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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Moral de Amos | Marcus Wright
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Base del Camino, Nevada
Lunes, 25/01 - 6:00 am
Lunes, 25/01 - 6:00 am
Flotaba dormido en el interior de una cápsula gigante, llena de agua tibia y sales minerales. Esa era su cama y lugar de descanso cada noche después de pasadas horas sentado trabajando y haber tomado una ducha. Su imperturbable santuario, donde podía esconderse de los demonios que a veces le perseguían para sonsacarle, tal como la semana anterior en el comedor y en el gimnasio con el operador del USFU. Sin embargo, lo de "imperturbable" cambiaría más temprano que tarde.
—Buenos días, Harker. ¿Prefieres Harker o Scott? —El caracteristico aroma vomitible del tabaco se coló sin permiso a su habitación junto a aquella voz familiar, recordándole de mala gana que era lunes por la mañana.
—Apágalo —Ya despierto y predispuesto al mal humor mostró una mueca de repulsión con el labio superior.
—¿Qué es eso? ¿Un máquina de belleza? En mi época estaban de moda esas... Tal vez debería probar una ahora. A mi edad todo es válido, ¿no? —Patosamente elocuente, cambiaría el tema como distracción para darle dos caladas más a su cigarro antes de obedecer la orden.
—Un consejo que tomé de una masajista con la que salí años atrás —Su figura varonil y bañada en sales fue expuesta sin disimulo a su visitante no deseado, invitándole sin palabras a que se fuera de allí.
Indiferente al desnudo de un hombre, Müller respondió con una carcajada parecida a la tos de un fumador empedernido. Le hacía gracia cuán desteñido podía ser el carácter de las generaciones posteriores a la suya. —¿Años atrás? Hablas como si fueras yo, niño. Cámbiame esa cara y regodéate en tu juventud —Reprochó su ánimo y le alcanzó una toalla.
Pero el tatuado decidió ir al grano. —¿Qué haces aquí? No recuerdo haberte llamado, tengo cosas que hacer.
—Hoy no, chico. Hoy eres mío —Su sonrisa se esfumó para dar lugar a una expresión seria, fría como su tono—. Vístete. Te quiero en el campo de practica en cinco.
───※ ·❆· ※───
Polígono de tiro
«Un arco a la izquierda...», se ordenaba a sí mismo con una pistola entre manos y la boca del cañón humeante. Estaba a punto de tirar del gatillo, tal como llevaba haciendo desde que empezó a practicar.
—¿Te habían dicho que tienes una puntería de mierda? —Desde lejos, Müller despotricaba—. No sé cómo ingresaste al SETR si ni una pistola puedes manejar —Presionó el cigarro contra el cenicero, el décimo que se fumaba aquella mañana, y se levantó de su asiento con los brazos cruzados, observando las dianas y los desaciertos de Scott.
—¡No recibí entrenamiento para esta mierda, ¿ok?! —Estampó el arma contra la mesa, donde habían más pistolas de variadas marcas y modelos—. Dame un arma de verdad y te mostraré lo que puedo hacer con ella.
—¿Me estás jodiendo, no? —Se frotaba la frente con una sonrisa de ironía mientras Harker le respondía con nada más que silencio y una mirada reticente—. Eres un agente de espionaje, se supone que deberías ser bueno con armas cortas. Dios, ¿dónde está Marcus cuando se lo necesita?
—¿Quién? —Si había oído bien, el germano acababa de nombrar al hombre responsable del moratón que manchaba su mejilla esa mañana.
La escena es interrumpida por el ruido que provoca la puerta de la salida al abrirse, y la revelación de quien entra por ella. —¡Alli estás, Marcus! Te estábamos esperando. Creo que le pegaste demasiado duro a tu compañero y ahora no puede acertar un sólo disparo —Los escoltas USFU del capitán se rieron de aquél chiste, aunque también estaban atentos por si una pelea nueva daba a lugar entre aquellos dos.
—¿"Compañero"? No me dijiste nada de esto. No voy a trabajar con un imbécil indisciplinado, estoy fuera —Así como había llegado, pretendió irse, dejando todo a un lado y encaminándose hacia la salida. Le parecía increíble el descaro con el que se manejaba Müller para manipularle, o manipularlos a ambos. ¿Quién sabe? Aunque de momento, no era discernible si Marcus estaba consciente de los planes del Sabueso de ponerlos trabajar juntos. Suponía que sí, si bien tenia buenas expectativas de él como guerrero y luchador, lo que pensaba de él como persona era algo distinto.
Este ingresa al recinto con evidente parsimonia; donde sepulta aquel conflicto perpetrado días atrás, mientras que en sus brazos reposan dos carabinas manufacturadas por la Colt's Company modelo M4A1 de color negro, sujetadas en ambas manos de forma individual. Observa, pese al agitado ambiente, a los que allí presentes hacen mención de su nombre anunciando abiertamente su llegada. Entre ellos el capitán Müller, quien seguía buscando su respeto y reconocimiento, aunque después de tanto tiempo sigue sin entender el porqué de su perseverancia.
—No recuerdo haberte dado esa opción, Harker—comenta el capitán en respuesta a la insolencia que presenta el sujeto—. Así que te quedarás y harás exactamente lo que yo te diga—palabras que hacen emerger el silencio.
Marcus, pese a sentirse atraído por la idea de verlos discutir durante toda la tarde, también reconoce que su tiempo se ve involucrado en dicha rencilla, por lo que interviene, y con un sarcasmo presente pretende indagar sobre lo sucedido— ¿Problemas en el paraíso? ―preguntó él burlándose del panorama. Sabía perfectamente para qué había sido llamado, aunque desconocía hasta ahora quienes se involucraron en la actividad. Dicho esto, sólo mostró indiferencia al escuchar los vagos intentos de Scott por revivir una causa perdida como lo era aquella rivalidad sin propósito. Desvío la atención del capitán y evitó una confrontación verbal entre ambos, dado a que estaba seguro de quién ganaría, por lo que francamente, sirvió como medio para bajar los humos y centrar la atención de todos en un mismo objetivo.
—Nunca había visto a alguien apuntar al blanco y dispararle al suelo. Su puntería es un asco, tiene la precisión de un hombre ciego―comenta Müller reflejando cierta indignación. Quizá se cuestionaba si había hecho bien en adquirir a este personaje como miembro para el equipo que deseaba formar, pero incluso a raíz de una simple especulación esto era algo inconcebible. Michael no es el tipo de personas que hacen una elección para luego arrepentirse de sus acciones. Por lo que Marcus pensó que tal vez tenía para él un propósito muy distinto a lo demostrado—. ¿Crees que puedas hacerte cargo de esto? —le preguntó
— ¿No es eso lo que hago siempre? Terminar con la basura que acumulas―comenta Wright con picardía expresa en el rostro. No le tomó sino un par de segundos adelantarse al cuerpo de Scott y dejar los fusiles sobre la mesa que estaban utilizando—. Además, tal vez sólo se deba al tipo de arma al que está acostumbrado. ¿No has pensado en eso?― dice mientras levanta una de las carabinas sin ningún tipo de accesorio, pero no sin antes posicionarse al lado izquierdo del individuo con tal de presumir un poco su conocimiento.
—No creo que deba explicarte cómo utilizar un arma de fuego. ¿Verdad? Sin embargo, tal vez pueda enseñarte algunos trucos para que cada tiro sea más certero―pese a la popularidad que había formado como primera figura rebelde, goza de un profesionalismo como ningún otro una vez se enfoca en el trabajo, por lo que no se le complicó adaptarse a la situación dejando de lado sus diferencias con Harker, al menos para él, dicho problema había pasado a un segundo plano menos importante. Pero detrás de ambos estaba Müller, observando; quizá sea esta la razón por la que Marcus siempre le llamó la atención. Dado a que Wright entraba de lleno en el tema e ignoraba todo lo demás, su metodología no resultaba en fallo, pues su concentración en el campo siempre destacaba y conducía a soluciones espontáneas.
Inclina el cañón del arma para presentarla cómodamente al espectador, y en su acción retira el cargador para verificar que en su interior yacen los treinta cartuchos. Luego introduce de nuevo el cargador y adquiere una correcta postura previo al disparo. Observa el objetivo a marcar y ubica el selector en semiautomático tras jalar el cerrojo. La mano izquierda sostiene el guardamano, con el codo apuntando hacia abajo, mientras que la derecha sostiene el mango, con el codo apuntando hacia afuera.
—Puedes disparar después de haber conseguido la sensación de equilibrio entre los codos y el cuerpo—expresa con frívola voz. Se muestra indiferente—. No es suficiente apuntar bien. Por lo menos el 10% de tu tasa de tiro se desvía del diez justo en el momento en el que se efectúa el disparo. Si quieres ser certero no puedes correr el riesgo de despreciar las sensaciones.
Acto seguido disparó tres veces su arma, e impacta en el blanco obteniendo un (3), (6), (2) sobre el cartón. —Bien, ahora hazlo tú—comentó tras mirar a Scott directo a los ojos.
—No recuerdo haberte dado esa opción, Harker—comenta el capitán en respuesta a la insolencia que presenta el sujeto—. Así que te quedarás y harás exactamente lo que yo te diga—palabras que hacen emerger el silencio.
