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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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¿Dejando atrás el exilio? [Libre]
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El frío por fin parecía marcharse y eso era bueno, aunque por un lado me daba igual.
- Hmff... - estaba contento de que ya al menos la nieve se hubiera derretido. Así que por lo menos podía caminar tranquilo sin escurrirme o darme de leches contra el suelo. Que no veas el pedazo morado que tenía en todo el pandero.
Me froté la nalga derecha mientras bajaba por el sendero hacia el bosque. Tenía pensado talar algunos árboles para recoger madera, ya que había bajado el nivel de leña y no quería quedarme sin. El buen tiempo parecía que llegaba por fin, poco a poco. Habían pasado tantas cosas en los últimos años, que al final decidí alejarme de todo y lo mejor había sido marcharme a la montaña. Allí había un hotel rural, que había formado parte de unas pistas de esquí. El típico lugar al que iban los ricachones.
Una vez había tenido una novia, llamada Karen, que no se depilaba nunca los sobacos, pero buena muchacha. El caso es que su familia era muy pija y me llevaron a esquiar. Obviamente yo no sabía esquiar y por poco me partía la crisma. Bueno, la cosa es que gracias a eso sabía de la existencia de este hotelito. Así que cuando decidí apartarme de todo, se me encendió la bombilla y para allá que me fui.
Era un buen lugar, porque no había encontrada a nada ni nadie, y los zombies apenas subían. El problema, es que tras pasar el invierno, los suministros se acababan. Pronto tendría que partir, por mucho que me pesara.
El hacha estaba clavada en un tocón. La saqué y coloqué en mi hombro para seguir rajando leña. No quería pensar en ello, pero tendría que acercarme a algún pueblo de una puñetera vez.
- Hmff... - estaba contento de que ya al menos la nieve se hubiera derretido. Así que por lo menos podía caminar tranquilo sin escurrirme o darme de leches contra el suelo. Que no veas el pedazo morado que tenía en todo el pandero.
Me froté la nalga derecha mientras bajaba por el sendero hacia el bosque. Tenía pensado talar algunos árboles para recoger madera, ya que había bajado el nivel de leña y no quería quedarme sin. El buen tiempo parecía que llegaba por fin, poco a poco. Habían pasado tantas cosas en los últimos años, que al final decidí alejarme de todo y lo mejor había sido marcharme a la montaña. Allí había un hotel rural, que había formado parte de unas pistas de esquí. El típico lugar al que iban los ricachones.
Una vez había tenido una novia, llamada Karen, que no se depilaba nunca los sobacos, pero buena muchacha. El caso es que su familia era muy pija y me llevaron a esquiar. Obviamente yo no sabía esquiar y por poco me partía la crisma. Bueno, la cosa es que gracias a eso sabía de la existencia de este hotelito. Así que cuando decidí apartarme de todo, se me encendió la bombilla y para allá que me fui.
Era un buen lugar, porque no había encontrada a nada ni nadie, y los zombies apenas subían. El problema, es que tras pasar el invierno, los suministros se acababan. Pronto tendría que partir, por mucho que me pesara.
El hacha estaba clavada en un tocón. La saqué y coloqué en mi hombro para seguir rajando leña. No quería pensar en ello, pero tendría que acercarme a algún pueblo de una puñetera vez.
- Spoiler:
Lo vio mientras recorría el pueblo al pie de la montaña horas atrás, un cartel medio rasgado que a duras penas seguía soportando el paso del tiempo pero cuyo mensaje estaba claro: Allí arriba había una pista de esquí.
Aquello significaba varias cosas, entre ellas que arriba habría pocos zombies y que debería haber un hotel, o varias cabañas, que con un poco de suerte tendrían algo útil. Entre las malas, razón por la que iba maldiciendo cuesta arriba por el camino, es que si tenía mala suerte se encontraría de cabeza con algún viejo loco que viviera allí aislado. Pero no creía que eso fuera posible, no con un invierno tan reciente. Allí arriba sería difícil sobrevivir sin suministros constantes donde la nieve no haría más que dificultar dicha tarea.
Siguió ascendiendo, la frente empapada de sudor. El hotel empezó a dibujarse cada vez con más claridad frente a él, primero el tejado, después el resto del edificio. Entonces abandonó el camino y se internó en el bosque, avanzando entre la maleza, oculto, esperando poder llegar al linde del mismo y observar con cuidado si veía algo fuera de lo normal.
