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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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La broma asesina [Nicholas Robles]
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- ¡¿Pero cuanto queda?! - sentía los pies doloridos, el cuerpo parecía pesar más de la cuenta y sentía que en cualquier momento me vendría abajo. Apenas me quedaba agua o comida y el cansancio era ya insoportable. No podía más, pero parar no era una opción. Aún así el cansancio acumulado y mi cuerpo cedieron. Caí de rodillas en mitad de aquella carretera. La bolsa de deporte a un lado, me hice algo de daño en las rodillas pero apenas lo sentí.
El sol daba de lleno en aquella zona y por tanto caía criminal sobre mi cabeza. Hacía un calor de mil demonios. Por un lado era bueno, significaba que ya estaba cerca, por el otro suponía un problema, uno grande y era obvio. El agua de mi botella ya se había acabado, aún así arañé hasta la última gota, cuando vi que ya no caía nada la lancé de nuevo en el interior de la bolsa de deporte. No iba a lograr llegar.
- Joder - susurré llevándome las manos a la cara. No iba a ser capaz, ya no podía más. Había sobrevivido mucho tiempo fuera, pero esa carrera, esa forma de cruzar el país en menos de un mes estaba pudiendo conmigo. Estaba agotada, hambrienta, sedienta y asustada. Pues sabía que cuando regresara recibiría una buena bronca, si es que me dejaban volver... Me eché a llorar allí mismo, como una cría. Bueno, llorar... Algo parecido, ni siquiera brotaron lágrimas de mis ojos, estaba deshidratada.
Sollozaba porque no me sentía con las fuerzas de seguir, sentía que el mundo por fin caía sobre mi y no era capaz de evitar los golpes. Por más que mi cerebro me animara a levantarme mi cuerpo no era capaz de responder. Cada extremidad pesaba el doble o incluso el triple. Al final terminé por ceder aún más y dejarme caer a un lado, apoyando mi cabeza sobre la bolsa de deporte. El asfalto ardía, el sol me daba de lleno, pues no había sombra bajo la que refugiarse.
¿Cuanto tiempo había pasado?
«¿Ha merecido la pena morir por ello?» Me preguntó una voz. Pestañeé. ¿Qué había sido aquello? - ¡¿Qué?! - traté de erguirme y mirar a mi alrededor, pero no pude ver a nadie, estaba totalmente sola. Me apoyé con ambas manos en el suelo y logré levantarme a duras penas. «Cariño» Aquella voz... Miré en varias direcciones. - ¿Mamá...? - mi expresión se rompió al reconocer su voz. Una lágrima cayó por mi mejilla izquierda. «¡Cielo, no dejes que él te atrape!» - ¡¡MAMÁ!! - grité. «¡Ryder!» Me giré mirando en varios direcciones, bruscamente. ¿De dónde procedía aquella voz?, era como si sonase cerca, tan cerca... La carretera comenzó a tambalearse, con ella el suelo y el desierto que la rodeaba, avancé varios pasos, no era ni capaz de andar en linea recta. Entonces no aguanté más y caí al suelo.
El sol daba de lleno en aquella zona y por tanto caía criminal sobre mi cabeza. Hacía un calor de mil demonios. Por un lado era bueno, significaba que ya estaba cerca, por el otro suponía un problema, uno grande y era obvio. El agua de mi botella ya se había acabado, aún así arañé hasta la última gota, cuando vi que ya no caía nada la lancé de nuevo en el interior de la bolsa de deporte. No iba a lograr llegar.
- Joder - susurré llevándome las manos a la cara. No iba a ser capaz, ya no podía más. Había sobrevivido mucho tiempo fuera, pero esa carrera, esa forma de cruzar el país en menos de un mes estaba pudiendo conmigo. Estaba agotada, hambrienta, sedienta y asustada. Pues sabía que cuando regresara recibiría una buena bronca, si es que me dejaban volver... Me eché a llorar allí mismo, como una cría. Bueno, llorar... Algo parecido, ni siquiera brotaron lágrimas de mis ojos, estaba deshidratada.
Sollozaba porque no me sentía con las fuerzas de seguir, sentía que el mundo por fin caía sobre mi y no era capaz de evitar los golpes. Por más que mi cerebro me animara a levantarme mi cuerpo no era capaz de responder. Cada extremidad pesaba el doble o incluso el triple. Al final terminé por ceder aún más y dejarme caer a un lado, apoyando mi cabeza sobre la bolsa de deporte. El asfalto ardía, el sol me daba de lleno, pues no había sombra bajo la que refugiarse.
¿Cuanto tiempo había pasado?
«¿Ha merecido la pena morir por ello?» Me preguntó una voz. Pestañeé. ¿Qué había sido aquello? - ¡¿Qué?! - traté de erguirme y mirar a mi alrededor, pero no pude ver a nadie, estaba totalmente sola. Me apoyé con ambas manos en el suelo y logré levantarme a duras penas. «Cariño» Aquella voz... Miré en varias direcciones. - ¿Mamá...? - mi expresión se rompió al reconocer su voz. Una lágrima cayó por mi mejilla izquierda. «¡Cielo, no dejes que él te atrape!» - ¡¡MAMÁ!! - grité. «¡Ryder!» Me giré mirando en varios direcciones, bruscamente. ¿De dónde procedía aquella voz?, era como si sonase cerca, tan cerca... La carretera comenzó a tambalearse, con ella el suelo y el desierto que la rodeaba, avancé varios pasos, no era ni capaz de andar en linea recta. Entonces no aguanté más y caí al suelo.
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El calor se hacía insoportable a esas horas del día, y eso que todavía faltaba bastante para el verano. Las fronteras del desierto se habían expandido con el pasar de los años, y la arena cubrió todo lo que no recibía constante mantenimiento. Ni un sólo árbol que hiciera sombra se veía en el horizonte, y ya ni hablar de un lago o al menos una charca de agua. Era terrible tener que aguantar semejante bochorno cada vez que salía de la base, pues debía atravesar un enorme desierto a fuerza si quería visitar otros estados del país. Por fortuna mi cuerpo terminó por adaptarse al medio extremo, y aunque todavía me llegaban los efectos de la deshidratación, se hacían menos frecuentes con el pasar de los días, semanas y meses.
Iba conduciendo mi coche por una de las principales carreteras que lastimosamente atravesaban el desierto. La arena sobre el asfalto me impedía ver con claridad la ruta, y si por algún instante me llegaba a distraer y me desviaba, sería muy fácil perderme entre el mar de arena. El rugido del motor hacía eco entre el silencio del paisaje, como queriendo hacerse notar adrede. Cualquier persona o muerto viviente a unos cien metros, o tal vez un poco más, podría escuchar ese inconfundible ruido de motor a punto de petar. El coche tenía bastante uso, y los constantes viajes por el desierto hacían que su interior se llenase de arena, que a la larga terminaría estropeando todo. Afortunadamente no era el único vehículo a mi disposición.
Seguí avanzando, con el sol candente iluminando mi rostro, y pasando la lengua por mis resecos labios. Tomé la botella de plástico que yacía a mi lado y bebí un sorbo de agua; sólo un sorbo, porque debía asegurarme de tener suficiente para todo el largo camino que me quedaba por delante. Ese pequeño sorbo pasó por mi garganta cual elixir de los dioses. Quería beber más, ansiaba tener toda esa agua remojando mi boca. ¿Acaso el agua tiene propiedades adictivas?
En algún punto de la carretera, una silueta humanoide se dejó ver tendida en el suelo. Me coloqué el cinturón de seguridad y aceleré para arrollar a lo que creía era una bestia come carnes. Una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro mientras imaginaba cómo su sangre resaca mancharía el parabrisas. Pero el plan se derrumbó cuando al acercarme me di cuenta que no se trataba de un muerto, sino de alguien con vida. Frené en seco echando mi cuerpo hacia adelante. Estuve a punto de atropellar a esa atolondrada mujer. Me bajé del auto y corrí en su auxilio. -Oye, ¿estás bien? ¿no te atropellé?.
Iba conduciendo mi coche por una de las principales carreteras que lastimosamente atravesaban el desierto. La arena sobre el asfalto me impedía ver con claridad la ruta, y si por algún instante me llegaba a distraer y me desviaba, sería muy fácil perderme entre el mar de arena. El rugido del motor hacía eco entre el silencio del paisaje, como queriendo hacerse notar adrede. Cualquier persona o muerto viviente a unos cien metros, o tal vez un poco más, podría escuchar ese inconfundible ruido de motor a punto de petar. El coche tenía bastante uso, y los constantes viajes por el desierto hacían que su interior se llenase de arena, que a la larga terminaría estropeando todo. Afortunadamente no era el único vehículo a mi disposición.