Marcus, pese a sentirse atraído por la idea de verlos discutir durante toda la tarde, también reconoce que su tiempo se ve involucrado en dicha rencilla, por lo que interviene, y con un sarcasmo presente pretende indagar sobre lo sucedido— ¿Problemas en el paraíso? ―preguntó él burlándose del panorama. Sabía perfectamente para qué había sido llamado, aunque desconocía hasta ahora quienes se involucraron en la actividad. Dicho esto, sólo mostró indiferencia al escuchar los vagos intentos de Scott por revivir una causa perdida como lo era aquella rivalidad sin propósito. Desvío la atención del capitán y evitó una confrontación verbal entre ambos, dado a que estaba seguro de quién ganaría, por lo que francamente, sirvió como medio para bajar los humos y centrar la atención de todos en un mismo objetivo.
—Nunca había visto a alguien apuntar al blanco y dispararle al suelo. Su puntería es un asco, tiene la precisión de un hombre ciego―comenta Müller reflejando cierta indignación. Quizá se cuestionaba si había hecho bien en adquirir a este personaje como miembro para el equipo que deseaba formar, pero incluso a raíz de una simple especulación esto era algo inconcebible. Michael no es el tipo de personas que hacen una elección para luego arrepentirse de sus acciones. Por lo que Marcus pensó que tal vez tenía para él un propósito muy distinto a lo demostrado—. ¿Crees que puedas hacerte cargo de esto? —le preguntó
— ¿No es eso lo que hago siempre? Terminar con la basura que acumulas―comenta Wright con picardía expresa en el rostro. No le tomó sino un par de segundos adelantarse al cuerpo de Scott y dejar los fusiles sobre la mesa que estaban utilizando—. Además, tal vez sólo se deba al tipo de arma al que está acostumbrado. ¿No has pensado en eso?― dice mientras levanta una de las carabinas sin ningún tipo de accesorio, pero no sin antes posicionarse al lado izquierdo del individuo con tal de presumir un poco su conocimiento.
—No creo que deba explicarte cómo utilizar un arma de fuego. ¿Verdad? Sin embargo, tal vez pueda enseñarte algunos trucos para que cada tiro sea más certero―pese a la popularidad que había formado como primera figura rebelde, goza de un profesionalismo como ningún otro una vez se enfoca en el trabajo, por lo que no se le complicó adaptarse a la situación dejando de lado sus diferencias con Harker, al menos para él, dicho problema había pasado a un segundo plano menos importante. Pero detrás de ambos estaba Müller, observando; quizá sea esta la razón por la que Marcus siempre le llamó la atención. Dado a que Wright entraba de lleno en el tema e ignoraba todo lo demás, su metodología no resultaba en fallo, pues su concentración en el campo siempre destacaba y conducía a soluciones espontáneas.
Inclina el cañón del arma para presentarla cómodamente al espectador, y en su acción retira el cargador para verificar que en su interior yacen los treinta cartuchos. Luego introduce de nuevo el cargador y adquiere una correcta postura previo al disparo. Observa el objetivo a marcar y ubica el selector en semiautomático tras jalar el cerrojo. La mano izquierda sostiene el guardamano, con el codo apuntando hacia abajo, mientras que la derecha sostiene el mango, con el codo apuntando hacia afuera.
—Puedes disparar después de haber conseguido la sensación de equilibrio entre los codos y el cuerpo—expresa con frívola voz. Se muestra indiferente—. No es suficiente apuntar bien. Por lo menos el 10% de tu tasa de tiro se desvía del diez justo en el momento en el que se efectúa el disparo. Si quieres ser certero no puedes correr el riesgo de despreciar las sensaciones.
Acto seguido disparó tres veces su arma, e impacta en el blanco obteniendo un (3), (6), (2) sobre el cartón. —Bien, ahora hazlo tú—comentó tras mirar a Scott directo a los ojos.
El miembro 'Marcus Wright' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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#3 'Números' :
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Era consciente de que estaba siendo arrogante y ensimismado. Y lo era tanto, que sabía que lo hacía por predisposición a cualquier conflicto que pudiera revivirse en aquél lugar y momento entre él y Marcus. Seguía teniendo la misma idea de su persona y concluía que simplemente no podría trabajar en medio de una situación como esa.
Cuando aún tenía un pie dentro del recinto y otro fuera, la orden de Müller le disuadió de largarse e hizo rechinar sus dientes de tener que darle la razón... porque una vez que saliera por aquella puerta, su futuro sería incierto. Posiblemente le destituirían de sus funciones en el SETR, hasta cabía el escenario en que ya no tuviera utilidad para la compañía y finalmente se deshicieran de él como habían hecho con otros anteriormente. Sabía cómo se hacían las cosas allí abajo. Sin embargo, fueron las propias palabras y actitudes consiguientes de Wright las que irónicamente le instaron a reflexionar sobre su propia conducta. Volteó una mirada escéptica sobre su hombro sólo para ver a un tipo diferente al que había tirado la bandeja en el comedor días atrás, o al que le había dado aquél puñetazo a traición. Quizá sólo estaba fingiendo, pensó y cerró la puerta de nuevo para quedarse definitivamente. No tenía otra opción, y cualquiera que fuese el caso, Scott lo tomó como un reto, o más bien, otra de sus competencias virtuales que le incentivaban a dar lo mejor de sí, ya fuese para llenar su ego o bien para mantener su cabeza a flote de los problemas.
No iba a aceptar que un tipo indisciplinado le sobrepasase en la cualidad del profesionalismo, llevado por sí mismo a un punto en que lo hizo brillar algunos años atrás, cuando era el chico dorado de la corporación. Para empezar a hacer las cosas bien, su primer paso sería callar y escuchar, incluso cuando Müller volvió a cuestionar su destreza. —¿Cómo está tu brazo? Seguro que peor que mi puntería —Pero fracasó antes de lo que pensó al responder a los comentarios provocativos del rubio. Sin embargo, el último acertó respecto a la categoría de armas con la que Scott tenía mayor familiaridad, y eso fue una casualidad bienvenida para este.
Con una postura menos agresiva, al menos ahora pudo estar a su lado sin querer arrancarle la cabeza. Tomó la carabina restante y empezó a comprobarla. —Creas o no, no soy un novato... Y sé que tú tampoco. Me tomé el tiempo de leer tu expediente en la fuerza aérea. Espero que te comportes con el "carácter intachable" del que hablaban tus superiores —También había comenzado a responder a los estímulos ajenos de generar conversación, siempre sin salir del contexto profesional, evitando en todo momento intimar con quien aún seguía siendo un problema andante a su modo de ver las cosas.
Mientras ajustaba las mirillas de hierro de la carabina, se encontró con la mirada de un Müller que los vigilaba de cerca a ambos y ahora se mostraba sorprendido por su iniciativa. —¿Por qué me miras así? Tú no eres el único con teclas en esta base, Adler. Soy de inteligencia, ¿lo recuerdas? —Su mano ciclaba el pistón del arma repetidas veces en medio de la charla para comprobar el estado de los mecanismos internos. No era de lo mejor que tenía Umbrella en su arsenal, pero se conformaría con lo que le dieron por ahora—. Tenía que saber quién era el tipo que pelea con bandejas —Ahora los escoltas del alemán se reían a su favor.
En silencio, analizó la postura de disparo y mañas que sólo un operador tan curtido como Marcus, a pesar de su corta edad, podía tener. Tenía la firma de un militar veterano incluso en su forma de sujetar el arma. Scott sabía que la USFU no eran para tomárselos a bromas. El que le hubiera dislocado un brazo fue un golpe de suerte, y lo más probable es que en un campo real de batalla el más corpulento de los dos tendría las de sobrevivir por sus aptitudes hechas para la guerra. Así que se limitó a aprender lo que podría de él, aunque fuera en silencio y sin admitirlo, para fortalecer aquellas carencias de habilidades que sólo habían proliferado más y más con el tiempo que pasó alejado de la acción.
—Parece que tu brazo funciona bien —Elogió con ironía implícita al mirar con detención los impactos en los distintos ángulos de la diana—. Mi turno.
Empero, al prepararse para disparar, su posición particular se distinguía bastante de la ortodoxia que exhibió el joven ex-castrense. A diferencia del último, no había rectitud en las piernas de Scott o distancia importante entre estas. Su espalda ligeramente inclinada hacia adelante, la cara frontal del cuerpo casi en lateral al blanco, los brazos considerablemente flexionados y los hombros retraídos le conferían una silueta bastante reducida, el arma ligeramente ladeada y la mano izquierda aferrada al cargador en lugar del guardamanos. Cabe destacar que cuando apunta y su cuerpo es "uno" con el fusil de asalto, lo hace con ambos ojos abiertos, y cuando decide accionar el gatillo, las tres percusiones se suceden tan rápidas y resuenan en el blanco metálico que parece ser una ráfaga automática, aunque en efecto, no lo fue.
—Falta de práctica, pero mucho mejor que disparar con el matamosquitos de antes.
