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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Casa sobre ruedas [Thea]
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Plainville, Kansas.
Mediodía.
Mediodía.
Entró al pueblo por la carretera del norte, caminando a un borde del asfalto con el sol encima de él. No debía de haber sido un pueblo muy concurrido cuando apenas había vehículos en la larga vía principal. Los que lograron coger sus cosas y escapar no tuvieron la mala suerte de quedar atrapados en el tráfico de la grandes ciudades.
La madre naturaleza se extendía recuperando terreno que el hombre le había quitado. Una vieja gasolinera de colores azules oxidados apenas podía diferenciarse de lo que en su día debía ser un extenso pasto a su izquierda.
Aunque los árboles del camino le impedían ver el pueblo y sus anchas calles en el horizonte, a medida que avanzaba los tejados se dibujaban entre ellos. Un camino se abrió a su derecha y una pequeña urbanización de casas grises se presentó ante él. Pudo distinguir al menos cinco casas con su descuidado césped alrededor de ellas. En los viejos tiempos se habría ganado unos cuántos dólares podándolo mientras estudiaba si la casa tenía potenciar para sus robos. Ahora directamente todas las puertas estaban abiertas, invitándolo a pasar al hogar de aquellos que pensaron que era mejor escapar sin darse cuenta que no había posibilidad real de evitar el destino.
Paró frente a la primera casa y se limpió el sudor mientras la observaba. La puerta principal que en su día fue blanca estaba cerrada, las ventanas se conservaban intactas. La puerta del garaje estaba abierta de par en par y un todoterreno negro carcomido por el sol, lleno de polvo y tierra, bloqueaba la entrada.
Jay se acercó, siempre intentando hacer oído. Se deslizó por una de las pequeñas aperturas entre la pared y el vehículo para poder acceder al interior del garaje. Todo parecía intacto, pero no era de extrañar, los pueblos perdidos de la mano de Dios siempre daban mejores resultados.
Antes de pasar a recorrer el interior de la vivienda se fijó en un banco de herramientas que había en el garaje. Dejó el machete y la mochila sobre la mesa y empezó a revistar los diferentes útiles, acordándose del propio taller que tenía en su estación años atrás.
La madre naturaleza se extendía recuperando terreno que el hombre le había quitado. Una vieja gasolinera de colores azules oxidados apenas podía diferenciarse de lo que en su día debía ser un extenso pasto a su izquierda.
Aunque los árboles del camino le impedían ver el pueblo y sus anchas calles en el horizonte, a medida que avanzaba los tejados se dibujaban entre ellos. Un camino se abrió a su derecha y una pequeña urbanización de casas grises se presentó ante él. Pudo distinguir al menos cinco casas con su descuidado césped alrededor de ellas. En los viejos tiempos se habría ganado unos cuántos dólares podándolo mientras estudiaba si la casa tenía potenciar para sus robos. Ahora directamente todas las puertas estaban abiertas, invitándolo a pasar al hogar de aquellos que pensaron que era mejor escapar sin darse cuenta que no había posibilidad real de evitar el destino.
Paró frente a la primera casa y se limpió el sudor mientras la observaba. La puerta principal que en su día fue blanca estaba cerrada, las ventanas se conservaban intactas. La puerta del garaje estaba abierta de par en par y un todoterreno negro carcomido por el sol, lleno de polvo y tierra, bloqueaba la entrada.
Jay se acercó, siempre intentando hacer oído. Se deslizó por una de las pequeñas aperturas entre la pared y el vehículo para poder acceder al interior del garaje. Todo parecía intacto, pero no era de extrañar, los pueblos perdidos de la mano de Dios siempre daban mejores resultados.
Antes de pasar a recorrer el interior de la vivienda se fijó en un banco de herramientas que había en el garaje. Dejó el machete y la mochila sobre la mesa y empezó a revistar los diferentes útiles, acordándose del propio taller que tenía en su estación años atrás.
Respiré hondo y me estiré cuando alcancé por fin aquel pueblecito. Según mis libros, en aquel lugar nunca habían superado los 2.000 habitantes, por lo que era un buen sitio para acercarse a buscar útiles, comida... y es que lo ideal era evitar las grandes urbes con sus masas de habitantes no muertos.
- Me van a matar - susurré al detener la vieja volkswagen. No había avisado a nadie de que me marchaba, simplemente me levanté y salí de viaje. Ya llevaba unos días planificando aquella salida. Aparqué el vehículo en una pequeña calle que había entre dos casas, puesto que no deseaba dejarlo tampoco a la vista, por si acaso. Cargué con una mochila en la que llevaba mis cosas y revisé mi cinturón en el que descansaba mi arma y un kukri, por lo que pudiera pasar.
Cerré la furgo y comencé a caminar, me encontraba al final de una calle de casas. Un vecindario que antiguamente habría estado muy bien y que sin embargo ahora daba hasta pena.
Avancé lentamente, revisando las casas. La primera que veía estaba destrozada prácticamente. Era como si hubiera habido un incendio y no me fiaba de entrar, la siguiente parecía mejor. Al final de la calle se podía ver un bosque y entonces saqué la brújula del bolsillo para guiarme, el norte, por allí había otra carretera y podría ser una salida de escape en caso de ser necesario.
Avancé hacia la vivienda, cruzando un descuidado jardín. El camino era de piedra y eso había evitado que la hierba creciera ahí. La puerta principal estaba cerrada, al igual que el resto de ventanas. Me asomé a un sucio cristal en la puerta, no se veía mucho, parecía una entrada.
Sujeté el machete y sin dar muchas vueltas comencé a golpear el cristal de la puerta, estaba en el lateral y al romperlo lograría meter la mano para abrir el pomo por dentro. Hicieron falta tres golpes, que provocaron algo de ruido, más aún cuando cayeron los cristales. Ese sonido se hizo eco en toda la calle.
Me mordí el labio durante unos segundos, totalmente quieta, escuchando el silencio, en busca de cualquier ruido que me hiciera saber que no estaba sola, y a la espera de si algún no muerto aparecía por dentro de la vivienda, miré a mi alrededor y la tranquilidad seguía reinando.
- Bien - tras una espera prudente, metí la mano y abrí la puerta, alcé el machete a la defensiva y pasé dentro con mucha cautela.
- Me van a matar - susurré al detener la vieja volkswagen. No había avisado a nadie de que me marchaba, simplemente me levanté y salí de viaje. Ya llevaba unos días planificando aquella salida. Aparqué el vehículo en una pequeña calle que había entre dos casas, puesto que no deseaba dejarlo tampoco a la vista, por si acaso. Cargué con una mochila en la que llevaba mis cosas y revisé mi cinturón en el que descansaba mi arma y un kukri, por lo que pudiera pasar.
Cerré la furgo y comencé a caminar, me encontraba al final de una calle de casas. Un vecindario que antiguamente habría estado muy bien y que sin embargo ahora daba hasta pena.
Avancé lentamente, revisando las casas. La primera que veía estaba destrozada prácticamente. Era como si hubiera habido un incendio y no me fiaba de entrar, la siguiente parecía mejor. Al final de la calle se podía ver un bosque y entonces saqué la brújula del bolsillo para guiarme, el norte, por allí había otra carretera y podría ser una salida de escape en caso de ser necesario.
