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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Turno de urgencia [Ethan y Sylvia]
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— Soy la doctora Harper Voight, a día uno de junio de 2016 a las 01:06 horas de la mañana. Aquí concluye mi trabajo de hoy — la mujer contuvo el bostezo hasta que fue capaz de pulsar el botón de stop en la grabadora. Una vez que el dispositivo se detuvo hizo lo de siempre, sacó la cinta, anotó la fecha y la guardó en un archivador que tenía. Se estiró en su silla para desperezarse, volver a bostezar, beber un poco de agua... no, la taza ya estaba vacía. Se puso en pie y se disponía a salir de su despacho cuando se fijó en que alguien la observaba.
— Buenas noches doctora, ya que aún sigue por aquí... ¿Podría acercarse al módulo de contención del sujeto A322? — la inesperada aparición de White Queen la hizo sobresaltarse. Harper estaba acostumbrada a ella, pero no la esperaba a esas horas.
— Yo... Buenas noches — carraspeó algo inquieta.
— ¿Se encuentra bien? — preguntó la pequeña niña. Harper asintió.
— Sí, es solo... no la esperaba ahora — y ya que se había espabilado un poco, se puso más seria. — En los módulos de contención... Eh, sí, iré — White Queen pareció complacida. Le explicó que le había mandando las indicaciones de cómo llegar a su PDA y sin más desapareció. Estaba agotada, pero aquello le había parecido muy interesante, ya que en los módulos de contención se retenían a sujetos de prueba. BOW, zombies... e incluso otras cosas por determinar, y personas.
Fue tan rápida como pudo hacia el lugar acordado, la mujer se preguntaba qué habría pasado para que la avisaran a aquellas horas de la noche y si había tenido suerte de seguir despierta o si por lo contrario aquello la iba a condenar a algo peor. Sabía cómo era Umbrella y se sintió algo inquieta, sin embargo se le pasó rápido al considerar que su trabajo era importante, ¿no? ¿Hasta qué punto podía ser prescindible? Conforme llegó al pasillo donde estaban los módulos de contención, Harper negó rápidamente, el sueño le estaba provocando pensamientos intrusivos muy inquietantes.
Se colocó frente al módulo señalado, había esperado de todo, menos encontrarse a un hombre al que le faltaba una extremidad. Miró hacia varias direcciones sin saber qué hacer.
— Buenas noches doctora, ya que aún sigue por aquí... ¿Podría acercarse al módulo de contención del sujeto A322? — la inesperada aparición de White Queen la hizo sobresaltarse. Harper estaba acostumbrada a ella, pero no la esperaba a esas horas.
— Yo... Buenas noches — carraspeó algo inquieta.
— ¿Se encuentra bien? — preguntó la pequeña niña. Harper asintió.
— Sí, es solo... no la esperaba ahora — y ya que se había espabilado un poco, se puso más seria. — En los módulos de contención... Eh, sí, iré — White Queen pareció complacida. Le explicó que le había mandando las indicaciones de cómo llegar a su PDA y sin más desapareció. Estaba agotada, pero aquello le había parecido muy interesante, ya que en los módulos de contención se retenían a sujetos de prueba. BOW, zombies... e incluso otras cosas por determinar, y personas.
Fue tan rápida como pudo hacia el lugar acordado, la mujer se preguntaba qué habría pasado para que la avisaran a aquellas horas de la noche y si había tenido suerte de seguir despierta o si por lo contrario aquello la iba a condenar a algo peor. Sabía cómo era Umbrella y se sintió algo inquieta, sin embargo se le pasó rápido al considerar que su trabajo era importante, ¿no? ¿Hasta qué punto podía ser prescindible? Conforme llegó al pasillo donde estaban los módulos de contención, Harper negó rápidamente, el sueño le estaba provocando pensamientos intrusivos muy inquietantes.
Se colocó frente al módulo señalado, había esperado de todo, menos encontrarse a un hombre al que le faltaba una extremidad. Miró hacia varias direcciones sin saber qué hacer.
El blanco de las paredes eran sus únicas vistas. Esa imagen aséptica de Umbrella hasta en sus celdas. No sabría decir si era de día o de noche. Porque no entraba ni una pizca de luz. Se sentía ahogado, cada día más, en aquella maldita pecera. El horario de comidas era lo único que le aportaba cierta estabilidad. Desayuno, comida y cena. Gracias a eso podía saber más o menos cuántos días llevaba allí, pero dejó de contarlos, dejó de fijarse en las comidas, se limitó simplemente a respirar y observar el techo, discutir con su mente... a veces ni comía. Se sorprendía hablando solo, leyendo por puro aburrimiento, repitiendo los diálogos del libro en voz alta...
No había vuelto a ver a Sylvia y lo prefería así. Aquella mujer tenía la habilidad de volverlo loco, de desestabilizarlo hasta cuando creía que lo tenía todo controlado. Los días pasaban y bien podía llevar allí un mes como una semana. Lo cual le parecía hasta gracioso. Se había echado a perder hasta tal punto que no se movía. A veces le dolía el brazo y cuando se quería tocar no había nada. Era la sensación más extraña del mundo porque sentía que lo estaba moviendo, que alargaría la mano y se tocaría el otro brazo y no había nada.
— Mi esperanza es que no logremos ver más el cielo. He venido para guiarte hacia la otra orilla, a la oscuridad eterna, en el fuego y en el hielo — iba diciendo, repitiendo una y otra vez frases aleatorias del único libro que tenía a mano y que ya prácticamente se sabía de memoria. El pensamiento de que se estaba volviendo loco le hacía despertar de aquel trance de somnolencia en el que se había adentrado. — Existe un gentil pensamiento que a veces me hace sentir vivo, porque es un pensamiento de ti — pensó en Sylvia mientras recitaba aquella frase de La Divina comedia. Se rio en silencio, irónico. Ni siquiera deseaba matarla o herirla después de todo, estaba furioso porque necesitaba respuestas y ella había huido. Eso sí que le cabreaba. ¿Por qué?
Las horas pasaron, le habían traído la bandeja de la cena y ni la había tocado, se limitaba a observar el techo, tratando de ver marcas de algo: suciedad, algún fallo en el diseño, pero nada. Umbrella era pulcra hasta para eso. El hambre comenzó a aflorar, y le resultó extraño, no salía tener hambre por lo que se levantó para ver lo que había en la dichosa bandeja. Pollo, verduras, puré de manzana y lo que parecía una especie de flan. Arrasó con todo, prácticamente rebañó cada plato. Y seguía teniendo hambre. Se tumbó en la cama y observó el techo, trató de relajarse y dormir, pero no podía. Sentía el estómago vacío, rugir, quejarse como si no acabara de probar bocado. Se sentó en la cama, apoyando las manos en el colchón. Respiró hondo, pero sentía como si algo le devorase por dentro, comprimiera sus pulmones y machacara su cabeza. Tenía hambre, mucha hambre. Y conforme pasaban los minutos se sentía agobiado, acalorado hasta el punto de que la camiseta le sobraba y la lanzó lejos. Se levantó y caminó de un lado a otro, sus pulsaciones iban a mil por hora y el sudor le caía pesado y pegajoso por la frente. Que inquietud, que mal estar... no podía, sentía como si el aire le faltase al querer respirar y no podía, no podía con aquella sensación.
Ni siquiera recordaba haber llamado a alguien, haber gritado, pero cuando llegó uno de los médicos para preguntarle qué sentía: Ethan era incapaz de pensar con claridad.
El médico había abierto la celda y tomaba la temperatura de él.