La cuestión es que no vio nada, sino que lo escuchó. Un golpe seco, después otro, tal vez un quejido por el esfuerzo. Reconoció rápidamente que se trataba de alguien partiendo madera, alguien armado.
Sacó su machete y se fue acercando con cuidado hacia el ruido, hacia los problemas. Si iba a haber complicaciones, entonces mejor quitárselas cuanto antes. Tuvo cuidado de ahogar sus pasos, de esconderse entre los troncos de los árboles. Asomó varias veces la cabeza hasta que pudo observar de quién se trataba, al menos no parecía un viejo loco.
Apoyado contra el tronco meditó qué podía hacer, pero acabó encogiéndose de hombros. Qué innecesariamente difícil se había vuelto todo.
—¡Eh, el de la leña! No pareces uno de esas películas en la que hay una familia que vive en el culo del mundo y se alimenta de los que se les avería el motor de su coche. ¿Puedo acercarme o vas a hacerme lo mismo que a la leña? —dijo saliendo de su escondite, manteniendo una distancia prudente y con el machete guardado. Si tenía que salir corriendo mejor tener las manos libres.
Aquello significaba varias cosas, entre ellas que arriba habría pocos zombies y que debería haber un hotel, o varias cabañas, que con un poco de suerte tendrían algo útil. Entre las malas, razón por la que iba maldiciendo cuesta arriba por el camino, es que si tenía mala suerte se encontraría de cabeza con algún viejo loco que viviera allí aislado. Pero no creía que eso fuera posible, no con un invierno tan reciente. Allí arriba sería difícil sobrevivir sin suministros constantes donde la nieve no haría más que dificultar dicha tarea.
Siguió ascendiendo, la frente empapada de sudor. El hotel empezó a dibujarse cada vez con más claridad frente a él, primero el tejado, después el resto del edificio. Entonces abandonó el camino y se internó en el bosque, avanzando entre la maleza, oculto, esperando poder llegar al linde del mismo y observar con cuidado si veía algo fuera de lo normal.
La cuestión es que no vio nada, sino que lo escuchó. Un golpe seco, después otro, tal vez un quejido por el esfuerzo. Reconoció rápidamente que se trataba de alguien partiendo madera, alguien armado.
Sacó su machete y se fue acercando con cuidado hacia el ruido, hacia los problemas. Si iba a haber complicaciones, entonces mejor quitárselas cuanto antes. Tuvo cuidado de ahogar sus pasos, de esconderse entre los troncos de los árboles. Asomó varias veces la cabeza hasta que pudo observar de quién se trataba, al menos no parecía un viejo loco.
Apoyado contra el tronco meditó qué podía hacer, pero acabó encogiéndose de hombros. Qué innecesariamente difícil se había vuelto todo.
—¡Eh, el de la leña! No pareces uno de esas películas en la que hay una familia que vive en el culo del mundo y se alimenta de los que se les avería el motor de su coche. ¿Puedo acercarme o vas a hacerme lo mismo que a la leña? —dijo saliendo de su escondite, manteniendo una distancia prudente y con el machete guardado. Si tenía que salir corriendo mejor tener las manos libres.
Llevaba un rato partiendo troncos, los colocaba sobre un enorme tocón y ahí los iba rajando. Podía recordar la primera vez que estuve rajando leña con mi padre. Era en un viaje que hicimos a la nieve, no para esquiar ni cosas pijas, más bien para desconectar y pasar unos días en familia. Allí me dejó una maza, como él llamaba al hacha, y traté de rajar uno de los troncos. No le hice ni una mísera marca. Y nos reímos mucho. Me explicó que no se trataba de una acción de fuerza, que también, era la forma en la que colocabas los pies, agarrabas el mango del hacha y como la deslizabas para dejarla caer sobre el tronco. Y como si nada, él lo partió por la mitad de un solo golpe. Ahí fue una de las veces en las que pensé que mi padre era el mejor.
Ahora, yo, tantos años después, habiendo un apocalipsis de por medio, allí estaba, siguiendo sus pasos. feliz de que ahora lo pudiera hacer yo, que algo tan simple que me enseñó hubiera servido para cuidarme en aquel invierno tan pesado, para entrar en calor y no morir de con el culo congelado.
