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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Perdido y atrapado (Priv. Ryder)
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Recuerdo del primer mensaje :
Al primer grupo con el que James se cruza después de la muerte de su hermano apenas se le puede dar ese nombre. Son escasas diez personas, atrincherados en una colina cerca de Harrisburg con poco más que unas cuantas tiendas de campaña y un par de coches viejos. Son más mujeres y niños que hombres armados capaces de protegerlos, pero le dan refugio, comida y no le hacen preguntas. Los días se convierten en semanas y James hace poco más que remendar un par de cortes y limpiar algunos arañazos. Vive con esas personas pero nunca es uno de ellos, alejando a cualquiera con chasquidos silenciosos, respuestas monosilábicas y miradas que no se molesta en devolver.
En los últimos días del invierno las horas son cada vez más largas y los segundos demasiado cortos. Los días cada vez duran más, y aunque James no tiene ninguna prueba, la inquietud le atenaza con cada puesta de sol y puede sentir como permanece en el aire entorno a él. A medida que el invierno se convierte en primavera la indiferencia de James se aleja de su tristeza hermética y se parece más a ira monocromática, cada vez que los cardenales de la mujer de uno de los hombres aparecen con más frecuencia y las marcas de dedos, lágrimas y miedo empiezan a ser demasiado obvias como para pasarlas por alto. El marido de esa mujer es la clase de bestia nacida para este mundo, y cuando su hijo se acerca a James una tarde, no tiene que preguntar cómo se ha hecho ese corte en la cara. El chico es una criatura pequeña y huesuda, labios cenicientos y un ojo hinchado. Tal vez está intentado sonreír, y los restos de esa sonrisa tiran tristemente de las comisuras de sus labios.
A la mañana siguiente James se ofrece por primera vez para un viaje a por suministros con aquel hombre. Ninguno de los dos vuelve.
James es emboscado por tres hombres en un pequeño pueblo en algún punto entre Pittsburg y Columbus. Tienen un coche en buen estado y van demasiado ligeros para estar de paso. Solo uno lleva un arma de fuego, y James se pregunta porqué gente así es la que sobrevive. Él es el único que habla, todo huesos y lineas demacradas, para pedirle con una sonriente amenaza que le entregue su pistola y todo lo que lleve en la mochila. James no responde a sus preguntas, y el silencio que le sigue a la última es lo más ruidoso que ha escuchado en su vida. Finalmente, aquel hombre mira hacia otro lado con un suspiro y una mueca de exasperación. James observa como su nuez sube y baja, y no vacila en arrancarle la vida de los huesos con un disparo antes que el otro tenga oportunidad de acabar de desenfundar.
Cuando James se defiende de los golpes de los otros dos hombres, sus movimientos llevan cierto retraso, no demasiado significativo, suficiente para llegar hasta el coche con poco más que un labio roto y el hombro adolorido, pero retraso al fin y al cabo. Es como si sus músculos estuvieran esforzándose para llegar a algo pero sus tendones los retuvieran, y James sabe que ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que tuvo que usar su cuerpo para proteger su vida.
Los muertos que se acercan atraídos por el disparo y los gritos se encargan de los dos hombres, y James se aleja a toda velocidad, intentado luchar contra el coctel de humo y fuerte olor a alcohol que hay en el coche. El martilleo del disparo anida bajo sus dedos y se extiende bajo su piel y James aprieta el volante con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos. Sus ojos están rojos. El silencio es negro.
Una noche James se despierta de un sobresalto. La salida del sol anuncia el comienzo de un nuevo día, y una ráfaga de primavera disipa los últimos rayos de luz de la Luna. El corazón se le tuerce por el esfuerzo de bombear oxigeno por su cuerpo y le arden los ojos por la fatiga, pero James no se atreve a volver a cerrarlos. La imagen de la cara de su hermano en el cuerpo del hombre al que James disparó días atrás le persigue incluso hasta horas después de haber reanudado su viaje.