— Tienes fiebre, es normal que te encuentres mal — en un momento dado había otra persona más, una mujer a la que Ethan se quedó mirando apenas unos segundos antes de empujar al doctor, apenas lo apartó medio metro de él. — No me toques, déjame en paz — se quejó. Sentía esa hambre voraz y el mal humor que afloraba por momentos, sin entender por qué. ¿Por el hambre, por seguir encerrado...? ¿Era una mezcla de todo?
— Dejarme ir... quiero irme — con su mano agarró esta vez al doctor por la bata y lo pegó con fuerza contra sí. — Dile a esa zorra pelirroja que venga, quiero largarme de una puta vez — gritó furioso. Soltó al hombre violentamente y se llevó ambas manos a la cabeza, le iba a estallar, la cabeza le iba a estallar y esa ira inexplicable, junto a esa sensación de hambre... no entendía nada.
No había vuelto a ver a Sylvia y lo prefería así. Aquella mujer tenía la habilidad de volverlo loco, de desestabilizarlo hasta cuando creía que lo tenía todo controlado. Los días pasaban y bien podía llevar allí un mes como una semana. Lo cual le parecía hasta gracioso. Se había echado a perder hasta tal punto que no se movía. A veces le dolía el brazo y cuando se quería tocar no había nada. Era la sensación más extraña del mundo porque sentía que lo estaba moviendo, que alargaría la mano y se tocaría el otro brazo y no había nada.
— Mi esperanza es que no logremos ver más el cielo. He venido para guiarte hacia la otra orilla, a la oscuridad eterna, en el fuego y en el hielo — iba diciendo, repitiendo una y otra vez frases aleatorias del único libro que tenía a mano y que ya prácticamente se sabía de memoria. El pensamiento de que se estaba volviendo loco le hacía despertar de aquel trance de somnolencia en el que se había adentrado. — Existe un gentil pensamiento que a veces me hace sentir vivo, porque es un pensamiento de ti — pensó en Sylvia mientras recitaba aquella frase de La Divina comedia. Se rio en silencio, irónico. Ni siquiera deseaba matarla o herirla después de todo, estaba furioso porque necesitaba respuestas y ella había huido. Eso sí que le cabreaba. ¿Por qué?
Las horas pasaron, le habían traído la bandeja de la cena y ni la había tocado, se limitaba a observar el techo, tratando de ver marcas de algo: suciedad, algún fallo en el diseño, pero nada. Umbrella era pulcra hasta para eso. El hambre comenzó a aflorar, y le resultó extraño, no salía tener hambre por lo que se levantó para ver lo que había en la dichosa bandeja. Pollo, verduras, puré de manzana y lo que parecía una especie de flan. Arrasó con todo, prácticamente rebañó cada plato. Y seguía teniendo hambre. Se tumbó en la cama y observó el techo, trató de relajarse y dormir, pero no podía. Sentía el estómago vacío, rugir, quejarse como si no acabara de probar bocado. Se sentó en la cama, apoyando las manos en el colchón. Respiró hondo, pero sentía como si algo le devorase por dentro, comprimiera sus pulmones y machacara su cabeza. Tenía hambre, mucha hambre. Y conforme pasaban los minutos se sentía agobiado, acalorado hasta el punto de que la camiseta le sobraba y la lanzó lejos. Se levantó y caminó de un lado a otro, sus pulsaciones iban a mil por hora y el sudor le caía pesado y pegajoso por la frente. Que inquietud, que mal estar... no podía, sentía como si el aire le faltase al querer respirar y no podía, no podía con aquella sensación.
Ni siquiera recordaba haber llamado a alguien, haber gritado, pero cuando llegó uno de los médicos para preguntarle qué sentía: Ethan era incapaz de pensar con claridad.
El médico había abierto la celda y tomaba la temperatura de él.
— Tienes fiebre, es normal que te encuentres mal — en un momento dado había otra persona más, una mujer a la que Ethan se quedó mirando apenas unos segundos antes de empujar al doctor, apenas lo apartó medio metro de él. — No me toques, déjame en paz — se quejó. Sentía esa hambre voraz y el mal humor que afloraba por momentos, sin entender por qué. ¿Por el hambre, por seguir encerrado...? ¿Era una mezcla de todo?
— Dejarme ir... quiero irme — con su mano agarró esta vez al doctor por la bata y lo pegó con fuerza contra sí. — Dile a esa zorra pelirroja que venga, quiero largarme de una puta vez — gritó furioso. Soltó al hombre violentamente y se llevó ambas manos a la cabeza, le iba a estallar, la cabeza le iba a estallar y esa ira inexplicable, junto a esa sensación de hambre... no entendía nada.
...
El trabajo era el trabajo. Y para Sylvia Weis el trabajo era una de las cosas más sagradas que había. Así se lo había inculcado su padre. «El trabajo hace al hombre. Un hombre responsable y orgulloso de poder decir quién es. Cumplir con todos esos valores es la obligación más sagrada» Repetía siempre. Así que comprometerse con Umbrella, la hacía cumplir con su trabajo. Y ella cumplía, fueran turnos en las horas más intempestivas o más duras. No importaba, cumplir con su trabajo la hacía sentirse orgullosa. Regresaba tras un largo día, se ducharía para limpiarse el barro y restos de sangre, pero apenas pudo llegar a la habitación.
— ¿Hmmm...? — su PDA dio una alerta. Se trataba de un mensaje del Doctor Maddox. Era el responsable de Ethan, sintió una oleada de culpabilidad al leerlo.
Buenas noches Sylvia, disculpa las horas. Ethan no está bien. White Queen nos ha llamado a mi y a una científica del departamento de IED al ver unas lecturas extrañas en sus constantes. Trataré de que no se entere aún de nada, pero no sé cómo reaccionará la científica. Si estás despierta, por favor pásate. No entiendo qué es lo que le puede estar sucediendo.
— Dr. Maddox.
— Mierda — sin pensarlo dos veces cambió el rumbo hacia las celdas de reclusión. No había visto a Ethan desde la última y primera vez que bajó a las celdas a visitarlo, discutieron. Al alcanzar el pasillo de celdas vio a una mujer frente a la que contenía a Ethan, pudo escuchar los gritos de é y unas voces más que asoció con Maddox.
Sylvia se detuvo a escasos cinco metros de la celda cuando escuchó que la mencionaba. Miró a la mujer y se llevó un dedo a los labios para que se callara, en el último momento creyó que era mejor que él no la viera. Se quedó allí en silencio, sin saber qué hacer o decir, escuchando las voces de él. Quería irse y después de lo que había pasado sabía que Umbrella no lo dejaría libre como si nada.
— ¿Hmmm...? — su PDA dio una alerta. Se trataba de un mensaje del Doctor Maddox. Era el responsable de Ethan, sintió una oleada de culpabilidad al leerlo.
Buenas noches Sylvia, disculpa las horas. Ethan no está bien. White Queen nos ha llamado a mi y a una científica del departamento de IED al ver unas lecturas extrañas en sus constantes. Trataré de que no se entere aún de nada, pero no sé cómo reaccionará la científica. Si estás despierta, por favor pásate. No entiendo qué es lo que le puede estar sucediendo.
— Dr. Maddox.
— Mierda — sin pensarlo dos veces cambió el rumbo hacia las celdas de reclusión. No había visto a Ethan desde la última y primera vez que bajó a las celdas a visitarlo, discutieron. Al alcanzar el pasillo de celdas vio a una mujer frente a la que contenía a Ethan, pudo escuchar los gritos de é y unas voces más que asoció con Maddox.