Avancé hacia la vivienda, cruzando un descuidado jardín. El camino era de piedra y eso había evitado que la hierba creciera ahí. La puerta principal estaba cerrada, al igual que el resto de ventanas. Me asomé a un sucio cristal en la puerta, no se veía mucho, parecía una entrada.
Sujeté el machete y sin dar muchas vueltas comencé a golpear el cristal de la puerta, estaba en el lateral y al romperlo lograría meter la mano para abrir el pomo por dentro. Hicieron falta tres golpes, que provocaron algo de ruido, más aún cuando cayeron los cristales. Ese sonido se hizo eco en toda la calle.
Me mordí el labio durante unos segundos, totalmente quieta, escuchando el silencio, en busca de cualquier ruido que me hiciera saber que no estaba sola, y a la espera de si algún no muerto aparecía por dentro de la vivienda, miré a mi alrededor y la tranquilidad seguía reinando.
- Bien - tras una espera prudente, metí la mano y abrí la puerta, alcé el machete a la defensiva y pasé dentro con mucha cautela.
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Había bajado la guardia. Los recuerdos afloraron su mente mientras recorría el interior de la vivienda, momentos que pasó con el equipo de bomberos, otros más oscuros de años atrás; a su madre, y sobre todo a aquel grupo que consideró su familia. Casi podía ver en las fotografías que los dueños habían dejado allí los rostros de sus amigos. Sí, hoy parecía que se había levantado sentimental. Ya suponía que acabaría la noche acampado en alguna de esas casas y tocando una canción para él.
La casa estaba completamente vacía. Ni una lata, ni una botella de agua. Todo estaba revuelto, pero intacto, lo más seguro es que estuviera tal cual la dejaron los dueños. Chasqueó la lengua, esperando tener mejor suerte en la siguiente y se dirigió de nuevo al garaje. Con la mochila a su espalda se deslizó por la apertura para salir de la casa al tiempo que escuchó el eco de algo partiéndose. Era el cristal de una ventana, o tal vez una puerta, bien lo sabía él que no era la primera vez que rompía una.
Se agachó tras el abandonado todoterreno negro, ocultándose. Después de deslizó hacia un extremo y asomó la cabeza hacia el otro lado de la calle, de donde había llegado el sonido. La curvatura del asfalto le impidió ver con más detalle. Se llevó la mano al mango del machete pero todavía no lo sacó, un leve tropiezo y el que acabaría hecho un pincel sería él mismo si no tenía cuidado.
Abandonó el escondite ligeramente agachado para ir directo al asunto en cuestión. Si había alguien más allí, mejor tenerlo localizarlo. Pero no avanzó por la calle principal, se adentró en los patios traseros de las casas y fue atravesándolos uno a uno, sorteando las desgastadas y podridas vallas de madera que limitaban el terreno, hasta llegar a la única casa en la que escuchó movimiento. Allí era donde se había originado el ruido, humano o zombie. Ya ni se preguntaba por qué iba de cabeza al peligro, él siempre era así.
El patio no era más que césped asilvestrado, una barbacoa oxidada en una esquina y algunos juguetes desordenados. Caminó con cuidado hacia la puerta trasera y colocó la espalda en la pared de al lado. Primero hizo oído, confirmando que algo se movía dentro. Abrió primero la mosquitera, y después la principal, ¿por qué nadie cerraba las puertas traseras? Con el machete en la mano se adentró en la cocina tras cerciorarse de que en esa sala, por lo menos, no había nadie.
La casa estaba completamente vacía. Ni una lata, ni una botella de agua. Todo estaba revuelto, pero intacto, lo más seguro es que estuviera tal cual la dejaron los dueños. Chasqueó la lengua, esperando tener mejor suerte en la siguiente y se dirigió de nuevo al garaje. Con la mochila a su espalda se deslizó por la apertura para salir de la casa al tiempo que escuchó el eco de algo partiéndose. Era el cristal de una ventana, o tal vez una puerta, bien lo sabía él que no era la primera vez que rompía una.
Se agachó tras el abandonado todoterreno negro, ocultándose. Después de deslizó hacia un extremo y asomó la cabeza hacia el otro lado de la calle, de donde había llegado el sonido. La curvatura del asfalto le impidió ver con más detalle. Se llevó la mano al mango del machete pero todavía no lo sacó, un leve tropiezo y el que acabaría hecho un pincel sería él mismo si no tenía cuidado.
Abandonó el escondite ligeramente agachado para ir directo al asunto en cuestión. Si había alguien más allí, mejor tenerlo localizarlo. Pero no avanzó por la calle principal, se adentró en los patios traseros de las casas y fue atravesándolos uno a uno, sorteando las desgastadas y podridas vallas de madera que limitaban el terreno, hasta llegar a la única casa en la que escuchó movimiento. Allí era donde se había originado el ruido, humano o zombie. Ya ni se preguntaba por qué iba de cabeza al peligro, él siempre era así.
El patio no era más que césped asilvestrado, una barbacoa oxidada en una esquina y algunos juguetes desordenados. Caminó con cuidado hacia la puerta trasera y colocó la espalda en la pared de al lado. Primero hizo oído, confirmando que algo se movía dentro. Abrió primero la mosquitera, y después la principal, ¿por qué nadie cerraba las puertas traseras? Con el machete en la mano se adentró en la cocina tras cerciorarse de que en esa sala, por lo menos, no había nadie.
Tiempo atrás habría sido una casa bonita. La suciedad, el polvo, el paso del tiempo la habían dejado bastante mal. Se podían ver unas extrañas manchas en la pared que no supe diferenciar si eran humedad o... ¿qué?
Había un pequeño mueble en el recibidor con un espejo. Al verme observé mi rostro cansado, el pelo recogido en una desordenada coleta... aquella mañana había salido tan rápido de Arcadia que no estaba precisamente en mi mejor momento.
- ... - iba a decir algo, pero callé por completo al escuchar unos ruidos que no parecían estar muy lejos de ella. ¿Pasos? En el recibidor había un pasillo, avancé con cautela hasta la esquina de este, para poder asomarme, todo fue muy rápido, porque me pareció ver una sombra desaparecer en la última estancia. La primera puerta a la izquierda parecía dar al garaje, la siguiente a la derecha a un salón y al fondo lo que parecían cocina y un baño tal vez, además de las escaleras que ascendían a las plantas superiores. Instintivamente me agaché junto al mueble del recibidor. ¿Eran pasos y gruñidos? Una especie de respiración ronca y agitada. Zombies. ¿Y cómo era que no habían venido hasta mi al escuchar los cristales? Era como si hubiesen ido a la cocina.
Avancé lentamente, por el pasillo. Prácticamente de cuclillas, sujetando el machete en mi derecha. Me colé en el salón y pegué a la pared derecha para asomarme de nuevo al pasillo y tratar de ver algo en la cocina, pero no podía aún desde aquella posición.
Suspiré con suavidad. No me iba a marchar, tendría que acabar con ellos, debía revisar todas las casas en busca de alimentos, útiles médicos... cualquier cosa que sirviera para el refugio. Y si era café, por lo menos Dallas no se enfadaría por haberme ido sin ella. Así que me preparé.
Había un pequeño mueble en el recibidor con un espejo. Al verme observé mi rostro cansado, el pelo recogido en una desordenada coleta... aquella mañana había salido tan rápido de Arcadia que no estaba precisamente en mi mejor momento.
