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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Entresijos revelados | Vanessa A. Walcott
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Base del Camino, Desierto de Nevada
Viernes, 08/01 - 9:17 pm | Lounge
Viernes, 08/01 - 9:17 pm | Lounge
Otra noche transcurre en el desértico estado norteamericano, común como cualquier otra; fría y con una despiadada tormenta apoderándose de la superficie. En comparación, el interior del complejo subterráneo es un pequeño pedazo del paraíso en medio del infierno; hay electricidad, temperatura agradable, regulada... y lo que para Scott es aún más importante: orden y limpieza. Su vista podría perderse por horas en los impolutos suelos y paredes de los pasillos que transitaba afín de llegar al comedor. No vestía uniforme sino ropa civil; chaqueta de cuero negra, camiseta cuello "v" gris, jeans oscuros y botas tacticas. Tampoco portaba armas, y cabría preguntar ¿por qué?.. A diferencia del resto de unidades, el SETR cumplía con tareas de perfil más discreto, rara vez era necesario la acción directa, y para rematar la faena, su día había sido de los rutinarios; sólo organizar papeles y archivar inteligencia en la base de datos. En su cabeza no entraba nada más que pensar en lo que pediría para cenar una vez llegase a su destino.
───※ ·❆· ※───
—Lo lamento, no tienes suficiente crédito para pagar lo que pides —Excusó el encargado de la barra viendo de reojo el carnet de identificación de Harker tras haberlo escaneado, y con una condescendiente forma de disfrazar la incomodidad del asunto, diría—. ¿Te pongo un café? Tienen rebaja por ser viernes...
—¿Por qué no me extraña?.. Bien, que sea un café.
El órgano económico dentro de la compañía aún funcionaba con la vieja usanza del dinero ficticio, con la pequeña diferencia de que la moneda es digital y sirve como ficha de cambio por bienes y servicios que ofrece la corporación, tal como si esta fuese un país. Era justo para la mayoría y meticulosamente organizado para ser el fin del mundo y por eso es que Umbrella seguía en pie. Pero luego estaban los otros casos marginales, como el de Scott aquella noche... Nunca dejaba de trabajar y aún así no era raro ver retrasos en los pagos.
¿Aquello era adrede? Según él, quizá así lo fuese. 20-8 —nombrado así cuando nació— era uno de los recursos valiosos con los que la gran farmacéutica contaba en el área científica, pero hace años que abandonó aquello para ingresar en el Sector Rojo. Si era una medida indirecta de los superiores para disuadirle y hacerle volver a su oficio de antaño, averiguaría de una forma u otra la razón.
Umbrella siempre tiene un plan detrás de cada acción...
Entretanto, tomó su café, echó un vistazo a la hora en su reloj y fue a buscar su asiento habitual con la pretensión de matar el rato mientras esperaba una llamada de alguien en particular. Cuando hizo lo propio, encontró a una persona en la mesa que pretendía tomar. ¿Qué necesidad había de sentarse allí si ya estaba ocupada? Ninguna. La presencia ajena no lo detuvo de cumplir su deseo e ir a por lo que consideraba suyo.
—"Dale todo al que te pida, y si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames"... Lucas 6:30 —Hala la silla hacia atrás y se sienta, sus cejas se alzan brevemente al acabar de citar aquél versículo, un claro gesto de ironía, pues siquiera era creyente y él mismo y quienes le conocen saben que leyó la biblia por ocio y nada más.
Detalló a una mujer joven, no mayor que él, de cabellos rubios y aspecto un tanto cínico. Siendo difícil que no hubiese contacto visual entre ambos, por estar frente a frente, el moreno pretendía provocar una risa, aunque sea molestia o cuanto menos sacarle una palabra a su compañía. —¿No?.. A mi tampoco me gusta compartir —De pronto, fingió ocultar una sonrisa ladina detrás del vaso de café tras decir aquello, aprovechando para darle un sorbo a la bebida caliente antes de continuar—. Es curioso... A pesar de lo grande que es este lugar, lo considero pequeño, todos se conocen, pero a ti no te había visto antes. Soy Scott. ¿Puedes compartirme eso al menos, no? Tu nombre.
