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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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El chiste es encontrarnos ahora #Max A. Walcott
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24 horas antes de su muerte.
Conducir otro coche que no fuera el mío se me hacía raro, pero ahí estaba yo llevando aquel toyota para que Bécker pudiera descansar algo. No es que me hiciera demasiada ilusión conducir aquel coche que me resultaba algo más complicado que el mío, que era mucho más simple, este tenía más cosas que sin duda serían para hacer más sencilla la conducción, pero yo que ni tenía el carnet de conducir se me hacía raro llevar aquel vehículo más moderno que el impala. Incluso tenía cierto temor o respeto por si la acababa liando, pero no. El camino seguía siendo más fácil conforme avanzaba y le iba terminando de pillar el truquillo, Mathías estaba detrás ligeramente dormido igual que su dueño. Anna a mi lado completamente roque y Katherine, su hermana al otro lado de Mathias, el perro.
Había accedido a dejar el impala porque no teníamos gasolina, Bécker prometió llevarme hasta alguna gasolinera, hacernos con combustible y volver hasta el impala que se había quedado en aquella otra gasolinera. Por si acaso recogimos muchas de mis cosas que acabaron en el coche de Bécker, básicamente mis armas y algunas otras que me resultaban importantes para mi. Mientras conducía me llevé una mano, la libre, al cuello y acaricié con las yemas de mis dedos el ankh que J me regaló hacía ya mucho tiempo. Recuerdo que me dijo algo así como: Simboliza la vida y quiero que te de mucha suerte. Sin duda el que fue mi mejor amigo en Inglaterra, cada vez que le recordaba sentía ganas de llorar, cuando murió su hermano supe que él acabaría muriendo de pena y poco a poco así fue... Estaba completamente colgada de aquel chico, era algo exagerado y nunca llegué a decirle nada por miedo a que se volviera violento más tarde y cuando murió me sentí destrozada. Desde entonces nunca me había quitado aquel collar, no es que creyera que me diera mucha suerte, pero... Seguía viva, había sobrevivido al fin del mundo, me había acompañado desde entonces, así que... Algo de suerte daría.
Empezaba a anochecer cuando a lo lejos empezaba a distinguir un edificio, no muy grande y contaba con un letrero que anunciaba que se trataba de un bar de carretera. — ¡Menos mal! — exclamé de golpe sin alzar demasiado la voz. Aunque logré que Mathias se levantase y asomase su peluda cabeza por entre los dos asientos, me volví apenas unos segundos hacia él, medio sonriendo al ver como él miraba hacia el frente con la lengua fuera. Vaya perro... Bueno supongo que como todos, me hacía gracia.
— Mira Mathy Mathy, ahí podremos descansar, no tengo ganas de seguir conduciendo, ¿qué te parece a ti? — le pregunté al animal mientras que ni se inmutaba y aparcaba el coche justo en la entrada del bar, para entonces salir y estirar las piernas. No se veía nada desde las ventanas. Entonces pude ver que no sólo se trataba de un bar si no que era una especie de motel también. Aunque decía: Hotel Dusk.
Como si nada me volví hacia la puerta del copiloto, que abrí con tranquilidad, Bécker seguía completamente dormido. Vaya sueño y concentración coño... Miré al perro en el asiento trasero y sonreí con malicia al par que me acercaba a Bécker...
— ¡¡¡¡DEEEEESPIIIIIERRRTAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!! — grité con todas mis fuerzas en su oído para seguidamente romper a reír a carcajadas.
No memories, no pain, no life...
Habían sido sin duda unos días difíciles, muy difíciles. Aquel a quien quería como un padre acababa de morir, además había descubierto que su madre le engañaba y que ahora nunca podría pedir explicaciones o al menos arreglar esas mentiras y olvidarlas. No, el joven de apenas dieciocho años de edad tendría que convivir con todo aquello hasta que llegase su fin.
Logró sobrevivir más días solo de los que se había llegado a imaginar. Se escondía en casas a las afueras de las ciudades, nunca se acercaba a estas y mucho menos a las grandes, era precavido y siempre miraba antes de salir, como si fuera a venir un coche. En realidad siempre iba atento y aquella actitud parecía ser la que le había mantenido a salvo en los siguientes días. Estaba un poco cansado de todo aquello, sí, pero era eso o morir, tenía miedo, seguía siendo un crío, ¿a quién pretendía engañar? A nadie, Max sabía que estaba teniendo demasiada suerte, ya había aguantado con vida más de un año y ahora incluso él solo ya una semana o dos, se perdía la noción del tiempo en aquel nuevo mundo. A saber, no recordaba ya cuantos días habían pasado desde que perdió a Hugo, pero se le hacían eternos.
Había conseguido armas nuevas y ahora caminaba con ellas por medio de una carretera, el sol estaba en lo alto del cielo y Max caminaba con una gorra echada a la cabeza, su vieja mochila del instituto cargada de sus cosas y sus nuevas adquisiciones, el viejo bate y la ballesta, cargada ya con una flecha por si era necesario, Max no tenía muy buena puntería pero con aquella cosa se sentía más seguro. Siguió avanzando en dirección de una estación de servicio, parecía haber un bar de carretera y un motel, tal vez pudiera encontrar algo allí, por lo que no le dio muchas vueltas y acabó en el bar primero, entrando con sigilo, la puerta se abrió como si nada y descubrió un local iluminado, sucio y lo principal limpio de mordedores.
