₪ Primer Arma {O P C I O N A L}

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'Primer Arma' :

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*Antes de llegar a Pandemonium

Caminaba solitario por los rincones de la ciudad, esperando no toparse con nada indeseado mientras buscaba comida que llevarse al escondite, pues estaba escaso ya de ello y morir de hambre no era una opción.

Se vio frente a una gran casa de aspecto conocido, trató de imaginarla sin derrumbes, con su jardín intacto y la pintura recién hecha, verla antes del desastre. Rob Cook, era el nombre del dueño del lugar. Un compañero de la marine que vió un par de veces luego de volver de la guerra en Irak. Era un hombre al que le gustaba presumir de su vida en general, pero también gustaba compartir con el resto lo que tenía. Seguro no se molestaría porque un viejo compañero entrara a su casa en busca de comida ...

Entró al lugar cauteloso de no toparse con ningún infectado en su instancia. Primero se aseguró de que el área estuviera despejada y luego comenzó a buscar lo que quería. Comida no encontró, seguramente ya habían saqueado otros el lugar, pero en medio de su búsqueda se topó con una granada en buen estado.... Recordó que Rob solía mencionar que guardaba "recuerdos" de las batallas, quizás a eso se refería. Quiso buscar un poco más sin tener éxito en nada, así que desidió salir de allí y seguir buscando en otro lugar, con el consuelo de que al menos su compañero había olvidado en su casa la granada, que de seguro le sería de utilidad.

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Las armas de esos hombres eran tan solo la confirmación de los hechos. Marianne miró a Pickton con premura, pero sobre todo con decisión, y echó a correr por la calle que se abría a la izquierda y se estrechaba a unos pocos metros después. Las botas de la unidad militarizada de Umbrella golpeteaban el asfalto con fuertes y rítmicos pasos. Para Marianne parecía como si estuvieran a punto de empezar a cantar.

—¡Tenemos que subir! —su voz sonó desesperada, pero apuntó con el índice en alto a una escalera de emergencia que subía por el lateral de un viejo edificio. El mismo tenía las ventanas tapiadas y aunque no podía verse qué ocurría dentro, parecía abandonado— No será la gran cosa pero al menos los veremos pasar desde arriba.

Él ya había comprendido la idea. Con un pequeño salto se aferró al último hierro de la escalera para dejarla caer y, al hacerlo, también cayó un cuerpo. Solo que este tardó en tocar el suelo. El cadaver flaco y ligeramente putrefacto se había quedado enganchado de la escalera por el hacha que tenía clavado en medio de su espalda. Como ahora los muertos no se quedaban donde debían, tenía también un pequeño hoyuelo entre ceja y ceja que lo había inmovilizado para siempre. Marianne se apresuró a tomar el mango del hacha y, apoyando un pie en su espalda para ejercer la presión contraria, forcejeó una y otra vez hasta que pudo aflojar el arma. La voz del sargento apresuraba su forcejo, por eso cuando la tuvo en la mano, no dudó en recordarle la prisa que tenían de esa manera tan... militar que aún destilaba a donde quiera que fuera.

Marianne subió por la estructura y él la siguió detrás, de cerca como hacía siempre, y en el momento justo elevó el la escala. El cuerpo del muerto yacía inmóvil debajo, en el suelo, cuando una bota pisoteó aquel cadáver sin cuidado. Era solo el comienzo.

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— @Kai Elenek
— @Minerva Engel

Cuando editeis vuestros mensajes avisadme por privado y añado vuestras armas a los inventarios.

Todo se había desvanecido en cuestión de días. La política, el dinero, la influencia... Todo había desaparecido. Como el humo de un cigarro que asciende por el aire.
No sabía siquiera como alguien como él había conseguido salvarse. Al inal había resultado que su apellido y su dinero lo habían protegido unas horas, unos días... como un pequeño escudo que poco a poco fue agrietándose, hasta que ni el estado, ni el gobierno, ni las pocas fuerzas militares que quedaban, pudieron hacer nada. Todo sucumbió, y el mundo se volvió más gris que nunca. Nada tenía el valor que tenía antes, y las cosas que él nunca había considerado importantes eran ahora las únicas que contaban...


