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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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|| Moral de Esclavos - [2016] | (Priv. Scott Harker)
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18//01/16 | Umbrella | Comedor | 13:47:55 | B.S.O.
No es la primera vez que siente indiferencia, durante su turno tuvo que dispararle a un niño muerto y mirándole a la cara le destrozó el cráneo tras vaciar un cargador. No, es más que eso, no es indiferencia simplemente, en su interior guarda una profunda ira que libera inconscientemente en determinadas ocasiones. Desconoce el por qué, pero no en vano, también es una forma de sobrellevar a diario aquello con lo que sigue sintiéndose tan incómodo. El detalle está en que hasta el sol de hoy no sabe de qué se trata, pero es incapaz de reconocer que su método aplicado recae finalmente en algo insano, tóxico e irritante, al menos durante oportunidades como esta.
Levanta una pieza de pollo con su mano derecha y la muerde sin darle mayor reconocimiento. Su cuerpo desprende energía, e incluso mientras está comiendo no para de pensar en su trabajo, en su propósito para con la compañía. Cumplir con su objetivo, hacer de Umbrella un plan de vida perfecto, sí, eso era… Sin embargo, durante el almuerzo también se ve interrumpido por su querida amante, Michelle, quien se sienta en la mesa frente a él y con una mirada de angustia —o al menos así lo interpreta—, le pregunta con respecto a su estado actual, el cual aparentemente no parece estar bien.
—Hola, Marcus. ¿Cómo te sientes? —expresa con cierta incertidumbre. Precisamente porque era su novia es que podía reconocer que su forma de actuar era poco normal, quizá emanaba de él cierta aura de perturbabilidad; «¿Aquel evento habrá significado tanto?» se pregunta dentro de su mente. Claro está, Michelle lo sabe todo, solo que debe fingir a diario que en realidad no sabe nada. Es experta en ello, muchos años de entrenamiento la preceden.
Marcus, quien se mantiene en un silencio prolongado, continúa comiéndose su pieza de pollo mientras le hace un gesto sarcástico a Michelle, subliminalmente le estaba diciendo que su presencia le resultaba redundante, completamente innecesaria. Por supuesto, ella se percata de esto, pero no quiere reconocerlo. Sabe que cuando está molesto o se siente frustrado por alguna razón suele convertirse en un caso perdido, es obstinado y cerrado consigo mismo, aun así, pese a todas las advertencias que ya de por sí conoce perfectamente se mantiene aferrada a la idea, cosa que la lleva a proseguir:
—¿Está bueno el almuerzo? —dice sin obtener resultados. Él parece evitarla, pero lo que lo vuelve irritante es que sabe perfectamente que no tiene motivos para hacerlo. Mantiene una ilusión tan vaga como innecesaria de ser el macho alfa, pero en lo profundo de su ser, o al menos así lo pensaba ella, no era más que un grito de auxilio, un pobre niño arrepentido comportándose como típicamente lo haría cualquier otro niño; algo irónico si tenemos en cuenta cómo inició todo esto. Parece querer atención, pero Michelle nunca ha sido el tipo de persona capaz de lidiar pacíficamente con tratos tan infantiles. Un segundo silencio es la gota que derrama el vaso y es cuando su trato dominante y hostil sale al ruedo.
Michelle aparta el plato de la mesa y lo deja a él con su pieza de pollo en mano, a lo que expresa. —Si estás molesto lo entiendo, pero no lo pagues conmigo, solo intento mostrarme interesada por ti y por lo que haces. ¿Qué razón tienes para evitarme? —lo observa comer mientras le habla, algo que la saca de quicio. Marcus, por otra parte, rompe el silencio y le pregunta si era capaz de permitirle terminar de almorzar, a lo que ella responde enfadada—. ¿Me seguirás evitando si te dejo hacerlo?
—Eres demasiado intranquila. ¿No lo crees? —expresa un Marcus totalmente calmado, y lo hace mientras vuelve a colocar la bandeja de comida en su sitio—. ¿Sabes Michelle? Te amo. En verdad, incluso con todas y cada una de tus magníficas peculiaridades, pero si hay algo en lo que deberías trabajar es en tu paciencia, cariño. Es necesario... —con un tono sarcástico aparenta admirar su ferviente audacia como mujer. Poco después pone su pieza de pollo en el plato, aunque de éste ya solo quedarían los restos.
Michelle reacciona y se pone la mano sobre la cabeza en un vago intento por evitar sentirse confundida. Toda su resolución con respecto al comportamiento de su pareja había caído en un falso intento por entender, lo que la lleva a levantarse e irse, pero no sin avisar primero que tenía que trabajar, por supuesto, lo hace con un claro mensaje entre líneas que evoca cierto descontento por su parte. Por otro lado, Marcus se suelta una carcajada al ésta retirarse estando afligida, y mientras la ve marcharse le grita en voz alta que sí, se encontraba en perfectas condiciones, agradeciendo por su constante preocupación. Sin embargo, una vez en solitario, Marcus vuelve a expresar una mueca de disgusto y entonces mueve su cuello de un lado a otro para quitarse de encima aquella tensión, producto del estrés. Su acción promueve la evidente necesidad, debía descargar la energía excedente que guardaba dentro de él, fue entonces cuando se levantó y tiró su bandeja. Pensó en dirigirse hacía el gimnasio para entrenar un poco y desgastarse físicamente, pero en el proceso no puede evitar pensar en lo sucedido y se pregunta a través de un tenue susurro que le habla dentro de su cabeza; ¿Se estará equivocando?
Sentado frente a un ordenador, en su propio cubículo dentro de una oficina específicamente destinada al sector de inteligencia. El reloj marcaba el mediodía, cuando se suponía que debía golpear una ola de calor con el sol en su cénit. No obstante, el aire acondicionado hacía muy bien su trabajo.
Y él también.
¿Pero a qué precio y a quién beneficiaba realmente? ¿Desde hacía cuánto que Scott no pisaba la superficie? Preguntas difíciles de responder, y aún así, la verdad es que había pasado tanto tiempo en la base cumpliendo con su labor que ya casi parecía perder sus reflejos, su instinto combativo e incluso las nociones más básicas de supervivencia que aprendió cuando ingresó al SETR. En lugar de estar poniendo en práctica todo ello y perfeccionar o cuanto menos mantener el nivel de sus habilidades, su trabajo, más que lo que debía ser, en aquellos tiempos consistía en tareas administrativas como gestionar el censo, llevar registro del personal en la base y supervisar el perímetro de la superficie del desierto a través del sistema de vigilancia. Un sistema que no manejaba bien por sus carencias facultativas en el área informática, no era su especialidad, y allí estaba de igual forma.
La realidad que le comenzaba a atormentar no hacía sino alimentar más y más la teoría de que todo era consecuencia de la voluntad de alguien. Según su intuición, un chivo que desde lo alto de la cadena de mando le condenó a ese destino como una forma de castigo por haber cometido algún acto deshonroso para la compañía en determinado momento.
Aún consciente de sus pecados, le crujieron los dientes de sólo imaginarse un día más así.
—Dame el tercero —Se refería a uno de los menús disponibles para el almuerzo ese día. Llegadas las trece horas, el comedor comienza a recibir el mayor flujo de personas que aprovechan sus tiempos de descanso para comer algo, y él no fue la excepción.
Aparentemente los retrasos en las facturaciones de su paga habían cesado, por lo que ahora podía permitirse comer como a un tipo de su talla le gustaría. Aunque no se trataba de una buena noticia... sólo era una cosa mala menos de una larga lista.
Consigue asiento en una mesa en la que acaba coincidiendo con un colega de la Unidad de Fuerzas Especiales y una bióloga de la compañía que conoció para el tiempo en que fungió como científico del IED. Intercambiaron palabras, un par de anécdotas que acabaron en una sana competencia en la que autodeterminaban quién tenía el peor trabajo, y la charla en general le dio una perspectiva diferente con la qué ver su propia situación sin llegar a conformarse.
Eso estaba bien. Parecía estar dándose cuenta de que incluso algo tan simple como el contacto social también se estaba esfumando de su vida por el escaso espacio personal que le dejaba su jornada. Y en el medio de tal reflexión y la acción de llevar el último bocado del filete que había estado devorando, un estruendo se esparció en todas las direcciones, interrumpiendo la armonía del lugar, provocando el silencio de todos los presentes y apoderándose de las miradas que voltearon a dilucidar la fuente del ruido.
Scott fue de los primeros en fijar su mirada sobre el responsable, aquél sujeto con perforaciones y tatuajes que decidió aventar la bandeja metálica, sabiendo que provocaría bastante bullicio, e irse asumiendo que alguien más se haría cargo de recoger y limpiar su desastre. Los restos de comida desperdigados, su osadía... Provocaban repulsión e ira para sus adentros.
—No sé porqué sigue activo ese tipo. Es un problema andante —Comentó Harris como cosa suya, el operador del USFU.
—¿Lo conoces? —Dejó caer el tenedor con la carne pinchada sobre el plato. El momento de desagrado le había robado el apetito.
—¿A ese? Por supuesto. Es Marcus Wright, especialista en vehículos y utilitario de la unidad 3 de mi división. Seguramente irá a descargar sus daddy issues en la sala de entrenamiento. Es muy problemático.
—Yo no me acercaría mucho a él, chicos. No parece tener un buen día. Los veo mañana a la misma hora, ¿vale? Cuídense —Danika advirtió antes de recoger sus cosas y retirarse.
Dentro de la conciencia del espía, sin embargo, sólo se perpetuaba la información dada por Harris y el plan de acción que mentalmente iría trazando sobre la marcha que empezó a impartir hacia el gimnasio, ignorando la advertencia de su compañera.
Gancho izquierdo, jab, uppercut y codazo de revés. Los contactos repiqueteaban una y otra vez, sacudiendo la masa del saco y escuchándose como una suerte de contrapunteo respecto al ruido de los impactos del resto del personal presente, también entrenando. La velocidad, precisión y prolijidad en la secuencia de sus golpes habían perdido contra el desuso de sus habilidades en combate. Estaba oxidado, y lo sabía bien.
Su atuendo de entrenamiento consistía en pantalones de chandal oscuros, pies descalzos, envueltos en vendas ajustadas al igual que sus manos, y finalmente una sudadera negra sin mangas, con la capucha puesta sobre su cabeza, impidiendo ver del todo su perfil facial. Lucía como un fantasma, con un aura incógnita, que no quería ser encontrado y sin embargo, a algunos les era difícil no mirar de reojo cada tanto por el empecinamiento o bien la frustración implícitos en su lucha contra aquél objeto inanimado que colgaba de un lado a otro.
Empero, de un momento a otro, 20-08 detectó la razón por la cual había ido al gimnasio y se detuvo para hacer lo que mejor sabía hacer: observar. Observó a Marcus entrar al sitio y lo siguió haciendo hasta que vio que era el momento de cumplir con su cometido. Levanta de entre sus pertenencias una bolsa de plástico negra de contenido desconocido y se aproxima al rubio con el andar de un toro imparable...
Lo que sucedió a continuación provocó una reacción en todos los testigos presentes similar a la que causó Wright en el comedor. —Te olvidaste de esto, compañero —Inerte, con una mueca en sus labios parecida a una sonrisa pero sin llegar a serlo. A los pies de quien se refería estaba la bandeja con los desperdicios y huesos de pollo que este había tirado en el comedor.
—No vas a salir de aquí hasta que recojas eso.
Y él también.
¿Pero a qué precio y a quién beneficiaba realmente? ¿Desde hacía cuánto que Scott no pisaba la superficie? Preguntas difíciles de responder, y aún así, la verdad es que había pasado tanto tiempo en la base cumpliendo con su labor que ya casi parecía perder sus reflejos, su instinto combativo e incluso las nociones más básicas de supervivencia que aprendió cuando ingresó al SETR. En lugar de estar poniendo en práctica todo ello y perfeccionar o cuanto menos mantener el nivel de sus habilidades, su trabajo, más que lo que debía ser, en aquellos tiempos consistía en tareas administrativas como gestionar el censo, llevar registro del personal en la base y supervisar el perímetro de la superficie del desierto a través del sistema de vigilancia. Un sistema que no manejaba bien por sus carencias facultativas en el área informática, no era su especialidad, y allí estaba de igual forma.
