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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Into the woods [Victoria]
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12 de junio de 2015.
Se suponía que ya comenzaban los días de buen tiempo, se suponía... Sin embargo aquella mañana las temperaturas dejaron bastante que desear. Las nubes cubrían en el cielo al astro rey, los rayos de luz apenas eran capaces de asomar entre los esponjosos y gruesos nubarrones grises, sí, parecía que en cualquier momento iba a romper a llover y además con fuerza a juzgar por el color del cielo.
— Debería encontrar uno de esos paraguas plegables... — susurré con la vista fija en el cielo. Cuando comenzaron a caer las primeras gotas decidí echarme la capucha de mi sudadera sobre la cabeza. El viento que además era río calaba con fuerza entre mis ropas, por lo que de mi bolsa saqué el chaquetón que solía llevar. No lo había tirado aún porque me servía para dormir, pero en cuanto comenzase el buen tiempo sería ridículo cargar con él, ya que en mi bolsa no cabía demasiado más. Atrás habían quedado los tiempos en los que al viajar con Claire y los demás en varios vehículos una no debía nada más que por encontrar cosas.
La carretera parecía infinita, rodeada de bosques y poco más. Estaba completamente segura de que se trataba de una ruta secundaria, dado que la calzada apenas era demasiado ancha y de que seguramente no llevaría a ningún sitio en particular: estaba perdida, pero tenía la esperanza de que el final del camino no me acabara llevando a la boca del lobo.
Por ahora había tenido suerte, no me había topado con ninguno de esos seres, hasta el momento, porque ya en la lejanía comenzaba a ver una de esas siluetas repulsivas. Sí, hasta su forma de andar me daba ya asco. Deslicé mi mano derecha hacia el cinturón, donde sabía que se resguardaba mi machete en una vieja funda de cuero marrón. Empuñé aquella tosca arma tal y como me habían enseñado. Ya podía sentir aquellos nervios, la adrenalina y como no, al otro lado el miedo seguido del pánico. Odiaba aquello, odiaba tener que acabar con ellos y por mi huiría, trataría de salir corriendo, de dejarlo atrás, pero ya tras tanto tiempo sabía que aquello resultaba imposible. Que cuando huías de uno aparecía otro más o que este siempre te acababa alcanzando.
Así que allí estaba yo, enfrentándome a otro momento decisivo más. Y justo cuando iba a atacar pensaba siempre lo mismo: ¿Sería este el último, lograría vencerme? Afortunadamente lograba sobrevivir una ronda más y me quedaba ahí de pie observando las sangre en mis manos. Así una y otra vez...
El cadáver yacía ya por fin muerto en el suelo, mientras yo rebuscaba entre los harapos que formaban sus ropas algo de utilidad para mi, pero en vez de encontrar algo me limité a limpiar la sangre y la hoja del arma en las desgastadas telas. El olor era repulsivo, pero logré contener la respiración el tiempo justo, hasta que me fijé en el final del camino, en la delgada línea del horizonte. Venían muchos más, demasiados para mi, tantos que ni siquiera quise contarlos. Sus desgastados cuerpos comenzaban a aparecer al final del camino, sus esqueléticas extremidades... Desde esa lejanía no eran más que siluetas, moviéndose de forma patética, pero sabiendo lo que eran lograban provocar ese miedo infinito en mi. Hice lo propio, huir, a veces no era posible luchar. Me escabullí hacia un lateral, por el bosque, perdiéndome entre los árboles, corriendo sin parar, todo para dejar atrás a la muerte. Sin saber cuanto tiempo había pasado, solía corría hasta que mi respiración comenzaba a ser un problema, hasta que las piernas me fallaron y me dejé caer en el suelo con la respiración agitada y mis ropas completamente mojadas a causa de la lluvia que como había predicho ya caía con mucha fuerza.
Se suponía que ya comenzaban los días de buen tiempo, se suponía... Sin embargo aquella mañana las temperaturas dejaron bastante que desear. Las nubes cubrían en el cielo al astro rey, los rayos de luz apenas eran capaces de asomar entre los esponjosos y gruesos nubarrones grises, sí, parecía que en cualquier momento iba a romper a llover y además con fuerza a juzgar por el color del cielo.
— Debería encontrar uno de esos paraguas plegables... — susurré con la vista fija en el cielo. Cuando comenzaron a caer las primeras gotas decidí echarme la capucha de mi sudadera sobre la cabeza. El viento que además era río calaba con fuerza entre mis ropas, por lo que de mi bolsa saqué el chaquetón que solía llevar. No lo había tirado aún porque me servía para dormir, pero en cuanto comenzase el buen tiempo sería ridículo cargar con él, ya que en mi bolsa no cabía demasiado más. Atrás habían quedado los tiempos en los que al viajar con Claire y los demás en varios vehículos una no debía nada más que por encontrar cosas.
La carretera parecía infinita, rodeada de bosques y poco más. Estaba completamente segura de que se trataba de una ruta secundaria, dado que la calzada apenas era demasiado ancha y de que seguramente no llevaría a ningún sitio en particular: estaba perdida, pero tenía la esperanza de que el final del camino no me acabara llevando a la boca del lobo.
Por ahora había tenido suerte, no me había topado con ninguno de esos seres, hasta el momento, porque ya en la lejanía comenzaba a ver una de esas siluetas repulsivas. Sí, hasta su forma de andar me daba ya asco. Deslicé mi mano derecha hacia el cinturón, donde sabía que se resguardaba mi machete en una vieja funda de cuero marrón. Empuñé aquella tosca arma tal y como me habían enseñado. Ya podía sentir aquellos nervios, la adrenalina y como no, al otro lado el miedo seguido del pánico. Odiaba aquello, odiaba tener que acabar con ellos y por mi huiría, trataría de salir corriendo, de dejarlo atrás, pero ya tras tanto tiempo sabía que aquello resultaba imposible. Que cuando huías de uno aparecía otro más o que este siempre te acababa alcanzando.