Sylvia se detuvo a escasos cinco metros de la celda cuando escuchó que la mencionaba. Miró a la mujer y se llevó un dedo a los labios para que se callara, en el último momento creyó que era mejor que él no la viera. Se quedó allí en silencio, sin saber qué hacer o decir, escuchando las voces de él. Quería irse y después de lo que había pasado sabía que Umbrella no lo dejaría libre como si nada.
La situación no le gustó ni un pelo. ¿Qué era aquello? Una mujer apareció a su izquierda, Harper estuvo a punto de decir algo, pero por el gesto que hizo se calló.
— Buenas noches, ¿qué es lo que pasa? — Harper, tras dudar un momento se adelantó hacia el interior de la celda. El hombre parecía estar delirando, gritando, mencionando a una... ''Zorra pelirroja''. Harper hizo un esfuerzo brutal por no desviar la mirada hacia el pasillo. Ya sabía de quién estaba hablando.
— ¡Eh! — alzó la voz cuando empujó al hombre. — Mírame, necesito que te relajes y nos expliques qué es lo que sientes, trata de respirar hondo... — el tono de su voz fue frío y tajante. No estaba acostumbrada a trabajar con personas, o mejor dicho, a tratar a personas con vida. Por lo que sí, podría considerarse que fue bastante torpe. ¿Pero qué podía hacer, para qué la habían llamado?
A juzgar por el proceder del otro hombre, este debería ser médico. A la doctora no le sonaba de nada él, por lo que no trabajaban en la misma división y evidentemente parecía saber qué estaba haciendo.
— Oye, estamos aquí para ayudarte — observó las vendas que cubrían el muñón del brazo amputado y se giró hacia el médico. — ¿Hace mucho de eso? — como Harper no quería llevarse un empujón se apartó del hombre y fue junto al doctor.
— Trabajo en IED, me han pedido que baje y no entiendo por qué... si me pones al día... — explicó por lo bajini, notablemente molesta. Harper se hacía ya durmiendo en su cama, no tratando a un paciente al que le habían amputado un brazo. No, no era lo suyo.
— Buenas noches, ¿qué es lo que pasa? — Harper, tras dudar un momento se adelantó hacia el interior de la celda. El hombre parecía estar delirando, gritando, mencionando a una... ''Zorra pelirroja''. Harper hizo un esfuerzo brutal por no desviar la mirada hacia el pasillo. Ya sabía de quién estaba hablando.
— ¡Eh! — alzó la voz cuando empujó al hombre. — Mírame, necesito que te relajes y nos expliques qué es lo que sientes, trata de respirar hondo... — el tono de su voz fue frío y tajante. No estaba acostumbrada a trabajar con personas, o mejor dicho, a tratar a personas con vida. Por lo que sí, podría considerarse que fue bastante torpe. ¿Pero qué podía hacer, para qué la habían llamado?
A juzgar por el proceder del otro hombre, este debería ser médico. A la doctora no le sonaba de nada él, por lo que no trabajaban en la misma división y evidentemente parecía saber qué estaba haciendo.
— Oye, estamos aquí para ayudarte — observó las vendas que cubrían el muñón del brazo amputado y se giró hacia el médico. — ¿Hace mucho de eso? — como Harper no quería llevarse un empujón se apartó del hombre y fue junto al doctor.
— Trabajo en IED, me han pedido que baje y no entiendo por qué... si me pones al día... — explicó por lo bajini, notablemente molesta. Harper se hacía ya durmiendo en su cama, no tratando a un paciente al que le habían amputado un brazo. No, no era lo suyo.
— No quiero seguir aquí — empezó a repetir una y otra vez. La desesperación se podía sentir en sus palabras, se trató de poner de pie, pero le fue imposible. Sentía un fuerte dolor en el pecho y las manos... sentía un hormigueo en ambas manos, pero eso era imposible, observó su mano y miró el muñón. Un nuevo pinchazo en el interior del pecho que le comprimía con furia. Su estómago rugió y el médico alzó ambas manos molesto.
Había también una mujer que interrumpió, antes de que él pudiera decir nada.
— ¿Ayudarme? Si fuer así ya me habrías dejado marchar — respondió con furia. Sin embargo, sí que trató de seguir sus instrucciones, de respirar una vez, dos... tomar aire, soltarlo y centrarse solo en ello. Pero no podía, no se sentía bien, la cabeza le daba vueltas, respirar parecía la cosa más difícil del mundo.
— Ethan... tranquilo — dijo el hombre, y Wake sintió un irrefrenable impulso de golpearlo, pero no poder ni levantarse hizo que el gilipollas se salvara.
Maddox avanzó hacia la mujer y se la llevó a un lado de la celda para cuchichearle vete tú a saber qué cosas. Ethan se echó en la camilla y miró el techo, volvió a incorporarse y gritó angustiado. No entendía qué le estaba pasando, no comprendía nada, ese malestar iba cada vez a más, hasta el punto de que sentía que iba a explotar.
— Existe un gentil pensamiento que a veces me hace sentir vivo, porque es un pensamiento de ti — empezó a delirar en susurros. — Maldita seas — sollozó al recordarla a ella. En aquel instante, en su cabeza ella era la culpable de todos sus males, cuando aparecía ella todo iba mal, todo le salía mal... ¿Por qué? ¿Por qué la persona a la que había amado tanto era la culpable de todos y cada uno de sus problemas? Hasta el punto de que lo mataría. Tal vez era eso, se le había infectado la herida, e iba a morir lentamente y de la forma más horrible. — Estaba listo para irme, estaba listo... — iba diciendo. Se encontraba echado en la pared. Bastante demacrado, ojeras, pelo humedecido y pegado a su rostro por el sudor... bastante mal.
Maddox se le acercó tras hablar con la mujer y él no se dio ni cuenta apenas. Le conocía porque había sido su médico cuando llegó a Umbrella y le había tratado durante su primera semana. No le caía bien, lo aborrecía. Su estómago rugió con furia, Maddox estaba tan cerca, midiendo sus pulsaciones en la muñeca, observaba su reloj, hizo un cálculo mental y se acercó más aún para examinar las pupilas de Wake, primero su ojo izquierdo. Ethan se fijó en la barba incipiente, en las arrugas que rodeaban sus ojos, el mal aliento le hizo querer vomitar. Ahora, abrió su ojo derecho y observó. La carótida palpitaba, pudo imaginarse la sangre caliente y pegajosa. Algo hizo clic en su cabeza. En un segundo le observaba y un segundo después, antes de que Maddox pudiera apartarse, Ethan se abalanzó sobre él con tal furia, que hasta él mismo se habría sorprendido. Pero en aquel momento no pensaba, Maddox por el contrario creyó que se llevaría un buen golpe y que Ethan acabaría apaleado cuando tratase de escapar corriendo por el pasillo. Pero eso tampoco fue lo que ocurrió, el golpe sí que se lo llevó, pero además, sintió un intenso y desagradable dolor punzar su cuello. Cuando comprendió que Ethan estaba literalmente devorando su cuello fue cuestión de segundos. "¿Se había convertido en un zombie? Si su sangre estaba bien, era como la de otros supervivientes... ¿Se había equivocado, por qué?" Y no le dio tiempo a pensar en absolutamente nada más. Porque murió desangrado en cuestión de segundos.
Él siguió devorando su carne, empapándose de su sangre, arrancando jirones de piel y carne con sus dientes, para hacerse con esa necesidad tan primitiva y básica que había llenado su mente. Totalmente fuera de sí.
