De pequeño, el verano era sinónimo de ir a algún lago con la familia o de intentar ligar con alguna chica en la piscina del barrio. Ahora, era una señal de que debía andar con más cuidado; el calor secaba el terreno, y los zombies, como las ratas, se aparecían en los lugares menos esperados.
En cualquier caso, no podía dejar que el humor se me fuera por completo. Saqué un cigarro de la mochila, lo encendí, y me seguí riendo de mis propias tonterías mientras pensaba en lo ridículo que debía verme, un tipo con la camiseta medio rota y el pelo todo desaliñado, caminando por la carretera como si fuera el héroe de alguna película de bajo presupuesto.
- A ver si encuentro algo mejor que latas esta vez, que no quiero andar cazando rincones cada dos por tres - murmuré, lanzando el cigarro al suelo tras un par de caladas y aplastándolo con el pie.
Y así, con la mochila cada vez más ligera y el recuerdo de Josh revoloteando en mi cabeza, seguí adelante, un paso tras otro, en busca de… quién sabe. Cosas peores me habían pasado, y si había sobrevivido hasta aquí, no iba a dejar que un poco de calor y unos malos chistes en mi cabeza me detuvieran ahora. Menos cuando en la lejanía aparecía un edificio, erguido justo en el horizonte, tal vez mi suerte comenzaba a cambiar.
Habían pasado ya varias semanas desde que había dejado el hotel de montaña, y aunque viajar de nuevo se había vuelto una rutina en los últimos años, esta vez se sentía un poco raro. Ahora que el calor estaba apretando, ni siquiera tenía que cargar tanto equipo para el frío, aunque eso de dormir en el suelo seguía siendo igual de incómodo. Caminaba por una carretera desierta, con las zapatillas medio desgastadas y el ánimo más o menos en el mismo estado.
La noche anterior había conseguido un par de latas de conserva en una casa abandonada, lo cual, en los términos de hoy, era casi como ganar la lotería. Claro que solo se me ocurrió darme el festín sin pensar en las consecuencias: ahora llevaba rato buscando algún rincón para… digamos, liberar presión. Ahí estaba yo, revisando las esquinas como si fuera un chaval en su primer día de colegio buscando dónde escapar de la clase.
- Ay, madre mía, con lo fácil que sería encontrar un maldito baño en otro tiempo - murmuré para mí mismo mientras me arrimaba a un árbol a un lado de la carretera y dejaba que la naturaleza hiciera su trabajo. Una situación nada glamorosa, pero cuando la necesidad apremia, uno no se anda con tonterías.
Tras aliviarme, me subí la cremallera y me quedé un momento observando el horizonte, perdiéndome en mis pensamientos. Me daba cuenta de que, pese a que había aprendido a vivir solo y apañármelas por mi cuenta, echaba de menos algunas cosas… y a algunas personas. No podía evitar pensar en el tonto de Josh, en cómo habría hecho las cosas más entretenidas si hubiera estado aquí. Siempre tenía alguna ocurrencia o algún chiste malo que me sacaba una sonrisa, y aunque no lo reconocería en voz alta, extrañaba su compañía más de lo que me gustaba admitir. Pero las cosas eran como eran, y hasta donde sabía, estaba solo.
- Bueno, Belo, tira pa’lante - me dije a mí mismo, volviendo a ponerme la mochila al hombro y reanudando el camino, como si las palabras de aliento fueran a hacer alguna diferencia.
Con cada paso, el sol pegaba más fuerte, y aunque el calor era incómodo, me recordaba lo mucho que había cambiado todo. De pequeño, el verano era sinónimo de ir a algún lago con la familia o de intentar ligar con alguna chica en la piscina del barrio. Ahora, era una señal de que debía andar con más cuidado; el calor secaba el terreno, y los zombies, como las ratas, se aparecían en los lugares menos esperados.
En cualquier caso, no podía dejar que el humor se me fuera por completo. Saqué un cigarro de la mochila, lo encendí, y me seguí riendo de mis propias tonterías mientras pensaba en lo ridículo que debía verme, un tipo con la camiseta medio rota y el pelo todo desaliñado, caminando por la carretera como si fuera el héroe de alguna película de bajo presupuesto.