Lo bueno era que había perdido esa sensación desagradable, esa ansiedad que le gritaba que se olvidaba de algo. Ese pánico al soñar con rojo, ese "Y ahora mueres", Max... Todo eso se había olvidado. ¿Y estaba bien, no? ¿Estaba realmente bien?
Los días se sucedían uno tras otro, sin que ella fuera consciente de lo que ocurrió con Callen la última noche que se vieron. Esos recuerdos incómodos para Umbrella o el programa Ice eran siempre borrados, olvidados de su memoria. Por lo que A6 seguía trabajando para la corporación de esa forma sumisa, a ciegas y sin cuestionarse nada más.
Pero sí que había habido un cambio en ella durante los días venideros. Actuaba diferente, incluso Carlos se había dado cuenta, el encargado del armero la conocía y se había estado fijando en ella. Mucho más seria, distante y centrada en el trabajo. No quiso preguntar. Su compañera Anna y Callen también habían actuado así en los días siguientes. Incluso las pesadillas habían desaparecido, había más orden, como si los hilos, fueran movidos de otra forma o por otro titiritero.
Eran perros, que corrían en cuanto Umbrella les lanzaba un hueso.
— Bob — solté sin más, mientras comenzaba a degustar mi cena. Aquel día había sido largo, trabajar en el interior de la base siempre se hacía tedioso y aburrido. — No te habrás fijado entonces tanto, pertenezco a la unidad a la que todos soléis evitar — moví mi mano en el aire dibujando un círculo. Sarcástica, al parecer habían cosas que no cambiaban. No era un rumor, todo en aquella base estaba reglado, hasta los prejuicios. La división Ice eran unos fantasmas a los que evitar, los UBCS unos vendidos, los USS eran los lameculos de Umbrella y los USFU eran demasiado creídos. Solo había una división dentro de Red Umbrella que se escapaba de todo aquello. Y yo prefería centrarme en la mía, cumplir con el trabajo y seguir adelante con suerte un día más.
Siguió comiendo. Ella tenía una rutina tan estricta, que casi no podía perder ni un segundo más. En cuanto terminara de cenar tendría una hora libre, que últimamente aprovechaba para entrenar más. Aunque, igual, aquel día, después de tantos meses, aquello fuera a cambiar.
Los días se sucedían uno tras otro, sin que ella fuera consciente de lo que ocurrió con Callen la última noche que se vieron. Esos recuerdos incómodos para Umbrella o el programa Ice eran siempre borrados, olvidados de su memoria. Por lo que A6 seguía trabajando para la corporación de esa forma sumisa, a ciegas y sin cuestionarse nada más.
Pero sí que había habido un cambio en ella durante los días venideros. Actuaba diferente, incluso Carlos se había dado cuenta, el encargado del armero la conocía y se había estado fijando en ella. Mucho más seria, distante y centrada en el trabajo. No quiso preguntar. Su compañera Anna y Callen también habían actuado así en los días siguientes. Incluso las pesadillas habían desaparecido, había más orden, como si los hilos, fueran movidos de otra forma o por otro titiritero.
Eran perros, que corrían en cuanto Umbrella les lanzaba un hueso.
— Bob — solté sin más, mientras comenzaba a degustar mi cena. Aquel día había sido largo, trabajar en el interior de la base siempre se hacía tedioso y aburrido. — No te habrás fijado entonces tanto, pertenezco a la unidad a la que todos soléis evitar — moví mi mano en el aire dibujando un círculo. Sarcástica, al parecer habían cosas que no cambiaban. No era un rumor, todo en aquella base estaba reglado, hasta los prejuicios. La división Ice eran unos fantasmas a los que evitar, los UBCS unos vendidos, los USS eran los lameculos de Umbrella y los USFU eran demasiado creídos. Solo había una división dentro de Red Umbrella que se escapaba de todo aquello. Y yo prefería centrarme en la mía, cumplir con el trabajo y seguir adelante con suerte un día más.
Siguió comiendo. Ella tenía una rutina tan estricta, que casi no podía perder ni un segundo más. En cuanto terminara de cenar tendría una hora libre, que últimamente aprovechaba para entrenar más. Aunque, igual, aquel día, después de tantos meses, aquello fuera a cambiar.
No memories, no pain, no life...