Había también una mujer que interrumpió, antes de que él pudiera decir nada.
— ¿Ayudarme? Si fuer así ya me habrías dejado marchar — respondió con furia. Sin embargo, sí que trató de seguir sus instrucciones, de respirar una vez, dos... tomar aire, soltarlo y centrarse solo en ello. Pero no podía, no se sentía bien, la cabeza le daba vueltas, respirar parecía la cosa más difícil del mundo.
— Ethan... tranquilo — dijo el hombre, y Wake sintió un irrefrenable impulso de golpearlo, pero no poder ni levantarse hizo que el gilipollas se salvara.
Maddox avanzó hacia la mujer y se la llevó a un lado de la celda para cuchichearle vete tú a saber qué cosas. Ethan se echó en la camilla y miró el techo, volvió a incorporarse y gritó angustiado. No entendía qué le estaba pasando, no comprendía nada, ese malestar iba cada vez a más, hasta el punto de que sentía que iba a explotar.
— Existe un gentil pensamiento que a veces me hace sentir vivo, porque es un pensamiento de ti — empezó a delirar en susurros. — Maldita seas — sollozó al recordarla a ella. En aquel instante, en su cabeza ella era la culpable de todos sus males, cuando aparecía ella todo iba mal, todo le salía mal... ¿Por qué? ¿Por qué la persona a la que había amado tanto era la culpable de todos y cada uno de sus problemas? Hasta el punto de que lo mataría. Tal vez era eso, se le había infectado la herida, e iba a morir lentamente y de la forma más horrible. — Estaba listo para irme, estaba listo... — iba diciendo. Se encontraba echado en la pared. Bastante demacrado, ojeras, pelo humedecido y pegado a su rostro por el sudor... bastante mal.
Maddox se le acercó tras hablar con la mujer y él no se dio ni cuenta apenas. Le conocía porque había sido su médico cuando llegó a Umbrella y le había tratado durante su primera semana. No le caía bien, lo aborrecía. Su estómago rugió con furia, Maddox estaba tan cerca, midiendo sus pulsaciones en la muñeca, observaba su reloj, hizo un cálculo mental y se acercó más aún para examinar las pupilas de Wake, primero su ojo izquierdo. Ethan se fijó en la barba incipiente, en las arrugas que rodeaban sus ojos, el mal aliento le hizo querer vomitar. Ahora, abrió su ojo derecho y observó. La carótida palpitaba, pudo imaginarse la sangre caliente y pegajosa. Algo hizo clic en su cabeza. En un segundo le observaba y un segundo después, antes de que Maddox pudiera apartarse, Ethan se abalanzó sobre él con tal furia, que hasta él mismo se habría sorprendido. Pero en aquel momento no pensaba, Maddox por el contrario creyó que se llevaría un buen golpe y que Ethan acabaría apaleado cuando tratase de escapar corriendo por el pasillo. Pero eso tampoco fue lo que ocurrió, el golpe sí que se lo llevó, pero además, sintió un intenso y desagradable dolor punzar su cuello. Cuando comprendió que Ethan estaba literalmente devorando su cuello fue cuestión de segundos. "¿Se había convertido en un zombie? Si su sangre estaba bien, era como la de otros supervivientes... ¿Se había equivocado, por qué?" Y no le dio tiempo a pensar en absolutamente nada más. Porque murió desangrado en cuestión de segundos.
Él siguió devorando su carne, empapándose de su sangre, arrancando jirones de piel y carne con sus dientes, para hacerse con esa necesidad tan primitiva y básica que había llenado su mente. Totalmente fuera de sí.
...
Sylvia Weis se quedó en el pasillo expectante, tratando de escuchar todo cuanto decían sin mucho éxito. La mujer había dicho trabajar en IED y entonces silencio.
El Doctor Maddox se llevó a la científica para explicarle un par de cosas, ya que él sí conocía su historial clínico y ella no, al principio no entendió muy bien por qué estaba allí, pero al decir que formaba parte del IED, era lógico que la hubieran enviado. Le explicó que el sujeto era portador del Virus T, como había pasado con otras personas, que desconocía serlo y por el momento no se lo iban a decir. Si la habían llamado era porque necesitaban a alguien que entendiera de ese aspecto, ya que los síntomas que estaba teniendo eran muy extraños. Querían saber si podía convertirse después de haber pasado tantos días, y por qué ahora. Ya que esas parecían las razones de que se encontrara así de mal.
Sylvia seguía en el pasillo sin saber qué estaba pasando, avanzó un paso dispuesta a entrar en la celda, pero esperó. Escuchó la voz de Ethan, pasos, más silencio y... ¿Qué era eso? Se quedó paralizada un momento sin comprender y, al final, decidió entrar.
Lo que sus ojos captaron fue incomprensible en el primer segundo, al segundo siguiente creyó que Ethan se había convertido, ¿pero cómo era eso posible? La sangre caía manchando el impoluto suelo de Umbrella. Solo podía mirarlo a él, ni siquiera Maddox le importó lo más mínimo. Ethan había muerto y Sylvia se quedó completamente helada, sin entender absolutamente nada.
— Ethan — fue capaz de susurrar. Sintió los ojos arder, había contenido la respiración y cuando volvió a tomar aire reaccionó. Desenfundó su arma, una glock 17 que era la única que Umbrella le permitía llevar en la base. Por el lateral de la celda avanzó hasta colocarse delante de la doctora. Con cuidado se movió cubriendo el cuerpo de ella, obligándola a avanzar hacia afuera, sin apartar la mirada de él, absorto en Maddox, mientras con su derecha apuntaba a Ethan. Su dedo estaba en el gatillo, pero aunque se suponía que debía apretarlo no pudo hacerlo.
El Doctor Maddox se llevó a la científica para explicarle un par de cosas, ya que él sí conocía su historial clínico y ella no, al principio no entendió muy bien por qué estaba allí, pero al decir que formaba parte del IED, era lógico que la hubieran enviado. Le explicó que el sujeto era portador del Virus T, como había pasado con otras personas, que desconocía serlo y por el momento no se lo iban a decir. Si la habían llamado era porque necesitaban a alguien que entendiera de ese aspecto, ya que los síntomas que estaba teniendo eran muy extraños. Querían saber si podía convertirse después de haber pasado tantos días, y por qué ahora. Ya que esas parecían las razones de que se encontrara así de mal.
Sylvia seguía en el pasillo sin saber qué estaba pasando, avanzó un paso dispuesta a entrar en la celda, pero esperó. Escuchó la voz de Ethan, pasos, más silencio y... ¿Qué era eso? Se quedó paralizada un momento sin comprender y, al final, decidió entrar.
Lo que sus ojos captaron fue incomprensible en el primer segundo, al segundo siguiente creyó que Ethan se había convertido, ¿pero cómo era eso posible? La sangre caía manchando el impoluto suelo de Umbrella. Solo podía mirarlo a él, ni siquiera Maddox le importó lo más mínimo. Ethan había muerto y Sylvia se quedó completamente helada, sin entender absolutamente nada.
— Ethan — fue capaz de susurrar. Sintió los ojos arder, había contenido la respiración y cuando volvió a tomar aire reaccionó. Desenfundó su arma, una glock 17 que era la única que Umbrella le permitía llevar en la base. Por el lateral de la celda avanzó hasta colocarse delante de la doctora. Con cuidado se movió cubriendo el cuerpo de ella, obligándola a avanzar hacia afuera, sin apartar la mirada de él, absorto en Maddox, mientras con su derecha apuntaba a Ethan. Su dedo estaba en el gatillo, pero aunque se suponía que debía apretarlo no pudo hacerlo.
