¿Y ahora qué hacemos aquí? [Drake Ackerman]

Le costaba dormir horrores, cada noche era una constante pesadilla en la que la joven se pasaba las horas leyendo o tratando de conciliar el sueño. Era aquel maldito apocalipsis, lo que la obligaba a estar siempre en alerta. Y cuando lograba dormir eran las pesadillas la que hacían que perdiera la cabeza. Recuerdos pasados que se mezclaban con nuevos mucho más retorcidos y que su propia cabeza creaba a partir de sus miedos.

Erica creía que en un refugio como una Prisión se sentiría más a salvo, pero no, seguía sin poder dormir. Ni siquiera tras su primera semana allí. Lo había intentado todo. A la mañana siguiente tomó algo de pan para desayunar. La falta de sueño le provocaba dolores de cabeza, pero cada vez se estaba acostumbrando a ello. Eso sí, acrecentaban su típico mal humor, su forma distante de comportarse, su indiferencia ante el resto... no generaba confianza en los habitantes de aquel refugio. Pero a ella le daba igual, consideraba que mientras trabajase allí, todo daría igual.

Lo cual, la hacía pensar lo siguiente: ahora solo debía pensar en qué hacer allí. Había estado ayudando en cosas puntuales, pero no tenía una tarea fija encargada. Aquel nuevo día se despertó nada más que vio el primer rayo de luz asomar por su ventana, como era de costumbre recogió su cabello en una coleta y tras vestirse salió de su celda. Le resultaba curioso vivir en una celda. Se encontraba a solas en el espacio que servía de comedor, se dedicaba a cortar un trozo de pan y a untarlo en mermelada casera que habían hecho el día anterior; deliciosa.

Subió las escalerillas de la pared y se sentó en el alfeizar de la ventana. Observó el campo, como la luz bañaba los árboles... mientras comía y se planteaba qué hacer esa mañana.

No hacia mucho desde que llegó una chica nueva a la Prisión, Drake no había tenido mucho tiempo para presentarse como debía o siquiera para conocerla más a fondo, la habían dejado entrar allí porque si no hubiera sido pasto de los caminantes que siempre deambulaban la valla, de no ser así, la cosa habría sido muy diferente. ¿Acaso es que se estaba volviendo más blando? No podía dejar que cualquiera entrase a su hogar y pudiera suponer un riesgo para su hogar, para su gente. Así que sí, debía empezar a ponerse algo más serio con aquello, si quería que todo fuese como debía.

Encima los problemas estaban garantizados, ya que reconoció a la chica, sabía quién era. Cualquiera que hubiera estado en Umbrella sabía que era miembro de la USS, entonces con más razón no podía fiarse... ¿Y si la habían mandado allí para comprobar que él estaba allí? Por otro lado, ¿cómo sabían que él estaba en Georgia? Había quitado el rastreador del casco, había procurado que nunca nadie le siguiera, no era estúpido... ¿Cómo era entonces eso? Eran respuestas que necesitaba, por el bien de su refugio y por el bien de la chica, si es que de verdad quería seguir allí.

Así que ese día fue preguntando por ella a los diferentes supervivientes, por si la habían visto, y como si de un detective se tratase, fue hallando pistas hasta dar con ella en el interior de la Prisión, mirando a través de una ventana. Drake, la observó detenidamente, aprovechando que no parecía haberse dado cuenta de su presencia, tratando de analizarla, su cara le sonaba, y mucho, como si viera reflejado en ella a otra persona... Pero no terminaba de caer, ¿imaginaciones suyas quizás? Fuera lo que fuera, sabía que no debía obsesionarse.
Finalmente carraspeó para hacerse notar.-¿Disfrutando de las vistas?

— A mi smartphone hace mucho tiempo que se le acabó la batería, así que... sí, es lo más entretenido que hay para hacer — contestó con un ligero acento alemán. No se giró para saber quién le estaba hablado, ya sabía que se trataba de Drake, la persona que movía aquel lugar. Le había escuchado hablar en otra ocasión y si algo tenía ella es que nunca olvidaba el sonido de una voz. Siempre era capaz de reconocer a alguien por su simple forma de hablar.

— Estaba comiendo algo, antes de empezar a... hacer algo — se giró para observar al hombre. Aunque Erica tenía una irremediable forma de pensar solo en sus intereses, era alguien a quien no le gustaba que le regalasen las cosas. Si se iba a quedar en La Prisión, y todo el mundo trabajaba por un bien común ella también podrían su granito de arena. Desde su llegada había estado colaborando en ciertas tareas, pero ahora quería algo a lo que poder dedicarse de forma exclusiva.

