NEST Operation | Conway, Harker & Klaus

Las memorias de aquella aparatosa noche en la presa Hoover seguían frescas, más la forma en que llegó vivo aunque inconsciente a la base no. No sabía si había sido una hazaña suya o si debía agradecérselo a aquél superviviente adiestrador de perros. La reunión el día anterior lo había mantenido lo suficientemente ocupado como para reflexionar aquello, pero en el fondo, lo que Scott podía rescatar como un aprendizaje es que pasar tanto tiempo bajo tierra y fuera de acción le había afectado. Casi murió en esa misión. Procuraría que no volviese a ser así en la que le tocaba el día de hoy.

Sentado en los asientos traseros de pasajeros, con la cabeza meditabunda en contraste con sus acciones, orientadas más bien a preparar su armamento y equipo, se limitaba a guardar silencio y escuchar nada más que sus pensamientos —a pesar de oírse de fondo las voces de Conway y Davis en la parte delantera—. Iba consultando gráficas y repasando información de las instalaciones que frecuentarían desde el dispositivo PDA adherido a su antebrazo... cuando de pronto el olor a nicotina caló en sus fosas nasales, una mano con una caja de cigarros se posó frente a sus ojos y cierta voz le instó amablemente a coger uno de ellos.

El bioquímico visteó de pies a cabeza al autor de aquél gesto y detuvo su mirar en aquellos ojos saltones en el rostro del joven eslavo que le producían cierto recelo.

—Apaga esa mierda —Su rechazo vino con una expresión asqueada—. No te quiero cerca de mi si vas a fumar cuando abordemos el puesto de avanzada. Sin siquiera sabemos si hay fuga de sustancias volátiles, y a decir verdad, no tengo ganas de explotar en mil pedazos hoy —Añadió con amargura. El número de veces que presenció accidentes de esa índole cuando fungió como científico de campo era de susto. Incluso había perdido un par de compañeros bajo la misma circunstancia, por lo que nadie más que él sabía lo peligroso que podía ser.

Cuando el automóvil se detuvo a menos de cien metros del desolado complejo, fue el primero en poner botas en tierra para hacer un breve reconocimiento. —Parece el lugar perfecto para una emboscada —Le dio la razón al instinto de Conway tras explorar con los binoculares el perímetro; compartía la misma sensación de desconfianza del comandante por el árido terreno al que habían entrado.

Se puso en cabeza cuando dispusieron la marcha hacia la tienda de campaña con forma de octágono. Era él quien contaba con el arma larga del escuadrón, por lo que vio lógico colocarse el primero y próximo a la entrada antes de penetrar hacia el interior. Miró a todos y cada uno de ellos en silencio, contó hasta tres con los dedos de la mano y finalmente irrumpe junto al resto dentro del lugar.

El cañón de su fusil apuntaba allí donde sus ojos creían conveniente apuntar por precaución. A pesar de que las solapas de la tienda quedaron abiertas, y a través de la entrada penetraba algo de iluminación solar desde el exterior, le fue necesario encender su linterna en medio de la penumbra al comprobar la ausencia de energía eléctrica en el interruptor de luz.

—Despejado —Indicó.

Rebuscaba con los sentidos en punta en medio del desastre que ahora era lo que antaño fue un comedor. Puede que hubiese alguna pista de lo que sucedió entre los restos de porquería desperdigada por el suelo.

En su conciencia quedó plasmada la sonrisa y las palabras provocadoras de Klaus, aún cuando ya de eso hubo pasado un rato. Por ese entonces, omitió cualquier tipo de respuesta salvo una expresión ceñuda y la mandíbula tensada, conteniéndose de cometer algún acto imprudente tal como había hecho con Marcus algunas semanas atrás. Si algo así volvía a repetirse, Müller no lo perdonaría una vez más, mucho menos con la nueva regencia de Conway en la cual se vería mermada las influencias del germano... Por lo que ahora, en medio de la exploración del complejo, simplemente le quedaba vigilarlo de cerca.

Ya le había dado motivos para desconfiar de sus capacidades como operador.

Mientras rebuscaba en las estanterías, una maceta con una planta de hojas llamativamente amarillas y en un estado sorprentemente intacto captó su atención. Y con el ojo de un bioquímico como el suyo, inmediatamente pudo reconocer el valor utilitario que esta tenía. —Roger —Respondió afirmativamente a la orden del jefe de patrulla. Antes de partir, desde luego, sacó la planta del terrón para meterla en una bolsa plástica de cierre hermético y finalmente resguardarla en su mochila.

