₪ Primer Arma {O P C I O N A L}

@Yuri Dragov Avísame por MP cuando hayas editado así te agrego el machete al inventario.

La criatura que  tengo delante ahora mismo es una mezcla entre el alienígena de La cosa, de 1982, y el puto Jeff Goldblum en La mosca, del 86. Qué asco, joder. Está parada, a unos ocho o nueve metros de distancia, observándome mientras se balancea como si estuviera hasta el culo de Jameson. Sé que está a punto de atacarme, de modo que me preparo. Tres, dos uno y... ahí viene. Aguanto hasta que casi la tengo encima, y ruedo a la derecha, sobre el suelo para esquivarla. Echo a correr para salir del callejón mientras soy perseguido. Empujo bruscamente con el hombro la primera puerta que me encuentro, y vuelvo a entrar en la armería que revisé antes. El bicho no parece demasiado inteligente; le veo pasar de largo desde dentro. Y, aunque ya he revisado a fondo el lugar, me pongo a rebuscar entre vitrinas y cajas un arma con la que poder defenderme. Sigo corriendo peligro, y estoy harto de tener que defenderme con tuberías oxidadas, o palos afilados a modo de lanza. Quiero un arma en condiciones, joder.

Se oye un ruido, y me giro. No veo nada, pero siento que no estoy solo. Sigo buscando, más alterado cada vez. Y veo un cajón en el que no había reparado antes. Parece cerrado con llave, pero tengo que intentar abrirlo, quizás sea mi salvación. Me lío a darle a puñetazos, nada. Encuentro algo con lo hacer palanca y, ¡BINGO! El cajón se abre, y dentro hay un revólver. Parece antiguo, seguramente fuera una reliquia que pertenecía al propio dueño de la tienda. Algo cae sobre mi desde arriba. Es viscoso, y huele a podrido. Jodido 'Jeff'. Forcejeo con él para quitármelo de encima. Consigo darle una patada en el pecho, y lo lanzo escasos dos metros, lo que me da tiempo suficiente para recuperar el arma y empezar a disparar. Es de noche, y aquí dentro apenas hay visión. Disparo a bocajarro dos, tres, cuatro veces. Me quedo sin balas, pero el hijo de perra ya no se mueve. Está frito en el suelo. Me acabo de quedar sin balas, pero al menos tengo un arma de fuego. No me da tiempo a buscar munición, hay un puto rebaño fuera, no muy grande, pero con el jaleo que se ha armado, ya estarán viniendo para acá. Salgo corriendo de allí, sin mirar atrás.

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Odiar a tu jefe y matarlo, a los dos. Seguro que Avery Ward había cumplido realidad el sueño de muchas personas del mundo y sin embargo no se sentía para nada bien, se sentía peor que un monstruo. La sangre se esparcía lentamente por su antigua alfombra favorita, tiñéndola de rojo. Ella se encontraba de rodillas justo delante del cadáver sollozando de forma descontrolada. ¿Qué iba a pasar ahora? Una sola palabra aparecía en su cabeza: prisión.

Tal vez si contaba la verdad... ¿Pero quién la iba a creer? Nadie. ¿Y si cambiaba algo la historia? Es que todo estaba en su contra y en aquel momento la negatividad la embargaba. Seguramente no eligió la mejor opción, pero Avery decidió huir.

Antes de salir de su apartamento se fijó en el revólver de Garrett. No supo qué la impulsó a llevárselo, pero se hizo con él y se largó de allí lo más rápido posible.

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Un paso hacia atrás, otro hacia adelante, luego uno al costado y una sacudida. Para un espectador, desconocedor de la situación en la que Ebba se encontraba y que mirara desde lejos aquella dos figuras juntas seguro le daría la impresión de que estaban bailando. Pero si se acercara un poco más y luego otro tanto podría ver a la perfección que no era así. El forcejeo estaba durando demasiado a su parecer y Ebba estaba luchando por mantener sus manos aferradas sobre el mango de aquel machete incrustado en el cuello de ese no muerto. Bendito el momento que sus caminos se cruzaron y Ebba vio una oportunidad única para hacerse con un arma, supuestamente, de manera fácil.

Quien haya fallado y enterrado en la carne putrefacta aquel machete lo había hecho tan bien que estaba costando energías que ella no tenía el lujo de malgastar. Cansada, malhumorada y esquivando las manos que intentaban alcanzarla, Ebba colocó un pie sobre el pecho del zombie y con sus fuerzas restantes empujó el cuerpo hacia atrás a la vez que sus manos sujetaban en apriete el arma. La maniobra resultó y el machete salió de la posición en donde se encontraba para luego verse alojado segundos después sobre la cabeza del muerto que, como marioneta a quién sus hilos son cortados, cae al suelo sin ceremonias casi llevando el machete y Ebba con él.