- A ver si encuentro algo mejor que latas esta vez, que no quiero andar cazando rincones cada dos por tres - murmuré, lanzando el cigarro al suelo tras un par de caladas y aplastándolo con el pie.
Y así, con la mochila cada vez más ligera y el recuerdo de Josh revoloteando en mi cabeza, seguí adelante, un paso tras otro, en busca de… quién sabe. Cosas peores me habían pasado, y si había sobrevivido hasta aquí, no iba a dejar que un poco de calor y unos malos chistes en mi cabeza me detuvieran ahora. Menos cuando en la lejanía aparecía un edificio, erguido justo en el horizonte, tal vez mi suerte comenzaba a cambiar.
No sabía si era más absurdo el hecho de que seguía viva o que hubiera acabado cruzándome con alguien que parecía sacado directamente de una serie de supervivencia de bajo presupuesto. Había estado caminando por esa misma carretera cuando lo vi en la distancia: desaliñado, con pinta de tener más calor del que podía soportar y una forma curiosa de hablar solo. En otro contexto, habría sido fácil confundirlo con un loco. Pero en este mundo, todos lo estábamos un poco.
Decidí no hacerme notar de inmediato. Lo seguí desde la distancia, esperando averiguar si era una amenaza o solo un pobre diablo que también intentaba sobrevivir. Cuando se detuvo para… bueno, aliviarse contra un árbol, tuve que morderme la lengua para no soltar una carcajada. Menuda visión tan imponente para un primer encuentro. A pesar de todo, había algo en él que me resultaba extrañamente familiar.
Avancé un poco más y me apoyé en un coche abandonado que estaba al borde de la carretera. Cuando se dio cuenta de mi presencia, ya estaba a medio camino de encender un cigarro. Perfecto.
- ¡No te preocupes, colega! No vine a interrumpir tu momento íntimo con la naturaleza - dije en tono burlón, levantando las manos como si me declarara culpable de algo.
Lo miré de arriba abajo, arqueando una ceja.
- Por cierto, te falta la camiseta sin mangas y el machete para completar el look de “héroe de película barata”. Aunque ese cigarro casi lo compensa - Le señalé el cigarro y me crucé de brazos.
Sin esperar una invitación, di unos pasos hacia él, manteniendo las manos a la vista. Aunque no parecía el tipo de persona que atacaría sin razón, uno nunca podía estar seguro.
- ¿Entonces? ¿Eres de los que sobreviven a base de latas y chistes malos, o hay algo más interesante en tu vida? - pregunté, aunque mi tono no era realmente hostil, más bien una forma de romper el hielo.
Hacía semanas que no tenía una conversación decente con nadie, y aunque no lo admitiría fácilmente, la idea de cruzar unas palabras con alguien que no fuera un zombie era… agradable.
Decidí no hacerme notar de inmediato. Lo seguí desde la distancia, esperando averiguar si era una amenaza o solo un pobre diablo que también intentaba sobrevivir. Cuando se detuvo para… bueno, aliviarse contra un árbol, tuve que morderme la lengua para no soltar una carcajada. Menuda visión tan imponente para un primer encuentro. A pesar de todo, había algo en él que me resultaba extrañamente familiar.
Avancé un poco más y me apoyé en un coche abandonado que estaba al borde de la carretera. Cuando se dio cuenta de mi presencia, ya estaba a medio camino de encender un cigarro. Perfecto.
- ¡No te preocupes, colega! No vine a interrumpir tu momento íntimo con la naturaleza - dije en tono burlón, levantando las manos como si me declarara culpable de algo.
Lo miré de arriba abajo, arqueando una ceja.
- Por cierto, te falta la camiseta sin mangas y el machete para completar el look de “héroe de película barata”. Aunque ese cigarro casi lo compensa - Le señalé el cigarro y me crucé de brazos.
Sin esperar una invitación, di unos pasos hacia él, manteniendo las manos a la vista. Aunque no parecía el tipo de persona que atacaría sin razón, uno nunca podía estar seguro.
- ¿Entonces? ¿Eres de los que sobreviven a base de latas y chistes malos, o hay algo más interesante en tu vida? - pregunté, aunque mi tono no era realmente hostil, más bien una forma de romper el hielo.
