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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Un último encargo [Ryder]
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Fuerte Apache, Arizona.
13:43 PM.
13:43 PM.
Bajo el sol abrasador del mediodía, Jay avanzó a un lado de la carretera. En aquella parte del país el desierto amenazaba aun con más fuerza que los propios caminantes. Su frente estaba empapada de sudor y sentía la boca seca, pero todavía no le tocaba beber, debía suministrar con cuidado el agua durante aquel largo camino. A un par de kilómetros frente a él la carretera se curvaba hacia la izquierda y, muy cerca de ahí, los tejados de los edificios empezaban a contornearse.
Deslizó la vista a un fino libro que portaba entre las manos y continuó leyendo, era un libro sobre distintos puntos de interés de Arizona que tomó prestado del anterior pueblo que había cruzado, un típico libro que se ofrecía en las oficinas de turismo. En una extensa llanura donde tenía visión hacia cualquier punto no era necesario que estuviera completamente atento.
"Fuerte Apache fue un campamento militar construido en la segunda mitad del siglo XIX durante la expansión de Estados Unidos hacia el oeste. Aunque el lugar fue desocupado y ocupado en numerosas ocasiones, actualmente es un parque histórico que preserva las edificaciones originales rehabilitadas para contener una escuela, oficinas, un museo sobre la cultura apache y una prisión, siendo este último edificio el único activo. También se conservan las 27 estructuras residenciales del ejército."
El primer grupo con el que Jay viajó y aprendió a sobrevivir era un grupo de mercenarios que dejaban mucho que desear, no eran más que una escoria social que se aprovechaba de las desgracias. Odiaba a todos y cada uno de ellos, bueno, eso no era cierto, había logrado una pequeña confianza con uno de ellos. Abandonó el grupo antes que Jay, no sin antes confesarle que iría a buscar a su hermano a la prisión de Fuerte Apache.
No es que hubiera decidido ir allí expresamente, pero cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba no pudo evitar preguntarse si merecía la pena revisarlo, si tendría la suerte de ver una cara conocida y un refugio seguro.
Cuando terminó de torcer la curva de la carretera y el complejo quedó frente a él, entonces advirtió que no habría lugar seguro, tan solo otro pueblo desolado más que revisar. Grandes camiones y demás vehículos militares abandonados bloqueaban el acceso principal, como si una pequeña parte del ejército hubiera decidido refugiarse allí tras el apocalipsis. No había muestras de que algo vivo se refugiara allí, ni el mísero piar de un pájaro.
Pero Jay siguió bordeando, continuando la carretera que se dirigía al complejo residencial. Guardó el libro en la mochila y esta vez sí fue mirando hacia su izquierda, observando con cuidado las calles, la prisión que se alzaba más atrás, tratando de notar algún movimiento. Debía ir con cuidado en aquella sección pues estaba ante un campamento militar y prisión. No sabía hasta qué punto prefería enfrentarse a un soldado, a un preso o a un caminante. En realidad, prefería no tener que enfrentarse a nadie. Ojalá estuviera desierto y pudiera acceder tranquilamente a las instalaciones para revisar si quedaba algo de valor.
La experiencia le dictó que era mejor ir paso a paso, dejar lo complicado para el final. Cuando se quiso dar cuenta estaba en la calle que contenía la mayoría de casas coloniales.
Deslizó la vista a un fino libro que portaba entre las manos y continuó leyendo, era un libro sobre distintos puntos de interés de Arizona que tomó prestado del anterior pueblo que había cruzado, un típico libro que se ofrecía en las oficinas de turismo. En una extensa llanura donde tenía visión hacia cualquier punto no era necesario que estuviera completamente atento.
"Fuerte Apache fue un campamento militar construido en la segunda mitad del siglo XIX durante la expansión de Estados Unidos hacia el oeste. Aunque el lugar fue desocupado y ocupado en numerosas ocasiones, actualmente es un parque histórico que preserva las edificaciones originales rehabilitadas para contener una escuela, oficinas, un museo sobre la cultura apache y una prisión, siendo este último edificio el único activo. También se conservan las 27 estructuras residenciales del ejército."
