Memories de Alexia Sloane

Alexia "Lex" Sloane

El aire en la oficina tiene ese aroma inconfundible a café recién hecho y papeles recién impresos. Sostengo mi credencial entre los dedos, una pequeña tarjeta que lleva mi nombre grabado: Doctora Alexia Sloane. El edificio es grande, frío de alguna manera, pero el bullicio de las conversaciones y los pasos rápidos hacen que el espacio parezca lleno de vida. A mi alrededor, las mesas están abarrotadas de pantallas, documentos desordenados y vasos de café medio vacíos. Me siento un poco fuera de lugar, pero me esfuerzo por mantener la calma. Soy solo una novata en este lugar.

"Doctora Sloane, ya puede pasar." Una asistente me llama, su tono impersonal pero eficiente. Me levanto, ajustando la chaqueta sobre mis hombros y camino por el pasillo iluminado por la luz que entra a raudales a través de las amplias ventanas. El sonido de mis zapatos resuena, mezclándose con el eco de otros pasos. Hay una sensación de eficiencia aquí, de propósito. Siento una mezcla de nervios y emoción mientras sigo a la asistente hasta una oficina al final del corredor.

Cuando la puerta se abre, me recibe una mujer de cabello recogido, impecablemente vestida y con una mirada que parece atravesar cualquier duda. Es la jefa del departamento.

—Bienvenida, doctora Sloane —dice, con una sonrisa que apenas asoma en sus labios, pero lo suficientemente cálida para relajarme. Sus ojos, sin embargo, son otra historia. Tienen esa mezcla de expectación y evaluación que me pone en alerta.

Tomo asiento frente a ella mientras extiende un archivo hacia mí, grueso y lleno de documentos clasificados. Lo abro con cuidado, echando un vistazo a los primeros párrafos. Veo fórmulas y gráficos que ya despiertan mi curiosidad científica. Hablan de mutaciones genéticas y desarrollos experimentales que suenan... revolucionarios.

—Esperamos grandes cosas de ti —continúa—. está en el epicentro de la investigación más avanzada en biotecnología, y creemos que tus conocimientos serán cruciales para nuestros proyectos futuros.

Asiento, intentando mantener la compostura. En el fondo, siento que estoy entrando en un mundo completamente nuevo, uno que no se parece a nada de lo que he visto antes. Todo aquí es más grande, más complejo, más importante.

—Gracias. Estoy ansiosa por empezar —respondo, aunque mi mente ya está acelerada, procesando lo poco que he leído en ese archivo. ¿Hasta dónde llega esta organización?

Ella se recuesta en su silla, mirándome con calma antes de añadir:

—Este es solo el principio. Tenemos mucho trabajo por delante, doctora, pero estoy segura de que estarás a la altura. Tu investigación previa ha sido... impresionante.

Sus palabras me provocan una mezcla de orgullo y presión. Me esfuerzo por no mostrarlo, pero mi pulso se acelera. Me siento pequeña en comparación con el tamaño del desafío que tengo frente a mí. Pero también siento una determinación que empieza a surgir desde el fondo de mi ser.

Mientras la conversación sigue, observo el entorno con más atención. En las paredes hay mapas, gráficos, e informes de proyectos que parecen llevar años en desarrollo. Pandemonium es mucho más de lo que había imaginado. Y si esta es solo la superficie, no puedo evitar preguntarme qué más se oculta en las capas más profundas de la organización.

Cuando salgo de la oficina, siento que algo ha cambiado. Este lugar tiene un peso, una energía que parece alimentar mi curiosidad y, al mismo tiempo, mi inquietud. No sé dónde terminará este camino, pero sé una cosa: he llegado a donde debo estar.