Y ahí estaba ahora, recuperando ese poder que un día ostentó, que llegó a rozar con las yemas de los dedos y se le escurrió como agua resbaladiza entre ellos. Un poder que había costado de conseguir. Sangre, sudor y traición.
Contempló, sentado frente al escritorio, esa vieja caja de madera donde guardaba con recelo aquello que le ayudó a llegar hasta ahí. Desmond no era alguien de recuerdos. No se ataba a los sentimientos, ni a nada que pudiera hacerle perder esa cordura de la que tan orgulloso estaba. No conservaba nada de su pasado y toda la historia de quien era había sido construida minuciosamente, mentira tas mentira. Como una torre jenga. Pero se había asegurado de que todas las piezas encajasen, de que nada se tambalease, por muy alta que fuera su torre de mentiras. Lo único real en su vida, lo único que le recordaba quien había sido en realidad, estaba ahí, en esa caja que el tiempo comenzaba a hacer astillas. Ese viejo cuchillo de cocina, tan hosco, con la hoja mellada y el mando de madera reventado a golpes. Podría haberse desecho de él hace tiempo pues ya no servía para nada pero había decidido conservarlo, como si fuera lo único que le recordaba quien era.

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En ese tiempo los días pasaban lentos y los noticieros solo hablaban sobre esa epidemia que aterrorizaba al país. En el pueblo donde vivía aún no pasaba nada extraño, a pesar de que el pánico se había adueñado de todos yo seguía tranquilo. Junto con algunos vecinos habíamos hecho una especie de patrulla vecinal, esto con la intención de mantener a los delincuentes alejados y no tener que mudarnos. Solo habíamos puesto un par de vallas alrededor del vecindario y ya creíamos que era una fortaleza. Que estúpidos fuimos.

Yo tenía una mochila preparada en caso de emergencia. Unas prendas de ropa, un par de libros, comida y algunas cosas de primeros auxilios. Siendo sincero jamas imagine la magnitud de la epidemia, la veía como algo ajeno que se encontraba a millones de kilómetros, al igual que mis vecinos. Los primeros zombies que aparecieron cerca de nosotros nos pillaron preparados, pero a la misma vez por sorpresa. Durante algunos días supimos resistir, pero cada vez llegaban más y más. Finalmente solo quedamos una familia y yo, los lleve conmigo ya que le había hecho clases a la hija y además de que mi casa era la más segura. Mi padre era un loco de la guerra fría y había colocado rejas a toda la casa, además de que tenía un par de armas que nos vendrían de maravilla.
Todo iba de medianamente bien, pero un día, se fueron llevándose todas las armas de fuego y los cuchillos. Solo me habían dejado una palanca de hierro.

—Peor es nada— dije sosteniendo la palanca en mis manos—Espero me seas de ayuda, ya que nos iremos de aquí, y hasta que encuentre algo mejor tu eres mi única arma.

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Tras haber perdido su pistola hacía casi cinco días y tal como se encontraba Ia situación actualmente no podía darse el lujo de no tener nada con lo que poder defenderse. Es por esto que opto por ir a rebuscar por ahí, le daba igual que objeto solo quería poder defenderse sin depender de nadie, algo que con evidencia no era un problema tras haber prestado Sus servicios durante tantos años al ejercito de EEUU, haber tenido una carrera militar era un gran aporte a la supervivencia a la que debía someterte día a día. En uno de los lugares donde decidio rebuscar con suerte encontro un par de zapatos en mejor estado que los que llevaba y un par de camisetas. El segundo no resultó muy diferente con suerte y lo único que lo diferenciaba del anterior era la presencia de roedores muertos.

