₪ Primer Arma {O P C I O N A L}

→ Tema reiniciado.

Sin sangre no hay culpa...

Silencio. No podía permitir que me escucharan o todo se habría acabado. Eric me esperaba abajo, en uno de los viejos coches de papá, nos lo llevaríamos hasta el aeropuerto. Mi identidad falsa me dejaría volar al país americano, bajo el nombre de Skyler Olenkova, veintidós años, hija de Marcus Olenkov.

Pero primero necesitaba dinero. El corazón latía con fuerza en el interior de mi pecho, era como... (corrección) era una ladrona a media noche robando dinero. Mis hermanos lo hacían cada dos por tres y para una vez que lo hacía yo sentía que me iba a morir allí mismo. Aparté el cuadro de familia de la pared, descubriendo un panel con número e introduje la clave. Papá creía que no la sabíamos, pero a su pesar, sus hijos eran más listos de lo que él creía. Al abrir la vieja caja fuerte algo me sorprendió más de lo que esperaba: no solo había dinero. Documentos, pasaportes de todo tipo... incluso había algunos a mi nombre con identidades falsas...

— Maldito paranoico... — dije en un susurro, y entonces la mayor sorpresa; un arma. Ignoré todo, recogí un par de fajos de billetes y otro de dólares americanos. Estaba apunto de cerrar la caja cuando me fijé en el arma. ¿Por qué? La cogí sin más, sabía que en el aeropuerto de aquí me la dejarían pasar, para entrar en Estados Unidos sería un problema, pero me desharía de ella antes, solo la usaría para poder salir de allí, por si alguien se interponía entre nosotros.

Cerré la caja y lo dejé como si nadie hubiera pasado por allí. Guardé las cosas en mi mochila y corrí fuera, Eric me esperaba y no debíamos tardar más tiempo o perderíamos el vuelo hacia Nueva York. Por fin dejaría atrás esa maldita casa.

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Las cosas no estaban bien, estaban peor que mal y no tenía ni un puto arma con el que poder defenderme, esperaba que no me hiciera falta, pero ir por ahí sin algo a lo que aferrarme... me ponía nerviosa.

Calle tras calle pensaba que me acabarían encontrando y que mi vida tocaría su final, ni siquiera creí que llegaría hasta la noche viva y sin embargo ahí estaba. Prácticamente gateando por una calle para evitar que esos descerebrados me vieran. Decían que el ejército estaba ayudando... ¿ayudando? tal vez como alimento a los zombies, y para colmo aumentando sus filas de soldados podridos...

Me colé en el interior de una tienda, los cristales estaban rotos y ni siquiera vi de qué era hasta que pasé dentro. Una ferretería y aquello me pareció más interesante, sobre todo cuando vi en la zona de herramientas aquel precioso y enorme machete.

— Al fin algo — no lo dudé ni un instante y fui a por él.

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¿Es mi sangre?
En mi cabeza corren muchas ideas al ver mis manos manchadas del color purpura, mi cuerpo ni lo siento mientras intento ponerme de pie con un fuerte dolor de espalda que dejó la caída.
Juraría que ese hoyo en medio de la nada me lo pusieron en el camino a propósito y donde aterricé es aún más preocupante. Pasado el efecto del golpe me doy cuenta que no, no es mi sangre, sino que se trataba de un charco de sangre.
Este sitio parece ser... ¿un taller? Más parece a una vieja guarida de algún cazador, por la peste a carne podrida.

Intento no hacer ruido mientras sigo abanzando. Aunque es inevitable chocar con mesas, cadenas y obstáculos que la oscuridad me impide evitar. No quisiera que me apareciera un caminante o algo peor, porque aún no conozco ni siquiera una salida de este lugar que ya me está dando escalofríos.
Doy con algo que parece ser una puerta, pero esta cerrada por el otro lado, a suerte mía es hecha de tablas, lo que necesitaría es alguna herramienta para abrirla, ósea que debería seguir sigilosamente buscando por los alrededores.
En mi búsqueda logro darme cuenta que habían recursos que podría necesitar en otro momento, entonces agarro una soga que encuentro y un pedazo de tela, con ello hago una especie de bolsa para ir colocando los materiales que vaya encontrando allí.

Hasta que finalmente encuentro algo que podría ayudarme con la puerta, una palanca de metal. Entonces la uso para desprender una de las tablas cerca de la manigueta. Con esto solo bastaría meter la mano y abrirla por el otro lado.

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Hola!

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— Un minuto, no tardo más, lo juro.