Hacía semanas que no tenía una conversación decente con nadie, y aunque no lo admitiría fácilmente, la idea de cruzar unas palabras con alguien que no fuera un zombie era… agradable.
- Muchas cosas:
- Home:
Graaacias Jason
- Life Is Strange...:
- Multipass!:
No me esperaba compañía, y mucho menos alguien que apareciera con esa actitud tan chula, como si el apocalipsis no le hubiera pasado factura. Cuando escuché su comentario sobre mi "momento íntimo", me giré, parpadeando como un idiota. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No tenía ni idea, pero si había visto lo que había visto, al menos no se lo guardaba.
- ¡Eh! Pues mira, si a los árboles no les importa, a ti tampoco debería, ¿no? - respondí mientras apagaba el cigarro en el suelo con el pie, tratando de recomponerme. Eso sí, no pude evitar soltar una risa. No todos los días alguien te pilla tan literalmente con los pantalones bajados y te lo suelta con esa soltura.
Cuando mencionó lo de la camiseta sin mangas y el machete, me llevé una mano al pecho fingiendo estar dolido.
- ¡Me hieres! ¿De verdad doy tanta pinta de héroe cutre? Si quieres, puedo añadir una banda sonora dramática mientras camino por la carretera. Eso sí, tendrías que cantarla tú, porque mis habilidades musicales se limitan a tocar la flauta en el colegio - le guiñé un ojo, dejando que el sarcasmo le devolviera la broma.
La observé mientras se acercaba, todavía con ese aire de "a ver qué tienes para ofrecer, colega". Parecía dura, alguien que sabía cómo manejarse, pero no pude evitar notar un destello en sus ojos, algo que me decía que también había pasado por lo suyo. Aunque, claro, no iba a preguntarle directamente. Teníamos que mantener las apariencias, ¿no?
- ¿Latas y chistes malos? - repetí, echándome a reír mientras me rascaba la nuca - Pues sí, esa es mi técnica secreta para sobrevivir. Aunque si te quedas un rato, podría impresionarte con un repertorio de chistes tan malos que te harían replantearte la vida.
Me crucé de brazos, mirándola con una sonrisa que sabía que parecía más un intento descarado de flirtear que otra cosa.
- Pero, oye, no te quedes solo con la primera impresión. ¿Y tú qué? ¿Apareces en mitad de la nada para criticar el vestuario de los demás o también tienes alguna historia interesante? - hice una pausa, inclinándome un poco hacia ella como si fuera a contarle un secreto - Porque, te aviso, si es para ligar, la cola es larga.
Solté otra carcajada antes de darle una señal para que me siguiera.
- Venga, acompáñame un rato. Te invito a un cigarro... si encuentras algo más interesante que un par de zombies por el camino, ya sería un milagro.
- ¡Eh! Pues mira, si a los árboles no les importa, a ti tampoco debería, ¿no? - respondí mientras apagaba el cigarro en el suelo con el pie, tratando de recomponerme. Eso sí, no pude evitar soltar una risa. No todos los días alguien te pilla tan literalmente con los pantalones bajados y te lo suelta con esa soltura.
Cuando mencionó lo de la camiseta sin mangas y el machete, me llevé una mano al pecho fingiendo estar dolido.
- ¡Me hieres! ¿De verdad doy tanta pinta de héroe cutre? Si quieres, puedo añadir una banda sonora dramática mientras camino por la carretera. Eso sí, tendrías que cantarla tú, porque mis habilidades musicales se limitan a tocar la flauta en el colegio - le guiñé un ojo, dejando que el sarcasmo le devolviera la broma.
La observé mientras se acercaba, todavía con ese aire de "a ver qué tienes para ofrecer, colega". Parecía dura, alguien que sabía cómo manejarse, pero no pude evitar notar un destello en sus ojos, algo que me decía que también había pasado por lo suyo. Aunque, claro, no iba a preguntarle directamente. Teníamos que mantener las apariencias, ¿no?
- ¿Latas y chistes malos? - repetí, echándome a reír mientras me rascaba la nuca - Pues sí, esa es mi técnica secreta para sobrevivir. Aunque si te quedas un rato, podría impresionarte con un repertorio de chistes tan malos que te harían replantearte la vida.
Me crucé de brazos, mirándola con una sonrisa que sabía que parecía más un intento descarado de flirtear que otra cosa.