Así que allí estaba yo, enfrentándome a otro momento decisivo más. Y justo cuando iba a atacar pensaba siempre lo mismo: ¿Sería este el último, lograría vencerme? Afortunadamente lograba sobrevivir una ronda más y me quedaba ahí de pie observando las sangre en mis manos. Así una y otra vez...
El cadáver yacía ya por fin muerto en el suelo, mientras yo rebuscaba entre los harapos que formaban sus ropas algo de utilidad para mi, pero en vez de encontrar algo me limité a limpiar la sangre y la hoja del arma en las desgastadas telas. El olor era repulsivo, pero logré contener la respiración el tiempo justo, hasta que me fijé en el final del camino, en la delgada línea del horizonte. Venían muchos más, demasiados para mi, tantos que ni siquiera quise contarlos. Sus desgastados cuerpos comenzaban a aparecer al final del camino, sus esqueléticas extremidades... Desde esa lejanía no eran más que siluetas, moviéndose de forma patética, pero sabiendo lo que eran lograban provocar ese miedo infinito en mi. Hice lo propio, huir, a veces no era posible luchar. Me escabullí hacia un lateral, por el bosque, perdiéndome entre los árboles, corriendo sin parar, todo para dejar atrás a la muerte. Sin saber cuanto tiempo había pasado, solía corría hasta que mi respiración comenzaba a ser un problema, hasta que las piernas me fallaron y me dejé caer en el suelo con la respiración agitada y mis ropas completamente mojadas a causa de la lluvia que como había predicho ya caía con mucha fuerza.
- K-Mart:
– Lloverá - el soldado se encontraba de pie firmemente con las manos en su espalda, mirando al cielo como si de un gran erudito se tratase.
Lejos, los truenos retumbaban haciendo eco alrededor, y podía distinguirse en la distancia los nubarrones cayendo a tropel contra el cielo
“Llovera”
“Maldito genio” pensó. Estaba de mal humor, últimamente parecía ser la única condición en que se encontraba. El soldado seguía mirando al cielo, contemplándolo como si la vida se le fuera en ello. Victoria se levanto de la cómoda roca en la que se encontraba, y su cadera agradeció el gesto con una dolorosa sensación, como si el cuerpo se desentumiera de un largo congelamiento. Palmeó un par de veces el pantalón que llevaba, uno militar, de los pocos que lograron almacenar tras tantos años. Era un poco grande de la cintura, pero las caderas le ayudaban junto con el cinturón a mantenerlo en su lugar. Miró a sus pies, y los puso en puntillas cerciorándose que los borcegos se mantenían firmes en sus tobillos, y para terminar, estiró los brazos permitiendo que su cuerpo se reactivara una vez más. Habían salido ambos hace un par de días ya, buscando zonas pobladas que pudiesen ser un problema en algún momento, pero a la fecha no lograban encontrar nada y Victoria se cansaba ya de esa situación.
Su omoplato soltó un chasquido relajante, y la remera café (juraba que alguna vez debió ser blanca) se pegó por un momento a su cuerpo, era entallada, si, por ello usaba la chaqueta del uniforme, por ello y por el frío, claro.
– Será mejor que nos pongamos en marcha, necesitamos protegernos de la lluvia antes de que llegué a nosotros. - Estaban en medio de un bosque, y habían recorrido ya una significante área como saber donde había algunas cuevas y demás, porque habitaciones no parecía haber ninguna.
– Alteza – respondió Henry, el soldado erudito tras un saludo marcial para levantar el improvisado campamento. Victoria no se molestó en ayudarle, preparó sus escasas pertenencias y antes de que él pudiera terminar lo propio, ella ya se adelantaba en el camino.
Si, era un imbécil el maldito genio, y si, a ella le gustaba irse antes para que la alcanzaran, porque debían de hacerlo, era la lealtad al final lo que ella apreciaba con ese pequeño atrevimiento. Al final no podía enfadarse demasiado con él, o todos los que terminaban por decir sandeces como “lloverá” pues por mucho que le molestarán los comentarios absurdos, les debía la vida… a los imbéciles, no a lo comentarios, claro.
No le agradaba que la gente desperdiciara el tiempo o las palabras en cosas redundantes, y aunque ella muchas veces caía en la misma situación, buscaba en alguna forma darse una explicación sobre el por qué debía hacerlo, y si la explicación era absurda o no, le servía para sentirse bien consigo misma.
En todo caso valoraba a los demás y buscaba dentro de sus posibilidades ser útil, ellos sabían del mundo, sabían más de la vida y de sobrevivir de lo que a ella le gustaría presumir, y lo valoraba de corazón, por ello cuando hablaban escuchaba, así fuese para saber que iría a llover.
– Tenemos una cueva a un par de kilómetros de aquí, hacía el este. Nos alejaríamos del campamento pero es nuestra única opción, tomando en cuenta lo que nos queda antes de que la lluvia nos alcance. – – Así que después de todo el comentario no era tan burdo, “lloverá” significaba que sería en poco tiempo. Victoria debía comprender esas cosas, pero el mal humor podía con ella muchas veces.
– Vayamos allá, no tenemos antibióticos suficientes para descuidarnos – o en otras palabras, no quiero mojarme.
El camino no tuvo muchas complicaciones, los caminantes rara vez acudían a las zonas silvestres por la falta de alimento. Eran listos, de una forma muy primitiva, pero listos al fin y al cabo.