- Su pu... - no terminé la frase, en lugar de eso di un respingo al no esperarme para nada, que apareciera alguien y menos que me hablase. Respiré hondo porque estaba agotado ya, de hecho estaba a punto de parar. Dejé caer la cabeza del hacha al suelo y me apoyé en el mango de ésta. Miré al tipo flipando. ¿Era una alucinación? Porque llevaba tanto tiempo allí, alejado de todo, que había pasado meses desde la última vez que hablaba con alguien.
De hecho me quedé allí unos momentos mirándole, parpadeando, pensando. Estaba muy oxidado, ¿me iba a atacar, me iba a robar la leña, quería mi refugio, mis pantalones... por qué me iba a quitar los pantalones si estaban hechos una mierda? Me eché el pelo hacia atrás, para verle mejor y me froté las desaliñadas barbas.
- Emmm... sí... puedes acercarte... - respondí pensativo, no pude evitar mirar a varios lados, ¿estaría solo? - Pero... tampoco estamos en Brokeback Mountain, ¿eh? - le señalé con el dedo.
- ¿Qué haces aquí? - me sentía extraño. - Quiero decir, estamos un poco en el culo del mundo, lo cual tiene sentido si eres listo y te quieres alejar de los zombies... - asentí yo mismo, como si me hubiera respondido. - Soy Belikov - estiré la mano en su dirección, no me olvidaba de las buenas formas. - Aunque me solían llamar Belo - no pudo evitar sentir nostalgia al pronunciar mi mote. Rápidamente cambié la cara de bobo a una más seria, de pocos amigos. - No quiero líos, ¿entendido? - ufff... verás, éste me la iba a liar. Y yo en modo sureño loco de la colina. No tenía ganas de pelear, de hecho, llevaba tanto tiempo sin pelear, que... hasta pensé que si me mataba por mi confianza, sería un buen final. Estaba muy cansado.
Ahora, yo, tantos años después, habiendo un apocalipsis de por medio, allí estaba, siguiendo sus pasos. feliz de que ahora lo pudiera hacer yo, que algo tan simple que me enseñó hubiera servido para cuidarme en aquel invierno tan pesado, para entrar en calor y no morir de con el culo congelado.
- Su pu... - no terminé la frase, en lugar de eso di un respingo al no esperarme para nada, que apareciera alguien y menos que me hablase. Respiré hondo porque estaba agotado ya, de hecho estaba a punto de parar. Dejé caer la cabeza del hacha al suelo y me apoyé en el mango de ésta. Miré al tipo flipando. ¿Era una alucinación? Porque llevaba tanto tiempo allí, alejado de todo, que había pasado meses desde la última vez que hablaba con alguien.
De hecho me quedé allí unos momentos mirándole, parpadeando, pensando. Estaba muy oxidado, ¿me iba a atacar, me iba a robar la leña, quería mi refugio, mis pantalones... por qué me iba a quitar los pantalones si estaban hechos una mierda? Me eché el pelo hacia atrás, para verle mejor y me froté las desaliñadas barbas.
- Emmm... sí... puedes acercarte... - respondí pensativo, no pude evitar mirar a varios lados, ¿estaría solo? - Pero... tampoco estamos en Brokeback Mountain, ¿eh? - le señalé con el dedo.
- ¿Qué haces aquí? - me sentía extraño. - Quiero decir, estamos un poco en el culo del mundo, lo cual tiene sentido si eres listo y te quieres alejar de los zombies... - asentí yo mismo, como si me hubiera respondido. - Soy Belikov - estiré la mano en su dirección, no me olvidaba de las buenas formas. - Aunque me solían llamar Belo - no pudo evitar sentir nostalgia al pronunciar mi mote. Rápidamente cambié la cara de bobo a una más seria, de pocos amigos. - No quiero líos, ¿entendido? - ufff... verás, éste me la iba a liar. Y yo en modo sureño loco de la colina. No tenía ganas de pelear, de hecho, llevaba tanto tiempo sin pelear, que... hasta pensé que si me mataba por mi confianza, sería un buen final. Estaba muy cansado.
- Spoiler:
Qué rápido se arrepentía uno de las decisiones que tomaba. Debería haberse dado media vuelta y descender la colina, renunciar a lo que hubiera en el hotel de valor, ¿era demasiado tarde para escoger ese camino? Tal vez la esperanza de hablar con alguien que no fuera él mismo lo había superado, echaba de menos a su viejo grupo. O simplemente estaba siendo un temerario otra vez más.