Seguí avanzando, con el sol candente iluminando mi rostro, y pasando la lengua por mis resecos labios. Tomé la botella de plástico que yacía a mi lado y bebí un sorbo de agua; sólo un sorbo, porque debía asegurarme de tener suficiente para todo el largo camino que me quedaba por delante. Ese pequeño sorbo pasó por mi garganta cual elixir de los dioses. Quería beber más, ansiaba tener toda esa agua remojando mi boca. ¿Acaso el agua tiene propiedades adictivas?
En algún punto de la carretera, una silueta humanoide se dejó ver tendida en el suelo. Me coloqué el cinturón de seguridad y aceleré para arrollar a lo que creía era una bestia come carnes. Una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro mientras imaginaba cómo su sangre resaca mancharía el parabrisas. Pero el plan se derrumbó cuando al acercarme me di cuenta que no se trataba de un muerto, sino de alguien con vida. Frené en seco echando mi cuerpo hacia adelante. Estuve a punto de atropellar a esa atolondrada mujer. Me bajé del auto y corrí en su auxilio. -Oye, ¿estás bien? ¿no te atropellé?.
Sentía la arena ardiendo bajo mi cuerpo. Con todo aquel calor la sensación de bochorno era aún peor. Me sentía como una chuleta en una barbacoa. Pero ya no era capaz de moverme o de levantarme, el cansancio había vencido y me dormía justo allí. Trataba de ponerme en pie, pero cuando lo hacía me daba cuenta de que seguía tirada en el suelo. Sí, era el típico y estúpido sueño. Pensabas que estabas despierta pero en realidad seguías durmiendo.
Un fuerte ruido provocó que abriera los ojos de par en par o al menos lo mejor que pude. ¿Qué era aquel ruido?, traté de mirar en busca de su procedencia, pero en aquella superficie tan grande y con lo desorientada que estaba apenas fui capaz de distinguir procedencia alguna. Lo único que pude hacer fue levantar una mano para tratar de hacer sombra sobre mi rostro. La intensa luz del sol me cegaba por completo.
¿Era aquello un coche?, cuando lo vi tan cerca pensé que verdaderamente iba a morir en aquel lugar y ni por esas mis piernas respondieron. Caí sobre la arena y cerré los ojos con fuerza. Me sentía tan débil que ya todo me comenzó a dar igual.
- Hace mucho calor... - logré susurrar. - Tengo sed, mucha sed - con aquellos delirios ni me preocupé de escuchar el sonido de una voz masculina. ¿Y si no era de fiar?, en aquel momento no me importó, solo respondí a su pregunta de la forma más tonta que pude. - No, creo... - ¿de verdad me había atropellado?, tal vez por eso me sentía así de pesada, ¿o era el calor y el cansancio? No era capaz de pensar con claridad, bueno, básicamente pensar algo lógico. Estiré los brazos en busca de él, una de mis manos se aferró débilmente a su brazo y aunque lo hacía con todas mis fuerzas no fue nada. Seguía con los ojos cerrados, pestañeé y traté de ver a aquel hombre. Apenas vi una mancha borrosa antes de volver a cerrar los ojos. Y todo se apagó.
Un fuerte ruido provocó que abriera los ojos de par en par o al menos lo mejor que pude. ¿Qué era aquel ruido?, traté de mirar en busca de su procedencia, pero en aquella superficie tan grande y con lo desorientada que estaba apenas fui capaz de distinguir procedencia alguna. Lo único que pude hacer fue levantar una mano para tratar de hacer sombra sobre mi rostro. La intensa luz del sol me cegaba por completo.
¿Era aquello un coche?, cuando lo vi tan cerca pensé que verdaderamente iba a morir en aquel lugar y ni por esas mis piernas respondieron. Caí sobre la arena y cerré los ojos con fuerza. Me sentía tan débil que ya todo me comenzó a dar igual.
- Hace mucho calor... - logré susurrar. - Tengo sed, mucha sed - con aquellos delirios ni me preocupé de escuchar el sonido de una voz masculina. ¿Y si no era de fiar?, en aquel momento no me importó, solo respondí a su pregunta de la forma más tonta que pude. - No, creo... - ¿de verdad me había atropellado?, tal vez por eso me sentía así de pesada, ¿o era el calor y el cansancio? No era capaz de pensar con claridad, bueno, básicamente pensar algo lógico. Estiré los brazos en busca de él, una de mis manos se aferró débilmente a su brazo y aunque lo hacía con todas mis fuerzas no fue nada. Seguía con los ojos cerrados, pestañeé y traté de ver a aquel hombre. Apenas vi una mancha borrosa antes de volver a cerrar los ojos. Y todo se apagó.
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Esta era una situación que se me hacía tremendamente familiar. En el pasado ocurrió lo mismo mientras viajaba por el desierto: Tuve que salvar a una mujer de caer muerta en medio de la arena debido a la deshidratación. La última vez terminé inmerso en un grupo en contra de Umbrella, y esperaba que en esta ocasión ocurriese otra sorpresa como recompensa. Tal vez un grupo de sobrevivientes que se anexe al mío, o quizás toda una bodega de suministros para sustentarnos por seis meses, o un vehículo de combate todo terreno. Cualquier cosa era posible.
Alcé a la chica en mis brazos y la subí a mi vehículo, en el asiento del copiloto. Miré de reojo en busca de algún rastro de sangre o una extremidad rota, pero al parecer estaba perfecta. Tampoco me atreví a tocarla para comprobar bien si se encontraba sana, pero a vista no parecía tener ningún problema. Me subí frente al volante y antes de volver a poner marcha, saqué mi pequeña cantimplora, abrí su boca un poco y vertí un trago de agua. No era mucho, pero sí suficiente para mantenerla viva mientras llegábamos a un sitio con más líquido. Era difícil saber si ella estaba dispuesta a ir conmigo a mi base, pero mientras estuviese inconsciente, tomaría las decisiones que viese necesarias.
Puse marcha hacia Las Vegas. A medida que pasaban las horas, el sol se hacía más candente, y cuando el atardecer cayó, el calor empezó a disminuir, por fortuna, aunque pronto se abriría paso el cruel frío de la noche. Mientras tanto, la chica seguía dormida como un bebé. Cada tanto tiempo me aseguraba que respirase y tuviese pulso, además de darle de beber un par de tragos de agua adicionales. No quería cargar con un muerto en mi coche, por eso procuraba que siguiese viva todo el tiempo.
Los grandes edificios que sobresalían por las dunas indicaban que Las Vegas estaba cerca. Me cuestioné si llevar a alguien desconocido a mi base, sin saber si quiera si se trataba de alguien de Umbrella. Me detuve en medio de la carretera, a un escaso kilómetro de la ciudad, y esperé allí hasta que la chica despertó. Antes de llevarla hasta la zona segura, me encargaría de indagar todo lo posible sobre ella, solamente para asegurarme de que no era ninguna amenaza para quienes convivían conmigo.
Alcé a la chica en mis brazos y la subí a mi vehículo, en el asiento del copiloto. Miré de reojo en busca de algún rastro de sangre o una extremidad rota, pero al parecer estaba perfecta. Tampoco me atreví a tocarla para comprobar bien si se encontraba sana, pero a vista no parecía tener ningún problema. Me subí frente al volante y antes de volver a poner marcha, saqué mi pequeña cantimplora, abrí su boca un poco y vertí un trago de agua. No era mucho, pero sí suficiente para mantenerla viva mientras llegábamos a un sitio con más líquido. Era difícil saber si ella estaba dispuesta a ir conmigo a mi base, pero mientras estuviese inconsciente, tomaría las decisiones que viese necesarias.
Puse marcha hacia Las Vegas. A medida que pasaban las horas, el sol se hacía más candente, y cuando el atardecer cayó, el calor empezó a disminuir, por fortuna, aunque pronto se abriría paso el cruel frío de la noche. Mientras tanto, la chica seguía dormida como un bebé. Cada tanto tiempo me aseguraba que respirase y tuviese pulso, además de darle de beber un par de tragos de agua adicionales. No quería cargar con un muerto en mi coche, por eso procuraba que siguiese viva todo el tiempo.
