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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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[CR] Se le vio caminar solo con Ella
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Carmen Ruiz
Cuatro de julio de 2014.
— Se le vio caminar solo con Ella... — susurró con la voz rota por culpa de la sed, pero no importó, ya no importaba, Carmen tenía claro que había llegado su hora. — ...sin miedo a su guadaña — recitó en voz alta, porque lo necesitaba, necesitaba escuchar una voz, aunque fuera la suya, aunque la garganta le doliese... ese pesado silencio la estaba matando, esa soleda la consumía... Y así debía ser, así lo había decidido y como con tantos otros, había llegado su hora.Las calles de aquel pequeño pueblo estaban desoladas. El asfalto se había rajado dando paso a la flora, la basura se había esparcido, restos de huesos... Y plantas entre ellos. Era hasta bonito, cruelmente bonito.
Desconocía cuanto llevaba sin comer o beber, pero no le quedaría ya mucho más. Sus labios estaban tan resecos, que ni la saliva podía ayudarla, porque básicamente casi ni saliva tenía ya. Ella avanzaba, sin rumbo fijo, con su mente en Machado, como único elemento de desconexión. Y entonces la vio, al fondo de la calle, cuando ya no quedaban esperanzas. Trató de correr, pero apenas tenía fuerzas, cojeaba ligeramente porque una de las zapatillas se le había roto... No, no estaba en su mejor momento. Al entrar en la tienda Carmen quedó desolada, habìa sido saqueada y a juzgar por el aspecto de esta, en numerosas ocasiones.
No había nada más que basura, así que se dejó caer en el suelo, con un profundo suspiro. Se apoyó en el mostrador y cerró los ojos.
No pensó que volviera a abrirlos, es más, ni siquiera le importó, estaba tan cansada que hasta lo prefería así. Pero algo molestó esa extraña paz. Un sonido, que le costó identificar hasta que abrió los ojos. Sí, estaba muy aturdida. Unos ojos claros la miraban fijamente, con recelo, el animal parecía asustado y enfadado a la vez, porque gruñía a la mujer. Carmen lo miró fijamente, ¿la atacaría? Seguro que ni podría defenderse. Se convertiría en la comida de un perro hambriento, no de un zombie y hasta le pareció gracioso.
— Al memos espera hasta que me duerma... — susurró en español. Se fijó en que el husky parecía bastante joven, tendría en torno a un año de edad. Eso sí que era curioso.
Los ojos de la mujer miraron en varias direcciones y entonces lo vio, al fondo de la sala, bajo la estantería... Un paquete de plástico que parecía tener algo. Prácticamente se arrastró por el suelo, hasta alcanzar el paquete de cecina oculto. Carmen lo abrió sin pensarlo y devoró un par de tiras. Entonces se fijó en el perro, mientras masticaba con ansiedad. Gruñía, bajo, sabiendo qué debía hacer, pero como si temiera hacerlo. Carmen sacó del paquete algunas tiras, se acercó lentamente al animal y las dejó en el suelo, a una distancia prudente. El husky había retrocedido, pero al ver la comida se relamió, la miró fijamente y la mujer, incluso, vio como un delgado hilo de baba caía de la boca del animal.
— ¡Venga, come! — exclamó ella con la boca llena, sintiendo una punzada de dolor al tragar. El perro se lanzó a por las tiras de carne y a la par ambos acabaron con su parte de comida en apenas unos segundos.
El perro se marchó.
No supo cuánto tiempo después, porque se había vuelto a dormir, pero al despertar, esos ojos azules la miraban fijamente. Parecían aún algo asustados, pero también curiosos. Carmen miró al perro y éste a ella, así durante un momento y entonces comenzó a caminar.
Carmen se quedó observando, como el animal, tras dar unos pasos se giraba hacia ella. ¿Quería que le seguiera? La mujer se puso en pie, y cuando comenzó a seguir al animal, este no volvió a pararse en ningún momento, ni siquiera cuando dejaban el pueblo y se introducían en un bosque.
El rumor del agua la sorprendió, Carmen comenzó ahora a acanzar más rápido, tras el perro que la guiaba, quien también aceleró el paso.
Los árboles comenzaron a disiparse hasta formar un claro, dejando ver un pequeño río. Carmen lanzó la mochila a un lado y sin pensarlo dos veces se tiró casi de cabeza al agua.
Carmen Ruiz
Cuatro de julio de 2014.
Apenas se podía creer que aquel perro le hubiera salvado la vida, pero era así. Tras beber agua y bañarse como si llevase siglos sin hacerlo... (que para ella podía haber sido perfectamente más tiempo) se tumbó en la hierva, a la sombra de un árbol y cerró los ojos durante un rato. Aquella paz era indescriptible, se había quedado medio dormida y tan solo abrió uno de sus ojos para ver como el perro continuaba chapoteando en el agua, de un lado a otro, jugando con la cascada, las salpicaduras de esta...Carmen rió como por primera vez en mucho tiempo. Aquella escena le parecía tan bonita e inocente, que se le hacía raro de ver. ¿En un mundo tan destruido aún tenía cabida algo así? Se levantó para recoger un palo del suelo, la mujer se lo mostró al perro, que fijó sus ojos en este y la morena lo lanzó tan lejos como pudo. Cayó al río y el propio agua lo arrastraba. El husky corrió veloz, como si no hubiera un mañana, saltó al agua y fue a nado hasta el palo. Lo recogió y salió rápidamente del agua. Ella creyó que se lo llevaría, pero en lugar de eso, se acercó bajo la sombra del árbol y se quedó a un lado mordiendo el pedazo de madera. Carmen se sentó para observarlo.
— ¿Sabes? te pareces un montón a un perro de los K9... Capi — él seguía tan tranquilo con el palo. — Era un buen perro y a él le tuvieron que enseñar, pero tú... — era como una persona más, igual de inteligente. — ¿Te puedo llamar Capi? — Caarmen se acercó, igual demasiado, ya que el animal se apartó bruscamente. — Lo siento, no quería asustarte — por lo que probó otra táctica, que era la de acercar su mano por debajo de la cabeza de este, para que no se asustara. Carmen se movió tan despacio... y el perro estaba tan fijo, frente a ella, mirándola fijamente, que de verdad comenzaba a sentir miedo de que pudiera atacarla.
Su mano logró alcanzar finalmente el pelo de él y ella le acarició con suavidad. Capi, como había decidido llamarlo ahora cerró los ojos y acercó más su cabeza, disfrutando de las caricias. Ella sonrió al ver la reacción de él, eran dos solitarios que igual, a partir de ese día no volverían a serlo más.
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