El primer grupo con el que Jay viajó y aprendió a sobrevivir era un grupo de mercenarios que dejaban mucho que desear, no eran más que una escoria social que se aprovechaba de las desgracias. Odiaba a todos y cada uno de ellos, bueno, eso no era cierto, había logrado una pequeña confianza con uno de ellos. Abandonó el grupo antes que Jay, no sin antes confesarle que iría a buscar a su hermano a la prisión de Fuerte Apache.
No es que hubiera decidido ir allí expresamente, pero cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba no pudo evitar preguntarse si merecía la pena revisarlo, si tendría la suerte de ver una cara conocida y un refugio seguro.
Cuando terminó de torcer la curva de la carretera y el complejo quedó frente a él, entonces advirtió que no habría lugar seguro, tan solo otro pueblo desolado más que revisar. Grandes camiones y demás vehículos militares abandonados bloqueaban el acceso principal, como si una pequeña parte del ejército hubiera decidido refugiarse allí tras el apocalipsis. No había muestras de que algo vivo se refugiara allí, ni el mísero piar de un pájaro.
Pero Jay siguió bordeando, continuando la carretera que se dirigía al complejo residencial. Guardó el libro en la mochila y esta vez sí fue mirando hacia su izquierda, observando con cuidado las calles, la prisión que se alzaba más atrás, tratando de notar algún movimiento. Debía ir con cuidado en aquella sección pues estaba ante un campamento militar y prisión. No sabía hasta qué punto prefería enfrentarse a un soldado, a un preso o a un caminante. En realidad, prefería no tener que enfrentarse a nadie. Ojalá estuviera desierto y pudiera acceder tranquilamente a las instalaciones para revisar si quedaba algo de valor.
La experiencia le dictó que era mejor ir paso a paso, dejar lo complicado para el final. Cuando se quiso dar cuenta estaba en la calle que contenía la mayoría de casas coloniales.
- Mapa:
En rojo: Camino de Jay.
En amarillo: Punto actual de Jay.
Nada, no me quedaba ni un poco de agua. Y eso complicaba mi camino, además de que me ponía más nerviosa, histérica y... veinte mil cosas más que complicaban mi camino. Me había tratado de organizar lo mejor posible, pero el agua no era infinita. Y la sed ya comenzaba a molestar. Tampoco sabía dónde estaba, había avanzado como había podido, poco a poco y parando en lugares para refugiarme o buscar provisiones.
Mis pasos me habían llevado a las inmediaciones de unas instalaciones. A lo lejos podía ver los edificios y como no distinguía nada más en el horizonte, decidí dirigirme hacia ese lugar.
- ¿Qué es lo peor que puede pasar? - me dije con ironía, y no pude evitar reírme ante aquel pensamiento, sería mejor no comprobarlo. Avanzaba con calma, poco a poco hacia los edificios, podía distinguir uno más alto a lo lejos. La forma me hacía pensar en un aeropuerto, pero dudaba de que fuera eso, conforme me acercaba pensaba también en una base militar o incluso una prisión. Negué rápidamente, para sacarme de mi ensoñamiento, puesto que debía estar alerta por si veía algo extraño. No sabía por qué, pero la sensación se hacía sentir rara. ¿Miedo? Pudiera ser, era mi instinto diciéndome que aquel lugar no era un buen sitio al que ir. ¿Peor a dónde iba a ir? Pensaba en buscar bebida, comida a ser posible y un lugar donde refugiarme durante la noche al menos.
Al acercarme más, pude distinguir que se trataba de una prisión y eso era bueno, podría encontrar armas o presos zombies. Lo cual seguía alimentando mi mala espina. Me encontré con que no podía avanzar hacia la prisión, estaba todo bloqueado con vehículos, pero el camino seguía hacia la derecha y por ahí parecía llevar a otra zona de edificios. Me encogí de hombros y seguí.
Parecía tratarse de una zona residencial de viviendas, todas de estilo colonial. ¿Dónde me estaba metiendo? Los edificios habían sido renovados, era evidente, pero el apocalipsis no habían ayudado en su conservación. Me sentía algo más tranquila, que yendo a la prisión, porque podría dormir en alguna de esas casas y tal vez encontrar comida y agua.