Pasó una media hora cuando el joven se despertó de golpe al escuchar ruidos, ¿un vehículo? Pero como estaba tan adormilado no le dio ninguna importancia, hasta que de golpe escuchó el grito, Max asustado se levantó casi de un salto. Estirando su brazo para poder coger la ballesta con la que se encaminó a una de las ventanas, se asomó y pudo ver a una chica rubia al lado de la puerta de un todoterreno, riendo abiertamente tras aquel grito, distinguió un perro con ella, en ese lado del coche había un tipo aunque no llegó a distinguirlo demasiado bien, aún así Max armado con su ballesta decidió salir fuera, abriendo con lentitud la puerta.
- ¡No disparéis!, estoy vivo, yo... Escuché ruidos y os vi, me llamo Max - sin dar muchas vueltas pensó que podría salir así, aquellos dos no les parecía los típicos desvalijadores, si no los típicos supervivientes, al igual que él. Tal vez había sido un imprudente, pero él era así, con Hugo había tenido la suerte de no toparse con mala gente y ahora solo... aunque no lo reconociera no quería seguir sin nadie.
Estaba algo nervioso y alterado, era normal. Asustado más bien, también comprensible.
Logró sobrevivir más días solo de los que se había llegado a imaginar. Se escondía en casas a las afueras de las ciudades, nunca se acercaba a estas y mucho menos a las grandes, era precavido y siempre miraba antes de salir, como si fuera a venir un coche. En realidad siempre iba atento y aquella actitud parecía ser la que le había mantenido a salvo en los siguientes días. Estaba un poco cansado de todo aquello, sí, pero era eso o morir, tenía miedo, seguía siendo un crío, ¿a quién pretendía engañar? A nadie, Max sabía que estaba teniendo demasiada suerte, ya había aguantado con vida más de un año y ahora incluso él solo ya una semana o dos, se perdía la noción del tiempo en aquel nuevo mundo. A saber, no recordaba ya cuantos días habían pasado desde que perdió a Hugo, pero se le hacían eternos.
Había conseguido armas nuevas y ahora caminaba con ellas por medio de una carretera, el sol estaba en lo alto del cielo y Max caminaba con una gorra echada a la cabeza, su vieja mochila del instituto cargada de sus cosas y sus nuevas adquisiciones, el viejo bate y la ballesta, cargada ya con una flecha por si era necesario, Max no tenía muy buena puntería pero con aquella cosa se sentía más seguro. Siguió avanzando en dirección de una estación de servicio, parecía haber un bar de carretera y un motel, tal vez pudiera encontrar algo allí, por lo que no le dio muchas vueltas y acabó en el bar primero, entrando con sigilo, la puerta se abrió como si nada y descubrió un local iluminado, sucio y lo principal limpio de mordedores.
Pasó una media hora cuando el joven se despertó de golpe al escuchar ruidos, ¿un vehículo? Pero como estaba tan adormilado no le dio ninguna importancia, hasta que de golpe escuchó el grito, Max asustado se levantó casi de un salto. Estirando su brazo para poder coger la ballesta con la que se encaminó a una de las ventanas, se asomó y pudo ver a una chica rubia al lado de la puerta de un todoterreno, riendo abiertamente tras aquel grito, distinguió un perro con ella, en ese lado del coche había un tipo aunque no llegó a distinguirlo demasiado bien, aún así Max armado con su ballesta decidió salir fuera, abriendo con lentitud la puerta.
- ¡No disparéis!, estoy vivo, yo... Escuché ruidos y os vi, me llamo Max - sin dar muchas vueltas pensó que podría salir así, aquellos dos no les parecía los típicos desvalijadores, si no los típicos supervivientes, al igual que él. Tal vez había sido un imprudente, pero él era así, con Hugo había tenido la suerte de no toparse con mala gente y ahora solo... aunque no lo reconociera no quería seguir sin nadie.
Estaba algo nervioso y alterado, era normal. Asustado más bien, también comprensible.
Prácticamente me había sentado en el suelo riendo a carcajadas a causa de la impresión que se llevó Bécker. Mathy Math había bajado como buenamente pudo y se sentó en el suelo a mi lado, yo le acariciaba y me burlaba de la cara de Bécker mientras que Anna bajaba también del vehículo entre risas junto a su hermana.
— Mira, eres un... — no acabé la frase, puesto que de la nada salía un muchacho. Por propio instinto desenfundé mi arma y apunté en su dirección, pero al ver que el joven se mostró aterrado, la fui bajando lentamente. — ¿Max? — pregunté. ¿Por qué se presentaba así como así? ¿Cómo alguien tan inocente podía sobrevivir a aquello? ¿O era una trampa? Hasta Bécker se puso alerta y bajó lentamente del coche.
— Eh muchacho, ¿vas solo? — preguntó. Mathy Math se levantó moviendo la cola y fue directo hacia él para olerlo.
— No hace absolutamente nada, ni se te ocurra hacerle algo al perro o... — callé, tampoco quería ser muy agresiva, pero le había cogido especial cariño a esa bola de pelo. Observé sus ojos, me resultaban tan familiares... ¿Max? Recordé una carta de mi madre a Nana: "Max está bien". Negué. Nunca supe quién era Max, Nana se enfadó mucho al verme con sus cosas y antes de acabar la carta las quemó. Una sencilla casualidad.
