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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Esos momentos que lo cambiaron todo
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Max A. Walcott
Algún día de mayo de 2013.
Hacía un calor insoportable, ese calor característico de California en una tarde como lo era ahora, no solo se sentía, se podía hasta ver, el asfalto desprendía un calor insoportable, Max lo sentía en las suelas de sus zapatillas y por eso hacía rato que caminaba por las cunetas, a lo lejos podía ver el aire caliente moverse, como provocaba aquella típica visión en la que parecía que las carreteras se movían, esas ondulaciones típicas, él avanzaba con la chaqueta al hombro, ni una sola sombra y se sentía agobiado, pero pronto llegaría a su destino y con suerte a alguna sombra.Hacía un par de días que había perdido a Hugo, su muerte fue dolorosa, ahora estaba solo, ya lo había pasado bastante mal cuando perdió a su madre y ahora se quedaba sin aquel que había llegado a ser como un padre. Pero tenía que ser fuerte, no sabía hacia donde ir, no sabía que hacer no le quedaba nada, pensó en sus familiares de Maryland, pero a quien pretendía engañar, él estaba en una punta del país y ellos en la otra con suerte llegaría muerto y eso sin contar con que ellos estuvieran vivos, no había posibilidades de ello, así que ahora el joven de apenas quince años vagaba solo por ahí, escondiéndose de todo aquello que no le gustaba, esquivando a la muerte. Por ahora había sido una buena estrategia.
En una mano llevaba casi arrastrando su vieja chaqueta, cargaba con su antigua mochila del instituto, ahora llena de otras cosas que nada tenían que ver con las clases, era irónico, pero ahora las echaba de menos, cualquier cosa a aquello. En la otra mano un improvisado ramo de flores que había ido recogiendo poco a poco, iba a ver a su madre, no sabía hacia donde ir excepto volver a casa, allí se sentiría mejor, era el único sitio donde no se sentiría un ratón perseguido por gatos.
Al visualizar el jardín delantero de la vieja casa que se localizaba a las afueras de la ciudad sintió pena, aquel lugar ya no era lo que era, abandonado, triste, desolado, cruzó el jardín con decisión hacia la puerta, Hugo y él la cerraron con llave como si eso fuera a detener a alguien y al ver que seguía cerrada pareció que si lo habían logrado, entró con su propia llave y cerró tras él por si acaso, la mancha de sangre reseca en la moqueta del salón seguía en el mismo punto donde una vez su madre cayó muerta, fue hacia la cocina y salió al jardín trasero, la casa parecía detenida en el tiempo, sucia pero tal y como la dejaron, allí ene se jardín avallado con altos muros observó en el centro la improvisada tumba que Hugo y él cavaron a toda prisa, se le encogió el corazón, se acercó y se sentó al lado de la cruz de madera.
- Hola mamá... - las palabras se le atascaron en la garganta al igual que impidió aquel llanto. - Te echo mucho de menos mamá y he perdido a Hugo, estoy solo... - dejó de mirar la cruz para agachar la mirada sus propias manos alzando una para frotar con insistencia sus ojos y así impedir aquel llanto, pero los recuerdos de Hugo moribundo, los de su propia madre y luego como él mismo cavó esa tumba junto a su padre no ayudaban nada. - No sé que hacer - dejó las flores con cuidado sobre la tumba, bien colocadas hasta que un ruido que provenía de la casa le alertó, se puso de pie de un salto y asustado como estaba empuñó el destornillador como si fuera un arma de verdad, con sigilo y cautela avanzó hasta entrar a la cocina y llegar al pasillo, el ruido provenía de la antigua habitación de sus padres. Otro golpe más en la puerta que estaba cerrada, todas las demás abiertas, pude ver su cuarto de refilón y como algunas motas de polvo danzaban por el aire visibles gracias a la luz que entraba por las otras ventanas, decidido, sin pensar demasiado en lo que podría ocurrir abrió la puerta de un empujón y se echó hacia atrás preparado para lo peor. El susto se lo llevó de todas formas, el corazón le dio un vuelco, pero al final se tranquilizó.
