Si nos hemos visto antes, no lo recuerdo. [Libre]

En el Mojave el sol se alzaba aquel día como si el invierno pareciera una irrealidad en aquella parte del país. Strauss recorría las desoladas calles bajo el amparo del gran astro mientras una cortina de sudor le empapaba la piel; estaba exhausto. Aquellos pueblos sacados del viejo oeste eran más que comunes en esa parte de Nevada, pero Strauss prefería llamarlos pequeñas cápsulas del tiempo. Muchas sin apenas un distintivo que indicara el nombre del lugar, la mayoría ocultas a la mirada superficial de turistas que se movían por las carreteras principales.

Después de la caída del mundo conocido, aquellos lugares apartados de la mano de Dios fueron durante un tiempo aldeas prósperas y ligeramente defendibles, autosuficientes como cuando el gobierno era sólido. Pero los caminantes acabaron por llegar, lo mismo con mercenarios y otros civiles que se movían sin atender a caminos. Los primeros arrasaron muchas si eran un grupo incontenible; los segundos, si veían algo de valor, no dudaban en apropiárselo por la fuerza. Algo común en el pensamiento de todos era, desde luego, que allí se encontrarían más objetos inalterados que en las grandes urbanizaciones que habían sido registradas constantemente desde la desolación.

Strauss buscaba cualquier objeto de valor, por supuesto, pero por otro lado sabía por dónde se estaba moviendo. Aquel sitio no era precisamente una ubicación aleatoria. Él tenía una historia con aquel lugar, él formaba parte de que ahora nadie viviera allí.

El pueblo parecía un decorado de Hollywood, donde lo único que se movía era el polvo acumulándose. Las personas habían desaparecido, pero cada edificio aun reflejaba vida, una vida que no hacía mucho que había desaparecido. Hubiera pasado por un pueblo fantasma más si no fuera por las pequeñas barricadas levantadas en determinados edificios o calles, por algún que otro hueso que la arena no había terminado de tragarse, por la sangre que salpicaba determinados tramos. ¿Se había librado acaso una guerra allí? ¿Todo fue acto de los caminantes o había algo más? Strauss pensaba que solo él sabía la respuesta.

Frente a él se dibujó la posada. Allí fue donde en aquella ocasión se hospedaron, si se podía llamar hospedaje al edificio que ocuparon casi por la fuerza. No dudó en adentrarse en la recepción cuya decoración, si ya era austera entonces, más apagada se había vuelto con el tiempo. El aire estaba cargado y le costaba respirar. Los recuerdos le punzaron la mente, pero necesitaba verlo; la duda le reconcomía por dentro. En sumo silencio, por precaución, avanzó por el largo pasillo sabiendo que en la última habitación de ese tramo podría calmar la mayoría de sus dudas. Pero no, no todo era tan fácil; un ruido le sacó de sí mismo y lo congeló en el sitio.

Miedo no era la palabra exacta de lo que sentía, pero sí sorpresa. Sin armas, miró el suelo y cogió un trozo de madera de entre la mugre que perteneció a algún mueble del local. Hizo oído y se acercó a una de las puertas, a medio camino en aquel tramo desde la recepción hasta la habitación que a él le interesaba. Sí, algo había al otro lado de esa puerta cerrada, algo que buscaba entre la carroña. Abrió la puerta, crujieron las bisagras, pero fue más que rápido. Localizó la figura de espaldas a él en el armario de la entrada del dormitorio. Strauss colocó el extremo del palo en la espalda de la sombra, a la altura del corazón. Habló pausada, pero firmemente:

—Las manos donde pueda verlas, ahora.

Sí, estaba usando el palo como si fuera un arma de fuego. ¿Pero acaso eso lo sabía el contrario?

Lo cierto es que daba igual, pues la figura, ante el contacto, cayó lentamente contra el armario provocando un gran estruendo. Strauss se quedó sorprendido al contemplar un simple cadáver que las sombras, por la mala iluminación de la estancia y, la sugestión propia del momento, le habían hecho creer que era algo más; se estaba volviendo paranoico.

Retrocedió sobre sus pasos hacia el pasillo, contemplando de nuevo la puerta grisácea cerrada que no deseaba y deseaba al mismo tiempo abrir. Entonces volvió a escuchar ese ruido a su espalda.

Había llegado, a duras penas a Nevada, la pierna le estaba matando -no de forma literal- pero le escocía bastante. “Jodido zombie” pensó apretando la mandíbula, por el camino había tenido más ataques de zombies pero había conseguido terminar con ellos. ¿Su llegada a la base de Umbrella? Pues no llegó, pudo llegar ante la principal zona y conseguir algún arma junto con munición pero no pasó más allá de esa dichosa cabaña.

Había conseguido entrar en una posada pero no podía correr, la herida escocía y caminaba medio cojeando; necesitaba encontrar algo con lo que curarse o intentar curarse, el virus no le afectaba pero estaba claro que debía hacer que esa mordedura desapareciera. Se encontraba en lo que parecía una despensa, ajeno a lo que pudiera haber más en ese lugar, mientras buscaba con la mirada algo de primeros auxilios.

—Bingo —murmuró justo cuando escuchó una voz en la misma planta, miró hacia la puerta que le separaba y le mantenía seguro pero siguió su camino hacia las estantería para tomar en sus manos 'Aqua Cure'.— Esto me será de ayuda, espero...

Una vez tomó el bote se giró hacia la puerta para poder abrirla, justo cuando la abrió y alzó la mirada hacia el pasillo pudo ver a un hombre plantado en mitad de este. Reaccionó rápido y sacó su pistola apuntándole con esta pero sin quitar el seguro.

—¿Quién eres? —preguntó en tono algo amenazador, intentaba esconder la mordida de su pierna pero le iba a ser imposible o eso pensaba.

El miembro 'Aiden R. O'Connor' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'¿Qué hay ahí?' :

Resultados :