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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Llamada del Deber | Matthew Kowalski
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Los Angeles, California
Martes, 9/02/16 - 4:17 am
Martes, 9/02/16 - 4:17 am
Lóbrega madrugada de invierno barrunta la costa oriental del país norteamericano. Espesos mantos albinos de nieve arropan las silenciosas y mortecinas carreteras por las que se abre paso el vehículo en el que va Scott. Acompañado de Riley, su pareja para el nuevo encargo que ese día les ataviaba. —Hey —Dos suaves palmadas sobre el hombro del castaño pretenden despertarle sin éxito. Dormía plácidamente, en cambio, la rubia conducía—. Scott... —No iba a despertar. Eso seguro—. ¡SCOTT!
—¿¡QUÉ!?.. ¡AGH! —Del respingo, su cabeza pegó del techo, robándole un par de risas a su acompañante, quien intentaba no despegar los ojos del camino—. ¿Qué pasa, Riley? Te dije que no me despiertes hasta llegar —Mostraba una expresión de molestia inmadura y algo infantil mientras se sobaba con la mano allí donde sabía que crecería un chichón.
—Ya sé, es sólo que... Me sentía sola. ¿No has tenido buen sueño las últimas semanas, verdad? —Su compañera sabía leerlo entre líneas. Sus ojeras, su mal humor, a pesar de lo poco o nada que expresaba. O que él creía no expresar, como si pudiese esconder sus problemas.
—No —Y él lo sabía. Podía ocultar cosas a los cabecillas de la compañía, a sus compañeros, a los desconocidos. ¿Pero a ella? ¿De quien fue tutor cuando era solo una pasante con mucho aplomo y ganas de entrar a la compañía?... Le molestaba.
—Siempre puedes ir a la consulta de Jackson... —Aquello último salió de los pequeños y rosados labios de la mujer como una sombra que no quería ver la luz. Un susurro casi ahogado. Sus ojos vieron su propio reflejo en el retrovisor, reprochándose a sí misma.
—Riley... —Él se llevó la mano a la frente y la dejó ahí, frotándose para revolver las cavilaciones que se arremolinaban en su cabeza, decidiendo entre qué decir y qué no para no ser ofensivo con quién se preocupaba por él—. Ya te lo dije. No voy a consumir drogas y pasar todo el maldito día dopado. Mucho menos iré a decir que estoy loco. ¿Para qué? Me van a encerrar otro año en ese sótano a vigilar cámaras y hacer censos —Sólo de pensar la idea le causaba claustrofobia allí en su asiento, dentro del auto.
—Las pesadillas... ¿Siguen después de aquella noche? —Repiqueteaba las uñas en la superficie rugosa del volante y se mordía el labio inferior.
—Estoy bien. En serio —Insistió y mordió una manzana que sacó de su mochila.
El camino se hace más ameno en compañía. Durante el resto de su charla la observó con gracia, agradeciéndole silente y sin palabras por despertarle, si después de todo dormir con pesadillas no era dormir. Un cartel congelado les da la bienvenida al estado de California, dejando entrever el tercio de día que ya llevaban rodando desde Nevada, la noche anterior. En poco más llegarían a su destino: Los Angeles.
Además del clima, no parecía que aquél fuera a ser un día extraordinario. ¿Qué podría salir mal?
- Riley Greenwood:
Los Angeles, California
Martes, 01/02/16 - 4:17 am
Martes, 01/02/16 - 4:17 am
Hacía ya algunos días desde que había salido con Ashley en busca de suministro pero no había sido suficiente así que en cuanto se aseguró que su esposa estuviera segura en el campamento, el había vuelto a salir en busca no solo de medicamentos sino de cualquier cosa que les fuera de ayuda, después de conocer a Balion, había entendido lo importante de tener cosas. Y sobre todo de hacer que sus armas estén en mejor estado.
Casi siempre i tentaba no alejarse mucho en el campamento porque sobre todo había notado que no muchos estaban entrenados para defenderlo y aunque Ligeia estuviera allí, sabía que no todo podía estar a cargo de ella.
A veces deseaba tener compañía cuando salía en esas expediciones pero sabía que siempre eran demasiado riesgosas asi que al final decía hacer todo solo. La carrera estaba bastante tranquila ese día, el día estaba algo nublado y el frío afuera podía hacer mella en alguien que no estuviera bien abrigado pero Matt no solo tenía aún una buena chaqueta, sino que venía en una muy buena camioneta que Balion había armado especialmente para el.