- Pero, oye, no te quedes solo con la primera impresión. ¿Y tú qué? ¿Apareces en mitad de la nada para criticar el vestuario de los demás o también tienes alguna historia interesante? - hice una pausa, inclinándome un poco hacia ella como si fuera a contarle un secreto - Porque, te aviso, si es para ligar, la cola es larga.
Solté otra carcajada antes de darle una señal para que me siguiera.
- Venga, acompáñame un rato. Te invito a un cigarro... si encuentras algo más interesante que un par de zombies por el camino, ya sería un milagro.
- Spoiler:
Lo observé mientras soltaba su verborrea de chico simpático, de esos que creen que pueden flirtear con cualquiera porque tienen una sonrisa que lo arregla todo. Y aunque el tipo era gracioso, una parte de mí no podía evitar preguntarme si estaba siendo así porque realmente era buena persona o porque le había afectado demasiado el calor. Aun así, mi instinto me decía que podía confiar en él… hasta cierto punto. Parecía buena gente, aunque también del tipo que te contaría un chiste malo en tu lecho de muerte.
- ¿La cola es larga? - repetí a modo de pregunta, levantando una ceja mientras trataba de no reírme. Me crucé de brazos y le di una mirada rápida de arriba a abajo, fingiendo analizarlo - Bueno, chico de las latas y los chistes malos, no sé si en esa cola hay alguien que realmente valore los calzoncillos con zurrapa que seguro llevas debajo de esos pantalones. Pero quién soy yo para juzgar tus talentos ocultos - le sonreí, alzando un hombro.
Cuando me ofreció un cigarro, lo miré como si acabara de sugerir que bailara sobre una mesa.
- Paso. Tengo suficiente con intentar no morir en este mundo como para encima añadir un hábito que me dé tos - negué con la cabeza y añadí en tono burlón - Pero aprecio el gesto. Muy de "héroe de película barata", eso sí.
Decidí dar un paso más hacia él, aunque manteniendo cierta distancia por si las moscas. No parecía peligroso, pero siempre era mejor pecar de cauta que acabar en un bar de zombies metafórico.
- Está bien, te acompañaré. Al menos parece que tienes sentido de la orientación, y no me vendrá mal un poco de compañía que no sea mi eco en mitad del bosque. Pero, te advierto, si vamos hacia ese bar y descubro que no tienen Wi-Fi, me voy a decepcionar mucho - reí entre dientes, dejando que supiera que no iba completamente en serio.
Mientras comenzábamos a caminar, lo miré de reojo, tratando de leerlo un poco mejor. Había algo en su forma de hablar que me recordaba a alguien… tal vez a Tom, o a esos compañeros que se las arreglaban para encontrar algo gracioso incluso en los peores momentos. Suspiré, aceptando que, aunque estuviera siendo algo escéptica, ya me estaba sintiendo un poco más cómoda. A fin de cuentas, si era una trampa, era la trampa más simpática con la que me había cruzado en años.
- Por cierto, no me has dicho tu nombre. Yo soy Ryder. Digo, por si necesito gritarte que corras si aparece algo más rápido que nosotros.
Sonreí de lado, dejando que la conversación fluyera mientras avanzábamos hacia el bar. En el fondo, no podía negar que estaba agradecida de no estar sola por una vez. Aunque, claro, jamás se lo admitiría.
- ¿La cola es larga? - repetí a modo de pregunta, levantando una ceja mientras trataba de no reírme. Me crucé de brazos y le di una mirada rápida de arriba a abajo, fingiendo analizarlo - Bueno, chico de las latas y los chistes malos, no sé si en esa cola hay alguien que realmente valore los calzoncillos con zurrapa que seguro llevas debajo de esos pantalones. Pero quién soy yo para juzgar tus talentos ocultos - le sonreí, alzando un hombro.
Cuando me ofreció un cigarro, lo miré como si acabara de sugerir que bailara sobre una mesa.
- Paso. Tengo suficiente con intentar no morir en este mundo como para encima añadir un hábito que me dé tos - negué con la cabeza y añadí en tono burlón - Pero aprecio el gesto. Muy de "héroe de película barata", eso sí.
Decidí dar un paso más hacia él, aunque manteniendo cierta distancia por si las moscas. No parecía peligroso, pero siempre era mejor pecar de cauta que acabar en un bar de zombies metafórico.
