Una luz que se apagó [Alice S.]

Soleado - 12 º C - California - 02 de mayo de 2016 - B.S.O.

Carmen fue velozmente a por sus cosas, no se fiaba después de lo que habían escuchado. ¿Disparos? Eso quería decir que había gente cerca. Capi la seguía cauteloso, se sacudía de vez en cuando y se quedaba muy quieto como tratando de prestar atención al más mínimo ruido. Alice había ido en la dirección de los ruidos. Pero se desviaron cuando ella fue a recoger las botas y la mochila.

Tiritaba, la temperatura era templada, más bien fría, pero ir chorreando no ayudaba a nada. Una vez que tuvo las botas puestas y que se colgó la mochila al hombro, Carmen salió corriendo en dirección a Alice, seguida Capi que se aguantaba las ganas de correr más por no adelantarla.

— No se ha vuelto a escuchar nada, ¿será tarde? — observó el bosque, los árboles y como se perdía el horizonte entre la frondosa vegetación. Nada fuera de lo normal, de hecho no se observaba ni un solo zombie.

— ¿Sería esta dirección? — añadió. Su rostro era serio, miró a su alrededor, el lago que quedaba atrás, los bosques en la costa contraria... el eco en aquel lugar era tal, que posiblemente el ruido no viniese de hacia donde habían ido, por mucho que cualquiera pudiera escucharlo. Silencio. Ese silencio tampoco ayudaba ahora a localizar el lugar de procedencia.

Carmen se agachó junto a Capi y acarició su rostro.

— Buen chico — le decía mientras rascaba detrás de sus orejas. — Alice, Capi y yo nos vamos a ir, esto no nos interesa — no había tardado mucho en decidirlo. Ya que... por mucho que su sentido del deber aún le pesara... se había jugado demasiadas veces el culo como para seguir apostando por la gente. Y aunque se sentía culpable e incluso hasta cobarde ya había tomado una decisión. Se puso en pie. — Esto no me gusta y debo hacer más caso a mi intuición — explicó. — Espero que te vaya bien — dijo a modo de despedida. Con un suave silbido le indicó a Capi que debía seguirla.

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Carmen se detuvo un instante y se giró hacia Alice. La observó allí tiritando, Capi se acercó a ella y le olisqueó los pies. ¿Se fiaba de la opinión del perro? Así era, y él se mostró tranquilo, hasta algo alegre moviendo la cola.

— Pues... — empezó a decir. Pero no siguió, escuchó sus palabras con atención y pensó con calma si aquello le parecía buena idea o no. Y aunque al principio se había mostrado recelosa con la situación que envolvía a la mujer, al final asintió. — Está bien — volvió en la dirección de Alice para ir hacia la barca. Aseguró las correas de su mochila entorno a la cintura y se dirigió hacia la orilla.

— ¿Tú te fías? — le susurró solo al perro y en español. Capi avanzaba a su lado como si nada. — Oh está bien, pero como pase algo será culpa tuya — añadió en voz muy baja, solo para él, como si de verdad mantuvieran una conversación y además en español, para asegurarse de que la morena no se enteraba.

— Soy de España, estaba aquí de viaje cuando empezó toda esta mierda — fue explicando hasta que llegó a la orilla. Se agachó sobre la barca y dejó caer sus cosas dentro. Cuando pensó en la idea de la chimenea que Alice le había prometido tiritó hasta con más fuerza. — Voy a empujarla un poco y nos subimos — y así hizo. Le dio la señal a Capi para que subiera, el perro lo hizo de un salto y sin mojarse. Carmen trató de hacer lo mismo y más o menos lo hizo. Estiró su mano a la morena para ayudarla. De reojo observó la pequeña isla, lo cierto era que se trataba de un lugar seguro en el que refugiarse. ¿Qué zombies llegarían hasta allí? ¿los de las profundidades del lago...? Y una pinzad de preocupación la invadió al imaginarse decenas de cuerpos putrefactos por el agua y el paso del tiempo, ascender por las orillas.

— ¿Tú eras de por aquí? — añadió al rato, cuando ya empezaba a remar.

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Para Carmen su hogar seguía intacto. Por eso no había regresado a España, aunque muchas veces se lo había planteado. ¿Qué encontraría a parte de caos y destrucción? Por ello no regresaba, ¿para qué? Estaba bien recordarlo como era en antaño, y creer que todo seguía igual y que simplemente estaba atrapada en una pesadilla de la que no podía salir.