Cuando aún tenía un pie dentro del recinto y otro fuera, la orden de Müller le disuadió de largarse e hizo rechinar sus dientes de tener que darle la razón... porque una vez que saliera por aquella puerta, su futuro sería incierto. Posiblemente le destituirían de sus funciones en el SETR, hasta cabía el escenario en que ya no tuviera utilidad para la compañía y finalmente se deshicieran de él como habían hecho con otros anteriormente. Sabía cómo se hacían las cosas allí abajo. Sin embargo, fueron las propias palabras y actitudes consiguientes de Wright las que irónicamente le instaron a reflexionar sobre su propia conducta. Volteó una mirada escéptica sobre su hombro sólo para ver a un tipo diferente al que había tirado la bandeja en el comedor días atrás, o al que le había dado aquél puñetazo a traición. Quizá sólo estaba fingiendo, pensó y cerró la puerta de nuevo para quedarse definitivamente. No tenía otra opción, y cualquiera que fuese el caso, Scott lo tomó como un reto, o más bien, otra de sus competencias virtuales que le incentivaban a dar lo mejor de sí, ya fuese para llenar su ego o bien para mantener su cabeza a flote de los problemas.
No iba a aceptar que un tipo indisciplinado le sobrepasase en la cualidad del profesionalismo, llevado por sí mismo a un punto en que lo hizo brillar algunos años atrás, cuando era el chico dorado de la corporación. Para empezar a hacer las cosas bien, su primer paso sería callar y escuchar, incluso cuando Müller volvió a cuestionar su destreza. —¿Cómo está tu brazo? Seguro que peor que mi puntería —Pero fracasó antes de lo que pensó al responder a los comentarios provocativos del rubio. Sin embargo, el último acertó respecto a la categoría de armas con la que Scott tenía mayor familiaridad, y eso fue una casualidad bienvenida para este.
Con una postura menos agresiva, al menos ahora pudo estar a su lado sin querer arrancarle la cabeza. Tomó la carabina restante y empezó a comprobarla. —Creas o no, no soy un novato... Y sé que tú tampoco. Me tomé el tiempo de leer tu expediente en la fuerza aérea. Espero que te comportes con el "carácter intachable" del que hablaban tus superiores —También había comenzado a responder a los estímulos ajenos de generar conversación, siempre sin salir del contexto profesional, evitando en todo momento intimar con quien aún seguía siendo un problema andante a su modo de ver las cosas.
Mientras ajustaba las mirillas de hierro de la carabina, se encontró con la mirada de un Müller que los vigilaba de cerca a ambos y ahora se mostraba sorprendido por su iniciativa. —¿Por qué me miras así? Tú no eres el único con teclas en esta base, Adler. Soy de inteligencia, ¿lo recuerdas? —Su mano ciclaba el pistón del arma repetidas veces en medio de la charla para comprobar el estado de los mecanismos internos. No era de lo mejor que tenía Umbrella en su arsenal, pero se conformaría con lo que le dieron por ahora—. Tenía que saber quién era el tipo que pelea con bandejas —Ahora los escoltas del alemán se reían a su favor.
En silencio, analizó la postura de disparo y mañas que sólo un operador tan curtido como Marcus, a pesar de su corta edad, podía tener. Tenía la firma de un militar veterano incluso en su forma de sujetar el arma. Scott sabía que la USFU no eran para tomárselos a bromas. El que le hubiera dislocado un brazo fue un golpe de suerte, y lo más probable es que en un campo real de batalla el más corpulento de los dos tendría las de sobrevivir por sus aptitudes hechas para la guerra. Así que se limitó a aprender lo que podría de él, aunque fuera en silencio y sin admitirlo, para fortalecer aquellas carencias de habilidades que sólo habían proliferado más y más con el tiempo que pasó alejado de la acción.
—Parece que tu brazo funciona bien —Elogió con ironía implícita al mirar con detención los impactos en los distintos ángulos de la diana—. Mi turno.
Empero, al prepararse para disparar, su posición particular se distinguía bastante de la ortodoxia que exhibió el joven ex-castrense. A diferencia del último, no había rectitud en las piernas de Scott o distancia importante entre estas. Su espalda ligeramente inclinada hacia adelante, la cara frontal del cuerpo casi en lateral al blanco, los brazos considerablemente flexionados y los hombros retraídos le conferían una silueta bastante reducida, el arma ligeramente ladeada y la mano izquierda aferrada al cargador en lugar del guardamanos. Cabe destacar que cuando apunta y su cuerpo es "uno" con el fusil de asalto, lo hace con ambos ojos abiertos, y cuando decide accionar el gatillo, las tres percusiones se suceden tan rápidas y resuenan en el blanco metálico que parece ser una ráfaga automática, aunque en efecto, no lo fue.
—Falta de práctica, pero mucho mejor que disparar con el matamosquitos de antes.
El miembro 'Scott Harker' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Marcus demuestra una mueca de indiferencia y suelta una tenue carcajada que finalmente es comprimida dentro de su boca. No hace caso omiso a su comentario, pero tampoco le otorga el valor suficiente como para discutirlo en ese momento.
—Parece que después de todo el chico cuenta con un par de bolas. ¿Eh, Marcus? —exclama el capitán Müller sin mostrar ninguna sorpresa—. Será una oveja difícil de torcer, de eso estoy seguro. Quizá este no sea un mal comienzo, pero todavía falta mucho camino por recorrer, así que será mejor no emocionarse demasiado—frase que culmina tras encender un cigarrillo dentro de su boca. Inhala la nicotina y mientras lo hace se reubica a siete metros de distancia con tal de apoyar la espalda sobre una superficie vertical. Se pone cómodo, al fin y al cabo, sabe perfectamente la cantidad de horas que van a invertirse durante cada sesión de entrenamiento, empezando por esta—. Sigan disparando—ordenó antes de recostarse sobre la pared.
Observa al agente Harker y se da cuenta de que también parece seguir los consejos que este le ofrece. Además, mientras lo hace analiza sus movimientos previos a cada tiro, fallo y acierto que efectúa a lo largo del entrenamiento. Es natural, aquellos que están acostumbrados al trabajo de campo tienden a desarrollar una afinación por la búsqueda de patrones, en este caso, cualquiera que fuera capaz de conducir hacia alguna anomalía; origen de su imperfección en el tiro con armas largas. «Me pregunto qué espera conseguir Müller de todo esto», piensa el soldado antes de ser interrumpido por el mismo capitán.
Adler, quien parece demostrar atención a las acciones de ambos individuos continúa fumando sin dar reflejo alguno de cuáles eran sus verdaderas intenciones, pero esto no le impide abrir la boca para señalar aquello con lo que yace inconforme—Tendrán que hacer mucho más si esperan impresionar a los de allá arriba—les comunica abiertamente—. Así que pienso que ya es hora de que comencemos—dice mientras ordena encender el sistema del polígono.
Marcus sonríe tras escuchar las palabras de Müller, pero no lo piensa dos veces y levanta el cañón del arma para así soltar otra ráfaga de disparos. Escucha el mecanismo automatizado y es cuando empiezan aparecer figuras móviles capaz de desplazarse por todo el lugar. Entonces le apunta a un blanco a más de trescientos metros y vuelve a jalar del gatillo, esta vez intentando maniobrar con el fusil dentro del cubículo, lo cual resulta en cuatro, cinco, seis y siete disparos consecutivos. Allí cambia la secuencia con la que efectúa sus disparos y empieza a soltar una ráfaga de dos tiros por acción con tal de llevar registro de la munición gastada.
—¿Qué estás esperando? —le pregunta a Scott—Quiero cien puntos en ese tablero antes de que el otro lo finalice.
—Parece que después de todo el chico cuenta con un par de bolas. ¿Eh, Marcus? —exclama el capitán Müller sin mostrar ninguna sorpresa—. Será una oveja difícil de torcer, de eso estoy seguro. Quizá este no sea un mal comienzo, pero todavía falta mucho camino por recorrer, así que será mejor no emocionarse demasiado—frase que culmina tras encender un cigarrillo dentro de su boca. Inhala la nicotina y mientras lo hace se reubica a siete metros de distancia con tal de apoyar la espalda sobre una superficie vertical. Se pone cómodo, al fin y al cabo, sabe perfectamente la cantidad de horas que van a invertirse durante cada sesión de entrenamiento, empezando por esta—. Sigan disparando—ordenó antes de recostarse sobre la pared.
Observa al agente Harker y se da cuenta de que también parece seguir los consejos que este le ofrece. Además, mientras lo hace analiza sus movimientos previos a cada tiro, fallo y acierto que efectúa a lo largo del entrenamiento. Es natural, aquellos que están acostumbrados al trabajo de campo tienden a desarrollar una afinación por la búsqueda de patrones, en este caso, cualquiera que fuera capaz de conducir hacia alguna anomalía; origen de su imperfección en el tiro con armas largas. «Me pregunto qué espera conseguir Müller de todo esto», piensa el soldado antes de ser interrumpido por el mismo capitán.
Adler, quien parece demostrar atención a las acciones de ambos individuos continúa fumando sin dar reflejo alguno de cuáles eran sus verdaderas intenciones, pero esto no le impide abrir la boca para señalar aquello con lo que yace inconforme—Tendrán que hacer mucho más si esperan impresionar a los de allá arriba—les comunica abiertamente—. Así que pienso que ya es hora de que comencemos—dice mientras ordena encender el sistema del polígono.