- ... - iba a decir algo, pero callé por completo al escuchar unos ruidos que no parecían estar muy lejos de ella. ¿Pasos? En el recibidor había un pasillo, avancé con cautela hasta la esquina de este, para poder asomarme, todo fue muy rápido, porque me pareció ver una sombra desaparecer en la última estancia. La primera puerta a la izquierda parecía dar al garaje, la siguiente a la derecha a un salón y al fondo lo que parecían cocina y un baño tal vez, además de las escaleras que ascendían a las plantas superiores. Instintivamente me agaché junto al mueble del recibidor. ¿Eran pasos y gruñidos? Una especie de respiración ronca y agitada. Zombies. ¿Y cómo era que no habían venido hasta mi al escuchar los cristales? Era como si hubiesen ido a la cocina.
Avancé lentamente, por el pasillo. Prácticamente de cuclillas, sujetando el machete en mi derecha. Me colé en el salón y pegué a la pared derecha para asomarme de nuevo al pasillo y tratar de ver algo en la cocina, pero no podía aún desde aquella posición.
Suspiré con suavidad. No me iba a marchar, tendría que acabar con ellos, debía revisar todas las casas en busca de alimentos, útiles médicos... cualquier cosa que sirviera para el refugio. Y si era café, por lo menos Dallas no se enfadaría por haberme ido sin ella. Así que me preparé.
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De nuevo buscando el peligro, como si fuera un héroe en busca de aventuras. ¿Se podía ser un héroe en aquel nuevo mundo? No lo sabía, aunque su experiencia le decía que pocos héroes quedaban. Tampoco es que quisiera serlo, tan solo quería algo que lo sacara de su aburrida monotonía. Recorrer el país pueblo a pueblo, rebuscando en las casas, acudiendo a pequeñas comunidades para trabajos puntuales, no era precisamente su idea de diversión. Así que por eso acababa metido en líos hasta el cuello, porque era incapaz de darse media vuelta cuando escuchaba un ruido.
Avanzando por la cocina con el machete en la mano se preguntó qué esperaba de la situación en la que se encontraba, cómo abordar el encuentro. En un mundo donde la vida y la muerte empezaba a perder valor sus primeras dos palabras serían determinantes.
Lo que no se esperaba era ver a través de la ventana de la cocina su vieja furgoneta. Parpadeó varias veces, la boca se le entreabrió en un gesto de sorpresa, esa era su vieja volkswagen. Sí, algo más desgastada y descuidada de como él la tenía, tras tanto tiempo juntos la reconocería en cualquier sitio.
—¿Qué? ¿Cómo? —logró formular al aire cuando se recuperó todavía pensando en qué clase de camino se habría metido su furgoneta desde que la perdió, ahora evidentemente robada, hasta que volvió a estar frente a él. Si eso no era cosa del destino ya no sabía qué más debía contemplar para creerlo. Frunció el ceño, después los labios en una mueca enfadada, estaba indignado y se lo haría saber al ladrón.
Su fallo fue que se había descuidado. No pudo apartar la mirada del vehículo que sobre sus ruedas llevaba todos los buenos momentos de Jay, recuerdos a los que recurrentemente volvía. Por eso se dio cuenta tarde de que no estaba solo en la cocina. Un zombie apareció por el marco de la puerta y tras dos largos pasos se lanzó hacia Jay.
La sorpresa no pudo evitar que Jay recibiera el primer golpe. El zombie se abalanzó sobre él y Jay cayó al suelo, golpeándose la cabeza con la fría baldosa y todo el peso del caminante sobre él. Cuando el aturdimiento cesó, forcejeó en el suelo y consiguió lanzarlo a un lado. Se levantó a tiempo para recoger el machete y descargarlo contra el hombro de la criatura, evitando que se incorporara. Antes de que el zombie pudiera siquiera volver a reaccionar el machete se clavó en su cabeza.
Heridas superficiales y un buen golpe en la cabeza, eso se lo tenía merecido por no prestar atención a su entorno. Apenas le dio tiempo a recuperar el aliento pues escuchó otro forcejeo cerca de él. Atravesó el marco de la puerta de la cocina pensado que, en fin, tendría que ayudar al ladrón. No podía perder la oportunidad de escuchar su historia.
Avanzando por la cocina con el machete en la mano se preguntó qué esperaba de la situación en la que se encontraba, cómo abordar el encuentro. En un mundo donde la vida y la muerte empezaba a perder valor sus primeras dos palabras serían determinantes.
Lo que no se esperaba era ver a través de la ventana de la cocina su vieja furgoneta. Parpadeó varias veces, la boca se le entreabrió en un gesto de sorpresa, esa era su vieja volkswagen. Sí, algo más desgastada y descuidada de como él la tenía, tras tanto tiempo juntos la reconocería en cualquier sitio.
—¿Qué? ¿Cómo? —logró formular al aire cuando se recuperó todavía pensando en qué clase de camino se habría metido su furgoneta desde que la perdió, ahora evidentemente robada, hasta que volvió a estar frente a él. Si eso no era cosa del destino ya no sabía qué más debía contemplar para creerlo. Frunció el ceño, después los labios en una mueca enfadada, estaba indignado y se lo haría saber al ladrón.
Su fallo fue que se había descuidado. No pudo apartar la mirada del vehículo que sobre sus ruedas llevaba todos los buenos momentos de Jay, recuerdos a los que recurrentemente volvía. Por eso se dio cuenta tarde de que no estaba solo en la cocina. Un zombie apareció por el marco de la puerta y tras dos largos pasos se lanzó hacia Jay.
La sorpresa no pudo evitar que Jay recibiera el primer golpe. El zombie se abalanzó sobre él y Jay cayó al suelo, golpeándose la cabeza con la fría baldosa y todo el peso del caminante sobre él. Cuando el aturdimiento cesó, forcejeó en el suelo y consiguió lanzarlo a un lado. Se levantó a tiempo para recoger el machete y descargarlo contra el hombro de la criatura, evitando que se incorporara. Antes de que el zombie pudiera siquiera volver a reaccionar el machete se clavó en su cabeza.
Heridas superficiales y un buen golpe en la cabeza, eso se lo tenía merecido por no prestar atención a su entorno. Apenas le dio tiempo a recuperar el aliento pues escuchó otro forcejeo cerca de él. Atravesó el marco de la puerta de la cocina pensado que, en fin, tendría que ayudar al ladrón. No podía perder la oportunidad de escuchar su historia.
- DADOS:
- Primer combate.
1º Mi ataque: 04 + 06 = 10.
2º Mi defensa: 05 + 04 = 09. FALLO
3º Su ataque: 03 + 09 = 12.
4º Su defensa: 02 + 03 = 06. FALLO.
Salud de Jay: 40 - 10 = 30.
Salud del zombie: 20 - 08 - 03 = 09.
Segundo combate.
1º Mi ataque: 04 + 07 = 11.
2º Mi defensa: 05 + 09 = 14.
3º Su ataque: 03 + 01 = 04. FALLO.
4º Su defensa: 02 + 00 = 02. FALLO.
Salud del zombie: 09 - 08 - 03 = 00.