— No te haremos daño, pero más te vale no jugárnosla — cómo no salió a relucir mi mal carácter, y es que no podíamos ser amigos de todo el mundo que nos encontrábamos. — Y a ti más te vale ser menos confiado, podríamos haber sido... algún gilipollas de Umbrella o peor aún, las gemelas pelirrojas psicópatas... — comencé a caminar hacia la parte trasera del vehículo mientras me reía al escuchar la risa de Anna ante mi comentario.
— Me pregunto si seguirán siendo tan iguales después del palazo que le pegaste en la cara a una de ellas... — ambas nos reímos más fuerte al recordarlo. — Ahora nos reímos, pero ni loca quiero encontrarme otra vez con ellas... quiero tranquilidad — por primera vez en mucho tiempo decía algo así y hasta Anna se sorprendió. — No me mires así, aún no tengo ni treinta años y he sobrevivido al fin del mundo, casi me matan más veces de las que puedo contar y hemos hecho dos enemigas mortales que parecen sacadas de una película de Tarantino... ¡Eh, a la gilipollas que está detrás del guión de mi vida, ya es suficiente, gracias, descansa, te lo has ganado guapa! — Anna me miraba enarcando una ceja mientras se reía. — ¿Guapa? — preguntó.
— Sí, siempre me he imaginado a mi guionista mujer: es alguien guay, divertida, quizás demasiado buena, un poco tímida... pero le va el drama demasiado, cosas de que en su juventud se la pasó siempre delante del televisor, ya sabes... — iba sacando mi mochila del coche.
— Vaya película te has montado, estás muy mal... — decía Anna mientras me ayudaba.
— Yo no, díselo a ella que es la que escribe... — las dos nos echamos a reír volviendo hasta Bécker y el muchacho. — Bécker deja ya al chico y el interrogatorio. Eh Max, ¿quieres comer y beber algo? Pareces cansado — parecía de confianza, algo me lo decía y si me equivocaba... pues bueno mala suerte, otro más a mi lista de psicópatas.
— Mira, eres un... — no acabé la frase, puesto que de la nada salía un muchacho. Por propio instinto desenfundé mi arma y apunté en su dirección, pero al ver que el joven se mostró aterrado, la fui bajando lentamente. — ¿Max? — pregunté. ¿Por qué se presentaba así como así? ¿Cómo alguien tan inocente podía sobrevivir a aquello? ¿O era una trampa? Hasta Bécker se puso alerta y bajó lentamente del coche.
— Eh muchacho, ¿vas solo? — preguntó. Mathy Math se levantó moviendo la cola y fue directo hacia él para olerlo.
— No hace absolutamente nada, ni se te ocurra hacerle algo al perro o... — callé, tampoco quería ser muy agresiva, pero le había cogido especial cariño a esa bola de pelo. Observé sus ojos, me resultaban tan familiares... ¿Max? Recordé una carta de mi madre a Nana: "Max está bien". Negué. Nunca supe quién era Max, Nana se enfadó mucho al verme con sus cosas y antes de acabar la carta las quemó. Una sencilla casualidad.
— No te haremos daño, pero más te vale no jugárnosla — cómo no salió a relucir mi mal carácter, y es que no podíamos ser amigos de todo el mundo que nos encontrábamos. — Y a ti más te vale ser menos confiado, podríamos haber sido... algún gilipollas de Umbrella o peor aún, las gemelas pelirrojas psicópatas... — comencé a caminar hacia la parte trasera del vehículo mientras me reía al escuchar la risa de Anna ante mi comentario.
— Me pregunto si seguirán siendo tan iguales después del palazo que le pegaste en la cara a una de ellas... — ambas nos reímos más fuerte al recordarlo. — Ahora nos reímos, pero ni loca quiero encontrarme otra vez con ellas... quiero tranquilidad — por primera vez en mucho tiempo decía algo así y hasta Anna se sorprendió. — No me mires así, aún no tengo ni treinta años y he sobrevivido al fin del mundo, casi me matan más veces de las que puedo contar y hemos hecho dos enemigas mortales que parecen sacadas de una película de Tarantino... ¡Eh, a la gilipollas que está detrás del guión de mi vida, ya es suficiente, gracias, descansa, te lo has ganado guapa! — Anna me miraba enarcando una ceja mientras se reía. — ¿Guapa? — preguntó.
— Sí, siempre me he imaginado a mi guionista mujer: es alguien guay, divertida, quizás demasiado buena, un poco tímida... pero le va el drama demasiado, cosas de que en su juventud se la pasó siempre delante del televisor, ya sabes... — iba sacando mi mochila del coche.
— Vaya película te has montado, estás muy mal... — decía Anna mientras me ayudaba.
— Yo no, díselo a ella que es la que escribe... — las dos nos echamos a reír volviendo hasta Bécker y el muchacho. — Bécker deja ya al chico y el interrogatorio. Eh Max, ¿quieres comer y beber algo? Pareces cansado — parecía de confianza, algo me lo decía y si me equivocaba... pues bueno mala suerte, otro más a mi lista de psicópatas.
No memories, no pain, no life...
- ¡No! - exclamó de nuevo nervioso, él sería incapaz de hacerle daño a un animal, incluso se agachó un poco para acariciarlo. Fue poco a poco, esperando a que primero él no mostrase señas de miedo o agresividad y cuando vio que aparentaba calma, le acarició la cabeza. Max sonrió ampliamente, no esperaba volver a ver a un perro, al menos no uno con vida.
- Bueno, la verdad es que no parecéis unos gilipollas, ni... tampoco sois pelirrojos - Max dudó al decir aquella última cosa, pero no entendió muy bien a lo que se había referido ella. Enarcó una ceja cuando la morena y la rubia comenzaron a habar y él se distrajo con el perro. Definitivamente no tenía nada que preocuparse de ellos, algo le decía que eran buena gente.