Marcus sonríe tras escuchar las palabras de Müller, pero no lo piensa dos veces y levanta el cañón del arma para así soltar otra ráfaga de disparos. Escucha el mecanismo automatizado y es cuando empiezan aparecer figuras móviles capaz de desplazarse por todo el lugar. Entonces le apunta a un blanco a más de trescientos metros y vuelve a jalar del gatillo, esta vez intentando maniobrar con el fusil dentro del cubículo, lo cual resulta en cuatro, cinco, seis y siete disparos consecutivos. Allí cambia la secuencia con la que efectúa sus disparos y empieza a soltar una ráfaga de dos tiros por acción con tal de llevar registro de la munición gastada.
—¿Qué estás esperando? —le pregunta a Scott—Quiero cien puntos en ese tablero antes de que el otro lo finalice.
El miembro 'Marcus Wright' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Empezaba a creer que se lo estaban poniendo demasiado fácil si lo que harían el resto del día sería disparar a la diana una y otra vez. Hasta le parecía un desperdicio de munición. Müller, sin embargo, tenía otros planes y lo dejó claro. Bastó sólo una palabra suya como un chasquido de dedos para que el escenario estático, inamovible y silencioso dentro de aquella colosal estructura de prácticas se convirtiese en un verdadero espectáculo dinámico y bullicioso, donde objetivos y plataformas flotantes hicieron su estridente aparición desde múltiples ángulos a través de un sofisticado circuito de rieles eléctricos.
«¿Qué...?», la expresión en su rostro cristalizó su vago pensamiento. Se vio anonadado y con una reacción casi nula al medio, mientras que Marcus hacía gala de las cualidades que había adquirido en la militaría y pulido con los años. El alemán vio esto con malos ojos, y cómo no, ¿acaso le había dado un fusil a un mocoso? ¿Qué debía esperar de uno y del otro? Del rubio tenía las expectativas que sus hazañas dentro de la propia Unidad de Fuerzas Especiales le podían dar, pero del moreno... A él sólo lo había escogido por una corazonada y rara vez se permitía hacer algo así. Si bien su viejo archivo prácticamente elogiaba un amplio historial de diversos tipos de contratos cumplidos con éxito, no podía cerciorarse de que siguiera teniendo la misma efectividad de antaño.
Debía verlo con sus propios ojos, y antes de arrepentirse, lo hizo espabilar con impaciencia en sus formas, dándole una instrucción a cumplir.
Así el espía reacciona y deja salir a flote las nociones y técnicas que aprendió por medio de la instrucción consecutiva de movimientos. Apuntar, disparar, cambiar de brazo hábil, volver a disparar. Un ciclo constante que cumple inconscientemente y que con cada repetición, desdibuja el óxido acumulado en la falta de práctica, y poco a poco, como un escultor a martillo y cincel, va confiriéndole forma y dimensión a la obra que son en efecto el arsenal de técnicas y tácticas de combate que tenía en su repertorio de conocimientos.
Percusión tras percusión, destello tras destello, con las trazas de pólvora impregnando el aire que respiran y el sonar de los casquillos caer en el suelo, ambos lacayos de la farmacéutica se vieron realmente envueltos en el ambiente que allí acuciaba, debiendo comprometer cada vez más su concentración en lo que hacían. Por si el frenético entrenamiento fuera poco en sí mismo, pronto los blancos empezaron a mostrar un diseño distinto, con dibujos impresos. Al principio sólo eran B.O.Ws; no-muertos y criaturas bio-modificadas. Pero poco a poco las gráficas de las dianas fueron cambiando, reflejando el rostro de civiles con apariencia humana, común y corriente. Incluso ancianos, niños.
—Qué broma tan barata —Se dijo más para sí mismo sobre el apoyo que le daba la culata de su carabina.
Ante la nueva situación, el germano sonreía con un par de protectores auditivos en sus orejas y un vaso de whisky en su mano, que sorbía cada tanto. Se trataba de una prueba de escrutinio y sensibilidad al que operadores de alta clasificación debían ser sometidos. Sin embargo, considerando que el espía y el operador habrían cruzado situaciones reales donde probablemente debieron manchar sus manos con sangre inocente, era de esperar que el reto no supusiera un obstáculo para ninguno.
«¿Qué...?», la expresión en su rostro cristalizó su vago pensamiento. Se vio anonadado y con una reacción casi nula al medio, mientras que Marcus hacía gala de las cualidades que había adquirido en la militaría y pulido con los años. El alemán vio esto con malos ojos, y cómo no, ¿acaso le había dado un fusil a un mocoso? ¿Qué debía esperar de uno y del otro? Del rubio tenía las expectativas que sus hazañas dentro de la propia Unidad de Fuerzas Especiales le podían dar, pero del moreno... A él sólo lo había escogido por una corazonada y rara vez se permitía hacer algo así. Si bien su viejo archivo prácticamente elogiaba un amplio historial de diversos tipos de contratos cumplidos con éxito, no podía cerciorarse de que siguiera teniendo la misma efectividad de antaño.
Debía verlo con sus propios ojos, y antes de arrepentirse, lo hizo espabilar con impaciencia en sus formas, dándole una instrucción a cumplir.
Así el espía reacciona y deja salir a flote las nociones y técnicas que aprendió por medio de la instrucción consecutiva de movimientos. Apuntar, disparar, cambiar de brazo hábil, volver a disparar. Un ciclo constante que cumple inconscientemente y que con cada repetición, desdibuja el óxido acumulado en la falta de práctica, y poco a poco, como un escultor a martillo y cincel, va confiriéndole forma y dimensión a la obra que son en efecto el arsenal de técnicas y tácticas de combate que tenía en su repertorio de conocimientos.
Percusión tras percusión, destello tras destello, con las trazas de pólvora impregnando el aire que respiran y el sonar de los casquillos caer en el suelo, ambos lacayos de la farmacéutica se vieron realmente envueltos en el ambiente que allí acuciaba, debiendo comprometer cada vez más su concentración en lo que hacían. Por si el frenético entrenamiento fuera poco en sí mismo, pronto los blancos empezaron a mostrar un diseño distinto, con dibujos impresos. Al principio sólo eran B.O.Ws; no-muertos y criaturas bio-modificadas. Pero poco a poco las gráficas de las dianas fueron cambiando, reflejando el rostro de civiles con apariencia humana, común y corriente. Incluso ancianos, niños.
—Qué broma tan barata —Se dijo más para sí mismo sobre el apoyo que le daba la culata de su carabina.
Ante la nueva situación, el germano sonreía con un par de protectores auditivos en sus orejas y un vaso de whisky en su mano, que sorbía cada tanto. Se trataba de una prueba de escrutinio y sensibilidad al que operadores de alta clasificación debían ser sometidos. Sin embargo, considerando que el espía y el operador habrían cruzado situaciones reales donde probablemente debieron manchar sus manos con sangre inocente, era de esperar que el reto no supusiera un obstáculo para ninguno.
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Frente a un panorama bélico él observa los casquillos de munición esparcidos por el suelo; un velo de metal caliente expulsado por nuestras armas y que cubre el suelo en su totalidad. De repente percibe la transformación de los blancos móviles, aquellos receptores de nuestras ráfagas de tiros. Müller, con un cigarro en mano y un vaso de whisky en la otra, esboza una peculiar sonrisa al percatarse de que Marcus, aquel soldado de oro que cargaba sobre sus hombros las aspiraciones de sus allegados, ralentizaba su tasa de disparos contra aquellas figuras que simulaban ser civiles y niños inocentes sobre los rieles. En retrospectiva, recapitula su ciclo militar en la fuerza aérea, sumándose al acto de dudar de sus propias decisiones. «¿Quieres revivir un pasado subyacente? Te encargaste de enterrarlo, encerrarlo en el baúl de los recuerdos», piensa el agente cada vez que jala del gatillo.
Su visión destiñe el color de los objetos y lo transforma en blanco y negro, la sangre empieza a hervir y su función motora se acelera a velocidades que nunca antes había ejecutado. De repente, podía recargar el arma, descargarla y de nuevo prepararla en cuestión de segundos, aunque seguía sin apuntar a civiles. Müller se levanta y se reubica al lado de Marcus con la intención de hacerlo estallar, explotar de una vez por todas el potencial oculto que este último se encargaba de no reflejar. Por ende, le susurra—No lo pienses dos veces, sabes que para esto es que fuiste entrenado. Es lo mejor que puedes hacer, si dudas ahora no podrás volver a ser el mismo. ¿No es eso lo que querías? —le comenta a voz baja mientras se acerca a la oreja de “su pupilo” por el costado izquierdo—. Demuestrame que hice bien en elegirte, Marcus. Despierta de una vez por todas….
En trance, Wright escucha al caudillo, pero reniega de su propósito. Empieza a sudar, pero no reduce su velocidad de acción. «Son civiles», se repite una y otra vez dentro de su mente. Al menos, hasta cierto punto, pues la palabra tergiversa y durante el proceso cambia de percepción. Müller da en el blanco y activa, a través del estímulo psicológico, una avalancha de sensaciones y recuerdos que lo abruman y lo hacen recapacitar. «Son civiles, so!n c?v-les, son…» compartiendo al unísono la palabra final, coordinando entre susurro y pensamiento de manera perfecta. Entonces comprende por qué se había esmerado tanto en mantenerlo en secreto… ―el objetivo―dicen para culminar la frase.