- Está bien, te acompañaré. Al menos parece que tienes sentido de la orientación, y no me vendrá mal un poco de compañía que no sea mi eco en mitad del bosque. Pero, te advierto, si vamos hacia ese bar y descubro que no tienen Wi-Fi, me voy a decepcionar mucho - reí entre dientes, dejando que supiera que no iba completamente en serio.
Mientras comenzábamos a caminar, lo miré de reojo, tratando de leerlo un poco mejor. Había algo en su forma de hablar que me recordaba a alguien… tal vez a Tom, o a esos compañeros que se las arreglaban para encontrar algo gracioso incluso en los peores momentos. Suspiré, aceptando que, aunque estuviera siendo algo escéptica, ya me estaba sintiendo un poco más cómoda. A fin de cuentas, si era una trampa, era la trampa más simpática con la que me había cruzado en años.
- Por cierto, no me has dicho tu nombre. Yo soy Ryder. Digo, por si necesito gritarte que corras si aparece algo más rápido que nosotros.
Sonreí de lado, dejando que la conversación fluyera mientras avanzábamos hacia el bar. En el fondo, no podía negar que estaba agradecida de no estar sola por una vez. Aunque, claro, jamás se lo admitiría.
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Me reí por lo bajo mientras ella me soltaba su rollo, mirándome como si acabara de salir de un casting para una película de serie B. Tenía que admitirlo: me encantaba su forma de ser. Sarcástica, directa… aunque, claro, no se lo iba a decir. No iba a darle esa satisfacción. En lugar de eso, me llevé una mano al pecho, fingiendo estar ofendido por lo de la cola y, peor aún, por los calzoncillos.
- ¡Ah, pero qué falta de respeto! Mis calzoncillos están en perfecto estado. Bueno, en estado… algo - le guiñé un ojo, dejando que la broma se colara en el aire mientras me encogía de hombros - ¿Y qué hay de ti? ¿Qué talentos ocultos tienes además de criticar el vestuario ajeno? Porque ya te digo, no todo el mundo puede lucir este estilo apocalíptico desaliñado con tanta gracia - hice como si mi cabello fuera más largo y tratara de peinarme.
Cuando rechazó el cigarro y soltó lo de "héroe de película barata", solté una carcajada.
- Vale, vale, lo pillo, no eres fan del tabaco. Pero no te metas mucho con mi imagen de héroe cutre. Esto me lleva años de perfección y cero duchas.
Seguimos caminando mientras soltábamos alguna que otra tontería por el camino. Me di cuenta de que, aunque parecía dura y bastante escéptica, su compañía era sorprendentemente agradable. Tal vez porque llevaba semanas hablando solo o con los árboles. Tal vez porque, bueno, simplemente tenía ese algo que hacía que la conversación fluyera.
Cuando se presentó como Ryder y preguntó por mi nombre, le respondí con una sonrisa.
- Adrian Belikov. Aunque puedes llamarme Belo, que es más corto y tiene más rollo. Además, seguro que me lo gritarás mejor si tenemos que salir corriendo de algo, ¿no?
Hice una pausa cuando el bar apareció a lo lejos, un edificio pequeño y desvencijado al borde de la carretera. La pintura estaba casi completamente descascarada, y el cartel de "Joe’s Roadhouse" colgaba torcido de un lado, como si el tiempo y el viento hubieran decidido ensañarse con él. Las ventanas estaban rotas, las cortinas raídas ondeaban al viento, y la puerta principal estaba medio abierta, oscilando lentamente con cada ráfaga.
- Bueno, ahí está nuestro palacio de lujo - comenté, señalando el lugar mientras ajustaba la mochila en mi hombro - Prometí un bar, pero no dije nada sobre que estuviera en buen estado.
Empujé la puerta con el pie, dejando que se abriera del todo, revelando un interior cubierto de polvo y telarañas. Las mesas estaban volcadas, algunas sillas partidas en pedazos, y el mostrador tenía más marcas de golpes que un saco de boxeo. En una esquina, una máquina de discos completamente destartalada parecía haberse rendido hacía décadas.