– Alteza – – Victoria se detuvo en el acto, lo había visto también, algo corría entre los árboles como si lo persiguiera la muerte, lo cual, para las circunstancias, solía ser cierto. Tras una señal silenciosa ambos corrieron detrás de la figura, nadie era tan descuidado a menos que supiera algo importante, y ella quería saber de qué se trataba.
La lluvia los había alcanzado ya, y las cosas se complicaban cuando la tierra se convertía en barro, la joven que perseguían cayo de bruces – seguramente por el esfuerzo – y permitió la captura por parte de la pareja. – Cúbrenos – ordenó Victoria, y Henry sin dudarlo preparó su rifle, presumiendo una larga bayoneta. Por su parte, Victoria se acercó a la muchacha, y arrodillándose le miró el rostro. – ¡Somos amigos! – gritó con todas sus fuerzas, la lluvia caía con más fuerza a cada minuto, y Victoria solo esperaba que la muchacha en el suelo no buscara acuchillarla o algo pensando que era otra cosa. Se le había enseñado muchas veces a no acercarse tanto, pero se preocupaba bastante por la gente como para hacer lo contrario.
Lejos, los truenos retumbaban haciendo eco alrededor, y podía distinguirse en la distancia los nubarrones cayendo a tropel contra el cielo
“Llovera”
“Maldito genio” pensó. Estaba de mal humor, últimamente parecía ser la única condición en que se encontraba. El soldado seguía mirando al cielo, contemplándolo como si la vida se le fuera en ello. Victoria se levanto de la cómoda roca en la que se encontraba, y su cadera agradeció el gesto con una dolorosa sensación, como si el cuerpo se desentumiera de un largo congelamiento. Palmeó un par de veces el pantalón que llevaba, uno militar, de los pocos que lograron almacenar tras tantos años. Era un poco grande de la cintura, pero las caderas le ayudaban junto con el cinturón a mantenerlo en su lugar. Miró a sus pies, y los puso en puntillas cerciorándose que los borcegos se mantenían firmes en sus tobillos, y para terminar, estiró los brazos permitiendo que su cuerpo se reactivara una vez más. Habían salido ambos hace un par de días ya, buscando zonas pobladas que pudiesen ser un problema en algún momento, pero a la fecha no lograban encontrar nada y Victoria se cansaba ya de esa situación.
Su omoplato soltó un chasquido relajante, y la remera café (juraba que alguna vez debió ser blanca) se pegó por un momento a su cuerpo, era entallada, si, por ello usaba la chaqueta del uniforme, por ello y por el frío, claro.
– Será mejor que nos pongamos en marcha, necesitamos protegernos de la lluvia antes de que llegué a nosotros. - Estaban en medio de un bosque, y habían recorrido ya una significante área como saber donde había algunas cuevas y demás, porque habitaciones no parecía haber ninguna.
– Alteza – respondió Henry, el soldado erudito tras un saludo marcial para levantar el improvisado campamento. Victoria no se molestó en ayudarle, preparó sus escasas pertenencias y antes de que él pudiera terminar lo propio, ella ya se adelantaba en el camino.
Si, era un imbécil el maldito genio, y si, a ella le gustaba irse antes para que la alcanzaran, porque debían de hacerlo, era la lealtad al final lo que ella apreciaba con ese pequeño atrevimiento. Al final no podía enfadarse demasiado con él, o todos los que terminaban por decir sandeces como “lloverá” pues por mucho que le molestarán los comentarios absurdos, les debía la vida… a los imbéciles, no a lo comentarios, claro.
No le agradaba que la gente desperdiciara el tiempo o las palabras en cosas redundantes, y aunque ella muchas veces caía en la misma situación, buscaba en alguna forma darse una explicación sobre el por qué debía hacerlo, y si la explicación era absurda o no, le servía para sentirse bien consigo misma.
En todo caso valoraba a los demás y buscaba dentro de sus posibilidades ser útil, ellos sabían del mundo, sabían más de la vida y de sobrevivir de lo que a ella le gustaría presumir, y lo valoraba de corazón, por ello cuando hablaban escuchaba, así fuese para saber que iría a llover.
– Tenemos una cueva a un par de kilómetros de aquí, hacía el este. Nos alejaríamos del campamento pero es nuestra única opción, tomando en cuenta lo que nos queda antes de que la lluvia nos alcance. – – Así que después de todo el comentario no era tan burdo, “lloverá” significaba que sería en poco tiempo. Victoria debía comprender esas cosas, pero el mal humor podía con ella muchas veces.
– Vayamos allá, no tenemos antibióticos suficientes para descuidarnos – o en otras palabras, no quiero mojarme.
El camino no tuvo muchas complicaciones, los caminantes rara vez acudían a las zonas silvestres por la falta de alimento. Eran listos, de una forma muy primitiva, pero listos al fin y al cabo.
– Alteza – – Victoria se detuvo en el acto, lo había visto también, algo corría entre los árboles como si lo persiguiera la muerte, lo cual, para las circunstancias, solía ser cierto. Tras una señal silenciosa ambos corrieron detrás de la figura, nadie era tan descuidado a menos que supiera algo importante, y ella quería saber de qué se trataba.
La lluvia los había alcanzado ya, y las cosas se complicaban cuando la tierra se convertía en barro, la joven que perseguían cayo de bruces – seguramente por el esfuerzo – y permitió la captura por parte de la pareja. – Cúbrenos – ordenó Victoria, y Henry sin dudarlo preparó su rifle, presumiendo una larga bayoneta. Por su parte, Victoria se acercó a la muchacha, y arrodillándose le miró el rostro. – ¡Somos amigos! – gritó con todas sus fuerzas, la lluvia caía con más fuerza a cada minuto, y Victoria solo esperaba que la muchacha en el suelo no buscara acuchillarla o algo pensando que era otra cosa. Se le había enseñado muchas veces a no acercarse tanto, pero se preocupaba bastante por la gente como para hacer lo contrario.