Marcus se desconecta de la realidad y emprende una campaña contra cualquier objetivo que yaciera frente a él. Sus balas, al igual que su velocidad de reacción, apuntan y aciertan dando la sensación de que carece de cualquier tipo de fallo. ¿Era esto lo que Umbrella se dedicó a construir? Ignorante del hecho, sólo podía maquinar, al menos dentro de él, que su propósito en ese momento era destruir todo aquello que permaneciera de pie. Cada tiro reflejaba un blanco preciso, lo cual hizo escalar su destreza, maniobrabilidad y habilidad general que este alcanzaba a brindar con el arma en sus manos. Müller se aparta lentamente observando cómo el operador hace gala de sus cualidades. Sus ráfagas de disparos armonizan con el programa de entrenamiento, prediciendo y seleccionando a través de patrones, para él visibles, en qué posición iba aparecer el próximo objetivo. Por supuesto, alejado de cualquier teoría experimental, no era nada anormal que un soldado condecorado y promocionado por unanimidad de la institución militar de la cual salió, además ampliamente reconocido por la corporación, alcanzara tales índices durante su entrenamiento. Müller sabía esto perfectamente, no lo sorprendió en absoluto, aunque lo llenó de orgullo reconocer que había sido él quien despertó semejante máquina de guerra.
«Espera… ¿Qué estoy haciendo?», piensa antes de regresar a la normalidad.
Su visión destiñe el color de los objetos y lo transforma en blanco y negro, la sangre empieza a hervir y su función motora se acelera a velocidades que nunca antes había ejecutado. De repente, podía recargar el arma, descargarla y de nuevo prepararla en cuestión de segundos, aunque seguía sin apuntar a civiles. Müller se levanta y se reubica al lado de Marcus con la intención de hacerlo estallar, explotar de una vez por todas el potencial oculto que este último se encargaba de no reflejar. Por ende, le susurra—No lo pienses dos veces, sabes que para esto es que fuiste entrenado. Es lo mejor que puedes hacer, si dudas ahora no podrás volver a ser el mismo. ¿No es eso lo que querías? —le comenta a voz baja mientras se acerca a la oreja de “su pupilo” por el costado izquierdo—. Demuestrame que hice bien en elegirte, Marcus. Despierta de una vez por todas….
En trance, Wright escucha al caudillo, pero reniega de su propósito. Empieza a sudar, pero no reduce su velocidad de acción. «Son civiles», se repite una y otra vez dentro de su mente. Al menos, hasta cierto punto, pues la palabra tergiversa y durante el proceso cambia de percepción. Müller da en el blanco y activa, a través del estímulo psicológico, una avalancha de sensaciones y recuerdos que lo abruman y lo hacen recapacitar. «Son civiles, so!n c?v-les, son…» compartiendo al unísono la palabra final, coordinando entre susurro y pensamiento de manera perfecta. Entonces comprende por qué se había esmerado tanto en mantenerlo en secreto… ―el objetivo―dicen para culminar la frase.
Marcus se desconecta de la realidad y emprende una campaña contra cualquier objetivo que yaciera frente a él. Sus balas, al igual que su velocidad de reacción, apuntan y aciertan dando la sensación de que carece de cualquier tipo de fallo. ¿Era esto lo que Umbrella se dedicó a construir? Ignorante del hecho, sólo podía maquinar, al menos dentro de él, que su propósito en ese momento era destruir todo aquello que permaneciera de pie. Cada tiro reflejaba un blanco preciso, lo cual hizo escalar su destreza, maniobrabilidad y habilidad general que este alcanzaba a brindar con el arma en sus manos. Müller se aparta lentamente observando cómo el operador hace gala de sus cualidades. Sus ráfagas de disparos armonizan con el programa de entrenamiento, prediciendo y seleccionando a través de patrones, para él visibles, en qué posición iba aparecer el próximo objetivo. Por supuesto, alejado de cualquier teoría experimental, no era nada anormal que un soldado condecorado y promocionado por unanimidad de la institución militar de la cual salió, además ampliamente reconocido por la corporación, alcanzara tales índices durante su entrenamiento. Müller sabía esto perfectamente, no lo sorprendió en absoluto, aunque lo llenó de orgullo reconocer que había sido él quien despertó semejante máquina de guerra.
«Espera… ¿Qué estoy haciendo?», piensa antes de regresar a la normalidad.
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Más temprano que tarde, los blancos desaparecieron del polígono para dejar sólo el efímero eco de los últimos disparos que llegaron a su destino antes de que quienes dispararon se diesen cuenta de que se había agotado toda la munición a su alcance. Ambos habían dado lo mejor de sí para satisfacer a aquél con quien tendrían una deuda por un largo tiempo.
Terminado el circuito, una serie de aplausos pausados y causados por un sólo par de manos que denotaban satisfacción llamó la atención de ambos lacayos. —Buenos resultados, vaya. Pero, ¿por qué se detuvieron si les pedí cien puntos en el tablero? —Müller los tomó a ambos de los hombros y cuestionó con un tono de ingenuidad fingida.
—Será que Umbrella está teniendo problemas para producir balas, porque sólo nos dieron... ¿tres, cuatro cargadores para entrenar? —Scott, arrogante, replicó, al tiempo que dejaba el armamento usado sobre la mesa.
—Ah, casi lo olvidaba. Gracias por recordármelo, Harker. Me pregunto qué harían un USFU y un SETR en una situación donde se acaba la munición... —El germano respondió con la calma antes de una tormenta y salió del foco de luces para alejarse unos cuantos metros, plasmarse en su silla de nuevo y verlos a ambos con su característica expresión huraña, engullida por las sombras.
Rubio y moreno se miraron desconcertados sin decir una sola palabra, intentando predecir lo que sucedería a continuación. El que los tenía como perros encadenados se limitó a guardar un silencio del que se desprendían intenciones turbias, difusas, y sin embargo, sólo él sabía lo que ocurriría a continuación, como quien maneja las fichas en un tablero de ajedrez.
Si iban a hacer o decir algo para romper con la incomodidad de la inacción ajena, sus planes se verían frustrados por el estridente choque de las puertas contra la pared al abrirse de par en par. Un total de diez hombres con balaclavas y vestidos en indumentaria de combate entraron al lugar obedeciendo una marcha que los hacía ver aún más numerosos de lo que ya eran. Todos se plantaron imponentes frente a los dos proyectos en un aparente amague de intimidación, armados con las mismas barras tácticas extensibles que usaron en el gimnasio para separar a ambos rebeldes de su altercado. Sólo verlos les recordaría el dolor que producían aquellas armas contundentes.
Un marcador en cuenta regresiva se encendió en una de las paredes mientras que Müller aún observaba sin inmutarse. Ya a esas alturas no le era necesario explicar nada. Los hombres enmascarados rodearon al par a prueba en un círculo que los obligaría a posicionarse espaldas con espaldas si lo que querían era salir vivos de allí. —¿Es realmente necesario esto? —Preguntó en voz alta sin recibir respuesta alguna—. No creo que tenga que explicarte lo que sucederá. Cubriré la derecha —Mientras se iba quitando el cinturón del pantalón para usarlo a favor, echó un susurro sobre el hombro al único compañero con el que contaba en ese momento.
Pita un timbre y sobre ellos empiezan a llover los bastonazos de todo el personal armado. El más alto de los dos protege su cara con sus brazos y cuando encuentra su momento, embiste a uno de sus agresores para llevarlo suspendido contra el extremo más lejano del recinto. Su temeraria acción atraería la atención de varios más que, al separarse de la formación, habrían dispersado la concentración de ataques, dándole una oportunidad a Wright de encargarse de los demás.
El uniformado sometido en el suelo sentiría en su rostro el castigo de la incontrolable derecha de Scott, recubierta por la hebilla de acero de su cinturón. Más atrás llegaron los compañeros del caído para apalear al pugilista, quien no tardó en hacerse con la barra extensible de su víctima para poder defenderse de estos. Estaba tan consciente como cualquier hombre que haya estado en combates de desventaja numérica y con armas blancas o contundentes de que no saldría de allí sin un rasguño. Las heridas y dolencias empezaron a magullar su integridad antes de que se cumpliese siquiera el primer minuto en el reloj.
Terminado el circuito, una serie de aplausos pausados y causados por un sólo par de manos que denotaban satisfacción llamó la atención de ambos lacayos. —Buenos resultados, vaya. Pero, ¿por qué se detuvieron si les pedí cien puntos en el tablero? —Müller los tomó a ambos de los hombros y cuestionó con un tono de ingenuidad fingida.
—Será que Umbrella está teniendo problemas para producir balas, porque sólo nos dieron... ¿tres, cuatro cargadores para entrenar? —Scott, arrogante, replicó, al tiempo que dejaba el armamento usado sobre la mesa.
—Ah, casi lo olvidaba. Gracias por recordármelo, Harker. Me pregunto qué harían un USFU y un SETR en una situación donde se acaba la munición... —El germano respondió con la calma antes de una tormenta y salió del foco de luces para alejarse unos cuantos metros, plasmarse en su silla de nuevo y verlos a ambos con su característica expresión huraña, engullida por las sombras.
