If I die young ~ Privado

Recuerdo del primer mensaje :




Cabaña sobre una montaña, muchas coníferas.
20 de febrero - 7 de marzo
05:40 hs
Frío, algo de nieve.

Actualmente todos desconfían de todos. Cualquiera que se acerque podría ser un asesino potencial, un ladrón, un violador, un psicópata. Phoenix sabía que las personas usualmente sobreviven en grupos, ya sea familias, amigos, vecinos, conocidos. Fue su caso en su momento. Tuvo su época de viajar en familia y con conocidos. Comprendía el por qué del trato que recibía de aquel curioso grupo de personas. No quería causar problemas, así que seguiría sus reglas. Faltaban mujeres, los hombres no la matarían por un arrebato.  

La ataron de pies y manos, la desarmaron. Salem, muy astuto, desapareció para no morir. De un modo u otro debía de comprender que para otros seres humanos él no era un gato, si no que era comida. Aparte, Phoenix siempre se supo cuidar bien sola. Inclusive en aquella ocasión. No eran gente peligrosa, sólo eran precavidos.

Ver otros rostros, ver un sistema organizado. Casi que podía predecir el rol de cada uno. Se sentía cómoda, pese a estar atada. Inclusive tenían a un pequeño. A sus ojos se veía algo enfermo, nada extraño gracias al frío. Pronto se pasaría, tenían medicinas. El lugar era seguro. La habían llevado a un lugar seguro. Hasta le dieron algo de comida.

Pasaron casi dos días hasta que decidieron soltarla. No la aceptaban del todo, pero necesitaban ayuda. Ése día colaboró colocando estacas en el perímetro. Los caminantes quedarían allí clavados y no entrarían en la inmensa cabaña. Una sola persona no hubiese podido haber hecho tanto en las pocas horas que tuvieron para trabajar.

Llegó la noche. Allí dormían todos, ocho horas reglamentarias. Nada entraría. No había riesgo. Debía dormir, así que cerró sus ojos y dejó ir su consciencia bien lejos. Las dos noches que había pasado en el lugar habían sido silenciosas y tranquilas. En ésta ocasión no pudo evitar oír que algo iba mal. Era el niño. El pequeño. No tenía gripe, lo habían mordido. Y éste mordió a su madre, a su padre. Éste disparó a dos de sus compañeros. Sólo quedó uno vivo, con una mordida en la nuca. Phoenix hizo lo que pudo: cavó tumbas y les dio un entierro digno.


Según el calendario, era lunes 9 de marzo. El amanecer en aquel sitio era hermoso. Salem estaba a upa de su adorada ama. Phoenix le acariciaba el pelaje con cariño. - Los gatos negros traen mala suerte a los supersticiosos. ¿Crees que alguno de ellos haya creído eso de ti? - Un suspiro del felino fue toda la respuesta que obtuvo. Era un animal amoroso, tal vez porque estaba castrado. - Te amo. - Realmente adoraba a ése gato. Lo tenía sobre sí como si de un niño se tratara. Era su única compañía, su único contacto estable en años. Ambos se entendían.

Estar sola en un hogar tan grande le resultaba tétrico y reconfortante a la vez. Había más ventanales que paredes, pero todo estaba rodeado por ésas estacas y zanjas con más estacas que los hombres habían hecho para protegerse. Cuerdas con latas para oír el peligro. El único peligro serían otros supervivientes. Cualquier francotirador podría acabar con ella. Un equipo podría ir a atacarla. Sabiendo eso fue a la enorme cocina a prepararse café con leche, vestida de pijamas, como si no estuviese enterada del apocalipsis.

El amanecer era tan hermoso. Con la taza caliente entre sus manos, el felino sobre la mesa, comenzó con aquel canto que no se alejaba de su mente. Casi sin querer, aún tenía buena voz. Lástima que no pudiera cantar otras melodías más animadas. Lo bueno es que ya no tenía lágrimas.

If I die young bury me in satin
Lay me down on a bed of roses
Sink me in the river at dawn
Send me away with the words of a love song

Bajé esas escaleras tras la primera advertencia de que algo, o tal vez alguien, se encontraba abajo tocando la puerta. Lo primero que hice una vez abajo fue buscar inmediatamente mis armas, prepararme para que uno de esos asquerosos muertos saltase sobre nosotros apenas se abriera la elegante puerta de madera. Me puse en posición listo para ser el primero en atacar, sin darle oportunidad alguna al monstruo de hacer un contraataque. El portón se abrió y el gato salió disparado a atrapar a la pobre paloma mensajera que no pudo defenderse "La cena de mañana", pensé para mis adentros. Si la asiática era capaz de comerse esa marmota, no dudaba que hiciera lo mismo con el pájaro.

-¿Dónde está la ropa? No la he encontrado. Pregunté una vez la conmoción pasó. Regresamos al segundo piso, y aunque ya lo había visto, no pude evitar volver a impresionarme ante las maravillosas vistas que ofrecía ese pasillo antiguo y pulcro. Entramos a una de las habitaciones, donde se hallaba un armario que me recordaba al del libro de Narnia; grande, hecho de madera, y con unos motivos forestales bastante curiosos. La mujer abrió las dos puertas de par en par y reveló toda una gama de ropa, tanto para hombre como para mujer y niño. Estaba claro que ahí habitaron varias personas al mismo tiempo.

