Altibajos [St. Friedrich]

La vida en St. Friedrich era... Erica la definía con altibajos, esa era la respuesta. Si bien se encontraban en un lugar idílico, al menos Zasha y Enno así lo describían, sus gentes lo hacían del todo diferente. Y aunque a Erica le daba igual, no tanto a los ancianos, que a cada poco criticaban lo ocurrido en el poblado amish.

Pero sí, su vida era una sucesión de altibajos, se despertaba temprano, realizaba algunas tareas del hogar para ayudar a Zipi y Zape, incluso se había animado a tratar de cazar en el bosque, intercambiar piezas de carne sobrante con otros vecinos... Erica se había convertido en alguien modélico dentro de los muros de St. Friedrich. No solía tratar con nadie más que sus anfitriones, pero había acatado las normas de Harvey Black al pie de la letra. A veces se permitía algún baño en el lago del bosque, lejos de las miradas de esos descerebrados, paseaba, leía... y cuando los días se tornaban más complejos siempre era por culpa de alguno de esos idiotas. Por norma general ella trataba de evitar los conflictos, pero si la cabreaban demasiado se defendía. Como la última vez que no se cortó en partirle el brazo a uno de esos gañanes cuando trató de sobrepasarse con ella. Ahora, el tipo, al verla pasar agacha la mirada y ella sonría con altanería. Creyó que Black le impondría un castigo, pero al parecer estuvo de acuerdo con su proceder. De hecho, Erica comenzaba a tener la teoría de que Harvey le brindaba cierta protección y no entendía por qué, ya que al principio se escondía y cuando la veían siempre llamaba la atención de esos indeseables y ahora sin embargo hasta parecían ignorarla.

Sus días avanzaban así, con sus altibajos. Aquel en concreto era uno de los tranquilos, atardecía y regresaba del lago, con una toalla al hombro y las ropas ligeramente mojadas. Avanzaba hacia la casa de los Stolzfus cuando escuchó gritos procedentes de la plaza del pueblo. De normal se habría marchado sin más, pero el barullo atrajo su curiosidad. Pese a que no solía interesarle la vida de aquellas gentes, la rubia fue avanzando poco a poco.

— ¿A quién se van a cargar ahora? — preguntó con sarcasmo cuando llegó junto a la multitud. — Dirás a quién se han cargado ya... — le respondió alguien sin más. La expresión de Erica se tornó más seria mientras avanzaba ahora entre la multitud para llegar a ver con asombro las cabezas de varias personas clavadas en picas en el centro del corro y a su lado, Harvey Black. Pero si eso fuera inquietante... cuando la rubia se fijó en los rostros de las cabezas, llenas de sangre y suciedad... Eran los miembros de Los Siete.

Aquella mañana uno de sus magníficos siete la visitó, con bastante gracia le explicó que era la primera vez en mucho tiempo que se encontraban todos a la vez en el poblado.

— ¡Que fantástica noticia! — contestó ella con un aparente muy buen humor. — Tal vez sea hora de celebrarlo con una reunión, en mi casa — añadió. Y acto seguido, el que había sido su maravillosa mano derecha se marchó para avisar a los demás.

Su semblante se torció una vez que estuvo sola.

Harvey esperaba sentada a la mesa, ella era la número uno de Los Siete y los seis restantes iban llegando poco a poco, saludándose y tomando asiento. Harvey esperaba a la cabeza de la mesa con una jarra de cerveza frente a ella. Había seis sillas más al rededor de la mesa y todos fueron tomando asiento.