Los grandes edificios que sobresalían por las dunas indicaban que Las Vegas estaba cerca. Me cuestioné si llevar a alguien desconocido a mi base, sin saber si quiera si se trataba de alguien de Umbrella. Me detuve en medio de la carretera, a un escaso kilómetro de la ciudad, y esperé allí hasta que la chica despertó. Antes de llevarla hasta la zona segura, me encargaría de indagar todo lo posible sobre ella, solamente para asegurarme de que no era ninguna amenaza para quienes convivían conmigo.
La cabeza me daba vueltas y no era capaz de abrir los ojos. Pero mi cerebro me decía que mi salvador era de nuevo él. El ruso seguramente. Ya habría salido de la base a buscarme y por ello sabía que en cuanto abriera los ojos me caería una buena bronca. Tampoco es que lo tuviera planeado, no, es que no podía, me sentía demasiado cansada. Sentí como me levantaba en brazos.
- Seguro que no querías venir por mi... - susurré sin llegar a comprender nada. - Ha-habí-a alguien más ahí - susurré delirante. - ¿La has vis...? - no fui capaz de terminar la pregunta, quedé sumida en aquel sueño extraño. Soñaba con mi madre, no estaba muerta, podía escuchar su voz y me hablaba, pero apenas era capaz de entender sus palabras, ni siquiera podía verla, la luz era demasiado cegadora y entonces todo se volvió completamente oscuro y no veía nada, ni escuchaba nada...
- Tenía que hacerlo, lo siento... - mi voz sonó atormentada. Le hablaba al ruso, que ahora parecía ni querer mirarme y se volvió a perder entre la oscuridad. - ¡Espera! - grité incorporándome repentinamente. Al hacerlo mis manos se aferraron con fuerza a un... ¿Salpicadero?, miré hacia mi alrededor sin entender. No, había alguien allí, alguien me sacó de esa carretera desierta, pero no había sido quien yo pensaba.
Al girarme, en el asiento del conductor había un hombre desconocido para mi. Me quedé mirándolo entre asustada y sin entender nada. No parecía ser de Pandemonium, para nada. El coche ni siquiera contaba con esos aparatitos guays de comunicación con la base y tampoco llevaba el típico uniforme. Para complicar aún más la cosa, me sentía de lo más mal. La cabeza me daba vueltas como si tuviera la resaca de mi vida.
- ¿Hooo... la? - solté sin más. Me sentía extraña y más al darme cuenta de que él me miraba con su único ojo. Tenía una cicatriz en el ojo izquierdo. - Tú me sacaste de ahí - pensé en voz alta. - Gracias... Creo... - fruncí el ceño. Aquel desconocido seguramente había salvado mi vida. ¿Pero y si era uno de esos psicópatas...? No había tenido buenas experiencias con la mayoría de gente que había encontrado fuera. Bueno, también tenido muchas suerte con otras, pero siempre estaba ese momento inicial de desconfianza al conocer a alguien nuevo. Era tradición de hoy en día.
- Soy Ryder - decidí presentarme. Tal vez por hablar de algo. Estiré mi mano derecha en su dirección y le dediqué una pequeña sonrisa, al fin y al cabo era mi héroe. Si luego me quería cocinar viva o vete a saber que más locuras ya vería como me las apañaba. Por ahora solo sabía que me había rescatado de la carretera y eso no era un mal comenzar.
- Seguro que no querías venir por mi... - susurré sin llegar a comprender nada. - Ha-habí-a alguien más ahí - susurré delirante. - ¿La has vis...? - no fui capaz de terminar la pregunta, quedé sumida en aquel sueño extraño. Soñaba con mi madre, no estaba muerta, podía escuchar su voz y me hablaba, pero apenas era capaz de entender sus palabras, ni siquiera podía verla, la luz era demasiado cegadora y entonces todo se volvió completamente oscuro y no veía nada, ni escuchaba nada...
- Tenía que hacerlo, lo siento... - mi voz sonó atormentada. Le hablaba al ruso, que ahora parecía ni querer mirarme y se volvió a perder entre la oscuridad. - ¡Espera! - grité incorporándome repentinamente. Al hacerlo mis manos se aferraron con fuerza a un... ¿Salpicadero?, miré hacia mi alrededor sin entender. No, había alguien allí, alguien me sacó de esa carretera desierta, pero no había sido quien yo pensaba.
Al girarme, en el asiento del conductor había un hombre desconocido para mi. Me quedé mirándolo entre asustada y sin entender nada. No parecía ser de Pandemonium, para nada. El coche ni siquiera contaba con esos aparatitos guays de comunicación con la base y tampoco llevaba el típico uniforme. Para complicar aún más la cosa, me sentía de lo más mal. La cabeza me daba vueltas como si tuviera la resaca de mi vida.
- ¿Hooo... la? - solté sin más. Me sentía extraña y más al darme cuenta de que él me miraba con su único ojo. Tenía una cicatriz en el ojo izquierdo. - Tú me sacaste de ahí - pensé en voz alta. - Gracias... Creo... - fruncí el ceño. Aquel desconocido seguramente había salvado mi vida. ¿Pero y si era uno de esos psicópatas...? No había tenido buenas experiencias con la mayoría de gente que había encontrado fuera. Bueno, también tenido muchas suerte con otras, pero siempre estaba ese momento inicial de desconfianza al conocer a alguien nuevo. Era tradición de hoy en día.
- Soy Ryder - decidí presentarme. Tal vez por hablar de algo. Estiré mi mano derecha en su dirección y le dediqué una pequeña sonrisa, al fin y al cabo era mi héroe. Si luego me quería cocinar viva o vete a saber que más locuras ya vería como me las apañaba. Por ahora solo sabía que me había rescatado de la carretera y eso no era un mal comenzar.
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Por fin abrió los ojos y logré escuchar su voz. Parecía que tuvo una pesadilla de lo más fea, a juzgar por su manera de despertar y los disparates que decía mientras dormía. -Hola. Respondí calmadamente a su saludo. -Sí, yo te saqué de ahí. La conversación no parecía lo suficientemente fluida, señal de obvia desconfianza entre los dos. La miré de arriba a abajo tratando de detectar algún movimiento hostil, o un arma oculta que estuviera a punto de sacar contra mí, pero al parecer todo marchaba bien. Sin embargo, todavía no podía relajarme del todo. Debía permanecer alerta, pues no sabía si en cualquier momento surgiría un ataque en mi contra por la espalda. ¿De verdad valía la pena correr ese riesgo por rescatarla del desierto? No lo sé... tal vez soy un idiota.
-Ryder, ¿qué hacías sola en mitad del desierto? Y con esa pregunta comenzaría mi interrogatorio. No me explicaba qué podía hacer una mujer en completa soledad caminando como si nada por un desierto tan peligroso como ese. Vale, que a veces hay que cruzar el desierto para llegar de un lugar a otro, ¿pero caminando?. Sospechoso, muy sospechoso. -¿Tienes compañeros o viajas sola? Era una pregunta delicada a la cual dudaba que me dijese la verdad. Uno prefiere mantener en secreto la existencia de sus amigos a cualquier desconocido que pueda ir y hacerles daño... justo como yo estaba haciendo en ese mismo momento. -Perdona, no me he presentado. Mi nombre es Nicholas, y mientras te comportes bien y respondas mis preguntas, puedes confiar en mí. Y estreché su mano, que ya llevaba un par de minutos en el aire en busca de una respuesta.
Volví a encender el vehículo y me puse en marcha a la ciudad, que ya estaba bastante cerca. Empecé a acelerar cada vez más y más, hasta el punto en que la velocidad era peligrosa. -¿Conoces a Umbrella? Me fijé muy bien en sus gestos y movimientos. Cualquier señal, por mínima que fuese, de que me mentía, abriría la puerta y la empujaría a su muerte. A esta velocidad, caer del vehículo era mortal, sin duda alguna.
-Ryder, ¿qué hacías sola en mitad del desierto? Y con esa pregunta comenzaría mi interrogatorio. No me explicaba qué podía hacer una mujer en completa soledad caminando como si nada por un desierto tan peligroso como ese. Vale, que a veces hay que cruzar el desierto para llegar de un lugar a otro, ¿pero caminando?. Sospechoso, muy sospechoso. -¿Tienes compañeros o viajas sola? Era una pregunta delicada a la cual dudaba que me dijese la verdad. Uno prefiere mantener en secreto la existencia de sus amigos a cualquier desconocido que pueda ir y hacerles daño... justo como yo estaba haciendo en ese mismo momento. -Perdona, no me he presentado. Mi nombre es Nicholas, y mientras te comportes bien y respondas mis preguntas, puedes confiar en mí. Y estreché su mano, que ya llevaba un par de minutos en el aire en busca de una respuesta.