— Eso parece, tampoco les sirvió de mucho — suspiró. Cuando llegaron a la casa, Capi se acomodó al ver que ellas parecían organizarse. — ¿Pruebo yo? — se fue acercando poco a poco. No quedaban muchas cerillas y sus manos temblaban a causa del frío. Les iba a costar entrar en calor, de hecho, menos mal que había decidido quedarse con Alice. Porque se hubiera arrepentido, esperaba no acabar haciéndolo.

— Ojalá tener un mechero... siento que el destino está en mis manos — rio en silencio. Sujetó las cerillas y con mucho cuidado tomó una, la cual arrastró por el lateral de la caja, el fuego se encendió y con mucho tacto acercó la cerilla a unos papeles que había colocado bajo los troncos para encenderlos. Estos empezaron a consumirse por las llamas, creando un fuego que empezó a rodear los troncos y poco a poco parecía cobrar vida todo.

— Menos mal, mira Capi, parece que estaremos a gusto durante un rato — se acercó al animal para acariciarlo, el pobre estaba chorreando también.

— Voy a intentar secarlo también, ¿no habrá ropa por ahí que...? No sé si me queda algo en mi mochila — Carmen se puso a frotar a Capi con la toalla, el perro se mostraba contento porque era como si lo estuviese acariciando mucho y eso a él le fascinaba. Luego se acercó a su mochila para sacar sus cosas y buscar algo de ropa limpia, pero solo le quedaba una sudadera, aprovechó para quitarse la parte de arriba mojada y cambiarse por esa, aunque estaba aún congelada fue un gran alivio.

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Carmen trató de secar a conciencia a Capi y de hecho más o menos lo consiguió.

— Igual subo ahora y echo un vistazo yo, si no te importa — había comentado mientras frotaba con la toalla al perro. — Quédate ahí quieto — le ordenó. Había un sitio delante del fuego para que Capi terminara de secarse y entrara en calor, estaría bien allí. Cuando se puso en pie y se giró se encontró con que Alice se había quedado dormida y por ello no dijo nada más, la dejaría dormir.

Con mucho sigilo la mujer comenzó a caminar en dirección a las escaleras para ascender a la planta superior. La mujer le había explicado que no había revisado aquella zona bien. Carmen comenzó a subir las escaleras poco a poco, sentía bajo sus pies el crujir de la madera y trataba de no apoyar demasiado peso por si el suelo cedía bajo sus pies. Además de que tampoco deseaba hacer mucho ruido.

— Que poca confianza me da esto — susurró en español. Al llegar a la siguiente planta se encontró con un largo pasillo empapelado. Se sorprendió al ver al final de este una cuerda que colgaba del techo. Por lo que había un desván. — Que poquito me gusta a mi eso... — volvió a hablar en español.

Una vez arriba observó bien el pasillo, era largo y ancho, con ventanas a cada extremo. El papel pintado era muy bonito. Se notaba que los dueños de aquella casa habían tenido dinero en anterioridad. Desde su posición no lo veía muy bien, pero el pasillo parecía girar al final a la derecha. Las puertas en los laterales estaban todas cerradas.

— Menuda lotería — según le había explicado Alice, había encontrado a la familia muerta, ¿pero podría haber algún peligro más en aquella casa? Se acercó a la primera habitación y cuando acercó la mano al pomo de la puerta notó una presencia. Se giró rápidamente para ver a Capi a su lado y aunque tardó dos segundos en comprender que Capi era Capi y no una criatura horrible, el micro susto se lo llevó igualmente. Él estaba muy tranquilo allí sentado y la observaba con sus ojos curiosos.

— ¡Me has asustado! — exclamó. — Te dije que te esperaras abajo — respiró hondo y giró el pomo de la puerta. Allí descubrió una bonita habitación de niña. Colores rosas, beige... era muy bonita. Contaba hasta con su propio baño privado. Carmen estuvo revisando para tratar de encontrar algo que le sirviera. Había un paquete de guantes en el baño que estaban sin abrir, jabón, vendas y... ¡Mantequilla de cacachuete!

— A alguien le gustaba mucho el dulce — tres tarros escondidos en el armario. Se los llevó todos.