Entre los días y los segundos, James pierde la noción de las horas y olvida como leer relojes y calendarios. Se le acaban olvidando las fechas y otras veces mira y se pregunta en qué estación está. No sabe cuántas horas lleva sin dormir y sin comer, pero detiene el coche solo para bombear gasolina y rellenar el tanque.
James no sabe dónde está ni adonde pretende llegar. Tampoco ve al ciervo que le corta el camino hasta que lo tiene encima, y cuando da un volantazo y las ruedas del coche se despegan del asfalto, James siente en su interior, de manera vaga, que quizá es mejor que esto acabe así. Su corazón se estremece pero no está sorprendido.
Unos segundos después es solo él, y un silencio sepulcral.
Perdido y atrapado
Marzo de 2013 - Virginia - Carretera secundaria
Al primer grupo con el que James se cruza después de la muerte de su hermano apenas se le puede dar ese nombre. Son escasas diez personas, atrincherados en una colina cerca de Harrisburg con poco más que unas cuantas tiendas de campaña y un par de coches viejos. Son más mujeres y niños que hombres armados capaces de protegerlos, pero le dan refugio, comida y no le hacen preguntas. Los días se convierten en semanas y James hace poco más que remendar un par de cortes y limpiar algunos arañazos. Vive con esas personas pero nunca es uno de ellos, alejando a cualquiera con chasquidos silenciosos, respuestas monosilábicas y miradas que no se molesta en devolver.
En los últimos días del invierno las horas son cada vez más largas y los segundos demasiado cortos. Los días cada vez duran más, y aunque James no tiene ninguna prueba, la inquietud le atenaza con cada puesta de sol y puede sentir como permanece en el aire entorno a él. A medida que el invierno se convierte en primavera la indiferencia de James se aleja de su tristeza hermética y se parece más a ira monocromática, cada vez que los cardenales de la mujer de uno de los hombres aparecen con más frecuencia y las marcas de dedos, lágrimas y miedo empiezan a ser demasiado obvias como para pasarlas por alto. El marido de esa mujer es la clase de bestia nacida para este mundo, y cuando su hijo se acerca a James una tarde, no tiene que preguntar cómo se ha hecho ese corte en la cara. El chico es una criatura pequeña y huesuda, labios cenicientos y un ojo hinchado. Tal vez está intentado sonreír, y los restos de esa sonrisa tiran tristemente de las comisuras de sus labios.
A la mañana siguiente James se ofrece por primera vez para un viaje a por suministros con aquel hombre. Ninguno de los dos vuelve.
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James es emboscado por tres hombres en un pequeño pueblo en algún punto entre Pittsburg y Columbus. Tienen un coche en buen estado y van demasiado ligeros para estar de paso. Solo uno lleva un arma de fuego, y James se pregunta porqué gente así es la que sobrevive. Él es el único que habla, todo huesos y lineas demacradas, para pedirle con una sonriente amenaza que le entregue su pistola y todo lo que lleve en la mochila. James no responde a sus preguntas, y el silencio que le sigue a la última es lo más ruidoso que ha escuchado en su vida. Finalmente, aquel hombre mira hacia otro lado con un suspiro y una mueca de exasperación. James observa como su nuez sube y baja, y no vacila en arrancarle la vida de los huesos con un disparo antes que el otro tenga oportunidad de acabar de desenfundar.
Cuando James se defiende de los golpes de los otros dos hombres, sus movimientos llevan cierto retraso, no demasiado significativo, suficiente para llegar hasta el coche con poco más que un labio roto y el hombro adolorido, pero retraso al fin y al cabo. Es como si sus músculos estuvieran esforzándose para llegar a algo pero sus tendones los retuvieran, y James sabe que ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que tuvo que usar su cuerpo para proteger su vida.