La realidad que le comenzaba a atormentar no hacía sino alimentar más y más la teoría de que todo era consecuencia de la voluntad de alguien. Según su intuición, un chivo que desde lo alto de la cadena de mando le condenó a ese destino como una forma de castigo por haber cometido algún acto deshonroso para la compañía en determinado momento.
Aún consciente de sus pecados, le crujieron los dientes de sólo imaginarse un día más así.
───※ ·❆· ※───
—Dame el tercero —Se refería a uno de los menús disponibles para el almuerzo ese día. Llegadas las trece horas, el comedor comienza a recibir el mayor flujo de personas que aprovechan sus tiempos de descanso para comer algo, y él no fue la excepción.
Aparentemente los retrasos en las facturaciones de su paga habían cesado, por lo que ahora podía permitirse comer como a un tipo de su talla le gustaría. Aunque no se trataba de una buena noticia... sólo era una cosa mala menos de una larga lista.
Consigue asiento en una mesa en la que acaba coincidiendo con un colega de la Unidad de Fuerzas Especiales y una bióloga de la compañía que conoció para el tiempo en que fungió como científico del IED. Intercambiaron palabras, un par de anécdotas que acabaron en una sana competencia en la que autodeterminaban quién tenía el peor trabajo, y la charla en general le dio una perspectiva diferente con la qué ver su propia situación sin llegar a conformarse.
Eso estaba bien. Parecía estar dándose cuenta de que incluso algo tan simple como el contacto social también se estaba esfumando de su vida por el escaso espacio personal que le dejaba su jornada. Y en el medio de tal reflexión y la acción de llevar el último bocado del filete que había estado devorando, un estruendo se esparció en todas las direcciones, interrumpiendo la armonía del lugar, provocando el silencio de todos los presentes y apoderándose de las miradas que voltearon a dilucidar la fuente del ruido.
Scott fue de los primeros en fijar su mirada sobre el responsable, aquél sujeto con perforaciones y tatuajes que decidió aventar la bandeja metálica, sabiendo que provocaría bastante bullicio, e irse asumiendo que alguien más se haría cargo de recoger y limpiar su desastre. Los restos de comida desperdigados, su osadía... Provocaban repulsión e ira para sus adentros.
—No sé porqué sigue activo ese tipo. Es un problema andante —Comentó Harris como cosa suya, el operador del USFU.
—¿Lo conoces? —Dejó caer el tenedor con la carne pinchada sobre el plato. El momento de desagrado le había robado el apetito.
—¿A ese? Por supuesto. Es Marcus Wright, especialista en vehículos y utilitario de la unidad 3 de mi división. Seguramente irá a descargar sus daddy issues en la sala de entrenamiento. Es muy problemático.
—Yo no me acercaría mucho a él, chicos. No parece tener un buen día. Los veo mañana a la misma hora, ¿vale? Cuídense —Danika advirtió antes de recoger sus cosas y retirarse.
Dentro de la conciencia del espía, sin embargo, sólo se perpetuaba la información dada por Harris y el plan de acción que mentalmente iría trazando sobre la marcha que empezó a impartir hacia el gimnasio, ignorando la advertencia de su compañera.
───※ ·❆· ※───
Gancho izquierdo, jab, uppercut y codazo de revés. Los contactos repiqueteaban una y otra vez, sacudiendo la masa del saco y escuchándose como una suerte de contrapunteo respecto al ruido de los impactos del resto del personal presente, también entrenando. La velocidad, precisión y prolijidad en la secuencia de sus golpes habían perdido contra el desuso de sus habilidades en combate. Estaba oxidado, y lo sabía bien.
Su atuendo de entrenamiento consistía en pantalones de chandal oscuros, pies descalzos, envueltos en vendas ajustadas al igual que sus manos, y finalmente una sudadera negra sin mangas, con la capucha puesta sobre su cabeza, impidiendo ver del todo su perfil facial. Lucía como un fantasma, con un aura incógnita, que no quería ser encontrado y sin embargo, a algunos les era difícil no mirar de reojo cada tanto por el empecinamiento o bien la frustración implícitos en su lucha contra aquél objeto inanimado que colgaba de un lado a otro.
Empero, de un momento a otro, 20-08 detectó la razón por la cual había ido al gimnasio y se detuvo para hacer lo que mejor sabía hacer: observar. Observó a Marcus entrar al sitio y lo siguió haciendo hasta que vio que era el momento de cumplir con su cometido. Levanta de entre sus pertenencias una bolsa de plástico negra de contenido desconocido y se aproxima al rubio con el andar de un toro imparable...
Lo que sucedió a continuación provocó una reacción en todos los testigos presentes similar a la que causó Wright en el comedor. —Te olvidaste de esto, compañero —Inerte, con una mueca en sus labios parecida a una sonrisa pero sin llegar a serlo. A los pies de quien se refería estaba la bandeja con los desperdicios y huesos de pollo que este había tirado en el comedor.
—No vas a salir de aquí hasta que recojas eso.
Mientras la frivolidad impera en el entorno, su compostura permanece absoluta ante la resolución de problemas varios que maquinan dentro de su mente. La incertidumbre socava a profundidad un túnel que conecta con su frustración y con el estrés. Y la idea de no poder adaptarse, no complementarse a fondo y en consecuencia sufrir el prolongado escrutinio público al no cumplir con el estándar de un operador de las fuerzas especiales, tampoco concede una mejoría a tan afectada condición. Cada golpe repercute directamente en los fragmentos de su memoria, e indirectamente lo induce a un estado de trance que alarga su hostilidad para consigo mismo. Embiste violentamente y en el proceso se ocupa de descargar todo aquello en lo cual se define un efecto negativo para su personalidad, para su forma de ser y para su ‘yo’ verdadero.
Lo tacharon de ser moralista y pedante, algo infortunado si tenemos en cuenta su estilo de vida solitaria, pero no se equivocaron al decir que su código no refleja importancia a la opinión de terceros, sino a su propia opinión. A fin de cuentas, se había esforzado mucho por mantener los índices más altos en el comando especial de la fuerza aérea, y de la noche a la mañana es obligado aceptar que todo su esfuerzo había sido en vano, dejándolo caer en un declive junto con su nombre. Había sido borrado de los registros de la historia, y como si esto no fuera poco, también había sido marcado entre el selecto grupo de supervivientes a los cuales debía soportar el resto de sus días.
Incluso durante los operativos solía ser juzgado bruscamente por los suyos. Su forma de ser, indiferentemente de la situación, siempre suele rozar con lo enfermo y lo suicida pese a dar con resultados verdaderamente efectivos. Algo que no es muy bien visto por aquellos que intentan sobrevivir el día a día dentro de la corporación. Ignoran su experiencia y lo encadenan a un estado inhumano como si de una bestia se tratase, siendo así partícipes de una reacción voluntaria que produjo como resultado la creación de tal criatura impulsada por sus instintos. Marcus, guiado por la tentación, era consciente del estrés físico y psicológico al que debía someterse una vez dedicara tiempo al experimento, pero aún así encontraba entretenimiento a raíz de ese hecho, ser testigo de las distintas opiniones y perspectivas que se tenía de él con relación a su estatus dentro de la empresa.
Su ira era guiada para consigo mismo, pocas veces se mostraba agresivo con los demás, pero a percepción propia también veía necesario mantener las apariencias; al menos si quería mantener un perfil bajo en el cual soportarse. Sin embargo, era imposible no admirar tal desborde de fuerza, pues si bien era cierto que no se mostraba hostil con aquellos que lo rodeaban, también era cierto que su forma de actuar denotaba la brutalidad al que todo guerrero debe aferrarse. Toda esa frustración, todo ese enojo, toda esa ira termina fusionándose en un conjunto de emociones que debía descargar en algún momento, haciéndole imposible no mostrarle al público una forma de ser similar a como lo describen.
Su postura no se inmuta ante semejante resultado. Llega al gimnasio e inmediatamente comienza con su entrenamiento sin dar primeras impresiones ni mucho menos. Sin embargo, frente a un saco de boxeo no es capaz de controlarse y se deja llevar por la tentación, lo cual conlleva a una secuencia de golpes de pivote y patadas semicirculares que parecen no sincronizar perfectamente con el estilo de lucha que lo precede. No por falta de experiencia, sino porque simplemente no se está esforzando. Aun así, es impresionante ver la velocidad y potencia con la que actúa, pues cada impacto genera un efecto sonoro que deja a imaginación del espectador el origen de semejante fuerza.
Durante la sesión se ve interrumpido por alguien más, un completo extraño que parece abordarlo desde la retaguardia y que intenta llamar su atención a través de acciones claramente provocativas. Marcus no gira por completo su cuerpo ni deja al descubierto su rostro, pero se permite observar de reojo la silueta de aquella figura varonil que ante él se erguía. ¿De quién se trataba exactamente? Desconocía por completo las circunstancias que lo llevaron a esa situación, pero consciente de lo que se esperaba obtener a través de tales hazañas se mostró indiferente y permaneció centrado en su entrenamiento, especulando dentro de su cabeza las posibles situaciones que estaban apunto de presentarse, pues semejante evento significaba querer escalar por un peldaño de acciones que él ya conocía perfectamente.
Se percató de la bandeja de aluminio que en el suelo reposaba y escuchó lo que éste tenía para decir. Por supuesto, durante el tiempo en el que se giró, acompañando al silencio climático que allí aguardaba, también decidió respetar el procedimiento al que debía someterse y responderle de forma concreta, por lo que dijo: —Ocuparte de los desechos es tu trabajo, no el mío. —respondió con un tono igual de provocativo— Y por favor, no confundas nuestras posiciones, “compañero”. No somos iguales en lo absoluto. —Marcus continúo golpeando el saco de boxeo consciente de lo que esto significaba, ya se planteaba la posibilidad de que el mismo individuo lo haya estado estudiando previo al asalto. «¿Lo conozco?» se preguntó impacientemente, y sin esperanza de hallar respuesta resaltó el hecho de que en ningún momento prestó atención a sus alrededores, no supo nada de él sino hasta que ya era muy tarde.
Esto dio pie a la resolución de los hechos que allí se presentaban: Lo primero es que al ignorar tal presencia debe hacer énfasis en su descuido y tomar con mayor seriedad sus faltas a la rutina. Lo segundo, algo que no le sorprende tanto, implica que el sujeto pertenece al ala paramilitar. Marcus, desarrolló bajo la premisa de que se trataba de un individuo en el salón de entrenamiento, eso quiere decir que lo estaba esperando o quizá llegaba con un objetivo en mente. Sin embargo, esto no daba respuesta a la pregunta principal que sigue predominando: ¿Qué espera conseguir este tipo a través de todo esto?
En fin. Sin importar qué, se ve obligado a reconocer que tal descuido lo ha puesto en una posición incómoda y de absoluta desventaja. Marcus no sabe nada de él y desconoce por completo lo que éste sujeto, tan confiado de sí mismo, sabe de sus habilidades. Entonces... ¿Qué prosigue?
Lo tacharon de ser moralista y pedante, algo infortunado si tenemos en cuenta su estilo de vida solitaria, pero no se equivocaron al decir que su código no refleja importancia a la opinión de terceros, sino a su propia opinión. A fin de cuentas, se había esforzado mucho por mantener los índices más altos en el comando especial de la fuerza aérea, y de la noche a la mañana es obligado aceptar que todo su esfuerzo había sido en vano, dejándolo caer en un declive junto con su nombre. Había sido borrado de los registros de la historia, y como si esto no fuera poco, también había sido marcado entre el selecto grupo de supervivientes a los cuales debía soportar el resto de sus días.
