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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Un viaje de tres años [27/01/2016, mediodía]
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Recuerdo del primer mensaje :
Nos movíamos a menudo.
Habíamos estado en cinco refugios diferentes a lo largo de más de tres años. En su mayoría, refugios pequeños, con poca gente. Unas veces, situaciones como la que vivimos saca a relucir lo mejor del ser humano. La solidaridad, la amabilidad, el altruismo. Otras, por el contrario, enseña la verdadera cara de las personas. Se quitan la máscara, dejan de ser el ciudadano ejemplar. Se convierten en monstruos. O, más bien, ya no les importa fingir, porque siempre lo han sido.
Hacía mucho que la humanidad había dejado de sorprenderme. Recuerdo que, antes de perder a mamá, acabamos en un refugio del ejército. Tío Tom se sentía aliviado de estar ahí. Eran sus hombres, sus camaradas. Sus amigos. Aunque no conociera a la mayoría. Yo le odiaba por haberse negado a volver con papá. Decía que ya estaba muerto, que era malgastar fuerzas, que debíamos pensar en nosotros, en sobrevivir, y mamá le había seguido la corriente. Me había decepcionado.
En aquel refugio habían dispuesto barracones y tiendas para los civiles. Eran grandes, y la gente se apelotonaba en camastros diminutos. Mirara hacia donde mirara, veía miedo, veía pánico. Veía tensión.
Llevábamos como una semana allí. Nos daban alimento racionado, agua, y un techo sobre nuestra cabeza. Tío Tom hacía turnos de guardia, y mamá ayudaba en labores que no comprendía. Audrey estaba casi siempre con el personal médico, y yo pasaba muchas horas sola. A veces deambulaba por el refugio, investigando, analizándolo todo, esperando el momento en el que uno de los refugiados resultase enfermo. Era lo que pasaba en todas partes.
Recuerdo salir a mear una noche. Hacía frío, y me había puesto la manta sobre los hombros. Podía ver el vaho tras cada exhalación. Los baños estaban lejos del barracón 7. Cuando salí, oí voces y cuchicheos entre las casetas. Dicen que la curiosidad mató al gato, y yo fui a ver qué pasaba. Me asomé, y vi a un par de soldados intercambiándose algún tipo de paquete. Estaba oscuro y no podía verlo bien. Entonces noté una mano en el hombro.
La huida fue confusa y caótica después de aquello. Tío Tom había matado a aquel hombre, y notaba la sangre pegajosa en la cara. Después me había sujetado por los brazos, clavándome los dedos con el gesto desencajado. Me dijo que lo que hacía ese hombre, ese soldado, estaba mal. Que no podía permitir que nadie me tocase de aquella forma. Me pidió que no se lo contara a mamá ni a Audrey, y yo asentí, asustada de la rabia que veía en sus ojos. Había miedo.
Me estoy yendo por las ramas.
He visto la cara oculta de la humanidad. Tío Tom prefiere que estemos solos los tres. Desde entonces había evitado el menor acercamiento a grupos grandes, o a grupos liderados por las fuerzas armadas. A mí tampoco me interesaba. Era feliz con el tío Tom y con Rey. Eran todo lo que me quedaba, y sabía que no necesitaba nada más. Aunque cada vez era más difícil conseguir comida.
Nos movíamos a menudo, y Audrey era la que conducía por la autopista en algún punto al sureste de California. Salíamos del estado sin rumbo fijo, o eso creía yo. Tío Tom llevaba una radio rota, que llevaba meses intentando hacer funcionar, y a veces se pasaba horas con el cachivache pegado a la oreja. Se turnaban entre ella y tío Tom para conducir, y a mí no me dejaban casi nunca al volante. Intentaba afinar las cuerdas desgastadas del ukelele. Las tres que le quedaban. Tocar así no era fácil, pero yo lo había conseguido.
Nos movíamos a menudo.