Los muertos que se acercan atraídos por el disparo y los gritos se encargan de los dos hombres, y James se aleja a toda velocidad, intentado luchar contra el coctel de humo y fuerte olor a alcohol que hay en el coche. El martilleo del disparo anida bajo sus dedos y se extiende bajo su piel y James aprieta el volante con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos. Sus ojos están rojos. El silencio es negro.
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Una noche James se despierta de un sobresalto. La salida del sol anuncia el comienzo de un nuevo día, y una ráfaga de primavera disipa los últimos rayos de luz de la Luna. El corazón se le tuerce por el esfuerzo de bombear oxigeno por su cuerpo y le arden los ojos por la fatiga, pero James no se atreve a volver a cerrarlos. La imagen de la cara de su hermano en el cuerpo del hombre al que James disparó días atrás le persigue incluso hasta horas después de haber reanudado su viaje.
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Entre los días y los segundos, James pierde la noción de las horas y olvida como leer relojes y calendarios. Se le acaban olvidando las fechas y otras veces mira y se pregunta en qué estación está. No sabe cuántas horas lleva sin dormir y sin comer, pero detiene el coche solo para bombear gasolina y rellenar el tanque.
James no sabe dónde está ni adonde pretende llegar. Tampoco ve al ciervo que le corta el camino hasta que lo tiene encima, y cuando da un volantazo y las ruedas del coche se despegan del asfalto, James siente en su interior, de manera vaga, que quizá es mejor que esto acabe así. Su corazón se estremece pero no está sorprendido.
Unos segundos después es solo él, y un silencio sepulcral.
James se queda de pié mirando a Ryder y sujetándole la mano. Con la mirada recorre rápidamente los contornos de unas clavículas afiladas, piel pálida, unos pómulos definidos. Un milímetro detrás de otro. Sus mirada chocan y James susurra, sin soltarle la mano:
—James. Me llamo James.
Entonces se da cuenta que están unos cuantos centímetros demasiado cerca y la suelta como si quemase. Asiente ante sus palabras, sin mirarla realmente y la sigue en silencio entre los arboles hasta que, efectivamente, llegan hasta la ribera de un río. No es especialmente ancho ni caudaloso, pero más que suficiente para un agotado James que no duda en inclinarse y llevarse el agua a su rostro y cuello. La brisa envuelve su piel y dibuja lineas humedad y sorprendentemente frías. James exprime esa sensación hasta la última gota, hasta que decide imitar a Ryder y rellenar su botella.
Cuando se levanta, la chica está demasiado lejos para su gusto así que la alcanza en pasos largos y rápidos hasta que su mirada se posa en lo que le había llamado la atención a su compañera.
—No parece que haya nadie. — la sorpresa se refleja lentamente en sus cejas arqueadas. —Echemos un vistazo.
El campamento no está lejos y tampoco tienen muchas alternativas, exhaustos y hambrientos, así que James se gira y echa a andar, siguiendo el caudal del río.
—James. Me llamo James.
Entonces se da cuenta que están unos cuantos centímetros demasiado cerca y la suelta como si quemase. Asiente ante sus palabras, sin mirarla realmente y la sigue en silencio entre los arboles hasta que, efectivamente, llegan hasta la ribera de un río. No es especialmente ancho ni caudaloso, pero más que suficiente para un agotado James que no duda en inclinarse y llevarse el agua a su rostro y cuello. La brisa envuelve su piel y dibuja lineas humedad y sorprendentemente frías. James exprime esa sensación hasta la última gota, hasta que decide imitar a Ryder y rellenar su botella.
Cuando se levanta, la chica está demasiado lejos para su gusto así que la alcanza en pasos largos y rápidos hasta que su mirada se posa en lo que le había llamado la atención a su compañera.
—No parece que haya nadie. — la sorpresa se refleja lentamente en sus cejas arqueadas. —Echemos un vistazo.
El campamento no está lejos y tampoco tienen muchas alternativas, exhaustos y hambrientos, así que James se gira y echa a andar, siguiendo el caudal del río.
