Retazos del pasado

Kyle Hyde

Hacía ya bastante tiempo de que Kyle se topara con aquel hombre tan amable. Desde luego ya no quedaba demasiada gente por el mundo así. Le había ayudado sin pedir nada a cambio y esas cosas hacían que el hombre comenzara a plantearse ciertos temas. Cuando murió su familia Hyde se dijo que tal vez seguir con vida sería su castigo, ayudar a otros y vivir con el recuerdo su cruz. Conforme empezó a encontrarse con gente desagradable, ladrones, saqueadores... Él comenzó a desconfiar de la gente y entonces se olvidó de su objetivo.

Kyle había estado sobreviviendo como podía, siguiendo una rutina aplastante. Día tras día casi sin saber ni lo que hacía. Se despertaba, comía alguna chocolatina rancia, salía de su refugio improvisado, se movía con cautela por alguna zona plagada de no muertos, recogía provisiones y regresaba a su refugio para pasar así otro y otro día más. Las únicas pequeñas variantes en esta fórmula, era que en los últimos días había estado moviéndose de un lugar a otro. Quería encontrar otros sitios con más provisiones. Sus pasos, alternados con la ayuda de algún que otro vehículo, lo habían llevado hasta Canadá, donde pasó una semana o así por un pueblo. Luego de eso decidió viajar de nuevo hacia el sur, pero paró en Portal. Una ciudad fronteriza con su país.

Serían las diez de la noche aproximadamente cuando se cubrió con su vieja manta. Había encontrado un apartamento en el norte de la ciudad. Había ascendido a la planta alta y se había refugiado en su interior. Allí había una buena cama. Quitó las sábanas que estaban llenas de insectos, despejó el colchón y se tumbó allí mismo.

Acostumbrado a no hacer nada, aquella noche Kyle decidió distraerse. En el apartamento había una enorme colección de cómics. Tal vez dirían que era muy mayor para estos o que había perdido el interés de todas esas cosas. Pero de joven, cuando había tenido más tiempo libre, él había sido muy aficionado a ellos. Ahora se sorprendió al darse cuenta de que le entretenía la lectura. Eran clásicos y como todos los clásicos, no tenían fecha de caducidad. Por decirlo de alguna forma.

¿Quién le iba a decir que tan sencillo gesto pondría su vida en peligro? Solo bastó con la débil luz de la lámpara de gas para atraerlos. Corrían veloces por los tejados, sigilosos como sombras en la noche. Gracias a aquella luz supieron de él. Hyde pasaba la página de la historia cuando una de las ventanas del apartamento estalló en mil pedazos.

El hombre, que no entendía lo que acababa de pasar, se lanzó a por su machete y se puso en pie. Allí no había nada. Su corazón latía con fuerza en el interior de su pecho. Las temperaturas eran muy bajas, pero aún así, por culpa de aquella inquietud, Kyle comenzó a sentir como el sudor caía sobre su frente. No lo apartó, se concentró en aquella ventana, no se podía haber roto sola.

Un chillido de lo más desagradable resonó en el lugar repentinamente, acompañado de una especie de látigo que entraba veloz por la ventana. Kyle agitó el machete en el aire y cortó de un solo golpe el extremo final. Un segundo chillido más desagradable hizo eco a aquel gesto. Una horrible criatura se lanzó desde el exterior a por Hyde. El hombre se giró hacia un lado y saltó por la ventana cayendo sobre el balcón de la escalera de incendios.

Se dejó lo poco que tenía allí, pero su vida ahora era más importante. El hombre trepó veloz por la escalera de incendios hacia la azotea. Echó a correr hacia el borde del edificio. Escuchaba como aquel ser lo perseguía y no lo pensó. Saltó al tejado del edificio colindante. Sin cesar en aquella carrera fue directo hacia la escalera que bajaba por un lateral de aquel edificio. Comenzó a descender por esta. Solo buscaba huir de aquel ser, pero le pisaba los talones. Reptaba por las paredes en su búsqueda. Y atacó en la lejanía. Comprendió entonces que aquello que vio antes no era un látigo, sino la mismísima lengua de aquella criatura tan horrible. Cuando sus pies tocaron el balcón de hierro trató de abrir la ventana que daba al interior del edificio. Se apartó bruscamente cuando esta fue destrozada por la lengua del ser que atacaba desde una lejanía prudente. Kyle al moverse hacia aquel lado para evitar el ataque chocó contra la barandilla perdiendo el equilibrio. La caída fue inevitable y quedó colgando literalmente de los barrotes del balcón. En eso se fijó en aquel monstruo tan horrible, era como si fuera consciente de todo aquello, pues ahora corría en su dirección. El hombre trataba de subir o de alcanzar el machete que había quedado en el suelo del balcón, pero no era capaz de hacer ni una cosa ni otra y entonces pensó que tal vez fuera aquel su tan esperado final.

El sonido del disparo lo sacó de aquel estado de histeria. Unos hombres, ataviados con uniformes del ejército avanzaban por la azotea acribillando a la criatura. Hyde se cubrió con ambas manos dejando que ellos se encargasen, sin saber muy bien quiénes eran o qué hacían allí. Cuando el fuego cesó, él alzó la mirada, uno de ellos se acercaba y le ofrecía su mano para ayudarlo a ponerse en pie. Solo vio la bandera estadounidense brillar en su pecho.