- ¿Cómo te llamas? - le dijo al perro, como si este le fuera a contestar, aunque había escuchado que el hombre se llamaba Bécker no sabía el de los demás. - ¿Cuáles son vuestros nombres? - Max estaba a punto de decir algo más, pero la rubia le interrumpió. ¿Hambre? Estaba hambriento. Asintió rápidamente y se puso en pie para acercarse a ellos poco a poco. - No voy a haceros nada - de hecho dejó caer la ballesta hacia atrás, en su espalda y se acercó, poco poco con las manos bien visibles.
No podía dejar de mirar a la muchacha de cabello rubio, le resultaba tan familiar, se parecía tanto a la chica de las fotografías... tal vez más mayor, con aire de cansancio... "Vanessa no está bien" recordó la letra. Suspiró, tal vez estaba paranoico, era muy parecida a las fotografías. ¿Qué posibilidad había de ello? Max sacó del bolsillo la imagen y al analizarla y volver a mirarla a ella se quedó completamente paralizado.
- Va-va... ¿Vanessa? - preguntó. - Vanessa Alighieri - esta vez no fue pregunta, sino una afirmación, era ella, era la hermana de la que hablaban las cartas de su abuela.
- Bueno, la verdad es que no parecéis unos gilipollas, ni... tampoco sois pelirrojos - Max dudó al decir aquella última cosa, pero no entendió muy bien a lo que se había referido ella. Enarcó una ceja cuando la morena y la rubia comenzaron a habar y él se distrajo con el perro. Definitivamente no tenía nada que preocuparse de ellos, algo le decía que eran buena gente.
- ¿Cómo te llamas? - le dijo al perro, como si este le fuera a contestar, aunque había escuchado que el hombre se llamaba Bécker no sabía el de los demás. - ¿Cuáles son vuestros nombres? - Max estaba a punto de decir algo más, pero la rubia le interrumpió. ¿Hambre? Estaba hambriento. Asintió rápidamente y se puso en pie para acercarse a ellos poco a poco. - No voy a haceros nada - de hecho dejó caer la ballesta hacia atrás, en su espalda y se acercó, poco poco con las manos bien visibles.
No podía dejar de mirar a la muchacha de cabello rubio, le resultaba tan familiar, se parecía tanto a la chica de las fotografías... tal vez más mayor, con aire de cansancio... "Vanessa no está bien" recordó la letra. Suspiró, tal vez estaba paranoico, era muy parecida a las fotografías. ¿Qué posibilidad había de ello? Max sacó del bolsillo la imagen y al analizarla y volver a mirarla a ella se quedó completamente paralizado.
- Va-va... ¿Vanessa? - preguntó. - Vanessa Alighieri - esta vez no fue pregunta, sino una afirmación, era ella, era la hermana de la que hablaban las cartas de su abuela.
— Bien visto — lo cierto es que hasta me hizo reír con ese comentario. — Pareces un buen chico, así que de verdad, te lo digo como consejo, ten mucho más cuidado con la gente — la sonrisa se mantenía en mi rostro, ya que el chaval se dedicaba a darle caricias a Mathias. El perro estaba súper feliz de ello.
— ¿Desde cuándo te has hecho tan madura? — Anna pasó por mi lado dándome un suave toque en el hombro, yo los encogí.
— ¿Hay algo interesante ahí? Aunque sea para pasar la noche... — miré de reojo, por lo menos en el hotel se podría... me desvié hacia Bécker. — ¿Qué dices?
— Ah sí, ella es Anna, él Bécker, Katherine... Mathias o Mathy Math... — ver al perrete tan feliz me daba tanta ternura que no dejaba de sonreír. Y cuando estaba a punto de presentarme yo, ocurrió algo muy extraño, él dijo mi nombre, además mi nombre con el apellido materno, que siempre ocultaba. Me chirrió mucho, porque jamás lo usaba, pero así me llamaba.
— ¿Qué? — fue lo único que alcancé a decir. — ¿Cómo sabes eso? — ni siquiera Anna sabía ese apellido, que yo recordase. ¿Cómo él sí? Mi rostro se ensombreció a la vez que avanzaba hacia el muchacho y lo miraba fijamente. Me resultaba en realidad tan sumamente familiar, esos ojos... esos labios... — ¿Quién eres tú? — cuestioné con el ceño fruncido. No le conocía, no le había visto jamás, pero esos ojos... no dejaba de perderme en esos ojos. Eran... y una parte de mi lo creyó, pero la razón gritaba que no era posible.
— ¿Desde cuándo te has hecho tan madura? — Anna pasó por mi lado dándome un suave toque en el hombro, yo los encogí.
— ¿Hay algo interesante ahí? Aunque sea para pasar la noche... — miré de reojo, por lo menos en el hotel se podría... me desvié hacia Bécker. — ¿Qué dices?
— Ah sí, ella es Anna, él Bécker, Katherine... Mathias o Mathy Math... — ver al perrete tan feliz me daba tanta ternura que no dejaba de sonreír. Y cuando estaba a punto de presentarme yo, ocurrió algo muy extraño, él dijo mi nombre, además mi nombre con el apellido materno, que siempre ocultaba. Me chirrió mucho, porque jamás lo usaba, pero así me llamaba.