- Está bien... James - sonreí al pronunciar su nombre y comencé a caminar rodeando el lago. Ahora estaba de mejor humor al ver que él ya no se mostraba tan antipático. La gente solía reaccionar así, como con una coraza para evitar daños de terceros, podía entenderle.
- ¿Te encuentras mejor? - pregunté mientras avanzábamos por la orilla del lago con cierta calma. No es que hubiera mucha prisa por llegar, el mundo no se iba a volver a acabar y ambos estábamos cansados. - Si hay comida, primero comeré y después me echaré la siesta del siglo... - empecé a decir mientras ya podía saborear casi la comida. Me conformaría con cualquier cosa, latas, sobres... lo que fuera. - ¿Tú qué dices James? - pregunté mirando de reojo al muchacho.
No tardamos en alcanzar la zona del bosque de las cabañas. Había una especia de valla de madera de menos de un metro de alto. Me apoyé sobre esta y observé el campamento. Ahora que estábamos tan cerca podíamos ver mejor su estado, era impecable y además no parecía el típico campamento de verano, se veía bastante lujoso. Las cabañas eran de madera oscura, seguramente roble, con partes de color blanco que resaltaban con los colores oscuros. Todas parecían organizarse en una especia de circulo rodeando el patio central, al que no tenía mucho acceso de visión, pero me pareció ver un pozo y hamacas.
- Wow... si mi madre me hubiera enviado de pequeña a un campamento así no me habría quejado nunca... - miré de reojo a James y después al lugar para saltar con cuidado la valla y pasar al otro lado. - Deja que te ayude - le ofrecí mi mano, entendía que después del accidente de ayer le costase ahora pasar.
- ¿Te encuentras mejor? - pregunté mientras avanzábamos por la orilla del lago con cierta calma. No es que hubiera mucha prisa por llegar, el mundo no se iba a volver a acabar y ambos estábamos cansados. - Si hay comida, primero comeré y después me echaré la siesta del siglo... - empecé a decir mientras ya podía saborear casi la comida. Me conformaría con cualquier cosa, latas, sobres... lo que fuera. - ¿Tú qué dices James? - pregunté mirando de reojo al muchacho.
No tardamos en alcanzar la zona del bosque de las cabañas. Había una especia de valla de madera de menos de un metro de alto. Me apoyé sobre esta y observé el campamento. Ahora que estábamos tan cerca podíamos ver mejor su estado, era impecable y además no parecía el típico campamento de verano, se veía bastante lujoso. Las cabañas eran de madera oscura, seguramente roble, con partes de color blanco que resaltaban con los colores oscuros. Todas parecían organizarse en una especia de circulo rodeando el patio central, al que no tenía mucho acceso de visión, pero me pareció ver un pozo y hamacas.
- Wow... si mi madre me hubiera enviado de pequeña a un campamento así no me habría quejado nunca... - miré de reojo a James y después al lugar para saltar con cuidado la valla y pasar al otro lado. - Deja que te ayude - le ofrecí mi mano, entendía que después del accidente de ayer le costase ahora pasar.
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Su nombre se siente familiar en los labios de Ryder. Lo dice de forma suave, como si tuviera un significado más importante, como un testimonio de la realidad de su existencia. Y a James no le molesta como sospecha que lo haría, es más, quizá despierta algo cálido dentro de él. Es una emoción pequeña pero lo suficientemente grande como para hacer que su corazón lata un poco más rápido.
Ante sus preguntas, no sabe qué responderle y considera no decir la verdad. Aún así lo hace.
—No… Pero ya no me duele el brazo. — ahora sólo está exhausto, con la cara pálida y perlada en sudor. Las piernas le tiemblan y James se tambalea con cada paso, como si ya no fueran lo suficientemente fuertes para soportar el enorme e invisible peso que carga sobre los hombros. —Alguien tendrá que hacer guardia mientras tú duermes la tarde. — su voz no delata ni frialdad ni arrogancia, tan sólo la constatación de un hecho.