Incluso durante los operativos solía ser juzgado bruscamente por los suyos. Su forma de ser, indiferentemente de la situación, siempre suele rozar con lo enfermo y lo suicida pese a dar con resultados verdaderamente efectivos. Algo que no es muy bien visto por aquellos que intentan sobrevivir el día a día dentro de la corporación. Ignoran su experiencia y lo encadenan a un estado inhumano como si de una bestia se tratase, siendo así partícipes de una reacción voluntaria que produjo como resultado la creación de tal criatura impulsada por sus instintos. Marcus, guiado por la tentación, era consciente del estrés físico y psicológico al que debía someterse una vez dedicara tiempo al experimento, pero aún así encontraba entretenimiento a raíz de ese hecho, ser testigo de las distintas opiniones y perspectivas que se tenía de él con relación a su estatus dentro de la empresa.
Su ira era guiada para consigo mismo, pocas veces se mostraba agresivo con los demás, pero a percepción propia también veía necesario mantener las apariencias; al menos si quería mantener un perfil bajo en el cual soportarse. Sin embargo, era imposible no admirar tal desborde de fuerza, pues si bien era cierto que no se mostraba hostil con aquellos que lo rodeaban, también era cierto que su forma de actuar denotaba la brutalidad al que todo guerrero debe aferrarse. Toda esa frustración, todo ese enojo, toda esa ira termina fusionándose en un conjunto de emociones que debía descargar en algún momento, haciéndole imposible no mostrarle al público una forma de ser similar a como lo describen.
Su postura no se inmuta ante semejante resultado. Llega al gimnasio e inmediatamente comienza con su entrenamiento sin dar primeras impresiones ni mucho menos. Sin embargo, frente a un saco de boxeo no es capaz de controlarse y se deja llevar por la tentación, lo cual conlleva a una secuencia de golpes de pivote y patadas semicirculares que parecen no sincronizar perfectamente con el estilo de lucha que lo precede. No por falta de experiencia, sino porque simplemente no se está esforzando. Aun así, es impresionante ver la velocidad y potencia con la que actúa, pues cada impacto genera un efecto sonoro que deja a imaginación del espectador el origen de semejante fuerza.
Durante la sesión se ve interrumpido por alguien más, un completo extraño que parece abordarlo desde la retaguardia y que intenta llamar su atención a través de acciones claramente provocativas. Marcus no gira por completo su cuerpo ni deja al descubierto su rostro, pero se permite observar de reojo la silueta de aquella figura varonil que ante él se erguía. ¿De quién se trataba exactamente? Desconocía por completo las circunstancias que lo llevaron a esa situación, pero consciente de lo que se esperaba obtener a través de tales hazañas se mostró indiferente y permaneció centrado en su entrenamiento, especulando dentro de su cabeza las posibles situaciones que estaban apunto de presentarse, pues semejante evento significaba querer escalar por un peldaño de acciones que él ya conocía perfectamente.
Se percató de la bandeja de aluminio que en el suelo reposaba y escuchó lo que éste tenía para decir. Por supuesto, durante el tiempo en el que se giró, acompañando al silencio climático que allí aguardaba, también decidió respetar el procedimiento al que debía someterse y responderle de forma concreta, por lo que dijo: —Ocuparte de los desechos es tu trabajo, no el mío. —respondió con un tono igual de provocativo— Y por favor, no confundas nuestras posiciones, “compañero”. No somos iguales en lo absoluto. —Marcus continúo golpeando el saco de boxeo consciente de lo que esto significaba, ya se planteaba la posibilidad de que el mismo individuo lo haya estado estudiando previo al asalto. «¿Lo conozco?» se preguntó impacientemente, y sin esperanza de hallar respuesta resaltó el hecho de que en ningún momento prestó atención a sus alrededores, no supo nada de él sino hasta que ya era muy tarde.
Esto dio pie a la resolución de los hechos que allí se presentaban: Lo primero es que al ignorar tal presencia debe hacer énfasis en su descuido y tomar con mayor seriedad sus faltas a la rutina. Lo segundo, algo que no le sorprende tanto, implica que el sujeto pertenece al ala paramilitar. Marcus, desarrolló bajo la premisa de que se trataba de un individuo en el salón de entrenamiento, eso quiere decir que lo estaba esperando o quizá llegaba con un objetivo en mente. Sin embargo, esto no daba respuesta a la pregunta principal que sigue predominando: ¿Qué espera conseguir este tipo a través de todo esto?
En fin. Sin importar qué, se ve obligado a reconocer que tal descuido lo ha puesto en una posición incómoda y de absoluta desventaja. Marcus no sabe nada de él y desconoce por completo lo que éste sujeto, tan confiado de sí mismo, sabe de sus habilidades. Entonces... ¿Qué prosigue?
Por un segundo se le hizo cuestionable la razón por la que estaba haciendo todo aquello. ¿Merecía la pena llegar tan lejos por una actitud despectiva ajena?, ¿cuando fue que se convirtió en el perro guardián de la base? Dada la naturaleza de su persona y su profesión como agente de espionaje, no era propio de sí encarar las situaciones de riesgo de manera frontal.
Tal vez era su intolerancia hacia los comportamientos que alentaban al desorden, o quizá se debía a que Marcus y él eran más parecidos de lo que querría admitir y por ese motivo chocarían desde el primer momento. Puede que fueran ambas razones, o ninguna.
En cualquiera de los casos, no hubo tiempo suficiente para razonar. Si el destino los había encontrado para colisionar como dos ciclones, así sería.
Tamaña osadía en las palabras del ex-piloto sólo podía ser respondida de una forma, y conociendo a Scott, esa sería con una sonrisa ilustre de arrogancia y carisma por igual y un par de asentimientos de cabeza, propiciados por la voluntad suya de no dialogar nada más. Se habían dicho poco... e irónicamente lo suficiente como para saber que ninguno de los dos iba a ceder.
Con la adrenalina contaminando su sangre y el corazón iniciando un bombeo cada vez más fuerte, «Uno», su cabeza empezó a condicionar la premeditación de sus acciones a un conteo en sincronía con el compás de lo único que hacía ruido en el gimnasio... el tic, tac del reloj. «Dos». Sólo restaba un segundo para rememorar lo que ya había estudiado, entender la naturaleza de los movimientos que Marcus exhibía en su práctica, siendo consciente incluso de que tendría que actuar con mayor velocidad que él... Si bien le sacaba algunas pulgadas de estatura, su contrario le superaba en volumen muscular.
«Tres...»
El viento silba el oído de Wright cuando parece distraído, la fuerza abyecta de una patada recta a su espalda lo hace rebotar contra el saco y sirve de abrebocas para advertir lo que acababa de comenzar. Si el rubio era quien presumía ser, no tardaría en darse cuenta de que Scott inicia el contacto con la pretensión de ser quien lo termine.
Con los brazos en forma de "V", adopta una postura cerrada, frontal y toma una delantera ofensiva en la que la distancia entre ambos se esfuma en un parpadeo, cuando va a por él con una agresiva combinación de golpes directos, cruzados y a puño rotado, cada uno más violento que el anterior.
Su intención era socavarlo, ponerlo a prueba, medir su temple y resistencia, y aún en el fragor del combate, convencido inteligentemente de que recibiría respuesta de su contrincante, se dispuso a absorber cada contraataque endureciendo los músculos de sus cuatro extremidades, usando especialmente rodillas y codos como escudo de amortiguamiento frente al posible daño que recibiría.
La pelea se hace más álgida con cada parpadeo. Las señales que podrían interpretar los testigos del desenlace de aquella situación no hacían más que alimentar la tensión atmosférica hasta el punto en que todos cesaron sus actividades. Los que entrenaban dejaron de hacerlo, algunos abandonaron el lugar evitando salir implicados, y los que se quedaron, permanecieron sin meter mano en medio o abrir la boca, conscientes de lo que ello podría acarrear...
Tal vez era su intolerancia hacia los comportamientos que alentaban al desorden, o quizá se debía a que Marcus y él eran más parecidos de lo que querría admitir y por ese motivo chocarían desde el primer momento. Puede que fueran ambas razones, o ninguna.
En cualquiera de los casos, no hubo tiempo suficiente para razonar. Si el destino los había encontrado para colisionar como dos ciclones, así sería.
Tamaña osadía en las palabras del ex-piloto sólo podía ser respondida de una forma, y conociendo a Scott, esa sería con una sonrisa ilustre de arrogancia y carisma por igual y un par de asentimientos de cabeza, propiciados por la voluntad suya de no dialogar nada más. Se habían dicho poco... e irónicamente lo suficiente como para saber que ninguno de los dos iba a ceder.
Con la adrenalina contaminando su sangre y el corazón iniciando un bombeo cada vez más fuerte, «Uno», su cabeza empezó a condicionar la premeditación de sus acciones a un conteo en sincronía con el compás de lo único que hacía ruido en el gimnasio... el tic, tac del reloj. «Dos». Sólo restaba un segundo para rememorar lo que ya había estudiado, entender la naturaleza de los movimientos que Marcus exhibía en su práctica, siendo consciente incluso de que tendría que actuar con mayor velocidad que él... Si bien le sacaba algunas pulgadas de estatura, su contrario le superaba en volumen muscular.
«Tres...»
El viento silba el oído de Wright cuando parece distraído, la fuerza abyecta de una patada recta a su espalda lo hace rebotar contra el saco y sirve de abrebocas para advertir lo que acababa de comenzar. Si el rubio era quien presumía ser, no tardaría en darse cuenta de que Scott inicia el contacto con la pretensión de ser quien lo termine.
Con los brazos en forma de "V", adopta una postura cerrada, frontal y toma una delantera ofensiva en la que la distancia entre ambos se esfuma en un parpadeo, cuando va a por él con una agresiva combinación de golpes directos, cruzados y a puño rotado, cada uno más violento que el anterior.
Su intención era socavarlo, ponerlo a prueba, medir su temple y resistencia, y aún en el fragor del combate, convencido inteligentemente de que recibiría respuesta de su contrincante, se dispuso a absorber cada contraataque endureciendo los músculos de sus cuatro extremidades, usando especialmente rodillas y codos como escudo de amortiguamiento frente al posible daño que recibiría.
La pelea se hace más álgida con cada parpadeo. Las señales que podrían interpretar los testigos del desenlace de aquella situación no hacían más que alimentar la tensión atmosférica hasta el punto en que todos cesaron sus actividades. Los que entrenaban dejaron de hacerlo, algunos abandonaron el lugar evitando salir implicados, y los que se quedaron, permanecieron sin meter mano en medio o abrir la boca, conscientes de lo que ello podría acarrear...
- Suma de dados:
- Dado 1 (ataque): 2 + 1 = 3 (fallo)
Dado 2 (defensa): 10 + 5 = 15 (crítico con éxito)
El miembro 'Scott Harker' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Mostraba una actitud desafiante y de alguna forma lo complacía. Pobre del ser arrogante que generó tal disputa sin ningún sentido racional capaz de explicar el porqué, exceptuando a la oposición verbal, la intención primera no sería otra que marcar un objetivo con quien enfrentarse. No todas las personas tenían las bolas para erguirse frente a Marcus, su figura corpórea solía permanecer imponente ante la de sus paisanos y en comparación con la de su contrincante parecía poseer mayor tonificación y trabajo físico. Sin embargo, esto no significaba que, por alguna razón, sin importar lo más lógica que fuera, daría tregua al rival con intención de perdonar sus numerosas ofensas y provocaciones, para él, injustificadas. Así que, tras haberle otorgado la primera acción, Marcus se posiciona a unos cuantos metros de Harker y previo al combate esboza con cierto sarcasmo y seguridad en sí mismo; automotivación que le permite permanecer inmune a su fragante acción de perturbar su paz.
― ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? ―le pregunta con una sonrisa en boca previo a la flexión y gesticulación de sus brazos, piernas, cuello y expresión facial que harían denotar una preparación de sus ya calentados músculos. Por supuesto, como era de esperarse su comentario no actúa con valores diferentes a los suyos y la intimidación no genera estragos en la compostura de su contrincante, es más, genera un impulso primario sin intención al diálogo que, honestamente, resultó un poco predecible.