Volví a encender el vehículo y me puse en marcha a la ciudad, que ya estaba bastante cerca. Empecé a acelerar cada vez más y más, hasta el punto en que la velocidad era peligrosa. -¿Conoces a Umbrella? Me fijé muy bien en sus gestos y movimientos. Cualquier señal, por mínima que fuese, de que me mentía, abriría la puerta y la empujaría a su muerte. A esta velocidad, caer del vehículo era mortal, sin duda alguna.
- Voy a casa - respondí lo primero que se me había pasado por la cabeza cuando él me preguntó. ¿Sonaba cursi, no?, pero así era. Pandemonium se había convertido en mi hogar y como tal lo consideraba. Por una vez en mucho tiempo tenía ese lugar perfecto al que llamar casa. Esperaba que aún me aceptaran allí. - Regreso a casa por fin - sentía añoranza por el mar. Cada una de esas paredes insulsas, mi caja de cartón que se suponía que era una habitación. Todo... - Pero mi viaje se complicó - sonreí levemente. Se había complicado tanto que seguramente habría muerto de no ser por aquel hombre. - Muchas gracias - agradecí nuevamente su ayuda.
- Sí, viajo sola - especifiqué. No sabía si era la mejor idea decirle que estaba sola, pero así era y no me podía inventar nada. Estaba sola. Tampoco podía hablarle de Pandemonium así de primeras sin saber si él era de confianza. ¿Y si era de Umbrella?, ya nos habían avisado de que esos tipos seguían haciendo de las suyas. Ahora el mundo era suyo. Pandemonium no se podía permitir airear su secreto así como si nada. - ¿Y tú? - volví a mirar el hombre, tal vez no estuviera en posición de hacerle preguntas a él, pero me salió sola. - Bien, yo también me considero de fiar, no soy una de esas locas que roba o pega palizas por diversión... - hice rodar los ojos al terminar la frase. ¿Y si él si? Por un momento sentí claustrofobia, me sentí encerrada en aquel vehículo y solo quería salir de él, pero no podía. Empezaba a hablar demasiado, como no. - Quiero decir, que puedes confiar en mi - añadí rápidamente. - ¿Me vas a hacer una entrevista o qué? - dije tratando de romper el hielo. Me recordó a los métodos de Pandemonium para saber si la gente era merecedora de un lugar en la base o no. Esas preguntas que me hicieron a mi en su día. Pero él no pertenecía a Pandemonium y yo lo sabía.
Abrí los ojos de par en par cuando me hizo la misma pregunta. ¿Por qué me hacía esa pregunta? - Sé lo que la mayoría... - empecé a decir. Ahora estaba mucho más que tensa, no entendía el por qué de aquella pregunta. - Gran farmacéutica, dinero, control, hacen lo que les da la gana, se cargan el mundo... Zombies - respiré hondo. No me gustaba aquel tema, tan solo con pronunciar ese nombre malos recuerdos, más bien horribles como la muerte de mi madre aparecían en mi cabeza y era un tema aún bastante delicado para mi. - ¿Por qué lo preguntas? - fui yo en esta ocasión quien hizo las preguntas. ¿Podía tener algo que ver aquel hombre con Umbrella? Mis manos se aferraron con fuerza a mi mochila y ni siquiera era capaz de mirar al tal Nicholas.
- Sí, viajo sola - especifiqué. No sabía si era la mejor idea decirle que estaba sola, pero así era y no me podía inventar nada. Estaba sola. Tampoco podía hablarle de Pandemonium así de primeras sin saber si él era de confianza. ¿Y si era de Umbrella?, ya nos habían avisado de que esos tipos seguían haciendo de las suyas. Ahora el mundo era suyo. Pandemonium no se podía permitir airear su secreto así como si nada. - ¿Y tú? - volví a mirar el hombre, tal vez no estuviera en posición de hacerle preguntas a él, pero me salió sola. - Bien, yo también me considero de fiar, no soy una de esas locas que roba o pega palizas por diversión... - hice rodar los ojos al terminar la frase. ¿Y si él si? Por un momento sentí claustrofobia, me sentí encerrada en aquel vehículo y solo quería salir de él, pero no podía. Empezaba a hablar demasiado, como no. - Quiero decir, que puedes confiar en mi - añadí rápidamente. - ¿Me vas a hacer una entrevista o qué? - dije tratando de romper el hielo. Me recordó a los métodos de Pandemonium para saber si la gente era merecedora de un lugar en la base o no. Esas preguntas que me hicieron a mi en su día. Pero él no pertenecía a Pandemonium y yo lo sabía.
Abrí los ojos de par en par cuando me hizo la misma pregunta. ¿Por qué me hacía esa pregunta? - Sé lo que la mayoría... - empecé a decir. Ahora estaba mucho más que tensa, no entendía el por qué de aquella pregunta. - Gran farmacéutica, dinero, control, hacen lo que les da la gana, se cargan el mundo... Zombies - respiré hondo. No me gustaba aquel tema, tan solo con pronunciar ese nombre malos recuerdos, más bien horribles como la muerte de mi madre aparecían en mi cabeza y era un tema aún bastante delicado para mi. - ¿Por qué lo preguntas? - fui yo en esta ocasión quien hizo las preguntas. ¿Podía tener algo que ver aquel hombre con Umbrella? Mis manos se aferraron con fuerza a mi mochila y ni siquiera era capaz de mirar al tal Nicholas.
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Me limité sencillamente a escuchar las respuestas a mis preguntas, ignorando las preguntas que ella me hacía a mí. Pronto habría tiempo para cederle el turno y que ella fuese la "entrevistadora". -Sólo quiero asegurarme de no correr ningún riesgo por tenerte aquí. Medio sonreí para transmitirle aunque sea un poco de confianza. Pero era difícil transmitir confianza a alguien en el que desconfías.
Fijé mi mirada en sus ojos cuando comenzó a responder a mi pregunta sobre Umbrella. Parecía no estar siendo cien por ciento sincera conmigo, pero podía percibir que tampoco era muy amigable con dicha compañía. Empecé a bajar la velocidad lentamente, hasta retomar los 70 kilómetros por hora. -No quiero llevar a alguien de Umbrella al lugar a donde vamos. Hay personas a las que deseo proteger. Ni siquiera le había preguntado a ella si quería ir a mi refugio, pero tampoco podía dejarla tirada ahí, en mitad de la nada para que volviese a sucederle lo mismo. Cuando ella estuviese en condiciones óptimas, ya tomaría la decisión de irse o de quedarse, pero por lo pronto le tocaría hacerse a la idea de llegar a mi refugio. -Son buenas personas. Una vez te vea la médica de la base, podrás marcharte. Por un momento pensé que hubiera sido sensato tapar sus ojos para que no recosiese el camino hasta mi base, pero ya era demasiado tarde para hacerlo, y tampoco quería verme como un secuestrador.
Por fin llegamos a Las Vegas. El letrero que ponía: "Welcome to Las Vegas", yacía cubierto por la implacable arena del desierto, y las calles sufrieron el mismo destino. La ciudad no era ni la sombra de lo que alguna vez fue. Ahora parecía lamentable. Sólo los edificios altos lograban sobresalir entre el mar del desierto, pero aun así, varios caminantes continuaban vagando por ahí, como si estuviesen ligados a la ciudad que los vio "morir". Debíamos atravesar toda la ciudad de sur a norte para llegar a mi base, y para ello utilizaríamos las avenidas marcadas como seguras. Pasar por el centro no era la mejor de las ideas. Muchos hoteles, casinos, autos... zombis.
Fijé mi mirada en sus ojos cuando comenzó a responder a mi pregunta sobre Umbrella. Parecía no estar siendo cien por ciento sincera conmigo, pero podía percibir que tampoco era muy amigable con dicha compañía. Empecé a bajar la velocidad lentamente, hasta retomar los 70 kilómetros por hora. -No quiero llevar a alguien de Umbrella al lugar a donde vamos. Hay personas a las que deseo proteger. Ni siquiera le había preguntado a ella si quería ir a mi refugio, pero tampoco podía dejarla tirada ahí, en mitad de la nada para que volviese a sucederle lo mismo. Cuando ella estuviese en condiciones óptimas, ya tomaría la decisión de irse o de quedarse, pero por lo pronto le tocaría hacerse a la idea de llegar a mi refugio. -Son buenas personas. Una vez te vea la médica de la base, podrás marcharte. Por un momento pensé que hubiera sido sensato tapar sus ojos para que no recosiese el camino hasta mi base, pero ya era demasiado tarde para hacerlo, y tampoco quería verme como un secuestrador.