En realidad James ya no quiere nada. Quizá despertarse un día y estar en su cama, en la sobrevaluada casa de sus padres en Queens. Ir descalzo hasta el salón y verlos sentados en el sofá haciendo algo mundano, como leyendo el periódico o comentando las noticias del día. Jugaría con su hermano a basquetbol, él le empujaría y se acabarían peleando pero se olvidarían rápido de todo porque ellos siempre son así. Iría a recoger a su hermana de la escuela porque sus padres estarían ocupados trabajando y se acostaría a dormir por la noche después de cenar en familia. Pero los deseos son sólo deseos y eso no cambia el hecho de que demasiado es demasiado. Algunas cosas son simplemente imposibles.
No tardan en llegar hasta el campamento, rodeado por una valla demasiado baja para ser eficiente. Y si James no hubiera estado tan cansado, quizá hubiera reparado en el aspecto opulento del lugar. Organizado con precisión militar, limpio y sospechosamente tranquilo para un lugar tan bien situado y en buen estado. Acepta la ayuda de Ryder para saltar porque no tiene energía para considerar alternativas, sin embargo, cuando aterriza del otro lado, resbala sobre la hierba húmeda y se da cuenta que el cercado estaba en lo alto de un desnivel porque lo baja rodando, llevándose a Ryder con él.
Ante sus preguntas, no sabe qué responderle y considera no decir la verdad. Aún así lo hace.
—No… Pero ya no me duele el brazo. — ahora sólo está exhausto, con la cara pálida y perlada en sudor. Las piernas le tiemblan y James se tambalea con cada paso, como si ya no fueran lo suficientemente fuertes para soportar el enorme e invisible peso que carga sobre los hombros. —Alguien tendrá que hacer guardia mientras tú duermes la tarde. — su voz no delata ni frialdad ni arrogancia, tan sólo la constatación de un hecho.
En realidad James ya no quiere nada. Quizá despertarse un día y estar en su cama, en la sobrevaluada casa de sus padres en Queens. Ir descalzo hasta el salón y verlos sentados en el sofá haciendo algo mundano, como leyendo el periódico o comentando las noticias del día. Jugaría con su hermano a basquetbol, él le empujaría y se acabarían peleando pero se olvidarían rápido de todo porque ellos siempre son así. Iría a recoger a su hermana de la escuela porque sus padres estarían ocupados trabajando y se acostaría a dormir por la noche después de cenar en familia. Pero los deseos son sólo deseos y eso no cambia el hecho de que demasiado es demasiado. Algunas cosas son simplemente imposibles.
No tardan en llegar hasta el campamento, rodeado por una valla demasiado baja para ser eficiente. Y si James no hubiera estado tan cansado, quizá hubiera reparado en el aspecto opulento del lugar. Organizado con precisión militar, limpio y sospechosamente tranquilo para un lugar tan bien situado y en buen estado. Acepta la ayuda de Ryder para saltar porque no tiene energía para considerar alternativas, sin embargo, cuando aterriza del otro lado, resbala sobre la hierba húmeda y se da cuenta que el cercado estaba en lo alto de un desnivel porque lo baja rodando, llevándose a Ryder con él.
- Con cui... - dio igual que pidiese algo de cuidado, cuando quise darme cuenta de dónde se encontraban nuestros pies James tropezó y cayó estrepitosamente sobre mi, provocando que ambos rodásemos unos metros más abajo de forma muy estúpida. De haber seguido existiendo youtube seguro que habríamos tenido nuestros propio vídeo.
- Ay... me acabas de matar muy mucho - me quejé suavemente cuando por fin quedé tumbada sobre el césped mirando al cielo. - ¿Estás bien? - me erguí casi de golpe al recordar que James estaba herido y que aunque se tratase de un golpe que más que nada podría dañar nuestra vergüenza, en su caso podría haber sido peor. Prácticamente gateé hasta llegar a su posición.