¿Sería capaz de hacerle tragar semejante orgullo? En su mente no cabe duda de ello. Entonces recae a espaldas del saco de boxeo y recibe la advertencia. La batalla había comenzado y no podía evitar sentirse emocionado, y con la emoción, los acelerados latidos cardíacos y el colosal bombeo a través del torrente sanguíneo llega el inevitable sentir de adrenalina, tan pura como necesaria frente al estilo de lucha que Harker demuestra con ferviente valor.
Por otro lado, Marcus evaluaba siempre posibilidades consecuentes a la situación actual. No era la primera vez que se enfrentaba a uno de sus compañeros del ala paramilitar y tampoco carecía de un entrenamiento en el combate cuerpo a cuerpo. Su preparación hacía mención de su paso por los incontables cursos de la fuerza aérea, pero desconocía si su oponente tenía antecedentes similares, que de ser así, igualaba las probabilidades en batalla dejando la victoria a merced de quien domine y aproveche cada una de las aberturas presentes.
Sin embargo, él ya veía una de estas dentro de su mente; si su oponente frecuentaba el uso de patadas y ataques de esta índole, sólo bastaría dar con el momento exacto para desestabilizarlo, derribarlo y finalizar con todo esto. Aun así, debía analizar las cosas rápido si quería ganar, incluso mientras lo hacía se encontraba bajo ataque, lo cual lo obligaba a reaccionar de forma evasiva mientras esperaba un hueco por el cual infiltrarse.
― ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? ―le pregunta con una sonrisa en boca previo a la flexión y gesticulación de sus brazos, piernas, cuello y expresión facial que harían denotar una preparación de sus ya calentados músculos. Por supuesto, como era de esperarse su comentario no actúa con valores diferentes a los suyos y la intimidación no genera estragos en la compostura de su contrincante, es más, genera un impulso primario sin intención al diálogo que, honestamente, resultó un poco predecible.
¿Sería capaz de hacerle tragar semejante orgullo? En su mente no cabe duda de ello. Entonces recae a espaldas del saco de boxeo y recibe la advertencia. La batalla había comenzado y no podía evitar sentirse emocionado, y con la emoción, los acelerados latidos cardíacos y el colosal bombeo a través del torrente sanguíneo llega el inevitable sentir de adrenalina, tan pura como necesaria frente al estilo de lucha que Harker demuestra con ferviente valor.
Por otro lado, Marcus evaluaba siempre posibilidades consecuentes a la situación actual. No era la primera vez que se enfrentaba a uno de sus compañeros del ala paramilitar y tampoco carecía de un entrenamiento en el combate cuerpo a cuerpo. Su preparación hacía mención de su paso por los incontables cursos de la fuerza aérea, pero desconocía si su oponente tenía antecedentes similares, que de ser así, igualaba las probabilidades en batalla dejando la victoria a merced de quien domine y aproveche cada una de las aberturas presentes.
Sin embargo, él ya veía una de estas dentro de su mente; si su oponente frecuentaba el uso de patadas y ataques de esta índole, sólo bastaría dar con el momento exacto para desestabilizarlo, derribarlo y finalizar con todo esto. Aun así, debía analizar las cosas rápido si quería ganar, incluso mientras lo hacía se encontraba bajo ataque, lo cual lo obligaba a reaccionar de forma evasiva mientras esperaba un hueco por el cual infiltrarse.
- Dados:
Dado 1 (ataque): 6 + 1 = 7 -> Fallo.
Dado 2 (defensa): 7 + 5 = 12 -> Éxito.
El miembro 'Marcus Wright' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Una de las lecciones que le había dado su vida paramilitar sobre el arte de la guerra fue la premisa de que los conflictos y enfrentamientos de cualquier índole debían ser ejecutados lo más rápidos y violentos posibles amén de conseguir la victoria y vivir para celebrarla. Obedeciendo aquella lógica, el lado reflexivo y cualquier mínimo de remanente moral en Scott desaparecía para darle todo el protagonismo a sus instintos y su desarrollada memoria muscular.
Consignas como el honor, el respeto y la dignidad, vistas con un ojo pragmático y libre de cadenas moralistas como el suyo, no serían propias del verdadero significado de la lucha y ningún soldado bien nacido se jactaría, en medio de la acción, de tales pantomimas —cada cual tan divorciada de la realidad que conducirían todas y cada una de ellas a la muerte de cualquiera en una genuina batalla sin cuartel, piensa él.
Así, lo que había comenzado como una insignificante disputa de egos jóvenes y arrogantes, Scott lo estaba convirtiendo tal vez sin saberlo en algo más. Y el resto allí presente que atestiguaba silentemente lo que pasaba, empezaba a darse cuenta de ello.
—¿Qué pasa? ¿Te arrepientes? Perdiste tu oportunidad, compañero. Ahora te haré recoger esa bandeja con los dientes —Con el sudor brotando de su frente y el cortisol haciendo lo suyo, bramó con el fin aparente de seguir usando el recurso de la provocación contra su contertulio.
Pero la verdad, escondida detrás de la escalada de su agresividad, era que se estaba impacientando como un síntoma del malestar al que muchas veces lo inducía su trastorno de ansiedad, inconsciente de que ello le podía jugar en contra en cualquier momento.
Del rubio cabría pensar que por su corpulencia sería alguien lento y mejor de evitar en las distancias cortas. Para sorpresa de todos, lo que demostraba era ser tan veloz como Scott al arreglárselas para eludirse de todos sus ataques. Claramente, la frustración del último no podía venir de otra cosa que el conflicto entre su prepotencia y la realidad al haber apostado todas sus expectativas a sí mismo, convencido de que iba a terminar lo que había iniciado en un abrir y cerrar de ojos, siendo que ahora la realidad se le estaba empezando a reír en su propia cara por pecar de la subestimación.
Más temprano que tarde, la rencilla encabezada por 20-08 se transforma en un frenético y dinámico intercambio a lo largo y ancho del recinto. Los movimientos de uno son tan acrobáticos y los del otro tan cargados de ganas por derribar a su contrario que parecen hacer gala de los agudos reflejos de un antílope en contraste con la fiereza de un tigre hambriento, en una danza peligrosa y sin embargo sincronizada, movida por los instintos de supervivencia, que casi parece un espectáculo hermoso y digno de ver. La impresión que el encuentro causa en ambos seguramente les transportaría a los momentos del lejano y turbulento ayer; estímulos inconscientes reviviendo un pasado compartido que, como guerreros afines, pelearon por distintas causas —en el caso de Scott, su propio objetivo de hacer todo lo que fuera necesario por servir a Umbrella, la compañía con la que tenía fines mayores encontrados.
Ya harto del mismo juego de atacar y evadir, Scott interpreta predictivamente el siguiente movimiento de Marcus, corre hacia la pared más cercana para saltar sobre ella, y valiéndose del impulso que tomó, aprovecharía el ángulo correcto para aterrizar una devastadora patada semicircular sobre el careto del segundo.
Habiendo dado o no en el blanco, no se detuvo, fue a por él tomándole de ser posible de la nuca desde el frente para estampar una serie consecutiva de rodillazos ascendentes en su pecho, dejando tras cada golpe un estridente rugido del barítono de su voz que desahogaba su ira y clamaba la sangre del operador especial.
Consignas como el honor, el respeto y la dignidad, vistas con un ojo pragmático y libre de cadenas moralistas como el suyo, no serían propias del verdadero significado de la lucha y ningún soldado bien nacido se jactaría, en medio de la acción, de tales pantomimas —cada cual tan divorciada de la realidad que conducirían todas y cada una de ellas a la muerte de cualquiera en una genuina batalla sin cuartel, piensa él.
Así, lo que había comenzado como una insignificante disputa de egos jóvenes y arrogantes, Scott lo estaba convirtiendo tal vez sin saberlo en algo más. Y el resto allí presente que atestiguaba silentemente lo que pasaba, empezaba a darse cuenta de ello.
—¿Qué pasa? ¿Te arrepientes? Perdiste tu oportunidad, compañero. Ahora te haré recoger esa bandeja con los dientes —Con el sudor brotando de su frente y el cortisol haciendo lo suyo, bramó con el fin aparente de seguir usando el recurso de la provocación contra su contertulio.
Pero la verdad, escondida detrás de la escalada de su agresividad, era que se estaba impacientando como un síntoma del malestar al que muchas veces lo inducía su trastorno de ansiedad, inconsciente de que ello le podía jugar en contra en cualquier momento.
Del rubio cabría pensar que por su corpulencia sería alguien lento y mejor de evitar en las distancias cortas. Para sorpresa de todos, lo que demostraba era ser tan veloz como Scott al arreglárselas para eludirse de todos sus ataques. Claramente, la frustración del último no podía venir de otra cosa que el conflicto entre su prepotencia y la realidad al haber apostado todas sus expectativas a sí mismo, convencido de que iba a terminar lo que había iniciado en un abrir y cerrar de ojos, siendo que ahora la realidad se le estaba empezando a reír en su propia cara por pecar de la subestimación.
Más temprano que tarde, la rencilla encabezada por 20-08 se transforma en un frenético y dinámico intercambio a lo largo y ancho del recinto. Los movimientos de uno son tan acrobáticos y los del otro tan cargados de ganas por derribar a su contrario que parecen hacer gala de los agudos reflejos de un antílope en contraste con la fiereza de un tigre hambriento, en una danza peligrosa y sin embargo sincronizada, movida por los instintos de supervivencia, que casi parece un espectáculo hermoso y digno de ver. La impresión que el encuentro causa en ambos seguramente les transportaría a los momentos del lejano y turbulento ayer; estímulos inconscientes reviviendo un pasado compartido que, como guerreros afines, pelearon por distintas causas —en el caso de Scott, su propio objetivo de hacer todo lo que fuera necesario por servir a Umbrella, la compañía con la que tenía fines mayores encontrados.
Ya harto del mismo juego de atacar y evadir, Scott interpreta predictivamente el siguiente movimiento de Marcus, corre hacia la pared más cercana para saltar sobre ella, y valiéndose del impulso que tomó, aprovecharía el ángulo correcto para aterrizar una devastadora patada semicircular sobre el careto del segundo.
Habiendo dado o no en el blanco, no se detuvo, fue a por él tomándole de ser posible de la nuca desde el frente para estampar una serie consecutiva de rodillazos ascendentes en su pecho, dejando tras cada golpe un estridente rugido del barítono de su voz que desahogaba su ira y clamaba la sangre del operador especial.
- Suma de dados:
- Dado 1 (ataque): 1 + 1 = 2 (fallo)
Dado 2 (defensa): 9 + 5 = 14 (éxito)
El miembro 'Scott Harker' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
#1 'Números' :
#1 Resultados :
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#2 'Números' :
#2 Resultados :
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#2 'Números' :
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Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
No se discute el mérito que tal oponente merece. Había resistido durante un tiempo prolongado la tasa de golpes y combos que Marcus se dedicaba hacer, pero semejante planificación no resultaría efectiva si de un combate a largo plazo se trataba. La rivalidad que impera sobre el entorno se muestra de forma igualitaria, pero era cuestionable. Su estilo de lucha tan dinámico como flexible parecía adaptarse bien con el ambiente, pero al mismo tiempo pecaba de una libertad muy completa en la que, de no reformarse, dejaba a su paso aberturas muy obvias por las cuales contrarrestar su agilidad y movimiento. 13-06, por el contrario, se abalanzaba en medio de un análisis prematuro en el que era consciente de las ventajas y desventajas que su postura y estilo de pelea significaba, por consiguiente; algo rústico, cerrado y puramente dedicado a la potenciación de sus ataques a corta y media distancia.