Por fin llegamos a Las Vegas. El letrero que ponía: "Welcome to Las Vegas", yacía cubierto por la implacable arena del desierto, y las calles sufrieron el mismo destino. La ciudad no era ni la sombra de lo que alguna vez fue. Ahora parecía lamentable. Sólo los edificios altos lograban sobresalir entre el mar del desierto, pero aun así, varios caminantes continuaban vagando por ahí, como si estuviesen ligados a la ciudad que los vio "morir". Debíamos atravesar toda la ciudad de sur a norte para llegar a mi base, y para ello utilizaríamos las avenidas marcadas como seguras. Pasar por el centro no era la mejor de las ideas. Muchos hoteles, casinos, autos... zombis.
- Mi madre fue asesinada por esa gente - las palabras salieron solas de mi boca. Me sorprendí bastante al hacerle esa confesión a aquel desconocido. Podría estar perfectamente jugando conmigo, si me ponía en plan paranoico, aquello podía ser una sucia jugarreta, pero no tendría mucho sentido. - Así que hablar de ellos me pone tensa - no mentía, había sido lo más sincera posible con él.
- No soy una amenaza, sé que me acabas de conocer, pero puedes confiar en mi - el problema era que yo aún no estaba del todo segura de si podía confiar en él. Pero entonces recordé que me había salvado y que si yo le pedía algo que a él le iba a costar, debería empezar por dar yo también el mismo paso.
- ¿Una base?, ¿eres militar o algo así? - la curiosidad me pudo. En Pandemonium nos habían contado que aún quedaban alguna que otra instalación en pie, o al menos luchaban por seguir adelante. Tal vez Nicholas formara parte de uno de esos grupos. - Si os puedo ayudar en algo... - fruncí los labios. ¿En qué podría ayudar yo?, mis conocimientos en el aspecto militar no eran los mejores, casi aún no sabía ni disparar un arma. Siempre se me escapaba el cargador cuando apretaba el gatillo y en fin... Era un desastre en general. - Lo mío son los ordenadores y todas esas cositas - alcé ambas manos con una pequeña sonrisa. - Y sé que está mal que yo lo diga, ¡pero se me daba de miedo! - la sonrisa creció tal vez algo más al exclamar mi última frase.
Siempre me ocurría lo mismo. Si al principio resultaba algo desconfiada, conforme cruzaba más de dos palabras con la persona terminaba hasta por contarle mi número de zapatillas. Ese aspecto nunca me había gustado mucho, solía ser demasiado confiada con las personas. Con Nicholas no sería diferente, pero aún sentía cierta separación entre ambos, ya que él no terminaba de hablar demasiado. Como no, yo empezaba a romper el silencio.
- Oh vaya... Hace tiempo estuve aquí, fue una visita muy surrealista, ojalá lo hubiera llegado a ver con todas sus lucecitas y colores... - tal vez me hubiera forrado gracias a mis habilidades en los juegos. - Por cierto, no quiero ser avariciosa, pero... - sentía un poco de vergüenza por pedirle aquello. - ¿Podrías darme un poco más de agua, por favor?, me muero de sed - le miré poniendo mi mejor cara de no haber roto un plato. Sí, ya se había esfumado mi desconfianza y aparecía realmente yo. Sentía aún el mal estar, el calor, la boca seca y la cabeza me daba vueltas, además del cansancio.
- No soy una amenaza, sé que me acabas de conocer, pero puedes confiar en mi - el problema era que yo aún no estaba del todo segura de si podía confiar en él. Pero entonces recordé que me había salvado y que si yo le pedía algo que a él le iba a costar, debería empezar por dar yo también el mismo paso.
- ¿Una base?, ¿eres militar o algo así? - la curiosidad me pudo. En Pandemonium nos habían contado que aún quedaban alguna que otra instalación en pie, o al menos luchaban por seguir adelante. Tal vez Nicholas formara parte de uno de esos grupos. - Si os puedo ayudar en algo... - fruncí los labios. ¿En qué podría ayudar yo?, mis conocimientos en el aspecto militar no eran los mejores, casi aún no sabía ni disparar un arma. Siempre se me escapaba el cargador cuando apretaba el gatillo y en fin... Era un desastre en general. - Lo mío son los ordenadores y todas esas cositas - alcé ambas manos con una pequeña sonrisa. - Y sé que está mal que yo lo diga, ¡pero se me daba de miedo! - la sonrisa creció tal vez algo más al exclamar mi última frase.
Siempre me ocurría lo mismo. Si al principio resultaba algo desconfiada, conforme cruzaba más de dos palabras con la persona terminaba hasta por contarle mi número de zapatillas. Ese aspecto nunca me había gustado mucho, solía ser demasiado confiada con las personas. Con Nicholas no sería diferente, pero aún sentía cierta separación entre ambos, ya que él no terminaba de hablar demasiado. Como no, yo empezaba a romper el silencio.
- Oh vaya... Hace tiempo estuve aquí, fue una visita muy surrealista, ojalá lo hubiera llegado a ver con todas sus lucecitas y colores... - tal vez me hubiera forrado gracias a mis habilidades en los juegos. - Por cierto, no quiero ser avariciosa, pero... - sentía un poco de vergüenza por pedirle aquello. - ¿Podrías darme un poco más de agua, por favor?, me muero de sed - le miré poniendo mi mejor cara de no haber roto un plato. Sí, ya se había esfumado mi desconfianza y aparecía realmente yo. Sentía aún el mal estar, el calor, la boca seca y la cabeza me daba vueltas, además del cansancio.
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Solté una sonora carcajada ante su pregunta. -No soy militar. Creo que todavía estoy lejos de serlo, pero una base militar es el mejor refugio que puedes encontrar, ¿no?. Recordaba que desde que todo el apocalípsis comenzó, estuve en tres refugios diferentes, todos militares, en donde han estado soldados reales, que han hecho su mejor esfuerzo por instruirme en lo que ellos ya eran expertos. Definitivamente si no hubiera sido por ellos, en ese momento no estaría hablando con Ryder. Sonreí por un breve instante recordando aquellos viejos buenos tiempos. Quizás mi sonrisa carecía de sentido para ella, pero qué más daba. -Podrás ayudar sólo cuando estemos seguros de que te encuentres totalmente bien. Giré la cabeza para mirarla un poco. Estaba muy animada como para encontrarse en mal estado. -Así que los ordenadores... No debes tener mucho trabajo actualmente, con eso de que ya no tienen mucho uso ese tipo de aparatos. Traté de pensar en algo que funcionase en la actualidad con esa clase de tecnología, pero nada me venía a la mente.
Mientras nos adentrábamos en la ciudad, un silencio reinó en el interior de aquel vehículo. Ni yo estaba interesado en hablar, y ella al parecer tampoco, a pesar de que la veía un poco incómoda. Y al final resulté equivocándome, porque ella empezó a hablar, intentando hacer una conversación de la cual no me interesaba participar, pero por simple cortesía respondía. -Yo vine un par de meses antes de que todo esto comenzara. No fue una experiencia agradable. Ese día por poco me asesinan en un viejo motel. Prefería no recordar esa mala experiencia. Saqué mi cantimplora y se la di a ella en las manos. -Bebe lo que quieras. El agua era indispensable, y tampoco es que contase con mucha en medio de un desierto, pero ella en ese momento la necesitaba más que yo, y era mi deber velar ahora por su bienestar.
Luego de unos diez minutos de camino, llegamos por fin a la base. Sus murallas se veían imponentes en medio de la arena, y desde dos torres de vigilancia nos observaban. Alguien abrió la puerta y permitió la entrada de mi auto. Las miradas fijas se posaron inmediatamente en la mujer. Algunos ya se habían acostumbrado a que yo solía traer personas sólo para ayudarlas, pero a otros aun les parecía arriesgado y no estaban de acuerdo. Sabía que esa noche habría discusiones al respecto. Invité a Ryder a bajar del coche e inmediatamente se vio rodeada por una decena de personas. -Ella es Ryder, la encontré desmayada en el desierto. Una mujer inmediatamente la agarró de la mano y la condujo hasta la enfermería, mientras yo caminaba muy de cerca desde detrás de ellas. En la enfermería se encontraba la doctora, tratando a un hombre al que le habían disparado en el hombro. Expliqué a la doctora la razón de la visita de Ryder y ella le brindó una camilla para que se recostase. -La doctora te va a revisar, estarás bien.