— Esta mañana Mike ha aparecido con la noticia de que estabais todos aquí reunidos — Harvey sonrió y se puso en pie llenando los vasos de cerveza, incluido el suyo. Llenó primero el de Mike y luego fue llenando el de los demás. Un par de los seis se quedó sin cerveza. — Vaya, lo siento... para vosotros tengo whiskey, podéis serviros del botellero de mi despacho — dijo sin importancia mientras que alzaba su propio vaso. Esos dos se pusieron en pie para ir a buscar la botella de Whiskey, todos se reían. — Por el maravilloso trabajo que hacéis — todos bebieron a la vez que ella acercaba su vaso a los labios, pero fue la única que no lo hizo. Conocía a sus hombres y les perdía la cerveza. De hecho se la tomaron de un trago. El semblante de Harvey cambió a más serio mientras derramaba el contenido de su vaso sobre la moqueta.

— Panda de inútiles, acomodados y estúpidos... — vio el miedo en sus rostros cuando vieron los vasos. Ella sonrió y acto seguido los cuatro que quedaban comenzaron a echar espuma por la boca, incluido Mike. — Y tú eres el peor... ¿Os creíais en un altar? No... — los cuatro fueron cayendo al suelo poco a poco, mientras que los otros dos a los que había negado la cerveza entraron en el salón. Harvey que se había sentado los miró fijamente y sonrió, ellos dos estaban perplejos. — De buenas os habéis librado, ¿eh? Me caéis bien... así que tenéis dos opciones, desaparecer del pueblo o seguir por ahí como uno más... pero a la más mínima falta juro que la muerte de estos parecerá una broma... — asintieron. — Os regalo el whiskey — hizo un gesto de muñeca divertido para que se marcharan.

Harvey Black se encontraba un par de horas después en el centro de la plaza del poblado. Alguien la había ayudado y las cabezas de los cuatro hombres y mujeres que había asesinado se encontraban allí clavadas en picas, atrayendo a las moscas. La gente se había congregado allí alrededor observando estupefactos... no eran cualquier idiota del pueblo, eran miembros de Los Siete.

— Ahora no hay Siete, estoy yo sola — sentenció elevando bastante la voz. Aquello era como lo ocurrido con Friedrich, un toque de atención. — Estos inútiles sse suponía que os representaban y puede que al principio lo hicieran bien, pero el poder los corrompió y más de uno sabéis que se estaban aprovechaqndo de ello y a mi no me da la gana. Provablemente vuelva a elegir a nuevos miembros para Los Siete, pero a saber quién acepta el puesto ahora, viendo los castigos que doy — Harvey se rió.

— Creo que no tengo que recordaros las normas que hay aquí, os las sabéis bien, somos una comunidad y como tal debemos estar unidos... hay pocas normas, pero la principal es no jodernos los unos a los otros... los de fuera me dan exactamente igual, pero los que estamos aquí dentro... podría decirse que somos una familia — los ojos de la mujer fuerona  parar a los de Smith, que estaba justo allí observándola. No supo descifrar sus pensamientos. Estaba seria y Harvey sonrió, como quien saludaba a un amigo.

— Ya podéis seguir con vuestras mierdas... y... me gustaría dejar las cabezas aquí, como aviso, pero qué puto asco... ¿Os encargais vosotros de correr la voz al resto? — como quien hablaba de cualquier tontería Harvey se adelantó un par de pasos y luego se giró a quien la ayudó a colocar las cabezas. — Bueno, las dejaremos un rato, hasta que empiecen a oler mal mal y ya las quitamos — asintió y sin más se dispuso a adentrarse entre la multitud para salir de ahí, estos se apartaban a su paso.

Cuatro cabezas. Erica observó fijamente, los había conocido. No es que fueran precisamente santo de su devoción, así que le dio un poco igual y eso la intranquilizó. Ella nunca había sido así y sin embargo, ahora se preocupaba por las dos cabezas restantes que faltaban allí. Los siete: Harvey, esos cuatro... faltaban dos más, precisamente los dos únicos miembros de los siete que podría soportar.