Había comprendido que el semblante de su rival, pese a su embriaguez por el ego y la descarada confianza, no carecía de motivos para mostrarse tan digno como cualquiera ante una lucha de esta índole en el cual ambos extremos apostaban una gran parte de su orgullo en sí. Y con esto en mente, sostiene que semejante afán por el honor y la gloria solo tienen como precedente los incontables relatos, historias y leyendas que hasta el sol de hoy se recuerdan, todos provenientes de las distintas culturas bélicas que caracterizaron a la época de aquel entonces. Llámese griega, romana, espartana o vikinga, tan solo era la punta del iceberg en el que se guardaba el significado que esto tenía (y todavía tiene) para el hombre común, quien poniendo a prueba tan dedicada lealtad consigo mismo y para con los demás a los cuales acostumbra a proteger, demuestra su valía y convicción por los cuales es capaz de derramar sangre.
Marcus solamente pensaba en que quería seguir luchando, y cuestiona abiertamente que su rival no pensara en lo mismo, pero la situación dicta que solo un individuo puede quedar en pie después de tan brutal campaña, por lo que disponiendo de sus habilidades y las condiciones subsecuentes a posibles resoluciones emergentes que bien resultan en un daño afligido contra su rival, estaba concentrándose en la culminación que tal demostración de brutalidad y destreza reflejan. Observa con atención a su oponente y entiende que al igual que él intenta predecir la continuidad de los movimientos realizados. ¿Era posible adelantarse? Como mínimo debía intentarlo.
Por esa razón adecúa su postura y reafirma su posición dada la ubicación en la que se encuentra. Mueve ambos pies para afincar su peso y mantenerse de forma eficiente. Crea estabilidad y se alista para el próximo ataque del oponente teniendo su antebrazo izquierdo como cobertura. Y viéndolo caer hacia él―teniendo en mente su afinidad hacia las artes marciales―, pretende dejar pasar la mitad de su cuerpo con tal de sujetarlo por las piernas―estando una de estas en el aire―, y tirarlo contra una superficie, sea primero a través de un objeto o directamente contra el piso, con tal de embestir de frente, subírsele encima y rematar con una serie de golpes al rostro. Algo muy visto en el combate cerrado.
De fallar en semejante intento probablemente debilitaría su fortaleza, pues significa que el oponente, en cuyo caso, tuvo éxito. Sin embargo, de no ser así y de resultar con una suposición exacta que brinde la efectividad de su estrategia no solo pondría la balanza a su favor, sino que también tendría a su disposición la resolución final del combate, siendo este último resultado proporcional a la duración total.
Había comprendido que el semblante de su rival, pese a su embriaguez por el ego y la descarada confianza, no carecía de motivos para mostrarse tan digno como cualquiera ante una lucha de esta índole en el cual ambos extremos apostaban una gran parte de su orgullo en sí. Y con esto en mente, sostiene que semejante afán por el honor y la gloria solo tienen como precedente los incontables relatos, historias y leyendas que hasta el sol de hoy se recuerdan, todos provenientes de las distintas culturas bélicas que caracterizaron a la época de aquel entonces. Llámese griega, romana, espartana o vikinga, tan solo era la punta del iceberg en el que se guardaba el significado que esto tenía (y todavía tiene) para el hombre común, quien poniendo a prueba tan dedicada lealtad consigo mismo y para con los demás a los cuales acostumbra a proteger, demuestra su valía y convicción por los cuales es capaz de derramar sangre.
Marcus solamente pensaba en que quería seguir luchando, y cuestiona abiertamente que su rival no pensara en lo mismo, pero la situación dicta que solo un individuo puede quedar en pie después de tan brutal campaña, por lo que disponiendo de sus habilidades y las condiciones subsecuentes a posibles resoluciones emergentes que bien resultan en un daño afligido contra su rival, estaba concentrándose en la culminación que tal demostración de brutalidad y destreza reflejan. Observa con atención a su oponente y entiende que al igual que él intenta predecir la continuidad de los movimientos realizados. ¿Era posible adelantarse? Como mínimo debía intentarlo.
Por esa razón adecúa su postura y reafirma su posición dada la ubicación en la que se encuentra. Mueve ambos pies para afincar su peso y mantenerse de forma eficiente. Crea estabilidad y se alista para el próximo ataque del oponente teniendo su antebrazo izquierdo como cobertura. Y viéndolo caer hacia él―teniendo en mente su afinidad hacia las artes marciales―, pretende dejar pasar la mitad de su cuerpo con tal de sujetarlo por las piernas―estando una de estas en el aire―, y tirarlo contra una superficie, sea primero a través de un objeto o directamente contra el piso, con tal de embestir de frente, subírsele encima y rematar con una serie de golpes al rostro. Algo muy visto en el combate cerrado.
De fallar en semejante intento probablemente debilitaría su fortaleza, pues significa que el oponente, en cuyo caso, tuvo éxito. Sin embargo, de no ser así y de resultar con una suposición exacta que brinde la efectividad de su estrategia no solo pondría la balanza a su favor, sino que también tendría a su disposición la resolución final del combate, siendo este último resultado proporcional a la duración total.
- Dados:
Dado 1 (ataque): 5 + 1 = 6 -> Fallo.
Dado 2 (defensa): 7 + 5 = 12 -> Éxito.
El miembro 'Marcus Wright' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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A tales alturas su espíritu exacerbado por el fragor del encuentro y su alma envenenada por la ira desatada ya no eran indicios sino una verdad irrefrenable de lo mal que acabaría aquello para uno de los dos, o ambos incluso, si cabía. Ya era tarde para racionalizar la duda del por qué dejó que su orgullo lo esclavizara, pues su subconsciente, divorciado de la realidad, proyectaría la subyugación de su dignidad como una situación de peligro para justificar la violencia contra Marcus, quien en dada percepción virtual se habría convertido en el artífice de toda amenaza desde que lo humilló... y, en consecuencia, debía ser destruido.
Bastante diferenciado de 13-06, quien aún gozaba de sobriedad, con el lápiz de la estrategia en su poder y el temple de un soldado de la élite militar y paramilitar, todo en 20-08 comienza a reducirse al mecanismo animal de supervivencia. El moreno no es ajeno de asociar cada síntoma con las nociones teóricas aprendidas en el saber científico, siendo consciente de que cada experiencia sensorial se remite a complejas reacciones neuroquímicas que acaecen en el cerebro del hombre cuando despierta su oscuro estado de naturaleza, buscando optimizar las capacidades físicas en situaciones de emergencia.
—¡¡TE VOY A DESPEDAZAR!! —Visión de túnel, para enfocar a su rival como único objetivo; hormigueo en el cuerpo, mitiga cualquier malestar físico; euforia, el impulso que necesita para cumplir su cometido.
El más recio de los dos, Marcus, cubre la patada de Scott buscando un derribo, y a pesar de ser una decisión que le costaría un buen dolor en el antebrazo pasada la pelea, sería efectiva, pues evitaría que le demolieran el esternón a rodillazos. Logra tumbar al más alto al suelo y contraataca con una ráfaga de golpes a la cara que su contrario intenta evadir como puede, jugando con el movimiento de su torso acostado, y cubrir, con los brazos como la barrera que separa su rostro de cada contacto y un inminente noqueo.
Con la respiración agitada y sumido en una avalancha de golpes en la que, de seguir así, alguno eventualmente terminaría rompiendo su defensa, el agente táctico encuentra una oportunidad de remontarse y la toma...
El USFU da un golpe más, el último, que llega a contactar en el pómulo derecho y repentinamente es aprovechado por su contrincante al apoderarse de esta extremidad con sus manos y aplicar una torsión que fuerza la articulación del codo a ir en sentido contrario, a traspasar su limitación natural, y por consecuente, impedir su movimiento y funcionalidad, hasta que finalmente se escucho crujir el húmero de su brazo...
Lo había dislocado. Y no conforme con ello, aún a pesar del posible quejido que emitió su rival, pretendía seguir hasta romperlo. Estaba fuera de control.
Pero antes de que pasara algo más, ambos sienten cómo entre gritos y reproches les toman de las ropas afín de separarles bruscamente, interponiéndose varias personas entre uno y otro. No se trataban de los que entrenaban allí, aquellos sólo fueron testigos y nada más... No, aquellos hombres iban vestidos con ropas oscuras y distintivos del Servicio de Seguridad de Umbrella, y entre ellos, destacaba uno que parecía ostentar un rango importante. Todos guardaron silencio porque el fue quien tuvo la primera y última palabra al poner orden en el lugar.
Bastante diferenciado de 13-06, quien aún gozaba de sobriedad, con el lápiz de la estrategia en su poder y el temple de un soldado de la élite militar y paramilitar, todo en 20-08 comienza a reducirse al mecanismo animal de supervivencia. El moreno no es ajeno de asociar cada síntoma con las nociones teóricas aprendidas en el saber científico, siendo consciente de que cada experiencia sensorial se remite a complejas reacciones neuroquímicas que acaecen en el cerebro del hombre cuando despierta su oscuro estado de naturaleza, buscando optimizar las capacidades físicas en situaciones de emergencia.
—¡¡TE VOY A DESPEDAZAR!! —Visión de túnel, para enfocar a su rival como único objetivo; hormigueo en el cuerpo, mitiga cualquier malestar físico; euforia, el impulso que necesita para cumplir su cometido.
El más recio de los dos, Marcus, cubre la patada de Scott buscando un derribo, y a pesar de ser una decisión que le costaría un buen dolor en el antebrazo pasada la pelea, sería efectiva, pues evitaría que le demolieran el esternón a rodillazos. Logra tumbar al más alto al suelo y contraataca con una ráfaga de golpes a la cara que su contrario intenta evadir como puede, jugando con el movimiento de su torso acostado, y cubrir, con los brazos como la barrera que separa su rostro de cada contacto y un inminente noqueo.
Con la respiración agitada y sumido en una avalancha de golpes en la que, de seguir así, alguno eventualmente terminaría rompiendo su defensa, el agente táctico encuentra una oportunidad de remontarse y la toma...
El USFU da un golpe más, el último, que llega a contactar en el pómulo derecho y repentinamente es aprovechado por su contrincante al apoderarse de esta extremidad con sus manos y aplicar una torsión que fuerza la articulación del codo a ir en sentido contrario, a traspasar su limitación natural, y por consecuente, impedir su movimiento y funcionalidad, hasta que finalmente se escucho crujir el húmero de su brazo...
Lo había dislocado. Y no conforme con ello, aún a pesar del posible quejido que emitió su rival, pretendía seguir hasta romperlo. Estaba fuera de control.
Pero antes de que pasara algo más, ambos sienten cómo entre gritos y reproches les toman de las ropas afín de separarles bruscamente, interponiéndose varias personas entre uno y otro. No se trataban de los que entrenaban allí, aquellos sólo fueron testigos y nada más... No, aquellos hombres iban vestidos con ropas oscuras y distintivos del Servicio de Seguridad de Umbrella, y entre ellos, destacaba uno que parecía ostentar un rango importante. Todos guardaron silencio porque el fue quien tuvo la primera y última palabra al poner orden en el lugar.
- Suma de dados:
- Dado 1 (ataque): 10 + 1 = 11 (crítico con éxito)
Dado 2 (defensa): 9 + 5 = 14 (exito)
El miembro 'Scott Harker' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Se destiñen los colores del entorno y se agudiza un dolor intenso proveniente de su brazo, por consiguiente; no parece consciente ni racional, sino errático. Una dosis de dopamina inunda el cerebro e intensifica el estímulo, generando en el cuerpo una clara reacción de aflicción e inconformidad como respuesta inmediata. Sólo puede reclinarse de frente con tal de hacer vagos intentos por suprimir sus emociones al todavía permanecer sumiso frente a su rival, quien no parece mostrar intención alguna por detenerse.
Marcus, se ve obligado a recalcular en medio de la angustia sus cortas posibilidades de éxito, dejando ahora como posible variable la inutilidad del segmento―extensión del miembro superior de su cuerpo―, durante el resto del combate. Su oponente, quien parece haberse aprovechado de una oportunidad única y sin igual, no solo muestra a través de su mirada la profunda ira que emerge al compás de sus acciones, sino también la aversión y desconexión sobre el mundo que lo rodea; consecuencia del primer acto. Sabía perfectamente que no lo iba a liberar por voluntad propia, por lo que debía desentrañar en un conjunto de habilidades y destrezas combinadas para desatar, liberarse o contrarrestar la posición de tortura a la cual se veía sometido.