A lo lejos noto una gasolinera y aunque estaba seguro que no iba a encontrar nada en ella, decidió para. Bajo con su pistola en mano, más que nada por una precisión más que por ver a algún zombie por allí. Para esas altura Matt ya había recuperado a su hermana pero se mantenía algo lejos de ella, porque así ella lo quería. Mientras caminaba hacia la gasolinera pensaba en eso. Se suponía que el quería cuidar de ella pero ella no lo quería cerca así que Matt había decidido que para seguridad de ella, lo mejor que podía hacer es hacer que el refugio sea lo mejor posible
- Ashley:
- Wow:
- Uniforme:
—Entonces... ¿Cómo te va con tu nuevo jefe? —Ella trabajaba para el SETR como él, en una subdivisión distinta del mismo, pero era lo que tenía ser del servicio de inteligencia y manejar información sensible de Umbrella; siempre se enteraban de cosas el uno del otro.
—Conway no es mi jefe. Es un USFU estirado de la sede en Washington. Los del SETR sabemos que lo mandaron porque Ashcroft necesita a un perro guardián que vigile que las cosas sigan su curso natural —Y poco más tenía que decir del viejo. Tampoco había mucho en la base de datos sobre él. Fuese por su rango o porque él mismo se encargó de borrar su pasado a conveniencia, como Müller. Un fantasma. Aunque, el germano era metal de otro calibre. Siempre sorprendía a Marcus y Scott con un as bajo la manga, con algún conocimiento que tuviese de sus vidas, sus temperamentos. Siempre estaba un paso más adelante.
—¿Y el rubio ese? No me lo has presentado —Arrojó una mirada y sonrisa juguetonas por sobre su hombro. Parecía querer probar la reacción de su compañero y él no se había dado cuenta.
—¿Marcus? Es un idiota útil. No sabía que te gustasen los de su tipo. Además, él tie-... —Antes de continuar explicando lo obvio, de inmediato fue interrumpido.
—Ya sé, ya sé. Tiene novia... —Pareció lamentarse para sí misma conforme fingía cierta tristeza al respecto, captando la mirada ceñuda de Harker—. Qué fácil eres de engañar —Volvió a cambiar el semblante al risueño habitual y le pegó un golpe en el brazo.
—Ya sabes lo que dicen de los gustos... —Scott se desentendió alzando las cejas con media sonrisa ladina en sus labios, dejando su frase inconclusa y desviando su atención hacia el panorama que ofrecía la ventanilla. Los Ángeles invitándoles a visitarla.
—¿¡GUSTOS QUÉ! —Le arrancó varias carcajadas a Scott.
Desde lo lejos se vio el auto cruzando el puente para entrar por fin a la ciudad del pecado; la capital californiana.
Estacionados ya frente a lo que antaño fue una fundidora, ambos permanecen atentos a todo lo que el parabrisas y la ventisca helada permitía ver en el desolado exterior. —El tipo iba a estar aquí a las siete en punto. Han pasado ya veinte minutos —Impaciente, odiaba la impuntualidad de la gente. Malas costumbres que no se terminaban ni con el fin del mundo.
—¿Has pensado que no todos tienen un bonito reloj como el tuyo en el apocalipsis? —Riley comentó con sorna, algo distraída en preparar su pistola y equipo, no muy convencida tampoco de que fuera a necesitarlo.
La razón por la que estaban allí es que debían encontrarse con el que fue líder de una antigua organización bioterrorista, a quienes pertenecían los hombres de aquél día en la Base Nellis, con Marcus. Venían a hacer un intercambio de información. Scott les diría donde estaba el científico que Marcus y él secuestraron ese día, y ellos les revelarían el secreto de una de las armas biorgánicas en la que habían estado experimentando. Una fuera del catálogo de Umbrella.
—Mira —Le dio un toque con la mano e hizo un ademán con mentón señalando al frente.
Una caravana de camionetas llegaron y estacionaron a una distancia prudencial en sus narices. Se quedaron allí, y tanto Scott como Riley se miraron las caras, no entendiendo muy bien lo que estaba pasando. Un hombre de piel negra salió bien abrigado y se quedó parado con todo el contingente de soldados acompañándole detrás desde sus coches. Señaló con la mano hacia su costado derecho.
La bocina de un camión de basura fue lo último que escucharon con una expresión aterrorizada, contemplando cómo se les venía encima desde la dirección señalada por aquél hombre.
El auto donde iban fue embestido provocando un estruendo que se dejaría oír por toda la cuadra y un poco más allá, levantando el vuelo de varios pájaros que ya habían hecho de la ciudad su hogar. Rodaron y rodaron turbulentamente hasta quedar volcados, inconscientes y de cabeza en el interior... Habían caído en su trampa.
Lo último que puede ver Scott antes de rendirse al aturdimiento y cerrar sus párpados, es al par de pies de aquél hombre aproximándose a su posición.
—Conway no es mi jefe. Es un USFU estirado de la sede en Washington. Los del SETR sabemos que lo mandaron porque Ashcroft necesita a un perro guardián que vigile que las cosas sigan su curso natural —Y poco más tenía que decir del viejo. Tampoco había mucho en la base de datos sobre él. Fuese por su rango o porque él mismo se encargó de borrar su pasado a conveniencia, como Müller. Un fantasma. Aunque, el germano era metal de otro calibre. Siempre sorprendía a Marcus y Scott con un as bajo la manga, con algún conocimiento que tuviese de sus vidas, sus temperamentos. Siempre estaba un paso más adelante.