— ¿Qué? — fue lo único que alcancé a decir. — ¿Cómo sabes eso? — ni siquiera Anna sabía ese apellido, que yo recordase. ¿Cómo él sí? Mi rostro se ensombreció a la vez que avanzaba hacia el muchacho y lo miraba fijamente. Me resultaba en realidad tan sumamente familiar, esos ojos... esos labios... — ¿Quién eres tú? — cuestioné con el ceño fruncido. No le conocía, no le había visto jamás, pero esos ojos... no dejaba de perderme en esos ojos. Eran... y una parte de mi lo creyó, pero la razón gritaba que no era posible.
No memories, no pain, no life...
Max observaba a la joven con los ojos llenos de lágrimas. Estaba haciendo un gran esfuerzo por contenerlas. No le gustaba llorar en público. Pero ella era su hermana, tal vez la única familia que le quedaba. Se asombró de lo mucho que le recordaba a su madre y entonces la primera lágrima cayó. Notó como ella se alteraba ligeramente cuando la llamó y era normal.
- Yo soy Max - alcanzó a decir. - Max Alighieri Walcott - su madre nunca le había engañado con referencia a su padre biológico y le explicó que lo tuvo que abandonar cuando se quedó embarazada de Max porque él no era una buena persona. Accedió a que llevase el apellido de él, pero en segundo lugar porque tampoco quería que él no supiera la verdad o esconder sus raíces. De hecho muchas veces le prometió que cuando fuera mayor le llevaría a verlo. A Max no le hacía ilusión, tal vez de niño, pero de mayor... Y jamás le había hablado de Vanessa, así que ahora se preguntaba si de verdad había tenido intención de llevarle.
- Yo... - empezó a decir tímido. - Nunca supe que tenía una hermana hasta hace poco, mi ma... nuestra madre... tenía esto entre sus cosas - Max sacó las fotografías de su bolsillo. - Eran cartas de su madre, le hablaba sobre ti - se acercó lentamente, hasta quedar a un paso de ella y estiró las hojas en su dirección. Las había llevado en su bolsillo desde que las encontró. Como un escudo, como un recuerdo... parecía cosa del destino. Se tenían que encontrar.
- Yo soy Max - alcanzó a decir. - Max Alighieri Walcott - su madre nunca le había engañado con referencia a su padre biológico y le explicó que lo tuvo que abandonar cuando se quedó embarazada de Max porque él no era una buena persona. Accedió a que llevase el apellido de él, pero en segundo lugar porque tampoco quería que él no supiera la verdad o esconder sus raíces. De hecho muchas veces le prometió que cuando fuera mayor le llevaría a verlo. A Max no le hacía ilusión, tal vez de niño, pero de mayor... Y jamás le había hablado de Vanessa, así que ahora se preguntaba si de verdad había tenido intención de llevarle.
- Yo... - empezó a decir tímido. - Nunca supe que tenía una hermana hasta hace poco, mi ma... nuestra madre... tenía esto entre sus cosas - Max sacó las fotografías de su bolsillo. - Eran cartas de su madre, le hablaba sobre ti - se acercó lentamente, hasta quedar a un paso de ella y estiró las hojas en su dirección. Las había llevado en su bolsillo desde que las encontró. Como un escudo, como un recuerdo... parecía cosa del destino. Se tenían que encontrar.
¿Max? Eso no me decía absolutamente... Pero entonces dijo su nombre completo y fue como si mi cerebro hiciera cortocircuito. ¿Tenía los mismos apellidos que yo? Eso... eso no podía ser. Era... ¿Era mi hermano? El pensamiento apareció en mi cabeza a la vez que él hablaba.
— No, no... — susurraba en shock. Anna a un lado miraba incrédula, al muchacho y a mi como si de un partido de tenis se tratase, igual que el resto, pero yo era incapaz de prestarles atención. — ¿Qué? ¿cartas de mi ama? — susurré con los ojos llenos de lágrimas, porque a parte de que aquello dolía, que no lo creía... vi la letra de las cartas. Como un huracán le arranqué las cartas de las manos. Aquella era la letra de mi ama, Miranda Alighieri, quien había cuidado de mi siempre. Era su letra, su firma... "Vanessa te echa de menos, te necesita". Ellas hablaban, Ama jamás me lo contó. Las lágrimas caían por mi rostro al leer sus palabras, la echaba tanto de menos...
— ¿Tú...? — las manos me temblaban. ¿Cómo se suponía que debía reaccionar? Observaba al muchacho y cuanto más lo miraba, podía ver los ojos de mi madre, aquellos que jamás se me habían olvidado, pero que llegué a odiar, esa mirada que recordaba dulce y amable. La nariz, los labios de mi padre...
— No entiendo nada Max... mi madre me abandonó, se fue, me dejó, ¿crees que puedo llamarla madre siquiera? — la ira iba tomando control de mi. — Explícame eso, dime... ¿por qué se fue? — hasta mi voz temblaba, por primera vez en mucho tiempo estaba esforzándome por ser racional, porque solo quería gritarle mentiroso, solo quería irme... aquello no podía estar pasando. ¿Qué iba a querer yo de esa mujer? ¿mi madre? Una madre no te abandona. Pero era real, las fotos... las fotos me partieron por completo, era yo, muy joven, con ama, sola, soplando las velas de una tarta... mis ojos llorosos se fijaban en la cara de ama. Me limpié con el dorso de la mano y le miré fijamente. Esperaba una respuesta.