— No puede ser — habló un poco más alto de lo normal, tanto que automáticamente se asustó y desvió la mirada hacia el sujeto. No parecía haberse dado cuenta de nada, porque estaba en un trance totalmente absorto en sus ideas. Por locas que parecieran. — Si tiene el virus en su organismo ya está, no hay más, no debería de tener esos síntomas ahora — su voz baja pareció notablemente molesta. Volvió a mirar de reojo al joven, deliraba, el científico mencionó que tenía fiebre, por lo que... sí, parecía que se estaba convirtiendo y Harper no lo entendía.
— ¿Cuánto hace del contagio, días, no? — no tenía sentido, pero sin una analítica o su informe... poco podía hacer Harper nada más que hacer conjeturas. Lo que más le había sorprendido era que no le hubieran dicho de su condición. Harper se quedó en una esquina observando como el médico se acercaba de nuevo. Estuvo a punto de ir con él, pero menos mal que no lo hizo.
Se quedó en shock, Nueva York durante la hora cero apareció en su memoria y a punto estuvo de gritar si no fuera porque estaba completamente paralizada. La pelirroja apareció para, con asombro, ver la escena y la cubrió con su propio cuerpo llevándola hacia el exterior de la celda. No entendió por qué no abrió fuego. Una vez en el pasillo, Harper corrió hacia los interruptores de la pared para cerrar la maldita celda. Todo aprovechando que el sujeto estaba distraído con el médico, de quien ya no se podía hacer nada. Estaba muerto conforme lo atacó.
La celda comenzó a cerrarse, bajando el cristal silenciosamente. Voight agarró a la pelirroja del hombro y tiró con suavidad de ella hacia atrás, para apartarla del cristal. ¿Cómo era posible? Se había convertido, era lo único que se le cruzaba por la menta, habían pasado semanas y se había convertido. Nada tenía sentido.
— ¿Cuánto hace del contagio, días, no? — no tenía sentido, pero sin una analítica o su informe... poco podía hacer Harper nada más que hacer conjeturas. Lo que más le había sorprendido era que no le hubieran dicho de su condición. Harper se quedó en una esquina observando como el médico se acercaba de nuevo. Estuvo a punto de ir con él, pero menos mal que no lo hizo.
Se quedó en shock, Nueva York durante la hora cero apareció en su memoria y a punto estuvo de gritar si no fuera porque estaba completamente paralizada. La pelirroja apareció para, con asombro, ver la escena y la cubrió con su propio cuerpo llevándola hacia el exterior de la celda. No entendió por qué no abrió fuego. Una vez en el pasillo, Harper corrió hacia los interruptores de la pared para cerrar la maldita celda. Todo aprovechando que el sujeto estaba distraído con el médico, de quien ya no se podía hacer nada. Estaba muerto conforme lo atacó.
La celda comenzó a cerrarse, bajando el cristal silenciosamente. Voight agarró a la pelirroja del hombro y tiró con suavidad de ella hacia atrás, para apartarla del cristal. ¿Cómo era posible? Se había convertido, era lo único que se le cruzaba por la menta, habían pasado semanas y se había convertido. Nada tenía sentido.
Estaba hambriento, ero lo único que pensaba, le dolía el estómago, su mente no estaba clara y el sabor de la sangre le parecía lo más exquisito que había probado en su vida. Ese malestar, esa ansiedad se iban saciando poco a poco y cuando se sintió pleno del todo, cuando ya era demasiado tarde y su razón tomó paso en su cabeza se sintió horrorizado al darse cuenta de lo que había hecho.
— ... — las palabras no salieron de sus labios, se miró la mano llena de sangre, el charco que se había formado en el suelo, el cuerpo sin vida del médico. — ¿Qué me está pasando? — susurró aterrado. Alzó la mirada hacia donde había visto a la otra mujer antes, pero no estaba allí, sino fuera de la celda. Tan absorto estaba que no se había percatado ni de que lo había encerrado otra vez, y entonces observó que junto a la mujer, al otro lado del cristal, estaba Sylvia también. La miró a los ojos lleno de ira, estaba a punto de gritarle. Solo se le pasaba por la cabeza que Umbrella le había hecho algo, pero al ver el desconcierto en la mirada de ambas no solo se le heló sangre, sino que la piel se le erizó porque no entendía nada y parecía que ellas tampoco.
— Tenías que haberme matado cuando me encontraste — la voz le tembló.
Se dejó caer hacia atrás, apoyándose en la pared, sentado en el suelo de su celda. Sus ojos estaban fijos en los del doctor. Lo había matado él, y ni siquiera entendía por qué. ¿Se estaba convirtiendo en una de esas criaturas poco a poco? Era lo único que podría justificar aquello, lo único. Y le tocaría verse morir en aquella celda, pudriéndose poco a poco hasta que se perdiera por completo. Otro escalofrío volvió a recorrer su cuerpo.
Y entonces se dio cuenta de una cosa, ya no se encontraba mal, la fiebre parecía haber bajado, el hambre desaparecido y la ansiedad era reemplazada por el miedo, porque pese a parecer que se había recuperado, ahora se sentía aún más inquieto.
— ... — las palabras no salieron de sus labios, se miró la mano llena de sangre, el charco que se había formado en el suelo, el cuerpo sin vida del médico. — ¿Qué me está pasando? — susurró aterrado. Alzó la mirada hacia donde había visto a la otra mujer antes, pero no estaba allí, sino fuera de la celda. Tan absorto estaba que no se había percatado ni de que lo había encerrado otra vez, y entonces observó que junto a la mujer, al otro lado del cristal, estaba Sylvia también. La miró a los ojos lleno de ira, estaba a punto de gritarle. Solo se le pasaba por la cabeza que Umbrella le había hecho algo, pero al ver el desconcierto en la mirada de ambas no solo se le heló sangre, sino que la piel se le erizó porque no entendía nada y parecía que ellas tampoco.
— Tenías que haberme matado cuando me encontraste — la voz le tembló.
Se dejó caer hacia atrás, apoyándose en la pared, sentado en el suelo de su celda. Sus ojos estaban fijos en los del doctor. Lo había matado él, y ni siquiera entendía por qué. ¿Se estaba convirtiendo en una de esas criaturas poco a poco? Era lo único que podría justificar aquello, lo único. Y le tocaría verse morir en aquella celda, pudriéndose poco a poco hasta que se perdiera por completo. Otro escalofrío volvió a recorrer su cuerpo.
Y entonces se dio cuenta de una cosa, ya no se encontraba mal, la fiebre parecía haber bajado, el hambre desaparecido y la ansiedad era reemplazada por el miedo, porque pese a parecer que se había recuperado, ahora se sentía aún más inquieto.
...
Sylvia Weis observó la escena a través del cristal, su corazón latiendo con fuerza mientras la confusión y la incredulidad se apoderaban de ella. Ethan estaba ahí, cubierto de sangre, pero la imagen de su rostro no era la que había guardado en su memoria. Se sintió paralizada, incapaz de procesar lo que había visto.
— No... no puede ser — susurró para sí misma, sus manos temblorosas se aferraban a la empuñadura de su arma, aunque ella trataba de disimularlo. La rabia y el dolor burbujeaban en su interior, pero mantuvo el rostro impasible. Era lo que le habían enseñador a hacer desde que era una niña en casa: mostrar firmeza, incluso en la desesperación.