La frialdad con la que sonrió Harvey en su dirección tampoco la tranquilizó. ¿La estaba amenazando? No, no era esa sonrisa, sino más bien de orgullo, era Harvey Black en todo su esplendor, marcando su territorio y haciéndose ver quién mandaba allí. Suspiró y estuvo a punto de irse, pero la mujer se iba antes. Se apartó junto a la multitud y observó como se marchaba.

Estaba de acuerdo en que esos idiotas sobraban en el puesto de Los siete. ¿Pero era necesario aquello? Y por tercera vez sintió una punzada de incomodidad en referencia a sus propios pensamientos. Ella no era así, ella, en el lugar de Harvey habría actuado igual y lo sabía. ¿Por qué narices se preocupaba ahora? ¿Estaban los gemelos cambiando su forma de actuar?

Maldijo en alemán.

— Aparta — empujó a alguien que ni siquiera entorpecía su camino, era su mal humor quien hablaba y lo acabó pagando con una chica mucho menor que ella. La apartó de un empujón y comenzó a ir dirección casa de los ancianos, pero a medio camino se giró.

— Mierda — estaba siendo una estúpida, ella misma lo sabía, pero aún así cambió el rumbo. — Ajá... — se dijo cuando se encontró frente a la casa de Harvey Black. Llamó a la puerta y esperó.

Harvey Black no tardó en alcanzar su casa. Como suponía nadie se atrevió a decir lo más mínimo. Esos cuatro no tenían familia y lo único que habían hecho últimamente había sido extorsionar a la gente de allí, así que la mujer daba por hecho que le había regalado un sin fin de favores a su pueblo. Porque sí, St. Friedrich era su pueblo.

— Joder... — se dijo a sí misma cuando se percató que esos dos idiotas se habían llevado la botella de whiskey buena. Había sido cosa suya, así que no podía echarles nada en cara, a parte de la falta de respeto que era llevarse el whiskey más antiguo cuando su paladar no sabrían ni diferenciar la Pepsi de la Coca-cola.

Cogió un vaso del mini bar para whiskey, echó un poco de la primera botella que le pareció mejor para ese momento y después, un frasco en el que tenía agua mineral. Harvey comenzó a echar algunas gotas de agua y a saborear el whiskey y no paró hasta que le agradaron los matices que encontró en el sabor. Muy poca gente sabía ese truco. Guardó todo y se fue con la copa hacia su salón donde tomó asiento.

Se sentía bien con lo que había hecho, pero algo la atormentaba, necesitaba nuevas cabezas de turco para Los Siete, había dicho que se encargaría de todo ella, pero sabía perfectamente que Los Siete no solo era una bonita forma de hacer creer a su pueblo que había algo de democracia... sino, que sí también eran la mejor forma de quitarse marrones, echar la culpa a otros... que no había que confundirse, Harvey procuraba ser objetiva con su poblado, pero a veces... a veces esos idiotas no comprendían una mierda.

Toc, toc...

Frunció el ceño. No esperaba a nadie y mucho menos después de lo que había ocurrido. Era consciente de que cosas así solo provocaban el miedo en el resto de sus gentes.

— Vaya, doble sorpresa... — susurró cuando abrió la puerta y se topó con Erica Smith. — ¿Vienes a felicitarme por mi trabajo, o...? — Harvey dio un trago a su vaso y se metió de nuevo en la casa, no sin antes hacerle un gesto a la rubia para que pasara. — ¿Quieres? No es mi mejor whiskey, pero no está mal — dejó su vaso en la mesa y se acercó al mini bar para servir otra copa, siguiendo el mismo proceso que con la anterior.

— Mira — cuando la tuvo lista, bebió un trago del mismo vaso y después se lo entregó a la mujer. — Puedes fiarte — se echó a reír tomando asiento de nuevo.

— Estoy igual de sorprendida que tú — comentó mientras pasaba al interior de la vivienda. — Gracias, llevo tiempo sin beber, así que cualquier cosa estará bien — había omitido por completo el comentario, o más bien la pregunta sobre su gestión de St. Friedrich, Erica prefirió no decir absolutamente nada respecto a eso.