Era una situación problemática en la cual debía considerar múltiples factores, entre ellos la inmovilidad de su brazo izquierdo y el desgaste físico. Además, la complejidad que existe en intentar racionalizar durante una situación de estrés en donde la dislocación del codo hace énfasis y, en consecuencia: una profunda agonía emerge como primer síntoma, no tiene muchas comparaciones en contra, pero inconsciente del hecho no tendría por qué disponer de una estrategia como respuesta, sino de una mayor resistencia y tolerancia al dolor como única apuesta viable. Fue debido a esto que pudo permanecer consciente pese a su condición, al menos durante el tiempo suficiente para atestiguar la intromisión por parte de terceros al combate.
El área de entrenamiento se ve interrumpida por varios uniformados, miembros del servicio de seguridad de la compañía, que ingresan violentamente al lugar haciendo valer su presencia. Venían con un objetivo en mente, pues embistieron contra ambos sujetos en vigente conflicto y los dotaron de tal paliza que los pondría a ambos, o al menos a 13-06, de cara contra el suelo y sin posibilidad alguna de levantarse. Bastones extensibles de tipo policial arremeten contra su cuerpo en diferentes zonas y con diferente graduación de fuerza, siendo en algunos casos un medio hacia la venganza, pues muchos de los agentes allí presentes habían luchado contra él en el pasado, por lo que se le identificaba como alguien hostil y de carácter rebelde.
En silencio, la mano derecha de un oficial superior se ve extendida hacia el aire y como resultado ordena a los miembros operativos que se detengan. Acto seguido deja de sentir los golpes contra su cuerpo e inmediatamente entra en una sensación de interminable calma. El agudo dolor pasa a segundo plano mientras que todavía predominan los fuertes estímulos provenientes de la dopamina, ahora inclinados al momentáneo placer que vilmente sería perseguido con los rastros de un incesante hormigueo, ardor e hinchazón en diferentes sectores del cuerpo. Todo dirigido hacia la creación de futuros hematomas de los cuales ser consciente.
―Levántenlos―dice el oficial Biden al ejercer su voluntad―quiero que sean testigos de lo que les espera por semejante demostración de indisciplina. ―se refiere a ambos involucrados, y por consecuente, ante dicha orden levantan a Marcus y lo ubican frente al oficial.
Permanece adolorido, aunque de pie y junto a Scott, intenta sostener su brazo todavía incapacitado, el cual generaba el permanente recuerdo de una posible, casi segura derrota ante su oponente. ¿Realmente debía dejarlo pasar por desapercibido después de lo ocurrido? Probablemente hablarían de ello después de la reunión, pero poco o nada pudo pensar antes de ser interrumpido por su superior, quien parece ser su salvador ante semejante contienda.
―¡¿Indisciplina?! ―exclama una voz a lo profundo. Allí es cuando ingresa al sector de entrenamiento uno de los miembros más destacados de la corporación, Adler Müller, también conocido como ‘El Sabueso’ de Umbrella―Tal vez deberías pensar mejor las cosas, Biden. ―dice contradiciendo la palabra del oficial. ―Lo que yo veo es un par de muchachos en medio de un entrenamiento de combate a mano limpia.
―No intercedas, Müller. No tienes jurisdicción en estos temas, tampoco te compete en absoluto lo que nosotros hagamos o no con ellos a partir de ahora.
―Te equivocas, y por favor, mide tus palabras. Que no se te olvide que hablas conmigo muchacho. ―responde insultante frente a su séquito―. Esos dos que intentas reprender son de los míos. Yo hablo por ellos y, por lo tanto, los dejarás ir. ¿Te ha quedado claro?
Entre la constante escalada de humos aparece un quinto personaje que nada tiene que ver con el tema. Michelle, quien es la pareja de Marcus, hace acto de presencia con una irregular angustia en su caminar. Sólo lo observa a él en concreto y se acerca sin dar explicaciones ni pedir permiso. Tampoco era necesario, pues su rango en el ala científica de la corporación, al menos en su caso particular, le daba derecho a participar en estas disputas. Por supuesto, siempre y cuando estuviera fundamentado correctamente; argumento que estaba analizando en cómo construir.
Ante el desvío de atención, Marcus recapacitó y vio la oportunidad que allí se presentaba. Al girar la mirada y observar a Scott, no pudo sentir nada más que rencor y deseo de venganza. Lo respetaba, se lo había ganado debido a su actuación tan valerosa de hacía apenas unos segundos, pero de cualquier forma debía hacerle pagar por lo que había hecho. Fue entonces que al percatarse de lo que se reflejaba a través de los ojos del hombre que a su costado reposaba, a pesar de no percibir (desde su perspectiva) ningún sentimiento hostil, esbozó una sonrisa maquiavélica y haciendo caso omiso al tipo de ambiente en el que se encontraba, se tornó en su contra con tal de continuar con la contienda. De allí partió un gancho derecho y a puño cerrado que intentaría conectar contra su pómulo izquierdo sin dar previo aviso.
Obviamente sería el único golpe capaz de efectuar, pues lo agentes que lo rodean vuelven arremeter en su contra y lo someten contra el suelo a punta de fuertes golpes y el uso de los bastones. ―Deténganse...― Señala Michelle ahora enfurecida. Las miradas se dirigen a ella y le otorgan el beneficio de la duda debido a su rango―el cual obtuvo siendo la consentida de Umbrella por ser la vigilante de uno de los proyectos―, pero es frenada por el sujeto que aparenta poseer el mayor rango entre los presentes, quien impone ante ella su antebrazo. Sabía que si le permitía interceder en esta situación se dejaría llevar por sus sentimientos hacia Marcus, lo cual sería mal visto por el resto.
―¿Y todavía lo dudas?―dice el oficial a Müller ante la reacción violenta de Marcus―Es evidente que están haciendo una falta grave al estatuto de la corporación. Les falta disciplina y por lo tanto debo ser yo quien se los enseñe.
―¿Los perros de la USS? Déjalos ir Biden, no tienes nada que demostrar aquí. Lárgate con los tuyos y déjate de joder.―exclama Michelle
―Oh... Lo lamento, ¿lastimamos a su novio? Dra. Blackwell―emite una señal a los agentes que rodean a Marcus, quienes actúan en conjunto para una vez más estampar su rostro, todavía en el piso, con mayor fuerza y presión que antes. Lo obligan a emitir un sonido de dolor al torcer su brazo dislocado como método de sumisión.
―Espero que entiendas con quién te enfrentas Biden.―interrumpe Adler, ahora dando una orden y obligando el cese de acciones por parte del cuerpo de seguridad―Fui yo quien te consiguió el puesto de oficial y seré yo quien te lo quite si no me haces caso y te largas de una buena vez.
Frustrado, pero consciente de las consecuencias, el oficial de la USS acata el comentario del Sabueso y ordena el retiro de los agentes. Sin embargo, se le acerca a éste y le dice al oído: “Hablaré con los de arriba, Müller. Tu arrogancia y apoyo incondicional a nuestros subordinados no pasarán desapercibidos, no por mí, te lo aseguro”. Aun así, no genera reacción alguna y, por el contrario, causa que este último esboce una sonrisa en su rostro demostrando así el inmenso gozo que siente por su indiscutible superioridad, al menos en cuestión de rangos.
Marcus, quien yace en el suelo aún más afectado que antes, intenta levantarse por cuenta propia observando a Michelle con cierta decepción. Sabía que se había ganado un triple sermón por parte de todos por recaer en banales tentaciones, pero... ¿No era todo esto culpa de aquel arrogante imbécil? ¿Por qué carajos debía él pagar por su comportamiento infantil y poco profesional? Fue lo que pensó antes de ser interrumpido
―Son dos idiotas totalmente inmaduros haciendo berrinches y formando problemas. ―exclama un poco alterado― Sin embargo. Esto me deja mucho en qué pensar... ―dice tras presentar un irregular cambio de ambiente― De hecho, se las colocaré fácil. Dejaré pasar esto con la condición de que ambos en algún momento me lo paguen, estén o no de acuerdo. ¿Entendido?
―Müller… ―Interrumpe Michelle a pesar de que no se lo permiten.
Marcus, por el contrario, se pone de pie y camina a un costado del capitán presumiendo una vez más de una actitud inconforme y en constante desacuerdo a sus decisiones. No le da las gracias y tampoco le ofrece disculpas. Simplemente lo ignora y camina hacia la salida junto a su pareja, quien ahora intenta sostener su brazo dislocado y lo dirige por una atención médica.
―¡¿Has oído Marcus?! ¡Estás en deuda conmigo...! «Otra vez» ―, piensa Adler antes de dirigir su mirada hacia el segundo protagonista de esta historia... ―Y tú... ¿Quién eres?
Marcus, se ve obligado a recalcular en medio de la angustia sus cortas posibilidades de éxito, dejando ahora como posible variable la inutilidad del segmento―extensión del miembro superior de su cuerpo―, durante el resto del combate. Su oponente, quien parece haberse aprovechado de una oportunidad única y sin igual, no solo muestra a través de su mirada la profunda ira que emerge al compás de sus acciones, sino también la aversión y desconexión sobre el mundo que lo rodea; consecuencia del primer acto. Sabía perfectamente que no lo iba a liberar por voluntad propia, por lo que debía desentrañar en un conjunto de habilidades y destrezas combinadas para desatar, liberarse o contrarrestar la posición de tortura a la cual se veía sometido.
Era una situación problemática en la cual debía considerar múltiples factores, entre ellos la inmovilidad de su brazo izquierdo y el desgaste físico. Además, la complejidad que existe en intentar racionalizar durante una situación de estrés en donde la dislocación del codo hace énfasis y, en consecuencia: una profunda agonía emerge como primer síntoma, no tiene muchas comparaciones en contra, pero inconsciente del hecho no tendría por qué disponer de una estrategia como respuesta, sino de una mayor resistencia y tolerancia al dolor como única apuesta viable. Fue debido a esto que pudo permanecer consciente pese a su condición, al menos durante el tiempo suficiente para atestiguar la intromisión por parte de terceros al combate.
El área de entrenamiento se ve interrumpida por varios uniformados, miembros del servicio de seguridad de la compañía, que ingresan violentamente al lugar haciendo valer su presencia. Venían con un objetivo en mente, pues embistieron contra ambos sujetos en vigente conflicto y los dotaron de tal paliza que los pondría a ambos, o al menos a 13-06, de cara contra el suelo y sin posibilidad alguna de levantarse. Bastones extensibles de tipo policial arremeten contra su cuerpo en diferentes zonas y con diferente graduación de fuerza, siendo en algunos casos un medio hacia la venganza, pues muchos de los agentes allí presentes habían luchado contra él en el pasado, por lo que se le identificaba como alguien hostil y de carácter rebelde.
En silencio, la mano derecha de un oficial superior se ve extendida hacia el aire y como resultado ordena a los miembros operativos que se detengan. Acto seguido deja de sentir los golpes contra su cuerpo e inmediatamente entra en una sensación de interminable calma. El agudo dolor pasa a segundo plano mientras que todavía predominan los fuertes estímulos provenientes de la dopamina, ahora inclinados al momentáneo placer que vilmente sería perseguido con los rastros de un incesante hormigueo, ardor e hinchazón en diferentes sectores del cuerpo. Todo dirigido hacia la creación de futuros hematomas de los cuales ser consciente.
―Levántenlos―dice el oficial Biden al ejercer su voluntad―quiero que sean testigos de lo que les espera por semejante demostración de indisciplina. ―se refiere a ambos involucrados, y por consecuente, ante dicha orden levantan a Marcus y lo ubican frente al oficial.
Permanece adolorido, aunque de pie y junto a Scott, intenta sostener su brazo todavía incapacitado, el cual generaba el permanente recuerdo de una posible, casi segura derrota ante su oponente. ¿Realmente debía dejarlo pasar por desapercibido después de lo ocurrido? Probablemente hablarían de ello después de la reunión, pero poco o nada pudo pensar antes de ser interrumpido por su superior, quien parece ser su salvador ante semejante contienda.