Mientras nos adentrábamos en la ciudad, un silencio reinó en el interior de aquel vehículo. Ni yo estaba interesado en hablar, y ella al parecer tampoco, a pesar de que la veía un poco incómoda. Y al final resulté equivocándome, porque ella empezó a hablar, intentando hacer una conversación de la cual no me interesaba participar, pero por simple cortesía respondía. -Yo vine un par de meses antes de que todo esto comenzara. No fue una experiencia agradable. Ese día por poco me asesinan en un viejo motel. Prefería no recordar esa mala experiencia. Saqué mi cantimplora y se la di a ella en las manos. -Bebe lo que quieras. El agua era indispensable, y tampoco es que contase con mucha en medio de un desierto, pero ella en ese momento la necesitaba más que yo, y era mi deber velar ahora por su bienestar.
Luego de unos diez minutos de camino, llegamos por fin a la base. Sus murallas se veían imponentes en medio de la arena, y desde dos torres de vigilancia nos observaban. Alguien abrió la puerta y permitió la entrada de mi auto. Las miradas fijas se posaron inmediatamente en la mujer. Algunos ya se habían acostumbrado a que yo solía traer personas sólo para ayudarlas, pero a otros aun les parecía arriesgado y no estaban de acuerdo. Sabía que esa noche habría discusiones al respecto. Invité a Ryder a bajar del coche e inmediatamente se vio rodeada por una decena de personas. -Ella es Ryder, la encontré desmayada en el desierto. Una mujer inmediatamente la agarró de la mano y la condujo hasta la enfermería, mientras yo caminaba muy de cerca desde detrás de ellas. En la enfermería se encontraba la doctora, tratando a un hombre al que le habían disparado en el hombro. Expliqué a la doctora la razón de la visita de Ryder y ella le brindó una camilla para que se recostase. -La doctora te va a revisar, estarás bien.
- Yo... - rodé los ojos. En Pandemonium había estado recibiendo algunas lecciones básicas sobre defensa y eran pésimas. Sólo bastaba con mirar la cara del ruso para darse cuenta de que mi aprendizaje progresaba desastrosamente y ahora que me había marchado peor aún. Disparar un arma y que se le saliera el cargador no era muy buena señal sobre mis habilidades de pelea. - Soy pésima para todas esas cosas - negué y luego me fijé en él. Parecía pensar en otra cosa, algo divertido o bueno, ya que no sino, no entendía cual era la gracia.
- Te sorprenderías... - sonreí al pensar en toda la tecnología que uno podía encontrar en Pandemonium. Umbrella seguramente hoy en día se siguiera sirviendo de toda ella en sus bases. Podría localizar muchas de ellas gracias a sus servidores. ¿Pues hoy en día sería lógico dar con uno?, no tenía muy claro eso de que los zombies se manejaran con todo eso...
- Gracias - di un trago de la botella y aunque no deseaba acabar con las reservas del tal Nicholas temirné por dar un par de sorbos más. Estaba sedienta. Dejé luego la botella en su mismo sitio y me acomodé de nuevo en el asiento para desviar la mirada de él. Nicholas no parecía tener muchas ganas de hablar, así que lo dejaría tranquilo mientras conducía. En el aire se quedó su confesión y en mi cabeza la intriga de su aventura desagradable por Las Vegas, si tenía suerte ya me enteraría.
- Whoa... - fue lo único que supe decir cuando llegamos a la base. Bajé del vehículo tan solo cuando me lo indicó. Cargué con la mochila a mi espalda y apenas di un par de pasos, viéndome rodeada por una docena de personas. Lo confieso, me sentí algo incómoda. Todos me miraban como si fuera un alien. - ¡Hola! - saludé con la mano algo cortada.
Úna de las mujeres me agarró de la mano y tiró de mi. - Vale, ¡hasta luego! - me despedí de aquellas personas velozmente, aunque ninguna había hablado. Seguí a la mujer hasta una enfermería. - Me siento mejor, solo estoy cansada y hambrienta... Y también un poquito sedienta... - hice una mueca. Me senté en la camilla dejando mi mochila al lado. En ella iba mi vida entera básicamente. Mi portátil era todo cuanto me quedaba, así que me aseguré de no perder la bolsa de vista.
- Esto está muuuy bien... - miré a mi alrededor con curiosidad mientras que la médico iba de aquí para allá. Nicholas estaba cerca. No sabía que más decir, la situación se me seguía haciendo extraña. Me limité a juntar las manos sobre mi regazo y a balancear los pies como una niña pequeña haría mientras que esperaba a la doctora.
- Te sorprenderías... - sonreí al pensar en toda la tecnología que uno podía encontrar en Pandemonium. Umbrella seguramente hoy en día se siguiera sirviendo de toda ella en sus bases. Podría localizar muchas de ellas gracias a sus servidores. ¿Pues hoy en día sería lógico dar con uno?, no tenía muy claro eso de que los zombies se manejaran con todo eso...
- Gracias - di un trago de la botella y aunque no deseaba acabar con las reservas del tal Nicholas temirné por dar un par de sorbos más. Estaba sedienta. Dejé luego la botella en su mismo sitio y me acomodé de nuevo en el asiento para desviar la mirada de él. Nicholas no parecía tener muchas ganas de hablar, así que lo dejaría tranquilo mientras conducía. En el aire se quedó su confesión y en mi cabeza la intriga de su aventura desagradable por Las Vegas, si tenía suerte ya me enteraría.
- Whoa... - fue lo único que supe decir cuando llegamos a la base. Bajé del vehículo tan solo cuando me lo indicó. Cargué con la mochila a mi espalda y apenas di un par de pasos, viéndome rodeada por una docena de personas. Lo confieso, me sentí algo incómoda. Todos me miraban como si fuera un alien. - ¡Hola! - saludé con la mano algo cortada.
Úna de las mujeres me agarró de la mano y tiró de mi. - Vale, ¡hasta luego! - me despedí de aquellas personas velozmente, aunque ninguna había hablado. Seguí a la mujer hasta una enfermería. - Me siento mejor, solo estoy cansada y hambrienta... Y también un poquito sedienta... - hice una mueca. Me senté en la camilla dejando mi mochila al lado. En ella iba mi vida entera básicamente. Mi portátil era todo cuanto me quedaba, así que me aseguré de no perder la bolsa de vista.
- Esto está muuuy bien... - miré a mi alrededor con curiosidad mientras que la médico iba de aquí para allá. Nicholas estaba cerca. No sabía que más decir, la situación se me seguía haciendo extraña. Me limité a juntar las manos sobre mi regazo y a balancear los pies como una niña pequeña haría mientras que esperaba a la doctora.
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Observaba cómo la doctora buscaba los implementos que necesitaba para comenzar a hacer exámenes de todo tipo a Ryder. Sacó una aguja esterilizada y con ella se dispuso a extraer un poco de sangre a la chica. Ese era el primer procedimiento necesario en la rutinaria toma de exámenes, sólo para estar seguros de que el virus no estuviese en su sangre. Hice una mueca de disgusto al ver cómo la aguja penetraba en su piel. Siempre tuve pánico a las jeringas y me daba escalofríos pensar que a mí también me podían hacer eso. La doctora colocó un pedazo de algodón en la pequeña herida después de sacar la sangre y se dirigió a su laboratorio a analizar la muestra, dejándonos solos a Ryder y a mí.
-Es sólo rutina para mirar que no estés infectada. Le mencioné con una diminuta sonrisa en mi rostro. No quería que ella se pusiera nerviosa o se asustara porque le están sacando sangre. Tampoco es que fuéramos a utilizar esa muestra para crear clones de ella o quién sabe qué cosas.