Propio de la naturaleza de su oficio y del camaleón que aprendió a ser para ejercerlo, el lenguaje de su cuerpo cambió con la sutileza requerida para causar únicamente la impresión e imagen que él quería mostrar —y que venía mostrando desde que decidió abordar aquella mesa.
La apariencia de un tipo común, algo idiota, sociable, como un civil incluso.
Apoyó los brazos en la mesa y sus manos entrelazadas formaron un puente sobre el cual reposó su mentón, exhibiendo un ceño fruncido más parecido a un signo de curiosidad que a la posibilidad de no haberla escuchado... En definitiva, la había escuchado, más bien como si algo particular en las palabras cargadas de indiferencia de Bob, más allá de su peculiar nombre, hubiese despertado su interés...
Fue aquella vaga alegoría a su unidad que no alcanzó a comprender del todo. «Del ala roja, ¿eh?», hizo nota mental.
—Comprendo. Eres una de las consentidas de la compañía —Bufón, mordaz y en réplica al sarcasmo gesticulado por su interlocutora, murmuró actuando como quien se le fuga un pensamiento por accidente, y sin embargo, lo suficiente e irónicamente alto para que le alcanzara a oír—. Veo que te alimentas bien, estoy seguro de que no te falta nada, y si nadie te molesta es porque eres esencial para Umbrella... y aún si no lo fueras, creo que sentiría pena por quien se cruce en tu camino —Reflexionaba, acomodaba cada pieza en su lugar cual rompecabezas mientras trataba de seguir leer con la mirada todo de quien tenía en frente—.No me sorprendería que fueses capitana de algún escuadrón, incluso, lo cual te haría talentosa por llegar allí y a tu corta edad.
Continuó, sino inició, una suerte de tira y afloja como con muchos otros antes que ella. Memorizar cada cara, husmear archivos y perfiles de empleados de la compañía se convirtieron en actividades recurrentes y un pasatiempo que sólo un compulsivo como él disfrutaba y podía permitirse los días que pasaba internado en la base. Lo que empezó como una misión terminó en costumbre, cabría decir que una necesidad, la necesidad de saciar su instinto controlador y sentir que estaba un paso por delante de los demás.
Pero de pronto algo llama la atención de Scott, y es que al fondo del bar se oye bullicio y risas de un par de USFUs reunidos con un miembro de la UBCS entorno a una mesa de billar, una de las bondades de la compañía. Y, hacia el extremo contrario, varios USS comparten mesa —más reservados en comparación a los otros, en consecuencia, cumpliendo con los arquetipos sociales de cada unidad paramilitar.
Las mesas contiguas a Bob y Scott están vacías, pero el sitio en general está lleno. Y es allí cuando la metáfora sarcástica que la mujer usó hace unos instantes golpeó su conciencia como un eco y cristalizó para volverse una realidad... La evitaban. —No eres USFU ni eres USS, eres todo un misterio... Pero, ¿qué eres realmente, Bob?
La apariencia de un tipo común, algo idiota, sociable, como un civil incluso.
Apoyó los brazos en la mesa y sus manos entrelazadas formaron un puente sobre el cual reposó su mentón, exhibiendo un ceño fruncido más parecido a un signo de curiosidad que a la posibilidad de no haberla escuchado... En definitiva, la había escuchado, más bien como si algo particular en las palabras cargadas de indiferencia de Bob, más allá de su peculiar nombre, hubiese despertado su interés...
Fue aquella vaga alegoría a su unidad que no alcanzó a comprender del todo. «Del ala roja, ¿eh?», hizo nota mental.
—Comprendo. Eres una de las consentidas de la compañía —Bufón, mordaz y en réplica al sarcasmo gesticulado por su interlocutora, murmuró actuando como quien se le fuga un pensamiento por accidente, y sin embargo, lo suficiente e irónicamente alto para que le alcanzara a oír—. Veo que te alimentas bien, estoy seguro de que no te falta nada, y si nadie te molesta es porque eres esencial para Umbrella... y aún si no lo fueras, creo que sentiría pena por quien se cruce en tu camino —Reflexionaba, acomodaba cada pieza en su lugar cual rompecabezas mientras trataba de seguir leer con la mirada todo de quien tenía en frente—.No me sorprendería que fueses capitana de algún escuadrón, incluso, lo cual te haría talentosa por llegar allí y a tu corta edad.
