Everything's alright, isn't it? || Libre

Thomas y yo acabábamos de abandonar el refugio improvisado en el que nos habíamos estado quedando esa semana. Por lo que pudiera ocurrir, nunca pasábamos más de cuatro o cinco días en un mismo sitio. Desde lo que ocurrió en la granja en Nuevo México, no nos fiábamos, y estando yo embarazada de cinco meses ya, lo más sensato sería cuidar por nuestra seguridad. Mi hermano era quien conducía, mientras yo miraba atenta por la ventanilla del vehículo. Estábamos en una ciudad, o quizás en un pueblo, no lo sabía con exactitud, pero parecía ser un sitio en el que reinaba la calma (obviando los escasos caminantes que vagaban por las calles).

Tras varios minutos de travesía, nos topamos con un centro comercial. Mi hermano y yo siempre preferíamos rebuscar en estos lugares, pues solían tener bastante más variedad de artículos, y resultaba más práctico y rápido que ir tienda por tienda por la calle. Aparcamos el coche en un callejón que había cerca del edificio, con la esperanza de que así no lo encontrara nadie y tratara de robárnoslo -Esta vez quiero ir yo -comuniqué mirando a Thomas con una ceja arqueada. Sabía que me diría que no, que me volvería a dejar fuera de juego, con las llaves del coche por si la cosa se ponía fea y tenía que huir. Rodó los ojos y me miró con una expresión de desesperación -Está bien. Pero por Dios, por mamá, por quien sea, ten mucho cuidado. Te lo suplico -mostré una sonrisa de satisfacción y ambos bajamos del coche. Mientras que Thomas se quedó fuera del lugar montando guardia, yo entré al centro comercial. Lo hice con cautela, mirando bien dónde pisaba y con mi revólver entre las manos. No llevaba balas, pero eso nadie lo podía saber. Decidí subir a la primera planta y entrar en el primer lugar que encontré. Era una zapatería, pero nunca se sabía qué otras cosas podía hallar allí. Cuando comprobé que la tienda estaba despejada, guardé mi arma en uno de los bolsillos de mi abrigo y comencé a buscar algo de utilidad.

Nada. Sólo zapatos, y ninguno de mi talla o que me sirviera en ese momento. Parecía que ya se habían llevado todas las botas de invierno; una lástima, me habría venido bien cambiar las mías. Volví a sacar el revólver y salí del local.

Mientras paseaba en busca de algún otro lugar que llamara mi atención, escuché algo, unas pisadas, o quizás fue un golpe, no estaba segura. Mi primera reacción fue tratar de esconderme tras uno de los maceteros enormes que adornaban, ya con sus plantas marchitas, los pasillos del centro comercial. Respiré hondo y apreté con fuerza mi arma entre las manos, preparándome para salir de mi escondite a comprobar qué o quién estaba abajo. Desde lo alto de la primera planta se podía observar la plaza circular de la planta baja. Todavía agachada, me asomé por la barandilla de cristal. Bajé el arma y suspiré aliviada al comprobar que tan solo era un caminante que se había quedado atrapado en una puerta giratoria.

A pesar de que lo de aquel caminante sólo resultara ser un susto sin importancia, comencé a pensar que Thomas y yo necesitábamos alguna forma de comunicarnos entre nosotros para cuando estuviésemos lejos el uno del otro. Los móviles y teléfonos ya habían pasado a la historia, pero quizás un par de walkie-talkies nos vendrían de perlas. Más tarde le comunicaría la idea; puede que incluso en ese centro comercial tuviera la suerte de encontrarlos. Observé al caminante unos segundos más. No pude evitar apiadarme de él. En algún otro momento aquella criatura había sido una persona, y ahora estaba condenado a vagar con aquel aspecto por ahí, siendo si quiera capaz de atravesar una puerta giratoria. Era un espectáculo realmente lamentable y desolador.