Afuera de la enfermería, varios miembros del grupo murmuraban entre ellos. Algunos de ellos ya se habían armado esperando contener cualquier amenaza que pudiera representar la extraña visitante. Siempre sucedía lo mismo cada vez que alguien nuevo ponía un pie en la base. Podía entenderlo: no se puede confiar en cualquier persona, y menos si tenemos que proteger la causa por la cual seguimos existiendo. Ryder hasta el momento no sabía que nosotros éramos el grupo Anti-Umbrella, y no quería contárselo hasta tener plena seguridad de que era digna de mi confianza. Tampoco iba a ser necesario mencionarlo si es que ella decidía irse tan pronto la doctora terminase el procedimiento de revisarla. Todo era cuestión de tiempo.
-Cuéntame más sobre ti. ¿A qué te referías cuando dijiste que volvías a casa? Cuestioné con una ceja levantada y los brazos cruzados. Eso me parecía sospechoso, y también la mochila que llevaba consigo. No sabía que tipo de cosas podía contener en su interior.
-Es sólo rutina para mirar que no estés infectada. Le mencioné con una diminuta sonrisa en mi rostro. No quería que ella se pusiera nerviosa o se asustara porque le están sacando sangre. Tampoco es que fuéramos a utilizar esa muestra para crear clones de ella o quién sabe qué cosas.
Afuera de la enfermería, varios miembros del grupo murmuraban entre ellos. Algunos de ellos ya se habían armado esperando contener cualquier amenaza que pudiera representar la extraña visitante. Siempre sucedía lo mismo cada vez que alguien nuevo ponía un pie en la base. Podía entenderlo: no se puede confiar en cualquier persona, y menos si tenemos que proteger la causa por la cual seguimos existiendo. Ryder hasta el momento no sabía que nosotros éramos el grupo Anti-Umbrella, y no quería contárselo hasta tener plena seguridad de que era digna de mi confianza. Tampoco iba a ser necesario mencionarlo si es que ella decidía irse tan pronto la doctora terminase el procedimiento de revisarla. Todo era cuestión de tiempo.
-Cuéntame más sobre ti. ¿A qué te referías cuando dijiste que volvías a casa? Cuestioné con una ceja levantada y los brazos cruzados. Eso me parecía sospechoso, y también la mochila que llevaba consigo. No sabía que tipo de cosas podía contener en su interior.
Esperé con calma sentada en la camilla. Miraba con curiosidad hacia mi alrededor, todo estaba muy ordenado y se notaba que la o el encargado se había tomado muchas molestias por limpiar y recoger a conciencia aquella estancia. Cuando la médico se acercó a mi con aquella jeringuilla desvié la mirada hacia Nicholas. Él ponía una mueca de desagrado.
- No te gustan - concluí en voz alta. Fruncí el ceño al sentir la aguja clavarse en mi piel y luego desvié la mirada hacia otro lado, con expresión dolorida. - No hay problema, no lo estoy - me mostré tranquila, no me molestaba que quisieran saberlo, ya que era normal.
Escuchaba murmullos que procedían de fuera, en el pasillo. ¿Era normal tanto revuelo? - ¿Hmm...? - Nicholas me preguntaba que por qué antes mencioné que volvía a casa y sin darme cuenta apareció una pequeña sonrisa en mi rostro. Emoción, cariño... Ambos sentimientos iban unidos. - Pues... Si te soy sincera... - mordí mi labio ligeramente, ya que nunca había hablado de aquella etapa mía con nadie. - Desde bien pequeña nunca tuve un hogar fijo, mi padre era informático y su trabajo nos obligaba a mi madre y a mi a ir constantemente con él, de un lugar a otro... Nunca tuve amigos de verdad - empecé a explicar. - Entonces un día él se marchó y nos dejó a mi madre y a mi solas, estábamos acostumbradas a aquel medio de vida, ella conseguía trabajos temporales, yo comencé a trabajar como informática también... Pero siempre en lugares diferentes - me llevé una mano a la cabeza, me sentía algo cansada. - Luego ella murió y cuando lo daba todo por perdido encontré por fin mi lugar, solo necesito volver, aunque tal vez ya no quede nada - una sonrisa triste reemplazó a la anterior. Durante aquellos días me había dicho que tal vez al regresar no encontrara nada de Pandemonium, podían perfectamente haber caído o incluso no permitirme la entrada. Por otro lado había sido del todo sincera con él, tan solo había omitido una parte de la historia que debía proteger.
- No te gustan - concluí en voz alta. Fruncí el ceño al sentir la aguja clavarse en mi piel y luego desvié la mirada hacia otro lado, con expresión dolorida. - No hay problema, no lo estoy - me mostré tranquila, no me molestaba que quisieran saberlo, ya que era normal.
Escuchaba murmullos que procedían de fuera, en el pasillo. ¿Era normal tanto revuelo? - ¿Hmm...? - Nicholas me preguntaba que por qué antes mencioné que volvía a casa y sin darme cuenta apareció una pequeña sonrisa en mi rostro. Emoción, cariño... Ambos sentimientos iban unidos. - Pues... Si te soy sincera... - mordí mi labio ligeramente, ya que nunca había hablado de aquella etapa mía con nadie. - Desde bien pequeña nunca tuve un hogar fijo, mi padre era informático y su trabajo nos obligaba a mi madre y a mi a ir constantemente con él, de un lugar a otro... Nunca tuve amigos de verdad - empecé a explicar. - Entonces un día él se marchó y nos dejó a mi madre y a mi solas, estábamos acostumbradas a aquel medio de vida, ella conseguía trabajos temporales, yo comencé a trabajar como informática también... Pero siempre en lugares diferentes - me llevé una mano a la cabeza, me sentía algo cansada. - Luego ella murió y cuando lo daba todo por perdido encontré por fin mi lugar, solo necesito volver, aunque tal vez ya no quede nada - una sonrisa triste reemplazó a la anterior. Durante aquellos días me había dicho que tal vez al regresar no encontrara nada de Pandemonium, podían perfectamente haber caído o incluso no permitirme la entrada. Por otro lado había sido del todo sincera con él, tan solo había omitido una parte de la historia que debía proteger.
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Escuché atentamente su historia mientras recostaba mi espalda contra la pared del blanco recinto. Asentí al terminar ella de hablar. Llegué a la conclusión de que todos tenemos un lugar al que pudimos llamar hogar alguna vez en el pasado, pero ese lugar ahora no es lo que solía ser. Esperaba que ella fuese consciente de eso, porque el choque de descubrir que en tu hogar ya no queda ni la ceniza de lo que llegó a ser, siempre es fuerte. Me pasó a mí y a la mayoría de los que ahora habitamos esta vieja base militar.
-¿Qué has decidido hacer? Opté por cambiar de tema para alejar su pensamiento de posibles escenarios fatídicos referentes a su hogar. -¿Te irás cuando la doctora termine de analizar tu sangre? Levanté una ceja en espera de una respuesta. Afuera los ánimos estaban alborotados, y seguramente la mayoría rechazaba la idea de tener a alguien nuevo en el refugio, sin embargo, no me gustaba dejar marchar a su suerte a alguien tan indefensa que se desmaya en medio del desierto, pero respetaría su decisión de irse o de quedarse un tiempo con nosotros.
La doctora salió de su improvisado pero útil laboratorio con una sonrisa en el rostro. Confirmaba que Ryder no estaba infectada por ninguna cepa del virus, y que su sangre estaba en perfecto estado. Además del desmayo a causa de una posible deshidratación acompañada de cansancio, la muchacha parecía no padecer de ningún problema. Era una mujer saludable y eso me alegraba, también me daba un poco de fe en que puede sobrevivir sola por el resto de su viaje a "casa".
-¿Qué has decidido hacer? Opté por cambiar de tema para alejar su pensamiento de posibles escenarios fatídicos referentes a su hogar. -¿Te irás cuando la doctora termine de analizar tu sangre? Levanté una ceja en espera de una respuesta. Afuera los ánimos estaban alborotados, y seguramente la mayoría rechazaba la idea de tener a alguien nuevo en el refugio, sin embargo, no me gustaba dejar marchar a su suerte a alguien tan indefensa que se desmaya en medio del desierto, pero respetaría su decisión de irse o de quedarse un tiempo con nosotros.
La doctora salió de su improvisado pero útil laboratorio con una sonrisa en el rostro. Confirmaba que Ryder no estaba infectada por ninguna cepa del virus, y que su sangre estaba en perfecto estado. Además del desmayo a causa de una posible deshidratación acompañada de cansancio, la muchacha parecía no padecer de ningún problema. Era una mujer saludable y eso me alegraba, también me daba un poco de fe en que puede sobrevivir sola por el resto de su viaje a "casa".