Iba a tener que cambiar toda mi ropa en cuanto pudiera. El barro no se iría, por más que limpiase y a estas alturas tampoco importaba mucho, encontraría ropa nueva y punto. Trataba de respirar hondo para recomponerme un poco y seguir corriendo, pero aquella lluvia... no me daba tregua. Los truenos, el propio ruido de las gotas caer con fuerza. No fui consciente de que no estaba sola hasta que los tuve prácticamente a mi lado.
Retrocedí bruscamente hacia atrás cuando la joven se acercó tanto a mi, pero fueron sus palabras las que me hicieron detenerme en aquel movimiento. ¿Amigos? ¿Amigos de verdad o de esos que te encontrabas por ahí y solo usaban esa palabra para aprovecharse de ti? Tragué saliva dubitativa y entonces recordé que no había mucho tiempo para pensar.
— ¡Hay una horda, me está siguiendo! — exclamé entre el ruido del agua, los truenos, el barro... — No podemos detenernos mucho tiempo — decidí confiar en aquellas palabras y esperaba que esas no me jugaran luego una mala pasada. Me puse en pie, no sin tambalearme de forma muy torpe y ofrecí la mano a la chica para ayudarla también.
— ¡Por aquí! — indiqué al grupo la dirección contraria en la que ellos venían. Caminaba lo más rápido posible, pese al barro y las raíces de los árboles que provocaban que resbalase y tropezase de vez en cuando, la lluvia, el cansancio, el frío... ni siquiera la chaqueta ya ayudaba a mantener el calor en mi cuerpo, estaba completamente empapada y en aquel momento solo servía para entorpecer mi paso aún más. De nuevo volví a tropezar, pero esta vez no fui capaz de mantenerme en pie y caí estrepitosamente al suelo. — ¡Agh... Maldita sea! — Exclamé a la vez que dejaba la mochila a un lado y me quitaba la pesada chaqueta que lancé sin más vueltas a un lado. Dado que el frío que sentía era ya igual decidí deshacerme de ella: adiós. Volví a colocarme la mochila y a ponerme en pie, antes de seguir miré atrás un momento para ver si aún nos seguían. — Nos sigues pisando los talones — ¿qué podíamos hacer para despistarlos en aquel lugar? Nos iban a seguir persiguiendo, sin cansarse ni un ápice y en cambio nosotros... suspiré y miré a mis compañeros esperanzada en que tal vez ellos tuvieran alguna idea. Aunque me temía que ahora lo único que podíamos hacer era seguir adelante sin parar. Una parte de mi se alegraba al menos de no estar sola en aquel momento.
— ¡Allí hay algo! — parecía mentira, pero por fin entre las copas de los árboles lograba distinguir una edificación, lo que podría ser no lo tenía claro, solo que allí había un posible refugio y eso me dio aliento, además de las fuerzas que necesitaba para seguir adelante. No pude evitar sonreír y tratar de seguir hacia adelante sin perder el ritmo. Me detuve solo un momento, cuando distinguí entre la lluvia como uno de esos zombies iba a por nosotros. Paré, apunté la ballesta en su dirección y apreté el gatillo. El virote salió disparado cortando la lluvia hasta hundirse en su cráneo. — ¡Hala! — había acertado a la primera, proseguí corriendo en aquella dirección, cuando llegué a la altura del cadáver arranqué el virote de su frente y lo volví a cargar en la ballesta.
— ¡Por aquí! — guié al grupo. Los árboles por fin comenzaban a dispersarse, de tal forma que nos llevaron a un enorme claro, lo que nos encontramos me hizo perder la emoción del momento: aquello era un cementerio. Un campo lleno de lápidas con un inmenso edificio en un costado, daba por hecho que era una iglesia, pero su aspecto era demasiado extraño, no parecía la típica iglesia, pero sí una especie de antiguo caserón. Todo muy siniestro y lo peor era que había al menos una decena de caminantes merodeando por la entrada principal de la iglesia. — Mierda — susurré, señalé con mi índice a el pequeño grupo de zombies. — ¿Podríamos tratar de rodear la iglesia y colarnos por detrás sin llamar la atención de los zombie? — pregunté mientras que echaba un vistazo rápido para ver si era un plan factible, pues lo único que sabía era que necesitaba descansar y que me moría de frío.
Retrocedí bruscamente hacia atrás cuando la joven se acercó tanto a mi, pero fueron sus palabras las que me hicieron detenerme en aquel movimiento. ¿Amigos? ¿Amigos de verdad o de esos que te encontrabas por ahí y solo usaban esa palabra para aprovecharse de ti? Tragué saliva dubitativa y entonces recordé que no había mucho tiempo para pensar.
— ¡Hay una horda, me está siguiendo! — exclamé entre el ruido del agua, los truenos, el barro... — No podemos detenernos mucho tiempo — decidí confiar en aquellas palabras y esperaba que esas no me jugaran luego una mala pasada. Me puse en pie, no sin tambalearme de forma muy torpe y ofrecí la mano a la chica para ayudarla también.