El miembro 'Jay Lawson' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
#1 'Números' :
#1 Resultados :
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#2 'Números' :
#2 Resultados :
#1 'Números' :
#1 Resultados :
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#2 'Números' :
#2 Resultados :
PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Antes de poder avanzar más, escuché el sonido de unas pisadas tras de mi. Uno de esos seres había salido de la nada y me levanté veloz para atacarlo. Si no fuera porque me encontraba en plena pelea, juraría que desde la cocina sonaban más ruidos. ¿No estaba sola?
Quise maldecir, pero mi intención era no hacer ruido. Lo sujeté por el hombro para evitar que se acercase más a mi y golpeé su cráneo dos veces. Antes de poder sujetarlo para evitar que cayera de golpe al suelo, el cadáver se desplomó provocando un gran golpe.
- Mierda - me quejé en un susurro al tiempo de girarme para ir al pasillo rápidamente, machete en mano. El ruido habría alertado al otro zombie de la... Retrocedí repentinamente al darme cuenta de que no estaba sola. Y me llevó un par de segundos asimilar que yo conocía aquel tipo. Estaba cambiado, diferente, puede que algo descuidado por el fin del mundo, pero era él, ¿o estaba alucinando?
- Jay, eres tú - mi rostro fue un poema. El machete se me escapó de la mano a la vez que cruzaba la distancia entre ambos para abrazarlo con todas mis fuerzas. - Creí que estabas... creí que estabas muerto - sujeté su rostro entre mis manos y lo observé fijamente. Era él, su marca encima del ojo, su mirada... - ¿Qué pasó?, os estuve buscando y entonces... encontré tu furgo - sentía los ojos llorosos, sí, iba a llorar. Había perdido a tanta gente que tenerlo allí de pies ahora, parecía increíble.
- Tu furgo... - asimilé. - Yo... - la encontré en aquel motel con... y tuve que enterrarlos. ¿Qué había pasado? La cabeza me daba vueltas.
Quise maldecir, pero mi intención era no hacer ruido. Lo sujeté por el hombro para evitar que se acercase más a mi y golpeé su cráneo dos veces. Antes de poder sujetarlo para evitar que cayera de golpe al suelo, el cadáver se desplomó provocando un gran golpe.
- Mierda - me quejé en un susurro al tiempo de girarme para ir al pasillo rápidamente, machete en mano. El ruido habría alertado al otro zombie de la... Retrocedí repentinamente al darme cuenta de que no estaba sola. Y me llevó un par de segundos asimilar que yo conocía aquel tipo. Estaba cambiado, diferente, puede que algo descuidado por el fin del mundo, pero era él, ¿o estaba alucinando?
- Jay, eres tú - mi rostro fue un poema. El machete se me escapó de la mano a la vez que cruzaba la distancia entre ambos para abrazarlo con todas mis fuerzas. - Creí que estabas... creí que estabas muerto - sujeté su rostro entre mis manos y lo observé fijamente. Era él, su marca encima del ojo, su mirada... - ¿Qué pasó?, os estuve buscando y entonces... encontré tu furgo - sentía los ojos llorosos, sí, iba a llorar. Había perdido a tanta gente que tenerlo allí de pies ahora, parecía increíble.
- Tu furgo... - asimilé. - Yo... - la encontré en aquel motel con... y tuve que enterrarlos. ¿Qué había pasado? La cabeza me daba vueltas.
- DADOS:
- MI ATAQUE: 05 + 05 = 10.
MI DEFENSA: 05 + 08 = 13.
SU ATAQUE: 03 + 01 = 04. FALLO.
MI DEFENSA: 02 + 04 = 06. FALLO.
MI ATAQUE: 05 + 09 = 14.
MI DEFENSA: 05 + 08 = 13.
SU ATAQUE: 03 + 01 = 04. FALLO.
MI DEFENSA: 02 + 09 = 11. FALLO.
VIDA ZOMBIE: 20 -8 -3 -8 -3 = -2. Muere.
- :
El miembro 'Thea Grayson' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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#1 Resultados :
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#2 'Números' :
#2 Resultados :
#1 'Números' :
#1 Resultados :
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#2 'Números' :
#2 Resultados :
PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Giró hacia el pasillo con una mano frotándose la nuca, murmurando quejas, le estaría doliendo mínimo dos días. Entonces se encontró frente a ella y paró en seco. Bajó la mano, el machete también cayó al suelo desde la otra, la boca y los ojos completamente abiertos. No había peligro o una amenaza, nadie con pintas de loco que lo fuera a atacar. Tan solo un rostro conocido que hacía mucho tiempo que no veía.
—Thea... —la llamó cuando se recuperó de la sorpresa y acudió hacia ella para estrecharla también entre sus brazos. El torrente de recuerdos lo sacudió de nuevo, pero por una vez no había añoranza o tristeza, esta vez era alegría de que por fin todo estuviera saliendo bien. Si no hubiera apocalipsis tal vez ese día le habría tocado la lotería.
—Sí que te has hecho de rogar para que te encuentre, maldita idiota —se quejó tras separarse. Se frotó rápidamente los ojos y dejó un pequeño golpe sobre el hombro contrario a modo de queja, bromista.
—Podría preguntarte lo mismo, ¿dónde te metiste? Hal... Fue el primero en ir tras tu pista, como siempre, pero no volvió. Taylor y yo fuimos después, nos atacaron y tuvimos que separarnos. Desde entonces no he vuelto a ver a ninguno —la alegre expresión dibujó una pequeña mueca al tener que recordar el momento que los separó.
Al borde de las emociones hizo lo que mejor se le daba, exagerar sus comentarios para evitar darle vueltas a la cabeza.
—¡Así que fuiste tú quien me robó la furgoneta! No creas que no la voy a revisar a fondo, recuerdo perfectamente en qué estado la dejé. Pero si ha servido para traernos a este punto no me quejaré demasiado.
—Thea... —la llamó cuando se recuperó de la sorpresa y acudió hacia ella para estrecharla también entre sus brazos. El torrente de recuerdos lo sacudió de nuevo, pero por una vez no había añoranza o tristeza, esta vez era alegría de que por fin todo estuviera saliendo bien. Si no hubiera apocalipsis tal vez ese día le habría tocado la lotería.
—Sí que te has hecho de rogar para que te encuentre, maldita idiota —se quejó tras separarse. Se frotó rápidamente los ojos y dejó un pequeño golpe sobre el hombro contrario a modo de queja, bromista.
—Podría preguntarte lo mismo, ¿dónde te metiste? Hal... Fue el primero en ir tras tu pista, como siempre, pero no volvió. Taylor y yo fuimos después, nos atacaron y tuvimos que separarnos. Desde entonces no he vuelto a ver a ninguno —la alegre expresión dibujó una pequeña mueca al tener que recordar el momento que los separó.
Al borde de las emociones hizo lo que mejor se le daba, exagerar sus comentarios para evitar darle vueltas a la cabeza.
—¡Así que fuiste tú quien me robó la furgoneta! No creas que no la voy a revisar a fondo, recuerdo perfectamente en qué estado la dejé. Pero si ha servido para traernos a este punto no me quejaré demasiado.
Felicidad, era una felicidad inmensa. De esa que hasta te hacía llorar, casi ni me lo podía creer. Esa sensación de tener el corazón lleno de felicidad, como hacía mucho tiempo que no me ocurría. Las lágrimas habían desbordado finalmente y caían por mi rostro. Pero a la vez me hizo reír, sí, así era Jay, nuestro Guitar Hero, el único que te podía hacer sonreír en cualquier momento, hasta en los más tensos. Había olvidado eso y recuperarlo… era maravilloso, no lo podía explicar con palabras.