Conforme avanzaba por el camino, pude distinguir una figura en la lejanía e instintivamente me llevé una mano a mi cinturón. ¿Zombie? No, zombie no, por favor... No me apetecía tener que enfrentarme a uno, así que trataría de rodearlo. Por desgracia mis deseos se hicieron realidad, no parecía un zombie, no parecía moverse como tal. ¿Otro superviviente? ¡MIERDA! Eso no mejoraba la situación. Por experiencia la gente viva era peor, porque al menos los zombies eran previsibles.
Avancé rápidamente hacia una de las casas para quedar tras ella y ocultarme, no quería ser vista, pero tampoco quería irme ya. ¿Y si había más gente? De nuevo aquella sensación de pánico.
Mis pasos me habían llevado a las inmediaciones de unas instalaciones. A lo lejos podía ver los edificios y como no distinguía nada más en el horizonte, decidí dirigirme hacia ese lugar.
- ¿Qué es lo peor que puede pasar? - me dije con ironía, y no pude evitar reírme ante aquel pensamiento, sería mejor no comprobarlo. Avanzaba con calma, poco a poco hacia los edificios, podía distinguir uno más alto a lo lejos. La forma me hacía pensar en un aeropuerto, pero dudaba de que fuera eso, conforme me acercaba pensaba también en una base militar o incluso una prisión. Negué rápidamente, para sacarme de mi ensoñamiento, puesto que debía estar alerta por si veía algo extraño. No sabía por qué, pero la sensación se hacía sentir rara. ¿Miedo? Pudiera ser, era mi instinto diciéndome que aquel lugar no era un buen sitio al que ir. ¿Peor a dónde iba a ir? Pensaba en buscar bebida, comida a ser posible y un lugar donde refugiarme durante la noche al menos.
Al acercarme más, pude distinguir que se trataba de una prisión y eso era bueno, podría encontrar armas o presos zombies. Lo cual seguía alimentando mi mala espina. Me encontré con que no podía avanzar hacia la prisión, estaba todo bloqueado con vehículos, pero el camino seguía hacia la derecha y por ahí parecía llevar a otra zona de edificios. Me encogí de hombros y seguí.
Parecía tratarse de una zona residencial de viviendas, todas de estilo colonial. ¿Dónde me estaba metiendo? Los edificios habían sido renovados, era evidente, pero el apocalipsis no habían ayudado en su conservación. Me sentía algo más tranquila, que yendo a la prisión, porque podría dormir en alguna de esas casas y tal vez encontrar comida y agua.
Conforme avanzaba por el camino, pude distinguir una figura en la lejanía e instintivamente me llevé una mano a mi cinturón. ¿Zombie? No, zombie no, por favor... No me apetecía tener que enfrentarme a uno, así que trataría de rodearlo. Por desgracia mis deseos se hicieron realidad, no parecía un zombie, no parecía moverse como tal. ¿Otro superviviente? ¡MIERDA! Eso no mejoraba la situación. Por experiencia la gente viva era peor, porque al menos los zombies eran previsibles.
Avancé rápidamente hacia una de las casas para quedar tras ella y ocultarme, no quería ser vista, pero tampoco quería irme ya. ¿Y si había más gente? De nuevo aquella sensación de pánico.
- DADO:
- Lanzo un dadito de sigilo, para ver si Ryder logra ocultarse de Jay.
DADO SIGILO: 04 + 8 = 12.
- Muchas cosas:
- Home:
Graaacias Jason
- Life Is Strange...:
- Multipass!:
El miembro 'Ryder' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
'Números' :
Resultados :
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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Que caprichoso era el destino que llevó, con una ráfaga de viento, una revista de esas que Belo solía guardar hasta sus pies. Revista que por un instante Jay no pudo evitar coger y en cuyas imágenes se quedó embobado como si de un crío se tratara. Razón por la cual por un instante fue inconsciente de su entorno y ni aun habiendo zombies portando cascabeles se hubiera enterado de su presencia.
Pasó al lado de la acechadora con los ojos en las páginas, suspiró, la dejó caer sobre la acera, pues no era comparable a sus novelas, y se encaminó a la siguiente de las casas como podría haber vuelto sobre sus pasos, es decir, sin razón alguna de su elección.