— ¡Por aquí! — indiqué al grupo la dirección contraria en la que ellos venían. Caminaba lo más rápido posible, pese al barro y las raíces de los árboles que provocaban que resbalase y tropezase de vez en cuando, la lluvia, el cansancio, el frío... ni siquiera la chaqueta ya ayudaba a mantener el calor en mi cuerpo, estaba completamente empapada y en aquel momento solo servía para entorpecer mi paso aún más. De nuevo volví a tropezar, pero esta vez no fui capaz de mantenerme en pie y caí estrepitosamente al suelo. — ¡Agh... Maldita sea! — Exclamé a la vez que dejaba la mochila a un lado y me quitaba la pesada chaqueta que lancé sin más vueltas a un lado. Dado que el frío que sentía era ya igual decidí deshacerme de ella: adiós. Volví a colocarme la mochila y a ponerme en pie, antes de seguir miré atrás un momento para ver si aún nos seguían. — Nos sigues pisando los talones — ¿qué podíamos hacer para despistarlos en aquel lugar? Nos iban a seguir persiguiendo, sin cansarse ni un ápice y en cambio nosotros... suspiré y miré a mis compañeros esperanzada en que tal vez ellos tuvieran alguna idea. Aunque me temía que ahora lo único que podíamos hacer era seguir adelante sin parar. Una parte de mi se alegraba al menos de no estar sola en aquel momento.
— ¡Allí hay algo! — parecía mentira, pero por fin entre las copas de los árboles lograba distinguir una edificación, lo que podría ser no lo tenía claro, solo que allí había un posible refugio y eso me dio aliento, además de las fuerzas que necesitaba para seguir adelante. No pude evitar sonreír y tratar de seguir hacia adelante sin perder el ritmo. Me detuve solo un momento, cuando distinguí entre la lluvia como uno de esos zombies iba a por nosotros. Paré, apunté la ballesta en su dirección y apreté el gatillo. El virote salió disparado cortando la lluvia hasta hundirse en su cráneo. — ¡Hala! — había acertado a la primera, proseguí corriendo en aquella dirección, cuando llegué a la altura del cadáver arranqué el virote de su frente y lo volví a cargar en la ballesta.
— ¡Por aquí! — guié al grupo. Los árboles por fin comenzaban a dispersarse, de tal forma que nos llevaron a un enorme claro, lo que nos encontramos me hizo perder la emoción del momento: aquello era un cementerio. Un campo lleno de lápidas con un inmenso edificio en un costado, daba por hecho que era una iglesia, pero su aspecto era demasiado extraño, no parecía la típica iglesia, pero sí una especie de antiguo caserón. Todo muy siniestro y lo peor era que había al menos una decena de caminantes merodeando por la entrada principal de la iglesia. — Mierda — susurré, señalé con mi índice a el pequeño grupo de zombies. — ¿Podríamos tratar de rodear la iglesia y colarnos por detrás sin llamar la atención de los zombie? — pregunté mientras que echaba un vistazo rápido para ver si era un plan factible, pues lo único que sabía era que necesitaba descansar y que me moría de frío.
- K-Mart:
Victoria había creído que después de los años atrapada en la base militar había ganado una gran condición física, al fin entrenaba como militar, por militares. Pero ver la constancia de la muchacha al escapar de la horda era impresionante, algo que ella pensó jamás lograría. No tuvo que cerciorarse de lo que decía, corría con tanta prisa y falta de precaución que sería ridículo no creerle, así que tanto ella como su guardia la siguieron tan rápido como podían.
Victoria podía sentir como el barro intentaba quedarse con sus botas a cada paso que daba, por fortuna eso podría detener también a los zombies, pero no se detendría a averiguar, incluso cuando la joven cayó de bruces Victoria no alcanzó a ayudarla, estaba demasiado concentrada en seguir su camino sin padecer el mismo destino. Por detrás escuchaba a Henry gritar mucho, pero no alcanzaba a distinguir nada entre la lluvia que caía a su alrededor.
Cuando al fin se detuvieron logró ver de lo que K-mart hablaba. El lugar no es lo que ella hubiera preferido, aunque una cueva en medio de la nada no representaba mucha diferencia.
– Podemos… abatirlos – dijo con la voz escapándose entre fuertes respiraciones. El vaho salía con cada exhalación de su agitado pecho. Tenía una sensación extraña entre el calor de su cuerpo y un sudor frío que recorría sus extremidades, con los dedos entumidos por la lluvia. Al parecer la rubia estaba igual que ella porque parecía tiritar. Henry, por otro lado, era solo una mole malhumorada que observaba con atención.
La idea era pésima.
– Considero más adecuado entras desapercibidos. – Era lo lógico al final, no podrían perder tiempo teniendo una horda a sus espaldas.
– Vamos – la tocó en el hombro, y avanzó a hurtadillas hacia la pocilga.
Todo estaba bardeado con un enrejado lleno de púas en los extremos, Henry sin pensarlo sacó con gran destreza una frazada que llevaba colgando debajo de su mochila. Victoria montó su bota sobre las manazas de su guardia y brinco hacia el otro lado, una vez ahí espero por si su nueva compañera hacía lo mismo, sabía que el grandote podría hacerlo solo.
Victoria podía sentir como el barro intentaba quedarse con sus botas a cada paso que daba, por fortuna eso podría detener también a los zombies, pero no se detendría a averiguar, incluso cuando la joven cayó de bruces Victoria no alcanzó a ayudarla, estaba demasiado concentrada en seguir su camino sin padecer el mismo destino. Por detrás escuchaba a Henry gritar mucho, pero no alcanzaba a distinguir nada entre la lluvia que caía a su alrededor.
Cuando al fin se detuvieron logró ver de lo que K-mart hablaba. El lugar no es lo que ella hubiera preferido, aunque una cueva en medio de la nada no representaba mucha diferencia.