El hallazgo de la placa de un presunto efectivo del USFU en las condiciones mentadas no le sorprendió tanto como al resto de sus compañeros, por lo que no comentó nada al respecto. Él ya dimensionaba lo mal que podría salir la misión aún a pesar de no saber lo que pudiesen encontrarse en el lugar. Una vez fuera, apagó la linterna para continuar con el andar de un lince al acecho, trazando su camino hacia el ala oeste de las estructuras de concreto.

Llegados al corredor externo que conectaba a las distintas puertas de acceso a los pabellones, Scott echa un corto y disimulado vistazo a través de una ventana con los cristales resquebrajados y nublados por la mugre. La visión hacia las entrañas del recinto era casi nula, y tal vez sus sentidos le jugaron una mala pasada porque pronto el rabillo de su ojo percibió un movimiento inusual...

—Sh, sh, shhh... —Chitó exigiendo silencio al tiempo que gesticulaba con la mano la señal de un posible encuentro con un hostil apenas cruzasen aquél portal.

¿Había alguien allí dentro?.. O tal vez algo...

En cualquier caso, con sus compañeros advertidos, se adentró al lugar abriendo cuidadosamente la puerta desde el pomo en contraste con un rápido movimiento de apunte de un extremo a otro, encontrándose con un escenario similar al del comedor. Inhóspito. Tomó rumbo por la derecha para asegurar el habitáculo, abriendo las puertas que hubiese que abrir con la cautela que correspondía y dando vueltas incluso un catre que allí estaba. Al parecer, donde dormía el guardia de turno.

Su rostro exhibió una expresión de decepción por haber sido engañado por su intuición. Aunque, irónicamente, resopló con cierto alivio de que así haya sido.

Dejó pender el peso de su arma del correaje portafusil para colocar su mano como viscera en su frente y alzar la mirada hacia el punto de altura en el que le indicaron que debía posicionarse. —No traje bloqueador solar —Replicó mordaz a la orden de Jack, refiriéndose con gracia al infierno de calor al que se sometería allí arriba.

Con todo lo que ello conllevaría, no tardó en ponerse manos a la obra. Inspeccionó por completo la planta que ya había revisado, recogió algunos objetos que consideró útiles; casquillos de munición que usaba su propio rifle, una lata de comida y agua. «Esto será vital», pensó del último objeto y en su hidratación, teniendo razón si es que realmente durarían allí hasta el anochecer, como escuchó decir a Conway cuando se dirigió a Klaus.

En el ínterin, trató de ubicar alguna escalera que diese con el tejado del edificio, pero no tuvo resultado. Se vio en la necesidad de improvisar y trepar una saliente a través de una de las ventanas del último piso hasta finalmente acceder a lo que sería su primer punto de vigilancia. Antes de establecerse por completo, ató una cuerda a la vieja estructura de lo que otrora fue una antena satelital, dejando caer el resto de la soga hacia la planta baja del campamento.

Sólo por si la cosa se ponía fea.

Bajo el sol ardiente, entonces, sólo le quedaba como opción sacar una gorra, un par de gafas y ponérselas para evitar que los rayos del astro rey entorpeciesen su tarea. Acostado, pecho a tierra, acomodó su mochila al frente como un soporte para estabilizar la posición del rifle y el ángulo a donde apuntaría. Una vez hecho lo anterior, permanecería vigilante a través del visor holográfico de toda periferia que se imponía hacia el vasto Mojave.




Había pasado ya un rato. La botella de agua lucía casi vacía en su totalidad allí postrada a su lado. De vez en cuando lanzaba un manotazo al aire, maldiciendo las moscas que se le posaban en la cara. Tras un breve bostezo, chequeó el reloj militar en su muñeca, concluyendo que era hora de mudarse al otro punto que se le exigió.

Estaba recogiendo todo, cuando de pronto algo llamó su atención en el horizonte... Algo que no estaba allí antes. Cogió el fusil de asalto y tanteó visualmente una vez más el área, esta vez con su ceño marcado por la intriga y un ojo curioso y pugnante por encontrar respuestas.

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