Rubio y moreno se miraron desconcertados sin decir una sola palabra, intentando predecir lo que sucedería a continuación. El que los tenía como perros encadenados se limitó a guardar un silencio del que se desprendían intenciones turbias, difusas, y sin embargo, sólo él sabía lo que ocurriría a continuación, como quien maneja las fichas en un tablero de ajedrez.
Si iban a hacer o decir algo para romper con la incomodidad de la inacción ajena, sus planes se verían frustrados por el estridente choque de las puertas contra la pared al abrirse de par en par. Un total de diez hombres con balaclavas y vestidos en indumentaria de combate entraron al lugar obedeciendo una marcha que los hacía ver aún más numerosos de lo que ya eran. Todos se plantaron imponentes frente a los dos proyectos en un aparente amague de intimidación, armados con las mismas barras tácticas extensibles que usaron en el gimnasio para separar a ambos rebeldes de su altercado. Sólo verlos les recordaría el dolor que producían aquellas armas contundentes.
Un marcador en cuenta regresiva se encendió en una de las paredes mientras que Müller aún observaba sin inmutarse. Ya a esas alturas no le era necesario explicar nada. Los hombres enmascarados rodearon al par a prueba en un círculo que los obligaría a posicionarse espaldas con espaldas si lo que querían era salir vivos de allí. —¿Es realmente necesario esto? —Preguntó en voz alta sin recibir respuesta alguna—. No creo que tenga que explicarte lo que sucederá. Cubriré la derecha —Mientras se iba quitando el cinturón del pantalón para usarlo a favor, echó un susurro sobre el hombro al único compañero con el que contaba en ese momento.
Pita un timbre y sobre ellos empiezan a llover los bastonazos de todo el personal armado. El más alto de los dos protege su cara con sus brazos y cuando encuentra su momento, embiste a uno de sus agresores para llevarlo suspendido contra el extremo más lejano del recinto. Su temeraria acción atraería la atención de varios más que, al separarse de la formación, habrían dispersado la concentración de ataques, dándole una oportunidad a Wright de encargarse de los demás.
El uniformado sometido en el suelo sentiría en su rostro el castigo de la incontrolable derecha de Scott, recubierta por la hebilla de acero de su cinturón. Más atrás llegaron los compañeros del caído para apalear al pugilista, quien no tardó en hacerse con la barra extensible de su víctima para poder defenderse de estos. Estaba tan consciente como cualquier hombre que haya estado en combates de desventaja numérica y con armas blancas o contundentes de que no saldría de allí sin un rasguño. Las heridas y dolencias empezaron a magullar su integridad antes de que se cumpliese siquiera el primer minuto en el reloj.
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Psicológicamente se ve afectado, ensimismado y encerrado en sí mismo, sólo puede apretar los puños y desear que lo ocurrido no le vuelva a suceder una vez más; dando por hecho que Müller había sido el único capaz de percatarse de su reacción. «Controlarse siempre ha sido el reto», pero ninguno de sus allegados, todos ignorantes de semejante habilidad, le facilitaba este resultado. De un momento a otro―entiéndase su estado de meditación―da con su entorno. «Cubriré la derecha», escucha tras su despertar, y casi inmediatamente entra en contexto, obligándose así mismo a reaccionar de la manera más óptima y funcional posible.
Su primera acción no es evasión, recibe un golpe en el brazo izquierdo de uno de esos bastones extensibles, dolor que reconoce perfectamente y que asocia a su última experiencia en combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, impide un daño mayor, o bien, un segundo ataque que se ve interrumpido por su antebrazo. Marcus se hace con el arma del enemigo y se la arrebata de las manos, imponiendo sobre su rival un mayor control del artefacto. Entonces arremete contra el rostro de su oponente. Por supuesto, esta acción dio como respuesta que un mayor número de hombres, consecuencia del primer ataque, abordaran al personaje con brío y sin clemencia.
La desventaja numérica afectaba no solo a Wright, sino también a su único compañero ahí presente, a lo que cabe destacar que además no tenían ningún precedente en el cual ambos fueran partícipes de un enfrentamiento en equipo. ¿Cómo saldrían bien parados de una situación así? La batalla se había dividido en dos partes, por un lado, estaba Scott intentando arrasar con su técnica y destreza, mientras que por otro estaba Marcus, perfecto ejemplo de lo efectivo que resultaba, en ocasiones, la aplicación de la fuerza bruta. Cinco hombres se le fueron encima causándole daños en los brazos y en las costillas. ¿Pero podría superarse así mismo a la vez que superaba a sus oponentes? Era la incógnita que parece prevalecer
Su primera acción no es evasión, recibe un golpe en el brazo izquierdo de uno de esos bastones extensibles, dolor que reconoce perfectamente y que asocia a su última experiencia en combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, impide un daño mayor, o bien, un segundo ataque que se ve interrumpido por su antebrazo. Marcus se hace con el arma del enemigo y se la arrebata de las manos, imponiendo sobre su rival un mayor control del artefacto. Entonces arremete contra el rostro de su oponente. Por supuesto, esta acción dio como respuesta que un mayor número de hombres, consecuencia del primer ataque, abordaran al personaje con brío y sin clemencia.
La desventaja numérica afectaba no solo a Wright, sino también a su único compañero ahí presente, a lo que cabe destacar que además no tenían ningún precedente en el cual ambos fueran partícipes de un enfrentamiento en equipo. ¿Cómo saldrían bien parados de una situación así? La batalla se había dividido en dos partes, por un lado, estaba Scott intentando arrasar con su técnica y destreza, mientras que por otro estaba Marcus, perfecto ejemplo de lo efectivo que resultaba, en ocasiones, la aplicación de la fuerza bruta. Cinco hombres se le fueron encima causándole daños en los brazos y en las costillas. ¿Pero podría superarse así mismo a la vez que superaba a sus oponentes? Era la incógnita que parece prevalecer
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La primera herida bajo los desmesurados golpes la sufrió su cabeza. Un río carmesí nacía entre su oscuro cabello para recorrer su frente y rostro, obstaculizándole incluso la visión de un ojo. Todo se empezaba a teñir de rojo y las acciones de cada participante en la contienda sólo podían escalar más y más en una enorme montaña de violencia.
La cosa no pintaba mejor y la sensación de que cada ataque le doliese más que el anterior sólo le podía indicar que su rendimiento estaba disminuyendo. Tenía que hacer algo, y pronto. Por lo que, armado con una de las barras tácticas, priorizó un método de protección que, aunque precario, le serviría para tal propósito.
Envolvió su propio antebrazo con el cinturón de cuero para absorber cada golpe con dicha extremidad y proteger su cabeza ya lo suficientemente herida como para dejarla expuesta. Amortiguaba cada peinillazo con las partes duras de su cuerpo, codos y rodillas, si es que no podía esquivarlos. Luxaba una y otra extremidad cuando sus ojos percibían que sería agarrado del cuello o de las ropas y todo con tal de escabullirse, de extender sus posibilidades un segundo más de los que se consumían en el temporizador del campo de tiro, cuyo conteo seguía descendiendo en cuenta regresiva.
En dada ocasión, incluso, agarró a uno de los operadores del cuello para tirarse de espaldas al suelo con él encima, empleándolo como una suerte de escudo humano. Al despojar la máscara de este, desnudó su identidad, una que ni pudo discernir ni tampoco le importaba.
Y cuando todos menos lo esperaron, le arrancó un trozo de la oreja de un mordisco sólo para escupir esta con un cúmulo escandaloso de sangre y disparar un grito gutural hacia su compañero.
Scott combatía de manera temeraria y al mismo tiempo se fijaba en cómo el rubio sufría igual o incluso peor que él los estridentes azotes de sus verdugos. Sabía que si se quedaban en un solo punto sin moverse, serían fiambre más rápido de lo que cabría esperar de ambos.
La cosa no pintaba mejor y la sensación de que cada ataque le doliese más que el anterior sólo le podía indicar que su rendimiento estaba disminuyendo. Tenía que hacer algo, y pronto. Por lo que, armado con una de las barras tácticas, priorizó un método de protección que, aunque precario, le serviría para tal propósito.
Envolvió su propio antebrazo con el cinturón de cuero para absorber cada golpe con dicha extremidad y proteger su cabeza ya lo suficientemente herida como para dejarla expuesta. Amortiguaba cada peinillazo con las partes duras de su cuerpo, codos y rodillas, si es que no podía esquivarlos. Luxaba una y otra extremidad cuando sus ojos percibían que sería agarrado del cuello o de las ropas y todo con tal de escabullirse, de extender sus posibilidades un segundo más de los que se consumían en el temporizador del campo de tiro, cuyo conteo seguía descendiendo en cuenta regresiva.
En dada ocasión, incluso, agarró a uno de los operadores del cuello para tirarse de espaldas al suelo con él encima, empleándolo como una suerte de escudo humano. Al despojar la máscara de este, desnudó su identidad, una que ni pudo discernir ni tampoco le importaba.