Habíamos estado en cinco refugios diferentes a lo largo de más de tres años. En su mayoría, refugios pequeños, con poca gente. Unas veces, situaciones como la que vivimos saca a relucir lo mejor del ser humano. La solidaridad, la amabilidad, el altruismo. Otras, por el contrario, enseña la verdadera cara de las personas. Se quitan la máscara, dejan de ser el ciudadano ejemplar. Se convierten en monstruos. O, más bien, ya no les importa fingir, porque siempre lo han sido.
Hacía mucho que la humanidad había dejado de sorprenderme. Recuerdo que, antes de perder a mamá, acabamos en un refugio del ejército. Tío Tom se sentía aliviado de estar ahí. Eran sus hombres, sus camaradas. Sus amigos. Aunque no conociera a la mayoría. Yo le odiaba por haberse negado a volver con papá. Decía que ya estaba muerto, que era malgastar fuerzas, que debíamos pensar en nosotros, en sobrevivir, y mamá le había seguido la corriente. Me había decepcionado.
En aquel refugio habían dispuesto barracones y tiendas para los civiles. Eran grandes, y la gente se apelotonaba en camastros diminutos. Mirara hacia donde mirara, veía miedo, veía pánico. Veía tensión.
Llevábamos como una semana allí. Nos daban alimento racionado, agua, y un techo sobre nuestra cabeza. Tío Tom hacía turnos de guardia, y mamá ayudaba en labores que no comprendía. Audrey estaba casi siempre con el personal médico, y yo pasaba muchas horas sola. A veces deambulaba por el refugio, investigando, analizándolo todo, esperando el momento en el que uno de los refugiados resultase enfermo. Era lo que pasaba en todas partes.
Recuerdo salir a mear una noche. Hacía frío, y me había puesto la manta sobre los hombros. Podía ver el vaho tras cada exhalación. Los baños estaban lejos del barracón 7. Cuando salí, oí voces y cuchicheos entre las casetas. Dicen que la curiosidad mató al gato, y yo fui a ver qué pasaba. Me asomé, y vi a un par de soldados intercambiándose algún tipo de paquete. Estaba oscuro y no podía verlo bien. Entonces noté una mano en el hombro.
La huida fue confusa y caótica después de aquello. Tío Tom había matado a aquel hombre, y notaba la sangre pegajosa en la cara. Después me había sujetado por los brazos, clavándome los dedos con el gesto desencajado. Me dijo que lo que hacía ese hombre, ese soldado, estaba mal. Que no podía permitir que nadie me tocase de aquella forma. Me pidió que no se lo contara a mamá ni a Audrey, y yo asentí, asustada de la rabia que veía en sus ojos. Había miedo.
Me estoy yendo por las ramas.
He visto la cara oculta de la humanidad. Tío Tom prefiere que estemos solos los tres. Desde entonces había evitado el menor acercamiento a grupos grandes, o a grupos liderados por las fuerzas armadas. A mí tampoco me interesaba. Era feliz con el tío Tom y con Rey. Eran todo lo que me quedaba, y sabía que no necesitaba nada más. Aunque cada vez era más difícil conseguir comida.
Nos movíamos a menudo, y Audrey era la que conducía por la autopista en algún punto al sureste de California. Salíamos del estado sin rumbo fijo, o eso creía yo. Tío Tom llevaba una radio rota, que llevaba meses intentando hacer funcionar, y a veces se pasaba horas con el cachivache pegado a la oreja. Se turnaban entre ella y tío Tom para conducir, y a mí no me dejaban casi nunca al volante. Intentaba afinar las cuerdas desgastadas del ukelele. Las tres que le quedaban. Tocar así no era fácil, pero yo lo había conseguido.
- Don't leave us:
- Lullaby of woe:
El dilema era ese, nadie cuidaba la espalda de otros gratis; sin segundas intenciones. No valía la pena correr el riesgo. Con el depósito lleno de gasolina nos quedamos los cuatro ahí, viéndonos las caras. La mía se arrugó en desconcierto al oír a Michael, ¿por qué rayos estaba tan a la defensiva? No había sido presuntuosa esta vez, tampoco el tono de voz usado fue cortante. Audrey frunció el ceño sin saber cómo actuar, de abrir la boca de nuevo sería en defensa propia, y no le vendría bien al grupo Wilford.