―¡¿Indisciplina?! ―exclama una voz a lo profundo. Allí es cuando ingresa al sector de entrenamiento uno de los miembros más destacados de la corporación, Adler Müller, también conocido como ‘El Sabueso’ de Umbrella―Tal vez deberías pensar mejor las cosas, Biden. ―dice contradiciendo la palabra del oficial. ―Lo que yo veo es un par de muchachos en medio de un entrenamiento de combate a mano limpia.
―No intercedas, Müller. No tienes jurisdicción en estos temas, tampoco te compete en absoluto lo que nosotros hagamos o no con ellos a partir de ahora.
―Te equivocas, y por favor, mide tus palabras. Que no se te olvide que hablas conmigo muchacho. ―responde insultante frente a su séquito―. Esos dos que intentas reprender son de los míos. Yo hablo por ellos y, por lo tanto, los dejarás ir. ¿Te ha quedado claro?
Entre la constante escalada de humos aparece un quinto personaje que nada tiene que ver con el tema. Michelle, quien es la pareja de Marcus, hace acto de presencia con una irregular angustia en su caminar. Sólo lo observa a él en concreto y se acerca sin dar explicaciones ni pedir permiso. Tampoco era necesario, pues su rango en el ala científica de la corporación, al menos en su caso particular, le daba derecho a participar en estas disputas. Por supuesto, siempre y cuando estuviera fundamentado correctamente; argumento que estaba analizando en cómo construir.
Ante el desvío de atención, Marcus recapacitó y vio la oportunidad que allí se presentaba. Al girar la mirada y observar a Scott, no pudo sentir nada más que rencor y deseo de venganza. Lo respetaba, se lo había ganado debido a su actuación tan valerosa de hacía apenas unos segundos, pero de cualquier forma debía hacerle pagar por lo que había hecho. Fue entonces que al percatarse de lo que se reflejaba a través de los ojos del hombre que a su costado reposaba, a pesar de no percibir (desde su perspectiva) ningún sentimiento hostil, esbozó una sonrisa maquiavélica y haciendo caso omiso al tipo de ambiente en el que se encontraba, se tornó en su contra con tal de continuar con la contienda. De allí partió un gancho derecho y a puño cerrado que intentaría conectar contra su pómulo izquierdo sin dar previo aviso.
Obviamente sería el único golpe capaz de efectuar, pues lo agentes que lo rodean vuelven arremeter en su contra y lo someten contra el suelo a punta de fuertes golpes y el uso de los bastones. ―Deténganse...― Señala Michelle ahora enfurecida. Las miradas se dirigen a ella y le otorgan el beneficio de la duda debido a su rango―el cual obtuvo siendo la consentida de Umbrella por ser la vigilante de uno de los proyectos―, pero es frenada por el sujeto que aparenta poseer el mayor rango entre los presentes, quien impone ante ella su antebrazo. Sabía que si le permitía interceder en esta situación se dejaría llevar por sus sentimientos hacia Marcus, lo cual sería mal visto por el resto.
―¿Y todavía lo dudas?―dice el oficial a Müller ante la reacción violenta de Marcus―Es evidente que están haciendo una falta grave al estatuto de la corporación. Les falta disciplina y por lo tanto debo ser yo quien se los enseñe.
―¿Los perros de la USS? Déjalos ir Biden, no tienes nada que demostrar aquí. Lárgate con los tuyos y déjate de joder.―exclama Michelle
―Oh... Lo lamento, ¿lastimamos a su novio? Dra. Blackwell―emite una señal a los agentes que rodean a Marcus, quienes actúan en conjunto para una vez más estampar su rostro, todavía en el piso, con mayor fuerza y presión que antes. Lo obligan a emitir un sonido de dolor al torcer su brazo dislocado como método de sumisión.
―Espero que entiendas con quién te enfrentas Biden.―interrumpe Adler, ahora dando una orden y obligando el cese de acciones por parte del cuerpo de seguridad―Fui yo quien te consiguió el puesto de oficial y seré yo quien te lo quite si no me haces caso y te largas de una buena vez.
Frustrado, pero consciente de las consecuencias, el oficial de la USS acata el comentario del Sabueso y ordena el retiro de los agentes. Sin embargo, se le acerca a éste y le dice al oído: “Hablaré con los de arriba, Müller. Tu arrogancia y apoyo incondicional a nuestros subordinados no pasarán desapercibidos, no por mí, te lo aseguro”. Aun así, no genera reacción alguna y, por el contrario, causa que este último esboce una sonrisa en su rostro demostrando así el inmenso gozo que siente por su indiscutible superioridad, al menos en cuestión de rangos.
Marcus, quien yace en el suelo aún más afectado que antes, intenta levantarse por cuenta propia observando a Michelle con cierta decepción. Sabía que se había ganado un triple sermón por parte de todos por recaer en banales tentaciones, pero... ¿No era todo esto culpa de aquel arrogante imbécil? ¿Por qué carajos debía él pagar por su comportamiento infantil y poco profesional? Fue lo que pensó antes de ser interrumpido
―Son dos idiotas totalmente inmaduros haciendo berrinches y formando problemas. ―exclama un poco alterado― Sin embargo. Esto me deja mucho en qué pensar... ―dice tras presentar un irregular cambio de ambiente― De hecho, se las colocaré fácil. Dejaré pasar esto con la condición de que ambos en algún momento me lo paguen, estén o no de acuerdo. ¿Entendido?
―Müller… ―Interrumpe Michelle a pesar de que no se lo permiten.
Marcus, por el contrario, se pone de pie y camina a un costado del capitán presumiendo una vez más de una actitud inconforme y en constante desacuerdo a sus decisiones. No le da las gracias y tampoco le ofrece disculpas. Simplemente lo ignora y camina hacia la salida junto a su pareja, quien ahora intenta sostener su brazo dislocado y lo dirige por una atención médica.
―¡¿Has oído Marcus?! ¡Estás en deuda conmigo...! «Otra vez» ―, piensa Adler antes de dirigir su mirada hacia el segundo protagonista de esta historia... ―Y tú... ¿Quién eres?
- Dados:
Dado 1 (ataque): 1 + 1 = 2 -> Éxito.
Dado 2 (defensa): 7 + 5 = 12 -> Fallo.
El miembro 'Marcus Wright' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
#1 'Números' :
#1 Resultados :
--------------------------------
#2 'Números' :
#2 Resultados :
#1 'Números' :
#1 Resultados :
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#2 'Números' :
#2 Resultados :
Arrodillado, con el cuerpo empezando a adolecer por la caducidad de su estado adrenérgico, y un par de esposas encadenadas a sus muñecas, Scott veía el rostro desconocido de un hombre en sus cincuenta; alto, rubio, con rasgos faciales y un apellido que respondían posiblemente a orígenes germánicos. Aunque no entendía nada. Un zumbido en sus oídos pitantes le dejaba totalmente fuera de la atmósfera que le rodeaba, fuera del contexto que las palabras mayores de la jerarquía de la compañía discutían, e ignorando incluso que el sujeto al que quiso matar, tan sólo unos instantes atrás, ahora estaba a su lado, a no más de un metro, de rodillas igual que él... Y todo lo que podían ver sus ojos lo hacían en cámara lenta.
Intentaba asimilar lo que estaba sucediendo y recordar los factores que le condujeron a aquella circunstancia cuando de pronto siente que una gran magnitud le abate contra el suelo partiendo del punto de impacto que fue su pómulo... Por segunda vez.
Lo que iba de día se había convertido en una odisea para los que decidieron asistir al gym a entrenar un rato y despejar la mente; en su mayoría hombres y algunas mujeres, residentes permanentes de la base. Dos tipos iniciaron una pelea que no hizo gracia a nadie y como cabría de esperar de un enfrentamiento de tal envergadura, uno salió herido, con una extremidad discapacitada por dislocación.
Y por si lo anterior hubiese sido poco, entró al salón un contingente USS a ejercer el mal llamado rol de pacificadores, que más que pacificar, sólo causaron estrépito y más quebraderos de cabeza a los infelices que tuvieron que atestiguar todo. A ciertos testigos entre los allí presentes les recordarían a los grupos antimotín de la policía cuando intervenían en disturbios urbanos y protestas que por una razón u otra no acababan bien, todo antes del colapso mundial.
Veían aquella paliza como algo cruel, y a pesar de que no conocían de nada al operador especial y el agente espía, se dieron a la idea de frenar la escena a los guardias, siendo el encargado del escuadrón quien los detuvo.
―¡No! ―Sólo su alarido les hizo respingar y desistir―. Ustedes, moralistas, son los primeros en dar cátedra de valores, pero jamás han salido de la comodidad de la base a ver la violencia del mundo y entender que vivimos entre monstruos ―El énfasis en la última palabra se acentuó cuando miró tanto a Marcus como a Scott.
Biden, de aparentes valores ortodoxos que sólo eran en realidad el velo de una mentalidad más torcida y desviada hacia el control y el poder, les dejó en claro a todos que no estaban ni en una tierra libre ni en una democracia... En definitiva, estaban en suelo privado, comían, dormían y defecaban bajo el techo de una compañía, una con códigos estrictos y castigos particularmente escabrosos para los que tuvieran la osadía de incurrir en el desacato.
Todos fueron echados del gimnasio, excepto los implicados.
Scott, al contrario de lo que debía estar sintiendo su adversario con el abatimiento radicado de la dolorosa inutilización de su brazo y los porrazos, aún atravesaba los efectos de aquellos neurotransmisores que hicieron de él y su contertulio autores de una demostración de la que se hablaría bastante los siguientes días. Por la misma razón, cuando se le presentó la decisión de rendirse ante los palazos repartidos a diestra y siniestra por los uniformados, su instinto le dictó resistirse y se resistió, aunque, como era predecible, de poco sirvió. Golpeó a uno en el rostro, pateó a otro en la cintura y finalmente lo abordaron tres más, quiénes lo molieron a golpes hasta reducirlo a una bola humana y lastimera en el suelo a la que sólo le quedaba la opción de cubrirse la cabeza.
Sus audaces decisiones le situarían en el punto de mira de la USS casi tanto como a Marcus, de quien, viéndolo en medio de la distorsión que provocaban los movimientos y el tumulto, podía pensar que no se llevaba tampoco tan bien con ellos.
No obstante, algo cambió drásticamente en su pensar y sucesivamente en su accionar.
Si Scott debía confesar algo para la posteridad, aquello era que lo que le había dolido más que las agresiones físicas aquella tarde fue el click de un par de esposas apresando sus muñecas. Simplemente no estaba acostumbrado a ser tratado así, como un perro. No era un criminal, no al menos para los suyos, ni quería serlo. Cualquier acto ilícito que pudo haber cometido, fue siempre en nombre de Umbrella. Siempre hizo bien su trabajo. Ahora, que por primera vez se equivocaba y le tocaba pagar consecuencias, le costaba asimilar.
13-06 lastimó su ego y eso le enojó hasta el punto de intentar matarlo. No habría remordimientos, él estaba seguro de ello. Pero sencillamente esa escena en que las autoridades de la compañía a la que dedicó su vida lo veían como a una escoria, con desprecio e incluso burla, le disuadió de seguir comportándose como un animal para así calmarse y dar lugar a la reflexión.
Esto explicaría porqué ni se inmutó cuando le colocaron tan cerca de Wright a petición de Biden. Ensimismado como sólo podría estar él con aquellas cavilaciones que repercutían en su conciencia respecto al alboroto generado, le restó total importancia a compartir el aire con un enemigo que estaba en igual o peor condición que él... Y en ese respiro que se tomó, fue cuando el rubio lo puso a dormir con un derechazo y sin ningún miramiento.
«Biden, Müller, Blackwell...». Estaba allí y a la vez no durante los sucesos que sucedieron al presunto noqueo en el cual los guardias debieron atajarlo. Los apellidos nombrados se almacenaban en su mente cuando eran pronunciados en la disputa que acuciaba a sus participantes. Eso y poco más recordaría... Sólo hasta que quedan aquél hombre rubio y de apellido alemán y él, recupera completamente su conciencia para responder a su pregunta.