- Venga va... podrás dormir tú primero, yo haré guardia antes - dije a modo de incentivo para ayudarle a ponerse en pie. Aquel lugar me parecía muy interesante, pero era demasiado bonito para ser realidad. Una parte de mi quería huir pero necesitaba tanto algo así... que mi mente acallaba esa voz lógica. Me acerqué a una de las cabañas para mirar por la ventana, todo estaba limpio y ordenador. Hasta los cristales, no tenía sentido, porque en apariencia no había nadie por allí.
- Esto es raro... - me giré hacia él con un notable tono de preocupación en mi voz. - Igual deberíamos marcharnos - añadí.
- Ay... me acabas de matar muy mucho - me quejé suavemente cuando por fin quedé tumbada sobre el césped mirando al cielo. - ¿Estás bien? - me erguí casi de golpe al recordar que James estaba herido y que aunque se tratase de un golpe que más que nada podría dañar nuestra vergüenza, en su caso podría haber sido peor. Prácticamente gateé hasta llegar a su posición.
- Venga va... podrás dormir tú primero, yo haré guardia antes - dije a modo de incentivo para ayudarle a ponerse en pie. Aquel lugar me parecía muy interesante, pero era demasiado bonito para ser realidad. Una parte de mi quería huir pero necesitaba tanto algo así... que mi mente acallaba esa voz lógica. Me acerqué a una de las cabañas para mirar por la ventana, todo estaba limpio y ordenador. Hasta los cristales, no tenía sentido, porque en apariencia no había nadie por allí.
- Esto es raro... - me giré hacia él con un notable tono de preocupación en mi voz. - Igual deberíamos marcharnos - añadí.
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Desde luego, bajar rondando un desnivel en un campamento pijo no es lo peor que te puede pasar en el fin del mundo. No obstante, cuando es después de un accidente de coche y más de veinticuatro horas sin dormir pierde cualquier tipo de encanto que pueda tener. James sólo puede pensar en cómo le duelen las costillas y, joder, las cervicales le están matando.
—Lo siento muy mucho… — no se atreve a abrir los ojos incluso después de ser frenados por los arbustos porque siente que el cerebro se le ha licuado.
Cuando Ryder le pregunta cómo está, James susurra algo que suena a “sobreviviré” en voz baja. Una vez encuentra la fuerza de voluntad para abrir los ojos, le da la bienvenida la luz del sol flotando entre esparcidas nubes de diferentes tonos de gris y un cielo tan azul que es insultante. Pero todo está tranquilo y sólo se oye el sonido del agua y el viento, y la voz de Ryder.
James protesta con un quejido cuando la chica le ayuda -obliga- a levantarse. Sin embargo, desaparecen esos efímeros minutos de descanso cuando observa sus alrededores, esta vez de verdad. Es como si el mundo hubiera disminuido alrededor y estas hectáreas de territorio se hubieran quedado atascadas en el centro. Fosilizada en el tiempo como una reliquia de lo que fue el mundo. James atrapa la mirada de Ryder y frunce el ceño cuando, a pesar del par de metros que los separan, es capaz de ver a través de la ventana de la cabaña por la que ella había estado cotilleando. Aquello era demasiado bueno para ser casualidad.
—Podemos irnos, pero no tenemos comida y no nos hemos cruzado con nada en horas. — se gira, mirando a los alrededores. —Este sitio está bastante apartado. El río y el desnivel del relieve crean una barrera natural así que no creo que nos encontremos con más construcciones en días. — James quiere pasar por alto como usa la segunda persona del plural para hablar de ellos. Porque no hay un “nosotros”, seguramente ni siquiera un “tú y yo”. —Echemos un vistazo, quizá encontramos algo útil. Después ya veremos qué hacemos. — dice desenfundado su machete, acercándose a la puerta.