Tomé un traje de etiqueta, negro, limpio, elegante, perfecto para mí. Era al parecer una talla más grande que la mía, pero no me importaba, pues con tal de estar bien vestido, lo de menos era la talla, además, con el primer caminante cuya sangre salpicase, el traje quedaría arruinado. Sólo me lo medí por encima, pero me bastó para tomar la decisión de apropiarme de él. Luego rebusqué entre la ropa de niño, pero no vi nada que le quedase bien a mi hijo, pues todas las prendas parecían para un niño de mayor edad. -¿No tienes nada para un niño de dos años? Después de indagar, seguí rebuscando para encontrar algo que le sirviese a los tipos de la base. Había uno bastante gordo, y dudaba poder encontrar algo para él, sin embargo, los demás tenían una talla similar a la mía, por lo que podría llevarme medio armario y ellos lo recibirían gustosamente. Al final tomé unas cinco mudas de ropa, además de mi vestido. -Préstame alguna bolsa para llevar esto, por favor.

Los tipos se pondrán felices cuando vean lo que les llevaría. -Phoenix, eres una buena persona. Te contaré por qué no podemos dejar Las Vegas. Tomé una profunda bocanada de aire antes de empezar a hablar. -Muy cerca de la ciudad se encuentra la base de Umbrella. Esa compañía es la responsable del apocalípsis que estamos viviendo, y tanto yo como mi grupo pertenecemos a la resistencia. He perdido a varias personas por causa directa de Umbrella, y a muchas más por causas indirectas, igual que tú, igual que todos. Me cuestioné si era lo correcto comentarle la situación. No sabía si ella hacía parte de esa compañía, era como jugar a la ruleta rusa.

Salem llevó su paloma abajo de la mesa de la cocina, donde comenzó a comer. Aparentemente no tenía intenciones de compartir su comida ésta vez. Por Phoenix estaba bien, ya tenían una marmota de un tamaño aceptable. A ella le llevaría un par de días terminarla.

- Te mostraré. - Subió con Nicholas para entregarle la ropa que le sería útil a él y a sus compañeros de grupo. Lo guió hasta el placard de la habitación principal. Era el más grande y donde más ropa había. La ropa de mujer ya la había apartado, revisaría luego qué era lo que tenía y si también podía llevarse algo de allí. Algunas prendas no le quedaban y no tenía sentido cargar con ellas. - Es todo lo que hay. - La ropa del pequeño estaba en un baúl rústico que a sus ojos era hermoso. También había otras prendas allí. - Hay una maleta bajo la cama. Está vacía. Si no entra todo allí hay bolsas en la cocina, pero no son muy grandes. - Esperó que en la maleta entrase todo. Sino ya verían. Tal vez con una sábana pudiesen ayudarse.

Phoenix tomó asiento en la cama, mientras lo dejaba hacer a Nicholas. Se puso a ver el hermoso paisaje que mostraba el gran ventanal. No había caminantes, sólo árboles y un hermoso cielo. A lo lejos parecía salir humo, tal vez de algún campamento o un incendio forestal. No, debía de ser lo primero, porque el humo no era tan grande. Abrió los labios para comentar lo que veía cuando él tomó la palabra.

Volvió a verlo con interés en lo que estaba diciendo, manteniendo el silencio y frunciendo ligeramente el entrecejo. No se perdería detalle. Y al terminar de oír siguió sin decir nada. Suspiró y observó el paisaje nuevamente.

«"...pertenecemos a la resistencia."» Imaginó militares, un líder, civiles siendo protegidos. Imaginó a Nicholas en un grupo autocrático. Sonaba peligroso. Sonaba a que si se unía tendría que seguir órdenes de alguien. Y los líderes actualmente estaban dementes. O al menos tuvo pésimas experiencias con los grupos de supervivientes con objetivos que fueran más allá de sólo sobrevivir.

- Soy consciente que hoy en día secuestran personas para hacerles... cosas. - Fue lo primero que atinó a decir. Y de buena fuente sabía aquel dato. Nuevamente se encontraba hablando de Umbrella con alguien y era un tema que no le gustaba tratar mucho. Era como hablar de política o religión, ninguno tenía la misma opinión, por más que algunas se parecieran entre sí.

Volvió la mirada para hablarle a la cara. - No hay nada que podamos hacer para remediar todo lo que pasó. Soy partidaria de que debería haber justicia por lo que hicieron, pero ¿cómo podrían pagar todo éste daño? No creo ser capaz de juzgar eso. - Negó un par de veces y se puso de pié para acercarse al ventanal y observar la calma del exterior. Cruzada de brazos, continuó. - Dime que necesitan asistencia médica, comida, educación, dime que quieren vivir y no sólo sobrevivir y estaré contigo. Estaré a favor de protegerlos si Umbrella quisiera dañarlos. Más si dices que hay niños. Pero no lanzaré la primera piedra. - Hizo una pausa para meditar nuevamente. No era una decisión fácil. Sabía que no podía seguir andando sola por ahí, tarde o temprano moriría. Al menos, si pasaba, quería tener a alguien a su lado que evitara su transformación. - Iré a conocerlos. Sin compromisos ¿de acuerdo? Les doy ropa y les daré medicinas también. - Alzó el dedo en su dirección, como quien da una orden o una reprimenda. - Si algo no me gusta, me dejarán ir.