Plenamente a la vista de cualquiera e inconsciente de que estaba siendo observado desde mucho más cerca de lo que pensaba, con la tela de su camiseta limpió la mugre del cristal de una de las ventanas de la fachada y observó el interior. Todo estaba vacío y polvoriento, no eran más que casas abiertas para el turismo de la zona, sin ningún tipo de suministro. Seguramente el personal de la prisión viviría en algún edificio del propio complejo presidiario, con comida, agua y tal vez un arma. Pero por temerario que fuera no le terminaba de convencer tener que acercarse a un lugar que, de haber alguien, estaría completamente atrincherado, mejor posicionado y con mejores recursos para repeler zombies y cualquier idiota que se acercara como él mismo. Bueno, si había que hacer algo que no le gustaba era mejor no retrasar el momento, y desde allí la carretera que llevaba a la prisión estaba completamente despejada.
Sin embargo, aun predispuesto a enfrentarse a lo desconocido, su estómago dictó un cambio de planes. Sin necesidad de comprobar la hora aproximada levantado la cabeza al cielo, Jay se acercó a la puerta de la casa que ya había estado observando y la abrió de par en par. La entrada daba al salón, con escaso y sencillo mobiliario, algo que el ejército siempre respetó, y Jay descolgó la mochila para dejarla sobre la mesa, completamente absorto en rebuscar dentro de ella qué lata abriría hoy.
Pasó al lado de la acechadora con los ojos en las páginas, suspiró, la dejó caer sobre la acera, pues no era comparable a sus novelas, y se encaminó a la siguiente de las casas como podría haber vuelto sobre sus pasos, es decir, sin razón alguna de su elección.
Plenamente a la vista de cualquiera e inconsciente de que estaba siendo observado desde mucho más cerca de lo que pensaba, con la tela de su camiseta limpió la mugre del cristal de una de las ventanas de la fachada y observó el interior. Todo estaba vacío y polvoriento, no eran más que casas abiertas para el turismo de la zona, sin ningún tipo de suministro. Seguramente el personal de la prisión viviría en algún edificio del propio complejo presidiario, con comida, agua y tal vez un arma. Pero por temerario que fuera no le terminaba de convencer tener que acercarse a un lugar que, de haber alguien, estaría completamente atrincherado, mejor posicionado y con mejores recursos para repeler zombies y cualquier idiota que se acercara como él mismo. Bueno, si había que hacer algo que no le gustaba era mejor no retrasar el momento, y desde allí la carretera que llevaba a la prisión estaba completamente despejada.
Sin embargo, aun predispuesto a enfrentarse a lo desconocido, su estómago dictó un cambio de planes. Sin necesidad de comprobar la hora aproximada levantado la cabeza al cielo, Jay se acercó a la puerta de la casa que ya había estado observando y la abrió de par en par. La entrada daba al salón, con escaso y sencillo mobiliario, algo que el ejército siempre respetó, y Jay descolgó la mochila para dejarla sobre la mesa, completamente absorto en rebuscar dentro de ella qué lata abriría hoy.
- Dado:
- DADO PERCEPCIÓN: 01 + 00 = 01.
Observé desde mi escondite al sujeto que avanzaba revisando una revista que se había encontrado en el suelo. Entrecerraba mis ojos tratando de enfocar mejor en la lejanía, porque de lejos veía menos que un topo. Rebusqué entre mis cosas, palpando todos los bolsillos de mis ropas hasta dar con mis viejas gafas de pasta. Al ponérmelas analicé mejor a mi alrededor. La persona en cuestión parecía ir sola. ¿Pero y si no era así y sabía que lo estaba vigilando y me estaban jugando una mala pasada? ¿Y si sabía que yo sabía que sabí...? ¡Ryder, ya! Me obligué a detener mis pensamientos intrusivos y paranoicos antes de que mi mente colapsara.
Estaba solo, y parecía ser un nómada en busca de comida, igual que yo. Avancé con lentitud rodeando el edificio para alcanzar el otro extremo y ver como el sujeto se asomaba a una ventana de un edificio. No le perdía de vista. Se veía normal, un superviviente más. Jay Lawson tratando de encontrar comida. ¡Jay Lawson!
Mis ojos se abrieron de par en par y me obligué a analizarlo mejor, por si me estaba confundiendo, pero no, era él, era el mismo. Hasta desde aquí podía ver su marca encima del ojo. Oye, eso es que tenía las gafas bien limpias... No pude evitar quitármelas y observar los cristales impolutos.