—Lo siento muy mucho… — no se atreve a abrir los ojos incluso después de ser frenados por los arbustos porque siente que el cerebro se le ha licuado.
Cuando Ryder le pregunta cómo está, James susurra algo que suena a “sobreviviré” en voz baja. Una vez encuentra la fuerza de voluntad para abrir los ojos, le da la bienvenida la luz del sol flotando entre esparcidas nubes de diferentes tonos de gris y un cielo tan azul que es insultante. Pero todo está tranquilo y sólo se oye el sonido del agua y el viento, y la voz de Ryder.
James protesta con un quejido cuando la chica le ayuda -obliga- a levantarse. Sin embargo, desaparecen esos efímeros minutos de descanso cuando observa sus alrededores, esta vez de verdad. Es como si el mundo hubiera disminuido alrededor y estas hectáreas de territorio se hubieran quedado atascadas en el centro. Fosilizada en el tiempo como una reliquia de lo que fue el mundo. James atrapa la mirada de Ryder y frunce el ceño cuando, a pesar del par de metros que los separan, es capaz de ver a través de la ventana de la cabaña por la que ella había estado cotilleando. Aquello era demasiado bueno para ser casualidad.
—Podemos irnos, pero no tenemos comida y no nos hemos cruzado con nada en horas. — se gira, mirando a los alrededores. —Este sitio está bastante apartado. El río y el desnivel del relieve crean una barrera natural así que no creo que nos encontremos con más construcciones en días. — James quiere pasar por alto como usa la segunda persona del plural para hablar de ellos. Porque no hay un “nosotros”, seguramente ni siquiera un “tú y yo”. —Echemos un vistazo, quizá encontramos algo útil. Después ya veremos qué hacemos. — dice desenfundado su machete, acercándose a la puerta.
- Perfecto, empecemos por aquí entonces... - cuando James abrió la puerta me quedé a un lado observando, como ayuda extra a sus espaldas por si ocurría algo. Yo por mi parte hice lo propio y saqué mi machete también. Me asomé rápidamente tras sus espaldas por encima del hombro y observé, pero él era muy alto y terminé por agacharme y asomar la cabeza por uno de los laterales junto a su brazo.
- Definitivamente es demasiado bueno para ser verdad - no me había imaginado nada, se trataba de una habitación que podría haber pertenecido a un lujoso hotel. Estaba impecable además, casi como si nos estuviera esperando a nosotros. Todo en su lugar, impecable. Me estiré y pasé al interior dejando a James en la puerta. Había una amplia cama de matrimonio en el fondo, un sofá blanco bajo la ventana principal, una alfombra blanca que daba miedo pisar después de todo el barro que llevábamos en las botas...
Me giré hacia él esperando algo por su parte. Pero en vez de ello me adentré más en el lugar para cotillear por los muebles. El baño estaba exactamente igual. Di con un rollo de venda que cogí y le enseñé a él. - Podría servirnos ahora... - lo dejé sobre la cama y seguí recorriendo la cabaña, encontrando ropa limpiar y algo de comida en uno de los armarios.
- Definitivamente es demasiado bueno para ser verdad - no me había imaginado nada, se trataba de una habitación que podría haber pertenecido a un lujoso hotel. Estaba impecable además, casi como si nos estuviera esperando a nosotros. Todo en su lugar, impecable. Me estiré y pasé al interior dejando a James en la puerta. Había una amplia cama de matrimonio en el fondo, un sofá blanco bajo la ventana principal, una alfombra blanca que daba miedo pisar después de todo el barro que llevábamos en las botas...
Me giré hacia él esperando algo por su parte. Pero en vez de ello me adentré más en el lugar para cotillear por los muebles. El baño estaba exactamente igual. Di con un rollo de venda que cogí y le enseñé a él. - Podría servirnos ahora... - lo dejé sobre la cama y seguí recorriendo la cabaña, encontrando ropa limpiar y algo de comida en uno de los armarios.
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