El concepto resistencia era lo que le ponía los pelos de punta. No lo relacionaba con algo bueno, sino con algo peligroso e inapropiado para lo que se estaba intentando vivir en la actualidad. Saciar las necesidades básicas era toda una odisea y encima de eso se quería forjar un grupo armado... Bueno, en su mente habían armas. Pero imaginando no llegaría a ningún sitio. Debía ver para estar segura. Nicholas se veía bien, alimentado y más aseado que cualquiera con quien se hubiese encontrado. Podía confiar en que su situación allí sería similar.

- Dame una semana e iré. De paso me contarás más sobre tu grupo. Y me acompañar a ver qué pasa con ése fuego de allí. Parece que quisieran armar un incendio...

Sonreí ligeramente después de escuchar sus palabras, aunque era evidente que mi sonrisa no era sincera. Estaba claro que pensábamos de maneras diferentes en cuanto a la situación que se vivía en el mundo. Por un lado, ella era partidaria del "vivir día a día", cosa que era comprensible; pero yo por el contrario, creía en buscar una solución y castigar a los responsables. Estuvo bien el hecho de no mencionar que solíamos ser un estilo de guerrilla, pues era algo que quedó en el pasado cuando por fuerza tuve que quedarme a cargo de las bases. Si Frederick, o Jill siguieran en el mando, jamás aceptarían a alguien con la mentalidad que Phoenix tenía. -Puedes ir cuando quieras, no te estoy obligando a hacer nada. Sólo... piénsalo, ¿sí?. Y allí zanje el tema. Tal vez en otra oportunidad compartiría con ella otros detalles, pero por ahora la dejaría masticar minuciosamente las opciones que se ponían sobre la mesa.

Metí dentro de la maleta la ropa que resultó ganadora de la selección de prendas. Quedó suficiente espacio pero echar una que otra camisa más, pero con lo que llevaba era más que suficiente para suplir la carencia de vestiduras que tenían algunos miembros de la base... sobretodo Louis. Pobre niño, nunca recordaba buscarle ropa de su talla cuando salía de viaje, siempre tenía que andar con unos pantalones un par de tallas más grande. Creo que no soy el mejor padre del mundo, aunque viendo y considerando que no he conocido a más padres en un largo tiempo, quizás sí lo sea. Por lo menos mantenía vivo a mi hijo, y eso es más de lo que muchos pueden presumir.

Levanté la mirada y por la ventana me fijé en la columna de humo gris que se erguía más allá del bosque. O era un incendio forestal, o algún automóvil que explotó, o una fogata. En cualquiera de las tres opciones había riesgos que tomar en cuenta. No me agradaba mucho la idea de ir a mirar, pues como dicen, "la curiosidad mató al gato", sin embargo, si había una mínima posibilidad de hallar a alguien, merecía la pena arriesgarse. -Iremos, echaremos un vistazo, y si vemos una sola cosa peligrosa, nos regresamos inmediatamente. Vamos. Bajé las escaleras maleta en mano hasta el lugar donde se encontraban mis armas. Dejé la maleta cerca a la puerta, pues creía que iba a volver pronto, y salimos de la cabaña directo al humo.

Aún quería cruzar algunas palabras con ése hombre. Le intrigaba ése grupo, y temía estarse metiendo donde en realidad no tenía nada que hacer. Aún así volvía a su mente la necesidad de tener compañía. Luego vería eso, tenía mucho tiempo aún para pensarlo.

- Estoy totalmente de acuerdo. - Acordó con lo último que le dijo. Intentó ver con más nitidez qué era lo que sucedía allí, pero fue en vano. Tendría que ir y averiguarlo.

Bajó las escaleras, tomó sus armas y salió de la casa. Salem, su fiel compañero, la acompañó. Traspasaron la cerca y se internaron en el bosque, rumbo a la columna de humo.

No dijo nada en el camino. El haber conocido a aquel sujeto le había dejado innumerables cosas en qué pensar. Primero, sabía que había niños y a ella le encantaban los pequeños. Todavía tenía esa tendencia a querer sanar a las personas, quería ir y ver si podía ayudarlos a sanar si tenían alguna dolencia. No quería nada a cambio, era simplemente su deber.

En eso y en muchas cosas más dedicó su tiempo.

Al llegar sólo había un campamento en llamas. Ningún cuerpo a la vista, nada que se pudiese aprovechar. Mientras el fuego continuase no se podía explorar muy a fondo.

Luego de observar los alrededores encontró una nota clavada en un árbol, con una flecha. En la nota estaba dibujada una flecha que indicaría una dirección y decía lo siguiente:

Stefanía:
Encuéntranos en el Psiquiátrico.
¡Hay sobrevivientes!
ES SEGURO.
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