Beth salió de la camioneta de un salto y echó a correr hacia la pequeña cabaña con la que se habían topado durante el viaje. Casi había tenido que agarrar el volante para conseguir que Jake parara en la puerta, provocando que los dos coches que los seguían dieran un frenazo apresurado.
Sí, era arriesgado irrumpir allí sin haber avisado a sus compañeros (aunque apenas 10 segundos después de abandonar su vehículo tres de ellos habían salido tras ella para cubrir sus espaldas), pero más estúpido aún era permanecer más tiempo sin arma en esas circunstancias. Había perdido su cuchillo de cocina el día anterior, en una huida a la desesperada de una gasolinera que habían creído vacía. Si ya era difícil mantenerse con vida últimamente con un arma en la mano, ir por ahí en pelotas, como decía ella, era un suicidio.

Sonrió agradecida cuando sus amigos se adelantaron para asegurarse de que la estancia estuviera despejada. Esta es la última. La próxima vez seré yo la que vaya en cabeza. Siguiendo las señas de sus compañeros avanzó unos pasos y, con la prisa que parecía haberse adueñado de todo el mundo desde hacía unas semanas, comenzó a rebuscar por todas partes.
La suerte le guiñó un ojo cuando se inclinaba sobre un viejo arcón lleno de lo que en un primer momento le habían parecido trastos viejos.
— Bingo— murmuró con regocijo. Se incorporó triunfal, agitando el machete que acababa de encontrar—. ¡Hora de irse!

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Probando suerte

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Habia conseguido escapar de los infectados del aeropuerto, pero el grupo se había desperdigado. Y por los gritos que escuche varios de ellos ya no estaban entre nosotros. No podía contar con que el resto no habían corrido la misma suerte, así que simplemente corrí. No pare hasta haber cruzado el rió, donde un maltrecho cartel me indico que estaba en Belmont, Carolina del Norte. Aquella ciudad estaba totalmente vacía. No había gente ni zombies ni nada. Y sin embargo parecía que allí se habían desatado todos los infiernos. Tanques y vehículos militares poblaban las calles, así como de barricadas improvisadas y no tan improvisadas. La sangre manchaba el suelo y sin embargo no había ningún cuerpo. En los vehículos tampoco había nada. Ni armas, ni municiones ni suministros.Parecía como si alguien lo hubiera limpiado. Era un autentico desierto.

Entonces escuche un disparo. Venia de un pequeño edificio apartado. Sus tres postes me indicaron que se trataba de un edificio publico y al acercarme comprobé efectivamente que se trataba de la comisaria local. La puerta estaba destrozada, como si algún enorme bicho se hubiera ensañado con ella. Gastando un cuidado mas que inusual en mi, entre y recorrí los pasillos en busca del origen del disparo. Y lo encontré. Al entrar en lo que seria la armería, y que estaba completamente desvalijada, vi sentado contra una pared a un policía. Al acercarme vi que tenia un agujero en la parte de atrás de la cabeza y que la pared estaba manchada con su sangre. Fue entonces cuando me fije lo que tenia en su mano. Un revolver.

-"Se lo que estas pensando. Si dispare las seis balas o solo cinco"-cite mientras me agachaba a recoger el revolver, un Smith and Wesson del 44, y abría el tambor y comprobé que los cinco cartuchos estaban picados.- Vaya por dios,las seis.

Estaba armado con el que seria el mejor revolver del mundo y sin embargo no me servia para nada. Debía encontrar balas y estaba claro que allí no lo haría. Le quite el cinturón al muerto y me guarde el revolver en la pistolera. Al menos me serviría como disuasión para los carroñeros y podría partir almendras si encontraba alguna.

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Me encontraba en las instalaciones de Umbrella dirigiéndome hacia mi habitación, me habían asignado junto al escuadrón que estaba una pequeña y rigurosa misión de "buscar y eliminar" en Georgia. Me acuerdo la primera vez que me asignaron a ese grupito, mis compañeros eran algo  bocazas conmigo por no usar armas de fuego "¿Pero como no vas a querer usas una pistola?, Los rusos estais locos y idiotas, no durarás allí fuera con nosotros..." pero se empezaron a callar y a respetarme más cuando realizamos nuestra primera misión juntos y fueron testigos de como me cargue a varios hombres armados en sigilo con mi único compañero fiel... desde entonces no han vuelto a burlarse de mí.
Llegué a mi destino, abrí la puerta de mi habitación y encima de mi mesita de noche, descansado,  se encontraba mi querido compañero fiel: Mi machete, fue el primer arma que me dieron al llegar por primera vez:

<< - Bienvenida, tenemos todo tipo de armas especializadas en el sector del sigilo y el poco ruido, hay pistolas con silenciador, francotiradores, también te-...
- Dame ese machete de ahí, vendré a por más después. >>

Lo cogí de la mesita,  lo observé bien, estaba algo viejo pero mejor no poner la piel en él. Tras eso, me large del lugar tal como vine.