Di una vuelta sobre mí misma, en busca del próximo sitio al que entrar. De fortuna, divisé a tan sólo unos pasos de mí un mapa del centro comercial; de aquellos que mostraban el complejo por plantas y por tipo de comercio. Me acerqué a él para mirar dónde se encontraban las tiendas de alimentación, de ropa y alguna farmacia. También busqué, esperanzada, una tienda de artículos de bebé. Aunque todavía faltaban unos cuatro meses, y para entonces planeaba estar en algún lugar seguro, comenzar a buscar cosas que pudieran servirme para mi futuro hijo me hacía ilusión. Me daba ganas de seguir viviendo. Mientras me encontraba ensimismada en el mapa, alguien había subido las escaleras del lugar hasta llegar a mí, pero no me percaté de su presencia hasta que habló. A pesar de sus palabras, me giré con el arma en alto. Thomas estaba fuera del lugar montando guardia, sabía que con un solo grito mío entraría a ayudarme sin dudarlo. Pero antes de llegar a recurrir a eso, decidí hablar; quizás decía la verdad -¿Cuándo has llegado? -pregunté sin dejar de apuntarle con el revólver. Dado que no me había dado cuenta de su presencia hasta que habló, llegué a pensar que incluso me habría seguido sin que yo me enterara -Yo tampoco quiero problemas. De hecho, antes de que se te ocurra alguna tontería, he de decirte que estoy embarazada -llevé mi mano izquierda a mi vientre, manteniendo el arma en alto con la otra mano. La baza de estar embarazada nunca fallaba, era como mi comodín. A menos, claro, que la otra persona se tratara de un auténtico psicópata.

Después de aquellas palabras estuve a punto de bajar el revólver, pero finalmente decidí esperar a que él me diera alguna respuesta. Una buena razón para que confiara en él.

Le escuché sin bajar el arma. Parecía decir la verdad. Alcé una ceja cuando me dijo por dónde había entrado. Eso me indicaba que entonces no se había encontrado con mi hermano, que montaba guardia en la puerta por la que había entrado yo. Finalmente decidí bajar el revólver; no voy a mentir, enterarme de que antaño fue policía fue lo que me terminó por convencer. Ya fuera porque eso significaba que en cierto modo no sería una mala persona, o porque sabía que no tendría ninguna oportunidad contra alguien así -Está bien, te creo -permití que mi cuerpo se relajara, y guardé el arma en uno de los bolsillos de mi abrigo -No estoy sola -puede que no fuera buena idea revelar esa información, pero esforzarme por mentir, a esas alturas, me parecía un esfuerzo sin recompensa ni sentido -Mi hermano está fuera, montando guardia -terminé de decir, para luego negar con mis manos -No, lo siento; tienes razón. Pero debes comprender que es lógico que desconfíe de alguien que ha aparecido de repente -también debía admitir que, desde que supe que estaba embarazada, confiaba menos en las personas, y en todo en general. Cualquier circunstancia o persona me parecía de potencial peligro para mí. Me sentía como una muñequita de cristal, frágil y como si fuera a romperme en cualquier momento.

Me acerqué de nuevo al mapa que había estado ojeando antes, para mostrárselo al recién llegado -No estoy buscando nada en concreto, realmente casi todo me sirve, pero he estado mirando este mapa para saber a dónde ir. Quizás a ti también te venga bien -le miré esperando que a él le pareciera tan buena idea como a mí. En la leyenda, podía verse como los negocios estaban divididos por diferentes categorías. Mi prioridad era la comida y los medicamentos, pero también agradecería algo de ropa de abrigo, a la que tenía comenzaban a notársele los años -Por cierto, mi nombre es Cassie -por primera vez en toda la conversación, ensanché la boca en una sonrisa. Regresé mi vista al mapa de la pared, para memorizar el lugar en el que se encontraban los locales que quería visitar. Sólo eran dos, una farmacia y un mini supermercado. El asunto de la ropa iría mirándolo por el camino, pues de estas tiendas había bastantes.