— No, no... — susurraba en shock. Anna a un lado miraba incrédula, al muchacho y a mi como si de un partido de tenis se tratase, igual que el resto, pero yo era incapaz de prestarles atención. — ¿Qué? ¿cartas de mi ama? — susurré con los ojos llenos de lágrimas, porque a parte de que aquello dolía, que no lo creía... vi la letra de las cartas. Como un huracán le arranqué las cartas de las manos. Aquella era la letra de mi ama, Miranda Alighieri, quien había cuidado de mi siempre. Era su letra, su firma... "Vanessa te echa de menos, te necesita". Ellas hablaban, Ama jamás me lo contó. Las lágrimas caían por mi rostro al leer sus palabras, la echaba tanto de menos...
— ¿Tú...? — las manos me temblaban. ¿Cómo se suponía que debía reaccionar? Observaba al muchacho y cuanto más lo miraba, podía ver los ojos de mi madre, aquellos que jamás se me habían olvidado, pero que llegué a odiar, esa mirada que recordaba dulce y amable. La nariz, los labios de mi padre...
— No entiendo nada Max... mi madre me abandonó, se fue, me dejó, ¿crees que puedo llamarla madre siquiera? — la ira iba tomando control de mi. — Explícame eso, dime... ¿por qué se fue? — hasta mi voz temblaba, por primera vez en mucho tiempo estaba esforzándome por ser racional, porque solo quería gritarle mentiroso, solo quería irme... aquello no podía estar pasando. ¿Qué iba a querer yo de esa mujer? ¿mi madre? Una madre no te abandona. Pero era real, las fotos... las fotos me partieron por completo, era yo, muy joven, con ama, sola, soplando las velas de una tarta... mis ojos llorosos se fijaban en la cara de ama. Me limpié con el dorso de la mano y le miré fijamente. Esperaba una respuesta.
No memories, no pain, no life...
- Y-yo, yo... estoy tan sorprendido como tú - a Max le temblaba la voz y las lágrimas caían ya sin remedio por sus ojos. Él tampoco entendía nada y la pena lo destrozaba. Había leído en las cartas las justificación de su madre para marcharse, ella le había hablado de su padre biológico siempre, pero había omitido cosas, como por ejemplo a Vanessa.
- Ella... estaba aterrada - sentenció. - Tu pa... nuestro padre no la trataba bien y cuando descubrió que estaba embarazada de mi decidió huir - fue explicando poco a poco, lo cual le partía el corazón a cada palabra más. - A mi fue lo que me contó, no me habló de nuestra abuela o de ti, pero sí que leí las cartas y... supe por qué lo hizo, pero no la justifico - Max señaló alguna de las cartas.
- En esa y en esa otra lo dicen - se las sabía de memoria por todas las veces que las había leído. «Amber no estaba bien con Jerrow, él había cambiado, se volvió agresivo, testarudo, iracundo... no dejaban de discutir e incluso en un par de ocasiones la había golpeado. Amber se había ido enamorando poco a poco de Hugo, su jardinero, pero todo había sido siempre platónico. Él también la amaba en secreto y un día la descubrió llorando, porque fue cuando se enteró de que estaba embarazada de Max. Hugo le propuso fugarse. Amber pensó que no era tan mala idea aunque sonase tan descabellado. Llevarse a Miranda a Vanessa... y entonces, hablando con su madre se dieron cuenta de dos cosas: Miranda no quería marcharse de su hogar, ella estaba ya mayor y en segundo lugar Jerrow no permitiría que se marchara con Vanessa, las buscaría costase lo que costase. Su cargo de policía le facilitaría las cosas. Miranda dijo que tendría que irse ella sola con Hugo, que Miranda cuidaría de Vanessa, que sería lo mejor. Así Jerrow no las buscaría, o lo haría, pero sería más difícil encontrarla. Amber se había negado, pero conforme iban pasando las semanas y sentía que ya no podría esconder su embarazo... se decidió. Antes de que Jerrow pudiera descubrir que estaba embarazada, ella y Hugo se marcharon. Con el corazón roto, porque Amber jamás se perdonó lo ocurrido, pero sabía que era lo mejor, ya que Jerrow no le haría daño a Vanessa y estaba Miranda para cuidarla.»
No era una gran justificación, pero podía entenderla.
- Lee las cartas, por favor - Max las señaló. - Esas, mira, nos podemos sentar aquí, yo te explico lo que me contó y lo que sale aquí - Max la cogió de la mano y avanzó hasta la entrada del edificio, para sentarse juntos. - Lo siento, porque sé que no es fácil, a mi me destrozó al enterarme también - calló, no se sentía bien de aquello.
- Ella... estaba aterrada - sentenció. - Tu pa... nuestro padre no la trataba bien y cuando descubrió que estaba embarazada de mi decidió huir - fue explicando poco a poco, lo cual le partía el corazón a cada palabra más. - A mi fue lo que me contó, no me habló de nuestra abuela o de ti, pero sí que leí las cartas y... supe por qué lo hizo, pero no la justifico - Max señaló alguna de las cartas.