- Vamos a trabajar, amigo.


Observaba a uno de mi compañeros en el suelo, muerto, mientras me llevaba la mano al brazo que seguía sangrando y me aleje de allí,  mientras oía como la horda intentaba entrar al edificio donde nos habiamos refugiado, huyendo del lugar.

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Había estado encerrado en el hotel prácticamente desde el inicio de los disturbios. No supo exactamente qué era lo que pasaba desde el inicio; era la primera vez que tenía que admitir que tenía miedo de lo que ocurría a su alrededor porque directamente lo desconocía. Odiaba esa presión que sentía. Se había quedado solo el hotel, las calles estaban vacías pero lo que si era presente en estas eran gritos, sus empleados se habían ido y como orden de sus padres al ser el único de la familia que estaba literalmente en américa se quedó a cargo de cuidar la zona. Grave error por parte de sus padres, afirmó para sus adentros.

Se mantuvo sentado en la recepción del edificio; era temporada baja, y no habían casi clientes ahí, pero lo que le preocupaba era su propia seguridad, a la mierda el hotel. Sus empleados no habían dado señales de vida, tenía una sesión de fotos en dos horas y el tiempo parecía directamente no querer transcurrir, miraba su reloj con odio, expectante que por fin llegasen los que tenían que llegar para poder largarse a su habitación y como si nada hubiese pasado, bajarles un 20% del sueldo de ese mes. Estaba bastante estresado.

Caminaba por los pasillos del hotel, con la mirada fija en el suelo, estaba tan estresado que sinceramente quería meter la cabeza en el suelo cual avestruz y no liberarla más nunca, ¿dónde mierda están estos inútiles? era lo único que rondaba por su cabeza. Unos gritos que escuchó de uno de los pisos superiores le hicieron cagarse en los pantalones casi literalmente. Otro asesinato en el hotel iba a ser un lío, por lo que intentó hacerse el sordo y seguir caminando. Cuando llegó al restaurante, lo que su vista le hizo ver le hizo prácticamente soltar un pequeño quejido de incomodidad.

Tapó su boca. Gritó para sus adentros puesto que si gritaba para sus afueras estaría algo jodido. Había 2 hombres, ambos sobre un tercero que estaba literalmente en un pozo de sangre. No tenían para nada buena pinta los 2 primeros; su piel parecía la de un fantasma, y estaban manchados casi por completo de la sangre del tercero, del cual, apenas su vista logró registrar aquello, estaban devorando. Había trozos de carne por todos lados, sangre y hasta 2 caníbales en el restaurante. No se hubiese asustando tanto de no darse cuenta de que aquellos eran de hecho sus empleados, que devoraban a su recepcionista.

Intentó no hacer ruido, y dándose la vuelta, se movió para caminar fuera del restaurante, sin darse cuenta de que había hecho caer un arreglo floral de una mesa cuando se chocó contra ella. Esas cosas eran muy costosas y le dolió, pero más que dolerle el dinero le dolía pensar que perdería la vida. Aquellos seres voltearon y vieron a Davie. No supo que hacer, y corrió hacia el pasillo para refugiarse en la primera sala que viese. Ahí estaba, la cocina, bueno, la entrada provisional. La abrió casi que de inmediato cuando la vio y la cerró de golpe. Una vez dentro, recostó su espalda del metal frio de la puerta, y temblando, esperó que aquellas personas no lo hubiesen visto. Notó que la cocina estaba literalmente hecha un desastre; faltaba todo, parecía que ahí había ocurrido una pelea bastante fiera, y no le extrañaría. Cerró la puerta con el pasador y luego le puso una silla que estaba por la zona, y temeroso aún, buscó con que defenderse. Tomó un cuchillo de los que habían quedado en el cajón, y lo llevó consigo. Luego, abrió la puerta principal de la cocina, que daba directamente con el restaurante. Aquellos tipos ya no estaban, y de hecho, estaban un par de oficiales de policía con sus armas fuera. Salió a hablar con estos, obviamente escondiendo el cuchillo en su chaqueta.

No se había dado cuenta de que el fin había empezado ese día.