- Un gato, solo un gato... - se repetía a si mismo mientras que el animal se escabullía por la cocina, a saber por donde había entrado, pero se quedó allí de pie observando la habitación, buena la había liado el dichoso animal, todo estaba tirado por el suelo, del armario se habían caído un par de cajas, avanzó recogiendo un pequeño marco con una foto suya y de Hugo, no pudo evitar sonreír al verla, la colocó en la cómoda al lado de una foto de su madre de cuando era más joven, era preciosa. Pero otra cosa fue la que llamó su atención, al lado del armario había una caja, en ella se leía pintado con rotulador la palabra "mamá". Hugo no conocía a su madre y mamá nunca hablaba de la suya, como si algo le molestase, Max aprendió a no preguntar por ella desde una edad bastante temprana, cuando veía como ella se encrespaba por sus comentarios, supuso que no se llevaban bien.
Se sentó al lado de la caja y la abrió, había un montón de cartas y algunas fotos, la primera llamó su atención, en ella había un montón de niños pequeños, todos tendrían cinco o cuatro años, todos disfrazados de payasos, siguió mirando más fotos, en la siguiente una niña rubia de unos seis o siete años con una sonrisa bastante amplia, giró la foto y detrás vio una fecha, seguramente de cuando se tomaría la fotografía, pero su madre no podía ser, la imagen era a color y la fecha apenas databa de hacía unos doce o trece años. Dejó el montón de fotos y se concentró en las cartas, todas a nombre de su madre, Amber Alighieri y detrás en el remite el nombre que aparecía casi le hizo caer hacia atrás, Miranda Alighieri. Todas igual, su abuela, era su abuela, abrió la primera con la que se encontró.
- Cariño, te echo mucho de menos, Jerrow sigue igual de afectado y la pequeña Vanessa parece haberse olvidado, pregunta por ti, los primeros meses fueron un infierno, pero es una niña al fin y al cabo y ya parece haberse olvidado de todo, te mando algunas fotos... - Max se saltó medio párrafo y siguió leyendo más abajo. - ¿Cómo está Max?
- Vanessa no está bien, necesita a su madre, Amber te sigue echando en falta cada día desde que te fuiste - aquellas palabras a Max le hicieron perder la cabeza, tiró la carta y empezó a sacar más y más leyendo algunos fragmentos casi como si le pagaran una millonada por aquel trabajo, desesperado. - Hoy tu hija ha cumplido diecisiete años, sigue sin hablar apenas con su padre, pero es que Jerrow cada día está más distante, está triste, aunque parece ir recuperándose, muy poco a poco, Vanessa solo habla conmigo, es una buena chica pero sigue metiéndose en líos, Jerrow no sabe que hacer con ella, yo le digo que son las típicas formas que tienen los adolescentes de llamar la atención, pero él no quiere pensar que sea culpa suya, y es que es culpa de los dos, Amber, habéis decepcionado a vuestra hija - aquella carta estaba bastante arrugada como si alguien hubiera querido destrozarla, Max estaba bastante aturdido, ¿tenía una hermana?, la cabeza le daba vueltas, su madre le había mentido, ¿pero solo en eso?, empezó a sacar las fotos, la misma niña rubia por todas partes, Vanessa, Vanessa, Vanessa 6 de Abril, Vanessa 14 de Junio, Vanessa... Todas de ella bastante pequeña, pero logró dar con unas de ella bastante más mayor, bueno en realidad solo una, salía sentada junto a una mujer mayor de pelo blanco, llevaba un traje negro y ella un vestido blanco, sentadas en un sofá con la mirada perdida. Parecían bastante tristes.
Él joven seguía metido en aquella caja de recuerdos sin percatarse de las sombras que empezaban a envolver la casa, decenas de aquellos seres que habían sido atraídos al lugar por los ruidos y los síntomas de que allí había vida empezaron a rodear el barrio, su casa y él sin darse cuenta de nada.
Max A. Walcott
Algún día de mayo de 2013.
No daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo, las cartas lo decían todo, su abuela, sabía que se llamaba Miranda, tal vez lo único que sabía de ella le mandaba cartas a hablando de una niña, Vanessa, mencionaba al padre de esta, Jerrow, que según Max también sabía que era su padre, al menos así se llamaba, su madre solo le dijo tres cosas de su verdadero padre, se llamaba Jerrow, vivía en Inglaterra y era un borracho que la maltrataba, Hugo la salvó de aquella mala vida, pero todo aquello no podía ser una mera casualidad, era su padre, las cartas venían de Inglaterra todas y Vanessa debía ser su hermana.La cabeza le daba vueltas, en algunas cartas Miranda, su abuela, hablaba sobre Jerrow con cierta pena que entristecía hasta al propio Max, pero se suponía que su padre era un borracho que maltrataba a su madre, ¿por qué entonces Miranda no decía nada malo de él?, cada vez estaba más aturdido, seguía leyendo descubriendo que al parecer Vanessa estaba sola, sin una figura materna y mucho menos paterna, se iba saltando párrafos conforme algunos hablaban sobre cosas que ahora mismo no le interesaban nada, entonces leyó un párrafo para el mismo.
- ¿Y mi nieto? he visto las fotos que me han enviado de Max, es un pequeño encantador, guapo como su padre, se parece mucho a Jerrow, no tanto a ti o a Vanessa, parece tan risueño, cuéntame más de él - Max susurraba aquellas palabras sintiendo como los ojos se le llenaban de lágrimas, siempre pensó que su abuela pasaba de todo aquello y que no tenía relación con su madre, ¿por qué ella le ocultó todo aquello? - ...en eso se parece a ti, recuerdo que de pequeña tenía que atar todos los cajones con cuerdas para que no los abrieras, ¿te acuerdas que con Vanessa ocurría lo mismo?, se pasaba las tardes enteras registrándolo todo, si el pequeño te ha salido explorador tendrás que hacer lo mismo - el joven medio sonrió con las lágrimas aún asomando en sus ojos al recordar que aquello ocurrió de verdad, no es que tuviera recuerdos muy claros, pero imágenes de su madre atando los cajones con cuerdas o como ella misma se lo echaba en cara entre risas cuando era más mayor, "nunca parabas quieto, siempre lo querías ver todo y tenía que ir atando los tiradores de los cajones y armarios con cuerdas para que no los pudieras abrir, anda que los que venían a vernos y veían la casa de aquella guisa..." Las palabras de su madre resonaron en su cabeza mientras leía más anécdotas que contaba su abuela sobre esa niña llamada Vanessa, no había duda, era su hermana. Continuó leyendo algunas cosas, travesuras de la niña como que un día le dio por echarse toda la crema antiarrugas de su abuela por toda la cara y lo acabó ensuciando todo, o que se cayó de su bicicleta y se hizo un esguince... Las típicas cosas de niños, pero Max iba tranquilizándose poco a poco, eso si, sin dejar de preguntarse por qué, su madre le había engañado y ahora todo daba igual porque no podría hacer nada por enterarse, todos estaban muertos.
Al fondo de la caja había una foto seguramente de Miranda con su madre de joven, la cogió y la guardó en el bolsillo además de una foto de su supuesta hermana, las dos las guardó en el pantalón, la caja era demasiado grande como para llevársela por lo que la cerró y la empujó al fondo del armario, como si no quisiera volver a verla, como si hubiera sido mejor no haberla encontrado, recordando a aquel gato negro, por su culpa, se cruzó en su camino y había ocurrido todo aquello, su madre le había engañado y tenía una hermana a la que jamás conocería, le había separado de su abuela, de su padre y de ella, ahora se arrepentía de no haber insistido más con las preguntas.
Pero si que decidió quedarse una o dos cartas que tal vez leería más tarde, incluso podría coger más para leerlas más tarde, las guardó en el interior de la chaqueta y se quedó mirando aquel rincón un tanto perdido en sus pensamientos, no sabía que hacer ahora, al menos estaba en casa, podría quedarse allí durante unos días oculto y luego buscar comida en los alrededores y las casas de sus vecinos, la mayoría se las conocía bien, por lo que jugaba con ventaja, aquel barrio se lo conocía de memoria, pero entonces una sombra le hizo mirar en la dirección de la ventana, se alarmó, no se había percatado de nada, pero podía ver como la calle se llenaba de aquellos que mataron a su madre, a su padre y a todos los que un día llegó a conocer. No se percataron de su presencia, instintivamente se agachó en el suelo y gateó fuera de la habitación hasta llegar al pasillo y pegarse a la pared. Sentía el corazón acelerado, aquello no podía estar ocurriendo. ¿Iba a morir tras descubrir los peores secretos de su familia?
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