—Agh... Mi identidad es confidencial —Lo suficientemente consciente para recelar, masculló por lo bajo y con dificultad en el habla al responder a su pregunta.
―Que te hayas tropezado con mi roca en el camino es lo mejor que te pudo haber pasado ―Negaba con la cabeza y carcajeaba genuinamente, a la par que le liberaba de los grilletes, usando para ello una típica llave universal que cargaba siempre consigo.
—¿Dónde está? Le voy a arrancar la cabeza —Ejercitar la mandíbula infundió algo de temor y rabia al mismo tiempo sólo de pensar que el desgraciado ese se la pudiese haber desprendido.
―¡¡HEY, HEY, HEY!! ―El hombre subió tanto el tono de voz de manera paulatina en cada exclamación como en cada aplauso que dio en conjunto con tal de hacer espabilar a un Scott en el que detectó la misma chispa de rabia que sólo un veterano como él había visto en otros ojos asesinos―. ¿¡Qué pasa contigo, eh!? ¿¡Te pegaron demasiado duro!? ¡Diez años de carrera! Dos como científico y ocho como elemento de inteligencia.
Rara vez algo sorprendía al moreno, y en lo que iba del día, además de la destreza que mostró Marcus, le sorprendió que al capitán no se le escapase un solo detalle y tampoco dejase piedra sin remover. Su escolta particular, un operador del USFU, le entregó un sobre en manos con el que hizo un ademán hacia el bioquímico―. ¿"Identidad confidencial"?" Sólo te pregunté por cortesía. Mira hacia allá ―Él y el veterano observaron donde señaló, una esquina del recinto con una cámara de vigilancia instalada―. Te vi luchar. Peleas muy bien y yo en el lugar de Wright te habría noqueado también después de lo que le hiciste.
—¿Por qué no lo intentas ahora? —Que le recordaran que por un descuido fue noqueado por primera vez en su vida, le enojaba tal y como ahora. Tras aquella declaración, el escolta de Müller apretó el mango de su pistola sin llegar a desenfundarla... Aún.
―Estás hasta el cuello y no lo ves. No seas estúpido, Harker. Se lo puedo perdonar a Marcus pero no a ti. Llevas toda tu vida aquí y tu lugar es con nosotros ―La calma en su voz hacía pálida la idea del agente SETR de encontrarse frente a un zorro viejo, artista de la manipulación y con un as o dos bajo la manga―. Sé que te han tenido aquí abajo por bastante tiempo, desperdiciando tus talentos. Te doy la oportunidad de que regreses a demostrar lo que vales en el campo por el cual dejaste tu vida científica ―Acerca el sobre al pecho de su interlocutor para que tome posesión de este―. No necesito respuesta, Scott. Tampoco tienes opción. Pronto te llegarán los detalles.
El caudillo fantasma y su escolta abandonaron el sitio, dejándolo en soledad con dudas sobre una decisión que ya había sido tomada en su lugar. Pero si lo pensaba bien, ¿no era eso lo que había querido desde hace un tiempo? Cuando planteó esa duda al aire, el dolor del puñetazo que le dio Marcus le dio la respuesta...
Tras haber pasado tanto alejado de la acción, la violencia y el dolor, había comenzado a extrañarlos. Después de lo que vivió ese día y el enfrentamiento con Wright, descubrió aquél lado oscuro del cerebro humano que despierta cuando nace una estrecha conexión entre el dolor y el placer. A conciencia limpia... El mejor incentivo para luchar. No había mejor momento para volver al ruedo.
Intentaba asimilar lo que estaba sucediendo y recordar los factores que le condujeron a aquella circunstancia cuando de pronto siente que una gran magnitud le abate contra el suelo partiendo del punto de impacto que fue su pómulo... Por segunda vez.
───※ ·❆· ※───
2 minutos antes...
Lo que iba de día se había convertido en una odisea para los que decidieron asistir al gym a entrenar un rato y despejar la mente; en su mayoría hombres y algunas mujeres, residentes permanentes de la base. Dos tipos iniciaron una pelea que no hizo gracia a nadie y como cabría de esperar de un enfrentamiento de tal envergadura, uno salió herido, con una extremidad discapacitada por dislocación.
Y por si lo anterior hubiese sido poco, entró al salón un contingente USS a ejercer el mal llamado rol de pacificadores, que más que pacificar, sólo causaron estrépito y más quebraderos de cabeza a los infelices que tuvieron que atestiguar todo. A ciertos testigos entre los allí presentes les recordarían a los grupos antimotín de la policía cuando intervenían en disturbios urbanos y protestas que por una razón u otra no acababan bien, todo antes del colapso mundial.
Veían aquella paliza como algo cruel, y a pesar de que no conocían de nada al operador especial y el agente espía, se dieron a la idea de frenar la escena a los guardias, siendo el encargado del escuadrón quien los detuvo.
―¡No! ―Sólo su alarido les hizo respingar y desistir―. Ustedes, moralistas, son los primeros en dar cátedra de valores, pero jamás han salido de la comodidad de la base a ver la violencia del mundo y entender que vivimos entre monstruos ―El énfasis en la última palabra se acentuó cuando miró tanto a Marcus como a Scott.
Biden, de aparentes valores ortodoxos que sólo eran en realidad el velo de una mentalidad más torcida y desviada hacia el control y el poder, les dejó en claro a todos que no estaban ni en una tierra libre ni en una democracia... En definitiva, estaban en suelo privado, comían, dormían y defecaban bajo el techo de una compañía, una con códigos estrictos y castigos particularmente escabrosos para los que tuvieran la osadía de incurrir en el desacato.
Todos fueron echados del gimnasio, excepto los implicados.
Scott, al contrario de lo que debía estar sintiendo su adversario con el abatimiento radicado de la dolorosa inutilización de su brazo y los porrazos, aún atravesaba los efectos de aquellos neurotransmisores que hicieron de él y su contertulio autores de una demostración de la que se hablaría bastante los siguientes días. Por la misma razón, cuando se le presentó la decisión de rendirse ante los palazos repartidos a diestra y siniestra por los uniformados, su instinto le dictó resistirse y se resistió, aunque, como era predecible, de poco sirvió. Golpeó a uno en el rostro, pateó a otro en la cintura y finalmente lo abordaron tres más, quiénes lo molieron a golpes hasta reducirlo a una bola humana y lastimera en el suelo a la que sólo le quedaba la opción de cubrirse la cabeza.
Sus audaces decisiones le situarían en el punto de mira de la USS casi tanto como a Marcus, de quien, viéndolo en medio de la distorsión que provocaban los movimientos y el tumulto, podía pensar que no se llevaba tampoco tan bien con ellos.
No obstante, algo cambió drásticamente en su pensar y sucesivamente en su accionar.
Si Scott debía confesar algo para la posteridad, aquello era que lo que le había dolido más que las agresiones físicas aquella tarde fue el click de un par de esposas apresando sus muñecas. Simplemente no estaba acostumbrado a ser tratado así, como un perro. No era un criminal, no al menos para los suyos, ni quería serlo. Cualquier acto ilícito que pudo haber cometido, fue siempre en nombre de Umbrella. Siempre hizo bien su trabajo. Ahora, que por primera vez se equivocaba y le tocaba pagar consecuencias, le costaba asimilar.
13-06 lastimó su ego y eso le enojó hasta el punto de intentar matarlo. No habría remordimientos, él estaba seguro de ello. Pero sencillamente esa escena en que las autoridades de la compañía a la que dedicó su vida lo veían como a una escoria, con desprecio e incluso burla, le disuadió de seguir comportándose como un animal para así calmarse y dar lugar a la reflexión.
Esto explicaría porqué ni se inmutó cuando le colocaron tan cerca de Wright a petición de Biden. Ensimismado como sólo podría estar él con aquellas cavilaciones que repercutían en su conciencia respecto al alboroto generado, le restó total importancia a compartir el aire con un enemigo que estaba en igual o peor condición que él... Y en ese respiro que se tomó, fue cuando el rubio lo puso a dormir con un derechazo y sin ningún miramiento.
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«Biden, Müller, Blackwell...». Estaba allí y a la vez no durante los sucesos que sucedieron al presunto noqueo en el cual los guardias debieron atajarlo. Los apellidos nombrados se almacenaban en su mente cuando eran pronunciados en la disputa que acuciaba a sus participantes. Eso y poco más recordaría... Sólo hasta que quedan aquél hombre rubio y de apellido alemán y él, recupera completamente su conciencia para responder a su pregunta.
—Agh... Mi identidad es confidencial —Lo suficientemente consciente para recelar, masculló por lo bajo y con dificultad en el habla al responder a su pregunta.
―Que te hayas tropezado con mi roca en el camino es lo mejor que te pudo haber pasado ―Negaba con la cabeza y carcajeaba genuinamente, a la par que le liberaba de los grilletes, usando para ello una típica llave universal que cargaba siempre consigo.
—¿Dónde está? Le voy a arrancar la cabeza —Ejercitar la mandíbula infundió algo de temor y rabia al mismo tiempo sólo de pensar que el desgraciado ese se la pudiese haber desprendido.
―¡¡HEY, HEY, HEY!! ―El hombre subió tanto el tono de voz de manera paulatina en cada exclamación como en cada aplauso que dio en conjunto con tal de hacer espabilar a un Scott en el que detectó la misma chispa de rabia que sólo un veterano como él había visto en otros ojos asesinos―. ¿¡Qué pasa contigo, eh!? ¿¡Te pegaron demasiado duro!? ¡Diez años de carrera! Dos como científico y ocho como elemento de inteligencia.
Rara vez algo sorprendía al moreno, y en lo que iba del día, además de la destreza que mostró Marcus, le sorprendió que al capitán no se le escapase un solo detalle y tampoco dejase piedra sin remover. Su escolta particular, un operador del USFU, le entregó un sobre en manos con el que hizo un ademán hacia el bioquímico―. ¿"Identidad confidencial"?" Sólo te pregunté por cortesía. Mira hacia allá ―Él y el veterano observaron donde señaló, una esquina del recinto con una cámara de vigilancia instalada―. Te vi luchar. Peleas muy bien y yo en el lugar de Wright te habría noqueado también después de lo que le hiciste.
—¿Por qué no lo intentas ahora? —Que le recordaran que por un descuido fue noqueado por primera vez en su vida, le enojaba tal y como ahora. Tras aquella declaración, el escolta de Müller apretó el mango de su pistola sin llegar a desenfundarla... Aún.
―Estás hasta el cuello y no lo ves. No seas estúpido, Harker. Se lo puedo perdonar a Marcus pero no a ti. Llevas toda tu vida aquí y tu lugar es con nosotros ―La calma en su voz hacía pálida la idea del agente SETR de encontrarse frente a un zorro viejo, artista de la manipulación y con un as o dos bajo la manga―. Sé que te han tenido aquí abajo por bastante tiempo, desperdiciando tus talentos. Te doy la oportunidad de que regreses a demostrar lo que vales en el campo por el cual dejaste tu vida científica ―Acerca el sobre al pecho de su interlocutor para que tome posesión de este―. No necesito respuesta, Scott. Tampoco tienes opción. Pronto te llegarán los detalles.
El caudillo fantasma y su escolta abandonaron el sitio, dejándolo en soledad con dudas sobre una decisión que ya había sido tomada en su lugar. Pero si lo pensaba bien, ¿no era eso lo que había querido desde hace un tiempo? Cuando planteó esa duda al aire, el dolor del puñetazo que le dio Marcus le dio la respuesta...
Tras haber pasado tanto alejado de la acción, la violencia y el dolor, había comenzado a extrañarlos. Después de lo que vivió ese día y el enfrentamiento con Wright, descubrió aquél lado oscuro del cerebro humano que despierta cuando nace una estrecha conexión entre el dolor y el placer. A conciencia limpia... El mejor incentivo para luchar. No había mejor momento para volver al ruedo.
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