Pero ahí seguía, a una distancia prudente, con su vieja guitarra a la espalda que se negaba a abandonar por duro que fuera el viaje, como si eso ayudara a reducir la amenaza que su aspecto desaliñado pudiera dar. Su estancia años atrás con aquellos mercenarios le dotaba de al menos la suficiente confianza como para salir de cualquier embrollo, claro que otra persona que hubiera sobrevivido a tantos años de apocalipsis estaba curtido en la misma piel. El silencio fruto del análisis mutuo dio lugar a una carcajada de los labios de Jay tras ser señalado.
—Descuida, no tengo interés de iniciar ningún tipo de romance homosexual en las montañas. Pero de que toque una canción no te vas a librar —relajó la pose y acortó la distancia para apretar con insistencia la mano contraria—. Jay —se presentó al separarse, mirando entonces a la gran estructura que era el hotel a través de los árboles. Luego volvió su atención a Belo, ahora que podía escucharlo mejor estaba seguro de que tenía cierto acento extranjero.
—Estoy viajando hacia el este. Vine aquí cuando era pequeño, se me ocurrió que una montaña que se pasa la mayor parte del año nevada y con un pueblo horas abajo no sería el primer refugio al que acudirían los demás. No perdía nada por comprobar la despensa del hotel, pero veo que te has adelantado —solo contó la verdad a medias. Ni tenía una ruta ni había estado allí en la vida, pero no le gustaba hablar de sí mismo. La primera vez que lo hizo se vio obligado a seguir un camino que no quería repetir, y la segunda vez abrió su corazón a un grupo, una familia para él, que acabó perdiendo. Mejor olvidar el pasado.
—Dime, ¿quedan al menos esquís para poder deslizarme colina abajo y ahorrarme el paseo? —bromeó, pues poco podía esquiar sin nieve. La pregunta, sin embargo, iba más dirigida a tantear hasta qué punto se encontraba en buen estado el pequeño recinto. Si podía llegar a un trato con Belikov la costosa subida habría merecido la pena.
Seguía mirando de vez en cuando al entorno, no podía saber si él estaba solo.
- ¡Ufff...! Tío haberlo dicho antes, me estaba poniendo muy nerviosito ya - mi cuerpo se relajó por completo hasta el punto de que dejé caer el hacha al suelo. - Así que Jay, ¿eras de esos niños pijos que sus padres iban a esquiar de vacaciones en navidad? - asentí varias veces. El tipo no parecía malo, si me la estaba jugando por lo menos disimulaba muy bien.
Esta vez fui yo quien se rio al escuchar que me había adelantado. Fue como un cumplido. Al menos para mi. Cuando dijo que se marcharía me quedé un poco pensativo, apenado en el fondo.
- No hombre, no te vayas ahora, ya que has subido hasta aquí... - me rasqué la cabeza. - No me queda mucha comida, pero al menos unas latas para cenar y que te puedas llevar algo hay - expliqué. Tal vez no era la mejor idea, ofrecerle lo poco que me quedaba a un extraño. Pero bien se lo había currado y un poco de conversación no me vendría mal.
- ¿Qué me dices, me ayudas a llevar la leña? - me agaché para recoger algunos pedazos con los que cargué y dejé otros pocos para él, luego señalé el hotel con la cabeza. Empecé a caminar. - Luego veremos si hay algunos esquís por ahí - fui saliendo del bosque hacia la entrada. La nieve se apilaba a los lados de las puertas, ya que había tratado de que no se amontonase en la puerta o no saldría de ahí hasta la primavera.
- Disculpa el desorden, la verdad es que no esperaba visita, sino yo... nah no hubiese limpiado aún así - me reí otra vez. Abrí la puerta empujándola con el trasero. La entrada al hotel era un espacioso salón con muebles de madera, había cosas por todos lados. Ya que me había dedicado a hacer vida allí, junto a la chimenea. Me había bajado hasta una de las camas y no estaba muy lejos del fuego. Todo bien pensado.
- ¡Siéntate por donde veas! - algunos montones de ropa estaban desperdigados por ahí. Hasta vi unos calzoncillos con la zurrapa ahí marcada, le di una patada para meterlos bajo la cama. Fue un mal día.
- Te dará pena verlo así, después de haber estado aquí de niño, seguro que era una pasada - miré hacia mi alrededor. El polvo, la lámpara a medio caer. - El día menos pensado me pega un buen susto - si es que seguía por ahí. Llevaba ya unos días pensando en que debía buscarme otro lugar.