- Auch… - me quejé, pero reía. Entre lágrimas y risas. No me lo podía creer y entonces empecé a pensar en todo lo que había pasado y yo quería contárselo todo. Arcadia le iba a flipar, cuando le hablase de ello o cuando lo viese, porque… ¿Querría venir con nosotros? No pude evitar sentirme aterrada, pero igual tenía otro refugio o… vete a saber. ¡Lo secuestraría! Por lo menos que viniera a vernos. Negué rápidamente ante aquellos pensamientos intrusivos.
- De un lado a otro, volví a aquel claro y os busqué, pero… ¡Qué desastre! - me llevé el dorso de la mano a la cara para limpiarme. - No teníamos que habernos separado - ahora había tristeza en mi rostro, pensar en aquello había sido un tormento continuo durante todo aquel tiempo. Me culpaba tanto. - Había muchos zombies y pensé lo peor - suspiré. No quería dejar que aquel momento se empañase con aquellos recuerdos, pero era inevitable.
- Lo siento, lo siento muchísimo - la época en la que habíamos estado juntos había sido sin duda la mejor que había tenido durante el apocalipsis y lo añoraba. - La he cuidado bien, o por lo menos lo hemos intentado y todo cuanto encontramos en su interior está en Arcadia - expliqué.
- Buff… tengo mucho que contarte - volví a limpiarme las mejillas. Me había hecho volver a reír y no pude evitar abrazarlo de nuevo. - Es increíble tenerte aquí - y entonces me aparté y ahora, le golpeé en el hombro. - ¡Pero no me hagas eso!
- Dallas está bien, está conmigo, encontramos un lugar... te gustaría mucho - no pude evitar sonreír al hablar de Arcadia. Si hubiéramos tenido ese sitio antes, tal vez no hubiera pasado nada de aquello.
- Auch… - me quejé, pero reía. Entre lágrimas y risas. No me lo podía creer y entonces empecé a pensar en todo lo que había pasado y yo quería contárselo todo. Arcadia le iba a flipar, cuando le hablase de ello o cuando lo viese, porque… ¿Querría venir con nosotros? No pude evitar sentirme aterrada, pero igual tenía otro refugio o… vete a saber. ¡Lo secuestraría! Por lo menos que viniera a vernos. Negué rápidamente ante aquellos pensamientos intrusivos.
- De un lado a otro, volví a aquel claro y os busqué, pero… ¡Qué desastre! - me llevé el dorso de la mano a la cara para limpiarme. - No teníamos que habernos separado - ahora había tristeza en mi rostro, pensar en aquello había sido un tormento continuo durante todo aquel tiempo. Me culpaba tanto. - Había muchos zombies y pensé lo peor - suspiré. No quería dejar que aquel momento se empañase con aquellos recuerdos, pero era inevitable.
- Lo siento, lo siento muchísimo - la época en la que habíamos estado juntos había sido sin duda la mejor que había tenido durante el apocalipsis y lo añoraba. - La he cuidado bien, o por lo menos lo hemos intentado y todo cuanto encontramos en su interior está en Arcadia - expliqué.
- Buff… tengo mucho que contarte - volví a limpiarme las mejillas. Me había hecho volver a reír y no pude evitar abrazarlo de nuevo. - Es increíble tenerte aquí - y entonces me aparté y ahora, le golpeé en el hombro. - ¡Pero no me hagas eso!
- Dallas está bien, está conmigo, encontramos un lugar... te gustaría mucho - no pude evitar sonreír al hablar de Arcadia. Si hubiéramos tenido ese sitio antes, tal vez no hubiera pasado nada de aquello.
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Como le siguiera poniendo aquella cara acabaría llorando él también, como de la misma forma había terminado riendo, era inevitable estar sensible después de tantas casualidades.
Repasó la amarga separación en su cabeza, había numerosas preguntas a las que poner respuesta. Dallas estaba bien, un alivio y otra buena noticia pero, ¿habría coincidido Thea con alguno más? ¿Tendría que encajar la muerte de alguien del grupo? En el fondo ya lo había hecho, de todos y cada uno de ellos. No sabía si prefería la incógnita o no.
De nuevo entre sus brazos, después soltó otra carcajada cuando el que tuvo que encajar el golpe fue él.
—Así que Wolfpack sigue en activo y con nuevo refugio. No necesito escuchar nada más, estoy dentro —se incluyó automáticamente, divertido. No había nada que lo atara a otro sitio, y aunque así fuera sabía cuál sería su lugar siempre. Nadie más podría sustituir la familia que él escogió.
Notó, sin embargo, la preocupación cuando ella dijo que había mucho que contar. Y aunque él también quería compartir toda la pesada carga con una de las pocas personas en las que confiaba completamente en aquel endemoniado mundo, prefirió evitar que el reencuentro se eclipsara por la tristeza. Era su deber que aquel día fuera recordado para siempre.
—Busquemos algo en estas casas para esta noche, ¡hay que celebrarlo! Ya tendremos tiempo para todo lo demás, no tengo pensado alejarme más de cinco metros de vosotras en mucho tiempo. La experiencia me dice que tenéis más costumbre que yo a perderos en el camino —y con las mismas se agachó para recuperar y guardar su machete—. Conduzco yo de vuelta —advirtió de medio lado. Qué rápido había conseguido volver a estar animado.
Si aquellos dos zombies eran la única amenaza, entonces tenía vía libre para volver a la cocina y empezar a registrar cada estante, cada cajón, cada hueco, y eso fue precisamente lo que comenzó a hacer, guardando en su mochila todo lo que resultaba útil.
Repasó la amarga separación en su cabeza, había numerosas preguntas a las que poner respuesta. Dallas estaba bien, un alivio y otra buena noticia pero, ¿habría coincidido Thea con alguno más? ¿Tendría que encajar la muerte de alguien del grupo? En el fondo ya lo había hecho, de todos y cada uno de ellos. No sabía si prefería la incógnita o no.
De nuevo entre sus brazos, después soltó otra carcajada cuando el que tuvo que encajar el golpe fue él.
—Así que Wolfpack sigue en activo y con nuevo refugio. No necesito escuchar nada más, estoy dentro —se incluyó automáticamente, divertido. No había nada que lo atara a otro sitio, y aunque así fuera sabía cuál sería su lugar siempre. Nadie más podría sustituir la familia que él escogió.
Notó, sin embargo, la preocupación cuando ella dijo que había mucho que contar. Y aunque él también quería compartir toda la pesada carga con una de las pocas personas en las que confiaba completamente en aquel endemoniado mundo, prefirió evitar que el reencuentro se eclipsara por la tristeza. Era su deber que aquel día fuera recordado para siempre.
—Busquemos algo en estas casas para esta noche, ¡hay que celebrarlo! Ya tendremos tiempo para todo lo demás, no tengo pensado alejarme más de cinco metros de vosotras en mucho tiempo. La experiencia me dice que tenéis más costumbre que yo a perderos en el camino —y con las mismas se agachó para recuperar y guardar su machete—. Conduzco yo de vuelta —advirtió de medio lado. Qué rápido había conseguido volver a estar animado.