Alexia "Lex" Sloane

El ambiente en la oficina ha cambiado drásticamente en los últimos días. El nerviosismo que se sentía como un murmullo lejano ahora es casi palpable. Los rumores sobre ciudades cerradas y altercados incontrolables ya no parecen exageraciones. Y esta mañana... esta mañana todo ha empeorado. La televisión está encendida en la sala de descanso, mostrando imágenes de caos en ciudades que nunca creí que colapsarían tan rápido. Los Ángeles aún está a salvo, o eso dicen. Pero la sensación de que estamos atrapados en una cuenta regresiva es imposible de ignorar.

Llevo días llamando a mis padres. Al principio todo estaba bien, me decían que no me preocupara, que estaban seguros en casa. Su tono era tranquilo, pero cada vez que hablaba con ellos, sentía que algo no estaba bien. Y ahora... hoy no responden.

Miro mi teléfono, lo vuelvo a intentar. El tono suena. Y suena. Pero no hay respuesta.

—Vamos, mamá... contesta, por favor... —murmuro, mientras la preocupación se convierte en un nudo en mi estómago.

—Doctora Sloane, necesitamos evacuar —me dice uno de los militares de Pandemonium que lleva días patrullando nuestras oficinas. Su presencia me había parecido innecesaria hasta hace poco, pero ahora... ahora no hay ninguna duda de que la situación es crítica.

Los rumores que circulaban hace días ya son confirmaciones, aunque los detalles son borrosos. No sabíamos a ciencia cierta qué estaba pasando, pero las noticias comenzaron a hablar de un virus, algo devastador que se extendía sin control. No fue hasta hoy, cuando el estado de alerta mundial se declaró oficialmente, que Pandemonium tomó la decisión de evacuar nuestras oficinas de Los Ángeles.

—¿A dónde nos llevan? —pregunto, tratando de mantener la calma mientras recojo mis pertenencias. Mi mente sigue en las llamadas no contestadas.

—A la base submarina. Será más seguro allí —responde el soldado, con tono firme.

Me detengo. ¿Base submarina? ¿De qué está hablando? Nunca había escuchado ni una palabra sobre esa instalación. Intento procesar lo que acaba de decir, pero la sorpresa me paraliza por un momento.

—¿Base submarina? —repito, incrédula. No puedo imaginarme que algo así exista, y mucho menos que estemos a punto de ir allí.

—Es un protocolo de emergencia. Vamos, doctora, no tenemos tiempo —insiste el soldado, sin perder su tono apremiante.

Sigo caminando, mi cabeza dando vueltas con la idea de que Pandemonium tenía un lugar así, y que hasta ahora había sido un secreto. Pero antes de poder hacer más preguntas, la televisión vuelve a captar mi atención. Las imágenes en la pantalla muestran un horror que nunca pensé que vería en la vida real. Nueva York está en ruinas. Las calles están infestadas de personas que... ya no son personas. Son monstruos. Zombies.

—Es el virus T... —escucho que alguien dice cerca de mí.

El virus T... el nombre suena como algo sacado de una película de terror. Y según las noticias, ese es el nombre del patógeno que ha causado todo este desastre. No puedo creer lo que estoy viendo. ¿Zombies? ¿De verdad? Mi mente se resiste a aceptarlo, pero la evidencia es imposible de ignorar. El caos, los cuerpos arrastrándose, destruyendo todo a su paso... es real. Y está sucediendo ahora.

Intento llamar a mis padres de nuevo. Nada. El tono se corta de nuevo. Una sensación de terror me invade. Ellos me habían dicho que estaban bien, pero ahora... ahora no responden. ¿Es posible que el virus haya llegado hasta ellos?

—Doctora Sloane, tenemos que irnos ahora —insiste el soldado.

Mi cuerpo actúa por instinto, siguiendo las órdenes mientras mi mente sigue atascada en esa pantalla, en el teléfono que no suena. ¿Cómo ha llegado a esto? ¿Mis padres...? Sigo caminando, pero una parte de mí se queda en esa oficina, con la incertidumbre, el miedo, y una pregunta que no puedo dejar de hacerme: ¿es ya demasiado tarde?