Continuó, sino inició, una suerte de tira y afloja como con muchos otros antes que ella. Memorizar cada cara, husmear archivos y perfiles de empleados de la compañía se convirtieron en actividades recurrentes y un pasatiempo que sólo un compulsivo como él disfrutaba y podía permitirse los días que pasaba internado en la base. Lo que empezó como una misión terminó en costumbre, cabría decir que una necesidad, la necesidad de saciar su instinto controlador y sentir que estaba un paso por delante de los demás.
Pero de pronto algo llama la atención de Scott, y es que al fondo del bar se oye bullicio y risas de un par de USFUs reunidos con un miembro de la UBCS entorno a una mesa de billar, una de las bondades de la compañía. Y, hacia el extremo contrario, varios USS comparten mesa —más reservados en comparación a los otros, en consecuencia, cumpliendo con los arquetipos sociales de cada unidad paramilitar.
Las mesas contiguas a Bob y Scott están vacías, pero el sitio en general está lleno. Y es allí cuando la metáfora sarcástica que la mujer usó hace unos instantes golpeó su conciencia como un eco y cristalizó para volverse una realidad... La evitaban. —No eres USFU ni eres USS, eres todo un misterio... Pero, ¿qué eres realmente, Bob?
Sus días solían ser rutinarios, pero vacíos, a excepción de las veces que se topaba con Callen o Stephens. A Bob no parecía molestarle aquella monotonía, o eso le hacían creer. Que era algo bueno, porque así las cosas eran más sencillas, sin sobresaltos. Sin embargo, la conversación giró en otra dirección, provocando que ella alzase la mirada hacia él, viendo como observaba a su alrededor, o como pronunciaba las palabras. Tratando de ver más allá de estas. Escuchó en silencio, sin decir absolutamente nada más, por ahora iba adivinando cosas de ella sin la necesidad de que hablase.
Le resultaba curioso. Se había olvidado hasta de su plato de comida, puesto que la última pregunta la hizo reaccionar a ella también. No era "quién eres" si no "qué eres". — Ojalá lo supiera — pensó, pero no quiso responder y continuó comiendo. Se suponía que aquello debía darle igual, ya que la historia oficial era que Umbrella la había salvado, y que como consecuencia había perdido todo su pasado. Pero a diferencia del resto de sus compañeros de división, ella no tenía ni un nombre. Carlos se lo eligió porque llamarla A6 le resultaba cruel, según él. Pero ese seguía siendo el nombre que Umbrella le daba.
— ¿Y qué eres tú? — pregunté volviendo a desviar la mirada del plato hacia la suya. — Seguro que es más interesante que lo que yo te pueda contar — y no era mentira. ¿Qué podía contar yo de mi? Nada comparado con lo que él tendría. Sí, ella envidiaba tener recuerdos. Y por eso mismo respondió a su pregunta con otra pregunta.
— ¿Tienes apellido Scott? — ya había terminado el plato y lo apartaba hacia un lado. — Porque yo no, es solo Bob — y aunque pudiera parecer una tontería, era tal vez lo máximo que alcanzaba a conocer de mi. Y una forma muy sutil, de a su vez contárselo todo a él. Sin tener que entrar en esos detalles pesados y que cada vez se me hacían más y más difíciles. No quería más miradas de pena, de curiosidad... nada de eso. Era una más en Umbrella. No necesitaban nada más de mi.
Le resultaba curioso. Se había olvidado hasta de su plato de comida, puesto que la última pregunta la hizo reaccionar a ella también. No era "quién eres" si no "qué eres". — Ojalá lo supiera — pensó, pero no quiso responder y continuó comiendo. Se suponía que aquello debía darle igual, ya que la historia oficial era que Umbrella la había salvado, y que como consecuencia había perdido todo su pasado. Pero a diferencia del resto de sus compañeros de división, ella no tenía ni un nombre. Carlos se lo eligió porque llamarla A6 le resultaba cruel, según él. Pero ese seguía siendo el nombre que Umbrella le daba.