- En esa y en esa otra lo dicen - se las sabía de memoria por todas las veces que las había leído. «Amber no estaba bien con Jerrow, él había cambiado, se volvió agresivo, testarudo, iracundo... no dejaban de discutir e incluso en un par de ocasiones la había golpeado. Amber se había ido enamorando poco a poco de Hugo, su jardinero, pero todo había sido siempre platónico. Él también la amaba en secreto y un día la descubrió llorando, porque fue cuando se enteró de que estaba embarazada de Max. Hugo le propuso fugarse. Amber pensó que no era tan mala idea aunque sonase tan descabellado. Llevarse a Miranda a Vanessa... y entonces, hablando con su madre se dieron cuenta de dos cosas: Miranda no quería marcharse de su hogar, ella estaba ya mayor y en segundo lugar Jerrow no permitiría que se marchara con Vanessa, las buscaría costase lo que costase. Su cargo de policía le facilitaría las cosas. Miranda dijo que tendría que irse ella sola con Hugo, que Miranda cuidaría de Vanessa, que sería lo mejor. Así Jerrow no las buscaría, o lo haría, pero sería más difícil encontrarla. Amber se había negado, pero conforme iban pasando las semanas y sentía que ya no podría esconder su embarazo... se decidió. Antes de que Jerrow pudiera descubrir que estaba embarazada, ella y Hugo se marcharon. Con el corazón roto, porque Amber jamás se perdonó lo ocurrido, pero sabía que era lo mejor, ya que Jerrow no le haría daño a Vanessa y estaba Miranda para cuidarla.»
No era una gran justificación, pero podía entenderla.
- Lee las cartas, por favor - Max las señaló. - Esas, mira, nos podemos sentar aquí, yo te explico lo que me contó y lo que sale aquí - Max la cogió de la mano y avanzó hasta la entrada del edificio, para sentarse juntos. - Lo siento, porque sé que no es fácil, a mi me destrozó al enterarme también - calló, no se sentía bien de aquello.
La cabeza me daba vueltas. Demasiada información, datos que no entendía y que en otros momentos no habría creído. Pero ahora... Ahora veía las fotos, esos ojos y... Las lágrimas caían por mi rostro sin remedio. Era verdad, aquel chaval era mi hermano y ahora obtenía respuestas: muchos años más tarde.
— ¿Sabes la de veces que me pregunté por el problema? — traté de limpiarme las lágrimas. Sentía dolor, pero también rabia por no ser capaz de contenerme. — ¿Por qué se fue mi madre, qué era lo que le había hecho? — me llevé una mano a la cara y le observé. — Y fue por ti — contuve el aliento. Por un momento quise odiarlo. ¿Por qué le había elegido a él por encima de mi? Le quité las cartas de las manos, necesitaba leerlas por mi misma. Me puse en pie y avancé lentamente, sin rumbo, iba y venía mientras leía las cartas que Max llevaba consigo. La letra, las fotos... Reconocer a mi madre en ellas no me ayudó y mucho menos a mo nana.
Sentí como si el corazón se me rompiera en mil pedazos. La rabia fue aflojando, poco a poco. Allí estaba el muchacho, me observaba y mi enfado desapareció. Yo sabía cómo había sido mi padre, mejor que nadie. Así que... Podía tratar de entenderla y eso era lo que más me dolía.
«Mamá. Me siento como si me hubieran arrancado un pedazo de mi misma. Dejar a Vanessa ha sido una de las decisiones más duras de mi vida. Pero espero que dentro de unos años, cuando sea mayor, cuando Jerrow ya no pueda controlarla... Ojalá pueda volver a verla, sentarme con ella y explicarle todo. Ojalá me perdone entonces.»
Pero yo me marché antes de que tal vez ella hubiera podido localizarme.
Miré a Matt. Sus ojos me observaban y quise morirme. Por un momento fue como volver a verla a ella.
— En otro momento... — me acerqué hasta él y me agaché para mirarlo fijamente. — Me habría enfadado contigo, te habría culpado de todos mis problemas, y te habría dejado tirado... Puede que hasta hubiese negado cuanto dices, pero no puedo mirar a otro lado. Veo tus ojos y es evidente que dices la verdad, tienes los ojos de mi... Nuestra madre — suspiré en un intento de aguantar el llanto. — Si hiciera todo eso... Estaría exactamente en el mismo punto que ella, dejándote atrás, cuando yo odié que me lo hicieran a mi... Y... No puedo dejar atrás tampoco a la única familia biológica que tengo... Y más que siempre quise tener un hermano — pese a los ojos hinchados por las lágrimas apareció una leve sonrisa en mi rostro.
— ¿Sabes la de veces que me pregunté por el problema? — traté de limpiarme las lágrimas. Sentía dolor, pero también rabia por no ser capaz de contenerme. — ¿Por qué se fue mi madre, qué era lo que le había hecho? — me llevé una mano a la cara y le observé. — Y fue por ti — contuve el aliento. Por un momento quise odiarlo. ¿Por qué le había elegido a él por encima de mi? Le quité las cartas de las manos, necesitaba leerlas por mi misma. Me puse en pie y avancé lentamente, sin rumbo, iba y venía mientras leía las cartas que Max llevaba consigo. La letra, las fotos... Reconocer a mi madre en ellas no me ayudó y mucho menos a mo nana.
Sentí como si el corazón se me rompiera en mil pedazos. La rabia fue aflojando, poco a poco. Allí estaba el muchacho, me observaba y mi enfado desapareció. Yo sabía cómo había sido mi padre, mejor que nadie. Así que... Podía tratar de entenderla y eso era lo que más me dolía.
«Mamá. Me siento como si me hubieran arrancado un pedazo de mi misma. Dejar a Vanessa ha sido una de las decisiones más duras de mi vida. Pero espero que dentro de unos años, cuando sea mayor, cuando Jerrow ya no pueda controlarla... Ojalá pueda volver a verla, sentarme con ella y explicarle todo. Ojalá me perdone entonces.»