Harper, la científica que había intervenido, se movía nerviosa, tratando de cerrar la celda, y Sylvia se giró hacia ella. Con un gesto sutil, le hizo una señal para que no lo hiciera aún.
— Espera, vuelve a abrirla — dijo en un tono bajo pero autoritario — Necesitamos saber qué le ha pasado. No podemos permitir dejarlo así.
Volvió a mirar a Ethan, quien se encontraba en un estado de desconcierto, y sintió una punzada de compasión a pesar de su frialdad habitual. El hombre al que había amado estaba a punto de perderse en la oscuridad de la locura, y eso la aterrorizaba.
— Ethan — su voz era un susurro, casi un ruego — Escúchame. No sabemos lo que te está pasando, pe-pero no estás solo — se estaba acercando de nuevo a él, casi dubitativa después de haber visto lo que le había pasado al médico.
A pesar de su propia reserva emocional, había algo en su tono que delataba la preocupación que sentía. La imagen de su rostro, cubierto de sangre y miedo, le rompía el corazón.
— Necesitamos entender qué le ha pasado — exigió, dispuesta a interceder por Ethan, sin saber cómo. Su impulso era protegerlo, y no permitir que lo encerraran sin más. — Él no es una amenaza. No hasta que sepamos la verdad — creía que se había convertido, pero no, estaba vivo. Allí, después de haber devorado prácticamente al doctor. ¿Podría tener algo que ver con que detectaran el virus en su sangre? No podía decírselo aún, eso la atormentaba. Cuando le encontró con la mordedura del zombie, su instinto fue cortarle el brazo para evitar que se convirtiera, perder una extremidad por nada... la odiaría. Se suponía que no tenía que haberse convertido, y no lo había hecho, pero ahí estaba.
Miró a Harper y se acercó a ella.
— ¿Alguna vez ha visto algo así? Parecía que se había convertido, pero... mírelo, está bien — lo señaló y aunque Ethan parecía vivo, desconocía hasta qué punto le habría afectado aquello, porque parecía en shock. — Él no puede saber aún que tiene el virus en su sangre — le susurró y su tono fue amenazador.
— No... no puede ser — susurró para sí misma, sus manos temblorosas se aferraban a la empuñadura de su arma, aunque ella trataba de disimularlo. La rabia y el dolor burbujeaban en su interior, pero mantuvo el rostro impasible. Era lo que le habían enseñador a hacer desde que era una niña en casa: mostrar firmeza, incluso en la desesperación.
Harper, la científica que había intervenido, se movía nerviosa, tratando de cerrar la celda, y Sylvia se giró hacia ella. Con un gesto sutil, le hizo una señal para que no lo hiciera aún.
— Espera, vuelve a abrirla — dijo en un tono bajo pero autoritario — Necesitamos saber qué le ha pasado. No podemos permitir dejarlo así.
Volvió a mirar a Ethan, quien se encontraba en un estado de desconcierto, y sintió una punzada de compasión a pesar de su frialdad habitual. El hombre al que había amado estaba a punto de perderse en la oscuridad de la locura, y eso la aterrorizaba.
— Ethan — su voz era un susurro, casi un ruego — Escúchame. No sabemos lo que te está pasando, pe-pero no estás solo — se estaba acercando de nuevo a él, casi dubitativa después de haber visto lo que le había pasado al médico.
A pesar de su propia reserva emocional, había algo en su tono que delataba la preocupación que sentía. La imagen de su rostro, cubierto de sangre y miedo, le rompía el corazón.
— Necesitamos entender qué le ha pasado — exigió, dispuesta a interceder por Ethan, sin saber cómo. Su impulso era protegerlo, y no permitir que lo encerraran sin más. — Él no es una amenaza. No hasta que sepamos la verdad — creía que se había convertido, pero no, estaba vivo. Allí, después de haber devorado prácticamente al doctor. ¿Podría tener algo que ver con que detectaran el virus en su sangre? No podía decírselo aún, eso la atormentaba. Cuando le encontró con la mordedura del zombie, su instinto fue cortarle el brazo para evitar que se convirtiera, perder una extremidad por nada... la odiaría. Se suponía que no tenía que haberse convertido, y no lo había hecho, pero ahí estaba.
Miró a Harper y se acercó a ella.
— ¿Alguna vez ha visto algo así? Parecía que se había convertido, pero... mírelo, está bien — lo señaló y aunque Ethan parecía vivo, desconocía hasta qué punto le habría afectado aquello, porque parecía en shock. — Él no puede saber aún que tiene el virus en su sangre — le susurró y su tono fue amenazador.
Harper Voight observó con creciente inquietud cómo Sylvia abría la celda de Ethan, el cristal deslizándose hacia arriba con un suave sonido. La decisión de la pelirroja la tomó por sorpresa y, en su interior, la alarma sonó.
— ¡Espera! —exclamó Harper, su voz firme y autoritaria—. No puedes dejarlo salir así.
La tensión era palpable, y la situación se sentía cada vez más peligrosa. A medida que el cristal se abría, Harper dio un paso adelante, sintiendo la necesidad de establecer límites.
— No tengo ni idea de qué le ha pasado a este hombre. Ha devorado a alguien literalmente, hay un riesgo considerable. No podemos arriesgarnos a que se convierta en una amenaza.
Se volvió hacia Sylvia, la preocupación escrita en su rostro.
— ¿Qué estás haciendo? —insistió, su tono era más bajo, pero la urgencia era evidente—. No sé quién es él ni lo que ha experimentado. Abriéndole la celda, estás poniendo en peligro a todos nosotros.
Harper se acercó más al panel de control, lista para cerrar la celda en cualquier momento.
— Necesitamos evaluar su estado antes de hacer algo imprudente. Puede que esté en un estado de delirio o, peor aún, en proceso de transformación. No voy a permitir que salga de aquí sin un análisis.
Volvió a mirar a Ethan, notando su comportamiento errático, y sintió que la adrenalina comenzaba a subir.
— Te lo repito, Sylvia. Necesitamos un enfoque metódico. No podemos actuar impulsivamente. Esto no es un juego; estamos lidiando con un virus que podría afectar a todos aquí.
Harper se mantuvo firme, su mirada fija en el hombre que parecía haber cruzado una línea peligrosa.
— Deja que lo examine un equipo adecuado. No estoy dispuesta a arriesgar nuestras vidas por un impulso emocional. Esto es Umbrella, no una familia disfuncional.
Con una determinación renovada, se preparó para lo que pudiera suceder, lista para cerrar la celda en cuanto fuera necesario. Se preguntó por White Queen, ¿por qué no hacía acto de presencia, estaba acaso analizando la situación? Su cabeza iba tan rápido que no era capaz de pensar con claridad.
— ¡Espera! —exclamó Harper, su voz firme y autoritaria—. No puedes dejarlo salir así.
La tensión era palpable, y la situación se sentía cada vez más peligrosa. A medida que el cristal se abría, Harper dio un paso adelante, sintiendo la necesidad de establecer límites.
— No tengo ni idea de qué le ha pasado a este hombre. Ha devorado a alguien literalmente, hay un riesgo considerable. No podemos arriesgarnos a que se convierta en una amenaza.
Se volvió hacia Sylvia, la preocupación escrita en su rostro.
— ¿Qué estás haciendo? —insistió, su tono era más bajo, pero la urgencia era evidente—. No sé quién es él ni lo que ha experimentado. Abriéndole la celda, estás poniendo en peligro a todos nosotros.
Harper se acercó más al panel de control, lista para cerrar la celda en cualquier momento.