Luego de recuperar el machete, no pudo evitar mirar por última vez el cadáver tendido en el suelo, agradeciendo silenciosamente, antes de seguir su camino con un nuevo aditamento en su persona.

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Me encontraba por las afueras de lo que, al parecer, era antes un estadio de béisbol, bueno, nunca fue un deporte que me gustase así que me importaba bastante poco que estuviera en la mierda, aunque parece que lo habían usado como refugio, pero les salió mal el asunto por los mordisquitos que veía dando vueltas por la zona y el claro abandono del edificio. No podía evitar sonreír al ver como se chocaban con las vallas giratorias de la entrada como putos retrasados, la verdad, no debe ser mala vida, son como los animales, no tienen que preocuparse de nada que no sea comer humanos, que no les culpo, algunos se ven extrañamente deliciosos.
Bueno, pues ahí estaba yo, escondida entre los coches, cual ninja, una ninja drogada, acercándome al recinto para meterme por unas de tantas ventanas que daban a la zona subterránea del estadio, cual rata que soy. Dentro, caí en un pasillo que a primera vista se veía vacío y de pronto, pude sentir y escuchar como la muchedumbre ansiosa gritaba y vitoreaban afuera, en las gradas, esperando a los respectivos equipos para que salieran para iniciar el partido, me encamine, ilusionada, dando vueltas cual pato mareado inmensa en esa ilusión hasta llegar al final donde se encontraba unas puertas y las abrir, con energía, a grito de:

- Vamos chico, ¿qué hacéis ahí parados?, ¿¡no escucháis al público que os reclama!?, ¡salir al campo a darlo todo!

Me pare en seco, en silencio y visualice la sala, eran los vestuarios y estaba vacía, que decepción, suspiré, deje de escuchar de lejos las gradas y volví a la deprimente realidad, darme cuenta de que lo que estaba escuchando seguramente eran gruñidos de esos bichitos que estaban en el campo y por los arrendadores. Me acerque a las taquillas y pase mi mano por el gran  banco donde en un pasado habrían estado sentados personas que seguramente nunca se hubiera imaginado que en un futuro este sitio sería un nido de mordisquitos y que estaríamos en una apocalipsis, bueno, a no ser que fueran unos paranoicos, entonces seguramente lo sabían, oh… ¿eso es lo que creo que es?, algo de una de esas taquillas rotas y abiertas llamó mi atención, ¡era un maldito bate de béisbol!, wow, ¡qué suerte!, para nada me esperaba encontrarme algo así en un sitio como este (nótese la ironía).
Lo cogí y me imaginé, vestida con el uniforme de mi equipo, en pleno campo dando palazos, seguramente a mis adversarios porque sería más divertido eso que darle a una sosa bola, Hasta que de pronto, escuché como algo se acercaba, y entraba, y encontrarme con un mordisquitos.

- "¡Oh, nos encontramos en la última ronda del partido, en un claro empate y se están jugando el punto decisivo!, Yanek está preparada en su base cogiendo ansiosamente el bate esperando esa bola, ¿le dará?, ¿¡perderá otra vez su equipo o los lleva hacia victoria!?..." - Decía mientras volvía a ese imaginario campo imitando la voz de lo que sería uno de los comentaristas que visualizan la escena desde arriba en la cabina, quieta en posición como un buen jugador profesional, mientras el caminante se acercaba gruñendo a paso ligero- "¡Ahí va la bola y...!" – Acto seguido, cargué con fuerza un batazo en la cabeza a ese pobre mordisquitos que caía al suelo y seguidamente, salí corriendo de allí, antes de que llegaran más por el jaleo que estaba montando.

Claramente, ese día, lleve a mi equipo a la victoria gracias a ese bate y como recuerdo de aquel bonito día, me lo lleve conmigo.

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-Corre...Corre...¡Corre!
La voz resonaba en su cabeza como sus pies descalzos por el asfalto de la calle. Nada la perseguía, nada la acechaba pero algo no estaba bien allí, ¿dónde estaba todo el mundo? Recordaba el primer día que la trajeron en la camioneta del hospital, justo enfrente de la entrada estaba el New World Deli, una cafetería que era famosa en el lugar por sus sopas caseras y, por ende, siempre estaba llena... Ahora sus ojos se posaban sobre unos ventanales rotos y ensangrentados, las mesas, sillas y otras decoraciones reposaban por el suelo como si un huracán hubiese pasado por el lugar. Su pelo dibujó un abanico en el aire al mirar en ambas direcciones de la calle, todo estaba tan en silencio que podía escuchar la sangre circular por sus oídos.