- Ah bien... No, Ryder, no está bien - me decía a mi misma volviendo a ponerme las gafas otra vez. No podía ser una coincidencia, ¿o sí? ¿Otra vez, casualmente cuando llevaba tanto tiempo fuera de Pandemonium? ¿Le habían vuelto a mandar en mi búsqueda? Pánico, miedo e incluso emoción. ¿Me echarían de menos? Yo siempre los echaba de menos, pero no podía volver, era mejor así. ¿Qué debía hacer ahora? Porque sentía que lo más sensato era salir corriendo, pero por otro lado... no quería hacerlo.
Jay entró en la casa y yo me quedé allí unos instantes, pensando en cómo actuar. Avancé hacia la parte de atrás, allí había una puerta y un par de ventanas más. Tal vez podría ver qué hacía. Fui hasta el cristal y pegué mi enorme careto a este para asomarme. Pero la ventana estaba tan alta que apenas podía ver mucho más, así que aprovechando un cubo de basura metálico, me subí a este con cuidado y todo iba bajo control, hasta que perdí el equilibro y el cubo y yo caímos estrepitosamente al suelo.
- Claro que sí, guapa - me dije en voz baja.
Estaba solo, y parecía ser un nómada en busca de comida, igual que yo. Avancé con lentitud rodeando el edificio para alcanzar el otro extremo y ver como el sujeto se asomaba a una ventana de un edificio. No le perdía de vista. Se veía normal, un superviviente más. Jay Lawson tratando de encontrar comida. ¡Jay Lawson!
Mis ojos se abrieron de par en par y me obligué a analizarlo mejor, por si me estaba confundiendo, pero no, era él, era el mismo. Hasta desde aquí podía ver su marca encima del ojo. Oye, eso es que tenía las gafas bien limpias... No pude evitar quitármelas y observar los cristales impolutos.
- Ah bien... No, Ryder, no está bien - me decía a mi misma volviendo a ponerme las gafas otra vez. No podía ser una coincidencia, ¿o sí? ¿Otra vez, casualmente cuando llevaba tanto tiempo fuera de Pandemonium? ¿Le habían vuelto a mandar en mi búsqueda? Pánico, miedo e incluso emoción. ¿Me echarían de menos? Yo siempre los echaba de menos, pero no podía volver, era mejor así. ¿Qué debía hacer ahora? Porque sentía que lo más sensato era salir corriendo, pero por otro lado... no quería hacerlo.
Jay entró en la casa y yo me quedé allí unos instantes, pensando en cómo actuar. Avancé hacia la parte de atrás, allí había una puerta y un par de ventanas más. Tal vez podría ver qué hacía. Fui hasta el cristal y pegué mi enorme careto a este para asomarme. Pero la ventana estaba tan alta que apenas podía ver mucho más, así que aprovechando un cubo de basura metálico, me subí a este con cuidado y todo iba bajo control, hasta que perdí el equilibro y el cubo y yo caímos estrepitosamente al suelo.
- Claro que sí, guapa - me dije en voz baja.
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Graaacias Jason
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Al fondo de la mochila tenía algunos sobres de comida deshidratada, aquellas que servían para alimentar a las fuerzas de defensa del estado. No recordaba dónde las había conseguido, pero se decantó por una de ellas sin molestarse en leer de qué era, al fin y al cabo todas sabían a lo mismo.
No tenía forma de calentar el agua para acelerar el proceso, no sin implicar revelar su posición con una gran cortina de humo por haber hecho una hoguera, así que se contentó con simplemente verter el contenido de la botella en el paquete y confiar en que la comida, pasado unos minutos, fuera más o menos comestible.
Fue entonces cuando escuchó el estrepitoso sonido. Jay se llevó la diestra al machete y avanzó hacia la ventana. Prudente, observó primero la lejanía a través del cristal, medio escondido bajo la pared. Al no ver a nadie fue cuando se atrevió a levantarse y allí, más cerca de lo que él pudo prever, vio un pequeño bulto entre los cubos de la basura. Su sorpresa fue que la reconocía, así que no tardó en abrir la ventana y asomarse, desarmado, pero con una gran sonrisa divertida en el rostro.
—Pensé que ya te dejé claro cuando nos vimos por primera vez que el sigilo no era lo tuyo —murmuró con la ironía presente—. Ryder, pasa antes de que llamemos la atención de todo el mundo, creo que en esa prisión de al fondo todavía queda gente.