Y cuando todos menos lo esperaron, le arrancó un trozo de la oreja de un mordisco sólo para escupir esta con un cúmulo escandaloso de sangre y disparar un grito gutural hacia su compañero.
—¡¡MARCUS, MUÉVETE!!
Scott combatía de manera temeraria y al mismo tiempo se fijaba en cómo el rubio sufría igual o incluso peor que él los estridentes azotes de sus verdugos. Sabía que si se quedaban en un solo punto sin moverse, serían fiambre más rápido de lo que cabría esperar de ambos.
Una descarga de energía y adrenalina le permite someter con relativa efectividad a tres de los cinco hombres que se postran frente a él. «Empieza a entender de qué va esto», pero percibiéndose así mismo dentro de un estado de aparente vulnerabilidad le es todavía imposible erguirse sobre las intenciones de su superior. Da un leve y corto vistazo a su entorno, comprende a lo que se enfrenta e intenta analizar de manera rápida cuáles eran las opciones que se mantenían aún vigentes, pero aún así sería derribado por los agentes restantes.
«¡Marcus, muévete!» Escucha después de mantenerse unos veinte segundos tirado en el suelo. Adolorido, impone su puño izquierdo sobre la superficie e intenta apoyarse de este para así poder levantarse, al menos lo suficiente como para flexionar una de sus piernas. Es ahí cuando reacciona y golpea en la boca del estómago, con rodilla al suelo, a uno de los dos soldados ubicados al frente. Lo obliga a flexionarse lo suficiente como para nivelar la ubicación de su cabeza con la de él, momento que aprovecha para rematar con un golpe de aquel bastón extensible que carga en su mano derecha sobre la mejilla izquierda de su oponente. Por consecuente: observa como un par de dientes y algo de sangre salen salpicando en dirección opuesta al punto de impacto, pero al mismo tiempo siente la sólida estructura de aquel metal ligero golpeando la zona baja de su cuerpo. Sin embargo, hacía falta un mínimo de dos sujetos para derribarlo, por lo que se toma el tiempo, y ahora estando molesto, para ponerse de pie, girarse en dirección a su rival (mirándolo desde arriba) para así otorgarle un sonoro y fuerte golpe entorno a su cuello.
Inmediatamente observa como el resto de los agentes empiezan a llegar hasta él a máxima velocidad, pues aquellos soldados que logró derrotar parecían haberse duplicado en número con tal de poder someterlo. Entonces, dando por hecho que iba a ser derrotado, retó a sus contrincantes; consciente de que estaba rodeado por todos ellos, a que al menos uno tomara la iniciativa y fuera a por él en solitario. Por supuesto, no tuvo chance alguna ante semejante desigualdad numérica, e ignorante de lo que le estaba sucediendo a su compañero sólo pudo sentir un último golpe antes de chocar la cabeza contra el piso.
«¡Marcus, muévete!» Escucha después de mantenerse unos veinte segundos tirado en el suelo. Adolorido, impone su puño izquierdo sobre la superficie e intenta apoyarse de este para así poder levantarse, al menos lo suficiente como para flexionar una de sus piernas. Es ahí cuando reacciona y golpea en la boca del estómago, con rodilla al suelo, a uno de los dos soldados ubicados al frente. Lo obliga a flexionarse lo suficiente como para nivelar la ubicación de su cabeza con la de él, momento que aprovecha para rematar con un golpe de aquel bastón extensible que carga en su mano derecha sobre la mejilla izquierda de su oponente. Por consecuente: observa como un par de dientes y algo de sangre salen salpicando en dirección opuesta al punto de impacto, pero al mismo tiempo siente la sólida estructura de aquel metal ligero golpeando la zona baja de su cuerpo. Sin embargo, hacía falta un mínimo de dos sujetos para derribarlo, por lo que se toma el tiempo, y ahora estando molesto, para ponerse de pie, girarse en dirección a su rival (mirándolo desde arriba) para así otorgarle un sonoro y fuerte golpe entorno a su cuello.
Inmediatamente observa como el resto de los agentes empiezan a llegar hasta él a máxima velocidad, pues aquellos soldados que logró derrotar parecían haberse duplicado en número con tal de poder someterlo. Entonces, dando por hecho que iba a ser derrotado, retó a sus contrincantes; consciente de que estaba rodeado por todos ellos, a que al menos uno tomara la iniciativa y fuera a por él en solitario. Por supuesto, no tuvo chance alguna ante semejante desigualdad numérica, e ignorante de lo que le estaba sucediendo a su compañero sólo pudo sentir un último golpe antes de chocar la cabeza contra el piso.
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Los hombres con identidades disfrazadas no parecen tener clemencia en cumplir su misión. Scott no guardaba ningún resentimiento contra ellos, desde luego. Sólo el éxtasis de querer devolverles el favor en el momento. Y esperaba que fuese recíproco con aquél tipo que ahora había perdido parte de la oreja para siempre a consecuencia de aquella acción suya.
Por la intensidad aumentada con la que seguían castigándole físicamente, no parecía que fuese a ser así como deseaba y sin resentimiento. Era todo lo contrario.
Topetazo tras topetazo, consiguen ir mitigando la voluntad y fiereza que Müller había querido encender en el polígono, los corazones ardientes y salvajes de aquellos dos, tal y como presenció aquél día en el gimnasio desde un cuarto de vigilancia, a través de las cámaras y sin intervenir a propósito.
Y es que precisamente, entre los recuerdos de aquél día que Wright y Harker podían ver ahora revividos bajo la estridente lluvia de acero que le molían músculos y huesos, uno particularmente claro y conciso cristalizó en la escena. Aquello fue la presencia repentina e inesperada de Biden, quien al igual que Müller, iba escoltado por dos soldados armados, aunque estos correspondiesen a su división del USS.
—Biden, querido —Se para y saluda el alemán al más joven con un abrazo que los apalizados, confundidos, apenas podían ver entre los golpes que sobre ellos continuaban sin cesar—. Aún recuerdo cuando eras sólo un holgazán que correteaba muchachitas de un lado a otro.
—Me viste crecer. Fuiste mi padrino de bautizo y eres un viejo amigo de la generación de mis padres —Él lo recibe con una pasividad y aceptación que no dejaba de sorprender tras el último encontronazo que habían tenido.
Adler sonrió, alzó la mano y los enmascarados detuvieron sus desalmadas acciones para darles un respiro a Marcus y Scott y colocar de rodillas, de cara a su superior. Otro par de ellos se pusieron a llevar a los inhabilitados por los proyectos a la enfermería, permitiendo entrever al recién llegado Biden que habían dado una batalla fiera antes de caer.
—¿Qué...? —Intentaba mantener el ojo derecho abierto para asimilar lo que veía, mientras que el otro lo tenía hinchado y cubierto por la sangre que seguía bajando de su cabeza—. P-pero, Müller... ¿Este tipo no nos quería entregar y te quería delatar a ti? —El moreno empezaba a ver lo que estaba pasando, casi olía las intenciones detrás de aquella nueva unión que se le hacia repulsiva.
—¿No te dieron suficientes palazos, Harker? —Respondía con una sonrisa más cargada de ínfulas que de felicidad—. Le prometí a los padres de Daniel que cuidaría de él. A veces debo corregirlo, es cierto, pero ha llegado a donde está por mérito propio —Dedicó una mirada de aparente complicidad a Biden, a quien aún rodeaba amistosamente con un brazo—. Y debo admitir, además, que mi intervención por ustedes me puso en una posición claramente inmoral. Yo estoy aquí para hacer lo mejor para la compañía, no para perjudicarla. Hace tiempo que perdí la esperanza con Marcus, y no tengo la energía ni el tiempo para darte una oportunidad a ti. Daniel Biden, próximo jefe de la división USS, se hará cargo de ustedes.
Al oír aquello, bajó la cabeza, ensombreciéndose su expresión. Casi se podían oír sus dientes rechinando de rabia, cuando repentinamente alzó la voz. —¿¡Y tú!? ¿¡No vas a decir una mierda al respecto!? —Dirigió a Marcus, quien estaba al lado suyo.
Por la intensidad aumentada con la que seguían castigándole físicamente, no parecía que fuese a ser así como deseaba y sin resentimiento. Era todo lo contrario.
Topetazo tras topetazo, consiguen ir mitigando la voluntad y fiereza que Müller había querido encender en el polígono, los corazones ardientes y salvajes de aquellos dos, tal y como presenció aquél día en el gimnasio desde un cuarto de vigilancia, a través de las cámaras y sin intervenir a propósito.
Y es que precisamente, entre los recuerdos de aquél día que Wright y Harker podían ver ahora revividos bajo la estridente lluvia de acero que le molían músculos y huesos, uno particularmente claro y conciso cristalizó en la escena. Aquello fue la presencia repentina e inesperada de Biden, quien al igual que Müller, iba escoltado por dos soldados armados, aunque estos correspondiesen a su división del USS.
—Biden, querido —Se para y saluda el alemán al más joven con un abrazo que los apalizados, confundidos, apenas podían ver entre los golpes que sobre ellos continuaban sin cesar—. Aún recuerdo cuando eras sólo un holgazán que correteaba muchachitas de un lado a otro.
—Me viste crecer. Fuiste mi padrino de bautizo y eres un viejo amigo de la generación de mis padres —Él lo recibe con una pasividad y aceptación que no dejaba de sorprender tras el último encontronazo que habían tenido.
