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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Endure and survive
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James Davenport
14 de enero de 2013.
El aire huele a encierro y muerte, una mezcla que ya debería haber dejado de importarme. Pero aquí, en esta casa, todo es distinto. Cada rincón está impregnado de una vida que ahora es solo un eco. Un eco que me grita en cada esquina que fallé, que fui un cobarde.Lo encuentro en la esquina del salón, acurrucado, con los brazos rodeando sus rodillas. Evan siempre fue un niño fuerte, más fuerte que yo a su edad. Pero ahora lo veo reducido a un espectro, como si la mordedura en su brazo no solo le hubiera robado la sangre, sino también la esperanza. Su piel está pálida, grisácea, y sus ojos se levantan hacia mí con algo que me atraviesa como un cuchillo: súplica.
- Papá... - su voz es apenas un murmullo, rota y temblorosa. Se ve más pequeño, como si de repente hubiera vuelto a ser aquel niño que lloraba porque no podía dormir sin su osito.
Me arrodillo frente a él, dejando caer el cuchillo que he estado sosteniendo con tanta fuerza que mis dedos están entumecidos. No puedo decir nada. ¿Qué podría decir? Que lo siento, que esto no debería haber pasado, que si hubiera llegado antes... Pero las palabras son inútiles ahora. Solo me quedo allí, mirándolo, tratando de grabar cada detalle de su rostro en mi memoria.
- No quiero ser uno de ellos - susurra. Sus ojos se llenan de lágrimas, pero mantiene la mirada fija en mí, como si eso le diera la fuerza que yo no tengo.
Su voz es clara, incluso en su fragilidad. Me está pidiendo algo que ningún padre debería tener que hacer, algo que sé que debo hacer. Pero el peso de esa decisión me aplasta. Cada fibra de mi ser grita que lo salve, aunque sé que no puedo. Su aliento es corto, irregular. No hay tiempo. Y, aun así, me quedo allí, inmóvil.
- Prométemelo, papá. No quiero ser uno de ellos.
Cierro los ojos con fuerza, intentando detener las lágrimas que amenazan con salir. No puedo hacer esto. No puedo. Apreté mis manos contra el suelo, intentando que el dolor físico me devolviera el control, pero no sirve de nada. Mis piernas tiemblan cuando me levanto. Ni siquiera puedo mirarlo.
- Papá, por favor… - su voz se rompe. Asiento, tratando de mantener la postura, han pasado horas y sé lo que viene a continuación. Sujeto su cuerpo entre mis manos, acaricio su cabeza y soy incapaz de contener las lágrimas, que brotan de mis hijos en silencio. Los minutos se suceden, tal vez una hora, la piel de Evan está ardiendo. La fiebre lo consume. Llevamos en la casa casi un día, miro mi reloj de pulsera. Sé lo que viene, ya viene... su respiración es entrecortada. Me levanto, lo recuesto en el sofá y acomodo, sujeto el cuchillo, tengo que hacerlo, pero no puedo, simplemente no puedo, no puedo hacerlo ahora y no podré hacerlo después cuando vuelva a despertar.
Lo único que puedo hacer es retroceder. Cada paso que doy hacia la puerta me duele como si estuviera arrancándome pedazos. Evan respira de forma entrecortada, se acerca su fin, no retrocedo. Sé que si lo hago, mi cobardía me destruirá. Miro la puerta abierta y la cierro de golpe, sellándolo dentro como si eso pudiera contener el horror.
Apoyo la espalda contra la madera, respiro hondo y trato de convencerme de que esto es lo mejor. Que no podía matarlo. Que no podía matarlo porque aún era mi hijo, porque aún estaba allí. Pero la verdad es más simple y más cruel: no podía hacerlo porque soy un maldito cobarde.
El eco de su voz sigue persiguiéndome, incluso ahora. “Prométemelo”. Cada vez que cierro los ojos, lo veo ahí, con esos ojos suplicantes y el cuchillo entre sus dedos temblorosos. Cada vez que respiro, siento el peso de esa puerta que cerré. No maté a mi hijo. Pero lo dejé morir de una manera mucho peor.
Y eso es algo que nunca me perdonaré.
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