– Podemos… abatirlos – dijo con la voz escapándose entre fuertes respiraciones. El vaho salía con cada exhalación de su agitado pecho. Tenía una sensación extraña entre el calor de su cuerpo y un sudor frío que recorría sus extremidades, con los dedos entumidos por la lluvia. Al parecer la rubia estaba igual que ella porque parecía tiritar. Henry, por otro lado, era solo una mole malhumorada que observaba con atención.
La idea era pésima.
– Considero más adecuado entras desapercibidos. – Era lo lógico al final, no podrían perder tiempo teniendo una horda a sus espaldas.
– Vamos – la tocó en el hombro, y avanzó a hurtadillas hacia la pocilga.
Todo estaba bardeado con un enrejado lleno de púas en los extremos, Henry sin pensarlo sacó con gran destreza una frazada que llevaba colgando debajo de su mochila. Victoria montó su bota sobre las manazas de su guardia y brinco hacia el otro lado, una vez ahí espero por si su nueva compañera hacía lo mismo, sabía que el grandote podría hacerlo solo.
— ¿Me ayudas, si? Oh... gracias — me sentí un poco idiota, aquel tipo me miró fijamente, no parecía muy hablador, pero por los gestos y la forma de proceder... seguía a la chica hacia el otro lado del enrejado y cuando me disponía a tratar de ayudar a aquel tipo... prácticamente él solito saltó al otro lado de un solo movimiento. Aparté las manos hacia mi ballesta con los ojos puestos en blanco. — Eh... no — susurré ante aquello.
Aquello era un pequeño cementerio, un par de zombies merodeaban entre las lápidas y al vernos fue como si su apagada mirada se iluminase, claro, la comida acababa de llegar, prácticamente servida en bandeja. Los dos muertos comenzaron a caminar en nuestra dirección, muy lenta y torpemente debido al barro que se acumulaba en sus pies.
— Creo que es por aquí... — les hice un gesto para que me siguieran, obviando por completo a esos dos, ya que no era necesario prestarles atención. Solo dos zombies que conseguiríamos evitar en cuanto nos refugiásemos en el interior de aquel edificio. El problema era toparnos con los que estaban en la entrada o el grupo que venía por detrás. Al alcanzar la pared trasera del edificio me cubrí con esta de la lluvia y observé a nuestro alrededor, casi con desesperación: todas las ventanas eran demasiado altas como para trepar y subir.
— ¿Qué hacemos ahora? — la preocupación era más que evidente en mi rostro. Me aparté apena unos pasos hacia atrás, para observar mejor aquella fachada, las piedras eran demasiado lisas para trepar y eso sumado a la lluvia lo hacía imposible, resbalaríamos. Fue entonces que sentí un leve temblor bajos mis pies, observé el suelo y después los miré a ellos, aún más preocupada que antes. Ni siquiera pude preguntar, la tierra bajo mis pies se abrió y me tragó literalmente, cayendo a unos tres metros de altura.
La tierra húmeda había amortiguado la caída, tosía por culpa del polvo y la lluvia, mis ropas estaban llenas de barro y no daba crédito a lo que acababa de pasar. Justo allí había un túnel de tierra que comunicaba con un pasadizo de piedra, que se adentraba en el interior de una planta baja de aquel edificio.
— ¡¿Hola?! — exclamé en busca de aquellas personas con las que había llegado. — ¡Creo haber encontrado una entrada! — tragué saliva, aquel pasillo era tan oscuro que no se veía nada. — Una entrada que parece la boca del lobo... — añadí en susurro para mi sola.
Aquello era un pequeño cementerio, un par de zombies merodeaban entre las lápidas y al vernos fue como si su apagada mirada se iluminase, claro, la comida acababa de llegar, prácticamente servida en bandeja. Los dos muertos comenzaron a caminar en nuestra dirección, muy lenta y torpemente debido al barro que se acumulaba en sus pies.
— Creo que es por aquí... — les hice un gesto para que me siguieran, obviando por completo a esos dos, ya que no era necesario prestarles atención. Solo dos zombies que conseguiríamos evitar en cuanto nos refugiásemos en el interior de aquel edificio. El problema era toparnos con los que estaban en la entrada o el grupo que venía por detrás. Al alcanzar la pared trasera del edificio me cubrí con esta de la lluvia y observé a nuestro alrededor, casi con desesperación: todas las ventanas eran demasiado altas como para trepar y subir.
— ¿Qué hacemos ahora? — la preocupación era más que evidente en mi rostro. Me aparté apena unos pasos hacia atrás, para observar mejor aquella fachada, las piedras eran demasiado lisas para trepar y eso sumado a la lluvia lo hacía imposible, resbalaríamos. Fue entonces que sentí un leve temblor bajos mis pies, observé el suelo y después los miré a ellos, aún más preocupada que antes. Ni siquiera pude preguntar, la tierra bajo mis pies se abrió y me tragó literalmente, cayendo a unos tres metros de altura.
La tierra húmeda había amortiguado la caída, tosía por culpa del polvo y la lluvia, mis ropas estaban llenas de barro y no daba crédito a lo que acababa de pasar. Justo allí había un túnel de tierra que comunicaba con un pasadizo de piedra, que se adentraba en el interior de una planta baja de aquel edificio.
— ¡¿Hola?! — exclamé en busca de aquellas personas con las que había llegado. — ¡Creo haber encontrado una entrada! — tragué saliva, aquel pasillo era tan oscuro que no se veía nada. — Una entrada que parece la boca del lobo... — añadí en susurro para mi sola.