— ¿Y qué eres tú? — pregunté volviendo a desviar la mirada del plato hacia la suya. — Seguro que es más interesante que lo que yo te pueda contar — y no era mentira. ¿Qué podía contar yo de mi? Nada comparado con lo que él tendría. Sí, ella envidiaba tener recuerdos. Y por eso mismo respondió a su pregunta con otra pregunta.
— ¿Tienes apellido Scott? — ya había terminado el plato y lo apartaba hacia un lado. — Porque yo no, es solo Bob — y aunque pudiera parecer una tontería, era tal vez lo máximo que alcanzaba a conocer de mi. Y una forma muy sutil, de a su vez contárselo todo a él. Sin tener que entrar en esos detalles pesados y que cada vez se me hacían más y más difíciles. No quería más miradas de pena, de curiosidad... nada de eso. Era una más en Umbrella. No necesitaban nada más de mi.
No memories, no pain, no life...
—Eso no responde mi pregunta sobre tu unidad —Manifestó sin tapujos. Parecía querer tentar su suerte aquella velada. Aunque pronto, el entorno empezó a hablarle. A cobrar vida para mandarle advertencias como si la mujer sentada frente a sí fuese bomba de tiempo que podría detonar en cualquier momento.
Harris, un antiguo compañero y espía de su división que había sido transferido al USFU, entró al comedor y al verle sentado junto a la rubia lo miró con ojos saltones, haciéndole un ademán en el que se rajaba el cuello con la mano, como si le exigiera que se alejara de inmediato. Scott se percató de esto al echar un reojo antes de hacer caso omiso y volver a mirar a Bob con una media luna en los labios, consciente de que se embaucaba en aguas profundas pero inconsciente quizá de lo que podría encontrar en ellas...
—No nos conocemos, Bob, pero siento que te he conocido antes. ¿Sabes por qué? Porque me conozco a mí mismo, y respondiendo a tu pregunta, no soy muy diferente a ti —Y tal vez lo que dijo fuese cierto, más allá de lo hábil que era su lengua con palabras rebuscadas y significados profundos que usaba para coquetear con la mente de la gente—. Eso es lo interesante que te puedo contar. Me recuerdas a mí mismo cuando me vi forzado a obedecer el régimen de confinamiento de la base, el despropósito de una existencia inevitablemente destinada a servir a los de arriba —Él entendía, o creía entender, que ella era una chica sola consigo misma en el mundo y sin nadie más. Sin abasto para las lágrimas en un lugar donde todos, incluso los de Umbrella, estaban condenados a una guerra sin cuartel... Ellos dos en especial, según veía, a una guerra consigo mismos.
Cada uno contra sus propios demonios a su propia manera.
—Harker —Suplió sin problema la demanda de su apellido. Bebió el último sorbo de su vaso de café y se puso a jugar con él en la mesa una vez que quedó vacío—. Es de origen inglés, tal como los vestigios de cierto acento del que no te has podido deshacer, ¿no es así? —Políglota en su excelencia, estaba dotado con un agudo oído para detectar las entonaciones, vicios y coloquios foráneos—. Reconocer acentos y hablar varios idiomas es la razón por la que la compañía aún no me ha echado de una patada en el culo. ¿Y tu caso? No tienes pinta de ser precisamente encargada de comunicaciones.
La noche parecía estar alargándosele y él se entretenía haciendo aquello. Escudriñarla, descifrarla como un acertijo. Un juego retorcido suyo que siempre disfrutaba. Había despertado la curiosidad de la mujer y eso era lo que le tenía allí frente a ella; su atención. De alguna forma buscaba más de esta, aunque tal vez no se había dado cuenta de que estaba siendo imprudente con sus interrogantes o incluso su mala costumbre de adivinar los rasgos y costumbres de las personalidades ajenas.
Harris, un antiguo compañero y espía de su división que había sido transferido al USFU, entró al comedor y al verle sentado junto a la rubia lo miró con ojos saltones, haciéndole un ademán en el que se rajaba el cuello con la mano, como si le exigiera que se alejara de inmediato. Scott se percató de esto al echar un reojo antes de hacer caso omiso y volver a mirar a Bob con una media luna en los labios, consciente de que se embaucaba en aguas profundas pero inconsciente quizá de lo que podría encontrar en ellas...