—¿Y el rubio ese? No me lo has presentado —Arrojó una mirada y sonrisa juguetonas por sobre su hombro. Parecía querer probar la reacción de su compañero y él no se había dado cuenta.
—¿Marcus? Es un idiota útil. No sabía que te gustasen los de su tipo. Además, él tie-... —Antes de continuar explicando lo obvio, de inmediato fue interrumpido.
—Ya sé, ya sé. Tiene novia... —Pareció lamentarse para sí misma conforme fingía cierta tristeza al respecto, captando la mirada ceñuda de Harker—. Qué fácil eres de engañar —Volvió a cambiar el semblante al risueño habitual y le pegó un golpe en el brazo.
—Ya sabes lo que dicen de los gustos... —Scott se desentendió alzando las cejas con media sonrisa ladina en sus labios, dejando su frase inconclusa y desviando su atención hacia el panorama que ofrecía la ventanilla. Los Ángeles invitándoles a visitarla.
—¿¡GUSTOS QUÉ! —Le arrancó varias carcajadas a Scott.
Desde lo lejos se vio el auto cruzando el puente para entrar por fin a la ciudad del pecado; la capital californiana.
───※ ·❆· ※───
Zona Industrial
7:20 am | -5º
7:20 am | -5º
Estacionados ya frente a lo que antaño fue una fundidora, ambos permanecen atentos a todo lo que el parabrisas y la ventisca helada permitía ver en el desolado exterior. —El tipo iba a estar aquí a las siete en punto. Han pasado ya veinte minutos —Impaciente, odiaba la impuntualidad de la gente. Malas costumbres que no se terminaban ni con el fin del mundo.
—¿Has pensado que no todos tienen un bonito reloj como el tuyo en el apocalipsis? —Riley comentó con sorna, algo distraída en preparar su pistola y equipo, no muy convencida tampoco de que fuera a necesitarlo.
La razón por la que estaban allí es que debían encontrarse con el que fue líder de una antigua organización bioterrorista, a quienes pertenecían los hombres de aquél día en la Base Nellis, con Marcus. Venían a hacer un intercambio de información. Scott les diría donde estaba el científico que Marcus y él secuestraron ese día, y ellos les revelarían el secreto de una de las armas biorgánicas en la que habían estado experimentando. Una fuera del catálogo de Umbrella.
—Mira —Le dio un toque con la mano e hizo un ademán con mentón señalando al frente.
Una caravana de camionetas llegaron y estacionaron a una distancia prudencial en sus narices. Se quedaron allí, y tanto Scott como Riley se miraron las caras, no entendiendo muy bien lo que estaba pasando. Un hombre de piel negra salió bien abrigado y se quedó parado con todo el contingente de soldados acompañándole detrás desde sus coches. Señaló con la mano hacia su costado derecho.
La bocina de un camión de basura fue lo último que escucharon con una expresión aterrorizada, contemplando cómo se les venía encima desde la dirección señalada por aquél hombre.
El auto donde iban fue embestido provocando un estruendo que se dejaría oír por toda la cuadra y un poco más allá, levantando el vuelo de varios pájaros que ya habían hecho de la ciudad su hogar. Rodaron y rodaron turbulentamente hasta quedar volcados, inconscientes y de cabeza en el interior... Habían caído en su trampa.
Lo último que puede ver Scott antes de rendirse al aturdimiento y cerrar sus párpados, es al par de pies de aquél hombre aproximándose a su posición.
Zona Industrial
7:20 am | -5º
7:20 am | -5º
No es que el tuviera exactamente el mejor oído del mundo pero estaba seguro que aquel sonido fuerte no era causado por los zombies. Quizás por alguno de los engendros de umbrella, pero aún así había llamado su atención así que muy a su pesar de su buen juicio y decirse a sí mismo que quizás no debía ir allí, Matt dejó todo en la gasolinera y volvió a su camioneta.
Fue justamente allí donde decidió armarse, si se encontró con algún bow, al menos quería estar preparado para lo que sea que se tenía que enfrentar. Concidero que era una buena idea dejar la camioneta algo lejos y bastante oculta porque si en el mundo normal se robaban autos, en ese mundo encontrar uno que funcionara era un milagro y uno como el de él, no hablar.
Matt se cruzó la escopeta en la espalda y dejó su arma lista para disparar. Noto los pájaros volar y Matt se mantuvo lo más escondido que podía. A la vuelta de la esquina vio un auto tumbado, lo habían embestido y de él sacaban a dos personas con uniforme. Algo dentro de él, le decía que lo lógico era marcharse pero quizás Balion tenía razón, el tenia el complejo de Superman. Pero salir disparando a lo loco tampoco era de lo más inteligente así que se mantuvo escondido mientras observababa
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