Si aquellos dos zombies eran la única amenaza, entonces tenía vía libre para volver a la cocina y empezar a registrar cada estante, cada cajón, cada hueco, y eso fue precisamente lo que comenzó a hacer, guardando en su mochila todo lo que resultaba útil.
El miembro 'Jay Lawson' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
No dije nada, pero solo había que ver la expresión de mi rostro cuando Jay dijo aquellas palabras. No pude evitar sentir alivio y felicidad, todo al mismo tiempo.
- Madre mía, Wolfpack, creo que hacía siglos de la última vez que escuché aquel nombre - también recogí mi arma y lo seguí a la cocina, allí había otro cuerpo, tal y como me había imaginado antes, el otro zombie fue a por él. - Lo celebraremos, espero que con alguna canción de Guns n' roses, Aerosmith o lo que tú quieras - me coloqué no muy lejos de él para ayudarle a revisar los cajones y armarios de la cocina. - Muy bien, ahora solo falta el café... - dije al ver la leche en polvo. - Dallas se pondrá muy contenta - expliqué.
Hice lo mismo y revisé por otro lado los muebles. Encontré cuatro paquetes de arroz que estaban en un estante bastante alto y lo que parecía ser un tarro con un polvo verde. Tal vez era té o alguna especie de planta medicinal. Todo lo eché a mi mochila también, más tarde se lo enseñaría a Kyle.
- De acuerdo, tú conduces a la vuelta - sonreí. - ¿Has estado bien? - mi rostro se ensombreció al hacer aquella pregunté. Le observé mientras terminaba de cerrar uno de los muebles y le miraba de reojo. Ya no había nada más por allí, así que lo ideal sería continuar con la planta de arriba o pasar a la siguiente casa. - Supongo que... habrá sido una mierda, ¿no? - me preocupaban los últimos meses que había estado solo, en apariencia parecía estar bien. No se le veía ninguna herida grave, o signo de malestar, a parte tal vez de que parecía más delgado y cansado.
- No tenemos por qué hablar de eso, podemos ir a la siguiente casa ya si quieres o... - planteé ambas opciones mientras miraba hacia el pasillo, allí estaban las escaleras que ascendían a la siguiente planta. Tal vez guardasen algo de utilidad por allí o incluso mantas y ropa. Aunque ahora venía el calor del verano, al tener un lugar fijo no estaría de más hacerse con todo ese tipo de cosas.
- Madre mía, Wolfpack, creo que hacía siglos de la última vez que escuché aquel nombre - también recogí mi arma y lo seguí a la cocina, allí había otro cuerpo, tal y como me había imaginado antes, el otro zombie fue a por él. - Lo celebraremos, espero que con alguna canción de Guns n' roses, Aerosmith o lo que tú quieras - me coloqué no muy lejos de él para ayudarle a revisar los cajones y armarios de la cocina. - Muy bien, ahora solo falta el café... - dije al ver la leche en polvo. - Dallas se pondrá muy contenta - expliqué.
Hice lo mismo y revisé por otro lado los muebles. Encontré cuatro paquetes de arroz que estaban en un estante bastante alto y lo que parecía ser un tarro con un polvo verde. Tal vez era té o alguna especie de planta medicinal. Todo lo eché a mi mochila también, más tarde se lo enseñaría a Kyle.
- De acuerdo, tú conduces a la vuelta - sonreí. - ¿Has estado bien? - mi rostro se ensombreció al hacer aquella pregunté. Le observé mientras terminaba de cerrar uno de los muebles y le miraba de reojo. Ya no había nada más por allí, así que lo ideal sería continuar con la planta de arriba o pasar a la siguiente casa. - Supongo que... habrá sido una mierda, ¿no? - me preocupaban los últimos meses que había estado solo, en apariencia parecía estar bien. No se le veía ninguna herida grave, o signo de malestar, a parte tal vez de que parecía más delgado y cansado.
- No tenemos por qué hablar de eso, podemos ir a la siguiente casa ya si quieres o... - planteé ambas opciones mientras miraba hacia el pasillo, allí estaban las escaleras que ascendían a la siguiente planta. Tal vez guardasen algo de utilidad por allí o incluso mantas y ropa. Aunque ahora venía el calor del verano, al tener un lugar fijo no estaría de más hacerse con todo ese tipo de cosas.
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El miembro 'Thea Grayson' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Se sorprendió al darse cuenta que no le costaba nada volver a aquellos días, como si el tiempo que habían pasado separados no existiera.
—Oh, venga, ¿es que me voy y todos empezáis a fruncir el ceño? Tendré que recordaros que también se puede disfrutar del fin del mundo. Lo que significa que puede que hasta os sorprenda con unos temas propios, he tenido tiempo de sobra para componer —respondió mientras rápidamente iba de un mueble a otro.
—¡Increíble! Vaya borrachera me voy a pillar con leche en polvo —exageró tras abrir el último armario al lado del viejo frigorífico.
Tras terminar de guardar aquel sobre en la mochila, Jay se irguió y, al escuchar la pregunta, giró sobre los talones y volvió a acercarse a Thea con paso lento.
—Ha sido una mierda —dijo directamente tras soltar un suspiro con pesadez, algo brusco y el tono bajo. No le gustaba hablar de eso—. He recorrido medio país sin ser capaz de quedarme en ningún sitio, teniendo que aceptar algún que otro trabajo en los que he tenido que hacer cosas que no me gustan, pero era la única forma de conseguir recursos. Ha sido como volver a estar en ese primer grupo del que me separé por ti y, no me quiero poner sentimental, pero puede que ahora me hayas salvado de nuevo como en aquel entonces —dejó caer su diestra en el hombro contrario, tratando de animar a Thea.
—Pero no todo ha sido malo, he conocido gente interesante —se separó y se ajustó la mochila.
—Nunca me ha gustado esa mirada triste que pones cuando tocamos estos temas, pero sí, quiero saber también cómo habéis llegado aquí, cuál es la situación, por todo lo que has pasado y, lo más importante, cómo estás tú. Te escucharé si quieres hablar de ello, se me da mucho mejor que soltar prenda yo —en el pasillo, Jay se alejó unos pasos para sentarse en el primer escalón de la escalera y, como si supiera lo que pasaba por la cabeza de Thea, siempre preocupada por el equipo, por el refugio, siguió hablando:
—Ahora estoy yo, puedo volver mañana mismo a por todas las cosas que haya aquí, no tenemos por qué recorrer medio vecindario.
—Oh, venga, ¿es que me voy y todos empezáis a fruncir el ceño? Tendré que recordaros que también se puede disfrutar del fin del mundo. Lo que significa que puede que hasta os sorprenda con unos temas propios, he tenido tiempo de sobra para componer —respondió mientras rápidamente iba de un mueble a otro.
—¡Increíble! Vaya borrachera me voy a pillar con leche en polvo —exageró tras abrir el último armario al lado del viejo frigorífico.
Tras terminar de guardar aquel sobre en la mochila, Jay se irguió y, al escuchar la pregunta, giró sobre los talones y volvió a acercarse a Thea con paso lento.