— Agradezco tu gesto, si te has cargado a esos que se suponían tus amigos... No me imagino ni lo que harías conmigo — comentó con sorna mientras se acercaba el vaso a los labios. — ¿O ahora me dirás que te caigo bien? — Erica sonrió y bebió un trago de whisky. — Está muy bueno así — saboreó los aromas de la bebida. — ¿Madera de roble? — preguntó y luego rompió a reir, de una forma que no lo hacía en mucho tiempo. — Discúlpame, no tengo ni idea de lo que estoy hablando — explicó con su característico acento alemán, mientras que se apoyaba en el marco de la ventana, justo frente a ella. — He dicho lo primero que se me ha ocurrido que siempre he escuchado en las películas, pero está bueno, eso sí lo sé apreciar, mi pa... — calló por completo. — Él sabía apreciar el buen whisky, a saber cómo estará el que consideras tu mejor bebida — movió el vaso en su mano, no recordaba cuál sería la historia que le habrían contado en la base que ella trabajaba acerca de la mano derecha de Ashcroft: Erica Smith.

Suspiró, no solía hablar nunca mucho y ahora se sentía bien diferente. De nuevo esa sensación que no le gustaba.

— Había cuatro cabezas, ¿qué ha ocurrido con los otros dos miembros de los Siete? — preguntó finalmente sin más rodeos. Volvió a beber sin apartar la mirada de Harvey. Ni siquiera entendía  por qué estaba allí, tal vez sí, pero no lo comprendía, de normal le habrían importado un bledo. ¿Era eso? ¿Estaba cambiando? Por fin se preocupaba por la gente, los Stolzfus y ahora esos dos idiotas de los Siete. Comenzaba a cabrearse, ¿por qué era así?

— Madera de roble — repitió ella con cara de póker, un poco incrédula de que Erica pareciera estar haciendo bromas. Harvey sonrió ladeadamente y dio un trago. — Diría que te veo feliz — comentó mientras que tomaba asiento en su viejo sillón. — La vida en St. Friedrich te trata bien por lo que veo — volvió a dar un pequeño trago. — Y aunque parezca broma... este whiskey fue almacenado en bidones de madera de roble, de hecho se notan los matices en su sabor... para que lo sepas — Harvey apoyó el vaso en el reposabrazos del sillón y miró fijamente a la rubia.

— Toma asiento — señaló el sillón de en frente. — ¿Te llevabas bien con tu padre? — Harvey enarcó una ceja con curiosidad. Eso sí que era nuevo también, la veía cambiada, sin lugar a dudas no tenía nada que ver con la mujer que había conocido en antaño.

— ¿Estás preocupada por esos dos idiotas? — su ceja no bajó, seguía aún más extrañada que antes. — La suerte de esos ha sido mucho peor... — Harvey sonrió divertida. — Es broma, siendo los dos únicos algo más sensatos de Los Siete... no iba a acabar con ellos, les di la oportunidad de hacer lo que les plazca, seguir por aquí, marcharse... a saber — se encogió de hombros.

— A ti también te ha cambiado este lugar, ¿verdad? — Harvey sonrió, como quien cuenta un secreto y se echó hacia adelante. — No te asustes por ello, sigues siendo la misma zorra con acento alemán de siempre — frunció los labios. — Pero ahora tienes una familia, una muy disfuncional y llena de gilipollas tarados, con un hogar que no es perfecto, pero ambas sabemos que te gusta — se estiró para quedar más cerca de ella, sin levantarse del sillón. Susurraba y la miraba fijamente. — No somos tan diferentes y al final hasta me vas a gustar — rió y volvió a su sitio. Sí, se veía identificada en la rubia. Había estado en su mismo lugar.