Esta vez fui yo quien se rio al escuchar que me había adelantado. Fue como un cumplido. Al menos para mi. Cuando dijo que se marcharía me quedé un poco pensativo, apenado en el fondo.
- No hombre, no te vayas ahora, ya que has subido hasta aquí... - me rasqué la cabeza. - No me queda mucha comida, pero al menos unas latas para cenar y que te puedas llevar algo hay - expliqué. Tal vez no era la mejor idea, ofrecerle lo poco que me quedaba a un extraño. Pero bien se lo había currado y un poco de conversación no me vendría mal.
- ¿Qué me dices, me ayudas a llevar la leña? - me agaché para recoger algunos pedazos con los que cargué y dejé otros pocos para él, luego señalé el hotel con la cabeza. Empecé a caminar. - Luego veremos si hay algunos esquís por ahí - fui saliendo del bosque hacia la entrada. La nieve se apilaba a los lados de las puertas, ya que había tratado de que no se amontonase en la puerta o no saldría de ahí hasta la primavera.
- Disculpa el desorden, la verdad es que no esperaba visita, sino yo... nah no hubiese limpiado aún así - me reí otra vez. Abrí la puerta empujándola con el trasero. La entrada al hotel era un espacioso salón con muebles de madera, había cosas por todos lados. Ya que me había dedicado a hacer vida allí, junto a la chimenea. Me había bajado hasta una de las camas y no estaba muy lejos del fuego. Todo bien pensado.
- ¡Siéntate por donde veas! - algunos montones de ropa estaban desperdigados por ahí. Hasta vi unos calzoncillos con la zurrapa ahí marcada, le di una patada para meterlos bajo la cama. Fue un mal día.
- Te dará pena verlo así, después de haber estado aquí de niño, seguro que era una pasada - miré hacia mi alrededor. El polvo, la lámpara a medio caer. - El día menos pensado me pega un buen susto - si es que seguía por ahí. Llevaba ya unos días pensando en que debía buscarme otro lugar.
- Spoiler:
Sin darse cuenta, él mismo se relajó también ante la postura contraria. Ya no sabía si podía fiarse de alguien en aquellos días, pero lo haría, fallara o no su instinto.
—Si fuera un pijo me habría largado a mitad del mar en un yate, claro que ahora que lo pienso no querría verme en la situación de quedarme sin combustible en medio de ninguna parte. No, nada de pijadas, simplemente vinimos una vez, creo que mis padres ganaron las entradas en algún tipo de concurso telefónico —algunas veces incluso él mismo se sorprendía de lo natural que hilaba las mentiras. Imaginaba que, en caso de haber ido de verdad, sería porque se lo regalaran a su madre. Ellos no podían haberse permitido ese tipo de lujos, no en esos años.
—¿Leña a cambio de comida? Trato hecho. Cada día me pesa menos la mochila, no voy a rechazar algo de generosidad —se agachó para recoger la madera que le tocaba y, tras asegurarse que tenía los troncos bien agarrados, siguió los pasos de Belo hasta el interior del hotel. Dejó la madera apilada al lado de la chimenea, y algo más apartado su mochila y la guitarra, después barrió con la mirada el resto de la estancia. Simplemente dejó escapar una carcajada divertida.
—¡Vaya desastre! Me recuerda a mi casa, o lo que quede de ella. Soy incapaz de mantener las cosas ordenadas más de doce horas seguidas —de un pequeño salto se alejó de la lámpara, no fuera a ser ese el día que les sorprendiera a los dos. También, por la organización del lugar, podía imaginar que Belo estaba solo. Eso o había dado con una comunidad de personas igual de desastres que él mismo. No sabía qué idea le atraía más que fuera cierta.
—Lo cierto es que ya no tengo tantos recuerdos del lugar. Dime, ¿es seguro todo el recinto? ¿Tuviste que limpiarlo al llegar? Puestos a llevarme una sorpresa, prefiero que sea la de la lámpara —caminó hacia la zona que era la antigua recepción, buscando uno de los planos del edifico que siempre colgaban en las paredes, intentando hacerse a una idea de dónde estaban los diferentes accesos y la despensa.
—¿Llevas mucho tiempo aquí? Es un sitio complicado de mantener si solo estás tú. Cualquier día podría subir una horda y estarías en un callejón sin salida —comentó tras encontrar lo que buscaba, volviendo hacia la zona de la chimenea.