Se terminó el pedazo de pan y descendió por las escaleras hasta quedar frente a Drake, cara a cara. Erica era mucho más pequeña que él, podía sacarle perfectamente treinta centímetros. Pero ella no solía amedrentarse por ese tipo de cosas. Clavó su mirada en la del hombre y se quedó así un par de segundos.

— ¿Hay alguna tarea que necesite alguien nuevo? Me gustaría poder centrarme en cualquier cosa, para evitar pasarme el día paseando de un sitio a otro preguntando quién necesita ayuda... — Erica seguía sin desviar la mirada de la suya. — Ya sabes, para que no parezca que me estoy escaqueando de todo... — pareció querer sonreír, pero sus labios se quedaron completamente rectos.

— ¿Me tomas el pelo? — su acento alemán fue mucho más marcado al pronunciar aquellas palabras de forma repentina. Erica sabía que era imposible que la hubiera visto antes, había pisado Estados Unidos en contadas ocasiones y siempre como escolta de su padre. Su expresión se tornó recelosa mientras observaba al hombre y terminaba de comerse su desayuno.

Su intención siempre había sido pasar inadvertida, ser Erica Smith y no la hija de Ashcroft, pero al parecer eso no era tan sencillo, porque Drake, de alguna forma conocía su secreto. La rubia bajó del alfeizar de la ventana hasta quedar cara a cara con él.

— ¿Y por qué no estás tú en Umbrella? — cuestionó dando por hecho que si él sabía que ella había estado en Umbrella, era porque él también había formado parte de sus filas. Odiaba aquel tipo de conversaciones, le resultaban desagradables, todo cuanto giraba en torno a la farmacéutica era desagradable.

— Igual ahí tienes tu respuesta — contar en voz alta que su padre, a quien idolatraba, la traicionó no era para ella nada agradable y no se lo contaría a un tipo cualquiera. — Pero si consideras que debo irme, lo haré, si estoy aquí es porque busco calma, pero no te creas que voy a llorar por una celda oscura y un colchón mugriento — ella no necesitaba aquel lugar, o al menos así lo consideraba, podría marcharse, ¿pero y su ayuda? Erica consideraba que ellos si necesitaban manos para el trabajo, así que resultaba más útil ella para la Prisión que la Prisión para Erica. Al menos así lo consideraba la rubia.

— Incluidos entonces tú y yo, ¿no? — añadió a las palabras de él con toda la tranquilidad del mundo. Comenzaba a aborrecer los clichés sobre Umbrella y que todos quienes trabajaban allí eran monstruos. — Resulta ya cargante y pesado... — suspiró. — Tú sigue pensando que todo esto es tu penitencia personal para enmendar los errores que cometiste en el pasado por formar parte de esos "monstruos" — alzó sus dedos haciendo un notable énfasis en la última palabra y entrecomillándola al aire. — Ah, que además también crees que me han enviado por vosotros... — Erica se echó a reír. — Lástima de Oscar, te habrían dado uno a la mejor película... — soltó con todo el sarcasmo del mundo entremezclado con su marcado acento alemán.

— Estoy aquí, date con un canto en los dientes... si te molesta me voy, sin más... pero no vayas con esa superioridad hacia mi por levantarte un día y decir que ya no vas a acatar más las normas de Umbrella y largarte, no conoces mi historia... — y su historia no es que fuera realmente muy buena, al contrario se avergonzaba de eso. Había sido arrojada, nunca mejor dicho, a la calle como basura, por su padre. La única persona en la que confió.

— Gracias Drake, eres muy amable por todo... — Erica sonrió repentinamente, cambiando su rostro a uno que de verdad parecía mostrar ternura. Un par de mujeres habían entrado al pabellón. — Agradezco que quieras cambiar mi colchón, esos muelles son horribles ya... — incluso se acercó a él para darle un suave abrazo. — Si es viscoelástico mejor, gracias — susurró a su oído con una sonrisa maliciosa, le dio un suave beso en la mejilla y se apartó.

— Este hombre es un tesoro caído del cielo, ¿no? — Erica pasó por delante de las dos mujeres que sonreían ante las palabras de ella. Evidentemente con mucho sarcasmo, pero ellas ni se dieron cuenta. Erica saludó con la mano y salió del pabellón en busca de nuevas tareas para aquel día.