— No es eso... — respondió bruscamente mientras toaba asiento y desviaba la mirada hacia otro lado. Sí, no quería que Harvey viera su expresión de fastidio. ¿A casos se sentía preocupada? No, era otra cosa. — No me gusta estar en un refugio en el que su líder pueda decidir cortar mi cabeza de buenas a primeras, ni a mi... ni a nadie — Erica se cruzó de brazos y la miró fijamente. — Acepto que eres alguien sensata Black y que sabes llevar un lugar así, pero tus métodos... ¿Quieres que tus hormiguitas se acaben uniendo y decidan separar tu cabeza del cuerpo? — ahora era ella quien enarcaba la ceja.

Sus labios, que se habían tensado en una fina recta, ahora se veían incluso más apretados. ¿Feliz, familia? Trató de relajarse. ¿Por qué le molestaba tanto aquello? Tal vez porque era verdad y no lo quería reconocer. Le molestaba de hecho reconocerlo.

— Claro, hacer de niñera de dos viejos locos es lo mejor del mundo — respondió bordemente. Sí, quería seguir engañándose a sí misma. Zasha y Enno eran como los abuelos que nunca había tenido, estaban locos, eso no era mentira, pero aunque no lo reconociera sí, estaba bien con ellos.

Erica la miró en silencio ante sus últimas palabras.

— ¿Este lugar te ha cambiado? — cuestionó incrédula. — Y gracias, aunque no sé muy bien si es un cumplido... — hizo girar sus ojos, algo sarcástica. ¿Una familia? Siempre había considerado que su padre era su familia, aunque... para nada era similar a lo de Zasha y Enno, de hecho... ellos sí parecían una familia de verdad y cuando lo pensó. Sintió algo raro removerse en su interior. Le molestaba. ¿Pero qué era exactamente? ¿Qué se estaba encariñando de verdad del lugar y esos dos o que quién debía ser su familia no la hubiera tratado como tal? Tragó saliva muy molesta, volviendo a desviar la mirada. Erica dio un largo trago a la bebida.

— No tienes ni idea de nada y sí, me llevaba muy bien con mi padre — quiso engañarse a sí misma. Dejó el vaso vacío sobre el mueble y se puso en pie. — Solo venía a darte un consejo Black — avisó a modo de despedida, dispuesta a marcharse ya.

Harvey no dijo nada, se limitó a observar a la rubia con el ceño fruncido y una mirada que denotaba diversión. Sí, le gustaba Erica, no tenía pelos en la lengua y después de lo que había hecho con el resto de Los Siete... a Harvey le parecía que tenía pelotas, o mejor dicho, un buen par de ovarios. No es que se fuera a enfadar por decirle la verdad, es que necesitaba gente así. Se había deshecho de la mayor parte de Los Siete precisamente porque habían caído muy bajo, hasta el punto de vivir del cuento, aprovecharse de su posición, de hacerle la pelota a Harvey...

— ¡Espera Smith! — exclamó. — No te vayas aún — se puso en pie y se acercó a la joven.

— Hacía bastante quería deshacerme de esos ineptos y una de las razones por las que lo fui retrasando era por el quebradero de cabeza de buscar a gente nueva para sustituirlos, y yo venga a pensar, pensar... ¡Y estás justo aquí! — la señaló con ambas manos.

— Forma parte de Los Siete — sonrió levemente y regresó el amueble bar para servirse de otra copa. — Creo que encajarías a la perfección; tienes carácter, no te dejas achicar por esos idiotas, la mente clara, y no te veo ni aprovechándote de tu cargo ni luego lamiéndome el culo... — se giró. — Hablo en el sentido figurado, literalmente puedes hacer lo que te de la gana — se rió con diversión mientras volvía a beber sin dejar de mirarla.

— ¿Qué quieres? — se giró con pesadez, era evidente que no quería continuar allí. No aguantaba a Harvey, y aquel asunto de Los Siete... la traía sin cuidado, le había dado un consejo, tal vez porque en cierta manera estaban unidas por su pasado en Umbrella.