- K-Mart:
– ¿Jameson? ¿Señorita? – – llamaba entre jadeos. Se había manchado por completo de barro e incluso ponerse en pie parecía complicado, cuando intentaba quitarse la suciedad del rostro su antebrazo solo empeoraba las cosas, y por un momento pensó que no podría abrir los ojos, lo cual era frustrante. Al final se decidió por usar el agua de la lluvia para limpiarse, solucionando la situación para ver a la muchacha, quien parecía mucho más experimentada en esas cuestiones. Victoria se logró poner en pie con dificultad
- ¿Se encuentra bien? – Parecía obvia la respuesta, pero eran las cortesías las que llevaban a valorar a la humanidad. Detrás de ellas Henry se acercaba, parecía tener una herida en la cabeza, pero él se mostraba impasible. – ¿Acaso en América todo resulta ser enigmático? – Miraba al túnel con cierto recelo, pero su acompañante parecía estar más emocionada para explorar, o quizás fuese la adrenalina del momento. Victoria dio un paso hacia adelante – Agradecería si se mantiene detrás Jameson, cuando alcancemos un sitio seguro podremos atender su lesión – prefería no pensar en la suciedad de su ropa, al menos no de momento y optó por tomar su cuchillo y caminar a la oscuridad.
– Ruego me disculpe por mi vasta ignorancia, pero ¿Ustedes tienden a construir catacumbas? Han llegado rumores terribles de Francia y… – A cada paso que daba la oscuridad las iba engullendo y comenzaba a ocultar sus figuras
– Escuche a su alrededor comandante – la voz de Henry resonó por el túnel con un fuerte eco. Era propio de Victoria comenzar a hablar cuando se angustiaba, y el hombretón resultaba ser una excelente contención para esos momentos. Era un hombre duro, bastante serio para los estándares pero de buen corazón, de aquellos que se sacrificarían por los demás. Victoria le apreciaba por ello.
Hacía algunos minutos que habían perdido la luz de la entrada, y la única guía era la pared que las encerraba. Al menos se sentía seco el ambiente y no parecía haber ninguna corriente te aire que les avisara de algo. – Permíteme presentarme, mi nombre es Victoria, y él es Jameson… Henry
- ¿Se encuentra bien? – Parecía obvia la respuesta, pero eran las cortesías las que llevaban a valorar a la humanidad. Detrás de ellas Henry se acercaba, parecía tener una herida en la cabeza, pero él se mostraba impasible. – ¿Acaso en América todo resulta ser enigmático? – Miraba al túnel con cierto recelo, pero su acompañante parecía estar más emocionada para explorar, o quizás fuese la adrenalina del momento. Victoria dio un paso hacia adelante – Agradecería si se mantiene detrás Jameson, cuando alcancemos un sitio seguro podremos atender su lesión – prefería no pensar en la suciedad de su ropa, al menos no de momento y optó por tomar su cuchillo y caminar a la oscuridad.
– Ruego me disculpe por mi vasta ignorancia, pero ¿Ustedes tienden a construir catacumbas? Han llegado rumores terribles de Francia y… – A cada paso que daba la oscuridad las iba engullendo y comenzaba a ocultar sus figuras
– Escuche a su alrededor comandante – la voz de Henry resonó por el túnel con un fuerte eco. Era propio de Victoria comenzar a hablar cuando se angustiaba, y el hombretón resultaba ser una excelente contención para esos momentos. Era un hombre duro, bastante serio para los estándares pero de buen corazón, de aquellos que se sacrificarían por los demás. Victoria le apreciaba por ello.
Hacía algunos minutos que habían perdido la luz de la entrada, y la única guía era la pared que las encerraba. Al menos se sentía seco el ambiente y no parecía haber ninguna corriente te aire que les avisara de algo. – Permíteme presentarme, mi nombre es Victoria, y él es Jameson… Henry
— Menuda caída — la tierra y el barro había ayudado, pero igualmente me había llevado de regalo algunos golpes y arañazos. Dejar la lluvia atrás fue todo un alivio, pero ahora comenzaba a sentir un frío muy desagradable que calaba en los huesos.
A la vez que me adentraba en aquel pasillo comenzaba a sentir un leve dolor en mi tobillo. Ya lo que me faltaba, a parte de un resfriado un esguince. La luz comenzaba a desaparecer conforme avanzábamos. No era buena señal.
— No te entiendo... no eras de por aquí, ¿verdad? — la forma de expresarse, sumado a ese acento inglés... antes apenas había sido capaz de prestarle atención a aquello, claro, huíamos de los muertos, no era momento de presentaciones y hablar de turismo. — Yo soy K-Mart, sí, como la cadena de supermercados — rebuscaba entre mis cosas, hasta que di con mi vieja linterna. Logré encenderla y sonreí al ver la luz, sin embargo esta se apagó de un momento a otro. — Oh porras — zarandeé la linterna repetidas veces, la luz parpadeó pero volvió a apagarse.
— No hay forma... ¿alguno lleva un mechero o cerillas? — en el momento en el que fui capaz de encender apenas un poco la linterna me pareció ver una antorcha en la pared. El eco de mis palabras en el aire me produjo escalofríos, avancé lentamente por la pared hasta tocar con mis dedos la antorcha. La aparté de la pared y me acerqué a ellos.
Un nuevo estruendo provocó que me tambalease, el temblor me pilló de improvisto y me resbalé cayendo al suelo. La antorcha salió rodando de entre mis manos, los golpes de la antorcha prosiguieron resonando contra la pierda durante un rato más y finalmente cesó.
— ¿Qué ha sido eso? — aquello me preocupaba y más su eramos incapaces de ver nada, en aquella oscuridad podía ocurrir cualquier cosa y yo no sabía ya si debíamos seguir avanzando o no. Algo no me parecía bien en todo aquello.