—Ha sido una mierda —dijo directamente tras soltar un suspiro con pesadez, algo brusco y el tono bajo. No le gustaba hablar de eso—. He recorrido medio país sin ser capaz de quedarme en ningún sitio, teniendo que aceptar algún que otro trabajo en los que he tenido que hacer cosas que no me gustan, pero era la única forma de conseguir recursos. Ha sido como volver a estar en ese primer grupo del que me separé por ti y, no me quiero poner sentimental, pero puede que ahora me hayas salvado de nuevo como en aquel entonces —dejó caer su diestra en el hombro contrario, tratando de animar a Thea.
—Pero no todo ha sido malo, he conocido gente interesante —se separó y se ajustó la mochila.
—Nunca me ha gustado esa mirada triste que pones cuando tocamos estos temas, pero sí, quiero saber también cómo habéis llegado aquí, cuál es la situación, por todo lo que has pasado y, lo más importante, cómo estás tú. Te escucharé si quieres hablar de ello, se me da mucho mejor que soltar prenda yo —en el pasillo, Jay se alejó unos pasos para sentarse en el primer escalón de la escalera y, como si supiera lo que pasaba por la cabeza de Thea, siempre preocupada por el equipo, por el refugio, siguió hablando:
—Ahora estoy yo, puedo volver mañana mismo a por todas las cosas que haya aquí, no tenemos por qué recorrer medio vecindario.
Era tan fácil sonreír con Jay. Su forma de ser era pura energía y siempre lo había valorado. Independientemente de cómo estuviera él, siempre era capaz de hacer sentir mejor a los demás, o de sacarte una risa hasta en la peor situación. En ese aspecto me recordaba mucho a Dallas también. Pero Jay seguía siendo Jay, y volvía a sentir esas cosas de las cuales casi hasta me había olvidado.
No dije nada, me acerqué a él de nuevo y lo abracé con todas mis fuerzas, casi como antes.
- Te he echado muchísimo de menos - expliqué al apartarme. Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde, y vaya si me había dado cuenta. Tomé asiento en la escalera junto a él, sus palabras y toda la situación en sí, hicieron que se me humedecieran los ojos, e hice un gran esfuerzo por no derramar una lágrima, pero es que además también me hizo reír. Suspiré llevándome una mano a la cara, frotándome los ojos con el dorso.
- Claro, ahora que nos encontramos... y al día siguiente ya te quieres ir, no, no te dejaré solo en un mes por lo menos - le di una palmada en la rodilla y pensé en todo lo que había sucedido en los últimos meses. No me apetecía hablar de ello, pero a Jay se lo podía contar todo.
- Tengo otra en el hombro - susurré, tras quitarme la sudadera y mostrarle mi brazo, ahí descansaba una cicatriz, que no se apreciaba ya mucho. Pero al fijarse bien, uno podía apreciar la marca de una dentadura. - Son de marzo del año pasado y esta venda es de otra de hace unos días - señalé la otra venda que cubría mi brazo.
- Pensé que iba a morir, y aún me asusté la última vez, pero... - me encogí de hombros. - Aquí sigo - si a él no se lo podía contar. - Encontré tu furgo junto a uno de los moteles en los que nos habíamos refugiado con anterioridad y... allí estaban Trece y Kilroy - ahora sí, las lágrimas cayeron por mi rostro al recordar aquello. - Creo que se suicidaron, no fui capaz de nada, los cubrí como pude y los enterré detrás del motel. Fue una de las cosas más duras que he hecho nunca, pero me gustaba pensar que por lo menos descansaban en un lugar familiar... al fin y al cabo el tiempo que estuvimos allí estuvo bien. Creo que por eso fueron... me destroza pensar en qué se les pasó por la cabeza, dudo que se rindieran así sin más, y entonces... me imagino cosas como que igual mordieron a no de ellos, y el otro no quiso seguir, o... no lo sé - tomé una gran bocanada de aire, las lágrimas seguían cayendo lentamente. - Llegué a pensar que habíais muerto todos... - me quedé con la mirada en blanco perdida en la puerta de en frente. Habían sido unos meses muy duros, mentalmente me había destrozado separarme de a quienes había llegado a considerar mi segunda familia. Más en aquellas circunstancias.
No dije nada, me acerqué a él de nuevo y lo abracé con todas mis fuerzas, casi como antes.
- Te he echado muchísimo de menos - expliqué al apartarme. Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde, y vaya si me había dado cuenta. Tomé asiento en la escalera junto a él, sus palabras y toda la situación en sí, hicieron que se me humedecieran los ojos, e hice un gran esfuerzo por no derramar una lágrima, pero es que además también me hizo reír. Suspiré llevándome una mano a la cara, frotándome los ojos con el dorso.
- Claro, ahora que nos encontramos... y al día siguiente ya te quieres ir, no, no te dejaré solo en un mes por lo menos - le di una palmada en la rodilla y pensé en todo lo que había sucedido en los últimos meses. No me apetecía hablar de ello, pero a Jay se lo podía contar todo.
- Tengo otra en el hombro - susurré, tras quitarme la sudadera y mostrarle mi brazo, ahí descansaba una cicatriz, que no se apreciaba ya mucho. Pero al fijarse bien, uno podía apreciar la marca de una dentadura. - Son de marzo del año pasado y esta venda es de otra de hace unos días - señalé la otra venda que cubría mi brazo.
- Pensé que iba a morir, y aún me asusté la última vez, pero... - me encogí de hombros. - Aquí sigo - si a él no se lo podía contar. - Encontré tu furgo junto a uno de los moteles en los que nos habíamos refugiado con anterioridad y... allí estaban Trece y Kilroy - ahora sí, las lágrimas cayeron por mi rostro al recordar aquello. - Creo que se suicidaron, no fui capaz de nada, los cubrí como pude y los enterré detrás del motel. Fue una de las cosas más duras que he hecho nunca, pero me gustaba pensar que por lo menos descansaban en un lugar familiar... al fin y al cabo el tiempo que estuvimos allí estuvo bien. Creo que por eso fueron... me destroza pensar en qué se les pasó por la cabeza, dudo que se rindieran así sin más, y entonces... me imagino cosas como que igual mordieron a no de ellos, y el otro no quiso seguir, o... no lo sé - tomé una gran bocanada de aire, las lágrimas seguían cayendo lentamente. - Llegué a pensar que habíais muerto todos... - me quedé con la mirada en blanco perdida en la puerta de en frente. Habían sido unos meses muy duros, mentalmente me había destrozado separarme de a quienes había llegado a considerar mi segunda familia. Más en aquellas circunstancias.
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De nuevo entre sus brazos, si lo volvía a repetir una vez más seguramente no podría contener las lágrimas. Había soñado numerosas veces con un reencuentro y ahora se sorprendía a sí mismo sin saber cómo reaccionar. Cuando pasaran unos días y pudiera sentar la cabeza, todo sería diferente, pero ahora sus esfuerzos se dirigían a hacer como si ni un solo día hubiera pasado desde la separación. Era la única forma en la que se sentía cómodo.
—Hoy estás decidida a hacerme llorar —pero él sonríe, con cierto brillo en los ojos, por volver a tenerla a su lado.
El rostro, sin embargo, se torció después en un gesto de preocupación al observar las marcas. La yema de sus dedos acariciaron la primera, la más antigua.