—No nos conocemos, Bob, pero siento que te he conocido antes. ¿Sabes por qué? Porque me conozco a mí mismo, y respondiendo a tu pregunta, no soy muy diferente a ti —Y tal vez lo que dijo fuese cierto, más allá de lo hábil que era su lengua con palabras rebuscadas y significados profundos que usaba para coquetear con la mente de la gente—. Eso es lo interesante que te puedo contar. Me recuerdas a mí mismo cuando me vi forzado a obedecer el régimen de confinamiento de la base, el despropósito de una existencia inevitablemente destinada a servir a los de arriba —Él entendía, o creía entender, que ella era una chica sola consigo misma en el mundo y sin nadie más. Sin abasto para las lágrimas en un lugar donde todos, incluso los de Umbrella, estaban condenados a una guerra sin cuartel... Ellos dos en especial, según veía, a una guerra consigo mismos.
Cada uno contra sus propios demonios a su propia manera.
—Harker —Suplió sin problema la demanda de su apellido. Bebió el último sorbo de su vaso de café y se puso a jugar con él en la mesa una vez que quedó vacío—. Es de origen inglés, tal como los vestigios de cierto acento del que no te has podido deshacer, ¿no es así? —Políglota en su excelencia, estaba dotado con un agudo oído para detectar las entonaciones, vicios y coloquios foráneos—. Reconocer acentos y hablar varios idiomas es la razón por la que la compañía aún no me ha echado de una patada en el culo. ¿Y tu caso? No tienes pinta de ser precisamente encargada de comunicaciones.
La noche parecía estar alargándosele y él se entretenía haciendo aquello. Escudriñarla, descifrarla como un acertijo. Un juego retorcido suyo que siempre disfrutaba. Había despertado la curiosidad de la mujer y eso era lo que le tenía allí frente a ella; su atención. De alguna forma buscaba más de esta, aunque tal vez no se había dado cuenta de que estaba siendo imprudente con sus interrogantes o incluso su mala costumbre de adivinar los rasgos y costumbres de las personalidades ajenas.
— División Ice — miré de reojo hacia un lateral cuando él pareció distraerse también con otra persona. Lo único que vi fue a un sujeto alejarse de ambos, así que posteriormente volví la mirada hacia él. — Así que crees que somos parecidos — hice una mueca no muy convencida ante aquella idea. Me mostré incluso recelosa ante sus palabras, pegando mi espalda al respaldo de la silla, a la vez que me cruzaba de brazos. Pero él siguió hablando, y aunque su rostro se mostraba relajado, un par de cosas la tocaron de lleno. Sí que se sentía confusa en los últimos meses, como que algo no funcionaba bien, había "algo" que no sabía explicar, justificar. Incluso sí, se había planteado su lealtad a Umbrella y qué estaba haciendo para ellos, claro que eso formaba parte de esos recuerdos confusos, que desaparecía de su cabeza.
«Adoro ese acento tan refinado tuyo...» Unas carcajadas resonaron con fuerza en su cabeza y ella pestañeó.
— Nunca... — ella dudó por un instante, pues se había quedado muy pensativa en las últimas palabras que él le había dicho, así que se olvidó por completo incluso de lo que había bajado a hacer allí. — me había dado cuenta — concluyó. ¿Era inglesa? Nadie le había dicho nada acerca de su forma de hablar y eso le daba que pensar.
— Es curioso... — estiré mi mano para recoger un vaso de agua y beber. — No sabían nada de mi, ni siquiera mi nombre... ¿O tengo pinta de Bob? — alcé ambas cejas.
«Adoro ese acento tan refinado tuyo...» Unas carcajadas resonaron con fuerza en su cabeza y ella pestañeó.
— Nunca... — ella dudó por un instante, pues se había quedado muy pensativa en las últimas palabras que él le había dicho, así que se olvidó por completo incluso de lo que había bajado a hacer allí. — me había dado cuenta — concluyó. ¿Era inglesa? Nadie le había dicho nada acerca de su forma de hablar y eso le daba que pensar.
— Es curioso... — estiré mi mano para recoger un vaso de agua y beber. — No sabían nada de mi, ni siquiera mi nombre... ¿O tengo pinta de Bob? — alcé ambas cejas.
No memories, no pain, no life...
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