— Necesitamos evaluar su estado antes de hacer algo imprudente. Puede que esté en un estado de delirio o, peor aún, en proceso de transformación. No voy a permitir que salga de aquí sin un análisis.
Volvió a mirar a Ethan, notando su comportamiento errático, y sintió que la adrenalina comenzaba a subir.
— Te lo repito, Sylvia. Necesitamos un enfoque metódico. No podemos actuar impulsivamente. Esto no es un juego; estamos lidiando con un virus que podría afectar a todos aquí.
Harper se mantuvo firme, su mirada fija en el hombre que parecía haber cruzado una línea peligrosa.
— Deja que lo examine un equipo adecuado. No estoy dispuesta a arriesgar nuestras vidas por un impulso emocional. Esto es Umbrella, no una familia disfuncional.
Con una determinación renovada, se preparó para lo que pudiera suceder, lista para cerrar la celda en cuanto fuera necesario. Se preguntó por White Queen, ¿por qué no hacía acto de presencia, estaba acaso analizando la situación? Su cabeza iba tan rápido que no era capaz de pensar con claridad.
Ethan se quedó mirando a las dos mujeres, su mente aún tratando de procesar lo que acababa de suceder. La realidad de lo que había hecho lo golpeó con fuerza, y el remordimiento empezó a desbordar su ser. La sangre en sus manos, el cuerpo sin vida del médico… era una imagen que no podría borrar.
— ¿Qué demonios está pasando conmigo? — murmuró, su voz llena de incredulidad. Miró a Harper, notando la firmeza en su mirada, y por un momento, sintió una chispa de esperanza. Tal vez había una forma de entender lo que le ocurría. Pero esa esperanza se mezclaba con un profundo miedo. — ¿Me estoy convirtiendo en un monstruo? — sintió auténtico pánico al visualizar en su mente todos los encuentros que había tenido con zombies. Convertirse en algo así...
La sensación de pérdida de control lo invadía, y el pánico empezaba a aflorar. Cada respiración se sentía más pesada, y la presión en su pecho crecía. Atrapado entre el deseo de defenderse y la necesidad de entender, se sintió impotente.
Al volver la vista hacia Sylvia, notó su expresión de preocupación, y una risa irónica brotó de sus labios, aunque se sintió culpable al hacerlo.
— Mira quién se preocupa por mí — dijo, su voz temblando entre la burla y la desesperación— ¿De verdad crees que te importa lo que me pase? Después de todo lo que ha pasado entre nosotros...
Sintió una punzada en el corazón al pensar en su relación, en lo que había sido, pero ahora todo parecía tan distante. La ironía de su situación le resultaba casi divertida; aquí estaba, un hombre que había luchado por sobrevivir, ahora deseando que lo encerraran, o peor aún, su propia muerte.
— Cierra la celda, por favor — su voz era más un susurro que una orden. — No quiero lastimaros. No quiero ser un peligro para nadie.
Ethan se apoyó contra la pared, sintiendo el frío del metal contra su piel. La oscuridad que se apoderaba de él era aterradora, y a pesar de la aparente preocupación de Sylvia, se sintió más solo que nunca.
— ¿Qué me queda? —preguntó, su voz apenas un murmullo— ¿Qué puedo hacer para arreglar esto?
La risa se extinguió en su garganta, y el desconcierto lo envolvió como una neblina. Mientras la realidad se desmoronaba a su alrededor, se dio cuenta de que podría estar atrapado en su propio cuerpo, convirtiéndose en algo que jamás había querido ser.
— ¿Qué demonios está pasando conmigo? — murmuró, su voz llena de incredulidad. Miró a Harper, notando la firmeza en su mirada, y por un momento, sintió una chispa de esperanza. Tal vez había una forma de entender lo que le ocurría. Pero esa esperanza se mezclaba con un profundo miedo. — ¿Me estoy convirtiendo en un monstruo? — sintió auténtico pánico al visualizar en su mente todos los encuentros que había tenido con zombies. Convertirse en algo así...
La sensación de pérdida de control lo invadía, y el pánico empezaba a aflorar. Cada respiración se sentía más pesada, y la presión en su pecho crecía. Atrapado entre el deseo de defenderse y la necesidad de entender, se sintió impotente.
Al volver la vista hacia Sylvia, notó su expresión de preocupación, y una risa irónica brotó de sus labios, aunque se sintió culpable al hacerlo.
— Mira quién se preocupa por mí — dijo, su voz temblando entre la burla y la desesperación— ¿De verdad crees que te importa lo que me pase? Después de todo lo que ha pasado entre nosotros...
Sintió una punzada en el corazón al pensar en su relación, en lo que había sido, pero ahora todo parecía tan distante. La ironía de su situación le resultaba casi divertida; aquí estaba, un hombre que había luchado por sobrevivir, ahora deseando que lo encerraran, o peor aún, su propia muerte.
— Cierra la celda, por favor — su voz era más un susurro que una orden. — No quiero lastimaros. No quiero ser un peligro para nadie.
Ethan se apoyó contra la pared, sintiendo el frío del metal contra su piel. La oscuridad que se apoderaba de él era aterradora, y a pesar de la aparente preocupación de Sylvia, se sintió más solo que nunca.
— ¿Qué me queda? —preguntó, su voz apenas un murmullo— ¿Qué puedo hacer para arreglar esto?
La risa se extinguió en su garganta, y el desconcierto lo envolvió como una neblina. Mientras la realidad se desmoronaba a su alrededor, se dio cuenta de que podría estar atrapado en su propio cuerpo, convirtiéndose en algo que jamás había querido ser.
...
La rabia que sintió Sylvia al darse cuenta de que estaba perdiendo la razón en aquella situación fue descomunal. Resopló y se giró para tratar de mostrar calma. Su actitud cambió drásticamente a la mujer que siempre había sido. Había tratado de salvar a Ethan y parecía que solo lo había condenado.
— Ethan, ¿no entiendes por qué has devorado a ese hombre? — cuestionó repentinamente, estaba claro que él no lo entendía y que estaba aterrado, pero para Sylvia era menos concebible, al fin y al cabo... De repente cayó en algo, Maddox le había dicho que Ethan tenía la misma condición de sangre que que ella, pero... hasta ahora Sylvia no había devorado a nadie. ¿Era cuestión de convertirse más o menos rápido? No, porque Ethan, tras acabar con Maddox había recobrado su lucidez, era como si se hubiera convertido en un zombie por unos segundos. ¿Eso era posible? La cabeza le daba vueltas y hasta sintió miedo.
— ¿Que no me importa? — Sylvia se acercó hasta el umbral de la puerta, con la mandíbula bien tensa y no pudo evitar golpear la pared más cercana con todas sus fuerzas. — Es lo único que hago, preocuparme, sino no estarías aquí — gruñó.
— Y no lo mereces, mira cómo has estado, ahí tirado, sin hacer nada, dejándote simplemente, apenas has comido, no te has movido de esa sucia esquina, prácticamente ni para mear... No eres la persona que conocí y me empiezas a dar mucho asco — habló con tanta frialdad que hasta ella misma se sorprendió.
— Me largo — dio un golpe en el botó para cerrar la celda. — Hazle las pruebas que necesites, si es que te atreves a acercarte... llamaré a un equipo de limpieza para... lo que queda de Maddox y... voy a informar a... — chasqueó la lengua mirando a una de las cámaras. — A nadie, White Queen ya estará al tanto de todo — de mala gana se fue del pasillo.