Sabía que ahora Nicholas estaría pensando en lo loca que estaría por querer ir a Los Angeles. Como si realmente no fuera consciente de que ya todo había caído y como si pensara que allí todo seguiría como antes. - Tranquilo, sé realmente hacia donde voy - expliqué mientras cruzaba las manos y jugaba entrelazando mis dedos. No le podía hablar acerca de Pandemonium, así que él no podría comprender realmente lo que deseaba hacer.
- No seré un problema, me marcharé - hablé con calma y una pequeña sonrisa amable. - Sino os importa me gustaría descansar un poco y me marcharé, no deseo suponer una molestia - tal vez hablara con alguien de Pandemonium sobre ellos. Entonces eso me llevó a hacerme otras preguntas.
- ¿Qué hacéis aquí Nicholas? - tal vez fuera muy directa, pero, ¿era aquel un refugio tal cual o había algo más? En aquel momento llegó la médico con los buenos resultados de mis análisis. Le di las gracias por su trabajo y cuidados cuando acabó y luego me levanté de la camilla recogiendo mis cosas. - ¿Ayudáis a todos aquellos a los que encontráis? - pregunté con curiosidad, pues se me hacía raro todo ese recelo que existía por parte de las personas que nos habíamos cruzado, era más que evidente que aquel no era un simple refugio. Tal vez fueran una gran familia, conocidos desde el principio del brote que no aceptaran a nadie más y que Nicholas solo hubiera sido amable conmigo, o a saber.
- No seré un problema, me marcharé - hablé con calma y una pequeña sonrisa amable. - Sino os importa me gustaría descansar un poco y me marcharé, no deseo suponer una molestia - tal vez hablara con alguien de Pandemonium sobre ellos. Entonces eso me llevó a hacerme otras preguntas.
- ¿Qué hacéis aquí Nicholas? - tal vez fuera muy directa, pero, ¿era aquel un refugio tal cual o había algo más? En aquel momento llegó la médico con los buenos resultados de mis análisis. Le di las gracias por su trabajo y cuidados cuando acabó y luego me levanté de la camilla recogiendo mis cosas. - ¿Ayudáis a todos aquellos a los que encontráis? - pregunté con curiosidad, pues se me hacía raro todo ese recelo que existía por parte de las personas que nos habíamos cruzado, era más que evidente que aquel no era un simple refugio. Tal vez fueran una gran familia, conocidos desde el principio del brote que no aceptaran a nadie más y que Nicholas solo hubiera sido amable conmigo, o a saber.
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Me crucé de brazos escuchando la decisión que había tomado Ryder. Entonces se iría. Quizás era la decisión más apropiada teniendo en cuenta el recelo por parte de mis compañeros de refugio hacia ella. Aunque no terminaba de agradarme la idea de tener que dejarla sola de nuevo en el desierto. Me prestaría a acompañarla al lugar al que desea ir, pero un nuevo viaje a Los Ángeles sería agotador para mí, tanto física como mentalmente. En esa ciudad fue donde mis padres murieron y donde sepulté a mi hermana luego de que fue asesinada por mi culpa. Tantos recuerdos no gratos me traía mi ciudad natal que prefería evitar pisarla de ser posible.
-Si te vas no puedo decirte lo que hacemos aquí. Sólo déjalo en que contribuimos a que este mundo sea un poco mejor. Quizás en un futuro logremos restablecer la sociedad. Seguía cruzado de brazos mientras hablaba, con un tono firme y seguro. Ahora que era definitivo que no se quedaría con nosotros, sería imposible revelar nuestras intenciones de exterminar a Umbrella y a todos los muertos vivientes junto con la compañía. Tal vez tanto ella como yo guardábamos secretos importantes. En otra ocasión con más calma podríamos hablar de ello.
-Te dejaré descansar. Si lo deseas puedes llevarte toda la comida y agua que necesites. Y así pasé a retirarme de la enfermería. Todos los chismosos que miraban se retiraron también, dejando sólo a la enfermera y a Ryder ahí. La enfermera se encargaría de vigilarla, porque de todas maneras no podía dejar a una desconocida sola en nuestro laboratorio.
-Si te vas no puedo decirte lo que hacemos aquí. Sólo déjalo en que contribuimos a que este mundo sea un poco mejor. Quizás en un futuro logremos restablecer la sociedad. Seguía cruzado de brazos mientras hablaba, con un tono firme y seguro. Ahora que era definitivo que no se quedaría con nosotros, sería imposible revelar nuestras intenciones de exterminar a Umbrella y a todos los muertos vivientes junto con la compañía. Tal vez tanto ella como yo guardábamos secretos importantes. En otra ocasión con más calma podríamos hablar de ello.
-Te dejaré descansar. Si lo deseas puedes llevarte toda la comida y agua que necesites. Y así pasé a retirarme de la enfermería. Todos los chismosos que miraban se retiraron también, dejando sólo a la enfermera y a Ryder ahí. La enfermera se encargaría de vigilarla, porque de todas maneras no podía dejar a una desconocida sola en nuestro laboratorio.
- Entiendo... - aunque no quiso contarme nada más sonreí igualmente, pues había algo que me decía que lo que hacían no era malo, sino todo lo contrario. Lo había dejado caer. - Mucha suerte con todo y gracias - antes de que el hombre se pudiera marchar me lancé a por él para abrazarlo. Siempre había sido así de espontánea, no era nada raro en mi y menos después de que él me hubiera rescatado y ofrecido tanta ayuda, era lo de menos. Tampoco sabía si lo volvería a ver y esa era otra razón por la que había decidido abrazarlo. - Cuídate - me despedí porque ya estaba segura de que no le volvería a ver, me marcharía sin hacer mucho ruido, ya había incordiado bastante en la rutina de aquel grupo.
- ¿Puedo quedarme a dormir un rato aquí? luego me marcharé, no necesito más que eso y un poco de agua por favor - le expliqué a la enfermera que accedió sin problema con aquellas peticiones. Me tumbé en la camilla de la consulta, era lo más cómodo que había probado en bastantes días y no tardé en quedarme dormida. ¿Seguridad? Tal vez fuera raro que me quedara dormida en un lugar tan desconocido, pero... Por alguna razón no me sentía desconfiada, Nicholas había demostrado ser bastante amable y si aquel era su grupo el resto no podía ser diferente.
Cuando desperté, a las tres horas así la médico seguía en la sala. Me acerqué hasta su asiento, se había quedado dormida mientras me vigilaba. Recogí una bata del perchero y se la coloqué por encima a modo de manta. Escribí una nota de agradecimientos que deposité en su mesa y recogí mis cosas junto a la botella de agua que había en la mesa. La había dejado allí con algunos sobres de comida deshidratada, recogí uno tan solo, no quería abusar pues ellos eran más y les harían más falta.
Salí hacia el patio de la base, allí me topé con varias personas a las que expliqué que me marchaba ya como había aclarado con Nicholas. Me dejaron salir. Atardecía y no era mala hora para seguir mi camino, ahora que las temperaturas no eran tan altas, aprovecharía para caminar y caminar... Rumbo a casa, estaba deseando regresar.
- ¿Puedo quedarme a dormir un rato aquí? luego me marcharé, no necesito más que eso y un poco de agua por favor - le expliqué a la enfermera que accedió sin problema con aquellas peticiones. Me tumbé en la camilla de la consulta, era lo más cómodo que había probado en bastantes días y no tardé en quedarme dormida. ¿Seguridad? Tal vez fuera raro que me quedara dormida en un lugar tan desconocido, pero... Por alguna razón no me sentía desconfiada, Nicholas había demostrado ser bastante amable y si aquel era su grupo el resto no podía ser diferente.
Cuando desperté, a las tres horas así la médico seguía en la sala. Me acerqué hasta su asiento, se había quedado dormida mientras me vigilaba. Recogí una bata del perchero y se la coloqué por encima a modo de manta. Escribí una nota de agradecimientos que deposité en su mesa y recogí mis cosas junto a la botella de agua que había en la mesa. La había dejado allí con algunos sobres de comida deshidratada, recogí uno tan solo, no quería abusar pues ellos eran más y les harían más falta.
Salí hacia el patio de la base, allí me topé con varias personas a las que expliqué que me marchaba ya como había aclarado con Nicholas. Me dejaron salir. Atardecía y no era mala hora para seguir mi camino, ahora que las temperaturas no eran tan altas, aprovecharía para caminar y caminar... Rumbo a casa, estaba deseando regresar.
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