A la vez que me adentraba en aquel pasillo comenzaba a sentir un leve dolor en mi tobillo. Ya lo que me faltaba, a parte de un resfriado un esguince. La luz comenzaba a desaparecer conforme avanzábamos. No era buena señal.
— No te entiendo... no eras de por aquí, ¿verdad? — la forma de expresarse, sumado a ese acento inglés... antes apenas había sido capaz de prestarle atención a aquello, claro, huíamos de los muertos, no era momento de presentaciones y hablar de turismo. — Yo soy K-Mart, sí, como la cadena de supermercados — rebuscaba entre mis cosas, hasta que di con mi vieja linterna. Logré encenderla y sonreí al ver la luz, sin embargo esta se apagó de un momento a otro. — Oh porras — zarandeé la linterna repetidas veces, la luz parpadeó pero volvió a apagarse.
— No hay forma... ¿alguno lleva un mechero o cerillas? — en el momento en el que fui capaz de encender apenas un poco la linterna me pareció ver una antorcha en la pared. El eco de mis palabras en el aire me produjo escalofríos, avancé lentamente por la pared hasta tocar con mis dedos la antorcha. La aparté de la pared y me acerqué a ellos.
Un nuevo estruendo provocó que me tambalease, el temblor me pilló de improvisto y me resbalé cayendo al suelo. La antorcha salió rodando de entre mis manos, los golpes de la antorcha prosiguieron resonando contra la pierda durante un rato más y finalmente cesó.
— ¿Qué ha sido eso? — aquello me preocupaba y más su eramos incapaces de ver nada, en aquella oscuridad podía ocurrir cualquier cosa y yo no sabía ya si debíamos seguir avanzando o no. Algo no me parecía bien en todo aquello.
- K-Mart:
– ¿Como la cadena de supermercados? – No recordaba ninguna K-mart en Inglaterra, pero el nombre tenía el sello típico de América, y Victoria suponía que los motes en el nuevo continente debían ser igual de extravagantes.
Detrás se escuchaba a Henry batallando con un encendedor que seguramente se había mojado y no crearía ninguna mecha.
– Así es, viajé desde Bretaña a América hace años en compañía de Jameson y un gran número de personas. Lamentablemente no he concebido la oportunidad de interactuar con los lugareños, ruego me disculpe si dificulto su comprensión. – La tierra tembló con fuerza en ese momento, y de no ser porque Victoria chocó contra el pecho de Henry hubiera caído nuevamente, pero si escuchó que su compañera estaba en problemas, así que comenzó a buscarla en el suelo. – ¿Se encuentra bien? – detrás de ella se asomó una pequeña flama que alumbraba prácticamente nada. Henry había conseguido prender el mechero y permitió que la joven encontrara a K-mart. La tomó del brazo como le habían enseñado para ayudarla a levantarse. – Ruego porque nuestra relación no se base en esta tradición – hacía alusión a ayudarle a levantarse del suelo, pensando incluso que podía ser una buena forma de aliviar la tensión. El temblor era extraño, y eso solía ser preocupante.
– No lo sé, estoy en el entendido de que esta región no muestra zonas sísmicas había escuchado de criaturas más grandes y fuertes que lo que ya invadía el mundo. Recogió la antorcha que tomó antes K-mart una vez que la encontraron - ¿Serías tan amable? – pidió a Henry, y este acercó el mechero a ella. Tardó un poco en encender pero al final tuvieron algo más de luz.
El túnel se extendía sin poderse ver su fin, las paredes de ladrillo se avivaban con el rojo de la llama, y miles de sombras jugueteaban por doquier. Al menos ya sabían que el túnel había sido construido.
Una vez más se sintió el temblor, del techo caía demasiado polvo, e hizo a Victoria toser – No me agrada esta situación – dijo entre interrupciones – Encontremos una salida cuanto antes.
Detrás se escuchaba a Henry batallando con un encendedor que seguramente se había mojado y no crearía ninguna mecha.
– Así es, viajé desde Bretaña a América hace años en compañía de Jameson y un gran número de personas. Lamentablemente no he concebido la oportunidad de interactuar con los lugareños, ruego me disculpe si dificulto su comprensión. – La tierra tembló con fuerza en ese momento, y de no ser porque Victoria chocó contra el pecho de Henry hubiera caído nuevamente, pero si escuchó que su compañera estaba en problemas, así que comenzó a buscarla en el suelo. – ¿Se encuentra bien? – detrás de ella se asomó una pequeña flama que alumbraba prácticamente nada. Henry había conseguido prender el mechero y permitió que la joven encontrara a K-mart. La tomó del brazo como le habían enseñado para ayudarla a levantarse. – Ruego porque nuestra relación no se base en esta tradición – hacía alusión a ayudarle a levantarse del suelo, pensando incluso que podía ser una buena forma de aliviar la tensión. El temblor era extraño, y eso solía ser preocupante.
– No lo sé, estoy en el entendido de que esta región no muestra zonas sísmicas había escuchado de criaturas más grandes y fuertes que lo que ya invadía el mundo. Recogió la antorcha que tomó antes K-mart una vez que la encontraron - ¿Serías tan amable? – pidió a Henry, y este acercó el mechero a ella. Tardó un poco en encender pero al final tuvieron algo más de luz.
El túnel se extendía sin poderse ver su fin, las paredes de ladrillo se avivaban con el rojo de la llama, y miles de sombras jugueteaban por doquier. Al menos ya sabían que el túnel había sido construido.
Una vez más se sintió el temblor, del techo caía demasiado polvo, e hizo a Victoria toser – No me agrada esta situación – dijo entre interrupciones – Encontremos una salida cuanto antes.
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