La niebla que se aproximaba por el este finalizó cubriendo la gasolinera, como se temía aquello no era normal. — ¡Joder! — Notaba como la garganta se le iba cerrando, dificultándole respirar. Y no sólo eso, los ojos le escocían mientras corría a todo gas hacia la camioneta. Mich estaba en lo correcto al decir que era tóxico, les estaba afectando.
— ¡Vamos, vamos! — Tío Tom tocía, yendo apresurado a colocarse frente al volante mientras su sobrina mayor cerraba la puerta del copiloto. Olivia ya iba detrás. Todos con las ventanas cerradas y el bidón de gasolina asegurado en el maletero. Dobló la llave y arrancó, no se veía prácticamente nada con la neblina así que puso las luces, sólo una parecía servir. Debía salir de allí incluso si era a ciegas.
Niebla Gris D3
PV: 17/20
La niebla que se aproximaba por el este finalizó cubriendo la gasolinera, como se temía aquello no era normal. — ¡Joder! — Notaba como la garganta se le iba cerrando, dificultándole respirar. Y no sólo eso, los ojos le escocían mientras corría a todo gas hacia la camioneta. Mich estaba en lo correcto al decir que era tóxico, les estaba afectando.
— ¡Vamos, vamos! — Tío Tom tocía, yendo apresurado a colocarse frente al volante mientras su sobrina mayor cerraba la puerta del copiloto. Olivia ya iba detrás. Todos con las ventanas cerradas y el bidón de gasolina asegurado en el maletero. Dobló la llave y arrancó, no se veía prácticamente nada con la neblina así que puso las luces, sólo una parecía servir. Debía salir de allí incluso si era a ciegas.
Niebla Gris D3
PV: 17/20
El ardor en mí garganta se hacía más fuerte y supe que tenía que irme a la mierda de ese lugar porque si no lo hacía en ese momento, era muy posible que la niebla no me dejara conducir a ningún lado. Le moví hacia la camioneta mientras escuchaba como los demás se subían a su auto -mierda, que poco amables, a ninguno de ellos se le ocurrió llamarme y preguntar por mi- le dije al mapache mientras arrancaba la camioneta y me ponía en marcha.
La verdad es que no había mucho más que hacer allí y los otros tres ya habían dejado en claro que no se iban a preocupar por nadie que no fueran ellos. Comenzaba a entender porque no se movían a un refugio. Antes me ha Is preguntado ¿Porque aún había gasolina allí? Ahora que veía esa niebla entendía que está debía haber matado a más de uno de los zombies que habían ahí.
Una vez que salí a la carretera me dije a mí misma -creo que lo mejor es que vuelva a la base- mire al mapache y dije -si, tú vienes conmigo. No sé cómo le voy a hacer pero me las apañare para que te dejen quedarte, quizás hasta quieran convertirte en un súper mapache pero tranquilo, no dejaré que te hagan cosas raras- como ya había dicho antes, podían joder a los humanos pero no a los animales. Eso era algo diferente para mi
La verdad es que no había mucho más que hacer allí y los otros tres ya habían dejado en claro que no se iban a preocupar por nadie que no fueran ellos. Comenzaba a entender porque no se movían a un refugio. Antes me ha Is preguntado ¿Porque aún había gasolina allí? Ahora que veía esa niebla entendía que está debía haber matado a más de uno de los zombies que habían ahí.
Una vez que salí a la carretera me dije a mí misma -creo que lo mejor es que vuelva a la base- mire al mapache y dije -si, tú vienes conmigo. No sé cómo le voy a hacer pero me las apañare para que te dejen quedarte, quizás hasta quieran convertirte en un súper mapache pero tranquilo, no dejaré que te hagan cosas raras- como ya había dicho antes, podían joder a los humanos pero no a los animales. Eso era algo diferente para mi
- Uniforme:
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