- Qué acogedor, ¿eh? Casi que hasta siento la música de fondo y los camareros trayéndonos bebidas - me reí mientras avanzaba hacia el mostrador, mirando a mi alrededor por si algo interesante se escondía entre el caos - Quién sabe, igual hasta encontramos algo más útil que polvo y decepción.
Revisé debajo del mostrador, encontrando botellas vacías y algún que otro vaso roto.
- Pues nada, Ryder, si querías Wi-Fi, creo que tendrás que conformarte con la conexión espiritual que ofrecen las telarañas - Levanté una botella vacía, fingiendo un brindis, antes de dejarla sobre el mostrador.
La miré, divertido, mientras sacudía las manos para quitarme el polvo.
- Bueno, ¿qué te parece? ¿Un tour por este maravilloso lugar o ya estás lista para salir corriendo? - bromeé, esperando que su respuesta tuviera ese tono ingenioso que ya empezaba a disfrutar más de lo que admitía.
- ¡Ah, pero qué falta de respeto! Mis calzoncillos están en perfecto estado. Bueno, en estado… algo - le guiñé un ojo, dejando que la broma se colara en el aire mientras me encogía de hombros - ¿Y qué hay de ti? ¿Qué talentos ocultos tienes además de criticar el vestuario ajeno? Porque ya te digo, no todo el mundo puede lucir este estilo apocalíptico desaliñado con tanta gracia - hice como si mi cabello fuera más largo y tratara de peinarme.
Cuando rechazó el cigarro y soltó lo de "héroe de película barata", solté una carcajada.
- Vale, vale, lo pillo, no eres fan del tabaco. Pero no te metas mucho con mi imagen de héroe cutre. Esto me lleva años de perfección y cero duchas.
Seguimos caminando mientras soltábamos alguna que otra tontería por el camino. Me di cuenta de que, aunque parecía dura y bastante escéptica, su compañía era sorprendentemente agradable. Tal vez porque llevaba semanas hablando solo o con los árboles. Tal vez porque, bueno, simplemente tenía ese algo que hacía que la conversación fluyera.
Cuando se presentó como Ryder y preguntó por mi nombre, le respondí con una sonrisa.
- Adrian Belikov. Aunque puedes llamarme Belo, que es más corto y tiene más rollo. Además, seguro que me lo gritarás mejor si tenemos que salir corriendo de algo, ¿no?
Hice una pausa cuando el bar apareció a lo lejos, un edificio pequeño y desvencijado al borde de la carretera. La pintura estaba casi completamente descascarada, y el cartel de "Joe’s Roadhouse" colgaba torcido de un lado, como si el tiempo y el viento hubieran decidido ensañarse con él. Las ventanas estaban rotas, las cortinas raídas ondeaban al viento, y la puerta principal estaba medio abierta, oscilando lentamente con cada ráfaga.
- Bueno, ahí está nuestro palacio de lujo - comenté, señalando el lugar mientras ajustaba la mochila en mi hombro - Prometí un bar, pero no dije nada sobre que estuviera en buen estado.
Empujé la puerta con el pie, dejando que se abriera del todo, revelando un interior cubierto de polvo y telarañas. Las mesas estaban volcadas, algunas sillas partidas en pedazos, y el mostrador tenía más marcas de golpes que un saco de boxeo. En una esquina, una máquina de discos completamente destartalada parecía haberse rendido hacía décadas.
- Qué acogedor, ¿eh? Casi que hasta siento la música de fondo y los camareros trayéndonos bebidas - me reí mientras avanzaba hacia el mostrador, mirando a mi alrededor por si algo interesante se escondía entre el caos - Quién sabe, igual hasta encontramos algo más útil que polvo y decepción.
Revisé debajo del mostrador, encontrando botellas vacías y algún que otro vaso roto.
- Pues nada, Ryder, si querías Wi-Fi, creo que tendrás que conformarte con la conexión espiritual que ofrecen las telarañas - Levanté una botella vacía, fingiendo un brindis, antes de dejarla sobre el mostrador.
La miré, divertido, mientras sacudía las manos para quitarme el polvo.
- Bueno, ¿qué te parece? ¿Un tour por este maravilloso lugar o ya estás lista para salir corriendo? - bromeé, esperando que su respuesta tuviera ese tono ingenioso que ya empezaba a disfrutar más de lo que admitía.
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