Alexia "Lex" Sloane

Entrar en la base submarina fue como caminar en otro mundo. Después de días de caos y de perder todo lo que conocía, encontrarme rodeada de la modernidad y el orden impoluto de Pandemonium me dejó sin palabras. Las paredes brillaban bajo la luz blanca y fría, y cada paso que daba resonaba en los pasillos como si fuera lo único que se movía en este lugar. Me sentía diminuta, sobrecogida por la inmensidad de la instalación. 21 plantas bajo el océano... parecía sacado de una película de ciencia ficción.

Llevo la tarjeta colgada del cuello, como si fuera una pieza más de mi identidad ahora. En este lugar, todo depende de ella. La tarjeta abre puertas, accede a archivos, te permite obtener la comida del día. Es como si aquí abajo, bajo toneladas de agua, solo existieras si llevas tu tarjeta. Cada vez que la paso por uno de los lectores de las puertas, siento que Pandemonium me está vigilando. La tecnología Terra, la llaman, supervisa cada movimiento. No es que me importe, pero me hace sentir... extraña. Acabo de llegar, y ya soy parte de algo mucho más grande.

Recuerdo que, al entrar, lo primero que hice fue tratar de ponerme en contacto con mis padres. He intentado llamarlos una y otra vez desde el 3 de diciembre, pero nada. Ni una sola respuesta. El tono sigue sonando, pero siempre acaba cortándose. Al principio, pensaba que solo estaban siendo precavidos. Me decían que no me preocupara, que estaban bien. Pero ahora, tras todo lo que he visto y vivido... no sé si lo están. No sé si están vivos. Y eso me atormenta.

Los pasillos de la base están llenos de gente, todos con sus tarjetas colgando, moviéndose de un lugar a otro con propósitos claros. Mientras camino hacia lo que será mi nuevo laboratorio, veo a militares, ingenieros, científicos, todos en su rutina. Pero yo, a pesar de lo imponente y moderna que es la base, me siento vacía por dentro. Todo lo que queda del mundo está aquí abajo, mientras arriba... arriba está todo perdido.

La instalación es sorprendentemente avanzada. Cada puerta que paso, cada máquina que veo me recuerda que Pandemonium ha trabajado incansablemente para mantenerse a flote, nunca mejor dicho. Pero también sé que no soy más que una nueva pieza en este engranaje. No soy diferente a los demás, con mi tarjeta en el cuello y mis ojos en el suelo, intentando ignorar el peso del mundo que ya no existe.

Mi tarjeta también registra cada movimiento que hago. Si abro una puerta, si accedo a un archivo, todo queda registrado. A veces tengo la impresión de que no podré escapar de este lugar, como si la base misma se estuviera encargando de no dejarme olvidar que este es mi nuevo hogar... aunque no se sienta como tal.

Al final del pasillo, el laboratorio. Es moderno, brillante, lleno de tecnología avanzada, pero no puedo evitar sentir que todo esto es solo un parche. Arriba, el mundo se está desmoronando, y yo estoy aquí, rodeada de pantallas y equipamiento futurista, pero sin poder hacer nada para ayudar a los que están allá afuera. Mis padres, si es que aún están vivos, están en alguna parte de esa pesadilla... y yo estoy bajo el agua, en una burbuja.

El cansancio me golpea de pronto. No sé cuánto tiempo llevo sin dormir bien. Tal vez días. Tal vez desde que comenzó todo. Camino hacia la ventana del laboratorio y me encuentro con la oscuridad del océano, un recordatorio de lo lejos que estoy de todo lo que conocía. No hay ruidos de la superficie, no hay gritos ni sirenas, solo el silencio... pero el silencio nunca se sintió tan opresivo.

Hoy ha sido mi primer día en Pandemonium. Y aunque la base es impresionante, moderna, casi perfecta... no puedo evitar sentirme atrapada. Como si la base misma fuera mi nueva prisión, y la tarjeta que cuelga de mi cuello, la cadena que me ata a este lugar.