Cerró la ventana, pero la puerta estaba abierta para que ella entrara. Jay rebuscó dos cuencos en el mobiliario para repartir lo que había preparado.
—Estás de suerte, iba a comer. Pero antes seamos sinceros... —y se volvió hacia ella con el rostro más tenso, preocupado, serio—. ¿Es esto solo una inesperada coincidencia o la organización en la que estás metida me está persiguiendo y te han mandado a ti?
No tenía forma de calentar el agua para acelerar el proceso, no sin implicar revelar su posición con una gran cortina de humo por haber hecho una hoguera, así que se contentó con simplemente verter el contenido de la botella en el paquete y confiar en que la comida, pasado unos minutos, fuera más o menos comestible.
Fue entonces cuando escuchó el estrepitoso sonido. Jay se llevó la diestra al machete y avanzó hacia la ventana. Prudente, observó primero la lejanía a través del cristal, medio escondido bajo la pared. Al no ver a nadie fue cuando se atrevió a levantarse y allí, más cerca de lo que él pudo prever, vio un pequeño bulto entre los cubos de la basura. Su sorpresa fue que la reconocía, así que no tardó en abrir la ventana y asomarse, desarmado, pero con una gran sonrisa divertida en el rostro.
—Pensé que ya te dejé claro cuando nos vimos por primera vez que el sigilo no era lo tuyo —murmuró con la ironía presente—. Ryder, pasa antes de que llamemos la atención de todo el mundo, creo que en esa prisión de al fondo todavía queda gente.
Cerró la ventana, pero la puerta estaba abierta para que ella entrara. Jay rebuscó dos cuencos en el mobiliario para repartir lo que había preparado.
—Estás de suerte, iba a comer. Pero antes seamos sinceros... —y se volvió hacia ella con el rostro más tenso, preocupado, serio—. ¿Es esto solo una inesperada coincidencia o la organización en la que estás metida me está persiguiendo y te han mandado a ti?
La caída fue sonora, tanto que me quedé un momento en el suelo, con el cubo de basura aún rodando a mi lado, mientras maldecía en voz baja. Qué manera tan brillante de mantener el perfil bajo, Ryder, pensé sarcásticamente. Pero antes de poder levantarme y huir como una cobarde, escuché una ventana abriéndose. Me asomé, con el corazón latiendo a mil por hora, solo para verlo a él: Jay Lawson, mirándome con una sonrisa divertida en su rostro.
Al escucharlo, no pude evitar sonreír de vuelta, aunque fuera una sonrisa pequeña. Sigilo no era lo mío... ¡Qué manera de recordármelo! Al ponerme de pie y sacudirme el polvo de la ropa, le respondí con voz tranquila, aunque mi corazón aún latía acelerado.
- Perdona, pero al principio no te habías enterado... progreso adecuadamente - murmuré en tono irónico, mientras hice chasquear los dedos de mi mano derecha, aunque sin dejar de observar la ventana y el entorno con algo de recelo.
Lo cierto es que no esperaba encontrarlo, y menos aquí, después de tanto tiempo. Jay había estado la última vez que me fui de Pandemonium... ¿Coincidencia? ¿Destino? No tenía tiempo para pensar en esas cosas. Me acerqué a la puerta que él había dejado abierta, dudando un segundo antes de entrar, y cuando lo hice, cerré con un leve empujón. Mientras lo observaba sacar cuencos y preparar lo que fuera que estaba cocinando, no pude evitar que la sensación de estar bajo escrutinio me recorriera de pies a cabeza.
Cuando lo vi volverse hacia mí con ese tono serio, esa pregunta me golpeó como un mazazo: ¿La organización me había mandado a buscarlo? En un primer instante no supe si reírme o enojarme, pero al final opté por lo primero. Solté una carcajada suave, pero pronto me detuve y lo miré directamente, con una seriedad repentina en mis ojos.
- ¡Ah que lo dices de verdad! - tragué saliva para no volver a reír - No, Jay, nadie me mandó... no soy tan importante como para que me usen como espía - la sola idea hasta me hizo gracia de verdad.