Me apoyé en la chimenea un momento, observando cómo Jay se movía por el lugar, explorando. Me hizo gracia cuando dijo lo del desastre, aunque no podía culparlo. Llevaba demasiado tiempo solo aquí, y la organización no había sido precisamente mi prioridad.
- Sí, bueno, ya sabes, la vida en el apocalipsis no viene con servicio de limpieza incluido - le respondí con una sonrisa. Luego me puse un poco más serio cuando me preguntó por la seguridad del lugar y si había tenido que limpiarlo al llegar.
- Cuando llegué aquí, no había prácticamente nadie - empecé, recordando el primer día que puse un pie en este hotel. - Me encontré con algunos zombies, pero nada que no pudiera manejar. Los despaché rápido y dejé el lugar despejado. Desde entonces, ha estado tranquilo - iba explicando.
Caminé hacia la ventana, señalando hacia afuera con la cabeza, donde la nieve seguía apilada a los lados del edificio.
- Durante el invierno, con toda esa nieve, este sitio era perfecto. Los zombies no suben por aquí cuando el camino está lleno de nieve. Era demasiado complicado para ellos. Así que estuve bastante seguro todo este tiempo, sin demasiados problemas. Pero... - suspiré y me volví hacia él. - Ahora la cosa está cambiando. La nieve se está derritiendo, y eso significa que el lugar va a dejar de ser tan seguro. Ya no va a ser tan difícil que suban. Si aparece una horda, no creo que pueda mantenerlos a raya solo - me rasqué la frente pensativo.
Me encogí de hombros, algo resignado ante la situación.
- Por eso me lo estoy planteando. Marcharme, digo. No tiene sentido quedarse aquí si la seguridad va a desaparecer con el deshielo. Antes podía confiar en que no subirían, pero ahora... - hice una pausa, dejando que las palabras colgaran en el aire, como si la amenaza ya fuera algo inevitable. - Bueno, ya te haces una idea, además, no pienso limpiar nada de esto, y antes de que me coma la mierda... pues tendré que encontrar otro sitio que esté bien - me estaba riendo en silencio, como si el chiste fuera más para mi mismo.
Volví a mirarlo, curioso por saber qué pensaba él de la situación.
- Y tú, ¿tienes algún sitio seguro o sólo andas vagando por ahí?
- Sí, bueno, ya sabes, la vida en el apocalipsis no viene con servicio de limpieza incluido - le respondí con una sonrisa. Luego me puse un poco más serio cuando me preguntó por la seguridad del lugar y si había tenido que limpiarlo al llegar.
- Cuando llegué aquí, no había prácticamente nadie - empecé, recordando el primer día que puse un pie en este hotel. - Me encontré con algunos zombies, pero nada que no pudiera manejar. Los despaché rápido y dejé el lugar despejado. Desde entonces, ha estado tranquilo - iba explicando.
Caminé hacia la ventana, señalando hacia afuera con la cabeza, donde la nieve seguía apilada a los lados del edificio.
- Durante el invierno, con toda esa nieve, este sitio era perfecto. Los zombies no suben por aquí cuando el camino está lleno de nieve. Era demasiado complicado para ellos. Así que estuve bastante seguro todo este tiempo, sin demasiados problemas. Pero... - suspiré y me volví hacia él. - Ahora la cosa está cambiando. La nieve se está derritiendo, y eso significa que el lugar va a dejar de ser tan seguro. Ya no va a ser tan difícil que suban. Si aparece una horda, no creo que pueda mantenerlos a raya solo - me rasqué la frente pensativo.
Me encogí de hombros, algo resignado ante la situación.
- Por eso me lo estoy planteando. Marcharme, digo. No tiene sentido quedarse aquí si la seguridad va a desaparecer con el deshielo. Antes podía confiar en que no subirían, pero ahora... - hice una pausa, dejando que las palabras colgaran en el aire, como si la amenaza ya fuera algo inevitable. - Bueno, ya te haces una idea, además, no pienso limpiar nada de esto, y antes de que me coma la mierda... pues tendré que encontrar otro sitio que esté bien - me estaba riendo en silencio, como si el chiste fuera más para mi mismo.
Volví a mirarlo, curioso por saber qué pensaba él de la situación.
- Y tú, ¿tienes algún sitio seguro o sólo andas vagando por ahí?
- Spoiler:
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