Adler sonrió, alzó la mano y los enmascarados detuvieron sus desalmadas acciones para darles un respiro a Marcus y Scott y colocar de rodillas, de cara a su superior. Otro par de ellos se pusieron a llevar a los inhabilitados por los proyectos a la enfermería, permitiendo entrever al recién llegado Biden que habían dado una batalla fiera antes de caer.
—¿Qué...? —Intentaba mantener el ojo derecho abierto para asimilar lo que veía, mientras que el otro lo tenía hinchado y cubierto por la sangre que seguía bajando de su cabeza—. P-pero, Müller... ¿Este tipo no nos quería entregar y te quería delatar a ti? —El moreno empezaba a ver lo que estaba pasando, casi olía las intenciones detrás de aquella nueva unión que se le hacia repulsiva.
—¿No te dieron suficientes palazos, Harker? —Respondía con una sonrisa más cargada de ínfulas que de felicidad—. Le prometí a los padres de Daniel que cuidaría de él. A veces debo corregirlo, es cierto, pero ha llegado a donde está por mérito propio —Dedicó una mirada de aparente complicidad a Biden, a quien aún rodeaba amistosamente con un brazo—. Y debo admitir, además, que mi intervención por ustedes me puso en una posición claramente inmoral. Yo estoy aquí para hacer lo mejor para la compañía, no para perjudicarla. Hace tiempo que perdí la esperanza con Marcus, y no tengo la energía ni el tiempo para darte una oportunidad a ti. Daniel Biden, próximo jefe de la división USS, se hará cargo de ustedes.
Al oír aquello, bajó la cabeza, ensombreciéndose su expresión. Casi se podían oír sus dientes rechinando de rabia, cuando repentinamente alzó la voz. —¿¡Y tú!? ¿¡No vas a decir una mierda al respecto!? —Dirigió a Marcus, quien estaba al lado suyo.
Cansado y adolorido, el rebelde, cabizbajo por haber recibido semejante paliza, escucha la conversación a desgana; producto de su poca elocuencia e indiferencia hacia las acciones de su actual dirigente, quien, a su vez, siendo también un caudillo y pilar principal de escuadrón, demuestra su falsa postura en pro al beneficio propio. No era la primera vez que Müller, reconocido como un jugador sucio; incluso entre simpatizantes, traicionaba la voluntad de distintos miembros de la empresa; selección categórica con la cual tomar partido durante su escalado hacia el poder. Por lo que indiscutiblemente, y con mucho pesar de por medio, la culpa recaía única y exclusivamente sobre sus seguidores, quienes, ignorantes del peligro interno, no alcanzaron a predecir los movimientos de su victimario.
—Él no dirá nada. ¿Cierto Marcus? —expresa Müller al acercarse—Es la principal diferencia entre ustedes dos. Tú solo sigues mariposas como una marica, mientras que él es adicto a fuertes dosis de realidad. En fin. ¿Quién diría que el gran Scott Harker caería en la misma jugarreta dos veces consecutivas? —dice mientras soba su cabeza; señalando que para él no era más que un simple juguete con el cual divertirse— Quizá sea obra del destino. En cuyo caso, deja en evidencia que tú no estás hecho para este trabajo.
—Bien, bien, bien… —escala entre tonos mientras finaliza con algunos aplausos— Creo que ya es hora de ponernos en marcha. ¿No? —les comunica el agente Biden antes de dar un pequeño informativo— Ustedes dos, par de imbéciles, irán a ocupar las celdas de la planta treinta y tres a partir de ahora. He reservado dos sitios exclusivamente para ustedes, sé que les va a encantar. Han hecho mucho para merecerlas y me alegra ser yo quien se las entregue.
Marcus, más agotado que cualquier otra cosa, todavía sufre las consecuencias de ese último golpe contra su cuello, dolencias leves, compartidas por todo el cuerpo, que por alguna razón lo colocaban en un estado somnoliento y fuera de sí. Por consiguiente, entre ojos medio cerrados miró a Müller compartir con Biden una tenue sonrisa. El primero, tan sagaz como siempre, aparta la vista antes de encender un cigarrillo en señal de finalización. Una costumbre extraña que tenía, fumar en medio de cada evento, inicio o final, desenlace y postdesarrollo. En fin. Incluso las grandes mentes, o al menos la de este estratega, tendían a compartir con el público sus propias peculiaridades.
Sin embargo, y frente a todos ahí presentes, el mismo se encarga de ganar tiempo abriendo una discusión con su compañero de armas, aunque en realidad parecía más un mensaje subliminal dirigido hacia los dos proyectos que arrodillados atestiguan el siguiente evento. —Por supuesto, hay que enseñar quién manda—comunica antes de darse el lujo de una segunda fumada. Por su lado, un Biden aún sonriente, emocionado por el cumplimiento de una meta personal; arrestar a ambos individuos, siente un choque eléctrico recorrer por su cuerpo previo al colapso.
—Levántenlos—expresa durante una sensación de mareo intenso. Se muestra confuso y empieza tambalearse en el mismo lugar en el que yace de pie, como si no tuviera dirección o control sobre sus piernas. Entonces, y esto último lo hace mirando a Müller como si de algo fuera responsable, Biden se derrumba de cara al suelo y con la boca expulsando grandes cantidades de espuma. Suceso que deja a todos atónitos y con un profundo desconcierto.
Müller, quien reposa al costado izquierdo del cuerpo de Biden y con un cigarro en la boca, exhala el humo de sus pulmones al mismo tiempo en el que exclama; y esto para los miembros de la USS, que por favor atendieran al sujeto y lo llevaran a la enfermería cuanto antes, aunque no parecía mostrar sorpresa ni mayor inquietud que la que todos ahí presentaban. Fue cuando Marcus cerró los ojos para descansar un momento, esbozando una pequeña sonrisa capaz de demostrar su gracia ante semejante situación. ¿Pero exactamente qué había sucedido?
—Él no dirá nada. ¿Cierto Marcus? —expresa Müller al acercarse—Es la principal diferencia entre ustedes dos. Tú solo sigues mariposas como una marica, mientras que él es adicto a fuertes dosis de realidad. En fin. ¿Quién diría que el gran Scott Harker caería en la misma jugarreta dos veces consecutivas? —dice mientras soba su cabeza; señalando que para él no era más que un simple juguete con el cual divertirse— Quizá sea obra del destino. En cuyo caso, deja en evidencia que tú no estás hecho para este trabajo.
—Bien, bien, bien… —escala entre tonos mientras finaliza con algunos aplausos— Creo que ya es hora de ponernos en marcha. ¿No? —les comunica el agente Biden antes de dar un pequeño informativo— Ustedes dos, par de imbéciles, irán a ocupar las celdas de la planta treinta y tres a partir de ahora. He reservado dos sitios exclusivamente para ustedes, sé que les va a encantar. Han hecho mucho para merecerlas y me alegra ser yo quien se las entregue.
Marcus, más agotado que cualquier otra cosa, todavía sufre las consecuencias de ese último golpe contra su cuello, dolencias leves, compartidas por todo el cuerpo, que por alguna razón lo colocaban en un estado somnoliento y fuera de sí. Por consiguiente, entre ojos medio cerrados miró a Müller compartir con Biden una tenue sonrisa. El primero, tan sagaz como siempre, aparta la vista antes de encender un cigarrillo en señal de finalización. Una costumbre extraña que tenía, fumar en medio de cada evento, inicio o final, desenlace y postdesarrollo. En fin. Incluso las grandes mentes, o al menos la de este estratega, tendían a compartir con el público sus propias peculiaridades.
Sin embargo, y frente a todos ahí presentes, el mismo se encarga de ganar tiempo abriendo una discusión con su compañero de armas, aunque en realidad parecía más un mensaje subliminal dirigido hacia los dos proyectos que arrodillados atestiguan el siguiente evento. —Por supuesto, hay que enseñar quién manda—comunica antes de darse el lujo de una segunda fumada. Por su lado, un Biden aún sonriente, emocionado por el cumplimiento de una meta personal; arrestar a ambos individuos, siente un choque eléctrico recorrer por su cuerpo previo al colapso.
—Levántenlos—expresa durante una sensación de mareo intenso. Se muestra confuso y empieza tambalearse en el mismo lugar en el que yace de pie, como si no tuviera dirección o control sobre sus piernas. Entonces, y esto último lo hace mirando a Müller como si de algo fuera responsable, Biden se derrumba de cara al suelo y con la boca expulsando grandes cantidades de espuma. Suceso que deja a todos atónitos y con un profundo desconcierto.
Müller, quien reposa al costado izquierdo del cuerpo de Biden y con un cigarro en la boca, exhala el humo de sus pulmones al mismo tiempo en el que exclama; y esto para los miembros de la USS, que por favor atendieran al sujeto y lo llevaran a la enfermería cuanto antes, aunque no parecía mostrar sorpresa ni mayor inquietud que la que todos ahí presentaban. Fue cuando Marcus cerró los ojos para descansar un momento, esbozando una pequeña sonrisa capaz de demostrar su gracia ante semejante situación. ¿Pero exactamente qué había sucedido?
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