—He visto gente volverse como los caminantes en menos de veinticuatro horas después de una mordedura así —murmuró antes de dirigir la mirada a los ojos contrarios—. ¿Tú estás bien? ¿Sientes algo? Siempre has sido la más fuerte del grupo, no me sorprendería que esta clase de infección no te provocara nada. Y es evidente que algo en ti te hace inmune si después de tanto tiempo sigues con nosotros, lo cual, a decir verdad, me alegra. ¿Lo sabe alguien más? Este tipo de cosas son las que machacan la cordura de la gente. No me gustaría tener que enfrentarme el primer día que llego a vuestro refugio a cobardes que defienden que sería mejor darte una patada en el culo —trata de quitar hierro al asunto, pero con lo que después llega a sus oídos poco puede hacer.
Guardó silencio y apretó los puños lleno de impotencia. Sospechar que tus amigos estaban muertos era una cosa, pero saber con certeza que lo estaban era otra. Trece y Killroy, en su furgoneta... En ese instante se descubrió con algunas lágrimas recorriendo las mejillas, lágrimas que no tardó en apartar con la mano.
—Los recordaremos. Cada día que subamos a esa furgoneta honraremos a Trece y Kilroy, y a todos los que no han podido acompañarnos hasta este día —su voz flaqueaba mientras lo murmuraba, pero nada de esas dudas parecieron quedar presentes cuando se levantó del peldaño de la escalera y tendió una mano a Thea.
—Basta de charla, tengo que conducir de vuelta y te necesito como guía. A propósito, ¿sigue funcionando la radio?
—Hoy estás decidida a hacerme llorar —pero él sonríe, con cierto brillo en los ojos, por volver a tenerla a su lado.
El rostro, sin embargo, se torció después en un gesto de preocupación al observar las marcas. La yema de sus dedos acariciaron la primera, la más antigua.
—He visto gente volverse como los caminantes en menos de veinticuatro horas después de una mordedura así —murmuró antes de dirigir la mirada a los ojos contrarios—. ¿Tú estás bien? ¿Sientes algo? Siempre has sido la más fuerte del grupo, no me sorprendería que esta clase de infección no te provocara nada. Y es evidente que algo en ti te hace inmune si después de tanto tiempo sigues con nosotros, lo cual, a decir verdad, me alegra. ¿Lo sabe alguien más? Este tipo de cosas son las que machacan la cordura de la gente. No me gustaría tener que enfrentarme el primer día que llego a vuestro refugio a cobardes que defienden que sería mejor darte una patada en el culo —trata de quitar hierro al asunto, pero con lo que después llega a sus oídos poco puede hacer.
Guardó silencio y apretó los puños lleno de impotencia. Sospechar que tus amigos estaban muertos era una cosa, pero saber con certeza que lo estaban era otra. Trece y Killroy, en su furgoneta... En ese instante se descubrió con algunas lágrimas recorriendo las mejillas, lágrimas que no tardó en apartar con la mano.
—Los recordaremos. Cada día que subamos a esa furgoneta honraremos a Trece y Kilroy, y a todos los que no han podido acompañarnos hasta este día —su voz flaqueaba mientras lo murmuraba, pero nada de esas dudas parecieron quedar presentes cuando se levantó del peldaño de la escalera y tendió una mano a Thea.
—Basta de charla, tengo que conducir de vuelta y te necesito como guía. A propósito, ¿sigue funcionando la radio?
- No quiero que llores, ya bastante hemos llorado - aunque estaba apenada, también sonreí. Una sonrisa amarga. Sentí un leve cosquilleo al sentir su piel rozar la mía, observé como sus dedos seguían el recorrido de la cicatriz y me estremecí con suavidad. - Para mi también es raro - alcé la mirada en su dirección. - He visto a tanta gente morir... muchos de ellos ni siquiera dejaron que el virus hiciera efecto, se quitaron la vida antes y yo estuve a punto también, pero no lo hice porque estaba aterrada, no soy fuerte, solo he tenido suerte... pienso en ellos constantemente, ¿alguno de ellos tendría lo mismo que yo y decidió acabar con todo antes? - un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estábamos tan cerca que no hizo ni falta explicar lo que suponía para mi pensar en todo aquello. Me atormentaba tanto...
- Estoy bien - le tranquilicé, sonreí sincera, agradeciendo su preocupación. - No he sentido nada diferente creo... igual que siempre - me encogí de hombros.
- Allí no hay que preocuparse de nada, Dallas, una antigua compañera de trabajo y un médico, no somos muchos, pero los tres lo saben, son de confianza - expliqué. Hablar de Trece y Kiroy siempre me ponía triste, pero Jay me traía esperanza y eso me hacía sentir mejor. Tal y como había dicho, no les íbamos a olvidar y el camino de Wolfpack seguiría, tal vez no siendo los mismos, pero sí con los mismos objetivos para honrarlos a todos.
Agarré su manos con fuerza y me puse en pie.
- Por supuesto que la radio funciona y además, todas tus cintas siguen en la guantera, así que además de conducir, si quieres, puedes elegir música - le di un suave codazo en el brazo. Había olvidado lo bueno que era hablar, desahogarse... me sentía bien después de todo.
- ¿Habías visto la furgo, verdad? - me reí. Revisé que estaba todo en mi mochila y fui directa a la salida. - Ha tenido que ser gracioso, seguro que pensaste que era un ladronzuelo y venías a pegarme una paliza - me iba riendo mientras salía al exterior. El sol me dio de lleno en la cara y tuve que cerrar los ojos por un momento, me cubrí con la mano y observé mejor el exterior. El barrio estaba tranquilo, me giré para entregarle a Jay sus llaves, las sujeté en el aire ofreciéndoselas. Por un lado sentía no haber investigado más por el vecindario, habría más tiempo, y además, era consciente de que había encontrado el mejor de los tesoros. Aunque en unos días, después de unas cuantas bromas lo quisiera matar.
- Estoy bien - le tranquilicé, sonreí sincera, agradeciendo su preocupación. - No he sentido nada diferente creo... igual que siempre - me encogí de hombros.
- Allí no hay que preocuparse de nada, Dallas, una antigua compañera de trabajo y un médico, no somos muchos, pero los tres lo saben, son de confianza - expliqué. Hablar de Trece y Kiroy siempre me ponía triste, pero Jay me traía esperanza y eso me hacía sentir mejor. Tal y como había dicho, no les íbamos a olvidar y el camino de Wolfpack seguiría, tal vez no siendo los mismos, pero sí con los mismos objetivos para honrarlos a todos.
Agarré su manos con fuerza y me puse en pie.
- Por supuesto que la radio funciona y además, todas tus cintas siguen en la guantera, así que además de conducir, si quieres, puedes elegir música - le di un suave codazo en el brazo. Había olvidado lo bueno que era hablar, desahogarse... me sentía bien después de todo.
- ¿Habías visto la furgo, verdad? - me reí. Revisé que estaba todo en mi mochila y fui directa a la salida. - Ha tenido que ser gracioso, seguro que pensaste que era un ladronzuelo y venías a pegarme una paliza - me iba riendo mientras salía al exterior. El sol me dio de lleno en la cara y tuve que cerrar los ojos por un momento, me cubrí con la mano y observé mejor el exterior. El barrio estaba tranquilo, me giré para entregarle a Jay sus llaves, las sujeté en el aire ofreciéndoselas. Por un lado sentía no haber investigado más por el vecindario, habría más tiempo, y además, era consciente de que había encontrado el mejor de los tesoros. Aunque en unos días, después de unas cuantas bromas lo quisiera matar.
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