Pero yo me marché antes de que tal vez ella hubiera podido localizarme.
Miré a Matt. Sus ojos me observaban y quise morirme. Por un momento fue como volver a verla a ella.
— En otro momento... — me acerqué hasta él y me agaché para mirarlo fijamente. — Me habría enfadado contigo, te habría culpado de todos mis problemas, y te habría dejado tirado... Puede que hasta hubiese negado cuanto dices, pero no puedo mirar a otro lado. Veo tus ojos y es evidente que dices la verdad, tienes los ojos de mi... Nuestra madre — suspiré en un intento de aguantar el llanto. — Si hiciera todo eso... Estaría exactamente en el mismo punto que ella, dejándote atrás, cuando yo odié que me lo hicieran a mi... Y... No puedo dejar atrás tampoco a la única familia biológica que tengo... Y más que siempre quise tener un hermano — pese a los ojos hinchados por las lágrimas apareció una leve sonrisa en mi rostro.
No memories, no pain, no life...
Se sintió como si le clavasen una puñalada en el corazón. Observaba a aquella joven, desconocida y que a la vez le resultaba tan familiar... su dolor... podía empatizar con ella. Y se sentía por ello la peor persona del mundo, como si él hubiera decidido dejarla sola.
- Yo... - quiso hablar, pero no supo qué decir. El silencio era cada vez más terrible. Lo haría pedazos, sentía que lo destrozaría de un momento a otro y entonces Vanessa volvió a hablar. Si había vuelto a tratar de contener las lágrimas no pudo. Estas cayeron por su rostro inevitablemente. Max, sin pensarlo, se lanzó a por ella para abrazarla con todas sus fuerzas. Era una extraña y a la vez no. Se sintió en aquel entonces aliviado, ya no estaría solo, una parte de su madre estaba allí. Su familia, él amaba a la familia por encima de todo. Siempre, perderla había supuesto el fin... nunca mejor dicho y ahora sentía que volvía a recuperar eso, un poco de luz al final del túnel. Una nueva esperanza.
- Yo quise ser siempre hermano mayor, pero ser el pequeño está bien también, me tienes que consentir mucho y ya está - susurró en respuesta a su último comentario, a modo de broma también. De hecho también sonrió entre lágrimas. Pese a esas lágrimas derramadas, Max estaba feliz, la primera vez en muchísimo tiempo. Quién le diría que esa felicidad le duraría tan poquito.
- Yo... - quiso hablar, pero no supo qué decir. El silencio era cada vez más terrible. Lo haría pedazos, sentía que lo destrozaría de un momento a otro y entonces Vanessa volvió a hablar. Si había vuelto a tratar de contener las lágrimas no pudo. Estas cayeron por su rostro inevitablemente. Max, sin pensarlo, se lanzó a por ella para abrazarla con todas sus fuerzas. Era una extraña y a la vez no. Se sintió en aquel entonces aliviado, ya no estaría solo, una parte de su madre estaba allí. Su familia, él amaba a la familia por encima de todo. Siempre, perderla había supuesto el fin... nunca mejor dicho y ahora sentía que volvía a recuperar eso, un poco de luz al final del túnel. Una nueva esperanza.
- Yo quise ser siempre hermano mayor, pero ser el pequeño está bien también, me tienes que consentir mucho y ya está - susurró en respuesta a su último comentario, a modo de broma también. De hecho también sonrió entre lágrimas. Pese a esas lágrimas derramadas, Max estaba feliz, la primera vez en muchísimo tiempo. Quién le diría que esa felicidad le duraría tan poquito.
— Hermana mayor... — asentí a la vez que él hablaba. Sonreía aún con lágrimas en el rostro. — Veremos qué se pueda hacer... no es que ahora pueda llevarte a merendar a Starbucks como si nada — le pasé la mano por los hombros y señalé a los demás. — Te voy a presentar a mis amigos, les vas a caer bien y a ellos a ti también, entre todos te volveremos un poco más loco, pero te daremos tips de supervivencia y las risas están aseguradas — avancé con Max en aquella dirección. Sentía que mi vida había dado un giro completo, que aquello podía cambiarlo todo.
Últimamente no solía sentirme sola, pero ahora sería imposible. ¡Tenía un hermano! Y cuidaría de él con todo. Todos cuidaríamos de él.
— ¡Eh gente, chicos, necesito que me prestéis atención! — alcé las manos y las fui moviendo para que me hicieran caso. — Este es Max — les sonreí y ellos hicieron lo propio. Habían escuchado, claro... eran unos chismosos, desde Anna hasta Becker. Pero todos ellos eran mi familia y nada podía pasar estando juntos. ¿No? Apenas unas horas más tarde me daría cuenta de que las cosas podían ponerse mucho peor de buenas a primeras. Y sin más, desaparecer todo.
Últimamente no solía sentirme sola, pero ahora sería imposible. ¡Tenía un hermano! Y cuidaría de él con todo. Todos cuidaríamos de él.
— ¡Eh gente, chicos, necesito que me prestéis atención! — alcé las manos y las fui moviendo para que me hicieran caso. — Este es Max — les sonreí y ellos hicieron lo propio. Habían escuchado, claro... eran unos chismosos, desde Anna hasta Becker. Pero todos ellos eran mi familia y nada podía pasar estando juntos. ¿No? Apenas unas horas más tarde me daría cuenta de que las cosas podían ponerse mucho peor de buenas a primeras. Y sin más, desaparecer todo.
No memories, no pain, no life...
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