— No... — empezó a decir conforme Harvey empezaba a anunciar sus pensamientos. — No vayas por ahí, yo no... — ella siguió hablando y Erica tuvo que callarse. ¿Podría asumir ese cargo?

— Obvio que sería ideal para el puesto Harvey, lo que no quiero es que cuando te canses me mandes arrancar los ojos o vete a saber qué plan retorcido se te ocurra — la señaló. — No tengo ganas de... y bueno, tengo otros planes, saber que ni siquiera quería quedarme aquí en un principio y siento que cada vez estoy más atada a este lugar — esta vez fue ella quien se adentró en la sala para servirse otro trago.

— No habérmelo enseñado — añadió mientras llenaba el vaso. Luego se lo bebió de un trago. Se sentía confusa, porque realmente le gustaba aquello, pero sentía que cada vez se alejaba más del que se suponía que era su plan, su camino. Tal vez no mereciera ya la pena, tal vez todo aquello era una señal.

— Joder Harvey — de verdad se lo estaba planteando, en realidad le gustaba la idea.

Suspiró con aburrimiento.

— No te hagas la difícil, en verdad te gustaría, piénsatelo y cuando tengas una respuesta me dices — alzó su propio vaso en la dirección de la rubia cuando se volvió a servir. — Sé que será un sí así que brindo por ello, pero si no quieres que te arranque la cabeza no vuelvas a tomar mis cosas sin que yo te las ofrezca, ¿estamos? — sonrió como quien daba los buenos días y no acababa de soltar una amenaza.

— Tus planes seguirán ahí, ahora estás viviendo aquí y este lugar te necesita. No me jodas Erica — se dejó caer en el sillón y colocó las botas en alto.

— Ahora o me dices que sí o te largas y no vuelvas hasta que tengas ese sí... — bebió. — Si me dices que no lo mismo me cabrea... — seguía con la sonrisa. — Lo harás bien, así que no te preocupes y podrás compaginarlo con todas tus mierdas que tengas en mente, puede que hasta tu nuevo puesto te ayude a solucionar eso... ¿No lo has pensado? — Harvey era de esas personas que cuando quería algo lo conseguía y con Erica no iba a ser diferente. Se le había metido en la cabeza que fuera miembro de Los Siete y no esperaba menos.

Le hizo un gesto para que se largase, todo con la misma sonrisa amable que mostraba. Nada que ver con sus actos.

— De acuerdo — soltó tras unos minutos de caos en su cabeza. Sí, no, sí no... y ganó el sí. Quería el puesto, de hecho pese a los contras ganaba el sí en su cabeza. — Y no creas que te digo que sí por miedo a que te cabrees — la señaló. — No te tengo miedo, si es lo que crees Harvey. Y lo sabes, de lo contrario no me habrías ofrecido el puesto — se dio la vuelta.

— Me voy, ya me avisarás cuando haya reunión, comida o lo que sea que hiciérais en Los siete — se dirigió hacia la puerta y la saludó con la mano a modo de despedida.

Cuando salió por la puerta respiró hondo y se preguntó si habría elegido bien. No quería acabar viendo su cabeza en una pica. Bueno, no es que lo fuera a ver tampoco. Pero había aceptado el puesto y ahora tendría que cargar con él. Sería una buena forma también de lograr sus intereses, se podía valer de aquello. Tenía que verlo como una oportunidad, por mucho que sintiera la carga de ello sobre sus hombros. Ahora es cuando tendría que andarse con mas tiento. Ser prudente y tratar de ir un paso por delante. Formar parte de los siete le abriría muchas puertas, pero también podría estar cerrando la tapa de su ataúd.

Erica salió de la casa de Harvey, en dirección a la de los Stolzfus. Hablaría con ellos, ya los estaba viendo, no les iba a gustar ni un pelo su elección... o tal vez sí. Cualquiera entendía a esos dos vejestorios.