Me crucé de brazos y bufé levemente, sabiendo que mi respuesta no le tranquilizaría del todo, pero me moví hacia la mesa de mala gana, más por la comida que por cualquier otra cosa. La verdad es que el hambre me estaba ganando, y no me contuve mucho más antes de coger uno de los cuencos que Jay había preparado.
- De todas formas, estoy aquí - murmuré, casi a regañadientes, mientras ya me llevaba una buena cucharada a la boca. La silla vieja crujió bajo mi peso, pero lo ignoré mientras seguía devorando el contenido del cuenco. A decir verdad, no estaba mal, y después de tanto tiempo sin una comida decente, cualquier cosa me sabía a gloria.
Levanté la vista hacia él entre bocado y bocado, sin dejar de comer, porque al final, el hambre era más fuerte que cualquier conversación incómoda.
- No te haré preguntas complicadas... por ahora - dije finalmente con la boca medio llena, sonriendo de medio lado, aunque un poco más relajada. Así que sí, parecía una sencilla coincidencia, la cual, me sorprendió, porque en el fondo me sentí decepcionada. Pandemonium no le había mandado a buscarme.
Lo miré de nuevo, aún procesando la sorpresa de haberme encontrado con él en ese lugar desolado. Pero había algo familiar en su presencia, algo que me hacía sentir, aunque fuera un poco, menos sola en ese mundo roto.
Al escucharlo, no pude evitar sonreír de vuelta, aunque fuera una sonrisa pequeña. Sigilo no era lo mío... ¡Qué manera de recordármelo! Al ponerme de pie y sacudirme el polvo de la ropa, le respondí con voz tranquila, aunque mi corazón aún latía acelerado.
- Perdona, pero al principio no te habías enterado... progreso adecuadamente - murmuré en tono irónico, mientras hice chasquear los dedos de mi mano derecha, aunque sin dejar de observar la ventana y el entorno con algo de recelo.
Lo cierto es que no esperaba encontrarlo, y menos aquí, después de tanto tiempo. Jay había estado la última vez que me fui de Pandemonium... ¿Coincidencia? ¿Destino? No tenía tiempo para pensar en esas cosas. Me acerqué a la puerta que él había dejado abierta, dudando un segundo antes de entrar, y cuando lo hice, cerré con un leve empujón. Mientras lo observaba sacar cuencos y preparar lo que fuera que estaba cocinando, no pude evitar que la sensación de estar bajo escrutinio me recorriera de pies a cabeza.
Cuando lo vi volverse hacia mí con ese tono serio, esa pregunta me golpeó como un mazazo: ¿La organización me había mandado a buscarlo? En un primer instante no supe si reírme o enojarme, pero al final opté por lo primero. Solté una carcajada suave, pero pronto me detuve y lo miré directamente, con una seriedad repentina en mis ojos.
- ¡Ah que lo dices de verdad! - tragué saliva para no volver a reír - No, Jay, nadie me mandó... no soy tan importante como para que me usen como espía - la sola idea hasta me hizo gracia de verdad.
Me crucé de brazos y bufé levemente, sabiendo que mi respuesta no le tranquilizaría del todo, pero me moví hacia la mesa de mala gana, más por la comida que por cualquier otra cosa. La verdad es que el hambre me estaba ganando, y no me contuve mucho más antes de coger uno de los cuencos que Jay había preparado.
- De todas formas, estoy aquí - murmuré, casi a regañadientes, mientras ya me llevaba una buena cucharada a la boca. La silla vieja crujió bajo mi peso, pero lo ignoré mientras seguía devorando el contenido del cuenco. A decir verdad, no estaba mal, y después de tanto tiempo sin una comida decente, cualquier cosa me sabía a gloria.
Levanté la vista hacia él entre bocado y bocado, sin dejar de comer, porque al final, el hambre era más fuerte que cualquier conversación incómoda.
- No te haré preguntas complicadas... por ahora - dije finalmente con la boca medio llena, sonriendo de medio lado, aunque un poco más relajada. Así que sí, parecía una sencilla coincidencia, la cual, me sorprendió, porque en el fondo me sentí decepcionada. Pandemonium no le había mandado a buscarme.
Lo miré de nuevo, aún procesando la sorpresa de haberme encontrado con él en ese lugar desolado. Pero había algo familiar en su presencia, algo que me hacía sentir, aunque fuera un poco, menos sola en ese mundo roto.
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