El lugar desprendía un olor fuerte y repugnante, el zumbido de las moscas sobre la sangre desparramada era insoportable y las vistas grotescas. No sabía que había pasado y tampoco quería saberlo. A lo lejos, el eco de las risas de los otros enfermos daban a entender que ya estaban fuera y que las cosas podrían complicarse más aún. -No son como nosotras... tenemos que irnos... - Y la joven asintió a sus propias palabras, empezando a rebuscar por el lugar, removiendo lo ya removido, manchándose de sangre, suciedad y otras cosas que no quería saber. Allí la encontró, una palanca que cerraba la puerta que daba a lo que sería el almacén o la cocina. Era un regalo del cielo, ¿quién dejaría eso ahí?
Rodeó el frío acero con las manos y tiró de el con fuerza, desbloqueando la puerta que se abrió de golpe dejando caer un cuerpo casi sin una pizca de carne o piel. Un gruñido similar al de un animal vino desde la oscuridad de esa nueva habitación...

Sus pies descalzos y ensangrentados volvieron a hacerse sonar por el lugar, corriendo en dirección opuesta al hospital, al New World Deli, a todo su pasado, corriendo así hacia su futuro que... quién sabe que le depararía.

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→ @Yanek Eiður si editas el mensaje de cómo conseguiste tu arma, avísame por MP y lo modifico, gracias

Caminó con paciencia hasta el lugar indicado, ropa limpia y planchada, le habían sugerido, mejor dicho, ordenado, ponerse un uniforme de la base para desempeñar sus nuevas funciones, no conocer la base era un problema, no es que no supiera orientarse, quizá simplemente es que nunca tuvo ningún sentido de la orientación, pero al parecer el único vestuario que acabó encontrando fue uno en el que solo encontró ropa de mujer en una taquilla abierta, de nombre "Ryder", al verlo decidió marcharse avergonzando, pero sus ojos habían visto algo, giró de nuevo el cuello y metió la mano.

Una granada de fragmentación MK2, que tenía escrita cosas en ella, parecen sin sentidos y amenazas a gente que Danny desconocía, no obstante, le pareció extraño, dado que el número de serie estaba borrado, un objeto fuera de inventario podía ser una gran baza.
Dejó de lado la idea del uniforme, prefería sus ropas elegantes y caras rescatadas del accidente de avión, sombrero incluido. Se marchó hasta el economato y no tardó en saber que allí para la sección de armeria había un departamento propio.
Se identificó y explicó la situación con calma, el encargado, recibió de buen gesto las acciones del joven.
-Bueno...Por este favor, nose te daré algo especial...-
-Tienes algo que corte?...-Ambos se quedaron unos segundos mirándose con una amplia sonrisa.

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Cada segundo contaba, y Anya era perfectamente consciente de eso.

Todavía podía oír a Tom, su captor, arrastrándose y maldiciendo en el piso de abajo. Gimió por lo bajo; le dolía la cabeza horrores, y tenía la espalda llena de arañazos que ni recordaba cómo se los había hecho. Haciendo acopio de fuerzas, se obligó a poner un pie tras otro subiendo los peldaños que la guiaban hacia la libertad. Un pie tras otro.

El brusco cambio de aire de aquel sótano apestoso frente al aire más fresco de la primera planta la dejó patidifusa unos instantes. Luego, reaccionó. Sus ojos recorrieron la estancia hasta que dio con lo que necesitaba: una mochila vieja de Tom. Cojeando, avanzó hasta allí y luego hasta la cocina, abrió de par en par los armarios y empezó a vaciar sin ninguna clase de distinción las cosas que iba encontrando ahí: latas y más latas de comida, algún botellín de agua, alguna barrita energética... y de repente, un destello plateado captó su atención al aterrizar en aquel lecho de aluminio. Eran unas tijeras.

Unas perfectas tijeras afiladas.

Anya se quedó inmóvil, procesando la información. Ni en sus más maravillosos sueños habría contado con la posibilidad de salir de allí con una arma. Conseguir escapar del sótano ya era un logro en sí mismo, hacerlo con comida un doble logro. Pero lograr algo que le sirviera para defenderse... no sabía si realmente iba a ser capaz de empuñar aquellas tijeras contra alguien, pero saber que contaba con ellas la hizo sentir aliviada. Muy aliviada.

Así que, sin pensárselo, cerró de un golpe de cremallera la mochila con el arma dentro, se la cargó a la espalda y fue directa hacia la salida.

El miembro 'Anya C. Levesque' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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