Fue en el tercero donde por fin pudo encontrar algo, que si bien no era lo mejor del planeta podría tener más utilidad que solo la autodefensa, eran unas tijeras lo suficiente afiladas como para atravesar un cráneo putrefacto de un muerto viviente, y también ser útil para otros propósitos, como por ejemplo romper trozos de tela para luego darles uso durante curaciones. Tenía que aprender a conformarse con eso puesto que sabía que buscar gasas tendra una mayor dificultad, y el resultado sería el mismo.

Su búsqueda terminó horas después cuando el sol ya anunciaba su retirada. Finalmente volvio a su refugio.

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Pues a ver que sale!

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La huida desde la casa de James había sido complicada. No sabía donde estaba y tampoco sabía en que dirección corría, pero no podía hacer otra cosa. Estaba tan asustada que ni miré atrás, solo corrí hasta que no pude más y mis roídas zapatillas tocaron asfalto. Desde allí seguí la carretera desde la primera linea de los árboles, intentando mantenerme lo más escondida posible. James me había contado como les había afectado a otros la llegada del fin del mundo, como había sacado lo peor de ellos y de que cosas podrían ser capaces... Por eso no me atrevía a acercarme a alguien ¿Quién sabe de que podrían ser capaces?...

El final de aquella carretera desembocó en un pueblo del cual no supe el nombre ya que las letras del cartel eran prácticamente ilegibles. La tierra, sangre y agujeros de balas la habían dejado destrozada. Así que, mirando a todos los lados que mi cuello me permitía, comencé a adentrarme por aquella zona residencial. Las casas estaban casi intactas, y digo casi porque las puertas abiertas y las ventanas rotas solo hacían darles un aspecto mucho más fantasmal... pero el rugir en mi estómago hizo que el miedo desapareciera parcialmente y me animase a entrar en una de las casas.
No hizo falta abrir la puerta ya que carecía de esta y, en vez de felpudo, unas horrendas lineas de color negro marcaban el suelo. Como si hubiesen arrastrado algo o a alguien por allí, sacándolo de lo que, en algún momento, pareció ser un lugar seguro.

Tenía miedo de entrar y que algo me sorprendiera, pero la duda de que pudiese haber aún una lata de comida era suficiente para que mis pies y manos se movieran solos.

El recibidor de la casa estaba hecho un desastre. Huellas de manos ensangrentadas impregnaban suelo y paredes, marcando el recorrido que había hecho el último inquilino. Era increíble como mi cuerpo reaccionaba ante esas imágenes, comenzando a temblar mientras un escalofrío recorre toda mi columna vertebral. De todas las casas que había, tuve que entrar en la que parecía ser la más grotesca...
Tratando de apartar ese pensamiento de mi mente, continuó adentrándome en la pequeña edificación y, tras caminar un par de metros por un estrecho pasillo donde los cuadros adornaban el suelo, no tardo en llegar a la cocina. Mis manos se mueven veloces a las estanterías y cajones buscando cualquier cosa que fuese útil o comestible, siendo todos mis esfuerzos en vano hasta que, al levantar la vista, mis pupilas dan con un objeto que hay apoyado contra la puerta por la que había entrado. Me acerco de dos zancadas y lo tomo con cuidado, examinando la madera vieja y algo mellada. Era un buen bate y, bueno, hasta el momento sigue siéndolo...

Después de ese pequeño hallazgo, decidí que allí no encontraría nada con lo que poder llenar el estómago así que, apoyando el bate contra mi hombro con una sonrisa que duraría poco, salgo de la casa para dirigirme a otra, y luego a otra, y a otra...

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Excepto:
→ @Alexia Walker
→ @Jeffrey Tanner

Chicos, por favor, cuando tengais escrito como conseguisteis vuestra arma avisadme por privado y la añado a vuestro inventario.

Necesito saber.