— Ethan, ¿no entiendes por qué has devorado a ese hombre? — cuestionó repentinamente, estaba claro que él no lo entendía y que estaba aterrado, pero para Sylvia era menos concebible, al fin y al cabo... De repente cayó en algo, Maddox le había dicho que Ethan tenía la misma condición de sangre que que ella, pero... hasta ahora Sylvia no había devorado a nadie. ¿Era cuestión de convertirse más o menos rápido? No, porque Ethan, tras acabar con Maddox había recobrado su lucidez, era como si se hubiera convertido en un zombie por unos segundos. ¿Eso era posible? La cabeza le daba vueltas y hasta sintió miedo.
— ¿Que no me importa? — Sylvia se acercó hasta el umbral de la puerta, con la mandíbula bien tensa y no pudo evitar golpear la pared más cercana con todas sus fuerzas. — Es lo único que hago, preocuparme, sino no estarías aquí — gruñó.
— Y no lo mereces, mira cómo has estado, ahí tirado, sin hacer nada, dejándote simplemente, apenas has comido, no te has movido de esa sucia esquina, prácticamente ni para mear... No eres la persona que conocí y me empiezas a dar mucho asco — habló con tanta frialdad que hasta ella misma se sorprendió.
— Me largo — dio un golpe en el botó para cerrar la celda. — Hazle las pruebas que necesites, si es que te atreves a acercarte... llamaré a un equipo de limpieza para... lo que queda de Maddox y... voy a informar a... — chasqueó la lengua mirando a una de las cámaras. — A nadie, White Queen ya estará al tanto de todo — de mala gana se fue del pasillo.
Harper se quedó observando a Sylvia, sintiendo que su propia sorpresa aumentaba con cada palabra que decía. La rabia que emanaba de la pelirroja era palpable, y la científica se sintió intrigada, pero también alarmada por la intensidad de su reacción.
Al escuchar que Ethan apenas había comido ni se había movido de su rincón, Harper sintió que la información era crucial. Se quedó pensando en ello, su mente comenzando a formular teorías.
"Esto es interesante" reflexionó, recordando a otros portadores del virus que había conocido, miembros de Umbrella que se mantenían bien alimentados y cuidados. "Podría haber un patrón en su comportamiento."
La situación de Ethan era distinta, y la curiosidad científica comenzó a crecer dentro de ella.
— Necesito hacerle pruebas —murmuró para sí misma, enfocándose en el hombre que estaba detrás del cristal—. Debo averiguar qué le ha pasado.
Se acercó más a la celda, estudiando a Ethan con atención, como si cada detalle pudiera ofrecerle una pista sobre su condición.
"Si hay alguna forma de entender cómo el virus interactúa con él..." pensó, dándose cuenta de que esta podría ser una oportunidad invaluable para su investigación.
Mientras su mente se llenaba de preguntas, sintió la urgencia de actuar. "No puedo dejar que esta información se pierda" se dijo, decidida a no perder el hilo de la investigación que podría arrojar luz sobre el virus y sus efectos.
— No tardaré en regresar —murmuró. Ni se había percatado de que era muy tarde, se había olvidado por completo de la hora, quería tomar muestras de sangre. Iría al laboratorio y después regresaría para las muestras, después hablaría con White Queen, necesitaba un informe de otros portadores, para estudiar su sangre y compararla con la de Ethan.
Sin otra opción que avanzar, Harper se preparó para llevar a cabo las pruebas necesarias, sintiendo que cada paso que daba era un avance hacia una comprensión más profunda de lo que realmente significaba la infección.
Al escuchar que Ethan apenas había comido ni se había movido de su rincón, Harper sintió que la información era crucial. Se quedó pensando en ello, su mente comenzando a formular teorías.
"Esto es interesante" reflexionó, recordando a otros portadores del virus que había conocido, miembros de Umbrella que se mantenían bien alimentados y cuidados. "Podría haber un patrón en su comportamiento."
La situación de Ethan era distinta, y la curiosidad científica comenzó a crecer dentro de ella.
— Necesito hacerle pruebas —murmuró para sí misma, enfocándose en el hombre que estaba detrás del cristal—. Debo averiguar qué le ha pasado.
Se acercó más a la celda, estudiando a Ethan con atención, como si cada detalle pudiera ofrecerle una pista sobre su condición.
"Si hay alguna forma de entender cómo el virus interactúa con él..." pensó, dándose cuenta de que esta podría ser una oportunidad invaluable para su investigación.
Mientras su mente se llenaba de preguntas, sintió la urgencia de actuar. "No puedo dejar que esta información se pierda" se dijo, decidida a no perder el hilo de la investigación que podría arrojar luz sobre el virus y sus efectos.
— No tardaré en regresar —murmuró. Ni se había percatado de que era muy tarde, se había olvidado por completo de la hora, quería tomar muestras de sangre. Iría al laboratorio y después regresaría para las muestras, después hablaría con White Queen, necesitaba un informe de otros portadores, para estudiar su sangre y compararla con la de Ethan.
Sin otra opción que avanzar, Harper se preparó para llevar a cabo las pruebas necesarias, sintiendo que cada paso que daba era un avance hacia una comprensión más profunda de lo que realmente significaba la infección.
Ethan se quedó solo en la celda, el silencio abrumador después de la partida de Sylvia y Harper. La puerta de cristal se había cerrado con un clic sordo, y la sensación de aislamiento lo envolvía como una manta pesada.
Su mirada se centró en el cuerpo sin vida de Maddox, la realidad de lo que había hecho comenzando a hundirse en su conciencia. ”¿Qué he hecho?” pensó, la pregunta resonando en su mente. La imagen del médico, con la sangre empapando el suelo, lo perseguiría. Había cruzado una línea que no podía deshacer.
Un nudo de ansiedad se formó en su estómago. La preocupación por su propia condición lo consumía; ”¿Me estoy convirtiendo en un monstruo?” La idea de haber perdido el control era aterradora, y no podía sacudir la sensación de que cada instante lo acercaba más a una oscuridad de la que no podría regresar.
Se dejó caer contra la pared, sintiendo la frialdad del metal a su espalda. La soledad era ensordecedora, y en ese momento, todo lo que había deseado era una forma de escapar de la culpa y el horror que lo rodeaban.
”¿Qué me queda ahora?” murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro.
Con la cabeza entre las manos, Ethan miró el cuerpo de Maddox, sintiendo un vacío en su interior. No había respuestas, solo preguntas y un futuro incierto. La desesperanza se apoderó de él, y la celda se convirtió en su prisión, tanto física como mental.
Su mirada se centró en el cuerpo sin vida de Maddox, la realidad de lo que había hecho comenzando a hundirse en su conciencia. ”¿Qué he hecho?” pensó, la pregunta resonando en su mente. La imagen del médico, con la sangre empapando el suelo, lo perseguiría. Había cruzado una línea que no podía deshacer.
Un nudo de ansiedad se formó en su estómago. La preocupación por su propia condición lo consumía; ”¿Me estoy convirtiendo en un monstruo?” La idea de haber perdido el control era aterradora, y no podía sacudir la sensación de que cada instante lo acercaba más a una oscuridad de la que no podría regresar.
Se dejó caer contra la pared, sintiendo la frialdad del metal a su espalda. La soledad era ensordecedora, y en ese momento, todo lo que había deseado era una forma de escapar de la culpa y el horror que lo rodeaban.
”¿Qué me queda ahora?” murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro.
Con la cabeza entre las manos, Ethan miró el cuerpo de Maddox, sintiendo un vacío en su interior. No había respuestas, solo preguntas y un futuro incierto. La desesperanza se apoderó de él, y la celda se convirtió en su prisión, tanto física como mental.
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